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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Tercer capitulo de la actualización ^^

Saga ha viajado a varios puntos buscándolo, pero aún no lo ha encontrado. ¿Será que podrá hallarlo antes de que Shaka regrese a Grecia? ¿Y de qué manera lo tomará Shaka?

El atardecer caía en Londres, llenaba con sus rayos naranjas y dorados los cielos, detrás del pastizales, y con las nubes de otra lluvia a punto de caer. El ambiente respiraba humedad, se podía sentir a los lejos el aroma de una nueva llovizna que azotaría la ciudad. Y eso era Londres, esa frialdad se respiraba, esa historia modernizada, estas bases cimentadas y algunas cubiertas por el nuevo siglo y las modas, el aire árido y helado, la música de lo perfectamente correcto. Londres, la hija de gran Bretaña, el hogar de la reina, de la elegancia, del aire burgués, de la sangre azul, de las máscaras también. Demasiado perfecta, demasiado idealizada para mostrar un rasgo de error. Demasiado…

Así era Shaka… así con todas sus letras.

Cuando llegó al estadio, ya cayendo la noche sobre ellos, ya con los colores acabándose y enfriándose en el tono azul negro de la noche; Saga observó como los reflectores fueron encendidos mientras la práctica continuaba. Había veinte jóvenes en el campo, de distintas características pero en un partido amistoso, acomodándose para empezar. Y habían hecho su entrenamiento y era momento de decidirse de nuevo para competir con el balón pie. Los trajes rojos estaban decorando el lugar en finos puntos desde donde Saga se sentó. Al menos quería ver si desde allí veía a Shaka, quizás en las gradas, fue lo que pensó. Pero no estaba ni allí, tampoco estaba donde se veía la banca con el entrenador, un hombre por cierto ante su vista: alto y fornido, con visibles rasgos contradictorios a los ingleses y un color de piel un poco más oscuro. Sus ojos escrutaban todo el lugar, pendiente de lo que observaba, buscando a Shaka entre ellos pero no podía, desde su lugar, identificarlo.

Se quedó viendo el partido.

El desarrollo del juego fue bastante movido y equitativo, contando algunas fallas, algunas amenaza de goles y saques de banda o de esquina según lo ameritado. Había alguien encargado de realizar el arbitraje y por como avanzaba el juego se llevaba un buen ritmo. Saga mismo pensaba, a pesar que no fuera asiduo a ver los partido de futbol, que podrían ser un buen equipo.

El juego iba avanzando, pudo ver que en varias oportunidades alguien había intentando hacer gol y siempre o le quitaban el balón o era atrapada por el arquero. Le había llamado la atención la altura, aunque no, no podía ser Shaka por su cabello… ¿o sí? Saga tuvo que levantarse ya habiendo 30 minutos en el juego, bajando las gradas mientas los veía jugar y de nuevo el muchacho con el número 6 en su franela, tomaba el control del balón y jugaba en el campo. Decidió acercarse un poco más, a ver si era posible reconocerlo, aunque ya estaba harto de llevar el traje formal puesto.

Entre tanto, y en el mismo campo de juego, efectivamente era Shaka quien había tomado el control del juego. Su cabello lo llevaba recogido en una cola alta, pero debido a su corte de cabello apenas y se podía visualizar un mechón envuelto. Llevaba a su vez un cintillo de deporte, apartando el flequillo de su rostro y ya mostrándose el sudor del partido recorriendo su tez blanca, un tanto enrojecida por el esfuerzo. Apenas tuvo el balón entre sus pies empezó a correr hacia la portería contraria, desviando las primeras dos defensas y sintiendo como desde atrás le seguían, mientras que a su derecha al frente una defensa más se acercaba a él.

Evadió, golpeando el balón con el talón para hacerlo levantar y recuperarlo al rebote, dejando una tercera defensa atrás. Era su estilo de juego, evadir, seguir adelanto, no le gustaba retroceder, él seguía adelante hasta que alguien le detuviera o llegara a dar el ansiado gol. Era una de las cosas que le decía Aldebarán y una que le había costado aprender en su tiempo de jugador. Ahora las cosas en él eran distintas y era evidente que jugaba de la misma forma en que enfrentaba la vida, solitario, solo pedía respaldo cuando era estrictamente necesario pero de no ser así, seguía adelante y trataba de hacer todo el trabajo él solo. De esa forma fue avanzando hasta llegar a la zona del equipo contario, encontrándose con dos defensas más haciéndole la oposición para su jugada. No podía moverse más, las cuatro piernas peleaban por quitarle el balón y él se negaba a retroceder y pasarle el balón a otro que estaba en solitario. Al final, tuvo que hacerlo, liberándose de la defensa y perdiendo al mismo tiempo el control del juego.

Shaka ansiaba un gol, lo necesitaba. Era su último juego, era la última vez que estaría sobre el campo de ese estadio que había visto crecer su talento en aquel deporte; por ello necesitaba abandonarlo, sentir de nuevo la adrenalina y la euforia de obtener un gol que le diera la ventaja a su equipo. Necesitaba sentir que podía hacerlo y sobretodo, necesitaba hacerlo lejos de su vista, disfrutar el triunfo por sí solo, saborearlo con el equipo y no ver hacía la esquina donde su padre solía sentarse a ver el partido, a levantarse cuando se acercaba a la portería. No buscar la mirada que ya no estaría al pendiente de él.

—¡Shaka!—escuchó el grito de Aldebarán justo cuando había tomado el balón entre sus pies y decidió patear sin ver el rumbo del balón, perdiéndose este detrás de la banda.

Shaka salió del campo con sus manos en la cabeza luciendo frustrado y momento contra sí mismo. Era como si aquello de no lograr aquel gol hubiera significado una derrota personal, o el hecho de saber la razón de su fracaso una burla para sí. Aldebarán lo había notado, y ante aquel fallo del tiro decidió hacer un cambio de jugador y permitirle a Shaka un descanso para meditar su juego y darse cuenta de ello. Aunque el rubio ya se había dado cuenta de ello, caminando hacia la banca y tirándose en el asiento de madera en silencio, agarrando de inmediato la bebida enérgica para recuperar el liquido.

—¡Mejor descansa hombre, pateas sin ver hacia donde!—reclamó el compañero a pesar que en su rostro se notaba reflejada la preocupación—. ¿Qué pasa hombre? Ya habías mejorado eso de tu juego individual, ¡apóyate en los demás!

—¡Lo sé!—replicó el aludido con su cabeza gacha, mientras el juego continuaba, las cosas avanzaba, como la vida misma.

Shaka podía verlo incluso en el futbol. Te hieren o te cambian pero no se detiene el partido, no acaba el partido hasta que se cumpla el tiempo reglamentario. De ti dependía como llegarías al final, si hiciste algo importante, si metiste un gol o no. Pudiste desaprovechar el tiempo dando vueltas por el campo perdiendo constantemente el control de tu vida, o impulsarlas al sitio correcto con las energías necesarias para ganar un gol que cambie el juego.

El asunto era entonces más que un juego para él. Shaka finalmente había entendido que ese era el papel que había estado jugando durante su vida esos seis años. Jugando solitario, tratando de mantener el control del balón más tiempo bajo sus pies y lanzando patadas esperando alcanzar un gol con la esperanza absurda de voltear, girar su rostro a su izquierda y observar a su padre, mirar al menos una vez más una mirada llena de orgullo. Pero, tal cual su juego, todos sus esfuerzos eran infructuosos, no tenía ningún gol de que jactarse, no había tampoco a nadie que enorgullecer; estaba en un campo atestado de desconocidos tratando de revivir algo que murió seis años atrás.

Lo había comprendido, y al hacerlo se quedó cabizbajo, con sus puños cerrados y enrojecidos por la leve tensión, su mirada humedecida y sintiendo el recorrido de una gota de sudor desde su frente a su nariz, cayendo finalmente al suelo.

Destrozado… Estaba destrozado, ese partido lo había perdido, estaba en el equipo de los perdedores, el que por más que corrió por noventa minutos no lograron tomar la victoria, el que no recibe ovaciones y se tienen que conformar con las palmadas de los ganadores. El que perdió por cometer errores en el campo. Shaka se sentía así, se sentía apagado y destruido, se sentía aplastado contra esa realidad y lo peor, se sentía condenado a repetirla, a cometer de nuevo el mismo error de buscar la mirada de su padre entre los presentes y no hallarla, a frustrarse por ello.

Aldebarán se había dado cuenta de lo mismo, que lo que tenía a Shaka tan desconectado era precisamente eso: la sensación de ya estar en los últimos minutos del partido y ser apaleado por tres goles en contra; la de seguir corriendo aun sabiendo que estaba condenado a perder; porque al final, el tiempo se tenía que cumplir, tan cruel como eso.

Una mano en su hombro intentó consolarlo con un apretón, sentándose a su lado, diciéndole que estaba bien, que descansara un poco antes de volver a entrar y que no se preocupara, que simplemente disfrutara del partido. Ese era el problema, el gran problema con él era que no podía degustarlo así, por el simple hecho de jugar, así como el simple hecho de vivir. Para Shaka no era solo estar, sino saber estar, buscar lo mejor… él no sabía que era conformarse…

—Shaka… ¡anímate hombre!—sacudió su hombro buscando aliviarle el malestar.

—Estoy bien…—murmuró como si intentara convencerse de eso, como si necesitara creerlo aunque sinceramente lo veía imposible—. Ya regreso…—susurró, tomando la toalla a su lado y se dirigió hacia la salida del campo, buscando alejarse del lugar.

Escuchó la voz de Aldebarán llamarlo, escuchó su propio corazón interpelarse y finalmente el sonido de sus tacos chocar de lleno contra la losa del piso del estadio mientras la luz se iba atenuando hasta dejar más sombras. Las necesitaba, necesitaba de ellas.

Secando el sudor de su frente, caminó hasta perderse por uno de los pasillos buscando la puerta que llevaba al baño y donde esperaba darse una ducha para acabar esa farsa. Ya no quería seguir fingiendo más, sabía ya que de volver a entrar al campo era solo para afectar el entrenamiento de los chicos y seguirse lastimando a sabiendas que nada cambiaría con lograr ese gol. Lo mejor era cambiarse, esperar el fin del partido, despedirse de ellos, de Aldebarán… seguir…

Seguir…

Ya no podía seguir… ya no más tolerándolo todo dentro. Shaka se dejó caer sobre la banca de madera mientras pasaba sus manos por el rostro, frotándolo, restregándose las manos y antebrazos sudados intentando contener las lágrimas que amenazaron por cubrirle las mejillas. Un momento de debilidad, ya su pecho le pedía un momento de debilidad, y eso era evidente por la frenética respiración que tomó a su pecho, la forma en la que su tórax subía y bajaba mientras él intentaba calmarse, soportarlo, contenerse…

Un murmulló brotó, quebrado, de su boca… Aquello era como si aún le calcinara con fuego en la boca de su estomago, era un revolución que pugnaba contra su cuerpo, golpeaba dentro de sus músculos produciéndole un dolor garrafal, demasiado para poder aplacar, demasiado para poderlo acallar. Durante el baño lo había pensado, durante el baño había recordado y memorado tanto, se había convencido que hacía bien, que eso era lo que justamente debía hacer. Amarrándose de orgullo, viendo el agua correr debajo de sus pies y escurriéndose en sus alcantarillas junto a sus sueños inútiles, aquellos que aún sostenido con aquella ínfima inocencia infantil que él resguardaba, le hicieron creer que podría el tiempo haber justificado su falta, que sus padres le aceptarían, que lo verían…

Que se enorgullecería…

—Maldita sea…—musitó dejando brotar una lágrima, odiándose por sentirse débil, recriminándose por ese segundo en que se cuarteaba tan rápidamente…

—Shaka…—rápidamente…—. Shaka…—irremediablemente…

Inexorablemente…

Aquella voz fue como si hubiera sido una verdadera ola golpeando contra todas sus simientes, como si la fuerza de un verdadero tsunami arrasara con sus tierras. Su corazón se detuvo, sus manos se quedaron heladas y estáticas entre su rostro mientras cada musculo de su cuerpo y debajo de su piel se tensó ante aquella vibración sonora. Pronto escuchó pasos… lentos… enfermamente lentos… haciendo eco contra el silencio del lugar, incluso el de alguna gota que hasta ese momento le dio por escuchar, todo haciendo catarsis contra las nuevas variables.

No podía ser… no era posible… el mar, el mar no podía estar…

—Por fin te encontré…

El mar no pudo haber ido por él. No allí, no en ese momento, no cuando sentía que todo amenazaba dentro de él para salirle y golpear hasta destruir.

Entre tanto, ya con la noche de Londres cubriendo su espalda Valentine recibía un vaso de sidra por parte del dueño de aquel excéntrico departamento en el Centro de la ciudad, con las luces fluorescentes inundando con su resplandor los cielos oscuros de Londres y la visión de las edificaciones por debajo de él. Era uno de los edificios más altos y lujosos y Minos se había encargado de decorarlo a su gusto modernista y excéntrico, como él… No solía ir a ese lugar, pero era la primera vez que volvía después de días de haber pasado una noche con él.

Bebió el licor saboreando la dulzura aún atenuada de las frutas utilizadas para su preparación. Minos estaba en el sofá de cuero negro con su vaso de Whiskys en una mano y su cigarrillo en la otra, soltando de forma atenuada un suspiro por el lugar y una bola de humo al aire dependiendo de cuál de ellas se apresuraba a sus labios. Supo que Radamanthys lo había llamado, y hasta lo esperaba; de seguro ahora él necesitaba de alguien a quien hablarle lo ocurrido en la oficina.

—Si tienes que ir a verlo, ve—consintió Valentine dejando reposar si vaso de vidrio contra la mesa de su lado. Lucía afligido, desesperanzados en muchas formas, sin ánimos de regresar a su apartamento, o de siquiera moverse para darse cuenta que ya todo había acabado. Minos observaba todo eso en silencio y en notable desinterés, acomodando una pierna sobre la otra y dejando que la luz ultravioleta pintara reflejos azules cobre su piel de nácar—. Radamanthys te nece…

—Que vaya a buscar a su mujer—sentenció Minos, apagando el cigarrillo de su cenicero—. No tengo ánimos de ver a otro deprimido y además, estoy seguro que todavía Fler debe tener sus encantos bajo las sábanas.

—¡Eres un maldito!—refunfuño el menor sintiéndose burlado en su dolor. Levantándose del asiento caminó unos cuantos pasos mientras echaba su cabello hacía atrás y escuchaba la estrambótica risa de Minos haciendo eco entre los vitrales y el silencio que antes había gobernado el lugar.

—Vamos… él buscara que lo hagan olvidar que su amigo se va—sonrió el juez dejando el vaso sudado sobre la mesa, levantándose también. La camisa blanca que había llevado durante todo el día debajo de su traje de juez ya estaba desabotonada hasta al nivel de su abdomen, y ahora se encargaba de desabotonar los puños de ella, mirándolo de esa forma lasciva que ya Valentine conocía. Esos ojos ambarinos le veían como una presa—. Yo también puedo hacerlo contigo.

—¿No te cansas de burlarte de mí?—Minos sonrió levantando una de sus comisuras en alto, afilando sus ojos, volviéndose estos tan dorados como una vez creyó eran los del mismo Radamanthys. Sintió un escalofrío apuñalarle el alma, y una necesidad encajarse en su estomago y haciéndole querer lo que fuera que viniera, con tantas desesperación como vergüenza.

—No me burlo—consintió el mayor desatando la hebilla de su correa y sacándola de su cuerpo hasta lanzarla a pocos centímetros de sus pies. Observó los labios de Valentine humedecerse pese a su visible contrariedad, sintió esos pálpitos llamarle también a él—. Más bien, aplaudo tu entereza. Hacer lo que hiciste, eso lo hacen los inteligentes—levantó su mentón con una de sus manos, se acercó y lamió la comisura derecha de sus labios provocando que Valentine cerrara sus ojos por un momento con repulsión y hambre, todo al mismo tiempo—. No me trates como si fuéramos distintos, no lo somos—los ojos claros de Valentine se abrieron y le miraron, tan cerca, tan agitados y tan llenos de todo que no supo de que manera tomar que en la mirada había una súplica silenciosa, un deseo escondido de creer por una vez que estaba quizás con la persona que amaba, o que la encontraría… cualquiera de los dos parecía encajar muy bien con las emociones que veía agitar sus ojos, los ojos de otra laguna que creyó podría tener un lugar en ese río—. Ese orgullo, me gusta ese orgullo que tienes muchacho. Tienes más orgullo que muchas de las marionetas que han pasado por mi cama.

—Él… él también lo tiene—Minos arrugó su entrecejo, entendiendo, comprendiendo que en ese momento hablaba del hijo de Radamanthys—. Más orgullo y más fuerza de la que yo podría tener.

—Era de esperarse… los que nos enamoramos y perdemos solo podemos escudarnos de eso. Los que dimos de más y no recibimos más que el rechazo tenemos que aprender a vivir con el orgullo agarrado con los dientes.

Las palabras callaron en cuanto los labios del juez se asieron firmemente de los suyos, temblorosos, mientras sentía aquella idea atestarle el alma, esa sentencia ser declarada en su contra. Él quería pensar que no era así… él quería creer que no era necesario forrarse de orgullo para sobrevivir… que podría abrir de nuevo su corazón como lo había hecho seis años con Radamanthys esperando esta vez ser correspondido.

Él quería creer en eso… él se tomó de ello, de la misma forma que se agarró de la camisa arrugada con sus puños para reforzar el beso y todo lo que viniera después de él en esa noche, dispuesto a dejar todo de lado, a dejarse tomar sin que fuera Radamanthys quien estuviera en su mente. A darse la oportunidad, fortuita, de pensar que su corazón nunca le perteneció a nadie.

Shaka también quería creer en ello, que la presencia de Saga frente a él y en ese justo momento donde sentía que ya no podría más no significaría nada. Que él que en ese momento llegara con esa mirada de búsqueda acabada, diciéndole de esa forma que lo había estado buscando, no iba a significar nada. Que no se derrumbaría, que no se ataría tampoco, que podría decirle que no, que podría pedirle que se fuera y…

—Te he estado buscando, por toda Londres—el abogado acercó sus pasos, cortándoles las palabras que al parecer iba a decir el decorador luego de levantarse de su asiento y observarlo con el rostro perplejo y las preguntas llenándole la cabeza—. Te dije, no estás solo.

Y Shaka quería creer incrédulamente que podría zafarse de él…

—¿Qué haces aquí?—quería convencerse que podría hacerlo huir.

No, verlo allí, justo en ese momento no le hacía sentir seguro. Una especie de terror emergió dentro de él de una manera que jamás había sentido. Era como si con dejarle acercarse tan solo un  poco más se vería devorado dentro de él y el temor al mismo tiempo latente de cometer una gran equivocación y lanzarse a sus brazos por el dolor de la perdida; todo junto creaba en Shaka unas inmensas ganas de huir, correr por su vida. Saga se acercó lo suficiente para notar la abrumadora conmoción del joven en su rostro pese a la poca iluminación de los baños y a la casi frenética necesidad de Shaka de mostrarse impenetrable.

—Ya te dije, no te dejaría solo, fue lo que te prometí frente Athenas, Shaka—comentó decidido con sus manos en los bolsillos y no pudiendo evitar la necesidad de recorrer con sus ojos el cuerpo del decorador, el sudor que aún corría, el rubor que aún teñía entre la opaca luz sus mejillas y la punta de su nariz, el cabello húmedo, el uniforme visiblemente sucio y sudado… Tuvo que levantar su mirada conteniéndose.

Tanto tiempo sin verlo, tanto tiempo sin tenerlo en frente y la única imagen que tenía fresca de él era verlo con sólo sus bóxer grises dejándose tocar por él hasta que lo llevó a la cama y esa junto a la actual no le ayudaba en nada. Los ojos azules del rubio se mostraban turbios, con todo, de todo, contra todo. Sus ojos eran una visible muestra de que quería forrarse y evitar que fuera lastimado.

—Supe lo que pasó, Shaka o al menos lo intuyo—el temor seguía llenando aquellas irises azules—. Te estuve buscando, fui a tu casa, la de aquella familia, también fui a la empresa de tu padre, llamé a tu antiguo hogar y…

—¿Qué…?—el abogado calló ante esa palabra apenas saliendo de los labios del joven.

—No sabía ya en donde buscarte…

—¡¡¡QUE HACES AQUÍ!!!—el grito lo calló, por un momento, fijando sus ojos en aquellas gemas que Shaka tenía en sus cuentas oculares y temblaban entre ellos. Pudo verlo cerrar sus puños, pudo verlo  enrojecerse desde el cuello toda la cara, pudo ver como una furia comenzaba a amarrarle desde abajo—. ¿Qué mierda haces aquí, Saga Leda?, ¿Con que derecho fuiste a todos esos sitios? ¿Quién te crees que eres maldita sea?

—¡No podía dejarte aquí sabiendo que viniste a hacer todo esto por mi!

—¿Por ti? ¿Te estás escuchando?—el dedo índice del rubio tocaron varias veces su cabeza en señal de locura, mirándolo con tanta repulsión que el abogado por un momento pensó que las cosas iban a tener un final errático. Para cuándo que había acercado a ese lugar luego de verlo abandonar el campo y reconocerlo, pensó en muchas formas de acercarse y todas ellas se vieron destruidas cuando lo escuchó y vio sollozar. Verlo así, tan lastimado, tan vulnerable… ¿cómo pensar en otra cosa que no fuera abrazarle y decirle que estaba con él? ¿Qué ya estaba allí para él?—. ¡No he hecho nada de esto por ti, Saga Leda!

—Me llamaste y dijiste que fuiste después…

—Claro, cuando mencionaste a tu padre me acorde del mío y decidí venir pero ¿qué parte de eso te ha hecho pensar que fue por ti? ¡Por Dios! El mundo, MI mundo—afianzó señalando su pecho con violencia—, no gira alrededor de ti Saga, ¡como tal parece que si es para ti!—el abogado tragó grueso, sintiéndose golpeado, burlado de alguna forma en sus intenciones para con él—. No puedo creer que hayas hecho la estupidez de venir a buscarme. ¡Ten un poco de dignidad hombre! ¡No soy el único imbécil que podrías tener para cogértelo!

Hubo silencio, por un momento. Shaka tuvo que callar ante el silencio de Saga, ese hombre que había ido desde Grecia a verlo y ahora lo observaba con dolor, con impotencia también, su rostro permanecía en un rictus de severidad y no dejaba que ninguna de sus emociones salieran a flote, mientras que Shaka, él, él sentía que las tenía todas a flor de piel e imposible de ser contenidas. No pudo resistir esa mirada, esa decepción visible en sus ojos, ni esa férrea decisión de quedarse allí aún con esas palabras; no pudo y volteó tapándose el rostro con una mano, tratando de tranquilizar sus pensamientos que le gritaban la verdad, la que él no quería asumir, la que él intentaba aplacar.

—Hace unos momentos estabas llorando—la voz de Saga salió atropellada y para cuando Shaka volteó pudo ver el rostro de ese hombre convertido en una impotencia que le costaba mitigar con la presión de sus puños—, ¡hace poco estabas allí tirado en esa banca derrotado, Shaka!

—Yo jamás me he mostrado derrotado…

—¡Lo estabas! ¡¡Estabas allí maldiciéndote y recriminándote por quien sabes qué cosa!!—manoteó al aire, intentando hacerlo entrar en razón, queriendo obviar todas esas palabras proferidas—. ¿Vas a ocultarme que de verdad necesitas a alguien? ¿Qué has estado solo por tu maldita gana en este lugar? ¿Que no puedes más? ¿Qué deseas ayud…?

—¿Yo? ¿Yo Saga?—interrumpió, con la mano en su pecho y clara actitud de burla—. ¡No me hagas reír, hombre! ¡¡Yo no soy como tú!! ¡Yo no voy a quitarle el tiempo a cualquier persona en un restaurant pidiéndole que se quede y me escuche para dar lástima!—y el golpe fue bajo…

—Calla Shaka…

—¡Yo no voy a abrirle las puertas de mi vida a cualquiera! Yo no necesito estar con alguien para sentirme bien. ¡¡YO NO SOY COMO TU!!  Un hombre endeble escondiéndose por tanto tiempo. ¿Acaso crees que con salvarme harás por fin las cosas bien?—demasiado bajo, impío, traicionero…

—Calla, Shaka ¡CALLA!

—¡Qué podrás liberarme de algún malvado y podrás cumplir tu epopeya Griega? ¡No seas un imbécil!—el enojo se aceleraba, el fuego le corroía las entrañas—. Yo si puedo solo, ¡lo he hecho en todos estos malditos años! He estado solo, solo con mi orgullo, solo con mi talento, ¡SOLO MALDITA SEA Y ASI ESTOY BIEN!—no había estado solo. No había estado solo y Saga lo sabía, incluso allí no había estado solo pero él… él…—. Así que ya tienes, la maldita respuesta a esa ilusa promesa ¡NO TE NECESITO!—¡Él era un imbécil!—. No necesito que me acompañes, ¡no he necesitado que nadie me acompañe! ¡Nadie me hace falta!

—¡Maldita sea! ¡QUE TE CALLES, SHAKA!

Con violencia lo había golpeado tirándolo contra los casilleros y partiéndole la nariz y el labio, frustrado, cansado, sintiéndose un maldito idiota al haber ido allá, al hacer todo lo que hizo, por un hombre tan asqueroso como el que tenía en frente, con un orgullo tan enfermizo que le hartaba. Shaka se tambaleó, buscó sostenerse y levantarse pero cuando intentó apartarse de los casilleros de metal fueron las manos del abogado los que se cerraron contra sus hombros y le dio dos empujones más dejándolo totalmente atrapado contra su cuerpo. Gimió de dolor y Saga gruñó de ira, estando allí, los dos, cansados el uno del otro de recibir golpes, cansados el uno del otro del rechazo y del miedo, Cansado y gritándose cada uno de ellos que huyera, que se fuera, que se alejaran de una maldita vez y olvidaran esa noche, esa maldita noche donde se encontraron y se vieron con intereses más allá de los profesionales.

—ERES UN IMBECIL, ¡¡UN MALDITO IMBECIL!!—tomó sus mandíbulas de forma agresiva, enrojeciendo de la presión su rostro y clavando su mirada dentro de esos ojos que tanto le habían gustado y cada vez más despreciaba, despreciaba el brillo de orgullo aún visible en ellos, al grado de querer arrancarlo con la punta de sus dientes—.  Y ¡TODOS LOS QUE UNA VEZ NOS PREOCUPAMOS POR TI SOMOS AÚN MÁS IMBECILES QUE TU! MALDITA SEA ¿¡QUE ES LO QUE VI EN TI!?

—Vete… ¡VETE SAGA LEDA!—gritó con su garganta desgarrándose.

—¡DEBERÍA GOLPEARTE!—amenazó contra su boca, tan lleno de ira, tan lleno de deseos de descuartizarlo con sus manos y acabar con eso de una buena vez—. DEBERÍA GOLPEARTE HASTA MOLERTE LOS HUESOS A VER SI NO NECESITARAS AYUDA, ¡SINO PEDIRÁS QUE ALGUIEN TE AYUDE!

Y sus paredes se estaban cortando demasiado rápido… su necesidad de él, empezaba a hacer eco contra su orgullo que ante esas palabras se vio totalmente inmovilizado. Shaka cerró sus parpados con fuerza, sintiéndose al borde del colapso, que su propia fortaleza se derrumbaba como las gotas de sudor de su frente cayendo por el filo de su rostro. Sus manos intentaron apartar las del abogado sin éxitos, sintiendo que sus pies apenas lograban tocar el suelo

—¿LA PEDIRÁS, VERDAD? ¿O TE ARRASTRARAS LLENO DE SANGRE HASTA LA CLÍNICA PARA QUE ALGUIEN TE ATIENDA?

—¡Me arrastraré!—desafió con su mirada encendida—. ¡LO HARÉ ANTES QUE PEDIRTE AYUDA!

—Maldito seas, Shaka, ¡MALDITO SEAS!—Por odiarlo tanto, por quererlo tanto…

—Lo hare, ¡LO HARÉ POR QUE ES LA ÚNICA FORMA EN LA QUE APRENDÍ A VIV…!

“Cuando lo veas no pierdas el tiempo hablando…”

Aunque sus manos combatieron y guerrearon aunque sus mentes gritaba lo contrario, aunque su corazones se quedaran en silencio y aún con las últimas palabras escuchadas, sus labios no lo soportaron. Ni los de Saga evitaron acercarse y callarle finalmente, ni los de Shaka se opusieron a responderle casi de inmediato, tan enfurecidos e impotentes que entre mordidas se dieron el beso que ambos desde el inicio añoraban.

“Hazle el amor hasta que no le queden letras para insultarte…”

Eso haría…

 

 

Notas finales:

Esperaba con ansías este momento y por fin llego. Espero disfruten el siguiente tanto como yo *Love* Gracias a todos los que siguen leyendo ^^


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