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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

El encuentro llego pero viene dispuesto a destruir con todo. ¿Quedará algo entre ellos después de la colisión?

Responder que sentía en ese momento le era imposible, porque sería nombrar una cantidad basta de emociones todas contraproducentes y distintas para el mismo tiempo decir un: no sé; porque sinceramente no sabía, no sabía que sentía más. Los límites entre sus propias emociones, sentimientos e ilusiones iban difuminándose entre ellos, era  tanto que al mismo tiempo era todo y todo eso producía una nada neuronal que no hacía más que enviar señales nerviosas a su cerebro mientras este se cansaba de tratar de hilar una coherencia. Shaka no podía sentir, ni pensar; él no podía en ese momento dar una respuesta coherente, toda su capacidad se había diluido con el sabor áspero de la saliva de Saga inundándole y la textura de su lengua tocando su paladar una y otra vez como si con una primera no fuera suficiente.

Apoyado contra el casillero, su mente se convirtió en una masa amorfa de cosas que era incapaz de distinguir. Entre el odio y la vergüenza, entre el temor y las esperanzas, entre tanto y tan poco Shaka se dejaba llevar por las furiosas caricias que de un momento a otro Saga inició al sentirse correspondido. ¿Qué era lo que sentía? ¿Qué debía hacer? ¿Quería detenerlo? ¿Debía detenerlo? Lo más detestable era reconocer que sinceramente había esperado eso, desde antes, desde mucho antes, incluso desde antes de ir a Londres, que su cuerpo y mente estaban anhelando incluso antes del encuentro de Simmons era precisamente los labios de Saga sobre los de él, las manos del abogado surcando los costados de su cuerpo, su aliento inundando las fosas nasales. Por mucho que sus manos intentaron apartarlo terminaban más bien entregándole caricias dolorosas que aumentaban su propia libido, sintiendo su piel ardiendo por debajo de la ropa, su voz ronca clavarse en su garganta.

Y comprendió, comprendió que él lo deseaba, que negarse era una total falacia cuando sus sentimientos eran contradictorios, cuando su cuerpo anhelaba más de esa masa de fuego para que lo quemase. Cuando lo necesitaba. Shaka ya lo había deseado, desde antes, ya se estaba resignando a la idea de quererle…

Pero porqué… porqué…

Tenía miedo, y ese no se aminoraba con el paso de sus besos y sus caricias. Tenía también ansías y éstas se multiplicaban a mil con el transcurrir de los segundos. Su boca se abrió para lanzar un suspiró de éxtasis y se vio inundada de nuevo por aquella lengua que no quería darle tregua, que estaba dispuesta a hacerle sentir todo en su mayores capacidades hasta tumbar todo su sistema y poder invadir dentro de él, conocerlo todo, ahondando todo. El temor a esa premisa le obligó a pedir un minuto de raciocinio y tratar de despegar el cuerpo del abogado sobre el de él, usando sus brazos de palanca contra sus hombros para obligarlo a imponer distancia; pero aquel movimiento fue totalmente insulso cuando el gemido de Saga  brotó de forma ronca y le llenó los oídos.

Se rindió… a la pasión que le respiraba, le tocaba y le llenaba por todos los poros, a su agarre furioso cuando clavó sus dedos gruesos contra la liga de su pequeño short húmedo de sudor y golpeó su cadera contra el metal, a su boca estrujando sus labios, mordiéndolos y saboreando la sangre del golpe anterior. Se rindió… y al mismo tiempo batalló con él usando sus manos como garras contra los hombros del hombre de ley para que lo aplastara con toda sus fuerzas y le hiciera olvidar, por una maldita vez, todo lo que fue hacer allá, todo lo que al final consiguió: más escombros, más miedo, más razones para pensar que no había salida para su situación. Los agarró y le apretó por un instante mientras sus piernas se abrían para recibirle y ambos jadearon ante el segundo embate, el cuerpo de Saga restregándose al de él y su erección levantándose con más notoriedad detrás de las telas. Todo sentido de racionamiento perdió su norte para él, sus mejillas ardiendo y el sudor cayéndole por la espalda era lo único que podía distinguir entre miles de señales y entre el torbellino que Saga creaba en él, absorbiéndolo, comiéndoselo rápidamente.

Entonces entendió porque… porqué durante ese fin de semana había tenido sueños con él, porque en ese justo momento quería pensar que jamás salió de Grecia, que jamás se encontró con Simmons y que en ese preciso momento, quizás en el baño donde comenzó todo, Saga le comía a besos y le demostraba lo que sentía, con sus labios, con su lengua y el movimiento de sus manos metiéndose entre sus piernas y estrujándoselas adornando cada conquista con un jadeo de su boca, de ojos cerrados, con el corazón abierto, con preguntas en silencio, con respuestas gritadas al ritmo de sus reacciones corporales… con todo junto convirtiendo ese momento en lo que era.

El delta…

El rio llegando por fin al mar y buscando espacio… el mar jalándolo con la presión de sus aguas y obligándolo a entrar, sin protocolos, sin anestesias, sin consideraciones preliminares. Era el mar con su fuerza tragándoselo, era la sal penetrando en la estructura molecular de sus aguas, era él y su espuma envolviéndole sin darle a opción de retroceder y así, él, como río, dejándose tragar con su fuerza, dominándose finalmente y no pudiendo evitar el seguir cayendo con él, más y más, al ritmo de jadeos y transpiraciones, dejando todo de lado, todo…

Porque al final solo se encontrarían sus aguas y la misma fuerza del choque convertiría los grandes escombros en solo sedimentos alrededor. Ellos no valdría nada, ellos no podían evitar que sus naturalezas se encontrasen…

Sopor, calor, dolor… Los dedos de Shaka agarrotados en sus hombros y sus labios moviéndose con la misma fiereza que usaba él había disminuido dramáticamente llevado más por las emociones de por fin tener el cuerpo del decorador y sentir la textura de su vello húmedo de sudor entre sus dedos. No quería abrir sus ojos, porque no quería ver en los ojos de él ninguna muestra de dolor ni quebranto, quería pensar que por fin lo aceptaba, y quería llevarse lo que pudiera de él ya decidido a ponerle fin a lo que tenían, si acaso hubo algo.

En sí, aún estaba con furia, aún sentía furia no sabía si consigo mismo o con él. Por esos sus caricias carecían de cuidado y sus besos de profesiones de amor romántico, por eso sus agarres eran decididos y sus mordidas traicioneras, agarrando boca, mejillas y mandíbula, bajando por el cuello y luego limpiando el paso con su saliva y lengua, escuchándole jadear, quejarse, gruñir…

—Saga… ¡ya!—le escuchó decir, pero su sentido de dominancia sobre él ayudó para tomar ese reclamo como una lastimera queja sin valor para él, metiendo sus manos debajo del pantalón, escuchando el golpe seco de la cabeza de Shaka contra el casillero al curvear su espalda—. ¡Ha! Nommm…

—Siii…—musitó con voz ronca, meciendo sus caderas contra la erección que ya había conseguido con el borde de sus dedos. Mordió de nuevo su cuello, de una forma tan agresiva que jamás pensó aplicaría y con ayuda de sus manos obligó el movimiento oscilatorio de las caderas de Shaka contra las de él para que se sintiera aún más, el paso de sus sexos endurecidos y el escalofrío de cada encuentro. Cada vez más fuerte, cada vez más duro.

Shaka se abandonó en un casi grito sin aire, uno que de haberse concretado estaba seguro se iba a oír en todo el estadio. Él solo rio… solo dejó brotar una carcajada al saber que tenía el control y no había siquiera una sola intención en su cabeza de perderlo.

—¡Maldito seas, Saga!—gruñó el decorador al comprenderlo, al sentirle humillado por aquella risa de burla y por su propio cuerpo que no le dejaba reaccionar—. Suéltame… ¡ya!—sus manos intentaron de nuevo separarse, apretando ahora su mandíbula y aruñando todo su rostro. Saga abrió sus ojos, le mordió uno de sus dedos metiéndoselo en la boca y luego lamiéndolo con una lascivia indescriptible. Sus ojos estaban rojos de ira, rojos de pasión, rojos como si fuera un mar en pleno atardecer con el oleaje de fuego y aquello para él joven decorador no hizo más que elevarle la excitación al infinito.

—Maldíceme… ¡Maldíceme todo lo que quieras Shaka!—sus dedos moviéndose en sus piernas tenía ya los ojos de Shaka demasiado embotados de placer como para siquiera emitir una queja más. Saga le sonrió, movió su rostro acercándolo de nuevo al de él y dejando que esas manos hirientes resbalaran de sus mejillas y ahora éstas se afianzaran en su cabeza, con tanta presión que le hizo jadear—. No te voy a soltar… aunque me odies no te voy a soltar.

Shaka sintió la latencia de la amenaza no solo en sus palabras sino en el movimiento que Saga le obligó a hacer, al abrir y levantar sus piernas, mientras se llevaba la tela de su sitio. Sus uñas se clavaron furiosas en su cuero cabelludo, sintiéndole el sudor correr de él y el eco de todos los ruidos que hacían al moverse contra el casillero, haciéndose consiente hasta ese momento del ardor en su espalda, y mordiendo sus labios cuando por fin la primera caricia del viento húmedo envolvió su erección libre. Toda posibilidad de quejarse se cortó cuando por fin sus erecciones se encontraron, dándose cuenta para ese momento que Saga ya había liberado la suya y esta le rozaba la pierna.

—Nooo…—pero si… mordió sus propios labios cuando se halló comprendiendo esa verdad, echando de nuevo su cabeza hacia atrás y perdiéndose en la indecible sensación de sentir todo y tanto a él al límite de la locura.

—Escúchame…—le oyó en su oído, con su voz temblorosa—. Me convertiré en otro Simmons—sus ojos se abrieron del más puro terror—, te marcaré, te marcaré hasta que no puedas pensar en iniciar la vida con otro sin que mi recuerdo te atormente…

—No…—se humedecieron…

—Que no podrás ver a otro sin que mi imagen te acose de día y de noche.

—No, Saga… no…—se llenaron de lágrimas…

—Que no podrás olvidarme… ¡no podrás maldita sea! ¡No podrás sacarme de tu vida, maldita sea!

—¡No! No, Saga ¡NOO!—y con el gritó vino un alarido animal que jamás había emitido en su vida.

La erección de Saga penetró sin menores preparativos desgarrándole el alma y el aliento del dolor. Sus dedos se comprimieron contra su cabeza, su propio cráneo golpeó de nuevo contra el casillero y le mareó, pronto sintió los dedos de Saga estrujando sus caderas y levantándola mientras salía y volvía a entrar. Fue el dolor, tanto mental, emocional y corporal él que por fin quebró su propia presa y dejó que sus lagrimas inundaran el rostro mientras levantaba una sarta de maldiciones e intentaba liberarse, al mismo tiempo que esperaba el placer en su máxima expresión.

Pero no lo hallaba, solo dolor, más dolor, tanto que le carcomía los nervios y le gritaba en su cabeza que iba a morir. Para cuando Saga embistió por tercera vez y su espalda de nuevo se encontró contra el casillero él gimió lastimeramente, golpeando con poca fuerza su cabeza y jalando sus cabellos con una desesperación inevitable. Lo odiaba, ahora si… todo ese dolor que sentía se iba convirtiendo en odio y resentimiento, en deseos de matarlo, de ahorcarlo, en deseos de destruirlo por hacerlo sentir tan vulnerable y perdido. Porque para él, para Shaka Espica Wimbert esa clase de sentimiento solo le hacían sentir débil y era un tipo de debilidad inadmisible sabiendo el final las consecuencias, sabiendo que siempre alguien entregaba de más y era dejado y ese alguien quedaría duramente lastimado.

—Suéltame, suéltame, ¡suéltame Saga!—golpeó con una violencia ilógica mientras le sintió gruñir y penetrar tanto como pudo arrancándole un afligido alarido de dolor.

¿Y que buscaba Saga Leda de él? ¿Qué quería de él? Por donde lo viera y con todo el odio marcándole las facciones de su rostro en medio de las duras envestidas, quería algo que él no se atrevería a darle: quería su corazón y por los dioses él no se atrevía a darlo porque sabía que al hacerlo caería a una espiral sin salida cuyo final era la frustración.

O él sería su nuevo Simmons, o Shaka sería el Simmons de él y como fuera, juraba, odiaba que sucediera.

Las lágrimas le corría y el dolor, el dolor físico apenas podía mitigar el suyo emocional cuando en plena embestidas escuchó un gemido áspero de Saga y la humedad corrió por su cuello.

Él estaba llorando… Saga Leda estaba llorando…

Para Shaka el placer jamás le había sabido tan amargo como para ese momento, en que su cuerpo bajando su defensa y su tensión por fin le recibió y dejó de pelear contra la intrusión, justo cuando fue tocado en ese punto. El placer le supo amargo, le supo frio y le supo una salida desesperada para ambos dejar de sentir y sentirlo en su mayor complejidad al mismo tiempo.

Sus dedos al final se quedaron quietos tras su cabeza, apretando solo un poco más, prensando mientras sus gemidos salieron y él se dejó abandonar por fin, tal como Saga, en la sensación del goce corporal a pesar que sus lágrimas delataban todo lo contrario. El golpe de su cadera al casillero, el eco de sus voces, el del choque de las caderas de Saga contras las de la de él… eso era el escenario que les envolvió en el sexo más amargo que habían tenido en su vida.

Ya el daño estaba hecho…

—No sé qué mierda tengo contigo…—musitó en otro lado de Londres el juez, luego de haber tomado de nuevo el cuerpo de Valentine y que este reposara sobre sus sábanas de seda negra. Estaba dormido, callado, arropado del otro lado y totalmente ausente y aún así él no podía dejar de verlo. Razones no tenía ni hallaba manera de encontrarlas, pero por primera vez en todos los encuentros que habían tenido lo sintió realmente apasionado, al punto de enloquecerlo y hacerle sentir el orgasmo del que había carecido por años, uno que reconocía por su brutal diferencia entre tener simple sexo y hacer, si se pudiera decir, el amor.

Minos bien sabía que no era eso lo que unía a Valentine a él, o más bien, que no era para él. Que todo ese amor y pasión que Valentine había mostrado solo tenía un solo nombre, el de Radamanthys Wimbert como dueño y señor de eso. Estaba bastante claro de su posición y aún así en medio de sus furiosos y apasionadas estocadas no pudo evitar mencionar su nombre y amarrarse a la efímera idea de que era a él y que si, estaba haciendo el amor como en mucho tiempo no lo había hecho.

Levantó su mirada con ojos apagados, el humo del cigarrillo se levantaba sobre él hasta el techo desparramándose en la atmosfera. Obstinado con sus pensamientos se puso en pie y rodeó su cuerpo con una bata azul rey que tenía a su alcance, dispuesto a servirse un trago.

La noche bajo la vista de su ventanal se veía oscura y nublada, en espera quizás de otra lluvia otoñal. Se consumía Octubre, pronto entraría Noviembre y con él la época de regalos y fiestas familiares que le parecían banales. Ya veía a Radamanthys recibiendo las invitaciones de su esposa para la cena navideña, imaginaba a Pandora hacer lo mismo del otro lado de las fronteras y él, como siempre, cazando jóvenes en pubs, ofreciéndoles un poco de comodidad económica y disfrutando mientras la edad se lo permitía, mientras dejaba de lado la sentencia de que al final, él estaba solo.

El sonido de su móvil le sacó de sus pensamientos y sinceramente le estaba agradecido. Odiaba cuando llegaba ese momento en el que pensaba la tontería de haber sido igual a los demás para al menos tener una familia a donde caerles encima, cuando ya la edad pasaba factura y no era tan agradable con solo sus dotes físico para los jóvenes y apuestos de la calle. Caminando con la elegancia que traía en sus venas noriegas, tomó el móvil y con el ceño fruncido leyó la comunicación. Todavía el muchacho de los Wimbert no había ido a su segundo hogar, ya el investigador privado le hacía participe de ello, del nulo movimiento de cuentas y de que aún su pasaporte no había recibido ningún tipo de transacción. Chasqueó la lengua y dejó el móvil de lado, buscando el vaso que había usado antes de acostarse con Valentine para llenarlo del líquido ambarino.

—¿Dónde estás muchacho?—se interpeló, moviendo su vaso y viendo el hielo recién servido acomodarse en el espacio de vidrio—. Al menos me da curiosidad saber que quedó de ti después de Simmons.

Porque de él… de él no quedó nada.

Nada… quizás al final en eso estaba condenada su relación, un choque táctico de voluntades, de razones, de movimientos y motivaciones pero el siguiendo siendo un mar y Shaka un rio, de naturalezas distintas y condenadas a chocar, a que cada encuentro generar tanto dolor y tensión al mismo tiempo que esperanzas realizadas. Saga lo pensaba cuando luego de semejante reunión no sintió más que heridas y decepciones.

Inmediatamente después de haber alcanzado lo que ambos cuerpos buscaron y apenas nivelando sus respiraciones, Shaka le obligó a soltarlo y trastabilló contra el casillero imposibilitándole el caminar. No le dijo nada, pero sus ojos enrojecidos y las lágrimas ya secas en su rostro, visible porque aún se podía ver rastros del polvo del juego y la sangre de su golpe al haberlo inflamado: había sido suficiente para decirle lo que sentía y pensaba al respecto. Apenas musitó un: “vete” antes de caminar cojeando a una de las duchas. Y sinceramente, eso quería hacer.

Se había levantado en silencio, acomodando su ropa sudada y lamentando la forma en la que había dado las cosas. Se había lastimado, y no hablaba solo en el sentido emocional sino en el físico, dada a la violencia y al poco cuidado, también se había lastimado y estaba seguro que lo que había dejado en Shaka había sido solo muestras de agresión. Si el decorador lo quería, podría denunciar a Saga de abuso sexual y no habría ninguna duda de ello, estaba su semen y las muestras del golpe y rasguños como evidencia en su contra. Podría jurar que cuando Aphrodite le mencionó de hacerle el amor no era precisamente en esas circunstancias.

Aún así, no se arrepentía de lo que hizo sino de no haberlo hecho justamente en el departamento y haber acabado con ello desde ese mismo instante. Ahora sí, ahora podría decir que sí, que él sería el segundo Simmons de Shaka, que este le odiaría, que este no querría saber nada más de él pero ni eso, ni eso era suficiente como para detenerlo sabiendo que para él, Shaka se había convertido en su Simmons.

Si lloró durante las penetraciones fue entendiéndolo, entendiendo el sentido de ese sueño que había tenido aquella madrugada y de todo lo que había estado haciendo. Esforzándose de más, intentando de más, buscándole y rodeándole, queriendo atraparle y a cambio… nada… no había nada a cambio más que heridas y vituperios, hipótesis infundadas que nadie investigaría, absurdos “y si” que se quedarían en el recuerdo.

Shaka era su Simmons… Shaka había llegado a su vida solo para maldecirle la existencia.

Por eso se quería ir, por eso salió de los baños y vio que los jugadores del partido amistoso ya iban entrando afanosos para darse su ducha. Agradecía que con tanto olor a sudor de seguro ni notarían el ambiente a sexo que había dejado atrás y de ser así, poco le importaba. Ya no era su problema.

Salió del estadio. Se quedó esperando en la parada para ver si un taxi estaba por allí para llevarlo a la casa donde había dejado su maleta y que lo esperara para llevarlo al aeropuerto. La noche se veía nublada y lo menos que quería era recibir una lluvia de la fría Londres encima. Metió sus manos en los bolsillos, resintiendo por primera vez desde que llegó el frió de aquella ciudad y la falta de un abrigo mucho más grueso para mitigarlo. Sus pensamientos en cambio no dejaban de moverse en su cabeza en tanto las nubes se agitaban sobre ella en tonos grises.

Le dolía… le dolía tanto la herida en la cabeza de su pene como su propio pecho. Eso era lo único que llevaba de su viaje, solo heridas, solo ardor, solo lágrimas que de seguro derramaría en su habitación antes de vender esa casa y acabar con el recuerdo de Shaka Espica de su vida; porque no iba vivir en esa casa, no podría…

Estaba a punto de tomar un taxi que se avecinaba cuando sintió la mirada fija tras su espalda una que detuvo todos sus movimientos. El aire sin embargo seguía siendo pesado, por mucho que aquella mirada de seguro azul estuviera clavada tras su nuca y la sintiera acercarse más, él no volteó ni emitió palabras, tampoco dio opciones a algún acercamiento ni le hizo entender que ya se había dado cuenta de su presencia. Shaka tampoco… en cuanto se paró a su lado con un grueso abrigo cubriéndole incluso el cuello y sus manos en los bolsillos, tampoco dijo nada y se mantuvo en silencio a su lado, mucho más lejano de lo que pensó estaría, sintiendo que había más distancia entre ellos justo en ese instante que horas atrás cuando eran las fronteras de países los que lo dividían.

Saga tembló un poco y Shaka se quedó en silencio, mirándolo de reojo y solo cubriéndose. Sabía que no podía esperar más y estaba consciente que muy en su interior no tenía esperanza de ello pero aún así, si hubiera habido una, Shaka de nuevo se hubiera encargado de destajarla y dejarla de lado. Mordió sus labios pensando en ello y tomó el primer taxi que llegó, diciéndole que lo llevara hasta aquella dirección; luego esperó y miró al rubio, instándole que entrara. Este pareció mirarle sin entender, con un dejo de ironía en su rostro, como si con ello le dijera claramente un “¿crees que voy a ir contigo?” velado.

—Vamos—fue lo único que le dijo, y esperaba que con eso obedeciera o simplemente lo dejaría atrás. Shaka miró a un lado, realmente no dispuesto a verlo y éste, cansado, bufó y se resignó a esa eminente separación. Tomó el taxi y se fue, dejándolo a él atrás con todo y su orgullo.

Su llegada a aquel hogar también fue en silencio, total y absoluto silencio. La mujer le recibió con una sonrisa, diciéndole que había llegado a tiempo para su cena mientras que el joven se limitó con llamar a su abuelo. Saga no pensaba tardar mucho allí, simplemente agradecería la hospitalidad, pediría que le prestaran la ducha para bañarse y se iría, con sus maletas de nuevo al aeropuerto a tomar su primer vuelo a Grecia in importar si tendría escala o no. El anciano no dijo nada al verlo, no dijo nada al notar el aspecto apesumbrado de su llegada y la decisión de partir esa misma noche aún con la lluvia que empezó a caer en Londres; simplemente le indicó donde quedaba el baño y le dio tiempo para que se cambiara, justo en la habitación que Shaka había estado ubicando.

Tomó el baño, quitando todo rastro de aquel horroroso encuentro y dejando que sus lágrimas salieran para al menos calmar el ardor de sus ojos. No pensaba tardare mucho tiempo, sentía que hacerlo sería contraproducente y cada minuto que invierta en ese lugar sería todo para alentar su ya partida; así que se apresuró lo más que pudo en la ducha, cambiándose y saliendo con su cabello húmedo y otra muda de ropa. Sacó el abrigó grueso, o el que más grueso tenía, de su maletín para cubrirse y ya estaba saliendo hacía la sala para que le ayudaran a pedir el taxi cuando Shaka llegó.

—¡Shaka por Dios!—escuchó la voz de la mujer cuando se abrió la puerta y el cuerpo del decorador apareció, con el impermeable puesto. Mientras se lo iba quitando se notó el rostro inflamado por el golpe—. ¿Otra vez? ¿Tu padre acaso de nuevo te golpeó…?

—No…—se apresuró a aclarar, dejando que las manos de la joven chica le tocara el rostro y lo viera preocupada.

Los ojos de Saga se quedaron clavados en él ante esa confesión y Shaka, con sus ojos fijos y ásperos como una navaja oxidada, levantó su mirada y le observó con severidad, con sus pupilas entrecerradas en un gesto de seriedad absoluta. El abogado respondió entrecerrando sus ojos, listo para despedirse y tomar el camino a su país.

Así fue, como con pasos tomó el maletín que llevaba en manos y fue caminando en dirección a la puerta donde Shaka acababa de entrar. Estaba dispuesto a irse y pedir el primer taxi que encontrara al frente…

—Saga Leda—pero la voz le detuvo…—, hablemos—sus ojos voltearon mirando los de él, tan fijos, tan decididos… tan…—, a solas… por favor—dolidos.

Se miraron… y fuera a todo pronóstico Saga Leda en vez de girar y abrir la puerta, se quedó dispuesto a escuchar el veredicto.

Notas finales:

Gracias a todos los que leen la historia. No tienen idea lo feliz que me hacenal menos leer un comentario en cada actualización ^^


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