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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka ha confesado una de sus verdades, pero queda mucho que hablar. ¿Podrá hacerlo así lastimado? ¿Podrá abrirse?

Ya era la quinta vez que salía del cuarto de juego luego de jugar solo billar, para dar una vuelta por la nevera, tomar una lata de cerveza y sentarse en el mueble al lado de su teléfono. La quinta, Mu las había contado desde arriba viéndolo como si observara la jaula de un hámster siguiendo una rutina programada, tomándose un poco de té y pensando de todo un poco. Tal parecía que la rutina de Kanon esa noche sería la de golpear una de las bolas de la mesa de billar, tomar una lata y sentarse a beberla toda mientras esperaba que el teléfono sonara o en su defecto, revisando la pantalla de su propio móvil como si la cantidad de veces que la observase le fuera a dar alguna especie de novedad.

De seguir así, ya Mu conocía cual iba a ser el final de semejante recorrido: Kanon se emborracharía y el día siguiente, siendo martes, iría a trabajar con un humor de perros que reconocía nadie quería tolerar. Por esa razón fue que bajó con lentitud los escalones de su apartamento, viéndolo dejar la quinta lata vacía sobre la mesa mientras refunfuñaba algunas palabras peinándose el cabello hacía atrás con su mano derecha. Ya tenía la arruga características en su frente que lo haría confundirse con Saga, y eso era señal suficiente de que estaba muy agobiado, sobretodo porque al pasar aquello la cicatriz que tenía casi imperceptible en su ceja relucía con mayor notoriedad.

—No creo que ya llamé hoy, según tengo entendido deben ser las—revisó el reloj para comprobarlo—, doce de la noche allá.

Kanon levantó la mirada con el rostro molesto, aturdido y preocupado a la vez. No quería admitirlo pero esperaba la llamada de Saga, al menos “un llegué bien”, un: “lo encontré”, algo que le dijera que valió la pena su viaje y todo estaba bien. Para su malestar, no había sabido absolutamente nada y eso lo tenía muy nervioso, demasiado debía asumirlo. Quería distraerse jugando más le había sido imposible y lo peor es que ya Mu lo había notado.

—¿Crees que todo esté bien con él? Me he sentido inquieto…—en momentos como eso, Mu envidiaba la conexión que existía entre ambos gemelos, esa sensación de poder sentir lo que siente el otro aún a kilómetros de distancia, como si aún estuvieran conectado en algún cordón umbilical espiritual—. No sé, conociéndolo hubiera llamado.

—Quizás le fue tan bien que ni tiempo le dio de pensar en su hermano—eludió el más joven quitándole la cerveza de la mano y dándole un pequeño trago antes de ponerla en la mesa—. Vamos Kanon, mañana se comunicará, ya verás—posó su mano en el hombro y su pareja no se veía convencida.

—Créeme que si fuera sexo salvaje lo que tuvo no me sentiría así, tendría tantas ganas que te lo hubiera hecho en la puerta—y Mu rió.

—¿Otra vez? ¡A la pobre la vamos a tumbar!—Kanon enarcó una ceja viendo a su pareja reír animada y rozándole el hombro—. Vamos Kanon, ¡ríe!

Él rió, pero fue algo forzada y sin ánimos y eso lo había podido notar Mu muy bien. Estaba claro que los ánimos el gemelo menor no estaban bien y al tenerlo así de profundo significaba que si, podía ser que el estado de ánimo de Saga tampoco estuviera del todo bien. Ya más resignado a que ese sería su estado por esa noche, el tibetano se acercó recostándose a su lado, en silencio, como si con él se quedara esperando la dichosa llamada.

—¿Preguntó por mi está mañana?—de repente escuchó y entendió que quizás una de las cosas que más le pesaba a Kanon en ese momento era el no haber ido a despedirlo.

—Si… y supo entender—un suspiró, un brazo buscando su cintura para acogerlo.

—Debí haber ido…—Mu ante ello prefirió actuar, tomando con sus manos blancas las mandíbulas cuadradas de su pareja y exigiéndole atención a su mirada, a su gesto y a las palabras que iba a darle.

—Hay cosas que no son necesarias decirlas para saberlas, Kanon. Y está que te diré es una de ellas y tu hermano lo sabe: están juntos. Desde que se concibieron, ustedes no están solos, y no importa cuán lejos se hallen, nunca estarán solo. Están conectados Kanon, ni siquiera quince años de no verse pudo con ello. ¿Crees acaso que estos pocos cientos de kilómetros hará la diferencia?

—Lo sé…

—Entonces quédate tranquilo.

En silencio empezó a acariciar su cabello deteniéndose un tiempo prudencial cada vez que llegaba a la nuca para deslizar sus yemas con cuidado y un tanto de presión, asemejando el masaje. Kanon se dejó llevar por aquello, por esa sensación dulce de ser arrullado por la mano de su compañero y permitir que aquellas preocupaciones se desintegraran al paso de sus manos y del aliento que soltaba en tanto en tanto por su boca.

Realmente se sentía presionando por muchas cosas, jamás pensó que la vida le obligará a tener que enfrentarse a su pasado de esa manera tan abrupta y el hecho de que Saga no estuviera y no solo eso, sino que persiguiera algo que quizás no tuviera sentido lo tenía aún más alterado. Quisiera creer que todo saldría bien pero conocía a Saga y no, no quería verlo destrozado, mucho más herido que tras el divorcio ahora, justo en ese momento donde habían problemas en su antigua casa. Mu leía todo aquello, y con la paciencia que quizás había heredado de su madre lo acunó contra su hombro dándole fortaleza.

—¿Por qué no vamos a arriba? ¿Nos metemos en la cama, nos abrazamos y vemos que pasa después?—preguntó en una leve insinuación que esperaba lograra su objetivo en el cuerpo del gemelo, pero este se mostraba aún ausente. Suspirando profundo ya Mu empezaba a pensar que lo mejor era dejarlo solo y subir a dormir.

—También me preocupa lo que pasará el miércoles…—comentó y la pareja pudo entenderlo todo… una parte de Kanon esperaba que Saga llegara a tiempo como para acompañarlo a esa cita.

—Todo saldrá bien con tu madre, Kanon. En lo que he hablado con ella, se nota que quiere saber de ti.

—No quiero explicar nada…

—No hay nada que explicar…—y esto lo dijo levantándole el rostro y mirándolo fijamente, para infundirle fuerzas—. Lo único que tienes que explicar, es lo mucho que la extrañaste.

—Quiero decirle lo que he llegado a ser, mostrarle mis proyectos, mis logros, mi título y…

—No…—los dedos de Mu le tomaron el hombro con seguridad, transmitiéndole así la seriedad de sus palabras y diciéndole al mismo tiempo que estaba con él—. Si yo fuese padre y viera mi hijo luego de tanto tiempo separados, lo primero que quisiera escuchar es “te extrañé”. Lo demás es circunstancial.

—¿Aunque no haya ido? Aunque no la haya llamado ni escrito una mísera carta ni…

—Aunque todo eso haya pasado, demuéstrale con esa simple frase que su hijo siempre la tuvo presente.

Eso sonaba sencillo, pero no lo era; quizás porque al decir te extraño vienen un montón de preguntas que eran preferible no contestar, de porqués que era mejor guardar dentro de un profundo baúl y arrojarlo al mar. Razones hubieron para estar separados, ¿como un “te extraño” podía destruir la distancia que se había formado en más de quince años? La sonrisa de Kanon, más bien una mueca de ironía que supo interpretar su pareja, le decía todo ello. La respuesta del más joven fue fruncir su ceño, estrujando esos dos puntos característicos y regañándolo con esa expresión. Sin pensarlo, aquello fue suficiente para que Kanon soltara una carcajada y le pasara el dedo juntos donde se arrugaba su piel sobre la nariz.

—Kanon…—recriminó sintiéndose burlado cuando él sentía hablaban algo importante más lo que vino después no lo espero: el abrazo afectivo, ese roce fuerte de sus brazos rodeando su cuerpo y su mejilla frotándose a la suya en una acogedora unión. Mu abrió los ojos totalmente descolocado, mucho más cuando sintió ese murmullo ahogado en la garganta—. Kanon…

—Necesitaré que estés allí…—y comprendió—. Necesitare que estés allí en caso de…

“En caso de que me rechace…”

—Idiota… claro que estaré contigo.

La respuesta a ese abrazo fue al mismo tiempo el sello de su promesa, ahora que debían ir a cerrar antiguas grietas, que debían repararlas, en vez de cubrirlas. Que debían enfrentarlas, en vez de esconderlas.

Esperaba que en Londres eso también pudiera ocurrir, pero el escenario era totalmente distinto.

El sentir esa palma cubriendo su mano, entregándole calor y protegiéndola de la intemperie, Shaka podría decir que le provocaban muchas cosas; una de ellas era definitivamente la de sentir esa mano tibia, tibia a pesar del frío clima de Londres, en otras partes de su cuerpo. Pensó en su mejilla inflamada, o en su espalda adolorida por las quemaduras que causó la fricción contra el casillero, quizás sobre su pecho donde se podía escuchar a su corazón latiendo lento, en paso fúnebre. Esa mano tibia… le gustaba esa mano tibia.

Irremediablemente recordó en aquellos tiempo de inocencia e ingenuidad, enamorado del amor, de la bella idea de encontrar tu alma gemela y ser capaz de destruir todas las barreas, esa idea que le había sembrado Simmons. Recordó… recordó ese tiempo donde, enamorado, buscaba el calor de la mano del psicólogo dentro del apartamento que compartieron en sus escapadas, y pensó, ilusamente, que tomaría esa mano en la calle sin sentirse juzgado, sin que fuera malo, sin que tuviera que dar explicaciones.

Una de las cosas que él más deseó fue eso, fue salir a la calle tomado de mano del hombre que quería y que esto no significara señalamientos, ni mentiras, mucho menos omisiones. Que pudiera vivir su romance libremente y él creyó, que cuando se graduara, cuando Simmons abandonará a su esposa, cuando juntos compartieran esos viajes alrededor del mundo, lejos de los ojos de todos ellos, que cuando todo eso sucediera…

Que falacia…

No volvió a tomar una mano más… y solo, solo lo hizo cuando Aphrodite tomaba la suya en las noches que salían en Grecia y aquello le incomodaba, aunque a veces le hacía recordar la idea de aquel sueño que terminó enterrando con su apellido. Sentir el calor de una mano ajena a la suya, eso se había convertido en algo sacrificable. Después de todo, empeñó demasiado por solo eso.

Eso… volver a pasar por eso… ese era su miedo. Esa era su respuesta.

Alejó el contacto y metió sus dos manos bajo la almohada, alejándolas del abogado y de todo contacto que volviera a estremecer sus emociones. La mirada también la bajó, como si quisiera protegerse de la escrutadora observación que Saga le estaba haciendo en ese momento; temía que se diera cuenta de todas las respuestas escondidas dentro de ella. Eso, él lo entendió.

—Contigo hay que tener la paciencia de Job…—musitó el abogado levantándose de la cama con gesto de fastidio.

Sinceramente el asunto lo estaba superando, el que Shaka se cerrara justo después de haberle confesado que lo quería era para él ya demasiado. ¿Qué más pruebas quería tener? ¿Qué más necesitaba saber? El hecho de saber que era correspondido en ese momento no era suficiente, no podría serlo. Necesitaba más… mucho más. Necesitaba que Shaka estuviera dispuesto a aceptarlo.

—Querías la verdad, esa es mi verdad, ¿no puedes conformarte con eso?

—Lo dices como si solo quisiera saberlo para llenarme el orgullo de saber que logré hacer que te interesara—Shaka prefirió no responder a eso—. Que imbécil…

—Insúltame todo lo que quieras…

 

 

—¡Eres un imbécil!—estalló el griego mirándolo de pie, mientras Shaka prefería mirar la madrea de la cabecera—. Y sabes que es lo más imbécil del asunto, que no quieres cambiar, ¡no te da la maldita gana de cambiar! Es una pena… una verdadera pena.

El tono con lo que Saga habló lo último denotaba lastima y aquello realmente le molestó al joven ingles. Manteniendo el poco orgullo que aún creía tener no le dirigió la mirada, se quedó allí callado mientras escuchaba ahora el silencio y la respiración de ese hombre, con la mirada clavada en él esperando quizás una respuesta que no vendría. Y sentía… la lastima la sentía marcándole la piel, esos ojos lo observaban como si fuera un ente que iba a morir allí y solo podía observarlo caer con impotencia. Así, esa mirada asquerosa de pena y misericordia fingida.

—Me equivoqué contigo—finalmente concluyó el griego—. Me equivoqué, esa es la verdad, la única verdad en todo esto. No eres quién pensé.

Y aquello se clavó como una daga en su pecho.

—Que decepción…

—Saga…

—Me decepcionas, Shaka. ¡Pensé que eras tan distinto! Pero solo eres un maldito amargado que cree que por haber sufrido no merece más.

—No se trata de…

 

—¡SI LO ES!

—el grito de Saga le causó escalofrío—. Lo es maldita sea, es claro que de eso se trata. ¿Pero sabes qué? Yo Shaka, ¡yo me cansé!

Cansarse… era natural. Eso era natural…

Y pese a serlo, para Shaka escuchar esas palabras fue fulminante, sintió su garganta ahogarse en un solo puño, quizás de lágrimas, y sus ojos enrojecer ardiendo dentro de sus cuencas. Cansarse… era natural cansarse, él estaba cansado, admitía que él también estaba cansado de sentir a aquello doler.

Pero, aún así, levantó su mirada para ver el rostro del abogado y esperar quizás señal de dolor, pero lo que vio fue la más pura pena y decepción, la mirada… la mirada de un hombre que quería ayudarlo pero no le permitían hacer más que ver morir lo que quería proteger.

—Si estoy aquí aún, es porque ese anciano que ha velado por ti me secuestró las maletas—y le dolía…—. De otra forma, Shaka. Quizás a esta hora estaría sobrevolando sobre la frontera de Grecia, estaría a punto de llegar a mi casa dispuesto a olvidarme de ti y de todo lo que significaste. Porque eres… eres una farsa Shaka—como dolía…—. Creí ver colores… pero eres un asqueroso pantano…

—No lo soy…—murmuró intentando convencerse a sí mismo—, soy un rio…

—¿Un rio? ¡Eres agua estancada!—y su garganta vibró, sus labios se mordieron dolorosamente y su rostro, intentando mostrar un rictus de severidad, solo contenía forzosamente el dolor—. Estás estancado, hombre, ¿no lo ves? ¡TE ESTÁS PUDRIENDO!

—Cállate.

—¿Y sabes qué? Que puedo ver en que te convertirás. Puedo ver ahora mismo lo que será de ti en unos años más y eso, maldita sea, ¡eso es algo que nadie podrá cambiar al menos que tu lo decidas!—miró fijamente sus ojos azules, los miró dando dos pasos hacía él, dejando que la sombra de su propio cuerpo cubriera el cuerpo del rubio—. ¿Quieres saber cómo lo estarás?—mordió sus labios dispuesto a sacar el filo de su lengua para marcar—. Envejecerás… envejecerás solo… Dentro de unos diez, o quince años, ¡te conformaras con tener un pene que lamer y un cuerpo que caliente tus sábanas porque estarás malditamente solo! ¡SOLO CON TUS TRIUNFOS, CON TUS TITULOS Y TODAS ESAS IDIOTECES QUE HAS BUSCADO CONSEGUIR PARA CUBRIR TU CARENCIA!  ¿Por qué sabes qué, Shaka Espica? Está familia que te aloja se cansaran de cargar con un hombre que se pudre como tú. Ese hombre que te cuida se cansará o quizás morirá pensando que no pudo hacer nada para sacarte del hoyo donde te has metido. Y Aphrodite también se irá, se irá porque tú nunca lo ataste a tu lado y se cansara de esperar que hagas algo por tu vida. Entonces, cuando llegue ese momento, en que pienses en todos los que estuvieron y quisieron ayudarte, en todos los que dejaste de lado por pensar estúpidamente que podías solo, cuando pienses y te acuerdes de un maldito abogado que te acosó hasta buscarte a Londres yo… yo estaré feliz, ¡con un hombre que si tenga las malditas bolas de pararse frente a la sociedad a mi lado! ¡Y tú para mí solo serás un error! ¡Un maldito error que cometí…!

—¡¡CALLATE!!

Calló cuando sintió la almohada golpear contra su pecho, en un acto desesperado por parte de Shaka de callarlo y dejar de oír esa sentencia cruel de lo que podría ser su vida en un futuro. El rostro del rubio estaba enrojecido, sus cejas estrujaban fuertemente el tabique de su nariz, sus fosas nasales se abrían tratando de tomar aire con dificultad mientras sus labios cerrados no dejaban la salida de absolutamente nada. Pronto pudo ver esos ojos azules irritados de ira y rabia, esos puños cerrados contra la sábana, el cabello medio húmedo pegándose en el sudor que empezaba  correr, no sabía si era por el mismo estado emocional, por su cuello y espalda. Shaka lo miraba con sus ojos endurecidos, su garganta agarrotada conteniendo un grito tras sus cuerdas vocales y él se quedó en silencio, notando para ese momento el nudo de saliva que tenía en su propia tráquea.

Y hubo un minuto de silencio… mirándose, maldiciéndose, insultándose en medio de un ambiente helado, frío mientras se herían incluso sin hablar.

—Puedes irte… puedes irte tú y todos los que quieran irse. ¡Pueden irse!—y por fin vio una lágrima, de nuevo, rodar por la mejilla izquierda de Shaka—. Si aprendí a vivir sin mi padre, sin él, ¡puedo hacerlo también sin ti! Y sé que aprenderé a vivir con la idea de que para mi padre estoy muerto, prefiere verme mil veces muerto antes de ser esto que soy—Saga abrió sus ojos ante esa verdad—. ¡Pero sobreviviré! Lo haré, Saga Leda, lo haré estés o no allí. Lo voy a superar, ¡esto no me va a destruir! ¡Puedes jurarlo! ¡Shaka Espica se levantará más fuerte de lo que era después de esto! ¡y te voy a pasear al frente y te morderás la maldita lengua y te dirás porque maldita sea no tuviste la decencia de entender que tenía miedo de confiar en ti!

—¡¿Y aún dudas de mi?!

—¿Y cómo quieres que confíe? He pedido tiempo, maldita sea y ¡no eres capaz de dármelo!

“No lo busque, porque no va a abrir. Lo más probable es que esté en su departamento pensando en muchas cosas como para atenderlo. Espere el veintiuno y lo verá de nuevo, tan fuerte como es…” Esas fueron partes de las palabras de Aphrodite cuando fue a buscarlo un día antes de su cumpleaños

¡Que puedo pensar que buscas de mí así!

“… el terminó teniendo miedo de todo eso, de lo rápido que era, de lo vulnerable que se sentía”

—No lo entiendes, Saga Leda, ¡yo no quería que me vieras así!

“Con usted no era suficiente cerrarle la puerta… con usted amenazando a las ventanas él no tuvo otra opción que huir. Pero no niego que él, muy dentro, quería que lo siguiera haciendo. Él deseaba abrirse, pero esta vez, sinceramente no sé a qué le tuvo miedo. Si al pasado o al futuro. Quizás a ambos…”

Y silencio… las palabras de Shaka se unieron en su mente con las que Afrodita le había dicho, dejando al final una frase más que terminaba de armar para él sus acusaciones, los cargos de los que Shaka le acusaba y del que debía saberse culpable.

“Saga, aunque así fuera, yo mismo necesitaré tiempo para… acostumbrarme a llevar esto…”

Él se lo había dicho…

Saga guardó silencio tragándose esas palabras y observando cómo después de soltar todo lo que sentía Shaka volvió a bajar su mirada, mirando quizás los pliegues de las sábanas apretadas por su mano. Comprendía, comprendía el cómo se él sentía, lo que le había mencionado sobre su padre no lo había esperado y verlo así tan indefenso y buscando cubrirse con lo que sea para no mostrarse vulnerable le daba indicios… ese hombre se iba a levantar, si, pero necesitaba tiempo y una mano que él no pediría, pero que tomaría sin explicar nada esperando que esa persona tampoco pidiera explicaciones, porque él no estaba acostumbrado a darlas.

—Lo único que quiero es ayudarte, Shaka…—habló en voz baja, esta vez ya no como un abogado que acusa, sino uno que defiende—. Quería que cuando alzaras tu vista buscando una mano de donde apoyarte encontraras las mías allí; que al pedirlas yo pudiera ofrecerte ese apoyo que buscabas.

—Eres un desconocido para mí… ¿Cómo esperas que te abra lo que soy? Gente a la que confié mi vida me traicionó, ¿no podrías tú también hacerlo? El Shaka que ves ahora no puede simplemente bajar las manos y confiar, no puedo hacerlo Saga, he quedado impotente de hacerlo. El Shaka que ves hoy lo único que conoce efectivo es luchar por sí mismo y buscar lo menos que pueda el dolor, porque ese te degrada, te inmoviliza y te hace un desahuciado. Y yo no puedo detenerme… a esperar a nadie… ni esperar de nadie. No puedo.

—Porque te traicionaron…

—Y lo siguen haciendo… la imagen que tenía de mi padre me traicionó. Lo único que conseguí fue llevarme la imagen de un imbécil cobarde que dice ser más hombre porque tiene una mujer como dice la sociedad—para ese momento las lágrimas de Shaka inundaban su rostro sin ningún tipo de traba—. No era quien creí que era…

—Lo lamento…

—No lo lamentes y vete—asestó limpiándose las lágrimas furiosamente—. Ni tu quieres verme así, ni yo que me veas de esta forma así que vete.

El silencio de nuevo se poso sobre ellos, pesado y duro, difícil de evadir. Saga por fin veía los argumentos de Shaka y los comprendía totalmente, al final su jugada no solo había sido peligrosa sino suicida. Mu tuvo razón al decirle que existía el tercer camino, donde Shaka buscaría seguir su vida y dejarlo a él de lado, esperando a alguien que pudiera dejarle ser a su ritmo. Una persona que se ganara su confianza y… No… ¿Aphrodite no hizo exactamente eso? Y no funcionó, esperarlo no dio resultado, fue dejado de lado, no tomó la mano que él siempre dispuso a su favor. Igual no se abrió…

Entendía sus errores, sus fallas… Pero Shaka también debía entender que se estaba equivocando; que de nada servía quedarse y esperar si él no tenía intenciones de abrirse.

—Bien… Entiendo mis errores, los puntos donde fallé—el rubio levantó su mirada para ver ya el rostro de Saga envuelto en resignación—. Comprendo que si, no hay nada que te garantice confiar en mí que soy un extraño. Es lógico desconfiar de mi, creer que todo esto lo hice con otra intención, que acosarte de la forma en que lo he hecho ha sido… Ha sido una enorme equivocación. Acepto eso.

Y sin poderlo explicar, Shaka sintió una desesperante sensación de abandono, tan ineludible, tan palpable que la podía percibir formándose en un nudo de agua dentro de su faringe. Los ojos de Saga al contrario de los que había visto en toda la noche, ya no mostraban juicio. No, ahora mostraba un sentimiento que el bien podría llamar derrota y eso… Eso le lastimó.

—Pero al menos déjame decirte algo: aunque me hubiera quedado a tu lado, aunque te hubiera dado todo el tiempo que quisieras, nada garantizaba que tomarías mi mano y me dejarías estar a tu lado en un momento así. Es egoísta de tu parte pensar que las personas deben quedarse a tu lado dispuestas a conformarse con las migajas que dejó Simmons. Es egoísta tanto para ellos como para ti—el rubio intentó replicar allí y no pudo, la voz de Saga resonó quitándole cualquier espacio a intervenir—. Tú eres más de lo que ese hombre dejó, más de lo que tu padre pudo despreciar. Si tan solo te abrieras, si tan solo mostraras todo ese maravilloso hombre que vemos apenas por un vitral, si nos mostraras eso Shaka… Nos harías afortunados…

Saga se acercó hasta la libreta que había tomado al inicio de esa conversación, dejándosela en sus manos, cerrada y resguardando en ellas las personas que para Shaka eran importantes, en su medida. El decorador la miró sintiéndose incapaz de levantar sus ojos para ver a aquel hombre ni mucho menos retenerlo, aunque su corazón le gritara que lo hiciera.

—Allí tienes a personas importantes, personas que se preocupan por ti. Al menos a ellos… Al menos tenlos presente a ellos que han sabido esperarte. Ellos no solo quieren compartir tus triunfos, ellos también quieren darte una mano para ayudarte a salir del fracaso—los ojos de Saga le miraron con dolor, un profundo dolor que le nacía desde el alma—. Esa gente, que ha estado contigo mientras te llenas la boca diciendo que lo has hecho solo, no ha dejado de preocuparse por ti. Aioros me buscó—los ojos de Shaka se movieron buscando la faz del abogado antes esa información, sintiendo su pecho contraerse—, Aphrodite ya tenía pasajes de avión para ir a buscarte a Italia—el asombro en el rostro del joven, la verdad golpeándole la cara y la culpa…la culpa ganando terreno—. Todos los que dejaste allá, incluso esta familia que se quedó esperando por ti este fin de semana sin saber que te había pasado, todos están preocupados por ti.

Aquellas personas que habían estado con él, los que había conocido a lo largo de su carrera, los que estuvieron con él compartiendo sus triunfos, brindando, quedándose callados cuando lo veían a punto de derrumbar, respetando con su silencio su decisión de no abrirse y no dar más, sonriéndoles cuando regresaba más fuerte, más capaz, más libre…

Todos aquellos que ocuparon un lugar en la libreta, todos aquellos al que les extraño sus rostros, a los que evocó en su momento más sombrío tras el mismo rechazo, incluso hasta ese hombre que estaba allí a punto de dejarlo todo. Incluso hasta ese abogado que no tenía nada con él…

—No los rechaces… no cometas lo mismo que hizo tu padre con ellos…

Se sintió egoísta…

—Saga…

—Yo ya me voy…

Y el golpe.

—Fue un gustó conocerte… Gracias por haber hecho lo que hiciste, por interesarte en un mero cliente aunque tu intención solo fue… solo fue esa.

Y el daño, y las lágrimas… trabadas.

—Por tenderme la mano cuando lo necesité… Gracias, Shaka.

El abogado salió tras el silencio que trajo esas palabras, salió cerrando la puerta y cortando la luz que del pasillo se escurrió a la habitación apenas iluminada por la lamparilla. Salió, con su garganta quebrada, tan igual como la que quedó dentro de aquella alcoba. Shaka se vio solo…

Y volvieron los recuerdos…

Y regresaron los rostros de aquellos a quienes extrañaba…

Y la frustración tuvo un sabor amargo en su garganta.

—Maldita sea… no quiero preocuparles…—gimió, porqué le dolía—. Solo… solo denme tiempo… estaré bien… —jadeó, ahogado…—. ¡Maldita sea!—bramó porque le ardía, las lágrimas que por fin dejó salir—. ¡Estaré bien!

Entre sollozos escondió su cabeza bajo las sábanas, intentando callarse, intentando reprimirse, cortar con el llanto para dejar de sentirse tan débil, tan solo y tan desamparado. Pensar que podía hacerlo, que tenía que hacerlo, que era capaz de levantarse para volver con ellos y volver a sonreír… ser los colores que ellos conocían, el Shaka Espica que ellos admiraban.

Aunque… por dentro se pudrieran sus aguas.

Y Saga, con la manilla aún en sus manos y oyendo el llanto de lejos aún se preguntaba si podría hacer algo por él

Notas finales:

Gracias a todos por su bello comentario. Pese a que vemos este cierre la esperanza aún sigue. Es dificil para ambos, ha sido una noche terrible para los dos pero esperemos a ver si la mañana y los animos más frios ayudaran a que ellos se aclaren.

Muchas gracias a todos los que me han leido y me han comentado. No tienen idea de lo feliz que me hace leerlos. Es especial para mi saber que me leen.


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