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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Pandora dispuesta a regresar a Shaka a su hogar, mientras tanto el rubio le ha tocado tomar una nueva actitud ¿Será con ello suficiente?

 

Las manos blancas se aferraron tras el abrigo negro de Saga, apretándolo y empujándolo contra sí con desesperación, como si de no hacerlo caería de bruce hecho añicos por las múltiples sensaciones que se golpeaban dentro de él. Y es que la forma de besar de Saga le desarmaba, le volvía loco y le dejaba totalmente indefenso, tal como ocurrió aquella noche que lo besó en su baño, luego en su propio departamento cuando fue llevado lentamente a su cama. Porque era eso, no era solo la pasión desbordante; Saga besaba con experiencia, totalmente conocedor de cómo hacer cambiar el ritmo para arrancarle un suspiro y aprovechar para introducir su lengua y volverlo a llevar a la locura. Lo besaba al mismo tiempo con ternura, engalanando cada labio con su saliva, saboreándolo sin ser demasiado brusco, languideciendo la velocidad para hacerlo sentir cada milímetro ganado o perdido por él, para luego ahogarlo en el más terrible éxtasis.

Y aunque Shaka tenía bastante experiencia en el ramo, no hizo más que dejarse llevar por sus labios y la sensación de que ese era el lugar donde justamente quería quedarse en ese momento.

“Abuelo Dohko, tengo que hablar con usted. Tiene razón en todo lo que me dijo ayer, en todo lo que me ha dicho desde que me abrió la puerta de su casa. Quizás fue cobarde de mi parte actuar así, quizás y tome decisiones equivocadas… es posible que haya cometido muchos errores y que me haya cerrado”

“Entre las malas decisiones, también tomaste muchas valiente, muchas excelentes”

“No hay mucho que pueda rescatar…”

“¿Cómo que no? Te vi levantarte del más hondo agujero y buscar un futuro. Te vi quemarte las pestañas estudiando, lastimando tus dedos trabajando. Te vi tener un sueño, te vi creer en ti y en tu fuerza. Eres valiente, muchacho. Y fue tu coraje lo que me impulso a darte un hogar para que descansaras después de tu arduo esfuerzo.”

“No me siento muy valiente ahora…”

“No tienes que sentirlo. Los valientes superan el temor con acciones que se sobreponen a él. Y tú eres un hombre de acciones”

Derritiéndose en su beso sintió su espalda golpear contra el teléfono detrás de él y emitir un gemido sordo cuando Saga con la punta de su lengua rozó su labio inferior. Era como un terremoto lo que él tenía bajo sus pies, una fuerza tal que no le dejaba pensar en otra cosa, que lo obligaba a tomare fuertemente de su abrigo creyendo que sus piernas se consumían y lo dejarían de sostener. Perdiéndose, fundiéndose, como si no tuviera más remedio que deshacerse en la boca de Saga.

“¿Qué debería hacer?”

“¿Con qué, Shaka?”

Y como le había demostrado en esos largos minutos, luego de sacudirlo de poro en poro vino otra vez la suave marea, los labios de Saga acariciando los de él como si fuera el oleaje suave que tocaba a la costa, a la arena caliente devolviéndole un poco de frescura. Tembló sin poderlo contener, tembló y suspiró sintiendo sus parpados vibrar encerrando a sus ojos. Habiendo terminado el beso, el cual no sabía cuánto había durado, sintió el aliento caliente de Saga sobre su boca y él contestó con uno igual, sintiéndose arder por dentro. Luego vino una caricia en su rostro aún un tanto inflamado, una suave con apenas la piel del pulgar, una que le obligó a abrir sus ojos y ver los de él, tan cerca, que todo lo que podía ver era su intenso verde.

“Con lo que siento… con lo que me atrae y me asusta”

“¿Qué es lo que te asusta?”

“Volver… volver a creer”

“Entonces, cree”

Saga se lo iba a tragar en sus ojos: eso pensó Shaka cuando los tuvo tan cerca que era imposible ver algo más que sus ojos verdes y sus pestañas oscuras. Se lo iba a tragar. Lo iba a beber en largo tragos y no le iba a dejar salida, iba a terminar encarcelado dentro de esos cristales. Y cuando sintió un movimiento más del abogado, su cuerpo tembló, sus parpados se entrecerraron esperando quizás cerrarse de nuevo por la gracia de otro beso y encontrando, más bien, una acción más demoledora que esa.

Un abrazo…

Un abrazo que cortaba cualquier motivación sexual. Un abrazo que helaba y quemaba al mismo tiempo. Un abrazo con su caricia de mejilla a mejilla, con el movimiento de sus manos detrás de su espalda y apretando su abrigó, con su hombro golpeando con suavidad su nariz y barbilla, con su aroma ahorcándolo con misericordia.

“Entonces cree, Shaka… si tu temor es creer, cree”

“¿Y si me equivocó?”

“Levántate, sigue adelante y vuelve a creer”

Su aliento golpeando contra su oído, su piel temblando y sus ojos abriéndose al vacío del vidrio empañado por la lluvia.

—Te quiero, Shaka…

Y un pálpito golpearlo. Un corazón inflamarse. Unos ojos humedecerse…

“Cree sabiendo que, aunque te equivocaras, podrás seguir adelante.”

Para Shaka, dejó de llover.

Pero la realidad era que la lluvia seguía, con más fuerza y violencia sobre la ciudad. El taxista apostado debajo del edificio oscuro observaba de nuevo a la mujer que estaba con él, mientras ella se retocaba de nuevo el labial color cerezo que deslumbraba sus carnosos labios. Era una mujer mayor, pero no tenía nada que envidiarle a cualquier joven, su belleza y la fuerza de su mirada la hacían una mujer de porte y sumamente atractiva, en especial por el intenso color negro de su cabello lacio cayendo a sus hombros, con sus flequillo amarrándose tras sus oídos. Pandora guardó de nuevo su compacto en el pequeño bolso negro que tenía entre sus manos y vio que la lluvia no paraba de caer regía sobre ellos. Ya tenían al menos media hora estacionada allí esperando que el clima les diera un momento para bajar y llegar al edificio.

Suspiró con algo de fastidio al ver que nada se concretaba y le molestaba esperara, eso pudo percibir el taxista, un joven delgado y de mirada clara que se sentía un tanto intrigado por lo que haría la bella dama en ese lugar. Viendo que el asunto tendría que esperar más, aprovechó un minuto donde la lluvia se hizo un poco menos densa y sacó su impermeable junto a su sombrilla, sorprendiendo así a la mujer.

Presuroso se dirigió hasta la puerta donde estaba su cliente y le extendió el impermeable, esperando que así no se mojara. Pandora no tardó mucho en entender lo que el joven buscaba y se apresuró a bajar cuidado que sus finas zapatillas no se llenaran de lodo. Pese a que fue incomodo logró hacerlo y siguiendo el ritmo del menor cerró la puerta y se dirigió en pasos largos hasta la entrada en el living.

—Gracias, si no es mucha molestia espérame aquí, no tardaré.

El joven asintió sonriéndole, y ella más tranquila se dirigió hasta el ascensor que esperaba dentro de la recepción. Apuntó el piso y espero con la música de compañía mientras pensaba en sus palabras. Estaba segura que lo mejor que podía hacer era aquello.

La discusión con Radamanthys fue fuerte como era de esperarse., el hombre de inmediato no solo negó la posibilidad de realizar un viaje a Grecia, sino de incluso no darle el permiso a Fler de subir a un avión. Aquello había creado una fricción indiscutible entre ambos, una que terminó con el golpe en la mesa de Radamanthys y ella una marca bofetada.

“Si no quieres ver a tu hijo, está bien, respetaré eso, pero ni creas que voy a permitir que le impidas a su madre verlo.”

“Es mi mujer, ¡como mi mujer debe obedecer mis decisiones!”—tal pensamiento tan arcaico en semejante época le provocaba malestar. De solo recordarlo alzó una ceja con desagrado y renegó en su rostro como si lo reprobara por enésima vez—“. Si he decidido que mi hijo a muerto, ¡es por qué así lo ha querido!”—y allí vino el golpe, ambos de pie luego de no solo levantar sus voz, sino mostrar posturas con sus cuerpos al no verlo suficiente para afirmar lo exaltados que estaban.

Allí, también, vino la bofetada. Pandora no midió cuando ya su mano derecha quedó marcada en el rostro de su primo y esté le miró con sus ojos chispeando en fuego.

“He de admitir que desde antes tu pensamiento retrograda y machista me asquea, pero si algo no voy a soportar es que le impidas a Fler a ver su hijo. ¿No la ves? ¡Se está consumiendo en la tristeza, Radamanthys! ¿Cómo puedes tener la sangre de ver a tu mujer enfermarse y encerrarse en el cuarto de su hijo mientras tú estás aquí jugando al monopolio?”

“Se enfermará más cuando vea en lo que se convirtió”

“Definitivamente, no conoces el alcance del amor de madre porque nunca tuviste una”—ese fue un duro golpe que le dio, uno que lamentaba—“, pero yo, como madre que soy te puedo asegurar que preferimos verlo sin importar eso. No fuiste tú el que estuviste esperando por meses solo concebir. ¡No fuiste tú, Radamanthys el que aguardó por nueve meses más para conocerlo! Quién lo cuidó desde pequeño, se desveló en sus enfermedades, ¡se sonrió con sus triunfos! No Radamanthys…  ¡fue ella! Fue tu mujer, ¡la misma que visita como si fuese una penitencia la habitación de tu hijo!”

Recordaba a la perfección la forma en que la mandíbula de Radamantys se tensó, el rostro la miraba con una furia y ella reconocía ese rasgo. Aquel hombre era de temer cuando estaba furioso, pero sabía que jamás le levantaría la mano a una mujer, así que toda la ira la tenía presionando en sus nudillos para quizás desquitarse con la madera de su escritorio cuando ella se retirara y encerrarse hasta que todo aquello se diluyera. Tan igual a su tío… ese hombre tan temible.

“Quieras o no, me llevaré a Fler para que se encuentre con él. No hay nada en el contrato matrimonial que impida a tu mujer moverse por donde le plazca. Ya estás informado”

Por mucho que su primo se opusiera ella estaba decidida, pero no era cuestión de agarrar a Fler y subirla a un avión con destino a Grecia, necesitaba saber donde estaba Shaka allá, como encontrarlo y si era posible, que era de su vida. Solo tenía lo que su esposo le había dicho, peor ella necesitaba cerciorarse para preparar a Fler en busca de que el encuentro fuera el más idóneo.

Pensando en tantas cosas a la vez ya había llegado frente a la lujosa puerta de madera que llevaba al hogar de esa persona. Jamás habría pensado, que tendría que llegar a él, peor era lo único que podía hacer, era la única persona que tenía la influencia como para conseguir investigar de Shaka estando en otro país. Tocó varias veces el timbre al ver que no respondieron a los primeros toques, y suspiró con algo de desgano tratando de recordar la última vez que estuvieron juntos frente a frente. Haría ya más de diez años, demasiado tiempo y demasiada grietas entre ellos, después de todo había sido amante de su marido, antes del matrimonio e incluso después.

Minos era sin lugar a duda su antiguo contendor pro el corazón de Simmons, supo que ello tenían una relación mucho antes, peor pronto su acercamiento al alemán dio resultados más satisfactorio. El hecho de ser lo políticamente correcto le había dado a Pandora mucha ventaja frente al de sangre noruega, pero eso a Minos no le había importado en lo más mínimo. Sabiéndose enemigos, se juntaban y buscaban ver quién era el que tendría la última palabra, quién amarraría el corazón del psicólogo y eso, se extendió por años.

Aún así, supo por sus fuentes que el asunto entre Simmons y Minos se terminó muy atrás, mucho antes de lo que quizás ella misma se habría dado cuenta. El primer indicio fue el hecho de que su marido no tocara a tierras de Londres por así diez años, justo ese tiempo en que Shaka y él dejaron de verse cuando era niño. Ella creyó que había ganado la disputa por el corazón de su esposo… recordar eso  creo en ella un mohín de pesar. Había sido tan ilusa al creer que había logrado conquistarlo, tan ilusa que le dejó asentarse a Londres de nuevo, creyendo que ya todo había muerto, y que al ver que su marido lo tenía algo más que trabajo atado a ese lugar temió, que fuese de nuevo Minos la razón de su distanciamiento.

Jamás pensó que sería su mismo ahijado.

La puerta abrió y ella enfocó su mirada magnética en quien había abierto la puerta, el hombre que al parecer de mal humor y una bata de satén de color purpureo se aparecía ante ella, con el pecho descubierto por la abertura. Minos la miró varias veces, parpadeó otras más quizás sorprendido por su visita y ella, con su sinuosa sensualidad le sonrió de medio lado levantando su rostro y dejando ver su piel blanquísima deslumbrando entre negro.

—Mucho tiempo sin vernos, Minos.

—Vaya, los muertos salen de sus tumbas—curveó también su sonrisa con un gesto de burla y ella permaneció inmune a ello—, pero lamento, mi señora, que no podré atenderla ahora. Sepa comprender que estoy ocupado—y con un gesto señaló hacía a un lado, dándole a ella más de una explicación innecesaria.

Pandora resopló con algo de resignación antes de levantar de nuevo su rostro, esta vez con una expresión que más que una petición daba una orden.

—No te quitaré tiempo—el hombre la miró con desgano y sin pudor al mostrarle lo nada agradado que estaba de su visita—. Solo quiero que me ayudes con un asunto importante.

—¿Tú?—su carcajada resonó con burla frente a ella—. ¡Jamás creí vivir para ver esto!

—Si yo…—admitió con su porte imperturbable—. Se trata de Shaka Wimbert.

La sonrisa de Minos se esfumó y ella, maliciosa, sonrió triunfante.

Mientras tanto, la lluvia en Londres había bajado su intensidad, al menos permitiendo que la pareja que se había quedado encerrada en la cabina telefónica tuvieran tiempo de salir y buscar un lugar donde cobijarse, porque era necesario hablar más y porque sabían que en la casa del anciano eso no sería posible, no como quisieran. Por esa razón, Saga tomando a Shaka de su muñeca lo sacó del lugar diciendo que tenía frío y que lo que más anhelaba en ese momento era un café muy caliente y puro, como los que acostumbraba en Grecia, ya que al menos durante el tiempo que había estado había comprobado que el café en Londres era mucho más suave.

El rubio lo miraba mientras se dejaba casi arrastrar, preguntándose por dentro como era posible que Saga, después de lo que había pasado, después de ese beso, de haberle removido todo el cuerpo y envuelto cada célula con su presencia pudiera en ese momento caminar como si nada y hablar de café. ¿Cómo era posible? ¿Por qué él no estaba tan loco, perdido y alterado como se encontraba él mismo? ¿Por qué el abogado podía removerle la vida entera y permanecer impasible pensando en el frío de la ciudad? Shaka no halló respuesta, ni pudo siquiera meditar más en ello cuando Saga, luego de haber caminado a paso de trote por una cuadra consiguió una cafetería abierta y disponible le sonrió como si ya hubiera encontrado el sitio.

Mentiría para sí mismo el decorador si en ese momento no admitiera que el solo hecho de verlo a él dirigiendo sus pasos, sosteniendo su mano, no le era en extremo importante para su vida. No sería sincero si dijera que para él ese momento era algo casual, porque estaba seguro que no lo era. Y ante esa sonrisa de Saga y su decisión de entrar a tomar café él no pudo hacer otra cosa más que temer, querer correr, porque sabía, estaba seguro, que ese hombre se lo iba a tragar completo esa noche dentro de sus ojos, su sonrisa y el temple que tenía para esquivar todas sus piedras y demostrarle, que todo su pasado, miedos y argumentos, no valían nada cuando se sentía tanto en ese musculo llamado corazón.

Luego de haberse sentado, solo pudo ver la taza de chocolate caliente entre sus manos y como Saga bebía con solo su café, sino que se comía un emparedado. Lucía con hambre, y él, totalmente bebido por él, no dejaba de mirarle. Sabía que debían hablar, sabía que debían aclarar mucho, el mismo Shaka ya no tenía idea de cómo llamar lo que tenían luego de lo ocurrido en la cabina telefónica, lo único de lo que estaba seguro era que, llamarlo relación, ya le daba pavor.

—Dime Shaka…—inició el abogado sacándolo de sus pensamientos y al levantar su mirada se encontró con aquellos pozos verdes capaz de absorberle el alma—. Cuéntame… ¿cómo fue el encuentro con tu padre?

No debió impresionarle, aquella pregunta de Saga era la que debió iniciar todo ese torbellino que habían vivido desde que se encontraron, poco más de 24 horas atrás. Shaka estaba consciente de eso, peor aún al saberlo también entendía que parta él no era fácil tocar ese punto. Su mirada entonces bajo dejando que su lacio cabello, algo humedecido, ocultara la expresión de desolación de la vista del griego, para al menos sentirse por un momento escudado y protegido de él. Fue en vano, la mirada de Saga era tan penetrante que podía sentirla en la porosidad de sus huesos.

Cuando Shaka abrió la boca, literalmente, se sintió en un juzgado.

Diferente a como fue aquella vez en el monte más alto de Atenas con la compañía de café y un dulce, el sol de la ciudad y el inminente encuentro con Simmons; Saga en vez de quedarse escuchando y reflexionando no dejaba de hacer preguntas, puntuales y especificas, buscando conocerlo todo a detalle. Mientras que el abogado en aquella vez se sintió como si fuera observado y analizado por un psicólogo, el decorador se sentía como  un civil presentando un testimonio ante la fiscalía. De esa manera, el griego iba bocetando, con sus propias herramientas, lo que Shaka había vivido esos años.

El chocolate del ingles se enfrió, las horas se consumieron. Saga, quien ya había dejado su café y acabado su emparedado, no dejaba de observar como en muchas oportunidades Shaka desviada su vista hacía la ventana viendo la llovizna que caía sobre la calle de la ciudad y confesándole, con un detallismo bárbaro, lo que fueron para él esos últimos años de vida. Sus sueños e ilusiones, sus esperanzas y planes, sus deseos y aspiraciones que cayeron hasta convertirse en espera y fe… luego en resignación y desolación, por último en remordimiento y orgullo. La forma en que fue recibido por su padre en las puertas hacía su hogar, luego las veces que lo rechazó en las puertas del edificio y por último, la condena dada junto en el pasillo lateral a la recepción.

Después hubo silencio… necesario silencio.

—Lamento todo lo que has tenido que pasar…—murmuró inseguro el griego, con sus manos sobre la mesa y mirándolo aún con seguridad. Shaka no había llorado en ese punto, pero era notable la carga emocional que llegaba, evidente en el rubor de su nariz y el rojo de sus ojos—. Pero con todo lo que me has dicho, solo puedo comprobar que eres un hombre maravilloso, Shaka.

—Maravilloso… ¿Qué tiene de maravilloso el aprender a sobrevivir?

—El hecho de que no todos pueden lograrlo como lo has hecho tu. Tu padre es un imbécil que no tiene idea del enorme hombre que formó con sus manos—le sonrió buscando reforzar sus palabras—. Pero, tu madre, quizás a ella aún…

—No… conozco a mi padre, sé que si mi madre presionara él se verá obligado a recibirme por mucho que para él sea… sea indigno—dijo bajando su rostro y echando a un lazo la taza de chocolate apenas probado—. Créeme… no soportaría sentir el rechazó en casa, no podría…

—Shaka…

—Ya lo decidí, Saga. No insista… no lo haré.

Se mantuvo en silencio otro poco más, mirando sus propias manos inquietas mientras pensaba en una pregunta que le había estado dando vuelta siempre, que le había estado martillando desde que supo de Simmons y que en ese momento, con todo lo que le había oído a Shaka, tomaba fuerza. Necesitaba una respuesta, ese era el pináculo de la duda que albergaba dentro de sí, porque aunque quisiera buscarle una lógica no se la encontraba. Ese lazo entre Shaka y Simmons debía ser explicado de alguna manera, el que quedó aún a pesar del daño y el abandono.

—Shaka… ¿Por qué, después de todo lo que pasó, sigues coleccionando los libros de Simm0ns?—el aludido levantó la mirada—. Eso no me queda claro, cuando fuimos se veía que no querías nada de él, cuándo lo mencionas no haces más que hablar del daño que te hizo y aún así…

El rubio tragó grueso, mirándole después de mucho tiempo totalmente de frente, tan profundo que Saga mismo podía sentir temblar en su propia piel la piel de Shaka y sus ojos desbordándose como si ya no pudiera contener la corriente. Supo que había encontrado la pregunta que definía al Shaka que quedó luego de todo lo ocurrido.

—Shaka…

—Mi padre hablaba tan bien de él…—su voz sonó ahogada. Shaka tuvo que aclararla para poder continuar, necesitando algo para beber—. En todas las reuniones, siempre mencionaba a su amigo Simmons. Decía que era un gran hombre, un ejemplar, inteligente, exitoso; a él le brillaban los ojos cuando hablaba de Simmons, era esa señal de orgullo, yo desde niño la pude ver. Estaba orgulloso de ser su amigo, se sentía afortunado… yo… yo desde niño, pensé, que quería ser como él.

Saga pidió al mesonero que le llevara una botella de agua viendo que para Shaka empezaba a costarle hablar.

—Desde mi adolescencia mi padre me compró sus libros. Siempre estábamos al pendiente—se sonrió, de repente con su mirada ya en un punto vacío, como si esta se metiera adentro y en ese momento Shaka se proyectaba hacía sus recuerdos—. Él me decía que los leyera, le diera un resumen y con ese resumen se presentaba ante Simmons. Éramos un equipo… eran de las cosas que ambos compartíamos, junto al futbol. Por eso cuando él me dijo que Simmons estaba en casa y que tendría que atenderlo, me sentía en la responsabilidad de hacerlo. Quería demostrarle que podía, era para mí un reto… y una inmensa curiosidad conocer a ese hombre que mi padre tanto admiraba y de quién hablábamos durante esos largos años.

Y cayó la primera lágrima, junto la segunda, la tercera…

—Por eso… creí en él…—limpió su rostro con rapidez y luego, con frustración y casi desespero, apretó sus puños—. Cuando me decía que saldríamos adelante, cuando me decía que mi padre ya sabía de sus gustos, yo dije que si era así y papá hablaba así de él aun a pesar de eso… ¿por qué conmigo sería distinto?

Y lo recordaba. Sus palabras en los pasillos de la universidad, en la oficina, en las reuniones, en la cama… las recordaba.

“Podremos juntos” “Yo le explicaré a tu padre…” “Nos entenderá” “Se sentirá orgulloso al ver lo que has logrado…”

Frotó sus ojos quitándose las lágrimas  molesto por tenerlas de nuevo allí.

—¡Por eso esperé por él, Saga! ¡Por eso me escondí con él! Cuando pasó lo de mi padre fui a buscarlo porque él era para mí la única esperanza… Pero al final, ese maldito no es más que un cobarde que sabe hablar bonito a través de los libros, aconseja pero no es capaz de hacer lo que él mismo escribe. ¡Es un hipócrita! ¡Un hombre que le es infiel a sus propias convicciones y cuando me di cuenta… cuando vi que usó una de nuestras ideas en uno de sus libros, una que le di pensando en escribirla juntos… ¡Por todos los cielos! ¡Me sentí el hombre más imbécil de la tierra!—y un golpe a la mesa, como si Shaka por fin pudiera sacar el epicentro de sus traumas frente a él—. Porque… mientras él escribía ese libro… yo lo seguía esperando… a él y a mi padre, los seguí esperando…—gruñó y como en un acto para tratar de contener la corriente que golpeaba rápido contra sus rocas se llevó las manos a su frente, ocultando su rostro y apoyando sus codos en la mesa.—. Yo seguí creyendo…—murmuró—, en el hombre de quien me enamoré… y en el padre a quien aún amo. Pero vi que era inútil…—de nuevo frotó su rostro con las manos temblorosas—, mientras yo los esperaba ellos seguían sus vidas como si yo jamás hubiera estado allí… decidí entonces buscar un camino, pero uno… uno…

“Uno que estuviera en medio de ellos, que me obligara a cruzarlos”

—Mierda…

—Tranquilo…—la voz conciliadora del griego se vertía dentro de sus oídos mientras le entregaba un pañuelo—. Ahora… ahora logro comprender…

—Usé sus libros para levantarme…—tomó el pañuelo con algo de brusquedad para limpiarse la cara—, para demostrarle que sus palabras eran las correctas pero no servían nada sin acciones. Decirle con mi vida que podía lograr lo que él ha logrado sin tener que seguir los estándares sociales y que sí… podría lograr que mi padre me viera con orgullo algún día…

—Shaka…

—He sido un imbécil… todos estos años he sido un imbécil, terminé aferrado a ellos. Soy el mismo niño buscando su atención. Pero ya no más… ya no más Saga…

Reconociendo que en ese momento ninguna de sus palabras le ayudaría, Saga dio paso al silencio, al cómplice y compañero para que Shaka pudiera ordenar sus ideas luego de aquella confesión. Para el griego no fue difícil ver el revés de sus palabras, no le fue difícil entender que Shaka se había hallado culpable a sí mismo, culpable con una inocencia que jamás podría probar, y que como auto castigo había tomado la lectura de esos libros para mostrar su valor y salir adelante, aún bajo la sombras de ellos: los hombres a quien más había admirado y amado. Comprendió… pudo ver lo que él tenía a cuesta, la carga que llevaba a rastra y el porqué el río se había vuelto tan oscuro al final. Todo se debía al hecho de que, en realidad, Shaka guardaba demasiado debajo de sus aguas, demasiado sin haber sido removido, allí en el fondo producto a la gravedad.

Esperanzas antes… esperanzas después, Shaka se había aferrado a ellas como su única salvación. Se había aferrado a la creencia que por mucho que se hubiera equivocado su padre le reconocería de nuevo con orgullo, a la esperanza que podría mostrarle a su padrino que no lo necesitaba y podía ser un hombre tan bueno como él aún con su inclinación sexual. Esperanzas que se fueron coartando y formando, con sus restos, una superficie dura y hueca, una que lo iba cobijando a él y apartándolo del resto: porque era demasiado duro para verlo, porque era demasiado para soportarlo. El reconocer mañana tras mañana en la casa del anciano que nadie iba por él, el despertar luego con una determinación masoquista entre cejas, Shaka se convirtió, entonces, en un prisionero del pasado cargando un cadáver que se iba pudriendo tras sus espaldas y lo estaba enfermando a él.

Pero estaba el orgullo. El orgullo que lo levantaba mañana a mañana, que lo protegía de los ojos de lo demás y maquillaba con todo su conocimiento y sus dotes las verdaderas falencias de su vida, las carencias de su existencia marcada años atrás. Estaba ese orgullo como su único estandarte y fuerza, ese orgullo… Su cauce.

—Quiero irme a Grecia…

Escuchó su voz, temblorosa aún y miró el rostro de Shaka, quien luego de largos minutos tenía su puño en los labios, mirando la ventana, no queriendo enfocar y mostrarle los ojos húmedos y cortados por las grietas que aún llevaba y que no sabía si curaría.

—Mañana me iré…—el griego podía ver en los ojos y la expresión de Shaka el más puro repudio a su propia tierra.

—Quizás podríamos esperar unos días, dar tiempo—el rubio le miró de reojo—. Ha pasado muy poco tiempo desde tu último encuentro con tu padre, si acaso él recapacita… si él decide buscarte entonces…

—¡Oh por Dios!—fue más como un lamento lleno de sarcasmo con el que Shaka rodó los ojos y luego dibujó una sonrisa de la más pura ironía—. No lo va a hacer, ya todo acabó Saga, mi padre fue muy claro que prefería mil veces verme muerto a mostrarle a mi madre quien soy—el griego suspiró.

—De todas maneras… irte de esa forma de tu tierra, con esa actitud, dudo que sea sano para ti.

—¿Ahora eres psicólogo?—Saga levantó una ceja al notar la burla en su pregunta—. Ah no, no hay ningún psicólogo en esta maldita mesa.

—¡Por Dios, Shaka!—exclamó el griego cansado de verlo herirse de esa forma

—¡Quiero irme, Saga!—imperó entonces el decorador, sin dar siquiera un espacio a repliques… pero Saga no era hombre de quedarse con la palabra en la boca.

—Tengo permiso hasta la próxima semana, pensaba quedarme aquí, apoyarte, incluso eso días que hacen falta—el rubio renegaba mientras escuchaba—. Ahora con más razón, quiero que me muestres tu ciudad Shaka, quiero que me hagas parte de ella. Sonaré egoísta y me importa una mierda ello, ¡pero quiero caminar de la mano contigo en este lugar!

Shaka lo miró con sus pupilas dilatadas y de un momento a otro más tenso de lo que le hubiera gustado mostrar. Sus hombros estaban encogidos, su mandíbula se mantenía en su lugar con un leve vestigio de frustración. Era evidente que aquello no le había gustado y más, bien, Saga pudo verlo, le había provocado en Shaka unos intensos deseos de volver a cerrarse.

—¿Tomados de manos?—repitió el rubio parcamente, con una tensión en el movimiento de sus labios.

—Si—afirmó el griego afilando su mirada para no retroceder.

—¿Estás asumiendo que ya tenemos algo?

—¿Me vas a negar lo que siente y quieres Shaka?—el rubio desvió por un momento la mirada con un molestia—. Ya es tarde para eso—contraatacó—. Lo único que queda es ser cobarde y no asumirlo…

—Supongamos que entonces sí, lo somos—el griego enarcó una ceja al ver el cambio repentino de la actitud de Shaka y como esos ojos azules antes quebrados parecía endurecerse—. Si, pensemos que somos pareja y caminaremos de la mano por toda la maldita ciudad. Supongamos…—y los labios de Shaka se curvaron hacía la izquierda—, que me presentaras antes los que pregunten, que nos tomaremos fotos como dos turistas. ¿Suena bien no? ¿Es eso lo que quieres Saga Leda?—sus manos se apretaron en puño sobre la mesa mientras se acercaba aún más, inclinándose y cortando así la distancia entre ellos con una expresión que Saga pudo reconocer, inmediatamente—. Supongamos… ¿qué pasará cuando regresemos a Grecia? ¿Me pasearás también de la mano?—y el griego fue quien, ahora, se tensó ante la pregunta—. ¿Frente a todos los que te admiran? ¿Los que algunas vez fueron invitados a tu boda, tu ex mujer? ¿Lo harás? Tus compañeros de la fiscalía, tus clientes… ¿pondrás en tela de juicio tu hombría por tenerme tomado de mano, Saga Leda? ¿Allá donde esto es una aberración? ¿Allá donde no tenemos derechos?

Silencio…

Los argumentos de Shaka pesaron sobre él como un costal de concreto de toneladas y toneladas. Los argumentos llegaron y pusieron las cosas desde el punto objetivo y realista que él, quizás por sus sentimientos aún a flor de piel, no había meditado. El rubio le miraba esperando respuesta y él no se sentía capaz de responderle, no en el momento mientras ya veía el panorama, veía la aversión en las miradas pegadas a su espalda y el cuchicheo en la oficina, no cuando sabía que quizás medirían más sus inclinaciones y preferencias sexuales que su éxito en los tribunales. No cuando incluso podrían aún mismos los otros abogados que estén en contienda usar su preferencia sexual para humillarlo dentro o fuera del juzgado.

Y lo que Shaka pedía y dejaba en claro no era algo que estuviera mal, es más, era justo. Un trato igual independientemente del lugar.

El decorador, en cambio, al notar el silencio que Saga mostró ante su interpelación supo que había estado en lo cierto, y al reconocerlo, algo dentro de él le supo a total acidez. Para él ya las promesas y los sueños, las ilusiones románticas no funcionaban, no servían de nada. Ya las había vivido, ya se había alimentado de falacias, el conocía perfectamente el destino de todos esos malditos sueños. ¿Para qué volver a creer? Aunque Dohko le hubiera dicho que creyera… bajo esa premisa creer se volvía doloroso, demasiado doloroso.

Eso que ardía era el dolor.

Hizo una mueca de ironía, antes de volver su espalda en el respaldar del asiento, saboreando al acidez del silencio de Saga que daba razón a sus premisas. Separó al lengua de su paladar notándola reseca y percibió que su mirada se había vuelto, de repente, demasiado borrosa. Al darse cuenta de la razón se odio por pensar que con solo haberle dado la oportunidad, haber abierto su vida cuan libro ante él confesando todo lo que había pasado, que el tan solo hecho de responder a ese beso o de haber escuchado de Saga el deseo de caminar con él de manos le había dado esperanzas, pequeñas y necesarias esperanzas. Pero ya no había nada, tan efímeras fueron que él ya veía necesario enterrarlas antes que hicieran raíz dentro de él y le hicieran creer en lo que nunca pasaría. Antes que cuando fuera demasiado tarde el arrancarla sería de nuevo remover sus bases como en el pasado.

Era de esperarse. Saga no era cualquier hombre, debía una imagen a la sociedad, a su familia, a su carrera. ¿Cómo creer que podría empeñar todo eso?

—Voy a pagar la cuenta…

Saga fue quien habló y se levantó de su asiento sin darle alguna respuesta, en una clara señal al menos para el rubio. Shaka le vio dirigirse a la caja con un nudo en la garganta y sintiéndose imbécil por sentirse así, por tener todo eso agarrarlo en el pecho, por sentir que le dolía más de lo que le gustaba admitirlo.

¿Qué era peor que algo que muere sin siquiera vivir? ¿Qué algo que termina sin siquiera empezar? Quizás era esa sensación la que sentía la mujer a perder a su hijo en un aborto. Los “y sí” fundados en esperanzas que perecieron sin materializarse parecían pesar aún más que los recuerdos de lo que algún día llego a vivir. Shaka sentía una sensación similar, la sensación de que al final todo el aire romántico se esfumo porque esa era su realidad, la realidad de ambos. El hecho de que Saga se hubiera divorciado no significaba que estaba dispuesto a enfrentar al mundo por él, eso era quizás lo que tanto le insistía de no inmiscuirse. Lo peor era darse cuenta que durante esas semanas que había pensado en él y su regreso, que la razón por la que lo dibujó y lloró pensando que lo había perdido, que la verdad tras esas llamadas que le había hecho era que él, ya se había hecho esperanzas.

Pero le daba miedo el tenerlas, ahora reconocía y daba razón a sus porqués. Dolía… sin haber sido nada, todo eso le dolía.

Se levantó de la mesa y sin mirarlo tomó camino fuera del establecimiento. El frío de Londres le dio la bienvenida de nuevo y él sintió, que era prácticamente un dejavú en su vida. Abandonar un lugar con las esperanzas cuarteadas en sus manos sangrantes, mientras Londres le cobijaba en su lecho helado… vaya que era la misma. Con la neutralidad de mascara en su rostro se metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar dejando a Saga Leda y todo su romanticismo histriónico lejos de él, lejos donde no le hiciera creer en castillos de arena sobre el agua.

Si así de duro era llegar al mar, él no quería llegar. El no quería conformarse con estar en cuartos oscuros y pubs escondiendo lo que él es capaz de gritar incluso frente a su padre. Porque esas mismas palabras que Saga le dijo al oído dentro de una cabina telefónica, él era capaz de decirlas frente a quien fuera sin sentirse avergonzado por ello.

Escuchó los pasos apresurados detrás de él y cerró sus parpados con pesar, no queriendo hablar con él, no queriendo verlo luego de lo que había pasado. Mayor sorpresa se llevó cuando no solo Saga se puso a su lado sino que metió una de las manos en el bolsillo de Shaka para tomarle la suya y sacarla a la vista de todos. Aquel acto no solo lo descolocó, sino que lo enfureció.

No quería ser burlado…

—¿¡Que mierdas haces…!?—reclamó intentando soltarse pero el agarre de Saga era fuerte, y aún así, no era más fuerte que la seguridad de su mirada verde—. ¡Suéltame, Saga!

—Lo haré.

Hubo un pálpito que resonó por toda su caja torácica. La mirada de Saga estaba puesta sobre él, su mirada… maldita sea esa mirada.

—No vine hasta aquí solo a ofrecerte noches de hotel, no es esa mi intención en primer lugar y espero que por una maldita vez lo entiendas. Te lo dije ayer—afirmó su mano sobre la de él, rompiendo la rigidez de ella hasta lograrla tomar—, te lo diré más claro hoy: si tengo que enfrentar al mundo y todo lo que has mencionado por ser lo que soy, quiero un hombre fuerte a mi lado para hacerlo. Te quiero a ti.

Esperanzas…

—No soy un hombre cobarde Shaka, no tengo doble discurso. Soy quien soy, así como me ves ahora, si he ganado juicios en tribunales, los haré también en la vida real y quienes tenga una maldita cosa que decir en mi contra los aplastaré con mi testimonio: mi vida misma diciendo que soy feliz siendo quien soy. Así como lo has hecho tú…

Esperanzas… tantas…

—Hagámoslo juntos…

Hubo silencio por parte de ambos, hubo silencio en contraste al latir de sus corazones. La mano de Saga afirmó sus palabras con el agarre a la mano temblorosa del rubio, entrelazando los dedos sin dejar de mirarlo.

Comenzó a llover.

Y por ello, Saga no vio aquella lágrima caer…

Notas finales:

Muchas garcias por sus comentarios, en este momento no tengo tiempo para responderlo y me quedé sin conexión pero en cuanto pueda los haré en la prontitud posible :)


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