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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Tras la visita es más piedras que calma lo que queda. ¿Podrá avanzar Shaka a su destino luego de aquel encuentro con el pasado? ¿Y Radamanthys, decidirá?

Hay una sensación en particular que ataca todos los frentes. Una sensación, que por mucho que se intentara evadirla le era imposible. Una clase de fuerza, un tipo de poder. Una forma que sin importar qué se agrava en el centro del pecho y comienza a embeberlo en una especie de caleidoscopio de imágenes, de formas, de sentimientos. Hay una emoción que cuando viene, atrapa, ahoga. Se siente que después de ir a miles de kilómetros por horas, se estaciona. Es un vértigo, un salto al vacío. Unas vueltas donde eres el epicentro.

Un hoyo negro… todo lo va tragando a un solo punto. Una fuerza gravitacional que no se puede eludir.

Da vueltas, tira y jala, recoge y golpea. Una sensación que se enfrenta por cada molécula, que envuelve y deja inmóvil.

Una fuerza más allá del amor y del odio.

Culpa.

Cuando ella llega, es inevitable no sentir que te han succionado tus fuerzas, que te han arrebatado todo. Es imposible poderse levantar de inmediato ante el golpe de todos los recuerdos, argumentos, sentimientos. Tienes que detenerte. Tienes que tomar aire. Tienes que decidir.

Luego de la partida de Pandora, poco o nada había quedado de la voluntad de Shaka. Estaba en el mueble dejándose caer, absolutamente golpeado y herido por sus propias memorias. Era cierto que habían hablado y era cierto que había recibido el tan ansiado perdón. El de ella… el de la principal víctima de todo el teatro que él y Simmons armaron hace años. ¿Pero se perdonaría él? Inerte se había quedado en el vacío de su consciencia, en el vacío de sus sentimientos. Inerte y totalmente desprotegidos ante el paso de sus memorias, y de las palabras que había escuchado de ella al partir. Herido. Totalmente herido. Cansado de llorar.

Dohko había intentado preguntar cómo se encontraba, sin resultado. Realmente era difícil poder establecer cualquier conversación fructífera cuando la mirada de Shaka se dirigía hacía su interior, como si golpeara alguna clase de espejo. Finalmente se había dedicado en tomarle la mano y palmearla con suavidad, tratando de llamar su atención. Pero Shaka no se sentía digno de siquiera levantarle los ojos.

¿Cómo podía hacerlo con ella?

Pandora le dijo que no se fuera sin ver a su madre. Que no escatimara en buscarla aún con la respuesta de Radamanthys. Que ella lo esperaba… que ella sufría en silencio por él.

¿Cómo podría llegar frente a su madre y mirarla a los ojos?

El asunto no era que los demás se perdonaran, era perdonarse a sí mismo y Shaka en ese punto se dio cuenta que aún faltaba para ello. ¿Cómo podía perdonarse tantos errores juntos? Cuándo podría mirarse al espejo luego de recordar todo y decir: ¿ya pasó? Quizás mucho de lo que pensó era orgullo al final no era más que culpa.

En algún momento se movió de su lugar, dándose cuenta que ya el anciano lo había dejado solo, quizás resignado a que no hablaría en ese momento. Necesitando estar a solas, se puso de píe para dirigirse a la habitación y tirarse en la cama, dejando de lado el equipaje que ya había preparado para su viaje. Se encogió para tratar de perderse en los abismos de su mente.

Y finalmente, la lluvia cayó.

Tal como lo habían anunciado los pronósticos, Londres comenzó a llover fuertemente. Las calles se llenaron de agua y la gente buscó refugio para evitar verse empapada por el chubasco. Saga había tenido suerte en llegar al taxista antes de que la lluvia arreciera, aunque el tráfico ahora se encontraba pesado. También había tenido suerte en encontrar dos asientos para él vuelo nocturno hacía Grecia, aunque había tenido que pagar más por ser de primera categoría. Se preguntó en ese momento si estaría bien, si regresar con Shaka sin resolver nada de su pasado estaba bien.

Suspiró contra la ventanilla viendo como las calles se empapaban y el vidrio goteaba. Sujetó sus manos y sintió la ansiedad de tener la de él tomada. Debía admitir que empezaba a sentirse atraído con la idea de llegar a Atenas con él tomado de mano, de caminar y no soltarla incluso hasta llegar a su casa, por fin su casa. Era momento de pensar entonces como llevarían la relación al regresar, como la vivirían. Eran muchas cosas las que debía empezar a plantearse ahora que las horas comenzaban a retroceder, muchos aspectos que tomar en cuenta.

La noche anterior con Shaka le había enseñado mucho de ellos mismos en un ambiente totalmente alejado de las presiones diarias y los remordimientos. Habían compartido un par de tragos, habían conversado. La dulzura de la mirada de Shaka en varias ocasiones lo habían dejado sin aliento y no podía negar que el coqueteó velado en sus palabras le había encantado. Estaba seguro que algo así debió pensar Shaka de él, porque lo notaba en sus expresiones y en las veces que terminaba desviando su rostro con una sonrisa divertida en sus labios. Fue una velada agradable, no podía negarlo, tanto que ni se dieron cuenta que tanto tomaban.

Quería repetir más de esas veladas, más de esos momentos con él, pero a su vez quería compartir muchas otras cosas más. Quizás un almuerzo en algún restaurant de los que más le gustaba, una cena también. Se imaginaba si, tomándolo de mano mientras le hablaba y evadía las miradas indiscretas de aquellos que los veía como algo que no debía ser natural ni permitido. Saga tenía que en ese momento mentalizarte que la libertad que estaba gozando de salir con Shaka tomado de manos y lejos de prejuicios no es lo que encontraría en su tierra, que Atenas era totalmente diferente a Londres. Por esa razón comenzaba a ver el panorama y a entender que había muchas cosas que superar.

¿Si lo veía su jefe de trabajo? ¿Si lo veía algún antiguo cliente? Imaginaba como discretamente podrían intentar evadirlo o si se acercaban, saludaban con una mirada llena de desconcierto. Podría imaginar por ejemplo que luego, si lo encontraban solo preguntarían con bastante tacto —algunos— que había ocurrido con Marin. Tendría que sonreír y responder, posiblemente con la verdad. Que se divorció y que se había vuelto a enamorar.

Ahora que pensaba en Marin, había algo que debía resolver con ella. Viendo el semáforo en rojo comprendió que también ya le tenía una respuesta.

El tiempo pasó demasiado rápido para él, dándose cuenta que ya estaba al frente de aquella casa sin siquiera proponérselo. Se ajustó el impermeable y luego de pagar, abrió la puerta para literalmente correr hasta el portoncito de hierro, con apenas un metro de altura, que separaba la cerca de la acera peatonal. Aceleró sus pasos un poco más hasta llegar a la puerta de madera y con el dorso de su mano, golpeando con sus nudillos la superficie, tocó esperando que le abrieran y le permitieran entrar. Bajo el pequeño techo que le arropaba se permitió sacudir su impermeable y un poco los mechones mojados de su cabello por la lluvia. Shunrei abrió y le dio la bienvenida con una cálida sonrisa.

Ya dentro, lo primero que hizo fue saludar a los presentes y buscar con su mirada a Shaka, o intentar hacerlo. Ya era más de las una así que esperaba que estuviera despierto. Sorpresa mayor cuando se enteró que no solo eso, sino que había recibido la visita de una mujer, una mujer que debía ser de su pasado pero que definitivamente no era su madre.

Una mujer, del pasado de Shaka. ¿Quién podría ser?

Abandonando su impermeable en el perchero de la entrada, se encaminó hacía el pasillo que dirigía a la habitación donde Shaka había estado durmiendo esos días, encontrándola sin seguro y con las luces apagada, aunque dada la luz que entraba por la ventana, que era poca, no estaba llena de sombras. Cerró la puerta con sumo cuidado, viendo el cuerpo de quien ya consideraba su pareja acostado en la cama, con la ropa puesta y no estaba seguro si dormido. Se acercó para corroborarlo, finalmente tomando asiento a su lado cuando se dio cuenta que tenía la almohada sobre su cara. Llevó su mano en una caricia por su espalda, de forma consoladora, tratando de algún modo de hacerle ver que había llegado. Shaka levantó su rostro, dejando la almohada a un lado para mirarlo con atención. Surgió una suave sonrisa que Saga no dudó en imitar.

El griego no necesitaba saber detalles de lo sucedido para darse cuenta del modo en que había golpeado a Shaka esa visita. A pesar que no se percibía señales de lágrimas en sus mejillas, podía notar sus ojos apagados, aún húmedos y un tanto inflamados. ¿Cuántas más culpa tendría que Shaka llevar? ¿Cuánto más dolor se aferraría a retener dentro de sí como una penitencia? Porque para él, eso era todo. Todo lo que hacía Shaka era castigarse a sí mismo por un error cometido casi siete años atrás. Por un delito que tuvo tantos culpables, pero que al final dejaron caer al más vulnerable de ellos llevarse toda la sentencia mientras otros se quedaban con libertad condicional.

Shaka se sentó en la cama casi de inmediato. Parecía no querer dar tregua alguna a su sentir y seguir el camino que había determinado pese a la dura visita. Saga le dio el espacio correspondiente para hacerlo, manteniendo en descanso sus dos manos tomadas entre sus piernas abiertas, con un par de mechones rozando ligeramente sus pómulos húmedos aún. Esperó un momento antes de volver a elevar su mirada hacía el rubio, quien se masajeaba su cuero cabelludo con una de sus manos.

—¿Todo bien?—preguntó con prudencia y sabía que Shaka entendería la razón de su pregunta. Que imaginaría que le habían contado de su visita.

El decorador se permitió un segundo para echar su cabeza hacia atrás, dejando rozar sus mechones contra su espalda y con sus parpados cerrados al techo de la recamara. Luego movió su cabeza hacia adelante, quedándose otros segundos así, y repitió ese movimiento un par de veces antes de mover su cabeza a ambos lados de su hombro, como si buscara relajarse. Acabó con una caricia que descendió de su cuello a su hombro derecho, con su cabeza ladeada a esa dirección.

—No lo sé—respondió con sinceridad—. No lo sé, Saga. No sé si todo está bien.

Era comprensible esas palabras, pero debía admitir el abogado que la transparencia de Shaka en ese momento era una de las mejores cosas que había podido ver de él en todo lo que llevaba conociéndolo. Significaba que ya estaba mudando toda esa necesidad de ocultarse, al menos de él. Que de algún modo el mar había ya tomado suficiente del rio como para no tener ningún tipo de reserva a todas sus impurezas. Sentía la confianza en sus palabras.

Animado por ello, se inclinó a hacía él y acomodó un mechón dorado de su cabello tras la oreja, sonriéndole con suavidad. Deslizó su mirada por la forma de su rostro, quedándose un tiempo prudencial en sus ojos, la caída a su nariz y luego en los labios. Enmarcó más su sonrisa y llevado por algún movimiento de aceptación invisible entre ambos, se acercaron para rozar sus labios suavemente. Dulce, corto, se quedó cerca de él con sus ojos cerrados y respirando el aliento que él soltaba de su nariz. Al abrir sus ojos, se encontró con sus azules un tanto más brillantes que segundos atrás.

—¿Quieres hablarlo?

Más que querer hablarlo, lo necesitaba.

Shaka bajó la mirada por un momento, pero su mano libre tomó ligeramente la mano del abogado, en busca del calor humano que tanto necesitaba. En ese instante sentirse resguardado en esa habitación, arrullado por la lluvia y acompañado por su calidez, le hacía sentir mucho más seguro, mas no podía garantizar si eso se mantendría, o si su mente dejaría en paz sus sentimientos. Ambos lo sabían, en el silencio que se mecía entre ellos estaban al tanto de que la paz aún no era garantizable.

Después de un minuto mirándose, con tranquilidad, Shaka comenzó a hablar. Le contó todo lo que creía necesario saber de la mujer llamada Pandora.

La lluvia resonaba, fuerte, como si el cielo llorara de pena

Cuando Valentine salió de la habitación de Minos, luego de convencerlo de no salir a pelear contra Radamanthys, no consiguió rastro de este último por la habitación. Las fotografías seguían rodando por la pantalla del televisor y evidentemente, estaba aún la carpeta donde yacía el repertorio laboral del muchacho sobre la mesa. El padre, en cambio, se había ido.

Tomó la carpeta entre sus manos viendo los últimos trabajos que el muchacho había hecho en Grecia durante esos años. Era tan claro el sello Wimbert en ellos que no dudaba un segundo que fuera parte de su sangre. Dudó por un momento el llamarlo, no estaba seguro de que tan prudente sería preguntarle qué era lo que opinaba de lo visto y hasta pensaba que de haberlo querido compartir, simplemente lo habría esperado. Quizás y no había nada mejor que hacer más que esperar, porqué fuera lo que fuera que haya pensado Radamanthys, el tiempo no estaba del todo de su lado. Tal vez él nunca lo sabría.

—¿Y bien?—indagó el dueño del departamento recostándose ligeramente al marco del pasillo—. ¿Lograste algo? Estoy esperando saber la noticia para celebrar—su voz sonaba con sorna, visiblemente se burlaba sabiendo que si Radamanthys ya no estaba allí, probablemente no hubiera logrado nada.

Valentine solo resopló tratando de no darle cuidado a la forma en la que Minos parecía burlarse de sus intenciones. Dejó el portafolio a un lado y notó que la carpeta donde debía estar la hoja de vida de Shaka ya no estaba allí. Deslizó su mirada por varios de los muebles del lugar buscándola sin resultado. Luego la dirigió al televisor que mostraba la imagen del rubio y aquel hombre que era su pareja. Sonrió. El hecho de que esa carpeta no estuviera allí significaba una cosa.

—Quizás es buena hora de poner a enfriar el champagne.

Quizás, porque mirando la hora, las dos de la tarde era marcada por el Big Ben, mientras la lluvia opacaba los vidrios de la ventana.

Cuando Shaka calló, Saga se permitió unos minutos analizando toda la historia. No podía negarlo, esta visita no solo lo había marcado, había sido remover todo lo que creía que él había logrado, la paz que había conseguido. Había sido una visita dura, pero significativa.

Tras las palabras del decorador, la culpa por lo que había sentido hacía Simmons seguía siendo uno de los puntos fuertes que aún no había podido resolver, y que pese a todo, no se sentía merecedor del perdón que Pandora le había entregado. Allí fue que, por fin, pudo comprender que era lo que ocurría con Shaka, que era lo que lo movió a ir a ese lugar, a buscar a su padre, a esperar su aprobación. Necesitaba perdonarse, pero para ello, necesitaba estar seguro que el resto también lo había perdonado. El problema es que aun recibiendo perdón, no dejaba de sentirse culpable de algún castigo.

La víctima se sentía culpable, y las pruebas no eran suficientes para justificar sus acciones. Por muchos que adjudicaran que no era culpable de todos los cargos, la consciencia misma era su principal verdugo. Él mismo se encargaba de tomar la responsabilidad de cada uno de los cargos. El mismo se condenaba.

Saga miró de nuevo a Shaka con especial atención y recogió otro mechón rebelde tras su oreja, obteniendo de nuevo su mirada vidriada. Sabía él mucho de lo que era sentirse culpable de errores que se cometieron, tratando de hacer las cosas bien o de seguir sus instintos. Marin era la prueba irrefutable de una de sus mayores equivocaciones y reconocía, debía hacerlo, que ella aún estaba enamorado de él. Aún veía un futuro con él. Él la había engañado. Él había sido un impostor y quizás tendría que cargar con ello durante mucho tiempo más, aunque ya no con la culpa que tenía al inicio. Su alguien podía hablarle de lo que era engañar a una mujer, era él.

Fue precisamente Shaka quien le ayudó a darse cuenta que las decisiones pasadas solo debían ser afrontadas sin predicamentos, que todo lo que estorbaba debía ser dejado de lado. Justamente en ese libro que le dio a leer estaba la clave, que sabía Shaka conocía, sabía él entendía, pero que por razones mucho más fuerte que ese razonamiento, no había podido aplicar. No la había puesto en práctica.

—Si ella te ha perdonado, que era digamos la mayor víctima, deberías sentirte al fin en paz—murmuró con suavidad, intentando no ser demasiado descortés con los sentimientos que sabía él estaba anidando dentro de sí. Le pareció en ese momento un tanto irónico que las dos personas que conocían el camino para poder estar bien consigo mismo, no pudieran andar del todo en él. Simmons era el espejo de lo que habría sido de él si seguía negándose a su sexualidad.

Por un momento se imaginó cayendo en las redes del placer con un muchacho mucho menor que él, creyéndose vivo y al final, destruyéndolo a él, o destruyéndose a sí mismo en el proceso. Era como si el ciclo pudiera cumplirse de solo tomarse las mismas decisiones, que este camino ya había sido recorrido por otros tantos más. Pensó en Shaka, e imaginó que habría sido de la vida de él si ese hombre no hubiera interrumpido su camino. Quizás… quizás él se hubiera casado, hubiera buscado lo mismo que él buscaba. Quizás también se hubiera enrumbado a vivir una mentira.

Los ojos del abogado se posaron en él, notando el silencio del rubio que posiblemente no tenía una respuesta a sus palabras. Suspiró.

—Shaka—tomó su mano y la llevó a su boca para besar sus nudillos. Se preguntó en ese momento cuanto había tenido que golpear, cuanto se lastimaron mientras abría su camino desde el fango—, no puedes seguir culpándote más. Ya no, ya no necesitas llevar esa carga. La vida sigue y sé que lo sabes, debemos seguir con ella. Por mucho que queramos no podemos estacionarnos. No tenemos esa opción.

Sus dedos tomaron los de él como si fuera una casta reverencia. Estaban a punto de partir de Londres pero sabía Saga que ese no era el fin, que eso no significaba que Shaka iba a dejar el pasado ya, o que el pasado lo dejaría en paz a él. Estaba incluso muy convencido de que ese no sería el último viaje.

—Yo también cometí errores, gravísimos—continuó, enviándole en su mirada la más sincera apertura de su pasado, de sus miedos y de sus equivocaciones—. Dejé que mi hermano se quedará con el peso de la deshonra mientras yo cómodamente me quedé escondido bajo el cuidado de mi padre. Los engañé a ellos, me engañé a mí, por años. Engañé a una mujer que decidió unir su futuro conmigo, que me creyó y que aún me ama… Golpeé su dignidad como mujer por mi cobardía, la abandoné…—notó la mirada de Shaka hacía a él, comprendiendo a través de su brillo el entendimiento de cada una de sus palabras—. Y ella aún quiere un hijo conmigo…

—Saga…

—No hay modo—continuó, apretando los dedos de él entre su mano—, el daño que hice no hay forma de revertirlo pero ahora solo me queda seguir, conseguir la manera de ser feliz y compartirlo con quienes puedan perdonar mis errores pasados—sus cejas se relajaron, mostraron sobre su faz una expresión suave y amable—. Tú puedes hacerlo también. Piensa que, pese a todo, pudo ser peor. Pudiste acabar como Simmons, y dañar a otro joven Shaka por tratar de vivir lo que te habías negado.

Las palabras certeras de ese hombre lo hicieron reflexionar, lo hizo ver la otra cara de la moneda. Saga pudo ver que estaba logrando algo con su testimonio, que le estaba haciendo ver algo que Shaka, enfocado en ver lo que había obtenido con sus decisiones, no había visto. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado otras decisiones? ¿Si no hubiera ocurrido nada?

Ya que tenía totalmente su atención puesta en él, creyó correcto contarle algo que no le había dicho, que creía no era necesario al menos no aún. Contarle que ocurrió esa noche que él había decidido cambiar el rumbo. La noche después de su altercado.

—Esa noche que me dejaste solo con el libro, luego de leer el prólogo me dije: ¿por qué no? Al menos una pequeña limpieza. Me cansé luego de levantar la primera caja—le confesó, con una leve sonrisa—. No sabía por dónde comenzar. Había tanto desorden que más bien quería era botarlo todo, sin importar que servía o que no. O mejor, cerrar ese lugar y no volverlo a abrir. Dejar que se descompusiera lo que hubiera que descomponerse, que se olvidaran… Y eso hice. Salí de la casa, molesto con mi propia impotencia y cobardía, me interné al auto dispuesto a irme y entonces…

Para Shaka no fue difícil imaginarse a ese Saga, a ese que había conocido en la cena del negocio, saliendo molesto con su camisa a medio acomodar y su corbata colgando, en medio de la noche de Grecia. Lo pudo visualizar, montándose en el auto y arrojando con malestar su maletín al otro asiento, tomando el espejo del auto y entonces, viéndose a sí mismo, en el asiento trasero, vestido con el mismo traje de su matrimonio. Mirándolo como si le pidiera aprobación. Pudo sentir en su piel el escalofrío que él relató sintió tras verse de esa manera.

—Lo primero que pensé es que estaba enloqueciendo—sonrió, bajando la mirada—. Antes de divorciarme, comencé a tener una serie de visiones y de comportamientos obsesivos que daban muestras de mi estress, hasta peleaba con mi camisa porque había una arruga. Según mi psicólogo una arruga en mi camisa era señal de algo que yo no podía controlar… y que precisamente, por no poder controlar mis verdaderos impulsos, trataba de controlar aquello que en la superficie me hacían ver perfecto, aunque no lo era—buscó los ojos del otro hombre, encontrando que daba aprobación a esas palabras—. Pero lo miré, miré esa imagen, me miré a mí mismo y me pregunté ¿Lo hubiera hecho de otra forma? Si mi yo de ahora iba a ese momento y le decía que estaba por cometer el peor error de mi vida, que hablara con Marin, que le dijera que mi despedida de soltero fue acostarme con tres hombres… ¿lo hubiera hecho? Supe que no… que no lo hubiera hecho. Simplemente el pasado no se podía cambiar—intensificó su mirada luego de encoger sus hombros—. Entonces, me hice la pregunta inversamente. Él me preguntó: ¿Lo seguirás haciendo de la misma forma?

—¿Y qué le respondiste?—preguntó, totalmente embebido en la historia, concentrado en los detalles. El griego le sonrió y llevó una mano para acariciar el mechón que se mecía sobre su nariz.

—Qué primero tenía unas cajas que arreglar, comida por botar, polvo que sacudir—el rubio sonrió, esforzándose por no reír tras la soltura con la que Saga hablaba, con la naturalidad de sus gestos y de sus expresiones—. Seguía sin saber por dónde empezar, pero al menos ya estaba convencido que tenía que empezar con algo.

—¿Crees que no he empezado?—se atrevió a preguntar el rubio, con la mirada más transparente que Saga había visto en él, en su vida. Le pareció que en ese momento Shaka era tan fácil de leer que solo necesitaba un vistazo para conocer todo en cuando había vivido.

—Creo que ya estás muy adelantado. Para mí siempre me has parecido como si todo ya estuviera en orden en tu vida solo que, quizás, debajo de la cama o en el armario guardaste una caja que no supiste que hacer con ella o que no te atrevías a tocar.

Esa era una forma muy sencilla de verlo. A Shaka le parecía más bien tener un freezer lleno de cadáveres al lado de su cama, oculto tras un mantel de colores, con sus títulos, sus logros y su orgullo sobre él… La razón por la que no había dejado entrar a nadie más, para que no se diera cuenta de lo que estaba allí, guardado. Para que no se espantará al conocer los cadáveres de sus sueños embalsamados y guardados como una reliquia de nunca olvidar… pudriéndose lentamente.

—Vamos, ya tenemos el vuelo a las siete de la noche—sonrió con algo de pesar, asintiendo tras sus palabras—. Tranquilo, si hace falta volver, volveremos.

“Volveremos” quizás esa había sido la palabra clave de todo en ese momento. La certeza de que habían muchas cosas que arreglar aún y que tomaría tiempo hacerlas. La evidencia de que no todo estaba en orden, que tenían que seguir con ello. Pero la esperanza de que ahora lo harían juntos. Shaka agradeció, en silencio, esas palabras.

Volveremos…

Con esa palabra en su mirada al frente, no le costó cuando llegó la hora el tomar su equipaje y despedirse efusivamente de aquella familia. Abrazó por una vez más al pequeño Moises, y luego a su madre que le daba entre sus pequeños besos una palabra de aliento y deseos de un buen destino. No estaba abandonando una familia, no estaba abandonando el camino que había ido a recorrer esperando algo. Tampoco se estaba yendo totalmente con las manos vacías. Parecía que todo el panorama hubiera cambiado en base a esa aseveración.

 

Volvería, sí… el río siempre vuelve a su origen. Siempre recuerda, siempre reencarna.

Esas palabras fueron escuchadas en un eco mudo dentro de su ser cuando se encontró de frente con la cálida mirada del anciano. Dohko le sonrió con una dulzura fraternal, comprendiendo que pese a la vista anterior ahora se encontraba mejor. Podía dejarlo ir más tranquilo, podía dejarlo con la seguridad de que Shaka ya no era el mismo que había dejado partir unos años atrás a Grecia, solo, con tantas piedras siendo sacudidas por sus corrientes. Era distinto y no estaba solo. Estaba más fuerte y más saludable. Y dispuesto… y so era la principal de todas las cosas que pudo recuperar Shaka en ese viaje. La disposición de seguir, de soñar… de amar.

El abrazo entregado estuvo lleno de calidez, de tanta, que Shaka estuvo a punto de soltar el nudo en la garganta que había estado acumulando por quizás años. Le respondió la efusividad tomando con sus palmas los ancianos huesos del hombre que había sido más que un guía, un segundo padre, un abuelo. Le agradeció en su mudez la más fascinante abnegación que le tenía. Sus canas valían oro y cada arruga de su piel era un tesoro de vida que si pudiera, Shaka preservaría para siempre. El anciano que veía al rio seguir ahora tenía que darle de nuevo una despedida.

Londres seguía lloviendo.

Las aguas rodaban por las calles, la visibilidad en la noche comenzaba a hacer difícil la tarea de conducir. Caía tanta agua que parecía que el cielo se había ahuecado. Ante el clima y por el frío, Saga le tomó la mano al decorador, la tomó afirmando sus dedos, frotándolos sobre los guantes. Las tomó dispuesto a no soltarlo.

Notas finales:

Gracias a todos los que aún leen y estan esperando por el final de la historia. Para los que han leido Cruce, les digo, Color ha tomado también su propio rumbo. Ya no soy yo la dueña de sus acciones. Él está dominnado todo y los personajes decidiran su destino.

Comenzó la cuenta regresiva...

Espero que la sigan conmigo...


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