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Competencia de verano por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Bueno, esta vez me he retrasado un poco más, pero es que llevo unos días bastante ocupada. De todas maneras no quiero descuidar el fic por mucho tiempo, así que a la mínima que pueda me encontraréis por aquí actualizando ^^

 

Disclaimer: por ahora, KH Reborn es propiedad de Akira Amano

Pairing: principalmente 1859 HibaGoku,  también RebornxLambo y puede que otros más adelante.

 

***************

 

No soy un herbívoro

 

Avanzaban a paso ligero por las calles de la cuidad, que a esas horas de la madrugada permanecían desérticas. En poco más de una hora centenares de trabajadores se dirigirían apresurados a sus puestos de trabajo, pero en esos momentos Namimori presentaba un aspecto bastante lóbrego, con sólo unas pocas ventanas iluminadas y algunas sombras fantasmagóricas que arrancaban las farolas como única compañía.

Caminaban el uno junto al otro en un tácito silencio, Gokudera con las manos en los bolsillos y un cigarrillo que todavía no había encendido colgando descuidadamente de los labios, Hibari jugueteando con una de las tonfas que había sacado de algún lugar secreto de su inseparable chaqueta negra. El peliplateado se estaba planteando romper el incómodo silencio con alguna pregunta estúpida- empezaba a sentir curiosidad por si tendría otra ropa a parte del uniforme escolar- cuando Hibird apareció al doblar la esquina, canturreando atolondradamente el nombre de su dueño.

El pájaro se posó sobre el hombro del moreno y aleteó un par de veces con aspecto excitado antes de empezar a volar ante ellos. Hibari apretó los labios en un gesto de desagrado. No era normal que su mascota se mostrase tan agitada estando en su presencia, algo debía estar rompiendo las normas en aquella dirección, que precisamente parecía ser el mismo lugar al que ellos se dirigían. Aceleró el paso, consciente de que no podía tratarse de una casualidad, y no tardó en llegar frente a la estación de trenes, punto de reunión habitual para un considerable número de taxis. La imagen que apareció ante él le hizo agriar todavía más la expresión.

Varios conductores formaban un corrillo que parecía de lo más alterado y ofendido, a pocos metros de sus taxis que presentaban un aspecto lamentable. Los cristales estaban fragmentados, las ruedas habían sido arrancadas de su sitio y los chasis presentaban importantes abolladuras.

-¿Pero qué coño...?- empezó a preguntar Gokudera, pero Hibari se le adelantó, situándose frente a los taxistas con los brazos cruzados sobre el pecho y actitud hosca.

-¿Quién ha hecho esto?- exigió saber.

-Un grupo de mujeres enmascaradas- respondió uno de los taxistas-. Aparecieron hace un rato, nos sacaron a la fuerza de los coches y los han destrozado todos. La policía está tratando de localizarlas.

Hayato frunció el ceño. Sabía que Cervello tenía la mala costumbre de fastidiar a los participantes de sus juegos, pero involucrar de aquella manera a civiles inocentes le parecía por completo fuera de lugar.

-Vooooi, los taxis tienen una apariencia muy extraña aquí en Japón- bromeó Squalo, que se dejó caer desde el tejado del edificio-. Tú, dime donde se encuentra la próxima estación más cercana- preguntó a uno de los hombres, al tiempo que le amenazaba con la espada.

Su intento de intimidación perdió todo su efecto cuando el espadachín fue derribado de una patada en el trasero.

-Te he dicho que dejes de gritar mientras todavía esté adormilado, pedazo de mierda- gruñó Xanxus de especial mal humor-. Y consigue un coche de una maldita vez, no estoy dispuesto a dar un paso más- aseguró mientras se recostaba contra la pared con actitud altiva.

-Voooi, si tanto te cuesta mover el culo consigue un coche tú mismo- se indignó Squalo. Pareció entonces reparar en la presencia de Gokudera y Hibari y les señaló descaradamente-. Jefe, ¿debo aniquilar a los mocosos Vongola?

Kyouya pareció por primera vez interesado en los recién llegados, colocando la tonfa con la que había estado jugueteando en posición de ataque. Decían que aquellos dos eran los más fuertes de Varia, no estaría mal darles una lección de humildad y enseñarles a no perturbar el orden en su territorio.

El disparo de Xanxus hizo que el espadachín tuviese que saltar apresuradamente para seguir conservando los dos pies.

-Idiota, ¿acaso tienen algo que ver con nuestro objetivo?- inquirió su jefe de manera retórica- Deja de perder el tiempo con estupideces y busca un lugar mullido en el que pueda acomodar mi trasero- exigió, amartillando nuevamente el arma.

Aquello debió acabar con la paciencia de Squalo porque no tardaron en empezar a golpearse el uno al otro ante la aterrada mirada de los taxistas. Gokudera suspiró y se dijo que no eran el único grupo con problemas internos. Hibari, por su parte, parecía dispuesto a comenzar una masacre, pero finalmente optó por ignorar el amontonamiento a su alrededor y dedicarse a cuestiones más prácticas. Cruzó la calle, se situó ante un coche de color negro y golpeó la ventanilla con su arma. Hayato contempló atónito como se agachaba bajo el volante y, después de toquetear un par de cables, conseguía que el motor se pusiera en marcha. Sabía que la actitud del comité disciplinario se parecía sospechosamente a la una pandilla de delincuentes, pero verle robar con esa soltura un coche no dejaba de sorprenderle. El moreno le dedicó una mirada de impaciencia desde el asiento del conductor.

-¿Piensas seguir retrasándome mucho rato, herbívoro?- inquirió de manera mordaz.

Gokudera chasqueó la lengua con fastidio y corrió a sentarse junto a él. Se sujetó de manera instintiva al sillón cuando el coche se puso en marcha a toda velocidad. La calle estaba repleta de vallas con letreros de prohibido el paso que no debían haber llegado hasta allí de casualidad.

-Hibari... ¿estás seguro de que puedes conducir?- preguntó cuando sorteó por los pelos uno de los obstáculos.

-No legalmente- fue la escueta respuesta, lo que consiguió que el peliplateado se aferrase con más fuerza a su asiento y cerrase los ojos cuando le vio acelerar contra una barrera que no recordaba haber visto en esa calle cuando iban de camino a la estación-. Pero parece que por hoy tendremos que dejar de lado esos pequeños detalles.

Gokudera no se atrevió a abrir la boca en todo el trayecto, temiendo distraer a su improvisado conductor. Finalmente el coche se detuvo en lo que parecía ser el pie de una frondosa montaña.

Hayato salió al exterior y contempló el camino de tierra y piedras que se adentraba en la espesura. A partir de ahí tendrían que seguir a pie. Prendió finalmente el cigarrillo, preparado para lo que pudieran encontrar.

-Ahora empieza la diversión- comentó con un atisbo de sonrisa mientras dejaba escapar el humo.  

Hibari toqueteó algo que hizo detener el coche y se adelantó con paso decidido, sin molestarse en decirle nada. Gokudera chasqueó la lengua, irritado ante esa actitud y le siguió a desgana.

El sol ya había ascendido por completo y se filtraba entre los árboles ofreciéndoles una visión clara de su alrededor. Todo se veía despejado y en calma, pero a pesar de ello los dos guardianes avanzaban con desconfianza, como si en cualquier momento el bosque fuera a volverse contra ellos. Esa imprecisa sensación de peligro parecía hacerse más intensa conforme más se adentraban en la espesura, llegando a ser tan intensa que Hibari ni siquiera protestó cuando Gokudera se acercó más de lo que él consideraba prudente, resignándose a su innecesaria cercanía.

De repente los dos se detuvieron. Nada había cambiado, fue simplemente una reacción instintiva que les llevó a ponerse alerta de manera inconsciente. Como si se hubieran coordinado, uno giró a la derecha mientras el otro volteaba a la izquierda, haciendo que sus espaldas se rozaran.

-¿Lo has sentido, herbívoro?- preguntó el moreno.

Gokudera asintió con gravedad. Todavía no se veía nada, el bosque continuaba en aquella quietud que empezaba a resultar antinatural, pero podía notar que el ataque sería inminente en la boca del estómago.

-Parece que ha llegado nuestro comité de bienvenida- añadió cuando por fin un puñado de sombras empezó a rodearlos.

No tenía tiempo de contarlos mientras avanzaban implacables hacia ellos, pero debían rondar la veintena y seguían llegando desde el interior del bosque. Hibari no parecía tener intenciones de moverse para evitar que le rodeasen, y se dio cuenta de que estar junto al guardián de la nube le contagiaba esa sensación de calmada confianza. Si estuviera solo lo más probable fuera que ya hubiese empezado a moverse y a atacar como el vendaval que solía ser, pero la cercanía del moreno le proporcionaba una agradable sensación de seguridad que su cuerpo parecía reticente a abandonar.

No fue hasta que sus agresores estaban a pocos metros que pudieron distinguir su aspecto con claridad. Tenían forma indudablemente humanoide, pero su altura y constitución enormes dejaban claro que se trataban de algo más que un simple humano. Las máscaras que tenían por cara, las manos de hierro articulado que asomaban bajo las desgastadas prendas de ropa y aquel inconfundible sonido metálico que chirriaba con cada uno de sus pasos recordaban inevitablemente a Gola Mosca.

-Mierda- masculló Gokudera. Parecía bastante obvio que se trataba de una unidad de aquellas máquinas de guerra que el ejército tanto se había esforzado por ocultar, pero su aspecto era ligeramente distinto de Gola Mosca o de los King Mosca a los que se habían enfrentado con anterioridad- ¿Cómo vamos de tiempo?- preguntó.

No le asustaba pelear contra ellos, a fin de cuentas habían encontrado la manera de acabar con sus dos prototipos anteriores, pero conocía muy bien la persistencia de esos trastos. Más que temer por sus vidas temía que pudieran retrasarles lo suficiente como para quedar descalificados del torneo.

-Algo más de tres cuartos de hora para las ocho- respondió el moreno tras consultar el reloj.

Gokudera frunció el ceño. Parecía que todavía les quedaba un rato para llegar a su destino así que si no querían arriesgarse tendrían que acabar con aquello de manera rápida. Hizo aparecer un cartucho de dinamita entre cada uno de sus dedos y se lanzó hacia adelante sin preocuparse por su retaguardia. Sabía que Hibari era una pared infranqueable que entretendría a muchos de ellos y le daría un buen margen de movimiento, así que se concentró en su parte de la pelea.

Kyouya volteó la cabeza cuando sintió que el peliplateado se despegaba de su espalda y le siguió con la mirada, sin inquietarse de los oponentes que estaban cada vez más cerca. Conocía la fuerza descomunal de aquellas máquinas de matar y aunque en una situación normal no le preocuparían- él era demasiado fuerte para que le pasara algo y los demás por norma general no le importaban-, su parte del trato con el bebé incluía mantener a salvo a su compañero. Alzó un brazo sin apenas ser consciente para descargar un golpe sobre el adversario que se había lanzado sobre él. La cabeza del robot salió despedida varios metros mientras su mirada continuaba centrada en Gokudera. Le vio recibir de manera estúpida un golpe mientras su otra tonfa hacía al fin su aparición y, sin demasiado esfuerzo, partía por la mitad a su segundo oponente. La poca atención que puso en ello ocasionó que no se apartase a tiempo, y la lluvia de chispas cayó sobre su preciada camisa de instituto, provocando una mancha de color negro a la altura del pecho. Hibari frunció el ceño molesto mientras la quemadura se esparcía durante una fracción de segundo antes de apagarse. Si no hubiese tenido que estar pendiente del maldito herbívoro jamás habría tenido un descuido como ese, así que tras comprobar que parecía relativamente capaz de manejar la situación por si mismo decidió concentrarse en los Mosca que se amontonaban a su alrededor. Aunque fueran simples robots sin alma no estaba dispuesto a pasar por alto el hecho de que se presentaran en manada ante él.

Pronto estuvo rodeado de una montaña de brazos metálicos, cables y lentes destrozadas que parecían acumularse a su alrededor. De nada servía que disparasen sus armas en ráfaga o que intentasen atacarle de dos en dos, siempre que se adentraban en lo que Kyouya consideraba su espacio personal acababan reducidos a un montón de chatarra. Y a pesar de todo continuaban apareciendo uno tras otro, como si no tuviesen fin. La vista se le fue de manera involuntaria tras Gokudera cuando le vio pasar por tercera vez frente a él, con una de las máquinas de guerra pegada a sus talones. No acababa de entender exactamente qué estaba haciendo el peliplateado, corriendo de manera atolondrada entre todos los Mosca sin tener apenas tiempo para esquivar los golpes que le propinaban desde todos los costados. Frunció el ceño sin darse cuenta cuando uno de aquellos artefactos puso en marcha su propulsor y se preparó para embestir a Gokudera, que en ese instante estaba acorralado entre dos oponentes más. Si permitía que se le acercase no podría evitar el daño.

-Cuidado herbívoro- advirtió. Era bastante extraña esa sensación de estar constantemente pendiente de otro, llevándole a hacer cosas que hubiera considerado imposibles. Antes de que pudiera procesar que había lanzado la advertencia en voz alta como si estuviera ridículamente preocupado, su cuerpo ya se estaba moviendo en dirección a él.

Hayato saltó hacía atrás para esquivar la embestida del Mosca que se le acercaba volando, lo que le hizo ir a parar de pleno sobre el adversario que se encontraba tras él. Su espalda chocó contra el duro pecho metálico y los brazos mecánicos no dudaron en rodearle en un abrazo de acero que casi le cortó la respiración. A penas había tenido el tiempo justo para levantar la mano derecha y librarla de aquella férrea prisión, pero haberlo conseguido le dejó un agradable regusto de triunfo.

Por algún motivo la advertencia de Hibari había tenido un efecto extraño en él, como si la descarga de adrenalina de la pelea le hubiera hecho reaccionar. No terminaba de comprender que le estaba pasando estos últimos días cuando se encontraba cara a cara con el guardián de la nube, pero no estaba dispuesto a dejar que sus insignificantes problemas personales le afectaran. Él no era así, él nunca permitía que otros se preocupasen por él y mucho menos consentía que le hablasen así. Y parecía que iba siendo hora de hacer que aquel guardián malcriado lo notase. Alzó la cabeza para dedicar al moreno una mirada desafiante.

-Tengo nombre- espetó de visible mal humor, cansado de que no parase de dirigirse a él de aquella manera despectiva. Abrió durante un instante la palma de su mano para dejarle ver un pequeño aparato que parecía un mando-. Y ni siquiera soy herbívoro- gruñó al tiempo que apretaba el botón.

Se escuchó un agudo pitido y todo su alrededor se convirtió en una oleada de explosiones que atronó de forma ensordecedora. Las pequeñas cargas que había estado poniendo en todos los Mosca detonaron cuando accionó el mando a distancia, haciendo que todos cayesen al suelo al tiempo, completamente inutilizados. No había pensado que tendría que utilizar aquella técnica tan pronto, pero había valido la pena sólo por ver la expresión de sorpresa en el rostro de Hibari, quien se mostraba inesperadamente impresionado.

La mueca de superioridad le duró a Hayato el segundo que tardó en notar la presión en su torso. Por un instante se había olvidado de que no había colocado carga explosiva en el Mosca que le mantenía aprisionado así que cuando sus brazos le apretaron para aplastarle los músculos, los dientes le rechinaron de puro dolor. Detonar uno de sus cartuchos tan cerca hubiera resultado demasiado peligroso, así que había escogido a una de las máquinas al azar y había decidido que ya pensaría como librarse de él una vez que todos los demás estuviesen derribados. Pero era difícil pensar cuando la vista empezaba a nublarse y tenía la impresión de que sus costillas se astillarían de un instante a otro. Se escuchó un golpe seco y los brazos del robot cayeron inertes a los lados del cuerpo.

La repentina liberación hizo imposible que Gokudera mantuviese el equilibrio, cayendo de rodillas sobre la tierra mientras respiraba con dificultad. Se llevó una mano al pecho, como si tuviera que asegurarse de que todo continuaba en su lugar. La zona donde el Mosca le había sujetado le ardía de manera intensa, y estaba seguro de que un rato más tarde tendría un impresionante moratón rodeando todo su torso. Lo primero que enfocaron sus ojos cuando se le aclaró la visión fueron los impecables zapatos de Hibari, que se encontraba de pie frente a él.

-Así que crees que no eres un herbívoro- comentó distraídamente Kyouya, quien todavía sostenía entre las manos la cabeza de la última máquina. Su tono y expresión mostraban el mismo aparente desinterés de siempre, pero el brillo intenso en su mirada azulada denotaba que la actuación de Hayato había conseguido despertar su curiosidad-. Bien, demuéstramelo durante este estúpido juego y quizás sea capaz de recordar tu nombre- ofreció con una mueca de burla.

Gokudera le vio alejarse con la actitud altiva y egoísta de siempre, como si dejar atrás a un compañero herido no representase la menor preocupación para él. Aún y así, aminoró la marcha al darse cuenta de que el peliplateado no le estaba siguiendo el paso y chasqueó la lengua con fastidio mientras aguardaba a que llegase hasta él. Hayato apretó los dientes para ignorar el dolor y se puso en marcha, sin poder evitar que un atisbo de sonrisa asomara a sus labios por aquellas últimas palabras.

Afortunadamente no se encontraron con más obstáculos durante el resto del camino y no tardó en aparecer ante ellos un vallado eléctrico que se perdía hasta donde alcanzaba la vista. Caminando unos pocos minutos más llegaron hasta una puerta custodiada por dos miembros de Cervello que les recibieron sin rastro alguno de emoción. Comprobaron sus chapas identificativas antes de permitirles pasar.

-7 horas 46 minutos. Hibari Kyouya y Gokudera Hayato califican para la participación en la Competencia de Verano- anunció una de las mujeres, abriendo la puerta para permitirles el paso.

La reja no había terminado de desplazarse aún cuando Hibari asestó un imprevisto golpe a una de las jueces, arrojándola violentamente al interior del terreno de juego.

-Aún no había tenido ocasión de agradeceros por intentar envenenarme- comentó de manera apática el moreno, mientras caminaba lentamente hasta la mujer tendida en el suelo-. Ni por alterar el orden en los alrededores de mi escuela- añadió. Más que estar realmente enojado, parecía que actuara por simple obligación, como si estuvieres decidido a hacer lo que se debía aunque no le interesara demasiado. Se dispuso a descargar su tonfa por segunda vez, pero la otra miembro de Cervello interceptó el movimiento. Aunque no tenía la fuerza suficiente para pararlo, sí consiguió atraer su atención y el arma se detuvo a medio recorrido.

-Hibari Kyouya, absténgase de venganzas personales hasta el fin del juego si no quiere ser descalificado- advirtió.

El guardián de la nube masculló algo incomprensible e hizo desaparecer la tonfa en el interior de su chaqueta.

-Tan problemático como siempre- rió Yamamoto entrando por la puerta abierta-. Sabía que esas explosiones tenían que ser cosa vuestra- añadió saludando a Gokudera con su sonrisa habitual.

-Ese golpe ha sido extremo- gritó Ryohei-. Estás tan en forma como siempre, Hibari-kun- le alabó con aprobación.

-7 horas 49 minutos, Sasagawa Ryohei y Yamamoto Takeshi califican para la participación en la Competencia de Verano- notificó la Cervello que todavía permanecía consciente-. Por favor, que cada uno de los equipos tome un mapa al azar- indicó señalando una pequeña urna-. En él encontraréis la disposición del terreno de juego y su división en cuadrantes. Uno de ellos estará señalado con un círculo en rojo. Cada pareja debe dirigirse al cuadrante que le ha sido asignado y encontrarse en él cuando las alarmas suenen marcando el inicio de la competencia- expuso sin inmutarse cuando un grupo de tres mujeres idénticas apareció junto a ellos. Dos retiraron a la compañera herida mientras la última ocupaba su lugar, todo ello sin que se detuviese la explicación-. Eso será a las doce del mediodía. Desde ese instante podéis moveros con libertad para cumplir vuestros objetivos. Una vez lo consigáis el jurado se pondrá en contacto con vosotros para saber si deseáis salir del terreno de juego o permanecer en él hasta el final.

-Bien, escogeremos mapa al extremo- se emocionó Ryohei, sacando uno de los folletos.

-Estoy seguro de que todos hemos llegado a tiempo- dijo Yamamoto, quitándole el plano al guardián del sol y mirando hacia donde debían dirigirse-. Nos vemos dentro de cinco días, Gokudera, Hibari-kun. Os invitaré a sushi para celebrar nuestra victoria- se despidió de buen humor.

A Hayato no le sorprendió ver que Hibari ya había tomado uno de los mapas y se había puesto en marcha dejándole simplemente atrás. Encendió un nuevo cigarrillo y corrió hasta alcanzarlo. Si le hubieran preguntado ayer, habría dicho que cinco días junto a Hibari le resultarían horriblemente largos, pero mientras escuchaba al moreno refunfuñar algo acerca de la facilidad de los herbívoros para aprovechar cualquier ocasión para socializar estúpidamente, no pudo evitar volver a sonreír, esta vez de manera más abierta. Estaba decidido a conseguir que en esos cinco días las cosas cambiaran entre los dos. Y entonces ya no importaría si era diez años en el futuro o el momento presente, porque cuando Hibari le mirase no vería a un simple herbívoro al que despreciar. Vería solamente a Gokudera Hayato.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y seguir animándome con vuestros comentarios ^^


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