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Competencia de verano por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano... pero no desisto, en algún momento acabaré secuestrando a Gokudera, a Hibari, y a una larga lista más.


Pairing: 18x59, RxL


Notas: Buenas. Vuelvo a la carga una semana más. Por si a alguien le interesa, actualizaré los jueves. No le queda mucho al fic, pero por si alguien lo quiere seguir ^^


 

Sueños traicioneros

 

El amanecer le sorprendió con Uri todavía acurrucado en su regazo. Al ver que el día empezaba al fin a clarear, Hibari se puso de pie y dejó escapar un pesado bostezo. Esa noche tampoco había dormido nada. Todavía seguía molesto por el modo en que Gokudera había interrumpido su pelea, y eso sin tener en cuenta que el maldito herbívoro no había parado de murmurar en sueños algo que no alcanzaba a entender.

Se puso en pie, acercándose a él con la mirada afilada. Era irritante. Y ruidoso. No tenía ningún respeto por las normas y no se dejaba intimidar por él. Y a pesar de todo, de alguna manera había conseguido traspasar el muro que Hibari interponía entre el resto del mundo y él. Lo supo la noche anterior, en cuanto sintió como le sujetaba para detener su pelea con Dino.

Cuando perdió a sus padres en aquel accidente, muchos años atrás, se había asegurado de escudarse tras un carácter duro y fuerte que no le permitiera encariñarse de nuevo con nadie más. Se había acostumbrado tanto a detestar la presencia de otros que hasta sentía un desagradable escalofrío en el momento en que alguien se acercaba unos pasos de más a él. Pero eso no había pasado. Hacía tiempo que no le pasaba con él.

Suspiró hastiado. Los Vongola a menudo conseguían tambalear su coraza cuando se encontraban cerca; Gokudera Hayato la había resquebrajado por completo. No había notado su presencia hasta que le habían sorprendido sus manos alrededor de su cuerpo, levantándole con total tranquilidad. El herbívoro rebelde tenía aquella mala costumbre, acercarse de forma despreocupada como pocas personas se atrevían a hacer. No tenía ninguna clase de respeto por sus peleas, en las que se entrometía sin pensar. Se recostaba sin preocupaciones contra él cuando su cuerpo le fallaba y necesitaba ayuda. Incluso se ofrecía a hacer lo mismo por él, refunfuñando y a regañadientes, aún cuando nadie se lo hubiese pedido.

Había llegado hasta donde el herbívoro dormitaba y se había agachado junto a él, contemplándole en lo que parecía un sueño calmado. Antes de ser consciente de lo que hacía, enterró la mano en sus cabellos, apartándolos de la cara con suavidad.

-Supongo que me gustan los gatos, después de todo- susurró con aspecto distraído. Significara aquello lo que significara.

-¿Hibari?- Gokudera hizo un esfuerzo por entreabrir los ojos. Le había parecido que alguien le acariciaba. Al instante se dio cuenta de que eso era imposible, así que se incorporó de golpe, mirando a su alrededor. Uri estaba justo a su lado, observándole con sus ojos de llamas rojizas. Se restregó mimoso contra él y volvió a adoptar la forma de anillo.

-Es de día, herbívoro- murmuró Hibari, que estaba a pocos pasos de él- Empezaba a creer que tendría que golpearte para despertarte- se quejó. Rebuscó algo en su mochila y le ofreció algunas de las provisiones que había cogido antes de salir de casa.

Gokudera mordisqueó una de las galletas, sin molestarse a contestar a la ofensa. Se estaba acostumbrando a su manera de despertarle, protestando al mismo tiempo que le ofrecía el desayuno. Al menos parecía que se le había pasado el mosqueo del día anterior. Mientras los dos comían en silencio se quedó mirando al mayor con evidente preocupación. Las ojeras que lucía empezaban a tener un tono alarmantemente oscuro.

-¿Has dormido algo esta noche?- preguntó. Estaba seguro que no lo había hecho en los tres días que llevaban juntos.

Hibari se limitó a chascar la lengua y ponerse la mochila, listo para partir.

-Hibari... necesitas dormir...

-No necesito que un herbívoro me diga lo que tengo que hacer.

Hayato dejó escapar un suspiro. Cada mañana le hacía la misma pregunta, y cada mañana la respuesta era un molesto “hn”. Empezaba a estar preocupado, pero sabía que a Hibari no le haría ninguna gracia que lo expresara en voz alta, así que se limitó a recoger sus cosas y seguirle con resignación.

 

OoOoOoOoOo

 

-¿Re... re... bo... born?- inquirió Lambo cuando el moreno se acercó a él más de lo que parecía necesario.

-¿Piensas seguir tartamudeando mi nombre como si fueras idiota?- gruñó el hitman, claramente de mal humor-. Ah, espera, eres idiota. Una vaca idiota que se comporta como si fuera idiota- añadió innecesariamente.

Lambo puso un poco de distancia entre ambos, como si su vida dependiera de ello.

-Es que aún no me he acostumbrado a que hayas vuelto a tu forma original- protestó avergonzado- Hace unas semanas no eras más que un inofensivo bebé- se defendió. Se cuidó mucho de añadir que ese cuerpo que tenía ahora le provocaba escalofríos... y no tenía del todo claro que fueran de miedo.

-¿Inofensivo bebé?- repitió Reborn. En un primer momento se quedó pasmado pero en seguida apareció una vena palpitando en su frente, clara señal de su enojo. Mientras había sido un arcobaleno, todos a parte del dame de Tsuna se habían cuidado mucho de no llamarlo bebé; y nadie, nunca, en ninguna circunstancia, se había atrevido a llamarle inofensivo en su vida. Sujetó a Lambo de las solapas de la camisa y lo atrajo hasta él, mirándolo con los ojos entrecerrados- ¿Inofensivo?- repitió, deletreando con lentitud cada una de las sílabas- ¿Quieres que comprobemos lo inofensivo que soy?- inquirió.

Estaba muy cerca. Demasiado cerca, pensó Lambo, sintiendo el estremecimiento que le subía por la espalda. Notaba su aliento acariciarle la nariz. Maldito Reborn que siempre le intimidaba. Cuando tenía forma de bebé era molesto, ahora que era un adulto era aterrador. Aunque al menos hacía un par de años que había dejado de ignorarle, se dijo.

-Ya basta, Reborn- pidió, soltándose de su agarre. Intentó alisar un poco las arrugas allá donde el hitman le había sujetado, aunque sin demasiado éxito. Dejó escapar el aire, resignado, y optó por desabrochar un par de botones, intentando disimular el desastre- Además, estamos en el mismo equipo... ¿qué me puedes hacer?- cuestionó. Todavía estaba colocando bien las solapas cuando de repente el mundo se puso patas arriba. Literalmente. No fue hasta que sus huesos dieron contra el suelo que se dio cuenta de que Reborn le había tirado- ¿Qué...?- empezó a preguntar, pero se quedó sin palabras cuando el moreno se posicionó sobre él, sentándose a horcajadas. Reborn estaba temblando en un intento de contener su ataque de temperamento y él no se atrevió a moverse por lo que pudiera pasar.

-Escúchame bien, vaca estúpida- murmuró, sujetándole de nuevo por la camisa y acercándolo hasta él para asegurarse de que tenía toda su atención-, deja de provocarme. No me obligues a mostrarte las mil y una maneras en las que te puedo humillar, ¿entendido?

Lambo tragó saliva y asintió sin protestar. Cuando Reborn se quitó de encima suyo todavía tenía el corazón a mil por hora. Por primera vez había visto algo más que simple odio en su mirada. Estaba enfadado, de eso no le cabía duda, pero en el fondo de aquellos ojos negros había algo más. Algo que su instinto le decía que podía ser mucho más peligroso.

-¿Aún sigues en el suelo, vaca estúpida?- masculló mientras empezaba a andar sin mirar atrás.

-Voy, voy- replicó, levantándose y apresurando el paso.

Puede que fuera peligroso pero, como todo lo que tenía que ver con Reborn, era algo de lo que no podía escapar. Como si fuera atraído por un imán, se limitaba a gravitar hacia él.

 

OoOoOoOoOo

 

Hibari se asomó entre los árboles. Llevaban un rato subiendo por una colina que acababa en una especie de precipicio boscoso.

-¿Ves algo?

Tras la pregunta, Gokudera se asomó sobre su hombro para mirar él mismo. El moreno frunció el ceño ante su cercanía pero no dijo nada.

-Veo a dos herbívoros- respondió al ver a dos miembros del equipo de Enma-. Son tan débiles que no merecen ni que me moleste en morderles. Volvamos- anunció.

El peliplateado asintió y desanduvieron la subida. Ningún Shimon tenía la llama de la niebla y el precipicio se las traía como para bajarlo innecesariamente, así que regresaron sobre sus pasos algo más de medio kilómetro y tomaron la bifurcación que torcía a la derecha. Por allí la zona era bastante plana, aunque seguía bien poblada de árboles.

-Haaa, que aburrimiento- protestó Gokudera, al tiempo que se desperezaba. En todo el día sólo habían tenido un par de encuentros y no podía decirse que hubieran sido muy interesantes-. Creo que nos vendría bien una buena pelea.

En respuesta a su comentario se escuchó desde lo alto de los árboles una conocida risa.

-Shishishi… Hoy me siento generoso así que eres afortunado, mocoso: el príncipe va a conceder tu deseo- dijo Belphegor, que se plantó de un salto ante ellos, seguido por un Fran que bostezaba con aburrimiento.

-No quiero que alguien de mi edad me llame mocoso, príncipe bastardo- replicó Gokudera, que no tardó en hacer aparecer varios cartuchos de dinamita entre los dedos.

-Oh, por fin alguien interesante- se mostró complacido Hibari, los ojos brillando de expectación.

Sin necesidad de decir más, unos y otros se lanzaron al ataque. Los cuchillos volaban de un lado a otro y se clavaban en los árboles aquí y allá. Belphegor se movía a la velocidad del rayo, recuperándolos, revoloteando alrededor de ellos, lanzando sus armas en todas direcciones. Al menos cuando las tonfas de Hibari le concedían un momento de descanso gracias a la intervención de Fran que, a decir verdad, no era mucha. No parecía demasiado interesado en la pelea. Al menos hasta que Gokudera dejó de perseguir a Bel y se lanzó a por él. Entonces Fran soltó un chillido y empezó a correr alrededor de ellos.

-No huyas, rana estúpida- exigió el peliplateado, siguiéndole a pocos pasos. La chapa de la niebla brillaba en el pecho de Fran. Parecía que Hibari estaba demasiado enfrascado en su pelea para acordarse, pero él tenía muy presente su objetivo.

-Bel-senpai, el chico de la tormenta que te dio una paliza la última vez me está persiguiendo- gimoteó Fran.

-Calla, maldita rana- Bel interrumpió un momento su pelea con Hibari para lanzar una andanada de cuchillos a su compañero- No me dio ninguna paliza, ¿me oyes?

-Eso no es lo que dijo el idiota de Levi-senpai- objetó Fran, sin inmutarse por el ataque. Ni si quiera se molestó en esquivar.

-Levi es hombre muerto- afirmó el príncipe con su sonrisa más retorcida.

La distracción le costó cara, porque el moreno aprovechó para asestarle tal golpe que Belphegor salió volando varios metros, empotrándose contra un árbol que se tambaleó peligrosamente. Se puso en pie y se tocó la mejilla, allí donde Hibari le había golpeado. Fue en ese momento que se dio cuenta de que estaba sangrando por la comisura de los labios.

-Sangre…- murmuró- La sangre real, shishishi- rió desquiciado.

-Cuidado Hibari, ahora es cuando se pone todo psicópata y se vuelve peligroso- advirtió Gokudera.

-Tsk, no necesito tu ayuda- replicó el líder del comité disciplinario, acercándose peligrosamente a su presa.

-¡La sangre real!- repitió Bel fuera de sí, y lanzó un ataque tan brutal que Hibari apenas tuvo tiempo de esquivarlo. De hecho, uno de los cuchillos le rozó la mejilla, provocándole un corte superficial.

Hayato supo que algo iba mal en ese mismo instante. Había peleado con los dos y sabía que Hibari era más ágil. No debería haber tenido problema para esquivar ese ataque tan simple. Fue entonces cuando se fijó en los movimientos de su compañero. Alguien que no le conociera bien no se habría dado cuenta, pero el guardián de la nube estaba reaccionando más lento de lo habitual. Sólo eran unas décimas de segundo, pero en una pelea con Belphegor incluso algo tan ínfimo era peligroso. Frunció el ceño. Y todavía decía que no necesitaba ayuda, el muy idiota. Era obvio que estaba acusando el cansancio de varias noches sin dormir.

-¡Eh! ¿Dónde crees que vas?- exclamó de pronto, al ver que Fran estaba aprovechando para huir a hurtadillas ahora que su atención estaba en los otros dos.

Le sujetó de donde pudo, que resultó ser el pantalón, y lo arrastró de vuelta al centro de la pelea. No se fiaba de dejar a Hibari a solas, no estaba en sus mejores condiciones.

-Bel-senpai, Gokudera-kun me va a matar- anunció el chico con el gorro de rana. Como de costumbre, su rostro se mantenía tan inexpresivo como si hubiera dado el reporte del tiempo.

-Pues haz algo. Eres un ilusionista, ¿no?- gruñó el interpelado.

-No puedo, tengo demasiada hambre para crear una ilusión- replicó.

-Pues entonces muere, rana inútil- le gritó Bel, al tiempo que le lanzaba tres cuchillos que le impactaron de lleno en la espalda.

Recordó entonces que no podía distraerse ni un segundo de su implacable enemigo, pero fue demasiado tarde. Hibari había llegado hasta él y le había vuelto a golpear. De la sien le empezó a resbalar un hilito de sangre.

-¡La sangre real!- volvió a rugir, y sacando fuerzas de su locura empezó a atacar con renovada energía.

Hibari intentó apartarse de la trayectoria de los cuchillos, pero por algún motivo incomprensible los reflejos le fallaron y se movió más lento de lo habitual. Durante una décima de segundo se mostró sorprendido, aunque en seguida se resignó a recibir el golpe. A fin de cuentas, tampoco le preocupaba demasiado.

Pero el corte nunca llegó. Gokudera se había puesto delante de él y había recibido el impacto en su lugar. Dos bisturíes se le clavaban profundamente en el hombro izquierdo, y la camiseta se le empezó a manchar rápidamente de sangre.

-Tsk, te dije que necesitas dormir, cabezota- gruñó el peliplateado, con los dientes apretados para mitigar el dolor.

-Y yo he dicho que no necesito la ayuda de ningún herbívoro- gruñó Hibari, y sin demasiado cuidado le propinó un golpe que lo quitó de en medio, para seguir con su propia pelea.

Fran se acercó hasta el lugar donde había caído Hayato y le dio un par de toquecitos en la frente.

-¿Estás muerto?- preguntó al guardián de la tormenta, mientras le quitaba los cuchillos del hombro y se los guardaba. Belphegor era muy quisquilloso con ellos, era capaz de echarle la culpa si los perdía y ensañarse con él.

El peliplateado sacudió la cabeza en respuesta, así que Fran se apartó de un salto. Demasiado tarde. Gokudera le había sujetado de la chaqueta y los dos empezaron a pelear, revolcándose por el suelo. Unos minutos después, Hayato consiguió por fin arrancarle la chapa identificativa del cuello.

-Bel-senpai, Gokudera-kun me ha quitado el identificador- informó con tranquilidad.

-Pues recupéralo, imbécil- bramó el rubio, que estaba teniendo suficientes problemas para contener a Hibari como para además preocuparse por las tonterías de Fran.

El ilusionista suspiró resignado y dio un paso hacía el peliplateado, decido a cumplir la orden del senpai idiota. Hasta que de pronto Hayato se cayó de bruces al suelo, justo delante de él. Se agachó y lo examinó con curiosidad.

-Bel-senpai, Gokudera-kun acaba de desplomarse solito sobre el suelo- anunció sin más.

-Oh, shishishi... mi veneno- recordó el príncipe-. Los cuchillos que te lancé antes- explicó a Hibari-. Todavía debe quedar uno por ahí- dijo tirando de uno de sus cables invisibles y haciendo que el arma volara directa hacia el moreno.

El guardián de la nube se limitó a apartarla con un golpe de tonfa y a fulminar a Belphegor con la mirada.

-¿Qué has hecho, herbívoro?- inquirió de visible mal humor.

-Nada preocupante, sólo tendrá fiebre por unas cuantas horas. Aunque deberías bajarle la temperatura si no quieres que se le funda el cerebro, shishishi.

Para sorpresa de los presentes, Fran hizo aparecer un cubo de agua de la nada y lo volcó sobre Gokudera, dejándolo por completo empapado. A fin de cuentas, al capitán idiota de pelo largo le caían bien los mocosos Vongola y estaba seguro de que se pondría hecho una furia si uno de ellos se moría por culpa del senpai aún más idiota. Le puso una mano en la frente.

-Sigue ardiendo- murmuró.

Belphegor se plantó ante Fran con el aura asesina tan a flor de piel que casi resultaba visible.

-¿Para eso sí puedes crear ilusiones, rana de mierda?- inquirió molesto. Acto seguido se cargó a Fran al hombro cual si fuera un saco de patatas-. En fin, supongo que por hoy lo tendremos que dejar en empate... Tengo que dar una lección a un kohai para nada tierno. Bájale la temperatura- dijo, justo antes de desaparecer entre las copas de los árboles.

Antes de darse cuenta de lo que pasaba, Hibari se había quedado solo donde estaba. Por un segundo estuvo tentado a perseguir a su presa, pero las palabras de Reborn resonaron en su cabeza. Si quería pelear con el bebé tenía que mantener a su compañero a salvo. Se acercó hasta Gokudera y le puso la mano en la frente, tal y como había hecho Fran. El ilusionista tenía razón, estaba ardiendo. No podía dejarle allí, así que resignado a dejar la pelea para otro día, le pasó un brazo bajo el hombro y prosiguió el camino colina abajo. El río pasaba no muy lejos, así que supuso que sería buena idea meterle dentro.

-Roll, vigila los alrededores- pidió a su erizo en cuanto llegó. Por la entrecortada manera de respirar del peliplateado, no tenía tiempo de asegurar la zona.

Descargó la mochila y se metió en agua, llevando a un inconsciente Hayato con él. Le apartó el cabello del rostro y le mantuvo sumergido hasta que su temperatura empezó a bajar. Sólo entonces salió del río y le dejó tendido sobre la hierba, observándole con algo de preocupación. A fin de cuentas ese herbívoro idiota había recibido los cuchillos envenenados que iban destinados a él. Unos minutos más tarde el peliplateado empezó a tiritar violentamente, así que decidió quitarle la camiseta empapada. Gokudera se revolvió inquieto e intentó bajarse la ropa en cuanto se la empezó a sacar.

-Tengo sueño Hibari... no más sexo por hoy- murmuró adormecido.

El moreno se quedó completamente estático ante su afirmación. Tardó varios segundos en procesar el significado de sus palabras y otros tantos en acertar a reaccionar. ¿Qué diablos estaba soñando ese herbívoro? Conteniendo una maldición, volvió a intentar quitarle la camiseta.

-Hibari tengo que completar el sistema C.A.I., necesito descansar- protestó otra vez en sueños.

¿Completar el sistema C.A.I.? ¿Estaba soñando con el futuro? No entendía nada, aparte del hecho de que era tan cabezota que ni en sueños podía comportarse como buen herbívoro y dejarse hacer. De un enojado tirón, consiguió sacarle la camiseta.

-Está bien, pero sólo una vez más- ronroneó Hayato, con un sonrojo más que evidente. Luego dijo algo completamente ininteligible y finalmente se tranquilizó, sumiéndose en un profundo sueño.

Despertó unas cuatro horas después, abriendo pesadamente los ojos y con la sensación de haberse caído desde un quinto piso. La noche debía estar bien entrada, porque la luna se veía clara y brillante en lo alto del cielo. Frunció el ceño y se frotó la cabeza adolorida. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era que le había arrancado el identificador a Fran. Buscó a su alrededor. Hibari estaba sentado a pocos metros de él, contemplándole con tanta seriedad que le hizo revolverse incómodo. Se incorporó y la camisa que tenía echada por encima cayó, dejando al descubierto su torso desnudo. La recogió y se dio cuenta de que era del guardián de la nube.

-Belphegor te envenenó. Cuando te interpusis... cuando me protegiste- se corrigió Hibari, en una concesión del todo impropia de él-. He tenido que meterte en el río para bajarte la fiebre.

-Supongo que entonces estamos en paz- murmuró, envolviéndose en la camisa del mayor para protegerse del viento.

Hibari asintió con la cabeza y le miró durante largo rato. Gokudera empezó a ponerse nervioso.

-¿Qué?- inquirió de mal humor. Si le salía con algo sobre ser un herbívoro débil, no respondía.

-Cuando estabas inconsciente... estabas murmurando cosas muy extrañas- dijo Hibari.

Si le hubiera golpeado en ese momento no le hubiera dejado más impactado. Había estado soñando con él. Con su yo del futuro concretamente, y los incomprensibles momentos nocturnos que habían compartido. El color le subió tan intensamente a las mejillas que casi parecía que la fiebre había regresado.

-Cielos... ¿he hablado en voz alta?- preguntó, muerto de vergüenza y enterrando la cara bajo las manos. Vio a través de los dedos que Hibari asentía de nuevo y pensó que ese sería muy buen momento para que la tierra se lo tragara. No había planeado hablar de aquello con el Hibari de esta época, pero supuso que sería peor dejarle creyendo que tenía sueños húmedos con él-. Bien, supongo que es justo que tú también lo sepas...- masculló tan bajito que fue un milagro que se le escuchara. Así que sin atreverse a mirar a su compañero y con apenas un hilo de voz, le contó lo que había pasado en el futuro. La única respuesta que recibió al respecto fue el más absoluto silencio, así que finalmente se atrevió a levantar la vista.

-Ya veo- dijo el guardián de la nube al fin-. Descansa herbívoro, aún se te ve débil- añadió. Luego se tumbó, dándole la espalda, e intentó dormir.

Gokudera se quedó a cuadros. ¿Es que no iba a decir nada al respecto? ¿Ni un grito, ni un reproche, ni tan sólo tener la decencia de sentirse incómodo y avergonzado? No podía creer que Hibari se lo tomara como si no pasara absolutamente nada. Pues si a Hibari no le importaba, él tampoco se iba a dejar afectar. Molesto, se tumbó y cerró los ojos con fuerza. Media hora más tarde, había dado un centenar de vueltas y no había conseguido en absoluto mejorar su humor. Se sentó para fulminar al mayor con la mirada, y se dio cuenta de que él tampoco había conseguido dormir. Parecía que iba a pasar otra noche en vela. Una idea pasó por su mente, aunque la desechó al instante. Pero tras ver como el moreno se revolvía incómodo en el suelo dejó escapar un suspiro y se acercó hasta él. No podía dejarle pasar otra noche así.

Con el corazón latiéndole tan violentamente que creyó que se saldría en cualquier momento, se sentó a horcajadas sobre Hibari.

-¿Qué haces?- inquirió el moreno, con los ojos entrecerrados y una clara mueca de desconfianza.

-Bueno... en el futuro no parecías tener ningún problema para dormir a mi lado después de… del sexo así que he pensado que...- estaba rojo como un tomate y no podía creerse lo que estaba diciendo, pero ya no había vuelta atrás- que a lo mejor aquí es igual...- murmuró, mientras llevaba las manos hasta su cinturón.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. Si me queréis dejar un comentario me haréis muy feliz ^^


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