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¡Mátate! por Chat Noir

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Notas del capitulo:

Hay referencias literarías y filmicas, así que, bueno, lean :)

¡Estruendo!

 

Cuando pasamos por etapas angustiantes de una depresión que no parece tener fin, pareciera que no hay solución alguna para resolver los problemas que nos acongojan; las lecturas más optimistas parecen ser Mallarmé o Gógol, y siendo realistas, no lo son para nada si es que disfrutas de cuentos de hadas. Empero, cuando esos períodos te dan la sabiduría cósmica de una rana, te das cuenta que la vida es una sucesión ridícula de acontecimientos muy parecidos a las películas de Tarantino. Darnos cuenta de la cantidad de estupideces que podemos llegar a pensar cuando alcanzamos esa sabiduría cósmica, y por estupideces me refiero a un cierto pseudo-academicismo intelectual nos lleva al ser irónico de con un humor negro cotidiano, tranquilo y empático, que reflexiona sobre los más minúsculos detalles que encierra: un cigarro equilibrado en una botella de Pepsi; una conversación sobre las perspectivas emocionales de la muerte; una cajetilla de Camel tirada sobre la tierra húmeda en una plaza deshabitada; los árboles haciendo contraluz mientras el sol de invierno destella poderosamente sus rayos sobre un ambiente de clima frío ¡una catarsis a los sentidos! Pathos sin compasión conmoviendo a la belleza hasta el llanto.

 Dejando todo eso de lado y volviendo al punto; ¡ah y he vuelto como narrador, altamente cuestionable!; Shuichi iba, irreconocible, porque recordemos que está rapado, y digámoslo, se ve bien; él iba caminando hacia un hotel, lo bastante lujoso como para sonrojar a cualquiera, demasiado faustoso tanto que irrita. En fin, salvo por un par de guardias que miraron con recelo al ex–pelirosa, éste entró con aires humildes, bueno es obvio, con tanto brillo daría miedo entrar.

Tocó la puerta de la habitación específica, estaba solo, porque el idiota de Tohma no lo quiso acompañar; esperó un poco, no estaba asustado, estaba preparado para llorar, gritar, patear, ataques de pánico, vomitar, hasta para matar, todo en pos de aclarar las cosas. Sintió como la puerta se abría estrepitosamente, el pelado levantó una ceja en señal de intriga, pero al divisar la mirilla, hizo una mueca de fastidio y suspiró. Cuando al fin la puerta se abrió, divisó a un rubio medianamente alto de ojos color miel que lo miraba desconcertado, al parecer no estaba acompañado y solo se limitaba a mirarlo algo sorprendido revisándolo de arriba abajo. Y como no, la vestimenta hipster vago-new yorkino era demasiado nada qué ver en comparación con el alegre imbécil que solía ser,  les describo: más delgado que modelo de pasarela italiana, con zapatillas de lona algo rotas, unos pantalones negros apitillados, una polera que le quedaba gigantesca de color verde musgo con el estampado de Warsaw de Joy Division y un polerón igual de grande pero color gris, más el rapado ya descrito con anterioridad, sumándole que el color de su piel pálido enfermizo, ojos cansados y una expresión de aburrimiento que delataba un el insomnio que ha sufrido durante años. Sí, parecía vago. Regresando a la situación antes de que me saliera de contexto, el examen ya estaba completo, a duras penas era Shuichi o Travis, como quieran; a su vez, Shuichi lo analizó también, lo mismo de siempre, nada nuevo, c’est fini; nadie como él cambia, ni siquiera si pasan años. En su mente pensaba si alguna vez diría algo, cualquier cosa, o se quedaría como mimo callejero y hasta ellos eran más comunicativos.

¿Hola? – la mera pregunta hizo que el rubio que se le notaban algunos años encima saliera de su estupefacción - ¿Reaccionarás? –

Shuichi… Yo, eh ¡Pasa! ¡Pasa! – por fin lo invitó y lo encausó a hacia el salón, que se imaginarán lo ridículamente espacioso y pomposo que era. Todo era de un ambiente muy rococó, con tonos pastel y oro algo gastado, parecía un museo, era muy hermoso y sin igual; ambos caminaron, uno más lento que el otro, inspeccionando maravillado el lugar, no cabía duda lo meticuloso que había sido el diseñador de interiores.

Que hermoso es este lugar –

Eh, sí, supongo, no me había dado cuenta en realidad – le cayó como una patada en el estómago, seguía siendo el mismo insensible de siempre, el hecho de que ni siquiera le hubiese puesto atención aunque fuese al lugar donde se hospedad daba cuenta que él no encontraría la belleza incluso si la tuviera frente a sus ojos. Era escritor y no le ponía atención ni a los más mínimos detalles, eso era irónico y hasta insultante.

¿Y los demás? –

Buscándote, se supone que estabas con Tohma – un ligero tono de celos y enojo se hizo notar en su voz.

Ah – aunque no se comparaba con la brusquedad y desgasto que emanaban de la voz del pequeño escritor, cosa que Eiri había notado.

¿Quieres jugo? – ahora la voz del rubio se había suavizado, podría hasta cantar una canción con la dulzura con la que habló.

Uh, un café, si no te molesta – giró la cabeza para poder observarlo, le llamó la atención la amabilidad, entre tanto divisó una silla que daba al bar estilo americano que había en la habitación, cuando el mayor se dirigió hacia ese mismo lugar para hacer el brebaje, el joven aprovechó la oportunidad para sentarse y esperar tranquilo el café.

¿No crees que es demasiado para una sola persona? –

Yo siempre he vivido así… y tú solías hacerlo también –

Sí… Pero descubrí el placer de la ropa y libros usados – rió sutilmente, mientras se recostaba en la mesa y rubio lo volvió a mirar levemente atónito – no me mires así, me haces sentir como si fuese extraño –

Dime ¿A qué viniste? Te escapaste y finges que nada ha ocurrido – cambió estrepitosamente el tema bastante molesto, su entrecejo fruncido y la mirada dolida no impacientaban al joven.

Hay cosas que no pueden ser reaccionarias, quiero hablar, sólo eso… Seguir escapando sería una ridiculez después de tantos años; tampoco quiero ser soberbio o rencoroso, no hay razón para serlo – la modestia y comprensión con la que dijo esas palabras hicieron que Eiri se retractara de su actitud, él estaba consciente de lo que había hecho y que su fractura emocional fue uno de los motivos que el ex cantante se marchó, cosa que sufrió enormemente - ¿Por qué no terminas de hacer el café, encendemos un cigarro y nos sentamos a conversar? Tenemos una vida por delante – sonrió con tranquilidad infinita y el rubio no tuvo más opción que fundirse en aquella emoción.

¿Ahora fumas? ¡Vaya! Es un mal que compartimos –

Al fin tenemos una cosa en común – rió, rieron.

El café estaba listo y el olor a grano resultó ser embriagante, Shuichi sacó un par de cigarros y le entregó uno al individuo frente a él. Café y cigarros, que gran combinación, como en el film de Jarmusch, incluso la mesa era de cerámicas blancas y negras, todo tan paradójico. Aspiró el exquisito aroma y se deleitó con su amargo olor; vio el color negro en la amplia taza blanca antes de levantarla y crear un pequeño oleaje en su interior; en sus labios y manos sintió el calor del agua, saboreó la negrura que anticiparon tres de sus sentidos, sí era café y uno de los más deliciosos que había probado. Dejó la taza en su lugar y encendió el pitillo de tabaco que tenía entre sus dedos, en ese momento el sabor del cigarro se fusionaba con el café y aquella mezcla se convirtió en un manjar homólogo.

Délicieux – dijo complacido y el rubio lo miró, nunca había advertido lo sublime que podía ser un café con un cigarro, hasta ahora. Hizo lo mismo olió, observó y saboreó el líquido, se llevó una gran sorpresa, era estupendo, grandioso, extraordinario - ¿cómo has estado? – preguntó el joven mesías del café de repente.

¿De verdad? Tú me conoces –

¡Ja! ¡Qué respuesta! Por lo general, una persona cuenta la historia de su vida. Pero sí, te conozco – bebió un poco más – así que no has estado bien… Sabes, yo he estado visitando la tumba de Kitazawa – esto impactó al mayor.

¿Por qué?-

Bueno, porque el engendró al hombre que amé. Él es el responsable y yo no tengo derecho a odiarlo, debería odiarte a ti, pero son detalles. Saber que está allí me relaja, saber que está muerto me da sosiego, es pensar que mis propios demonios están enterrados con él –

Él era un maldito, un desgraciado. No puedo creer que haya hecho algo tan imprudente – denostaba ira su tono de voz, estaba indignado y se sentía traicionado.

Yo lo perdoné por haberte hecho como eres ahora, tú haces daño y te haces daño a ti mismo, eres una persona irascible. Tú deberías hacerlo también, aún no puedes olvidar, mas es a tu propia inocencia a la que culpas. Yo hice lo mismo cuando me fui, escapando de todo; huía de mí mismo – suspiró – seguramente piensas que te traicioné, pero su tumba, aquel sótano de huesos y gusanos era lo único que tenía para recordarte – le dio una larga y lenta calada al cigarro, el humo que despedía parecía forma hermosas figuras en el vacío. Los ojos de miel perdidos en ese mismo vacío parecían reflexionar – como amigo, no estoy aquí para complacer tus propios miedos – sentenció con dureza, pero el color de su voz era neutro.

¿Por qué te fuiste? Eso hubiese servido hace años atrás – cabizbajo, cogió la taza y sorbió otro tanto de café – te necesité – Shuichi casi escupe el suyo, se lo tragó y tosió.

No puedes decir semejante barbaridad, por no decir otra cosa ¡Me cagaste! ¡Me fuiste infiel! Cínico – le encaró, más temprano que tarde, pero había una sonrisa en su rostro, más parecida a la indignación que de felicidad.

¿Crees que no me arrepiento?-

¡No!-

Pues me arrepiento ¡mucho! Yo aún te amo y lo del romance fue algo que inventó la K para acrecentar la popularidad de la banda –

¡No te excuses! Que eso lo entiendo. Mira, yo sé y si me escapé fue porque ya no aguantaba más – el cigarro ya se había consumido, por lo mismo encendió otro – la angustia era tremenda, mi sueño se había esfumado como pronto lo harán estas cenizas. Todo se convirtió en solo un negocio… ya no importaba hacer música, como comprobé con el último disco que hice; importaba vender, ese es un horrible destino para un músico – la rabia se hacía plausible en su voz – los chicos no me apoyaron, hasta la actitud de Hiro me sorprendió. Me tildaron de fracasado, y aunque lo sea, me dolió que mis propios amigos me marginaran, y me enajené a tal punto que intenté suicidarme – Eiri, con la confesión, se impresionó; eso, él, no lo sabía – huí por la decepción que me causó todo a mi alrededor –

Y ¿qué has hecho después de eso? –

Al venirme, sufrí agobio, otros intentos de suicidio, me encerré en un mundo desequilibrado. Cuando me di cuenta que eso era un sentimiento tan puro como puede serlo el amor, empecé a leer… tomé algunas clases en la universidad, cambié mi nombre, dejé la universidad luego de un año y comencé a escribir. Publiqué un libro, insomnio, drogas, alcohol, prostitutas, café, cigarros, noche, angustia y melancolía. Han sido unos años muy productivos – lanzó una carcajada corta y volvió a fumar, perdido en sus pensamientos y recuerdos, volvió a sentir ese ominoso pesar que noches completas lo acompaño como un fiel compañero. Amo escribir, y soy mejor que tú, por mucho – volvió a reír y esta vez la risotada fue acompañada –

¿Qué harás ahora que sé cómo te vistes y dónde vives? – el café ya se estaba acabando, así como la visita, eso era claro. La nostalgia era una emoción hermosa, porque les hacía apreciar mejor el momento, con amor y belleza, algo que el rubio, ese día, había aprendido a apreciar.

Volveré a Japón, y quiero que volvamos. Con mis ataques maniaco-depresivos y tu depresión, es el único amor que te puedo dar – resignado a un destino que no se podía combatir, bebió la última gota de la blanca taza.

Todo había acabado y solo quedaba un paso más, volver a la nación nipona. Salió del lugar con un rostro angustiado, pero la sinceridad siempre es angustiante; la caminata fue larga y el paisaje se veía tan lumínico, tan precioso como un día en la Toscana. No podía evitar sentir ese pesar que solo las drogas reprimían, qué el escribir recluía a las páginas en un primer momento vacías. Estaba listo, ahora, Shuichi, ¿Estás dispuesto a matarte?

Notas finales:

:) sé que más decir.


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