Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Mátate! por Chat Noir

[Reviews - 30]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ven, sabía que decir... Bueno, no, en realidad no sé que más decir.

Ahh Les pongo un tema de Plastic Tree (me encanta este grupo) Spica :B Es hermosa esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=dQ5HNxkgRD0

Se las pongo porque cuando revisaba algunas partes de este capitulo, estaba escuchándola y de repente dije :'¡Oh, son perfectas la una para el otro! La letra de la canción y el capitulo son completamente distintos, pero se complementan'. Fue el descubrimiento de mi vida en ese momento :3 Bueno después de dar la lata, les dejo leer.

Tengo ganas de llorar – se miró al espejo, con el cabello algo crecido, a oscuras en ese baño tan amplio que ruborizaría al que tuvo alguna vez en su departamento al otro lado del mundo. Ese baño parecía un recuerdo tan lejano en ese momento, sentía como su pecho se oprimía bruscamente con cada respiro, sintió que había soñado ya esa situación en algunos minutos hace mucho. Han pasado dos meses desde que volvió a Japón, entre gritos, especulaciones y, sobretodo, reclamos. Nada de eso importaba, no, cuando se intentó suicidar la primera vez, todo le dejó de importar – de verdad, que tengo muchas ganas de llorar – pasó una mano por su cara, arrastrándola perezosamente. Se dio la vuelta, dándole la espalda al espejo, recargándose en el lavamanos, el mundo se le caía encima; el mismo baño, la misma sensación, tras años después.

Su cara casi desfigurada por la angustia lo acompañó durante todo el trayecto a la cocina, porque sí, salió del baño, habían pasado varias horas, el hostigante olor a humo de cigarro al fin tenía respiro.

¿Te quedan más cigarros?- una voz apagada interrumpió cualquier pensamiento que en ese instante pudiese haber pasado por su mente.

Sí, aquí me quedan unos pocos… Tendré que ir a comprar más –

No te preocupes, yo iré… - ambos cruzaron miradas, Eiri ya no tenía que esconder todo ese dolor por años recluido y enmascarado con una postura gélida, podía sufrir todo lo que quería, mostrarse tan patético y violentamente dolorido como las cargas del pasado quisieran posar sobre sus hombros. Finalmente podía sufrir, levantarse en las mañanas sintiendo el peso de los años; no salir de su habitación durante horas temiéndole a un mundo que era inclemente; sentarse en el comedor el día entero vagando entre emociones e ideas atemorizantes entretanto las páginas de sus textos permanecían en blanco.

Eiri, quiero que terminemos – sentenció al fin el joven, pero el rubio ni se inmutó, sólo caminó con una taza de café en sus manos y un cigarro que minutos antes el pelirosa le había regalado; no le prestó atención frente a la nueva confrontación - ¿no me escuchaste? ¡Terminemos! – le gritó colérico.

Te escuché – observó el famélico cuerpo con pesar.

¡Bastardo! ¿Me oyes? Eres un hijo de puta, me aburres – su voz era desgastada, pausada, ronca y melancólica, pasaba sus manos por su cara y su cabeza de manera errática; desde que volvió, todas las semanas era lo mismo: insultos, términos, ataques de rabia, agonía. Eiri no decía mucho, pero había mucho dolor en sus ojos cuando le decía eso, mas no lloraba a pesar de eso; era demasiado.

No quiero que terminemos –

Yo tampoco… ¿Eiri? –

¿Sí? –

Te quiero – parecía un murmullo, sin embargo era audible para ambos; dicho con sublime tristeza, tanto que parecía una armoniosa melodía. Sonrió cuando al fin sus ojos se encontraron. Era de mañana todavía, el reloj marcaba las 11 con 59 minutos – buenos días – mera convencionalidad.

Nadie sabía cómo podían vivir así, todo era un desvarío total y dolía, como no tienen idea; despertando cada mañana, enamorados y perdidos. Shuichi le había pedido a su compañero que le diera su estudio para usarlo como habitación; según él, no quería perder el mágico momento que significaba el reencuentro, y aunque eso no tenga sentido, era una extraña sensación, efímera y delicada que rompía con el transcurso de la vida. Etérea, irracional, absurda, amorosa, eran las palabras que describían aquella emoción; una sutileza, pero las noches era fecundas en zozobra, tóxicas y hasta malignas, que no tenían descanso mientras las luces de la ciudad iluminaban, con fulgor dirigido, la puerta, como si le motivara a dormir al lado del mayor; mas no lo iría, solo se quedaba sentado debajo de ese destello y volvía a una hoja vacía o al prólogo de un libro. El amor era un sentimiento complejo, aún más si cada noche se pensaba en ello; su corazón moría con cada suspiro y re-nacía, como burlándose de la finita condición humana. Un sentimiento metafísico, una metáfora incompleta, un ente de ideas anarquistas: al menos a esas conclusiones había llegado en esos años.

Pronto llegó a su lado, sentándose en un espacioso sofá, separados por una distancia de cuarenta centímetros semejantes a kilómetros de distancia, se miraron profundamente y sonrieron.

¿Podríamos ser más honestos el uno con el otro? – no estaba preguntando por más sinceridad, era una afirmación, demasiada la falta la hipocresía.

No. A estas alturas, no podemos mentir más – suspiró – ya no me llamas la atención, no puedes llamar mi atención; no me importa si me engañas. Sólo quiero tu compañía – llenaba espacios y sensaciones que ningún otro podría llenar, no porque lo amara incondicionalmente, sino porque hacia efectiva su existencia; no era el único que se sentía así. Sólo quería que estuviera ahí, que fuese testigo de que vivía. Tan simple como eso, no había ninguna explicación poética-filosófica; la soledad es una carga muy gran como para afrontarla solo.

Han sido años de mentira, no hay nada nuevo que te pueda decir, como escritor estoy condenado a escribir sobre lo mismo todo el tiempo en distintas situaciones – carcajadas llenas de cansancio se hacían escuchar por toda la habitación, pero apenas se retorcían de la risa; la decepción era un sentimiento que ningún escritor podía plasma, porque el desilusión no sólo se presenta en las relaciones humanas, está aquella por la vida misma: el spleen, el desencanto, el hastío. Ambos, como escritores, ya no sabían que escribir, sólo podían inventarse momentos y personas que no existían, sentimientos que ellos mismo ya no tenían empero se veían bonitos cuando estaba tipeados en el computador. Era grotesco, asqueroso, mentiras más crueles y purulentas que la misma muerte.

Shuichi/Travis era un cadáver. Eiri/Yuki era un cadáver. Sí, no podían embaucarse más.

Para quienes no entendían su relación, es simple: testigos de sus vidas, testigos de la muerte. Sin embargo, no estaban solos, aunque lo anhelaran, no estaban solos.

Eiri – su voz no tenía color, tan plana, hueca ¡No! Un segundo, su voz se sentía turbia, holgazana, triste: emociones oscuras que descolocan; aludido contestó, casi inaudiblemente, con un ‘¿Qué?’ – tengo ganas de llorar –

Nadie podría entender el tipo de relación que estos hombres llevan.

 

Notas finales:

Nos vemos :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).