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¡Mátate! por Chat Noir

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Notas del capitulo:

PERDÓN por tardar tanto, pero he tenido una carga muy grande en mi vida como estudiante :/ 

Eso, lean.

No existe algo así como la indiferencia

 

Se suponía que todo sería diferente, que se podría convivir con un dolor tan inmenso como el universo mismo ¿Por qué se hacía peor y peor? Cada minuto que pasaba a su lado era tan doloroso, no sólo por su propio pesar; sentía empatía. Se ahorcaría con una bufanda color borgoña, sí, era la mejor opción. Indiferencia, debía aprender a ser indiferente; nada de gritos mudos.

Al fin se decidió a salir de ese crepuscular departamento, ni el vuelo del búho de Minerva podía quitarle esa sensación de enclaustramiento ¿Cómo es que los filósofos podían creer semejante estupidez? Aún no terminaba de comprenderlo, era bastante complicado. No, no era complicado. La congoja y, por sobre todas las cosas, el ahogamiento. Las cuatro paredes no eran una terapia muy buena. Caminaba tranquilamente por las calles de Tokio, tan grande como solía recordarla, aunque a veces sentía, con cada edificio que pasaba, que se hacía más alta, más claustrofóbica. En las esquinas maquilladas con los pasos cebras, veía a los niños cruzar con la precaución de ver que los autos se habían detenido queriendo cumplir las leyes político-morales, no por propia iniciativa; al ver el signo de alto y los gorritos típicos de los nenes de guardería, nadie podría no parar ante la imagen de un nene muerto. Qué espantosa visión, tétrica y angustiosa. Entre más se adentraba en esa ciudad de hierro y concreto, el olor a bencina se hacía cada vez más espeso, la masa de gente aumentaba y muy pronto se convirtió en un copioso horror. Las grandes luces de neón, las pantallas gigantes y las imágenes consecutivas; zombis de traje negro, hablando sin parar por aquellos aparatos que se renuevan mes a mes; risas macabras, palabrería incesante, gritos, angustia ¿Dónde quedó la paz? Años de silencio y ahora ¡BAM! Una crisis de pánico se acercaba, mucha gente; demasiada gente, hasta que... Al fin había llegado.

Los guardias lo vieron como un yonkie, lo cual le pareció justo. Lo registraron de pies a cabeza, mientras él suspiraba de tanto en tanto. Estaba acostumbrado, en el aeropuerto pasó lo mismo, no los culpaba. Llamaron por un intercomunicador al rubio que anteriormente tuvo mohicano y que tuvo que raparse para parecer un hombre medio decente, era otro yonkie pero de traje, como se podría pensar de la mayor parte de los empresarios que circulan en el mundo… La salvedad era el traje morado y corbatas estrafalarias. No podía quejarse, él solía vestirse como niña, con colores fluorescentes, camisas barrocas, etc.; una vergüenza. Al fin se deshizo de esas lacras vestidas de ley, o pseudo ley, en fin. Subió por el ascensor, hay que ser idiota o deportista para subir por las escaleras; no estaba tan demente, aparte de perezoso el cigarro le había matado sus pulmones, ahora solo eran pedazos de masas negras y purulentas que en poco tiempo desarrollaran algún tipo de cáncer, eso era seguro. Después de que la secretaria, de un hermoso y liso cabello negro, lo miró de reojo y con dejos de desconfianza, lo anunció al rubio. Cuando lo dejó en la entrada, le observó de pies a cabeza nuevamente y con desprecio cerró la puerta tras de sí ¡Qué antipática! Le gritó para sus adentros ¡Puta frígida! Masculló.

-¡Ah! Tú, yonkie. Mi secretaria es demasiado conservadora- sonrió burlón.

-Yo diría, que si ella pudiera, toda su decencia se iría en mamarte las bolas. Es una puta entrometida – gruñó mientras le daba una nueva mirada a la puerta – al menos las prostitutas se asumen buenas para el follón –

-El impacto de caminar por la metrópoli te volvió malhumorado –

-Aún no termino de acostumbrarme… tal vez, jamás me di cuenta, realmente, de lo que significa vivir en esta ciudad… Ya no es lo mismo caminar de noche, es demasiado saturado, peor que en la otra –

-Bueno, los efectos del llamado ‘post-modernismo tecnócrata’. En fin, ¿qué ocurre?-

-Te ves mal con traje. Bueno, ya sabes, la vida me enferma. Mi estima por los seres humanos desfallece cada día –

-Bueno, digamos que estoy igual. Al menos no tienes que estar rodeado de imbéciles que se creen geniales. Pero bueno, no se puede evitar, así es la vida que escogí. Y me puse los negros que vimos en esa feria hippie ¿Tú crees que me iba a deshacer de mis queridos pantalones ¡Y! las zapatillas? –

-Eres un enfermo. Oye ¿Están los chicos aquí? Quería pasar a saludar –

-Sí, creo que están ensayando ¿Vamos?-

-¡Ja! De verás, te ves tan jovial, a pesar de que eres un viejo roñoso-

-Gracias, yo también te odio-

Su relación con sus ex compañeros de banda no era de desagrado, a pesar de que nunca les explicó la razón de su partida, estaban complacidos de que estuviera sano y salvo. A veces él pelirosa creía que sus razones eran privadas, que sólo los necesarios debían saberlas; había pedido que su regreso se mantuviera como algo íntimo, las preguntas lo aturdían bastante, y bueno, ese es otro motivo por el cual jamás les dio una respuesta. La relación era cordial, no era como antes, mas era pasable y eso estaba bien, o eso pensaba, prefiera pensarlo así; evitarse problemas era su lema. Llegaron al estudio de grabación, la banda tenía un nuevo cantante que tenía una voz muy parecida a la que alguna vez guardaron sus cuerdas vocales: armónica y suave. El cigarro hace estragos en la música, bueno las drogas y el alcohol también. El chico nuevo era el típico prototipo de cantante de pop-rock japonés, no hay mucho que decir sobre eso; su nombre era Shino, simpático e ingenuo, un niño, quizá. Entraron con parsimonia, el tiempo sobraba en aquellos que solo se preocupan de sí mismo, como un ente egoísta y hasta se podría decir misántropo.

El sonido del teclado eléctrico era fugaz, sin embargo, no era fausto, de hecho se sentía bastante simple y sin muchas ganas de improvisar algo ingenioso. Así era el pop, todo era retoques hechos por máquinas sin alma, sonidos que parecían hechos por autómatas inorgánicos. Paró abruptamente, sin previo aviso y todos los encerrados en ese cubículo observaron al par que se hacía presente. Sonrieron y sin dudarlo salieron al encuentro. Aquel rubio alto que fuese alguna vez su manager le miró incrédulo, todos lo ven así. Sí, ya lo he dicho, parece un vago.

-¡Shindou-kun! ¡Qué sorpresa! – dejó de reprocharlo con la mirada para darle una animosa, y hasta, cálida bienvenida.

-Sí, quise pasearme por aquí para ver a la incasable gente trabajadora – le echó un vistazo a Tohma, evidenciando el sarcasmo.

-¿Qué? Yo sí trabajo, que no lo haga con ahínco no significa que no lo haga – bufó pretendiéndose ofendido, la verdad es que se dedicaba a fumar y a leer revistas la mayor parte del tiempo.

-Yo no he dicho nada – encogió los hombros y se fijó que el pelirrojo. Hiro, había salido para darle un abrazo por detrás y mover sus hombros con una hermandad quebrada y, a grandes rasgos, parecía forzada - ¿Cómo están? – sonrió complacido, mientras el más bajo de los integrantes se hacía presente desde la misma dirección que el pelirrojo.

-Bien, bien ¿Ya conoces a Shino? estamos grabando para el próximo álbum, pero tenemos problemas con la lírica – sentenció el pequeño primo, mientras el nuevo solo reía nervioso por la trágica verdad.

-Siempre es difícil eso, no se puede evitar –

-Shuichi-san, ayúdanos por favor – suplicó el nuevo, gesticulando con sus manos una plegaria, para que el efecto fuera más dramático; inclinándose en una reverencia, que le parecía absurda y con un tono tan infantil, que molestaría a cualquiera. Le caía bien, solo por el hecho de que hacía el trabajo que él dejó abandonado.

-Ya no estoy para esos negocios, pequeño. Pero Tohma también les puede ayudar, a este idiota se le olvida que fue músico alguna vez-

-Yo soy el jefe, es decir, no tengo por qué volver a tocar un piano o teclado mientras no me paguen. Y ya me pago solo, así que supongo que no lo haré –

-¿En serio? Entonces ¿Sí trabajas? Yo creía que solo eras un alcohólico y drogadicto-

-Sí - afirmó el rubio que se veía orgulloso de esa supuesta condición, no obstante los demás parecían algo shockeados por ello: ¿Cómo podían tratarse así?, decían sus rostros. El no tener información sobre lo que ocurrió en aquel país lejano los hacía ajenos a la acidez de sus bromas, y es que nunca se imaginarían que ellos sí estuvieron involucrados con drogas y alcohol de manera indiscriminada.

-Eh, bueno. Shuichi, ¿Quieres acompañarnos a comer? De todas formas, ya es hora de nuestro descanso – le propuso el pelirrojo tratando de darle un vuelco olímpico al tema.

-Bueno, la comida gratis siempre es bienvenida. Supongo que tú te irás a trabajar, digo, un hombre responsable debe volver a sus labores –

-Es tu forma de decirme que me vaya. Bueno, si así nos vamos a llevar, Te la cobraré – amenazó sonriente el mayor y se fue, no sin antes mostrarle el dedo de en medio a su amigo.

-¡Qué lindo! ¡¿Lo aprendiste cuando te follabas prostitutas?! ¡Se supone que eres un hombre bien educado!- le gritó con afán de molestarlo y solo consiguió un ‘sí’ de respuesta. Aquel vocabulario soez que utilizaba el pelirosa era bastante para sus ex compañeros.

Se prepararon para salir, los minutos era eternos dentro de la mente del ex cantante, o tal vez era porque en realidad, la comida gratis no era suficiente soborno como para que pudiese pretender que le agradaba la idea; esa comida sería sumamente convencional y aburrida, o eso quería creer él.

Entre el ruido de ese restaurante familiar, todo parecía un simple fenómeno en términos kantianos, amorfos y sin la participación de la condición de posibilidad del entendimiento para dar forma a esos fenómenos. Babosadas, no quería pensar en cuestiones ridículas que no venían al caso. Estaba incómodo, sumamente incómodo: “¡drogas, por favor!”, decían sus pensamientos, todos confabulados entre sí para que esa idea tuviera un solo rumbo y, quizá, una especie de materialización física en su prontitud. Se supone que ya las había dejado, bueno, eso decía a veces.

Tantos colores artificiales, un olor que saturaba la cabeza, incesantes quejas por los pedidos que no satisfacía el gusto del cliente; esas caras de aburrimiento y desesperación enmascaradas en conceptos de “placer” que harían llorar a cualquier esteta. Quería salir de allí, pero ya.

-¡Hey! ¿Qué vas a pedir? – preguntó una voz lejana y casi extraña, que penetró abruptamente en sus pensamientos suicidas. Sí, en ese momento previo, aparte de todo lo ya pensado (y más), buscaba con la mirada un puente desde el cual lanzarse al vacío.

-Eh, papas fritas – no atinó a otra cosa, aún estaba inmerso en el asco – y una bebida – suspiró, lo que indicaba que ahora sí ponía atención a lo preciso, en vez de estar disperso entre emociones abstractas entre la agonía y lo rancio. Los jóvenes hablaban lo que cualquiera hablaría en una situación tal: ropa, instrumentos, momentos de los que él no fue parte (y que tampoco quería serlo), etcétera. Sí, sus presuposiciones fueron correctas, esa salida sería aburrida y poco productiva, no digamos que su vida en general lo era. Para aminorar la situación, sacó un lápiz de su bolsillo y en una servilleta comenzó a escribir cosas al azar, la comida aún no llegaba, la fila era larguísima, habría que espera, a lo sumo veinte minutos infernales.

‘Lo veía dormir plácidamente y no podía creer que minutos antes había estado llorando con angustia, se le apretaba el corazón. Acariciaba su grasoso cabello, que llevaba días sin tocar el agua. No le importaba, la verdad. Sabía perfectamente que perder a su hermana era lo más horrible que le pudo haber sucedido, las drogas se la había arrebatado de sus demacrados y flacos brazos. Esa desesperación no le haría bien a su neumonía, ni a la cirrosis, ni a los varios miligramos de metanfetaminas que tenía en la sangre. Llorar no le haría bien…’

-¿Qué escribes? – se acercó el nuevo, revisando vagamente con la mirada la palabrería en un idioma extraño - ¿qué idioma es ese? – preguntó nuevamente.

-Español – dijo, un español que alguna vez aprendió de una prostituta caribeña que conoció en el nuevo continente.

-¡Oh! Genial, es difícil aprenderlo ¿Verdad? – sí, lo es, pensó para sí. Sin embargo, sólo le dedicó una sonrisa amistosa y arrugó la servilleta metiéndola, luego, en su gastado bolsillo. No captó cuánto tiempo había pasado, porque la comida se acercaba gloriosa a la mesa, eso había gatillado la acción anterior de ocultar sin apuros la servilleta.

La conversación, a la cual él aún no podía adherirse, continuó sin contratiempos. Nada más que comer podía hacer, no quería hablar, ya estaba algo molesto por el ambiente en el que se encontraba. Hasta que, la voz de su ex mejor amigo le sacó del más hondo de los silencios, por metaforizar el hecho de que él, no les prestaba atención en lo más mínimo.

-Shuichi, oye ¿estás aquí? – movía la mano frente a su rostro para llamar su atención de manera completa. Lo miró con una papa en su boca –oye, ehmm… no sé cómo decirlo o, preguntarlo – muy bien, las interrogaciones darán inicio - ¿por qué te fuiste? Es decir, nunca hemos tenido la oportunidad de preguntártelo – nadie más que él quería saberlo ¿por qué los incluye a todos? Es obvio que solo a él le interesa el tema de su desaparición – es por lo del último álbum que sacaste, ¿cierto? Y por el tema de Yuki-san ¿no? – puede ser, pensó, pero la verdad es que las personas no son tan fáciles de descifrar; las razones o excusas solo son escudos para dar cuenta de que ya no quería estar inserto en un mundo que odiaba, que le hacía perder cada vez más los pocos gramos de humanidad que creía tener.

-Era un pendejo - ¿para desaparecer más de tres años, mucho más? – no tenía ningún otro motivo que mi propia inmadurez – siguió con la comida.

-Pero – se incluyó aquel primo que anduvo con su ex amante – ¡no! Es decir, sí eras bien inmaduro – que lo diga, que era un pendejo, que vivía en un mundo imaginario, que vestía con lentejuelas y se creía cenicienta. Le faltaban cojones para ser directo – pero, si te sentías mal ¿Por qué no acudiste a nosotros? – esa pregunta, casi un reproche le dio a entender que ellos creían en el final feliz que entrega la falacia de los amigos; la felicidad no existe, eso creía él. La vida no era tan simple, desgraciadamente ni las drogas podrían enceguecer esa realidad.

-Uhmm… es una buena pregunta – atinó a decir – debí haberlo hecho – esa pregunta los calmó en cierta manera, era una respuesta para dejarlos contentos con ellos mismo. Les estaba dando la razón: ellos eran los maduros y él, el pendejo; ellos los racionales y él, el pendejo; ellos eran las figuras con autoridad emocional y él, el pendejo. Terminó de comer, no eran muchas las papas fritas. La conversación prosiguió como si nada y él, ya harto de estar lejos de la comodidad tétrica de su nueva estancia, fingió mirar la hora y sorprenderse de lo aparentemente tarde que era – debo irme, Yuki (Eiri) me espera – sonrió con demasiado esfuerzo. Se despidió con una sacudida de mano en el aire de todos los presentes y se encaminó a casa.

Un cigarro en sus labios y el humo llenaba placenteramente sus pulmones, revolvió su grasoso cabello, y miraba sin mirar su camino. Una mano pasó por su hombro, dándole un susto. Era el pelirrojo, que se había apurado para seguirle el paso.

-Así que fumando, eso le hace mal a tus pulmones – hoy en día ¿qué no le hace mal al cuerpo? – Perdonaste a Yuki-san ¿verdad? –

-No lo llamaría de esa forma – metió su mano en los bolsillos – no sabría cómo denominar nuestra relación – sentenció.

-Eh, tú no estás bien, ¿qué te ocurrió?-

-La depresión, bonito. La depresión. –

-¿Tú? – rió entretenido – no te creo –

-Bueno, cuando uno se da cuenta de que la vida es el enamoramiento, en mi caso, de un prostituto barato…  Eso, y leer mucho –

-Has cambiado –

-No diría así, es solo un cambio de perspectiva – uno que te lleva a las drogas, el alcohol, escribir, mear en callejones putrefactos y meterte con mujeres y hombres – soy como un antihéroe- de ahí en adelante las respuestas del joven más bajo sólo eran comentarios sagaces, para cortar los temas de raíz. No quería hablar con él, no quería los regaños de un hombre que creía ser el hermano mayor de todo el mundo. No quería tampoco hacerlo sentir culpable de lo que ocurrió en el pasado. Era solo una persona más que tuvo que soportarle sus incansables berrinches y niñerías; no dejaría que eso le volviese a pasar, para eso tenía a Eiri. 

Notas finales:

Es bastante largo, y parece inconcluso, pero así termina :)

Gracias a aquell@s que me han dejado comentarios.

Ya se viene el final. 


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