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¡Mátate! por Chat Noir

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Notas del capitulo:

Ufff si que me he demorado, lo lamento. No tengo mucho que decir, solo espero que les guste, es corto y en realidad dice muy poco.

La mirada perdida en el horizonte, observando  la amplitud de la ciudad, una perspectiva tal que se podía entre ver disimuladamente el mar, como una línea tenue de terciopelo azul. Sus labios estaban secos, dos cajetillas tiradas en el suelo, tenía un cigarro en la mano, era el último, consumiéndose solo, el humo se esparcía vehemente por el aire, el calor que se extendía por el tabaco ya llegaba a sus dedos ¿Qué podían ser esos pensamientos que se apresuraban altaneros en su mente? Su brazo derecho caía sobre su rodilla flexionada, esa extremidad que acaba en la mano que sostenía un filtro caliente que pronto no sería más que basura. Meditaba en el balcón, el ventanal estaba abierto, el amanecer, esa era la situación; el sol se reflejaba cegador en el vidrio y calaba sus rayos hacia la estancia, violando con su luz los muebles y paredes del salón.

A veces miraba de reojo hacia adentro, Apolo iluminaba las botellas vacías de ginebra, en el interior un rubio que dormía entre el desastre, papelillos blancos guardaban los restos de una sustancia nociva. Sentía pena, tanta pena que no había espacio para metáforas improvisadas. Nunca quiso esto para ese hombre y ahora todo se le aparecía como una historia violenta. Se engañaba mirando al horizonte diciéndose que, quizás, el sol borraría esa imagen tan humillante; vio en ese hombre a sí mismo, tirado en el suelo y el recuerdo del agobio, de la soledad inmaculada, de la nostalgia en color sepia y de la tumba, esa tumba que dejó atrás, en la que dejó más que flores, dejó su vida. La muerte antes de la muerte.

Hiro y aquella vez que sus pasos se dirigieron hacia un mar de memorias que apenas creía que fueran reales, mientras caminaban dirigidos a un duelo, le habló de lo mucho que de él se había preocupado cuando se fugó, la vida no fue la misma sin él. Cuando el pelirrojo le confesó esa horrible realidad, algo en su interior se rompió, sintió que algo terminó de morir con esas palabras y volvió a caer en algo más que tristeza. En ese momento se enfrentó a la horrible decisión de si quería seguir avanzando o quedarse estancado en las profundidades de un lago negro. Jamás quiso confrontarla, porque en alguna parte de su ser, siempre pensó que estaba solo y podía postergar el momento tan solo con intentarlo; Hiro hizo una expresión entregada al dolor, cada detalle de su adulta cara parecía aliviada y, a la vez, consternada por la emoción patética que guardaba por el joven rostro famélico del ex cantante. Por primera vez entendió que, su ex mejor amigo sentía más que una amistad marcada por los años de alocada adolescencia, receló cada momento en su corazón que se hizo pedazos cuando cierto escritor entró a su vida. Sentimientos que siempre supo que existían, pero era más fácil mentirle con apariencias, conservar una amistad que en realidad jamás existió. Hiro, eras un fracaso al igual que él, mas te escondiste en tus emociones para no caer en el peor de los abismos. Sin embargo cayó él, no era justo ese trato; a eso se remontaban sus pensamientos en tanto que el sol amenazaba con salir paulatinamente, porque sí, era una amenaza de un nuevo día, de un nuevo tedio, como ya he repetido, el hastío.

La culpa mitigó la compasión y sintió una vez más que jamás podría estar más allá del bien y el mal. Quizá debería irse otra vez y vender armas de manera clandestina. Ya no tenía idea qué hacer, su cabeza daba vueltas en irreales soluciones, tal vez porque no quería remitirse a una en específico, que pensó, ya había erradicado como un pensamiento cotidiano y sin el valor simbólico que, en el pasado, le dio: el suicidio. Ya no era la reafirmación de la vida, era simplemente la única posibilidad que le asomaba con fuerza propia; era la obra de arte performativa, aquella que no solo se contempla, sino que necesita de la participación del contemplador, una participación radical y mortal. No quería pensar en eso, una angustia horrible apretaba su pecho, angustia que no sintió jamás, ni siquiera en las situaciones más oscuras.

El sol, esa pelota redonda y molesta que azota a todo animal insomne con sus rayos ya se presentaba majestuoso, soberano, soberbio. Echó un último vistazo adentro, el hombre que él amaba estaba tan drogado e intoxicado que no se movía ¡qué espantosa imagen, que asquerosa escena!; le amaba y, de la misma forma que el rubio hizo con él, lo destrozó, lo destruyó, hasta la repugnancia ¿Por qué no sentía alivio en esa sutil venganza que, superficialmente, parecía justa? ¡Fuck suicide!

-Oye, levántate – bisbiseó cansado, el otro siquiera se movió, la verdad es que no respondía – Eiri, vamos, arriba – alzó un poco más la voz, seguía sin moverse y eso lo preocupó, se arrodilló a su lado y le tomó el pulso, se le formó un nudo en la garganta; con apenas un hilo de voz, musitó - ¿Yuki? –

Notas finales:

Bueno, gracias por leer :)


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