Es extraño que sólo a ti te escriba cartas, ya hace un mes que fue la última y tu respuesta me ha dejado satisfecho, sobretodo porque me llegó hace unos días atrás.
Es bueno saber que sigues con vida. Yo también he tenido la idea del suicidio muy presente últimamente. Recordar los momentos de azúcar y flores me pone histérico, huraño; a veces pienso que rememorar te priva de la libertad; en un sentido metafísico, es como una esencia carroñera que toma ese músculo inerte, que alguna vez se llamó corazón, y pedazo a pedazo se lo come, lo arrastra, lo descuartiza hasta que sólo quedan los nervios y venas sangrientas. Sangre y más sangre de un órgano que alguna vez palpitó con todas sus fuerzas. Un espíritu negro, como… un cuervo. Su plumaje oscuro, que brilla con las lunas antojadizas de más pasión, brilla tan tenebroso y alucinante mientras la sangre de ese corazón, de esas emociones de ayer, cae, gota a gota. Llovizna en rojo ¡Qué metáfora más inhumana!
Cada carta abre un espacio para explayarme como jamás lo pude hacer ¡Ah! Ayer volví a cantar. Pensé que había perdido mi voz, como también pensé que mi corazón estaba roto ¿Se puede romper algo que es sólo físico; algo que sólo por funcionalidad debe latir; que está controlado por células, glándulas y conexiones nerviosas? Recuerdo que te lo pregunté; el corazón es un órgano que debe funcionar, esa metáfora alegórica de que se puede romper, ahora, me parece absurda y hasta, patética. Supongo que yo soy el patético; es lo mismo con la voz, ésta se hará oír, porque, físicamente, mis cuerdas vocales están sanas. Pensar en traumas y/o obsesiones que la puedan enmudecer es irrisorio. Lo más ridículo es que yo sigo creyendo en que mis sentimientos tienen algún tipo de incidencia dentro de mi organismo; todos necesitamos creer en algo: yo dejé de creer en muchas cosas, mas esas sinapsis y conexiones neuronales siguen siendo emociones para mí.
¿Te matarás?
Extrañaría la correspondencia mensual. Me da un motivo para transportarme a Japón: oler esas flores de sakura en primavera; ver y contemplar aquellos carnavales tan folklóricos; escuchar el idioma con el que me eduqué; sentir con mi piel adolorida por la sombra, la calurosa brisa de verano; saborear el arroz, los bollos, todo. Que romanticismo tan nacionalista he creado. He descrito una conexión holística con Japón que sólo se da en mi imaginación; darme cuenta de que extraño mi cultura me complace.
Siento que te uso.
Siento que influyo en tu decisión. No pienses en mí cuando estés “En las cimas de la desesperación”.
Es tan íntima esta conversación contigo. Es tan íntima esta conversación conmigo.
Peco de egoísta, de narcisista.
¿En quién me he convertido?
Amo a Yuki. Fuerte declaración. Me he enamorado de su silencio y de la calma que me transmite el saber que está muerto. Putrefacto. I’m a crow. Saboreo la carroña en mi boca. Cada conversación con ese epitafio en un pedazo podrido de su vida. Quisiera haberlo asesinado yo, sentir la sangre entre mis dedos necrofílicos. El odio y desesperación. Just one shoot… one bullet into his heart; between his eyes; the blood. The red.
Mi amor, mi maldición.
Cigarros, busco cigarros en mi bolsillo. Están todos doblados y el encendedor está malo. No es mi día.
Con respecto a tu pregunta. No, no me visites. No quiero verte, ni sentirte. Olvidé qué es el amor, el sexo… la simple y llana pasión. Instinto.
Neurosis. Depresión. Eso soy ahora.
Fracaso.
Hay un verso de Rimbaud que dice así: “Un soir, j’ai assis la Beauté sus mes genoux.- Et je l’ai trouvée amère.- Et je l’ai injuriée (…) Je parvins à faire s’évanouir dans mon esprit toute l’espérance humaine. Sur toute joie pour l’étrangler j’ai fait le bond sourd de la bête féroce…”
No me importa cómo o adónde lleves la interpretación. Yo sé lo que significa para mí y, a fin de cuentas, no es lo que el niño genio quería [¿?]. Lo dejo a tu libre criterio y, al libre criterio (negativo o constructivo) de quien lea esta carta.
Inmerso en esta agonía, que creo llevadera por mi nuevo estilo de vida, me vuelvo un poco más ebrio. La crapulencia. Vicios. Como "Los paraísos artificiales". Aunque como te dije, he olvidado el sexo: dejó de tener valor, a pesar de su condición instintiva-surrealista.
Quiero terminar esta carta. La inspiración se puso en huelga y mis neuronas están en rebelión.
Insomnio. Un animal insomne como dice Cioran.
¿Te suicidarás?
Yo sí lo haré, pero no esta noche. No mientras llueve.
Yo, Shindou
P.D: ¿ves que peco de narciso?