Golpeó dos veces. Pero algo extraño sucedió. Del otro lado le devolvieron los golpes, como un eco. Volvió a golpear y el raro suceso no sólo se repitió, sino que el sonido se siguió escuchando una y otra vez.
—¡Ichigo, tienes que ir a clases!— la voz de su hermana Karin le despertó de un sobresalto.
—¡Ya bajo! — gritó, frotándose los ojos. No podía creer que aquello hubiese sido un sueño. Había sido tan real. Había sentido su presencia con tanta claridad, no sólo eso, había estado a un paso de la puerta de...
—Renji— balbuceó el adolescente al notar al shinigami de cuclillas en el borde de su ventana —¿Qué haces aquí? — se arrepintió de inmediato de haber formulado la pregunta de manera tan brusca.
—Buenos días Ichigo ¿qué manera es esa de recibir a un amigo? — Bromeó y saltó al piso, enseguida se descalzó para no ensuciarlo —Hace mucho que no sabía nada de ti, quise pasar y asegurarme de que todo está bien.
El adolescente no le contestó. De hecho, buscó esquivar la mirada del teniente.
—Hey Ichigo ¿te pasa algo? —el pelirrojo se acercó y pasó una mano por delante del chico.
Todo había sido un sueño, no era capaz de decirle a Renji lo que sentía por él. Ni cara a cara, ni en su imaginación siquiera, que miserable se sentía.
—¿Estas bien?
—Sí, estoy perfecto, no me pasa nada — alejó la mano del mayor en un gesto brusco y trató de salir de la cama.
Pero Abarai parecía tener sus propios planes. Se sentó en el lecho a su lado y le tomó del mentón con fuerza para que no pudiera zafarse. Sus ojos rojos buscaron ver los del chico, y el corazón le dio un vuelco, se veían tristes, desesperados, frustrados.
—¿Tuviste pesadillas sobre la guerra?
—No, no fue una pesadilla—se quejó, soltándose de su agarre, pero pronto resopló al considerar que bien podría serlo. — Soñé que besaba a medio pueblo pero no podía besar a la única persona que realmente me interesaba... —murmuró revolviéndose el cabello con ambas manos, buscando perder la mirada en algún punto indefinido de su alcoba. Se odiaba por no poder ser capaz de darle voz a sus sentimientos, por dejar que la oportunidad se le escapara una y otra vez. A ese paso se iba a morir virgen, se le iba a ir la vida en batallas y entrenamientos inútiles.
—Suena como una pesadilla para mí — el mayor suspiró al ver el gesto de derrota en él y le acarició el corto cabello anaranjado en un ademán cariñoso que al otro le encantaba. Pero claro que a ese paso nunca iba a poder decírselo.
— ¿Quieres que aleje los malos sueños con un beso? — sin esperar por una respuesta se acercó para besarlo y el adolescente le dejo hacer sin oponer resistencia, sin reaccionar, helado de sorpresa.
Al separarse de sus labios Kurosaki le miró fijamente mientras se ponía de pie, rumbo a la ventana quizás. Pero no pudo alejarse, el adolescente le había sujetado de la manga de su uniforme de dios de la muerte.
Tironeó de la prenda, buscando que volviera a sentarse, casi parecía que había perdido momentáneamente la capacidad de hablar. El sexto teniente obedeció el silencioso pedido para verse atacado de inmediato por esa joven boca posándose sobre la suya. El beso fue torpe y desesperado. Abarai primero le abrazó mientras sus lenguas se encontraban pero pronto tuvo que sujetarle el rostro con ambas manos, su inexperiencia en la materia la compensaba con su efusividad pero el shinigmai sustituto usaba demasiado sus dientes, al menos para su gusto y el pelirrojo puso distancia entre ellos sonriéndose por el entusiasmo del crío.
—Me gustas mucho Renji— confesó, aferrándose a sus ropas, cerrando sus puños sobre estas.
—Qué bueno, porque tú también me gustas mucho Ichigo —le acarició la cara con ambas manos —pero vamos a tener que hacer algo urgente con esa falta de habilidad para besar — y mordiéndose el labio inferior, se arrojó sobre el muchacho.
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