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En las puertas del fin del mundo por Kagime Black

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Notas del capitulo:

Enjoy~

 

 

Hagane no Rekinjutsu, Full Metal Alchemist o Hagaren, NO ME PERTENECE, solo escribo esta historia por mero entretenimiento, no gano nada haciéndola

Esto es un UA, es decir, UNIVERSO ALTERNO, a pesar de que hay cosas que si sucedieron en la trama original, hay otras más que jamás pasaron ni pasaran

La pareja principal, Es RoyEd, aunque puede cambiar a EdRoy y tener tonos de otras parejas

En este fic habrá Lemmon, eso es suficiente como para que quieran huir. También es de género acción, fantasía, suspenso y algo de romance

 

En las puertas del fin del mundo.

 

 

Capitulo 1: Las cartas.

 

Edward sintió que sus oídos zumbaban luego de la declaración, mientras Alphonse bajaba la mirada apenado por la información, pero era bastante conocido que su hermano no era igual que él.

 

- ¡No! ¡Me niego! –Ambos chicos observaron al más bajo con iguales expresiones de asombro- Debe haber alguna forma, alguna manera, no sé ¿Alquimia? ¡Debe existir alguna forma!

 

Alfons negó suavemente.

 

- No existe forma de devolverle la vista, Ed. No hay forma médica y mucho menos alquímica tomando en cuenta la ley del intercambio equivalente. No hay nervios dañados que reparar… Simplemente no hay nada, es como si hubiese nacido sin ojos o algo así y solo usara ojos de vidrio.

 

Edward abrió la boca para refutar, pero no encontró que mas decir, incluso Al pudo notar como su labio inferior temblaba, como si fuese a llorar o algo así, pero no recordaba haberlo visto llorando desde hace años, por lo que dudaba verlo llorar en ese momento, después de todo… El siempre había odiado a Roy ¿No?

 

Un resoplido fue lo que escapo de sus labios temblorosos y se volteo, yéndose a grandes zancadas hacia el pasillo que daba a las habitaciones. La casa de Roy Mustang era realmente grande, así que el que fuera usado por los hermanos Elric y por Alfons no era un problema, Hawkeye se pasaba por allí casi diariamente, aunque desde que había sido ascendida a Mayor, estaba algo ocupada mandando a algunos cadetes a terminar las cosas que tenían pendientes e iba con cada vez menos frecuencia.

 

Edward, como Teniente Coronel se había deshecho de esas obligaciones y se la pasaba casi todo el día en ese lugar, ya fuera leyendo algún libro de la cuantiosa biblioteca del ex-coronel y ahora general casi retirado por su ceguera, o encerrado en una habitación en especifico. Los dos Alphonse sabían que era la habitación de Roy, pero ninguno decía nada al respecto.

 

 

-----

 

El sonido de la puerta cerrándose  con un portazo fue lo que necesito Roy para saber que Edward estaba allí. No necesitaba mucha habilidad para saberlo, puesto que él era el único que cerraba las puertas de esa manera tan violenta.

 

- ¿Qué sucede acero? –Preguntó con un leve tono de burla, la cual nunca le abandonaba- ¿Aun no entiendes que se llama primero antes de azotar una puerta?

 

Edward levanto la mirada y observo a Roy. Tenía los ojos cerrados para que nadie observara sus ojos casi blancos y desprovistos de aquel color azul oscuro que antes poseía. Estaba sentado en la cama, en la cual se encontraba postrado casi todo el día, con una ropa casual y haciendo… absolutamente nada, porque sin su vista nada podía hacer.

 

Observarlo era una crueldad, una especie de recordatorio de lo débiles que eran los humanos, el ya no podía hacer nada, puesto que su alquimia siempre se centro en la vista que ya no poseía, y nadie querría un Fuhrer ciego y fácil de manipular.

 

- ¿Acero? –Repitió Roy ¿Acaso se había equivocado?

 

Pero los pasos de unas botas acercándose le hicieron darse cuenta que si había alguien allí, no sabía precisar si era Edward, puesto que él era escandaloso y la persona que entraba a ese lugar era completamente sigilosa.

 

Antes de darse cuenta, su cama se hundió levemente por otro peso, y una mano busco la suya. Encaro la ceja, curioso, pero al sentir la otra mano, fría y metalizada, supo que era Ed, pero ¿Qué le sucedía? El cuerpo del menor se inclino hacia él, haciendo que su cabeza quedase recostada en su regazo, al mismo tiempo que su mejilla tocaba la mano del alquimista de fuego, un gesto que mostraba profunda aflicción y el moreno sabia porque…

 

- No esperaba que te lo tomaras así… -Susurró neutramente, a lo que Ed permaneció en la misma posición.

 

-  ¿Cómo esperes que me lo tome? –Contestó, suspirando- Eres un bastardo, eso es un hecho, pero nadie se merece quedar ciego, menos tu, que estas próximo a lograr tus objetivos.

 

Roy no respondió, y Ed levantó el rostro para observarlo. Su rostro permanecía levantado, pero no podía saber si estaba feliz o triste con  su situación actual y había descubierto que eso era aun más angustiante que ver un rictus de dolor o algo así.

 

Realmente estaba profundamente preocupado por el moreno, y aquello le asustaba en cierta medida, puesto que jamás había se había preocupado tanto por una persona que como en ese momento, excluyendo a Al, claro, porque él era su hermano.

 

- Supongo que tendré que conformarme con una vida tranquila digna de un ciego, ¿no? –Eso provoco que se le revolvieran las tripas, pero tenía razón.

 

De igual forma, negó firmemente, incorporándose.

 

- ¡No puedes rendirte así como así! Debe existir alguna forma…

 

- No existe, Edward –Cortó Roy, y el rubio le observo, sintiendo impotencia. El también lo sabía, no se podía hacer nada, pero quería seguir creyendo, aunque fuera imposible, debía existir alguna forma.

 

El lugar se sumió en un profundo silencio, no era tenso, pero si triste. Ambos se sentían reconfortados con la presencia del otro, aunque no estuviesen en el mejor momento de sus vidas. Edward suspiro, y tomo su mano de nuevo, un gesto extrañamente cariñoso en su persona, acaricio la liza mano del alquimista del fuego. Siempre le habían gustado sus manos, al estar casi siempre enfundadas en guantes, no había tenido muchos problemas en mantenerla inusualmente suave, excepto en algunas partes donde se sentían unas cicatrices que no se podían notar a simple vista.

 

Roy no dijo nada, solo se dejo acariciar, al parecer agradado por la demostración de reconforte que le brindaba tímidamente el rubio, solo un leve suspiro salió de sus labios, mientras se recostaba en la cama, buscando la forma de seguir con su actuación de simple resignación, cuando por dentro se moría por ganas de gritar y berrear como un niño pequeño, negándose a aceptar su ceguera cuando estaba tan cerca por conseguir el puesto de Fuhrer, el puesto por el que había estado trabajando tan arduamente desaparecía de un plumazo… llevándose sus ojos también.

 

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Riza Hawkeye caminaba por los pasillos de su cuadrilla con una larga caja de madera en sus manos, cerrada con varios candados cuyas llaves permanecían colgadas cómodamente en su cadera. Cualquiera pensaría que era una caja con armas, puesto que era normal que se llevaran armas en cajas de ese tipo, pero el que tuviese más de un candado significaba que era importante y el que lo llevara la Mayor Riza Hawkeye era suficiente como para saber que era algo secreto y muy significativo.

 

Su perro caminaba fielmente a su lado, meneando la cola cuando veía a alguien conocido, los cuales solían sonreír al notar aquello, saludando a la mujer.

 

Se detuvo frente a la que había sido siempre la oficina de Roy, sonriendo con tristeza al notar que decía “Teniente Coronel Edward Elric” en vez de “General Roy Mustang”. No era desagradable el cambio, Edward escribía infinitamente mejor que Roy y más rápido, pero él no era el aprendiz de su fallecido padre, no era su casi protector… Apartando esos pensamientos de su mente, intento ingeniárselas para abrir la puerta, aunque fue sorprendida cuando Havoc la abrió por ella, sonriéndole cordialmente, con el cigarro en la boca.

 

- Eh, Mayor –Saludó, quitándole la caja de las manos para sorpresa de la rubia, mientras Black Hayate entraba corriendo, empezando a rasguñar tímidamente la puerta de la oficina de Edward, la cual permanecía cerrada.

 

- ¿Él esta…? –Empezó a decir Riza.

 

- Si, lleva encerrado toda la mañana, solo sale para dejar formularios y tomar otros. Una vez tomo uno que ya había hecho y… casi vuelve a escribir lo mismo encima de ellos, de no ser porque se lo avise. Ni si quiera me observo.

 

Riza asintió, observando como Jean dejaba la caja en uno de los escritorios, antes de que empezara a caminar a paso decidido. Él debía decirle en que había concluido los exámenes de Roy, mientras se aferraba a la esperanza de que fuese un diagnostico favorable, aunque por sus acciones, no parecía ser algo bueno.

 

Toco la puerta tres veces, sin recibir respuesta en ninguna de las veces. Suspiro, mientras Jean observaba curioso, al igual que Fuery, aunque este era más disimulado que el otro.

 

- ¿Qué haces mirándome? –Soltó la rubia, mirando mal a Havoc, antes de sacar su infaltable arma y apuntarle- Sigue con lo que hacías ahora.

 

No tuvo que decírselo dos veces, puesto que el chico ya se encontraba enfrascado en lo que hacía antes de que la Mayor llegase y el caballerosamente le abriese la puerta.

 

Hey… ¡Ni siquiera le había agradecido!

 

Hawkeye volvió a mirar la puerta, antes de abrirla sin permiso de su superior. Era un atrevimiento, pero la situación lo ameritaba.

 

Edward no se inmuto cuando la puerta se abrió, solo siguió garabateando en los papeles, a este paso podría llenar todos los papeles de un mes en apenas un día. Sería algo ideal, pensó Hawkeye, pero el que el hiperactivo rubio estuviese tan deprimido no era buena señal.

 

- Teniente Coronel… -Llamó ceremoniosamente, cerrando la puerta detrás de ella, para indignación de Havoc, quien observaba con curiosidad lo que sucedía.

 

Edward no contestó.

 

Riza se acercó más y colocó las manos sobre el escritorio, mirándole fijamente. Él sabía que estaba allí y le ignoraba deliberadamente.

 

- Edward –Volvió a llamar, pero nada. Estaba empezando a impacientarse, pero incluso sabia que apuntarle con un arma no serviría de nada.

 

Piensa, piensa… ¿Qué podía hacer que Edward dejara de ignorarla?

 

- Pensé que las personas de baja estatura escuchaban mucho mejor que las altas –Dijo tragándose las ganas de reírse por lo que acababa de decir.

 

La reacción de Ed fue instantánea. Una vena apareció en su nuca, seguida de un tic en su ojo. Trato de calmarse… pero no pudo.

 

- ¿A QUIEN LLAMAS PEQUEÑO TAN PEQUEÑO QUE ESCUCHARIA CUALQUIER COSA QUE LE DIJERAN COMO UN ALARIDO GRAVE E INENTENDIBLE? –Saltó, mirándole con enojo antes de que el cañón de una pistola se colocara en su frente, haciéndolo palidecer.

 

- Tú debes contarme algo, así que dilo. AHORA –Su expresión cambio de miedo a tristeza, mientras bajaba la mirada.

 

- No hay nada que hacer… -Murmuró y en sus 19 años, parecía un hombre de 25 por su aflicción- Estará ciego permanentemente…

 

Riza bajo el arma, sentándose en la silla frente a su escritorio, mirándole fijamente, como esperando que le dijera que había sido una broma o algo así, pero eso no sucedió.

 

- ¿En serio no hay nada que hacer? –Murmuró la mujer y Ed negó suavemente.

 

- Nada…

 

Riza se llevo ambas manos al rostro, tapándose con ellas, en un gesto de profunda derrota ¿Cómo el destino podía jugarle tan mala pasada? Era tan injusto, tan inconcebible, por la mirada de Ed, también pensaba lo mismo. Abrió la boca para decir algo, pero la puerta fue tocada, por la forma en la cual era golpeada, dedujo que era Jean.

 

Se levantó y abrió la puerta, para encontrarse a Havoc con la gran caja en las manos.

 

- Supongo que debe entregarle esto al jefe, ¿no? –Preguntó, ofreciéndole la caja, la cual la chica acepto y le cerró la puerta en la cara, provocando que el hombre se enojara.

 

- ¡Por lo menos un gracias podías darme ¿Sabes?! –Reclamó desde el otro lado de la puerta, pero ella no le hizo caso, acercándose al escritorio con la caja, dejándola en la mesa, y buscando las llaves en su cadera.

 

- Fueron encontradas estas cartas en distintos lugares de los límites de Amestris. Pero al parecer todas tienen que ver entre sí –Abrió la caja, mostrándole grandes rollos de un material muy flexible y grueso, el cual tenía cosas a relieve y escritas a lo que parecía tinta.

 

Riza lo abrió frente a sus ojos, y el rubio se maravillo por lo que veía. Todo era de colores brillantes y maravillosos, incluso había colores que la naturaleza no daba con facilidad, sin contar que todo parecía recién hecho, y estaba escrito en un extraño material que jamás había visto. Solo eso le hacía desmentir el pensamiento de que fuera una broma o algo así.

 

- Este fue encontrado en el desierto –Explicó Hawkeye, señalándolo- Esta otra en las montañas y las dos últimas en el bosque, pero en extremos distintos.

 

Edward se inclino hacia las cartas, tocando una de ellas. El material brillaba y era liso, sin contar que tan flexible que podía oprimirlo y luego volver a su forma original. Luego miro lo que estaba escrito, y fue notando lentamente que todo estaba escrito en varios dialectos, todos mezclados de una forma en la cual tenía sentido.

 

- El Fuhrer me pidió que te la entregara expresamente, dijo “Ese muchacho será el único que pueda entender lo que dice allí” –Edward la miró antes de asentir, enrollando sorpresivamente las cartas, y volviendo a meterlas en la caja, extendiendo la mano poco después para que la Mayor le diese los candados y llaves, cosa que ella no dudo en hacer, animada por su cambio de actitud.

 

Por lo menos no estaría benditamente deprimido… aunque eso implicaría que los formularios y reportes se volverían a acumular, pensó con fastidio.

 

- Estas a cargo –Soltó Edward de pronto, provocando que se sorprendiera.

 

- ¿Qué?

 

- Estas a cargo hasta que haya descifrado esto –Le sonrió brillantemente- Explótelos, Mayor

 

La sonrisa fue correspondida por la chica, la cual hizo un saludo marcial, al mismo tiempo que Ed se colocaba descuidadamente la chaqueta del uniforme y salía corriendo de allí con la caja, sin despedirse de nadie.

 

Hawkeye salió de la oficina con una sonrisa demasiado feliz que le provoco escalofríos a todos. Jugueteaba con su pistola, antes de levantar la mirada y prepararse para dar la noticia.

 

- Estaré a cargo hasta que el Teniente Coronel vuelva… así que… -Breda y Havoc gimieron, pero un disparo cerca de ellos les hizo temblar- ¡TRABAJEN!

 

Un pensamiento colectivo inundó la mente de los cuatro hombres: ¡Vuelve pronto, Ed!

 

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Un portazo hizo que Al y Alfons pegaran un brinco. Era el momento del almuerzo y ambos estaban preparándolo, así que escucharon el sonido con la misma intensidad. Se miraron confundidos, la única persona que azotaba puertas era…

 

- Voy a la biblioteca –Gruñó cuando paso por la puerta de la cocina, llevando la caja bajo el brazo derecho, antes de que Al se disculpara levemente con el otro rubio y fuera detrás de su hermano, el cual incluso había dejado la puerta de la biblioteca abierta distraídamente.

 

- ¿Hermano? –Llamó, entrando a la estancia y observando como abría rápidamente los candados de la caja, sacando las cuatro cartas y colocándolas todas en la mesa, abiertas.

 

- ¿Puedes pasarme todos los diccionarios de traducciones a otro idioma que puedas? –Fue su única contestación y el menor no dudo en hacerlo, buscando los diccionarios y agradeciendo que la biblioteca era en extremo ordenada, de no haber sido así se tardaría mucho.

 

Edward se sentó en una silla que se encontraba cerca y busco un manojo de hojas, empezando a escribir la traducción de las palabras que entendía, ya que eran en latín y en su idioma natal, casi arrebatándole uno de los diccionarios cuando Alphonse le trajo unos cinco seguidos y luego se quedo parado a su lado, observando las cartas fijamente, sorprendido.

 

- ¿Dónde los conseguiste? –Preguntó, inclinándose más hacia la mesa.

 

- Hawkeye me la dio, el Fuhrer me ha pedido que los traduzca. ¡Ah, encontré una! –Empezó a escribir rápidamente lo que decía en ella en la hoja, buscando ahora otras palabras- Deje la oficina hasta que termine esto.

 

- Y… ¿Hawkeye no te disparo? –Preguntó impresionado. Conocía lo suficiente a la rubia como para saber que el que abandonaran el trabajo no era de agrado para ella.

 

- No, hice suficiente trabajo como para no hacer papeleo por un mes, así que la dejé a cargo –Alphonse se sentó a su lado, buscando otro manojo de hojas también, y ayudándole. En menos de veinte minutos tenían unas 40 palabras entre los dos, hasta que Alfons asomo la cabeza en la biblioteca, observando a ambos hermanos concentrados profundamente en lo que buscaban.

 

- Er… ¿Van a almorzar? –Curioseó casi con timidez, jamás había visto a los hermanos tan concentrados.

 

Alphonse fue el primero en levantar la cabeza y… golpear a Edward con el mango del diccionario para que le hiciera caso.

 

- ¡AUCH! ¿Por qué me has golpeado? –Gruñó, mirándole mal y llevándose una mano a la cabeza.

 

- Te llame dos veces ¿Vas a almorzar? –Contestó restándole importancia, levantándose de la silla.

 

- Se te están pegando las mañas de Winry –Refunfuñó, levantándose también. Desde que Alphonse se había vuelto humano, él le observaba comer como si fuera la cosa más maravillosa, aunque cuando comía con alguien más debía disimularlo un poco.

 

Alfons rió bajito, aunque internamente sentía envidia de la relación entre ambos hermanos, era tan envidiable y perfecta que casi parecían una pareja y no un par de hermanos.

 

- Hey, Alfons –Llamó Edward- Ayúdame a llevar a Mustang a la cocina.

 

Él asintió, mientras seguía a Ed a la habitación del dueño de la casa. Era una costumbre sacarlo del cuarto a las horas de comida para ayudarle a aprender a comer sin ver. Era fácil saber la distancia entre el tenedor y la boca, pero el poder tomar el cubierto, saber que estabas tomando y lograr notar donde estaba el vaso o incluso el mismo plato era otra historia. Ed sabía que Roy odiaba ese momento del día, pero era muy necesario.

 

Entró haciendo el ruido de siempre. Roy se encontraba de pie esta vez, apoyado de la ventana abierta, parecía que solo estuviese dejando que el viento meciese su cabello delicadamente, no que… bueno, pensó Ed, debía dejar de tomar en cuenta eso.

 

- Hey, Mustang –Llamó acercándose.

 

- Si, la hora del almuerzo –Bufó sacudiendo la cabeza- ¿No es mejor que me den un bastón o algo así en vez de venirme a buscar todo el tiempo?

 

- ¿Qué? ¿Estás empezando a anhelar cosas de ancianos? Pensé que ibas a permanecer en negación ante tu inminente vejez por más tiempo –Se burló el alquimista de acero, al tiempo que Alfons le miraba espantado.

 

- Ya quisieras tu que me sintiera anciano, acero –Contestó con calma el mayor, caminando elegantemente hacia él. Ya había memorizado el camino hacia la salida, pero al no saber donde estaba Ed… se choco con él.

 

- Hey, hey, entiendo que soy completamente irresistible, pero si quieres tirarme encima mío, espera primero a que tengamos unas cuantas citas, ¿Si? –Rió Ed, agarrándolo por los brazos para que no se cayera, y Alfons tenía una expresión de completa sorpresa. Nunca, en todos sus años, había visto que alguien tratase a una persona con alguna dificultad o falta física de una forma tan casual, casi como si ese problema no existiera.

 

Quizás el que Ed le faltase un brazo y una pierna tenía que ver.

 

- ¿Vienes Alfons? –El chico pegó un respingo al darse cuenta que Roy y Edward se encontraban ya a la mitad del camino, y enrojeció, casi corriendo hacia ellos y disculpándose repetidas veces, a lo que Ed rió- No te preocupes, ahora vamos, seguro Al puso la mesa.

 

Alfons asintió con una sonrisa, adelantándose a la cocina y encontrándose a un Al terminando de servir los cuatro platos, él se acerco a ayudarlo con las bebidas, recibiendo una sonrisa de respuesta.

 

Roy no necesitó ayuda para encontrar su silla. A decir verdad, era muy independiente y se podía caminar toda la casa sin tropezarse siempre y cuando no cambiaran de lugar nada. Sabia donde se encontraba la habitación que Al y Ed compartían y la que Alfons usaba cuando debía quedarse, puesto que el chico se negaba a quedarse allí en fe de inquilino, ya que aunque era el médico de Roy, no se sentía con el derecho de dormir allí.

 

Pero igual se la pasaba todo el día allí.

 

Edward se sentó al lado de Roy, sin tocar su comida hasta que el más alto decidiera empezar a comer la suya propia, observando ocasionalmente si no se equivocaba o si terminaba poniendo la mano contra la comida caliente, puesto que la última vez que había pasado, casi le chamusca el pelo por haberse reído en su cara. Era una de las curiosidades del post de su pérdida de vista: Podía usar alquimia sin ningún circulo, como Edward y Alphonse, solo que el tenia que chasquear los dedos y ya.

 

Por suerte, logro encontrar el cubierto y rozar con él la comida, diferenciándola, buscando entender si debía cortar algo o si alguna era demasiado dura o demasiado suave. Edward no pudo evitar pensar que cuando tuviese su vista de nuevo tendría una endemoniadamente buena puntería.

 

Empezó a comer, siguiendo a Alphonse y Alfons, quienes habían iniciado momento antes, mirando de hito en hito a Roy y Al, aunque al segundo era por mero gusto de verlo comer, causando que este terminara soltando una que otra risita floja al darse cuenta de eso. Y si, esa situación se repetía todos los días, cada vez que comían.

 

- ¿Cómo están las cosas en el cuartel? –Preguntó de pronto Roy en un tono casual luego de dejar su vaso con extremo cuidado en la mesa.

 

- Pues, perfectamente. Falman ha tenido que darle un curso inicial a los nuevos alquimistas y apenas en el primer día uno de ellos fue despedido de su cargo –Contestó distraídamente Ed, mientras Al le miraba sorprendido.

 

- ¿Por qué? –Quien lo había dicho era Roy.

 

- Sabes que el año pasado entro la primera mujer alquimista, ¿no? –Él asintió- Bueno, esta vez entraron dos más. La otra chica no había tenido problemas porque fue solicitada en un pequeño frente de batalla, y termino siendo trasladada allí después de su impecable participación –Encogió los hombros- Bueno, ahora ellas están a vista de los demás alquimistas hombres y uno de ellos se atrevió a insultarlas. Ninguna de las dos ha dicho nada, pero un General de Brigada pasaba por allí y el imbécil fue relegado de su cargo, además de que el Fuhrer le dio una generosa multa –Sonrió de lado cuando recordó a Falman contándolo. Breda había soltado una risotada y Fuery había tartamudeado algo sobre merecérselo.

 

- ¿Y la oficina? –Soltó luego de masticar. Cada vez se le hacía más fácil distinguir entre el frio y el calor para no equivocarse al agarrar algo.

 

- Perfectamente normal, solo que con menos disparos. Deberías considerar dejar de chasquear tanto los dedos y tomar un curso de escritura, bastardo. Escribes extremadamente lento y puedo entender porque razón Hawkeye te amenazaba frecuentemente para que terminaras las carpetas de una vez –Se quejó y Roy casi pudo estar seguro de que le apuntó con el tenedor.

 

- No todos tenemos tiempo libre como para tomar clases de escritura –Sonrió socarronamente, notando un leve cambio en el ambiente. Edward se había enojado.

 

- ¡Yo no he tomado ninguna clase de escritura, culo de fuego! –Rugió el rubio, levantándose de la silla.

 

- ¡Hermano! –Le llamó la atención Al- No peleen a la hora del almuerzo, es de mala educación –Reprendió mirándole mal, a lo que Ed volvió a sentarse cual niño enfurruñado, provocando la risa de Alfons. El menor de los Elric tenía una autoridad de madre sobre Ed que casi era cómica.

 

Roy no dijo nada más, pero tenía una sonrisa socarrona en los labios. Por lo menos podía decir que disfrutaba ese momento solo con molestar al explosivo alquimista de acero.

 

Luego de un rato, cuando Alphonse pregunto si querían postre, a lo que todos aceptaron y Ed recordó un detalle resaltante del día.

 

- Hawkeye me dio unas cartas antiguas… -Dijo de pronto y Roy movió la cabeza hacia él con claro interés- Son extrañas, hechas de un extraño material. Tiene relieve, si quieres te las muestro luego de que  acabemos el postre –Roy asintió con genuino interés, para agrado de todos los presentes.

 

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- Creo que el acelerar tu deseo de ancianidad no es tan mala idea –Gruñó Ed, llevándolo a la biblioteca por un brazo. Si no hubiesen colocado unas cajas de libros de ellos allí, no tendrían problema.

 

- Lamento arruinar tu ilusión, acero. Pero para que empiece a sentirme un anciano hace falta muchísimo tiempo –Ed soltó una risita mezclada con un bufido, antes de detenerse frente a la mesa y llevar la mano del alquimista de fuego a una de las cartas, dejando que el sintiera el relieve de los dibujos y escritos- Es… increíble –A pesar de que no recibió respuesta, sabía que Edward había asentido- ¿Tiene latín?

 

Ed le miró sorprendido ¿Cómo lo…?

 

- Si, si tiene –Se adelantó Alphonse, entrando- Empezó a nevar. Alfons se quedara aquí hasta que la tormenta mengue –Avisó, a lo que ambos alquimistas estatales asintieron.

 

Roy volvió a tocar las cartas, levantando una con extremo cuidado y sentándose en la silla a su lado, la cual había rozado su pierna cuando se había inclinado. Jamás había sentido algo como eso, y le encantaría poder verlo. Su expresión se volvió sombría, y Ed lo notó, casi sabiendo lo que estaba pensando, le quito las cartas de las manos.

 

- Dime que serás útil y que me ayudaras en dado caso que esto tenga otra traba más y deba descifrarla –Casi demandó, sorprendiendo a Mustang.

 

- No puedo ver –Soltó con amargura.

 

- La ceguera no te vuelve estúpido, Mustang –Gruñó Ed, sentándose en la silla que su hermano había dejado, frente a Mustang- Puedo dictarte lo que está escrito ¿No?

 

Roy francamente se dio cuenta de que no había pensado en eso. Él era bueno en descifrar escritos en clave, casi más que los mismos hermanos Elric, quienes habían descifrado muchos libros más desde el de Marcoh.

 

Inconscientemente, una sonrisa apareció en sus labios.

 

- Cuenta con eso, acero –Susurró y Edward sonrió ampliamente, sabiendo que desde ese momento tendría a un Roy Mustang metido de cabeza en la biblioteca.

 

Continuara.

 

Próximo capitulo: La profecía del fin del mundo.

 


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