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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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La ciudad impregnada de "tintes blancos" aún se encuentra dormida y silenciosa a esas horas, en la que todos se disponen a relajarse y descansar, para luego volver a la rutina del trabajo.

Solos, se encuentran los únicos testigos de tan bellas calles bañadas en nieve, envueltos por el frío del viento y la búsqueda de calor corporal.

- ¡Estate quieto! ¡Me haces cosquillas!

Se "queja" en un escape de risa sin contener, el mayor Roy.

Luego de su inesperado encuentro con Edward, y al ver el notorio mal estado del niño, decidió sin dudar ni un segundo en llevarlo consigo a la biblioteca. Mientras ocuparía su turno en las silenciosas salas del edificio, podría hablar tranquilamente con el joven.

Y así están los dos. El mayor llevando al menor en su espalda, ya que se había negado rotundamente a que el pequeño caminara seis cuadras con lo mal que se encontraba…

O eso es lo que piensa Roy. Ya que Ed no está para nada enfermo…

Sólo es… una sensación rara que tiene en el pecho. Y sus mejillas que arden considerablemente, notándose fuertemente el rubor en ellas. Y… también unos leves cosquilleos en el estómago…

¿Serían indicios de alguna enfermedad?

Cielos… Debía cuidarse mejor.

- Lo siento.. – suelta una disculpa entre una sonrisa, por haberle causado escalofríos al mayor.

¿Y qué le podría decir? No podía evitar el refregar su rostro en su espalda, sintiendo el calor que le brinda aquel hombre.

Aferrando ambas manos en sus hombros, apoya su mejilla en uno de ellos, decidido a quedarse quieto por el resto del camino.

- Aahh.. Ni bien lleguemos me calentaré una tasita de café… - imagina el morocho con ojitos calmados y brillosos, ilusionándose con las nubecitas de vapor emanadas por una gran taza caliente.

Odia el invierno, pero tampoco le gusta el verano. Los dos extremos son malos, en su opinión.

Pero en estos momentos le era imposible el no pensar en llegar pronto al gran salón en busca de refugio.

Además.. debía aclarar ciertas cosas… con cierto niño…

- ¿No te gusta el invierno, no?

- ¿Eh?

La dulce voz del pequeño rubio llama su atención.

- ¿Por qué lo preguntas?

- Curiosidad… - susurra Ed acomodándose en los hombros del hombre.

- ¿Sólo eso? – ríe Roy ante la inocencia del chico – Pues, sí. Acertaste. No me gusta el invierno..

Un mechoncito de sus cabellos negros lo distrae al molestarlo en su rostro, se detiene y niega con la cabeza para acomodarse, y afirmar más su agarre con el rubio.

- ¿Cómo adivinaste? – pregunta mientras vuelve a la caminata.

- Estás tenso.. – responde el joven entrecerrando un poco sus ojos.

- Cualquiera estaría tenso con kilos de nieve a su alrededor – suelta con gracia el mayor.

- Yo no estoy tenso..

- Tú eres un caso especial, ya todos sabemos que no eres normal…

- ¡¿A qué te refieres con eso? – abre sus ojos, sin comprender la afirmación de su compañero.

- ¡Era una broma, era una broma!

Ríe éste, nuevamente ante la inocencia del pequeño.

No lo conocía muy bien, teniendo en cuenta que sólo se habían encontrado dos veces, y ambos encuentros en la misma gran biblioteca central.

Algo tenía ese chico, que lo hacía totalmente especial. No sabía si ése era el motivo de su interés, o sólo el simple hecho de que le parecía totalmente misterioso e impenetrante.

Recuerda una de las charlas que tuvieron en el salón, y también la vez que le hizo el favor de rellenar un formulario de empleo.. a costa de su imaginación….. ya que no sabía qué rayos poner en ese… trozo de papel.

Oh! ¡Cierto! Luego debía preguntarle sobre aquello. Al final ¿Había conseguido algo con eso?

Ya tendrán oportunidad de hablar ni bien lleguen a su destino.

- Si estás cansado puedes dejarme, no importa. Puedo caminar.

Una vez más, el silencio es cortado por la voz de Ed, quien parecía que en cualquier momento se dormiría en la espalda de Roy.

- ¿Quién dijo que estoy cansado? Yo no he oído a nadie – comenta graciosamente – No te preocupes. Además, no debes llegar a pesar ni veinte kilos…

Nuevamente el rubio abre sus ojos - ¿Qué quieres decir? – pregunta con un semblante preocupado.

- ¡Era broma, era broma! – suda una gotita el mayor.

Edward deja escapar un pequeño suspiro.

Nunca fue de relacionarse con mucha gente, ni siquiera en sus años de secundaria, si bien tenía a sus compañeros pero sólo eran eso… "compañeros". Además de acostumbrarse a vivir en su propia burbuja, formada desde que entró al mundo de Bradley, comenzando a desconfiar de cierta gente…

Ahora veía las dificultades que representaba el relacionarse con alguien, y al no conocer por completo al mayor, no sabría cuándo éste diría la verdad… o cuándo simplemente se tratara de una broma.

Ya se acostumbraría… Además…

Quería acostumbrarse.

Le agradaba. Realmente le agradaba aquella persona. Sin conocerlo a fondo, veía algo distinto en el señor Mustang.. algo de que millones de personas se encuentran encarecidas.

…La sinceridad del corazón…

.

- ¿A ti sí te gusta el invierno, no?

Pregunta el de ojos oscuros, con su mirada firme, viendo directamente a una cuadra de distancia, las puertas de la enorme biblioteca acercándose a cada paso que da.

- ¿Por qué lo preguntas?

Cuestiona el rubio, levantando su rostro y mirando desde el hombro del morocho.

- Curiosidad…

- Mentira..

- ¡Jaja! ¿Por qué no me crees?

- Es exactamente lo que yo dije antes – analiza sin querer caer en alguna trampa.

- ¿Acaso no puedo tener tu misma curiosidad? – cuestiona sonriente, entreteniéndose con el niño.

- Bueno.. sí…- se rinde haciendo una leve mueca de derrota – Pero… Mucha coincidencia.

- ¿Por qué desconfías tanto? Vamos, dime – insiste animadamente - ¿A ti te gusta el invierno?

Más allá de la respuesta que diera el rubio, más allá del gusto que tenga, si prefería el invierno o el verano.. eso estaba de más.

Roy, consideraba esto como una pequeña prueba..

Se había dado cuenta.. de que el niño, a pesar de ser justamente.. un niño, prácticamente en ciertas ocasiones, hablaba y tenía actitudes como las de un adulto; y eso le llamaba mucho la atención considerando la edad que tenía.

Pero…

Al encontrarse ante la pregunta de "¿te gusta el invierno?", no importa cuán prodigio pueda ser uno, qué tan inteligente o cuánta sea la capacidad que tenga para analizar situaciones…

Una pregunta tan personal como la de un gusto, no puede ser mejor expresada, que por tus propios sentimientos…

La palabra del alma nunca fue y nunca será reemplazada ni por toda la información que te brinde un libro de texto.

Y eso justamente, era lo que quería verificar en el joven.

- Pues… - comienza el rubio, encontrándose frente a algo inesperado.

Intentando pensar una respuesta aceptable, se había quedado completamente en blanco.

Unos breves minutos bastaron… para poder comprender la lógica del señor Mustang.

No se había equivocado, había caído en una pequeña trampita.

- Sí, me gusta el invierno. – contesta finalmente, alzando su rostro contra la brisa fresca de la tarde, la cual despeina con delicadeza sus finos mechones rubios.

- ¿Algún motivo en especial? – pregunta sintiéndose, ahora, comprendido por Ed.

- Porque… - continúa mientras mira con entusiasmo las puertas de la biblioteca acercándose, y el viento emocionarse cada vez más, hasta hacerlo sentir que flota en el aire – Porque es único. Es… - siente sus mejillas arder… ¿qué era esa ansiedad?

- ¿Es….? – indaga más, Roy.

- Es… es mágico – siente su corazón palpitar con fuerza. Cuando antes no sabía ni qué decir, ahora siente cómo millones de palabras se sumaban rápidamente dentro de su cabeza.

Roy podía percibir los golpes del corazón del chico contra su espalda.

Iba a decirle algo, hasta que el pequeño decide finalmente hacerse notar.

– El invierno… es sencillo. Es la unión de uno mismo. Ver los copos de nieve desde una ventana, mientras te acurrucas entre las cobijas y escribes en tu cuaderno. El invierno… son esas mañanas de hogar acogedor. Es el aroma a tazas calientes. Es el caluroso abrazo de apoyo de un amigo. Es…el refugio de cada uno. Es lo que nos hace.. recordar nuestra casa. Nuestros seres queridos… Es… todo… -

Varios recuerdos, memorias imborrables, incontables sensaciones eran las que el rubio ahora percibía.

Su corazón latía con fuerza, su respiración estaba levemente agitada, y sus mejillas ardían con intensidad. Estaba algo… ¿avergonzado? Sí, lo dedujo rápidamente.

Esa es la sensación que se experimenta al expresar nuestras opiniones, en busca de la aceptación del otro uno se pone nervioso.. y hasta a veces opta por callarse.

.

.

Pero él…

Se había abierto…

Se había abierto ante una persona externa a su familia, considerando que sólo depositaba su total confianza en Al.

Esta persona… lo había obligado inconcientemente a rebelar sus emociones. A expresar…

Simplemente.. un sentimiento.

Algo tan simple.

El seguir siempre las órdenes de los demás, buscando la felicidad/aceptación de los demás, el bien exterior a él…

Nunca se había preguntado ¿Qué quiero yo? ¿Qué deseo decir yo? ¿Qué pienso al respecto?

Y este hombre… así como si nada, le arrebata de un solo tirón todas esas palabras que nunca expresó, palabras del alma.

- Esa respuesta sí te la puedo aceptar – comenta el mayor sonriendo orgulloso por el niño, habiendo conseguido su objetivo.

Poco a poco iría conociendo más ese misterioso corazón, tenía mucho tiempo para eso.

Al menos había descubierto una parte del rubio, una parte que hasta ahora no conocía.

Encontrándose ya frente a la descomunal entrada de la biblioteca, con una de sus piernas empuja una de las puertas, ésta abriéndose al momento.

Una pequeña corriente de viento entró en el interior del gran salón principal, haciéndose sonar el eco en las blancas paredes del edificio.

Lentamente, Roy desliza sus manos, soltando con cuidado a Ed y dejándolo nuevamente a pies en el suelo.

El rubio mira al mayor, aún encontrándose encantado ante lo sucedido hace unos minutos.

Ese ser, realmente era… único.

¿Cómo alguien podía ser capaz de hacerlo sentir así, de esa manera? Tan…. Felíz.

- Bueno… - suelta en un suspiro el morocho, dándole una última mirada al pequeño desconcertado.. quien lo mirada con sus grandes ojos dorados..

- Aquí estamos. Entremos…. -

"Estrella Solitaria"

parte.-

- ¿Qué tenemos para el primer plato de la cena de hoy?

Resuena en eco, en una gran sala, la pregunta proveniente de un severo hombre, ahora vestido con un traje sumamente fino color azul marino.

- ¡Oh, sí, Señor Bradley! Hoy tenemos como plato principal pollo al horno a la boloñesa con ensalada rusa y surubí, una de nuestras especialidades. – responde un hombre regordito con vestimentas blancas, al igual que el enorme sombrero que lleva en la cabeza, y un chistoso bigotito puntiagudo que resalta de su redonda cara.

Si bien muestra tranquilidad y confianza, siendo el chef de la "mansión", en su interior se encuentra algo nervioso por la opinión de su jefe con respecto a la selección de la comida de esa noche.

Dirigiéndole una mirada autoritaria, Bradley se hace resonar nuevamente en el lugar – Quítale el surubí, y agrégalo en el segundo plato. Todo lo demás está bien – contesta sin emoción alguna, mientras guía su rostro por todo el salón.

Cada detalle debía estar completamente a la perfección, y más para ese día.

En el Temple Loue, se acostumbra todos los lunes realizar una cena especial junto con todos los empleados del hotel, o por decirlo de otra forma, las marionetitas de Bradley, entrando nuestro protagonista también en esa categoría.

Cincuenta y dos.

Es el número exacto, actualmente, de los "trabajadores" en total.

La cena se realizaría en la sala principal del hotel, con dos grandes y largas mesas de la madera más cara y fina de la región, ventanales que daban su vista directo al patio casi paraíso tropical, ligera música instrumental de fondo, y el sonido de la cascada artificial cayendo hacia la piscina del patio.

Todas las comodidades para disfrutar plenamente de una rica comida junto con tus "compañeros de trabajo".

No sabemos si nuestro Ed pensaría de la misma forma…

- ¿Están confirmadas todas las asistencias de mis empleados para esta noche? – pregunta nuevamente al hombre rechonchito.

- ¡Sí! Como siempre todos asistirán hoy a la cena. Los dividiremos en dos grupos, entrando veintiséis en cada mesa, junto con usted en la silla principal. – responde rápidamente el chef, acomodándose su gorro de cocinero.

- Bien… Pídele a mi secretario que ordene las ubicaciones de cada uno en las mesas – le manda cambiando un poco su tono, a uno más ligero y menos estricto – Dígale que se asegure que Lina Braam y Edward Elric se sienten ambos a mi derecha. El resto puede ubicarlos como quiera.

Recordando que esos dos empleados fueron los más requeridos, y hasta preferidos, por de parte de los clientes, se ganaron el lugar tan ansiado por todos los que trabajan en el gran Temple, siendo los nuevos "juguetes" favoritos de Bradley.

Siempre que surgían nuevos favoritos, se sentía en todo el hotel un ambiente de celos y competencia entre los mismos empleados. Era un ambiente… no muy agradable que digamos.

- Que todo esté completamente listo, saben que no tolero las imperfecciones aquí, ¿Entendido? – termina con la sonrisa más falsa de toda su vida que pudo expresar en el momento, viendo la impresión que esto causó en el chef, dándose cuenta del temor que le causaba.

- ¡P-por supuesto! ¡Me encargaré de cada detalle! ¡N-no se preocupe, señor!

Sintiéndose satisfecho con la respuesta del cocinero, se decide a salir de la sala y descansar un poco para encontrarse presentable a la noche.

Iba a salir del salón, cuando escucha unos pasos aproximarse rápidamente hacia donde está él.

- ¿¡Dónde está mi jefe favoriii~ito! – se escucha la voz animada y feliz de una mujer corriendo desde la otra punta del lugar, para abrazar por detrás a su superior.

Sudando una gotita algo aturdido, gira su rostro, descubriendo el causante de tanto escándalo – Oh, Lina. Te dije varias veces que no me asustes de esa forma. Y no me quites autoridad con tus frasecitas simpáticas! – sentencia ya cansado de repetir siempre la misma escena.

- Yo no te quito autoridad, sólo digo la verdad – dice sonriente mientras suelta a su jefe.

Lina Braam, una de sus mejores empleadas y la nueva favorita. Es una mujer de veintisiete años, cabellos rizados de un color bordó muy llamativo, ojos cafés y piel pálida.

Lleva puesto una remera de mangas largas color crema y unos jeans negros ajustados, que resaltan bien su trabajada figura.

- ¿Está todo en orden para esta noche? – pregunta en un tonito juguetón, mientras apoya una de sus manos en su cadera.

- Como siempre, a la perfección. – responde con un destello de orgullo – Además, te tengo una… curiosa sorpresa…

- ¿Sorpresa? – ladea la cabeza a un lado.

- Sí. No sé si la considerarás una noticia buena o mala para ti, pero esos son detalles – comenta viendo la curiosidad que esto genera en la pelirroja, quien se inquieta de las ganas de saber.

- ¡Vamos! ¡Dime qué es! – exclama ya sin poder esperar.

- Para esta cena en especial, te ubicaré junto con.. el nuevo, pequeño y famoso anfitrión del hotel. – dice por fin, llamando la atención de la mujer.

- ¿Q…? ¿Con…? – abre los ojos ante la.. gran sorpresa - ¿Estaré ubicada con el chico del que todos hablan últimamente?

Se comentaba mucho por los pasillos del hotel, que un jovenzuelo rubio, de unos ojos inigualables, y carácter duro y frío era la nueva "estrella" del lugar.

Aunque nadie lo conocía físicamente, ya que los horarios que generalmente "trabajaba" era muy distinto a los horarios de los demás. Siendo un total misterio para todos.

- ¿No estás emocionada? Conocerás a tu nuevo rival. Y sabes algo? ¡Se trata de un niño de dieciséis años! – comenta con gracia ante la pura verdad dicha.

Esto recela a la mujer, sintiéndose acomplejada por un crío.

¿Cómo podía ser posible que un mocoso consiga mucha más popularidad que ella?

- Bueno, yo ya debo irme. – suelta Bradley dándole la espalda y dirigiéndose a la gran puerta de salida – Nos estamos viendo esta noche!

Cierra la puerta tras de sí, dejando a una confundida Lina en el camino.

Ríe disfrutando de la situación.

Se pregunta… ¿Cuál sería la reacción de sus marionetitas cuando anuncie a su nuevo favorito?

¿Sería igual o peor que la reacción de la señorita Braam?

Todos los lunes era un espectáculo tras otro…

No podía esperar más!

Pero por ahora, debía llamar a uno de sus guardias para que buscaran la localización del joven Elric.

Él sabe perfectamente sobre la cena de los lunes, no se le haría el pillo tan fácilmente e intentar ausentarse.

Ahora… ¿Dónde podría estar la pequeña hormiguilla?

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.

.

- ¡Tienes a David Moorse! ¡No puedo creerlo! ¡En la mini biblioteca que teníamos en mi escuela nunca traían de sus libros!

Se escucha a un emocionado Ed, sosteniendo en sus manos un libro de tapa color crema y bordeados blancos.

Ni bien entró junto con Roy al enorme edificio, lo primero que se le cruzó por la mente fue el nombre de ese autor de libros policiales y misterio que tanto le fascina.

Y encontrándose en la biblioteca más grande e importante de la ciudad, no pudo evitar salir a correr en la búsqueda del escritor.

Roy, que había estado buscando al niño entre cada estantería y siendo guiado por su voz, lo encuentra finalmente, viendo la emoción impregnada en el rostro de éste, como quien encuentra diez dólares en el suelo.

- ¿Cómo es eso de una "mini biblioteca"? – pregunta algo intrigado por la expresión, acercándose hacia el menor y observando el libro en sus manos.

Mostrando la mejor cara de indignación, el rubio le contesta al mayor – Esa biblioteca era un chiste. Habrá tenido tres o cuatro estantes de sólo un metro de altura. Salteándose a un montón de grandes escritores. Cuando le dije eso a la bibliotecaria, se volvió histérica y comenzamos a discutir – se queja recordando sus días en la secundaria, y las grandes discusiones que tuvo con la bibliotecaria por no tener registrado a su queridísimo David Moorse en sus archivos.

Roy no puede evitar echarse a reír ante el comentario del chico, y tras haberse imaginado tal escena.

- ¡Jajaj! ¡Eres increíble! Sólo tú podrías pelear con alguien por un autor – comenta entre risas, sintiendo pena por la señorita bibliotecaria.

- ¡Era frustrante! Además se ponía roja al instante de los nervios que le provocaba. YO debería haber estado rojo de los nervios! – seguía quejándose Ed, demostrando firmeza en sus palabras.

La seriedad con la que hablaba no concordaba con las cosas, a criterio de Roy, tan graciosas que decía.

El mayor se cubre el rostro con una mano ante la risa, mientras que con la otra rodea su estómago, que le dolía de tanto reírse.

Se imagina lo que habrán padecido los profesores de esa escuela con un niño tan decidido y complicado como Edward.

Todo por ese tal David.

.

Entre discusiones y risas, concuerdan en que Ed al final se llevaría el libro, el cual Mustang apunta en su anotador para tenerlo registrado y recordarlo.

.

Poco es el movimiento que se nota esa tarde en la biblioteca. Generalmente todos los lunes eran así, tranquilos y sin tanta gente yendo y viniendo.

Ambos deciden sentarse en el escritorio de la recepción, donde Roy ocupa siempre su turno, a tomar una taza de café y relajarse un poco luego la gran caminata que hicieron entre la nieve hasta llegar allí.

- Aquí tienes - apoya en la mesa la taza correspondiente a Ed, mientras se sienta en su lugar, a un lado del rubio.

- Gracias – suelta en un susurro, tomando entre sus manos la taza tan calentita - ¡Ah! Y gracias también por traerme hasta aquí. Lamento haberle causado tantas molestias, señor Mustang.

No solía dejar que los demás lo ayudasen tan liberadamente, y la vez que lo hacía, no podía evitar avergonzarse y pedir disculpas por ser una molestia.

- ¡No digas eso! – contesta amablemente el morocho, tomando un poco de su taza y dejándola a un lado – No te disculpes, no fue nada. Y… puedes estar tranquilo, nada de formalidades, sólo dime Roy.

Mostrando una bella sonrisa de lado, se da media vuelta y abre una enorme agenda, correspondiente a los archivos de la biblioteca, y comienza a leer y escribir algunos datos.

Edward, que se había quedado tildado ante tan bella sonrisa, toma un sorbito más de su taza, cubriéndose con ella, con tal de que el mayor no descubra el rubor en su rostro.

¡Oh! ¡Genial! De nuevo esas palpitaciones en su pecho…

¿Habrá agarrado algún resfriado?

Lo cree la mejor opción, además no se sorprendería, últimamente estuvo mucho tiempo por las frías calles de la ciudad.

- ¿Qué está haciendo señor… digo.. ¿Qué estás haciendo, Roy? – había sentido que el rubor se había desvanecido y por eso se animó a preguntarle, pero ahora cree que el rubor reapareció nuevamente al trabarse en su pregunta.

- ¡Oh! Disculpa. Estaba leyendo unos detalles que me dejó mi compañera de trabajo. En realidad ella debería de venir aquí. Pero a veces se le hace difícil por cuestiones personales. Por eso vengo yo. – comenta cerrando la agenda.

- ¿Cuáles son los días en los que vienes? – pregunta Ed, aferrando sus dedos a su taza caliente.

Ese sería un dato muy importante. Sabiendo cuándo trabaja Roy, podría venir y visitarlo las veces que quisiera.

- Humm… generalmente… los lunes, viernes y sábados son los que más vengo aquí, y en algunas excepciones los domingos.- responde el mayor acomodándose en su asiento, con su vista fija en el rubio.

No le molesta contar sobre su vida, parecía que el pequeño se encuentra totalmente interesado. Pero quería averiguar más sobre él, cómo es su vida. Ya que siempre que se lo encontraba, algo andaba mal.

De todas formas, debía ir despacio con ese tema, e ir ganando su confianza.

Y así continuaron, entre una y otra pregunta que Ed le formaba a Roy, descubriendo entre chistes y risas, una manera muy divertida de aprender sobre el otro.

Hacía mucho el joven no se divertía de esa manera, notándose el cambio de su ánimo fuertemente a uno mucho más cálido y accesible.

Vacías todas las plantas del enorme edificio, escuchándose sólo los ecos de sus animadas voces, y el viento entrante desde las ventanas…

O…

eso es lo que parecía…

.

- Lo encontré. Está en compañía con alguien mayor.

Una voz susurrante, proveniente de un hombre totalmente oculto entre sus ropas negras, hablaba a través de su celular, comunicándose detrás de una de las ventanas de la biblioteca observando a Ed.

- Está en la biblioteca central junto con otro hombre. Es alto, morocho y de piel blanca ¿Quiere que lo saque a Elric ahora?

No, déjalo. Intenta investigar qué está haciendo. Tráelo antes de que sea la hora del compromiso de esta noche. – ordena la voz del otro lado del audífono.

Bien… No debía ser muy difícil.

Sólo tenía que escuchar cualquier cosa que hablaran esos dos, y sacar la mejor información de ello.

Arremangándose, mira su reloj verificando la hora, siendo las siete y media.

Tenía tiempo hasta las ocho y media, así que no le costaría nada husmear un poco al rubio.

Apaga su celular y acomoda sus ropas. Camina hasta las puertas del edificio y, sin hacer el menor ruido, las entreabre un poco…

.

Escuchándose a la perfección…

.

Toda la conversación…


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