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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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"Noche Musical"

"Postre nocturno"

.

.

- ¡Y siempre anda quejándose por todo..! Lo he retado, le he dado sanciones, me comuniqué con los padres, traté de hablarle, pero… nada! Nada es siempre lo que consigo! Pero los demás profesores no presentan los mismo problemas.. parece que tiene esa manía sólo conmigo..

Cuenta un frustrado Roy recostado en un gran sillón color bordó, al rubio en frente de él sentado en una silla de madera.

Nuestro pequeño joven lleva en sus manos una libreta lila, donde realiza pequeñas anotaciones, escuchando al mayor con suma atención.

- Y… ¿Cómo se siente al respecto? – pregunta cortante con mirada seria.

Roy hecha una carcajada al ver al rubio de esa manera.

- ¡Esa típica pregunta! Y mira que los psicólogos ganan bien la hora sólo por decir eso!

Edward es contagiado por la animada risa del hombre, mientras deja la libreta a un lado.

.

Llevaban unas cuantas horas hablando en una de las salas de la "abandonada" biblioteca. Sus charlas volaron por los aires, llegando a temas desde lo cotidiano de la vida, hasta …"qué tipo de superpoder te gustaría tener?".

Y siempre, acompañados del contagio de la risa.

- Es muy raro lo que le pasa a ese chico, el tal Thomas… - menciona Ed, volviendo al tema principal de su conversación – ¿Hace mucho que lo tienes en tu clase?

Roy se reacomoda en el sillón, apoyando sus manos en su estómago, entrelazando sus dedos.

- No. Este es el primer año que lo tengo, y ha sido así desde que llegó. Aún no lo puedo comprender.

Esto llama la atención de Edward. Levanta su mirada, que estaba agachada observando la libreta lila, y la lleva hacia el morocho.

Haciendo una mueca, demuestra que no está del todo conforme con su respuesta..

.

- ¿Qué clase de profesor no puede comprender a sus alumnos? – suelta interrogante, cruzándose de brazos y mirándolo fijamente.

Roy lo mira un poco sorprendido. Todavía no se acostumbra a ese cambio tan rápido de humor que presenta el joven.

Ahora mismo se encuentra hablando, como él lo llama, el "Ed-adulto".

- ¿A qué te refieres? Sólo fue una expresión – se defiende - …Quiero decir.. – el morocho lleva sus ojos hacia el techo, mientras se rasca la mejilla con un dedo.

¿Qué quiso decir? ¿Qué quería expresar?

En verdad.. ni él lo sabía…

Se quedó unos segundos pensando en la respuesta que le había dado a Edward sobre su alumno.

Realmente, viéndola desde otro punto de vista, sonaba vacía…

Fría y seca… Más viniendo de un mayor…

Se sienta en el sillón, encarando al rubio, quien aún lo contempla con sus grandes ojos color miel, tan llamativos y fugases.

- Me dejaste sin palabras… - menciona al fin, llevando su mano a su cabeza, despeinando un poco sus oscuros cabellos.

Hasta él mismo se daba cuenta. Qué triste, un maestro incapaz de comprender a sus alumnos.

Hay tantos de esos…

Y él se sentía sumado al montón…

- Tal vez – comienza Ed, volviendo a tomar la libreta lila y escribir en ella – ese chico, Thomas, tenga algún problema familiar, o algo personal que lo esté carcomiendo, y de alguna manera, tú te ves involucrado en ello.

Vuelve sus ojos al morocho - ¿Nunca pensaste en esa posibilidad, o si no fuera el caso, en algún trastorno de personalidad? Y así el gran abanico de "tal vez" se extiende ampliamente… - Se "recuesta" un poco en su silla, siguiendo con las anotaciones – Al fin y al cabo, dentro y fuera del ámbito escolar, son humanos, y todos deben tener problemas en sus vidas que los lleven a estos extremos…

Edward, al escucharse a sí mismo, se detiene inmediatamente, abriendo sus ojos…

Esto… le suena familiar, demasiado familiar.

Él ya había pasado por una situación así.

Justamente, por culpa de su negocio con Bradley, no pudo conseguir entrar a la universidad que tanto deseaba hace años atrás, y viendo la situación de este tal "Thomas", inconscientemente, se había sentido identificado.

Niega con la cabeza, tratando de distraerse.

No debía interrumpir su momento con Roy con sus lamentos. Él fue débil, y ahora tenía que apegarse a las consecuencias.

Todo por dejarse manipular…

- Tienes razón…

La voz del señor Mustang llama su atención, e interiormente agradece que lo haya hecho.

Mira a su acompañante, notándolo algo pensativo, con la mirada hacia un costado, mientras sobaba su cuello.

Parecía perdido en su mundo, junto con una expresión algo culposa. Abre un poco su boca queriendo decir algo, pero rápidamente vuelve a cerrarla.

¿Estaría buscando las palabras correctas para contestarle?

Pestañea un par de veces al verlo de esa forma tan distinta.. tan humilde,… aunque, en cierto punto, le había parecido dulce y encantadora.

….

¿Eh?

¿A qué vino ese pensamiento?

- Tienes razón – reitera el morocho, levantando su rostro - A pesar de que siento el cariño que me tienen mis alumnos, ya que ellos mismos me lo han dicho, y hasta me han elegido como el tutor del curso… ahora me doy cuenta… de que en verdad, no conozco casi nada sobre ellos, más que sus conductas en el aula…- termina en un suspiro.

Una animada y bella risa es liberada, chocándose contra las paredes del lugar, provocando un leve eco. El joven, dueño de aquella melodía, le sonríe ampliamente al mayor, observándolo otra vez con sus enormes ojos, ahora curiosamente llenos de vida.

- Tampoco significa que debes conocer la biografía entera de todos ¡No te mortifiques tanto! Con tiempo todo se solucionará – exclama sonriente, sintiendo la ternura que le había provocado ver al adulto de esa forma.

Roy mira a Ed, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. La sola idea de que un menor de edad le estuviera enseñando cómo hacer su trabajo, el cual llevaba unos cuantos años de profesión, lo hacía sentir algo raro, ya que veía que todo lo que decía Edward era verdad.

¿Cómo no pudo darse cuenta de todos esos pequeños detalles antes?

Se lo reprocha interiormente, discutiendo con su consciencia.

Ve al rubio que sigue con sus anotaciones en la, medianamente, pequeña libreta. Esto lo intriga un poco.. Hacía horas que se la pasaba escribiendo en ella, y su contenido no fue rebelado en ningún momento.

- Veo que te tomaste en serio el papel de psicólogo – suelta irónicamente junto con una sonrisa - ¿Qué tanto escribes?

Edward levanta su mirada, revelando en ella cierta sorpresa. Mira fijamente al adulto, con sus ojos bien abiertos, sin decir absolutamente nada.

Segundos pasaron, hasta que se dignó a decir:

- Nada….

Roy suda una gotita, evitando caer del sillón.

- Hay mejores formas de ocultar hechos. – menciona con un tic en el ojo - Hace horas que te veo moviendo el lápiz de aquí para allá. Es obvio que algo escribes.

- Es que tengo muy poco control sobre la mano derecha…

- ¡¿Crees que me tragaré eso?

- Veo que no…

Roy se lleva sus manos hacia su rostro, cubriéndolo por completo. Edward lo mira curioso, sin comprender del todo tal reacción.

Los hombros del mayor se movían levemente ante un ritmito, y puede escuchar pequeños gemiditos, mientras deja caer un poco más su rostro entre sus manos.

¿Se estaba riendo?

Sin motivo alguno, Edward comienza a sonreír lentamente, dejándose llevar y empezando a sentir que se está riendo por…. ¿cuánto era? De seguro por décima vez en lo que va el día.

Roy despega sus manos de su cara, dejando en evidencia pequeñas lagrimitas al borde de sus ojos, sus mejillas un poco sonrojadas, y acompañado de una gran risa, sintiendo que ya no la podía ocultar más.

Edward rápidamente es contagiado, llevando sus manos hacia su estómago, que ya no podía más de tanto reírse en el día. No sabía de qué se reían, y eso lo tentaba más a no poder parar de reír!

- ¡Eres un pequeño diablillo, sabes! ¡Todo esto es tu culpa! – suelta el mayor sin poder parar ni para respirar.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Ambas voces interactuaban por los aires, rebotando por las paredes, siendo las únicas indicadoras de vida que había dentro del abandonado edificio en ese día de invierno.

No pudieron escoger mejor lugar de encuentro que ese, la biblioteca. Así todo el trabajo de cierta persona se hacía más fácil.

Podía escuchar sus conversaciones con suma claridad, siendo testigo de la gran química que tenía el rubio junto con el mayor, desconocido por él.

Este hecho lo puso en alerta.

El extraño hombre de ropas oscuras, encontrándose apoyado en la puerta principal de la biblioteca, observa su reloj, revelando éste las siete y cuarenta y cinco de la tarde, que ya se hacía de noche en esa época.

Bradley le había ordenado que Edward Elric estuviera presentable sí o sí en el hotel a las ocho y media. Si "presentable" querría decir bañado, preparado y cambiado especialmente para esa noche, ya en unos minutos debería de sacarlo de la biblioteca, sino no llegarían a tiempo.

Y, suponiendo que no le agradaría la idea de ver a Bradley enfadado, mejor terminaba ya con su trabajo lo antes posible.

Con respecto al espionaje, creía que ya tenía acumulada mucha información. Al menos, ya tenía una idea de quién era ese tal Roy con quien Edward parecía juntarse a menudo.

Supone que esto no le caería para nada bien al jefe.

Se reacomoda su bufanda, y sus lentes negros, evitando querer exponer tanto su identidad. Apaga y guarda el mini grabador en el gran bolsillo de su tapado negro, y se levanta del suelo, tras estar varios minutos sentado escuchando atentamente a cada palabra que articularan ambos pillos allí dentro.

Coloca una de sus manos en el picaporte de la enorme puerta, y lentamente la empuja hacia el interior de la biblioteca, siendo recibido por una breve brisa, despertando todos sus sentidos por el frío.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Una vez que pudieron satisfacer sus ganas de quedarse sin aire por tanta risa, ambos se dedican a respirar hondamente, mientras tratan de no caer de nuevo en la tentación.

- Eres… eres increíble.. – comenta reponiéndose Roy, dejando escapar las últimas risitas – No me había divertido tanto así… supongo que hace años..

Se abstuvo de querer admitir "no había siquiera sonreído tanto en años", suponía que su vida pasada sería un tema poco conveniente de sacar en esos momentos.

Además, luego de tanta risa, no quería arruinar ese ambiente alegre que tanto le había hecho falta en lo que va su vida de maestro-soltero.

Nuestro rubio, que se había echado completamente en la silla, sonríe hacia un lado, encontrándose interiormente identificado ante las palabras del mayor.

"Hacía mucho que no me divertía así", era la verdad que revoloteaba por su mente en ese mismo instante.

Se reincorpora en la silla, doblando un poco su espalda y apoyando sus codos en las rodillas, entrelazando los dedos de sus manos. Varios mechones dorados ocultaron un poco su rostro, que revela cómo un ser que se había transformado en uno frío y calculador, ahora se encuentra totalmente confundido, entre pensamientos y emociones.

Muerde sus labios, sintiéndolos resecos y ansiosos, acompañados por las palpitaciones de su corazón, ¿Qué era ese sentimiento tan inquieto?

Hacía días que experimentaba lo mismo, y aún no descubría el motivo. Aunque justificándolo siempre por el hecho de alguna enfermedad.

Y, como interrupción repentina a estos pensamientos, sorprendiéndolo en el acto, siente una mano cálida que mezcla sus dedos con uno de sus mechones rubios, llevándolo detrás de su oreja en una caricia delicada y con una paz que, a pesar de que generalmente no le gustaba que la gente corrieran sus cabellos, hizo que se derritiera totalmente, dejándose llevar por una oleada de calor que pronto invadió su cuerpo completamente.

- No tienes que esconderte al primer síntoma de felicidad que encuentres, permítete liberarte – dice en un susurro Roy que, sin darse cuenta, había aproximado su cuerpo desde el asiento hacia Ed, estando inconcientemente, muy cerca del chico – y muéstrale al mundo con total orgullo… los hermosos ojos que tienes – suelta sin quitar la vista sobre él.

Edward siente la sangre que corre su cuerpo tan ardiente e inquieta como agua hirviendo en una tetera.

Nunca había encontrado tanta verdad en palabras ajenas, más que las de un niño cree de su madre.

La vez que finalmente halla en su vida un punto de felicidad, un breve momento, una sonrisa; no era motivo de sentir pena por ello y ocultarse. Debía aprender a expresarse, a brillar; a salir de una vez de esa capa impenetrable de chico serio y solitario que había fortalecido con el pasar de los años.

Y con respecto al otro tema tocado por Roy, nunca se había sentido tan alagado en toda su vida, y más siendo el motivo a florecer: sus ojos.

Esto hizo que se sonrojara potentemente, sin saber qué decir.. o si tenía realmente que contestar en esos momentos.

Se atreve a levantar un poco la mirada, tímidamente. Encuentra esos ojos tan oscuros y atractivos como la noche a unos centímetros de su rostro. Por primera vez en su vida, el chico tan inteligente y audaz se ha quedado mudo, reviviendo de esta forma desde su interior, desde lo más profundo de su ser: el verdadero Edward.

O al menos, una parte de él que había sido enterrada, y hasta olvidada plenamente por su propio dueño. Por no decir desconocida…

Al sentir la respiración del mayor tan cerca de él, un fuerte cosquilleo recorre sus mejillas, hasta sus labios, teniendo la curiosa necesidad de acercarse aún más, explorar, acortar esa distancia física tan molesta y torturadora que lo volvía ansioso e inquieto.

Roy podía apreciar la misma necesidad. Se sentía nuevamente como un niño; un niño que quiere explorar, y recorrer caminos a través del bosque, por más que su consciencia diga lo contario, teniendo como motivo de negación las consecuencias que podría traer el llegar a perderse dentro del mismo bosque.

Aunque por más gritos que pegara aquella voz interior, ya era demasiado tarde.

Roy ya estaba sumamente perdido en la magia de esos ojos dorados, tan irresistibles y cautivadores.

Lentamente, dejándose llevar por sus instintos humanos, se acerca cada más hacia el muchacho, entrecerrando paulatinamente sus ojos.

Edward cierra con calma los suyos. Sentía como si todo esto fuera totalmente nuevo para él.

Nunca, en lo que va su tiempo en el Temple, había dejado jamás que en una sesión besaran sus labios, ya que lo creía algo demasiado íntimo, y él sólo quería cumplir con su trabajo de hora y nada más, sin llegar a tener que comprometerse en un campo que no le interesaba, ni convenía.

En este tipo de situación, se sentía tal y como un virgen nuevamente, por más amargo que hasta a él podría sonarle el chiste, era cierto.

Esto no era como el frío e impersonal sentimiento que le generaba el tener sexo con un cliente, una persona desconocida, y que todo terminaría ahí, en esa sola noche. Dejando la sensación más grande de ser un muñeco, con quien los niños juegan, y cuando ven uno nuevo, él queda en el olvido.

Aquí, podía sentir con claridad, todo el sentimiento que emanaban esas caricias, esas palabras.

Le agradaba el calor y los nervios que le proporcionaba el simple hecho de un leve acercamiento, lo cual jamás le sucedía con su clientela.

Amaba los cosquilleos que provocaba aquel hombre en toda la zona de su rostro y cuello, al tenerlo tan irresistiblemente cerca.

Pero lo más importante, nunca, nunca había sentido tanto… amor, con el sólo acto de que acariciaran su mejilla. Tan fuerte era ese sentimiento en el ambiente, que hasta él mismo podía sentirlo dentro de su piel, junto con las palpitaciones de su corazón.

Entreabre un poco sus ojos, sólo un vistazo, nada más. Quería ver una vez más esos brillantes ojos negros, y perderse en ellos entre los suspiros que no podía evitar dejar escapar.

- Roy… - susurra ya encontrándose totalmente embriagado por el exquisito aroma del mayor.

Éste, sintiendo los mismos cosquilleos en sus labios, al estar rozando los del rubio, ya había perdido toda razón en esos momentos, dejando en un rincón muy lejano su consciencia, y concentrándose únicamente en el joven.

Ambas almas cierran sus ojos. Si bien podían sentir la excitación que desprendían sus cuerpos, era increíble la paz en la que se encontraban, entre caricias suaves y tranquilas, estando los dos sumamente relajados a pesar de sus respiraciones agitadas.

Era la misma sensación de cuando uno siente que pronto se dormirá, mientras es llevado al mundo de los sueños, donde todo es posible, y los límites no existen.

Ya sentían sus ansiosos labios chocharse levemente, hasta que, lamentablemente….

.

- ¡Edward Elric!

.

Se escucha una voz intrusa, tan potente que resuena en todo el lugar, viniendo de la entrada de la biblioteca, sorprendiéndolos en el acto.

Por más inesperada que haya sido esa intromisión, Roy no se separa rápidamente de Ed, sino que lo hace lentamente, volteando hacia atrás donde provenía la voz, con una sensación entre sospecha y curiosidad revelada en su rostro ante el tono que había utilizado ese hombre para entrar, y más en una biblioteca.

Edward, deja caer su mirada al suelo quedándose completamente inmóvil, siente un grito interno de frustración, ¡estaban tan cerca! ¿Por qué el destino siempre, siempre hace su aparición, recordándole que su vida no era precisamente para disfrutarla?

Y más era su frustración, al reconocer aquella odiosa voz…

El extraño hombre de tapados negros se acerca con un aire calculador hacia ellos, manteniendo su vista firmemente en el mayor que acompaña al rubio. Cada paso que daba era una nueva resonancia en todo el salón, destruyendo sin piedad la paz tan pura que se había formado en aquel santuario.

Una vez encontrándose frente a ellos, se dedica a mirar amenazadoramente a Edward, transmitiéndole con la misma mirada que no se atreviera a abrir más la boca de ahora en más a lo que venía a continuación.

El silencio, que se había proporcionado tras unos segundos de pausa, y brisas frescas entrantes de la gran puerta abierta, es interrumpido nuevamente…

- Esa no es la manera correspondiente de entrar a un lugar, señor. Y siendo una biblioteca, su acto fue de más inapropiado – corrige Roy al intruso. No le gusta la manera en que observa al joven, pudiendo notarlo sin demasiada dificultad.

El hombre desconocido cambia completamente su actitud al escuchar la voz del adulto. Gira sus ojos en dirección a Mustang, volviéndose hacia él lentamente. Cambia su ambiente oscuro y misterioso, brindándole una sonrisa tonta, algo rígida y mal planeada, como si no le saliera sonreír.

- Le pido mil disculpas, señor…. – mira la fina placa que lleva Roy en su pecho, como parte de la corporación bibliotecaria – señor Mustang. He venido un poco abrumado y apresurado, con el joven Elric tenemos asuntos pendientes a horario. Me temo que debo retirarlo ahora mismo – informa en un tono… ¿amistoso?

¿Acaso trataba de sonar como una persona normal? ¿Un ciudadano que cumple los códigos de moral del ser humano, encontrándose con la conciencia limpia y pura?

Edward se muerde el labio inferior conteniendo su rabia, asqueando la manera tan falsa que el hombre tenía de querer hablar transmitiendo amabilidad y naturalidad en sus palabras.

Roy, en un rápido vistazo, analiza en un instante las señales exteriores que emana el rubio, guiándose por su mirada y tensión muscular.

Le dirige otra observación fría al señor que aún no se había tomado la molestia de presentarse, ni parecía tener intenciones de hacerlo.

- Claro.. – contesta Roy ante la respuesta dada del otro mayor – No hay problema. Nosotros ya hemos terminado aquí, ¿señor…? – menciona, indicando querer obtener información acerca de su identidad, tal y como el otro había hecho.

El hombre se aclara la garganta y extiende su mano hacia Roy - ¡Oh! Qué torpeza, lo siento. Mi nombre es Jack Harrison, soy el tío de Edward, cada tanto vengo a recogerlo en mi coche. Es un gusto conocerlo señor Mustang. – otra vez esa sonrisita falsa, que hasta le podría provocar miedo a un niño.

Roy vaciló, pero tras unos segundos de pensarlo, extiende también su mano, lentamente, correspondiéndole el saludo al tal Harrison. En ese momento, aprovecha y mira a Ed por el rabillo del ojo, viendo cómo el muchacho le devuelve la mirada y…niega cuidadosamente con la cabeza, junto con su mirada furiosa e impotente, demostrando la desconfianza que tenía de aquel hombre.

Algo no estaba bien…

Podía sentirlo en el ambiente…

Al ver tal reacción del rubio con respecto a "Harrison", deduce que ante todo lo que ha dicho esta persona … puede caber la posibilidad de que se tratara de puras mentiras; tanto su relación con Edward como hasta el nombre dado.

Pero, partiendo de esa base…¿Por qué Edward no había desmentido nada de todo lo que había dicho el desconocido? ¿Por qué no se defendía?

- Bueno Ed, es hora de que nos vayamos! – exclama Jack con cierta emoción en sus palabras – Te espero afuera! Ah! Y fue un placer, Roy Mustang, nos estaremos viendo!

Hace una pequeña inclinación en modo de saludo y vertiginosamente se va hacia la puerta principal, dirigiéndose a la salida; no sin antes haberle echado una mirada fría y prepotente al muchacho rubio, para dejarle bien en claro que no se ande con juegos y que lo siguiera.

Varios toques de agujas de reloj fueron necesarios para acallar completamente, y volver a la paz que tuvo la biblioteca desde el comienzo de la tarde.

Edward, en un breve abrir y cerrar de ojos, se levanta rápidamente de la silla, con la intención de abandonar el lugar y seguir a Harrison. Al mismo tiempo que él se había levantado, también lo hizo Roy, quien ahora lo toma de los hombros suavemente, pero con la dureza suficiente para obligarlo a verlo a los ojos.

El rostro del mayor expresaba toda la confusión que le había provocado aquel extraño ante el inesperado encuentro.

- Edward, dime… ¿Quién es esa persona? ¿Realmente es pariente tuyo? – pide respuestas con un tono de preocupación, sintiendo que algo no anda bien en todo esto.

Cielos.. qué manera tan rápida de deducción. Esto sorprende al más joven presente.

Edward lo observa con cierta… tristeza; elevando un poco sus cejas.

No sabía qué decirle, no quería mentirle. Pero… ¿Qué podría hacer? El extraño lo espera detrás de aquella gran puerta, no quería correr el riesgo de intentar decirle la verdad y que el otro escuchara sin la menor dificultad, llevando todo esto a un gran problema.

Pero, además, si ese no fuera el caso, y decidiera contarle toda la verdad a Roy… Acaso… ¿Eso no cambiaría completamente la imagen que el mayor tiene sobre él?

La sola idea de imaginarse así mismo diciéndole "oye Roy, te contaré algo. Trabajo en el Temple Loue y vendo mi cuerpo sin siquiera recibir dinero por ello, ya que se lo queda mi superior, pero de eso vivo, y así mantengo a lo que me queda de familia".

No, no, no! Dios… ¡Eso nunca! ¡Todo menos eso!

No quería arruinar la relación que tenía con Roy, si fuera a considerarla amistad o no, no importaba. Quería estar con él… por sobre todas las cosas.

Sentía un gran afecto por este ser, y no dejaría que su horrible situación interfiriera con ello.

No con la única persona que sentía que lo liberaba, con una sencillez impresionante, de las ataduras que sufría por su vida.

- Perdón, Roy – suelta en casi un susurro, sin atreverse siquiera a mirarlo – Debo irme, luego te contaré todo… – gran gran mentira.

No piensa revelarle nada, y siente el sabor amargo que impone el mentir. Hacía mucho que no mentía, y desearía seguir de esa forma, al menos con los pocos seres queridos que tenía, los únicos y más especiales en todo el mundo.

Roy deja escapar un largo suspiro. No puede evitar sentirse frustrado por la respuesta dada del rubio.

Parece que aún le falta un largo camino que recorrer si quería llegar a formar una confianza pura y sin límites, originados del miedo a expresarse.

Veía en la mirada del chico cierto apuro y nerviosismo, además del hecho de que éste no lo enfrentaba a los ojos, sacando a su entender la idea de que le estuviera escondiendo unas cuantas cosas.

- Ve… - deja escapar en un susurro – Cuídate, si? No andes en muchos líos… ¿Volverás en la semana? - sonríe al final, intentando animar el aura intranquila del pequeño.

Este lo mira al fin, apretando sus labios, y sus mejillas levemente sonrojadas.

Cielos, cielos! Lo último que quería hacer en esos momentos era irse!

Cómo le hubiera gustado pasar más tiempo con Roy! Esas dos horas le parecieron minutos volados en el tiempo, tan cortos como el leve empuje de una brisa.

No es justo. No es para nada justo!

- Si – responde asintiendo dos veces, con cierto ánimo al sólo pensar que volvería nuevamente – Si! Volveré! Te lo aseguro! ¿Siempre estás a la misma hora? – pregunta sintiendo las palpitaciones de su corazón acelerarse.

- A la misma hora – afirma con una hermosa sonrisa de lado el de ojos oscuros.

Era raro lo que sentía.

Al sólo mirar a Ed, no podía evitar destacar mentalmente todos los atributos del chico.

Sus cabellos, su piel, sus ojos, .. sus labios.

Deteniéndose en este último detalle, siente su corazón chocar contra su pecho, al recordar lo que estuvo a punto de suceder antes de que llegara el extraño hombre de traje negro.

Acaso…

.

¿Estuvo a punto.. de besar a Edward?

.

La sola idea lo agita un poco, sintiendo nuevamente.. esa extraña necesidad.

.

Necesitaba… acercarse a él…

.

Sólo un poco.. nada más…

.

Unos segundos.. bastarían… serían suficientes…

.

Para cuando había reaccionado en su trance interno, ya se estaba acercando hacia el muchacho.

Ed abre sus ojos completamente, su labio inferior tembló, sintiendo que se sonrojaba a más no poder. Tras los nervios, no se le ocurre otra cosa que hacer más que cerrar los ojos fuertemente, siendo víctima de la falta de aire, a causa de su cruel corazón que no dejaba escapar momento para volver a golpear su pecho con potencia.

Pero… algo distinto pasó.

Sucedió en un movimiento, entre rápido sin querer serlo, y lento pero con ansias de más.

Siente los suaves, y agradablemente cálidos labios del mayor, deteniéndose en su frente, en un tacto delicado, apacible, placentero.

Su pulso se relaja al ser unido a un acto tan puro, lleno de cariño y ternura.

Lamentó tanto cuando sintió esos cálidos labios dejarlo, alejándose lentamente, torturando su mente entre idas y vueltas de emociones, sentimientos.

Roy le entrega una última sonrisa, tomando en cuenta que ya era la hora de irse del rubio. Sería mejor no causar ningún problema con ese extraño de afuera, ni con la gente con la que estuviera comprometido Edward esa noche.

- Ya, llegarás tarde a tu compromiso. Nos estaremos viendo más adelante. Más vale que no te olvides de visitarme, además debes devolverme el libro que te llevas de David Moorse – menciona con gracia el mayor, recordando el lío que había hecho el joven para encontrarlo.

Dejando escapar una risa, Edward lo mira nuevamente con ojos vivos y llenos de brillo. Estaba reanimado, ya tenía una excusa para poder salir del Temple y venir a la biblioteca a visitar a Roy.

.

Ya era oficial.

.

Volvería. Definitivamente volvería.

Y no dejaría que Bradley interfiriera con ello otra vez.

No señor.

Tras una última mirada, un último sentimiento expresado en sus ojos, un último saludo; se va. Corre a través del gran salón bibliotecario. Salta una pequeña mesa de té que se había puesto en su camino, continuando hacia la salida, llegando a ella, y abriendo con una fuerza renovada la gran puerta principal.

No sabía qué le pasaba.

Pero..

.

¡Se sentía más vivo que nunca!

.

Roy, siendo testigo de esto, ríe por lo bajo volviendo a su escritorio de trabajo, con la idea de terminar al fin sus papeleos y cumplir ya por el día.

Edward, ya estando fuera de la biblioteca, aspira hondamente el aire gélido y purificado del invierno.

Había dejado de nevar, pero el ambiente de ciudad aún parecía como si se le hubiera borrado todos los colores, dejando un fino y precioso blanco entintando los árboles, casas y calles.

Jack Harrison lo esperaba algo apresurado estando apoyado en la puerta de su auto, fuera de él; el cual también era de un color negro intenso. Fácilmente podría confundirse con una limusina por su tamaño y clase.

- ¡Vamos Elric! ¡Llegaremos tarde! – exclama desde la distancia, abriendo la puerta y entrando en el coche, esperando la misma reacción por de parte del chico.

Edward aspira una vez más y exhala el aire de sus pulmones.

Hacía frío, sí, pero él ni siquiera lo sentía. O más bien no le importaba.

Sentía un cosquilleo en su estómago, al igual que en todo su cuerpo.

Tenía unas increíbles ganas de correr, de gritar, de exclamar… una felicidad.

Como modo de escape, suelta una risa, estando aún frente al gran edificio.

Corre bajando por las escaleras de la entrada, sin saber cómo hizo para no caerse por el hielo tan resbaladizo en ellas.

¡Se sentía tan libre! ¡Como nunca antes en su vida!

Hasta no le importaba el ser partícipe de la cena de Bradley. Es más…

¡Quería ir!

Inmediata, y extrañamente, le entraron unas ganas enormes de llegar al Temple Loue, informar su registro en la cena, y comer todo lo que pudiera esa noche.

Total, era todo gratis allí para los empleados.

¡Nunca había visto al hotel desde ese punto de vista!

Ríe nuevamente, encontrándose tentado de no poder parar.

.

Llega al automóvil, abre rápidamente la puerta, y entra en él.

- ¿Quién era ese hombre con el que andabas, Edward? – suelta interrogante el ahora conductor, demostrando la sospecha que tenía en sus palabras.

- ¿Qué te importa? – dice con gracia y una sonrisa burlona Ed, sin poder controlar la alegría y ganas de reír que tenía en ese momento! - ¡Vamos! ¡Dijiste que llegábamos tarde! ¡Le informaré esto a Bradley!

El hombre suda una gotita ante la desagradable idea. No hace más que arrancar y acelerar el coche, recorriendo las calles inundadas de blanco.

Edward apoya su cabeza en la ventana. Aunque ésta era polarizada, podía distinguir entre su oscuridad el paisaje detrás de ella, viendo pasar rápidamente las casas, edificios, negocios.

.

Esta sería una noche larga. Muy larga.

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Tal vez…

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Ni siquiera…

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Podría dormir hoy…

.

.

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