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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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Miró sin mucho interés la enorme porción de pollo que tenía sobre su plato, pareciendo más una cantidad para llenar la barriga de cuatro luchadores de zumo que para un pequeño joven rubio desanimado.

Suspiró profundamente consolándose mentalmente, pensando en que sólo sería una cena. Comería, agradecería, y saludos a todos y a sus familiares, tíos, vecinos, perros, los que quieran; total él ya saldría volando hacia su habitación correspondiente en el hotel en busca de refugio.

Hasta ese momento la cena había transcurrido tranquilamente.

El salón estaba totalmente ambientado para esa ocasión. Las dos mesas principales se encontraban cubiertas en toda su gran longitud por manteles largos y blancos, haciendo juego con todo el decorado entre colores pasteles muy elegantes.

La música específica y cuidadosamente seleccionada creaba un ambiente de riqueza y de gente culta de gran nivel, lo cual hizo sonreír a nuestro protagonista, viendo todo el teatrito como una total ironía a la realidad.

Le era divertido el pensar cuánta falsedad humana se encontraba acumulada esa noche en un sólo lugar al mismo tiempo. Realmente… "límites" no era una palabra que existía en el diccionario humano.

Levantó lentamente la vista, guiando sus ojos con cierto cuidado hacia su lado izquierdo. Bradley, ubicado en la punta de la gran mesa, conversaba divertido con uno de sus empleados, o marionetitas, como él llamaba, mientras degustaban las copas llenas de un vino tan rojo y profundo como la sangre. En varias oportunidades pudo sentir su mirada posarse permanentemente en él, lo cual lo incomodaba bastante.

- "Sólo una cena..." – recordó – "Es sólo una cena, Edward. Distráete un poco y verás cómo se pasan volando las horas.."

Era la cuarta…? No. La sexta vez que se repetía lo mismo mentalmente, ahogando su conciencia que llamaba a gritos e imploraba el irse de una buena vez.

No se encontraba con ánimos para nada. Varias veces sus pensamientos divagaron en la conversación que tuvo en el ascensor con Jack Harrison, su ahora nuevo "guardaespaldas", suponiendo, así, que sería el puente peligroso que lo conectaría secretamente con Bradley.

Manteniendo a éste informado de todos sus movimientos.

"Como si mi mala suerte no fuera suficiente castigo.." – maldijo interiormente.

Encontrándose en esas circunstancias debía comenzar a tener más cuidado con futuras decisiones. En verdad, intentar inducir a Harrison a unírsele en su plan de fugarse del hotel sin recibir nada a cambio por ello parecía haber sido una jugada muy… arriesgada.

Considerando que el mayor ni le había brindado un "no" definitivo ante la idea, no sabía qué pensar. Si realmente fue en vano o no …

Pensaba en esto, hasta que un repentino contacto le produjo escalofríos. Despertándolo de su trance momentáneo.

A su derecha, una delicada y tibia mano se había apoyado en su muslo, llamando totalmente su atención.

Giró su rostro con el objetivo de encarar a quien sea que estuviera interrumpiéndolo en esos momentos y pedirle por favor que lo dejase en paz. Pero antes de si quiera poder formular alguna palabra, quedó totalmente enmudecido al ver que se trataba..

…de una mujer.

- Hola, primor. Así que tú eres la nueva estrellita de Bradley, eh? – soltó sin pudor alguno la joven en un susurro juguetón, aparentando no tener más de los veinte y tantos años.

La chica era portadora de unos enormes y finos ojos celestes; cabello castaño corto, lacio y rebajado. Llevaba un vestido corto al cuerpo que resaltaba toda su perfecta figura, luciendo unas largas piernas entrecruzadas.

Edward simplemente no pudo responder, encontrándose totalmente inmóvil.

Cualquier testigo de la escena hubiera pensado que sería a causa de la belleza que era la mujer, lo cual era indiscutible. Pero Edward, se había trabado sólo por el hecho de que era una mujer.

- No vas a decirme nada? – soltó una risita la joven.

Ésta se aproximó lentamente unos centímetros hacia él, mientras que con su mano libre enredó suavemente sus dedos en unos de los mechones del chico, jugando delicadamente con sus cabellos – Dime tu nombre, lindo. – ronroneó en una sonrisa.

Edward tragó saliva.

Con su mejor tono en seriedad y seguridad, contestó..

- Edward Elric, ese es mi nombre. Ahora, si me disculpa, señorita, le pediría que se sentara en su asiento como corresponde y continuemos con la cena, que recién empieza, por favor. – dijo lo mejor que pudo, ignorando la cercanía de la chica.

Su trato con las mujeres podría considerarse casi nulo. Sin embargo, la imagen que él tenía sobre ellas era, justamente, el de unas damas; las cuales brindaba el mayor de sus respetos y el mejor de sus tratos.

Pero allí, era diferente.

Se encontraba en el Temple, hogar de todas las fantasías humanas posibles y existentes.

Allí todas las mujeres eran unas expertas maestras en el arte de la seducción y el erotismo. El tratarlas como trataría a cualquier mujer normal no funcionaría con ellas.

- Oh, eres de los difíciles. Me gusta. Bradley realmente está fascinado contigo. Desconozco el porqué – deslizó su mano apoyada en la pierna del muchacho, volviendo sus caricias.. mucho más cariñosas - ¿Quieres que lo averigüemos? – susurró en lentitud junto con una mirada que demostraba estar deseosa del joven que tenía frente a sus ojos, sin importarle la existencial diferencia de edades.

Edward sólo suspiró pesadamente. Si se hubiera tratado de un hombre ya lo habría sacado volando hacía rato.

Guió sus ojos hacia la mesa, fijando su atención en la imagen blanca del mantel, evitando cualquier contacto visual con la muchacha que aún ni se había molestado en dar a conocer su nombre, ni parecía tener intensiones de hacerlo.

- Tendré que negarme ante eso – pronunció lentamente, para que quedara claro – Ahora, si me perdona; no he parado en toda la tarde y quisiera simplemente sentarme tranquilo y beber algo en paz "En lo posible agua, en vez de este vino asqueroso que me pusieron en frente" – le contestó a la mujer y se completó en sus pensamientos.

Antes de siquiera poder abrir su boca para llamar al mozo y reclamar algo bebiblemente sano, en un ágil movimiento la mujer se aproximó a él apoyando una mano en su hombro y abrazando su brazo con la otra, evitando así cualquier realización de movimiento.

Acercó su rostro hasta el cuello del muchacho, tanto que éste fue capaz de sentir los labios rozándole apenas la piel, erizándola completamente en cuestión de segundos al ser tocada.

- Yo puedo encargarme de saciar tu sed, rubio ¿Qué te parece la idea? – dijo suave y susurrante sobre su cuello, decidida a obtener al muchacho a como dé lugar.

Edward apretó sus ojos al sentir un leve escalofrío recorrerle todo su cuerpo. Con el ceño fruncido y sus mejillas tenuemente sonrojadas por la situación, comenzó a moverse incómodo en su asiento, en un intento de separarse de la insistente mujer, que ya comenzaba a tirar su paciencia por los suelos.

- Ya. Por última vez. Déjeme en p…!

- Señorita Claire, ¿quiere por favor dejar de molestar a nuestro nuevo invitado y sentarse como corresponde? – se hizo presente la voz de Bradley desde la punta de la mesa, con una mirada.. no muy encantada ante la escena que presenciaba.

Por una vez en toda su corta existencia – y en lo que va su estadía en el hotel – Edward agradeció profundamente la interrupción de Bradley en su vida. Por más amargo que el chiste le sonara. Si es que lo consideraba chiste.

La joven, mostrándose molesta por dicha detención por de parte de su jefe, se giró sobre su asiento, acomodándose el cabello, y apoyó los codos sobre la mesa esquivando los ojos de su superior. Estaba acostumbrada a que éste arruinara sus momentos de "diversión".

- Sí, sí. Usted manda, Jefe – respondió con sarcasmo acentuando la última palabra. Dicho esto, se dispuso a terminar su comida, maldiciendo mentalmente al señor de bigote.

Una última mirada en alerta fue la que Bradley le brindó a Edward, afinando sus ojos, como si de esta forma pudiera decirle "Quédate quieto", refiriendo a que no se metiese en más "problemas".

Y una última mirada fatigada fue la que Edward le brindó a éste, como respondiéndole "Estoy quieto", mientras agachaba su mirada.

Miró la enorme porción de pollo que descansaba en su plato, parecía que estuviera riéndose de él.

"Los problemas me buscan a mí" se justificó mentalmente.

No tenía apetito, pero supuso que no podría irse del lugar hasta que su plato se encontrase vacío, sólo por regla de respeto ante una cena de negocios.

Sin más batalla mental que darle al alimento frente a él, tomó sus cubiertos, e imitando a la chica a su lado, se dispuso silenciosa y tranquilamente a comer.

La cena no podría extenderse demasiado… no?


Las noches en PathRain solían ser siempre las mismas. Si en el día resultaba terriblemente insoportable y desconsolador el frío característico de la ciudad, por las noches la temperatura podía compararse con un freezer hórrido y electrizante.

Sólo el calor de un hogar era la salvación de los ciudadanos que ya estaban acostumbrados a lluvias intensas y tormentas inacabables.

Pero era una lástima para aquellos que no se encontraban familiarizados con el ambiente tan abrumador que brindaba la ciudad de PathRain, ya que su estadía se convertía en una odisea sin fin.

Esto mismo padecía cierta personilla, ya muy conocida por ustedes.

Se encontraba abrazándose a sí mismo tiritando del frío en medio de una gran vereda, frente a un par de puertas de vidrio correspondientes a la entrada de un edificio.

Sus manos desnudas intentaban en vano apaciguar el frío que recorría sus brazos. El viento jugaba sobre su cuello descubierto haciéndole sentir miles de tortuosos escalofríos.

Dejó escapar un estornudo, para luego sacudir su cabeza intentando no caer rendido ante el sueño que lo obligaba a cerrar sus ojos.

Hacía diez minutos que su dedo índice se había posicionado varias veces sobre el timbre Nº D4, correspondiente al departamento de su amigo, esperando paciente una respuesta.

Apretó levemente sus labios congelados y suspiró pesadamente viendo su aliento proyectado en una notoria nube blanca.

Extendió su mano para presionar por última vez el timbre, hasta que rápidamente se escuchó una interferencia en el aparato receptor del edificio.

Por el pequeño artefacto se escuchó un largo suspiro, proveniente de una voz cansada y apagada, como quien recientemente acababa de interrumpir sus sueños.

¿Quién es? – se escuchó hablar el aparatito portero.

- Soy yo, ábreme. – respondió rápidamente, queriendo entrar y eliminar completamente el frío en todo su ser.

Pero qu..? ¿Roy? – la voz se notó más despierta y sorprendida - ¿Qué haces aquí? A esta hora! – exclamó en sorpresa la voz reconocida.

Roy estaba dispuesto a responder lo más concreto posible, pero al momento en que separaba sus labios para hablar el aparatito lo interrumpió..

- No, no. Espérame allí! Ahora mismo bajo y te abro! Demonios, para colmo el portón automático se rompió..!

El morocho rió ante la queja de su amigo, notándose en éste la preocupación por él.

Bastaron unos segundos para que su amigo colgara y un minuto para que bajara, saliera del ascensor y corriera dentro de la sala hacia la gran puerta donde Roy se encontraba esperando detrás.

Buscó torpemente en los bolsillos de su pijama las pequeñas llaves de la entrada, demorando unos segundos más en descubrir cuál de las cuatro que poseía era la correcta.

Una vez que logró abrir el gran cristal que los separaba, se dedicó a observar incrédulo a los ojos de Roy, junto con una respiración algo agitada por la gran carrera impuesta tan tarde a la noche.

- Eres… eres increíble… - afirmaba jadeante – No hay día en que no me vengas con una de tus sorpresas para salir perjudicado.

Roy simplemente le brindó una sonrisa algo lastimera mientras agachaba muy apenas la mirada. Generalmente Hughes siempre decía ese tipo de comentarios con la misma gracia de esos momentos. Pero él se sentía un ser demasiado egoísta como para tener un amigo tan bueno como él.

- No quiero estar solo… - dijo apenas con su voz algo entrecortada.

Hughes abrió enormemente sus ojos ante lo rebelado, pero sin expresar palabra alguna.

Roy dejó escapar un fuerte y corto suspiro, pareciendo un jadeo por el frío que lo inundaba. Podía sentir el ambiente gélido clavándose en sus mejillas como pequeñas agujas, imposibilitándole el poder hablar sin ser interrumpido por un quiebre en su voz.

- No quiero estar solo.. – reafirmó temblante – Quiero hablar con alguien. Estoy cansado de estar solo.. – se detuvo, porque sabía no podría hablar más.

Sintió un nudo en la garganta que impidió cualquier paso más de aire. Se estremeció. Sus ojos se inundaron completamente, brotando de ellos lágrimas en contra de su voluntad. Mordió su labio inferior al momento que elevaba sus cejas y caía rendido en el suelo, arrodillándose en el frío mármol.

Dejó que sus mismos cabellos oscuros ocultasen sus ojos de su amigo, detestando la idea de quebrarse frente a él.

Hughes observó la escena completamente asombrado. Nunca… nunca en la vida había visto a Roy de esa manera.

Si bien era conciente de los problemas que últimamente estaba enfrentando su amigo, no sabía que éste mismo se encontraba tan afligido y consternado. No sabía que se encontraba tan… triste.

Negó rotundamente, la ignorancia no era una excusa. Debió de haberlo imaginado al menos. La pérdida de un ser querido tal vez sea una prueba insuperable en la carrera reloj de la vida.

La extraño, Hughes … - se escuchó la voz perlada en sufrimiento de Roy – La extraño tanto. Me hace tanta falta..

Las lágrimas no cesaban, iban incrementándose silenciosamente. Habiendo sido prisioneras por tantos años, en esos momentos ya no podrían detenerse tan fácilmente.

Hughes no pudo más. Ver cómo su amigo se desmoronaba lentamente en el frío del exterior consumido por sus propias pesadillas lo hizo olvidar totalmente de la hora y del hecho de que hayan interrumpido su descanso, esto era más importante.

Se arrodilló frente a Roy y lo abrazó con todas las fuerzas que poseía, brindándole el calor que tanto necesitaba.

Delicadamente en un susurro le dijo..

- Sí… Todos la extrañamos, Roy.

Conocía la historia. Tanto como para comprender, pero no mucho para entender.

Sintió cómo su amigo del alma de tantos años cubría su rostro entre sus manos bajo el abrazo formado por él.

Habían pasado tres años desde el incidente, y Roy nunca había vuelto a ser el de antes. Tres oscuros y terribles años en los que él debió acostumbrarse a un mundo vacío sin su compañera, pero recién viéndose los resultados justo en esos momentos; el pesar de la soledad. Ese pequeño agujero en su vida que jamás podrá ser reemplazado…

Nuevamente…

Los fantasmas del pasado…

Aparecieron frente a Roy…


"Jugaba" removiendo por todo el platito con la bochita de helado de chocolate que le habían servido como postre.

No tenía intensiones de comerla, más bien la idea de arrastrarla por todo el plato hasta que se derritiese y simulase el habérsela comido.

De toda la gran longitud de la mesa, él debía ser el único sentado en ella mientras los demás bailaban desbocadamente en el centro del salón, habiéndose colocado luces y música especiales de fiesta.

Toda la zona en la que Edward se ubicaba estaba prácticamente a oscuras, teniendo un poco de visibilidad sólo por esas lucecitas molestas de las que se prendían y apagaban en todos los colores chillones existentes, utilizadas usualmente en las discotecas.

Veía las caras de los guardias que pasaban a veces en verde, azul y luego en rojo, quitándoles en gracia cualquier sensación de autoridad a esos imbéciles corruptos.

En esos momentos se hubiera reído, pero no tenía fuerzas siquiera para eso.

Su cabeza le daba totalmente vueltas y revueltas. Sus ojos le ardían y se sentía completamente agotado.

Detestó y maldijo interiormente al inadaptado que había encendido un cigarrillo. No había visto a nadie hacerlo, pero sentía el hedor insoportable e inconfundible a cigarro, introduciéndose éste en sus pulmones y dándole la sensación de ahogo de vez en cuando.

Se enterró en su asiento y llevó una de sus manos hacia su frente, cerrando apenas sus ojos.

Aire, necesitaba aire. Y allí dentro no lo había.

Frunció el entrecejo al sentir que comenzaba a dolerle la cabeza.

En verdad, lo único que quería en esos momentos era que todo acabase lo más pronto posible, y así poder irse en paz a su habitación.

Se sorprendió apenas al abrir sus ojos y encontrarse, a unos centímetros de su cara, a una copa llena de alcohol sostenida por una delgada mano con las uñas pintadas en un fuerte color rojo.

Levantó rápidamente la mirada, chocándose sus ojos con otro par color cafés.

- "Genial… Otra mujer.." – pensó con sarcasmo.

Esta vez era una muchacha de cabellos rizados, pelirroja llegando casi al color bordó. Llevaba un vestido rojo ajustado con un escote que a cualquiera hubiera dejado libre su imaginación, junto con unas botas altas haciendo juego con la prenda.

La mujer hizo un gesto con la mano que sostenía aún la copa de alcohol mientras elevaba una ceja, esperando una respuesta por de parte del rubio.

Edward simplemente la observó con su mejor cara en seriedad.

- Yo no tomo – dijo frío y cortante, tanto que él mismo se sorprendió interiormente, pero no lo demostró.

La chica portadora de una mirada calculadora y penetrante sonrió, sólo una leve curvatura en la comisura de los labios, preferente hacia un lado.

- Qué bien, yo tampoco. Pero, ya sabes, como todos dicen "El alcohol lo cura todo".. – comentó en ironía llevando sus ojos hacia una esquina.

Dejó la copa apoyándola cuidadosamente sobre la mesa y, sin pudor alguno o sin demostrar importancia sobre ello, se sentó sobre ésta cruzándose de piernas, quedando enfrentada contra Edward.

Él simplemente la miró sin comprender del todo la situación. Se había quedado ahí, totalmente quieta observándolo completamente, aunque sin poder visualizarlo con demasiado detalle por la falta de claridad en ese sector, cosa que molestó un poco a la chica.

Edward podía sentir los ojos de la joven recorrerlo de pies a cabeza, quemándolo con la mirada y esos ojos cafés tan llamativos.

Se sintió incómodo y algo nervioso…

- ¿Piensa quedarse ahí observándome toda la noche? – preguntó secamente sin esperar realmente una respuesta, siendo esto más una invitación a que se fuera en vez de una pregunta.

La chica guió su mirada hacia la pista bailable donde se distinguían varios cuerpos entreteniéndose en movimientos provocativos y seductores, siguiendo el ritmo de la música.

Luego volvió hacia Edward, viéndolo con ojos afinados y parpadeando una vez.

- ¿Bailas? – contestó con otra pregunta.

Esto colmaba un poco la paciencia a Ed, quien odiaba esos tipos de actitudes.

No.. – respondió nuevamente cortante pero algo débil.

La mujer vio cómo el muchacho se inclinaba lentamente hacia delante y llevaba sus manos hacia su rostro, apretándose la frente y refregándose los ojos, mientras dejaba ir su alma en un largo suspiro.

No se necesitaba mucho ingenio para darse cuenta de que se sentía mal y que quería irse.

- Ven – exclamó casi en una orden.


Suspiró profundamente tras haber, después de unos minutos, dejado de ser ignorante de los problemas de su amigo.

Roy le había contado todo. Absolutamente todo.

Desde la aparición del pequeño joven rubio a su vida y lo que causó en ésta, hasta los conflictos emocionales que en esos momentos enfrentaba.

Mientras escuchaba hablar a Roy sentado junto a él en el sofá con una taza caliente de café iba sacando varias deducciones.

De entre todas las pensadas, una le pareció la más indicada a la ocasión. Pero antes de deducir o decir algo, debía hacerle una pregunta muy importante.. y difícil a su amigo.. Estaba esperando el momento indicado para hacerlo.

- Pero… no lo entiendo.. – dijo Roy en un suspiro – Quiero decir, desde un punto de vista.. es sólo un niño. – terminó difícilmente la frase, como si esta le recriminara el hecho de que siendo un adulto se estaría aprovechando de la inocencia de un joven por puro egoísmo suyo.

Se apoyó pesadamente en el sofá como si la realidad le hubiese dado una cachetada, hundiendo su cabeza en el mueble. Mordió su labio inferior antes de continuar ..

- En esos momentos, debí haber entrado en un estado de confusión.. – analizó como el profesor que era – Creo que… tantos años sin "su" presencia, me volvió totalmente frágil e inestable. – Hughes supo a quién se había referido en esos momentos – O ya estoy demasiado viejo para esta vida de jóvenes. Y mientras los demás tienen un futuro que proyectar a mí me queda sólo la opción de lamentarme en mis recuerdos.

Roy dejó la taza de café sobre la pequeña mesa enfrentada hacia ellos y apoyó los codos en sus rodillas y la cabeza en sus manos, sintiendo que no podría soportar ni su propio peso.

Hughes se reincorporó en el sofá.

- Por Dios, Roy. No digas idioteces. No estás viejo como para decir esas cosas. Llevas siete años de carrera, tienes mucho por proyectar todavía. Tienes toda una vida esperando aún. – lo corrigió áspero, tratando de abrirle los ojos a su compañero.

Pudo distinguir muy apenas una leve sonrisa pronunciada por Roy, pareciendo más una lastimera que una de felicidad. Como si estuviera tomando sus palabras como una especie de vago consuelo.

Esto lo llenó de impotencia y frustración.

Se tragó un suspiro y una maldición en su interior. Tal vez, era el momento de hacerle esa pregunta tan crucial a Roy antes de perderlo totalmente, viendo que ya no le quedaba otra salida.

- Roy… debo preguntarte algo. Pero quiero que me prometas tu total honestidad, y quiero que me luzcas todos los detalles, hasta los más irrelevantes. – dijo lentamente cuidando cada palabra.

Roy despegó su rostro de sus manos para llevar su mirada hacia Hughes. Éste pudo notar cómo su introducción llamó su completa atención, sonrió interiormente, sintiendo que su amigo al menos seguía escuchándolo.

- Según lo que me has contado que te estuvo pasando últimamente, entrando aquí en la historia el joven Elric, estás entrando en un estado de depresión que hasta tú mismo reconoces.

Hughes sabía que su amigo era privilegiado de una viva inteligencia, y supo que comprendería a lo que se refería con lo anterior dicho.

Roy dejó escapar una corta y débil risa, mientras volvía a apoyarse en el sofá.

- "Los locos no saben que están locos", no? – dijo Roy con una leve sonrisa en ironía.

Hughes también sonrió.

- Claro. Sólo que tú no estás loco. – dejó también su taza de café sobre la mesa, como si el objeto lo interrumpiera en la conversación – Eso significa, que aquí el problema no es Edward Elric, sino que esto viene de algún otro lado que has estado ignorando por muchos años.

Hughes pudo notar cómo el semblante de Roy cambiaba a uno más.. sorprendido y un poco tenso, suponiendo y temiendo a dónde podría llegar a ir la conversación.

Se acercó un poco a Roy, manteniendo siempre el contacto visual viéndose reflejado en sus ojos.

- Tres años, para ser más específico.

Roy se estremeció, al momento que abría la boca para querer decir algo, pero no objetó nada. Sentía la garganta seca y su pulso comenzó a acelerarse. Pronto fue invadido por millones de voces, risas, lágrimas, lugares, momentos, recuerdos. Todos gritando y pidiendo su atención.

Pero en ningún momento despegó sus ojos de los de Hughes, encontrándose inmóvil.

- Quiero meterme en la mente del Roy Mustang de hace tres años. Quiero saber de él qué vivió, qué sintió, a quién sonrió y a quién lloró. – apoyó una mano en el hombro del de ojos oscuros..

.

- Quiero que me cuentes, el incidente de Riza Hawkeye.

.

O en otras palabras, el Quiebre de su vida.



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