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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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Notas del capitulo:

POR FAVOR, LEER ESTO ANTES DE CONTINUAR:

Este capítulo es un ESPECIAL que debe aparecer en esta parte de la historia sí o sí para tener una mejor comprensión de la misma más adelante.

Este capítulo abarca muchas cosas importantes. Les pediría que por favor traten de no se saltearse nada.

En base a la charla que tenía Roy con Hughes en el episodio anterior, aquí continúa el fic...

¡Espero que les guste! ^^

·. Una tormenta.. Un recuerdo .·

F_/_B

.

Un inconcebible y sofocante calor angustiaba las pobladas calles de NorthCity.

Era una de esas ciudades modernas ambientadas con la última y exuberante tecnología del momento, donde nadie podía ir tranquilamente por las veredas escuchando música de un discman en vez de un mp5 sin ser observado extrañamente.

Ese día las calles se veían inundadas de automóviles y cientos de personas apresuradas por llegar a sus correspondientes trabajos. Más de un insulto era alzado al aire a causa del terrible tráfico acumulado hacía más de quince minutos.

Todo prisa, todo rutina, regida por cumplimientos de horarios.

Así era la vida en NorthCity.

Pero mientras todos vivían entre nervios y apurones, había un hombre que se tomaba la rutina.. bastante.. a la ligera…

Por no decir que la ignorara..

- Hey, profesor ¿Se encuentra bien? ¿Profesor? ¿Profesor Mustang, me escucha?

Se escuchaban las llamadas de un joven delgado, cabello corto y lentes, que trataba de ver la manera de hacer reaccionar al hombre frente a él.

Dentro de las oficinas de la escuela secundaria Yale, el asfixiante calor de verano pasaba totalmente desapercibido. Pero no los ronquidos de cierta personilla apoyada en su escritorio de trabajo, escondido entre millones de papeles a firmar.

Ni bien los ronquiditos fueron escuchados por el preocupado joven de lentes, cambió su expresión alarmada por una estrictamente de enojo.

- ¡Profesor Mustaang! – gritó en la oreja del durmiente.

Roy abrió los ojos de golpe y se enderezó en su asiento en cuestión de segundos. El grito escuchado lo golpeó tanto del susto como una explosión repentina cayendo sobre su escritorio.

Levantó la mirada y chocó con la del molesto joven, quien lo observaba fulminándolo profundamente.

- ¿Qué hace, profesor Fuery? – exigió pidiendo una explicación mientras llevaba su mano y cubría su rostro, dejando escapar un largo bostezo.

Fuery, como todo estudiante teniendo recién terminada la universidad y llevando un título de profesor de geografía, creía firmemente en el compromiso y la responsabilidad a la hora del trabajo.

Por estos motivos, no podía tolerar tales actitudes de parte de Mustang, quien llevaba más experiencia en el oficio y se lo tomaba con cierta calma…

Mucha, calma.

- Se supone que usted debe ser mi ejemplo a seguir, profesor! ¿Qué es lo que está haciendo durmiendo entre medio de todos los formularios? – exclamó incrédulo fijando su mirada en el montón de papeles, notándolos aún sin firmar.

- Tú lo has dicho. Estaba durmiendo.. – Roy fue consumido por otro gran bostezo.

Fuery resopló. No le agradaba la idea de estar acostumbrándose a esa situación todas las mañanas antes de entrar a su clase.

Con una venita hinchada y el ceño fruncido, comenzó a tomar papel por papel, organizándolos dependiendo las fechas de entregas correspondientes.

Roy sólo pudo mirarlo con su mejor cara en aburrimiento..

- Ya… Era una broma. – comentó inclinando un poco su cabeza - Usted siga con lo suyo, profesor Fuery. Yo me encargo de esta sección…

- Eso mimos dijo hace veinte minutos, y lo caché tirado sobre el escritorio. – interrumpió molesto el de lentes.

Roy enarcó una ceja.

Llevaba cuatro años de carrera y no le caía nada bien que un principiante le estuviera diciendo cómo debía hacer su trabajo. Por más razón que en esos momentos el muchacho tuviera y reconociera.

- Se toma las cosas demasiado en serio. No dormí bien anoche y sólo caí rendido por un par de minutos…- antes de que pudiera terminar la misma excusa que siempre daba ante esas situaciones, fue interrumpido..

- Lo que usted necesita es un asistente. – sentenció cortantemente Fuery.

Un silencio mucho más abrumador que el calor de las calles envolvió la oficina entera en cuestión de segundos. La única cosa que avivaba su presencia en la habitación era el inconfundible sonido del reloj al chocar sus agujas por cada segundo sumado.

Ambos hombres enfrentaban sus miradas inexpresivas. En esos momentos no era necesario el exteriorizar lo que cada uno opinaba al respecto, ya que lo veían reflejados en sus ojos.

Pero como si se tratara de subrayar lo evidente, Roy comenzó con su queja preparada..

- Creo que se está precipitando demasiado por algo que realmente no vale la pena el…

- Jojo, créame. Si hay algo que realmente vale la pena es esto mismo. Comenzaré a partir de hoy a buscar a alguien que se encargue de observar y evaluar su responsabilidad. – sentenció comenzando a sacar de uno de los cajones cercanos una guía telefónica.

Roy abrió completamente sus ojos sin poder creer lo que estaba pasando.

¿Ese chicuelo pensaba sobrepasar sus órdenes como superior?

- Disculpe, profesor Fuery, creo que no fui lo bastante claro para su entender. – se levantó lentamente de su asiento – Esta es mi oficina. Mi lugar de trabajo. Aquí las reglas las impongo yo. Y como superior, le he dicho que no se precipitase a cosas que no valen la pena molestarse. Porque, le aviso, yo no tengo ni las más mínimas intensiones de pagarle a alguien para que me vigile las veinticuatro horas del día prohibiéndome mi propia privacidad.

Fuery guió sus ojos, que parecían más grandes por los lentes, hacia Mustang, teniendo en sus manos el gran libro de números.

Una sonrisa fue pronunciada en su mirar.

- Bueno, ya hemos sido testigos de la forma bien productiva que sabe utilizar sus tiempos de privacidad. – ironizó aún sonriente.

Roy sudó una gotita.

- "Inteligente con las palabras. Muy inteligente" – pensó preocupado. - ¿Acaso no escuchó lo que le dije? ¡No voy a pagarle a nadie para que venga a husmearme y acompañarme hasta al baño! ¿Le quedó claro, Fuery? – ya estaba al borde de la cólera al ver marcharse hasta la puerta de su oficina al joven profesor con la guía bajo el brazo.

Lo último que se escuchó en la habitación fue la voz relajante de Fuery, haciendo eco en todo el lugar – Como usted diga, profesor Mustang. Nos estaremos viendo. – seguido del "clack!" característico al ser una puerta cerrada con fuerza.

Roy se quedó inmóvil, observando el pedazo de madera recientemente cerrada, con la palabra "indignación" escrita en su frente.

- Tsk. Mocoso. Apenas tiene el título de profesorado y se me viene a hacer el exigente y el profesional ¿Quién se cree? – ya estaba pensando en redactar un informe sobre su conducta y solicitar una charla con el director del edificio, con el objetivo de que le explicase cómo era posible que tal acto de rebeldía por de parte de un novato podría ser aceptado en esa institución.

Hasta que, repentinamente, como si una brisa golpeara su rostro y lo despertase de tan creciente enojo, cae en la manera en que se encontraba actuando.

Detuvo sus pensamientos. Algo andaba mal.

Miró el escritorio frente a él y se dejó caer sobre su asiento. Lentamente, inspiró y espiró el aire acumulado en su ser.

- ¿Qué te pasa? – se susurró a sí mismo, llevando sus manos hacia su rostro - ¿Qué estás haciendo, Roy? – dejó escapar un significativo, profundo y largo suspiro.

Tal vez, él estaba tomando el papel de "mocoso" en esa situación.

El no querer comprometerse y ocupar sus horas de trabajo para dormir y encapricharse no eran actos dignos de lo que se podría llamar un adulto.

- Esto está mal.. – susurró nuevamente, dejándose guiar por el cansancio tanto físico como mental que sobrellevaba.

No podía dormir durante las noches. Parecía que la oscuridad lo mantenía aún más despierto que la luz del día. O tal vez le atemorizaba y atormentaba tanto como para no poder dejarlo cerrar sus ojos con confianza y tranquilidad.

No sabía la respuesta.

Simplemente, comprendía que eso estaba perturbando su trabajo y su vida social.

Debía hacer algo al respecto.

Pero… ¿Qué tenía que hacer?

- "Primero que nada, disculparme con Fuery" – pensó detenidamente, asintiendo y aprobando su respuesta, después vería cómo solucionaría lo suyo.

Al menos, debía comenzar por el atajo. Luego por el camino más largo.

*.*.*.*.*.*.*.*

Eran las seis de la tarde cuando salía de la institución y se disponía a ir al estacionamiento de la misma, entrar a su auto, y comenzar su camino de regreso a casa.

Él mismo consideraba exagerado el utilizar su automóvil para volver a su hogar que se encontraba relativamente cerca de su lugar de trabajo. Pero reparando en cómo estaban las calles esos días, no se arrepentía para nada en su decisión.

El peligro era excesivo, y más en ese tipo de ciudades superpobladas.

Más de un conocido siempre le informaba de un nuevo saqueo en su barrio, o en su misma casa.

Prefería ese tipo de prevenciones antes que correr algún riesgo. Esa era su personalidad de profesor reservado y calculador, que evitaba el que demorase unos cinco minutos más caminando por el parque y disfrutase el paisaje mientras recorría el mismo camino que su auto para volver a su casa.

Dobló apurado en una esquina y continuó. Pasó un par de cuadras más, y se detuvo frente a una pequeña, pero hermosa, casa blanca.

"Apagó" la máquina y salió de ella, cerrando tras de sí la puerta.

Una sensación de calidez y familiaridad le brindaba la idea de regresar a su casa. Era sinónimo de seguridadconfianza; algo que, irónicamente, encontraba generalmente más en lo material de un hogar y no en las personas, siendo su círculo social muy reducido.

Abrió la puerta de madera y se introdujo en el modesto pero bello hogar. Nadie estaría allí para regalarle un "bienvenido a casa, Roy!", pero estaba acostumbrado al silencio de las paredes. Al menos, eso creía.

Dejó caer sus materiales de trabajo, tanto como libros y carpetas, sobre el enorme y esponjoso sillón de la sala de estar. Subió por las escaleras hasta el segundo piso y caminó con cierta prisa hasta su habitación.

Una vez ingresado en ella, en un rápido accionar, se zambulló sobre su cama que lo esperaba siempre después del trabajo para realizar la misma rutina.

Refregó su rostro sobre la almohada tan blanda como una pluma y dejó escapar un largo suspiro proveniente desde lo más profundo de él.

Se sentía hambriento, pero el cansancio que lo consumía lo obligaba a quedarse unos minutos más en la cama. Añoraba esos días de su infancia en que su madre le preparaba la cena caliente ni bien él regresaba del colegio, recibiéndolo cariñosamente con la más hermosa de las sonrisas.

Ya no podía brindarse esos "lujos" de la niñez. Parecía que la palabra adulto lo etiquetaba totalmente, imponiéndole un sin fin de reglas para subsistir en un mundo donde millones de personas pensaban que eso era lo normal, y por ende, lo correcto.

"No encajo bien en este modo de vida" – pensó sonriendo con cierta frustración oculta.

Se estiró sobre su cama sintiendo cómo sus músculos entumecidos, luego de tantas horas de trabajo dando clases, se moderaban y relajaban lentamente.

Al momento de haberse recuperado, rápidamente saltó del cómodo mueble, antes de que lo invadiera totalmente la pereza, y salió fugaz de la habitación yéndose directo hacia la cocina bajando las escaleras.

Preparó un café con leche caliente y tomó de la mesada un par de panes con mantequilla para acompañar. Tomó asiento en la mesa y se dispuso a comer esa especie de cena mitad desayuno que había preparado, no le molestaba el desorden alimenticio.

Mientras degustaba la dulzura de la mantequilla esparcida sobre el pedacito de pan, comenzó a entrarse en los recuerdos de esa mañana.

La mirada incrédula del profesor-novato Fuery tras haberlo visto vagonear en su trabajo persistía en su mente. Hacía unos años, él había portado aquellos mismos ojos; llenos de nervios, energía, emoción y positivismo a la hora de entrar en una clase y enseñar frente a unas treinta personas.

Amaba su profesión, amaba enseñar, amaba que le preguntasen sobre cuestiones que no comprendiesen demostrando un interés intachable sobre lo que él había pasado su vida estudiando.

Era una sensación de logro que cualquier profesor buscaba en su carrera.

Pero, las cosas ya no eran las mismas.

Ya no sentía placer en lo que hacía, era como si la rutina lo fuese desgastando interiormente.

Esto parodiaba completamente su edad, cargando apenas veintinueve años sobre su espalda.

Recordó una de las tantas frases que su madre alguna vez le expresaba a vecinos, familiares y demás personas con cierta gracia mezclada en un toque de seriedad..

- "Mi Roy completará sus estudios, se recibirá, tendrá una hermosa casa y una bella esposa a su lado. Espero que esta futura mujer sepa aguantar a semejante explorador de la vida como lo es mi hijo, siempre yendo de aquí para allá. Ojala este cuerpo soporte lo suficiente para ver la llegada de mis nietos." – comentaba siempre a quien se le cruzase, orgullosa de lo que Roy era como persona y estudiante.

Por el lamento y desgracia de las oportunidades, la dulce y carismática mujer falleció a causa de su prolongada enfermedad del pulmón, siendo su ilusión de ver y conocer a futuros nietos destruido con la mayor crueldad.

Roy tragó difícilmente el pedacito de pan, sintiendo esta vez la dulce mantequilla más salada y agria de lo que presumía el producto.

En esos momentos que lo pensaba, realmente, no había podido cumplir nada de lo que su madre había alguna vez soñado para él.

Esto le produjo un sentimiento de decepción y frustración sobre él mismo.

"¿Qué podría llegar a decirme en estos instantes?" - se cuestionó dejando la taza sobre la mesa y llevando su mirada hacia el techo, como si pudiese atravesarlo con los ojos y vislumbrar el cielo en el atardecer.

- ¿Estás orgullosa… de lo que soy? – le preguntó al aire, con la ilusión que un niño pequeño tendría al esperar alguna reacción sobrenatural que indicara la presencia de un ser intangible en la habitación.

Suspiró con resignación. Cómo hubiera deseado estar junto a su madre en esos momentos y que le indicara el camino correcto que debía seguir.

- Nadie debería enfermarse.. - susurró fríamente mirando su reflejo en el suelo.

- De esa forma nadie temería a la muerte… -

Dejó las cosas tal y como estaban en la cocina, sin ánimos de limpiar y organizar, y se dispuso a volver a su habitación.

Esa misma noche… nuevamente no podría dormir…

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Absorto se había quedado, viendo con sus ojos enormemente abiertos, la boca semiabierta, y con un fuerte estremecimiento sobre su cuerpo, la situación que presenciaba. O más bien, la persona que presenciaba.

Eran las siete y cuarto de la mañana del día siguiente, ese día se había alistado mucho más temprano de lo usual para ir a su trabajo con el objetivo de encontrar al profesor Fuery y disculparse con él por su anterior comportamiento.

En eso pensaba hasta haber entrado a su oficina y ver en ella… todo un amontonamiento de papeles, archivos, enormes cajas que seguramente contendrían más cantidad de documentos importantes a firmar, libros, materiales de estudio, toda su recopilación de tantos años…

envuelta en un desorden desparramado por toda su oficina.

Pero eso no fue lo que más le impresionó, sino que fue el ver a una mujer desconocida abriendo, revisando y sacando más y más archivos de su escritorio de trabajo sin lo que podría considerarse el mejor de los cuidados.

Una oleada de preguntas y exclamaciones junto con un fuerte enojo invadió su mente en los pocos segundos del descubrimiento de dicha escena.

Pero lo primero que salió de sus labios sin pensar fue..

- ¡¿Qué demonios cree que está haciendo en mi oficina? – gritó sin medir, envuelto por la confusión y disgusto.

La mujer levantó su mirada inexpresiva para enfocarla en el hombre exaltado que se encontraba en la puerta.

Se quitó los lentes de lectura que llevaba puestos hacía un rato y realizó una leve sonrisa en su rostro.

- Al fin llega, lo estaba esperando. Como se había retrasado me dispuse a reorganizar desde cero todo su sector de trabajo. Espero no se moleste por haberme adelantado – pronunció amigablemente la mujer dejando un par de papeles sobre el escritorio.

A Roy se le hinchó una venita.

¿"Retrasado"? ¿Cómo que retrasado? Si ese día se había levantado mucho más temprano de lo habitual para comenzar a cambiar su actitud empezando desde esa misma mañana!

¿Quién se creía esa mujer como para entrar tan despreocupadamente y armar semejante caos en su oficina?

- ¡¿Q-Quién rayos es ust…? – empezaba a decir, hasta que sintió un leve empujoncito detrás de él, adentrándolo de esa forma más a la oficina.

- ¡Buenos días, profesor Mustang! – saludó una voz conocida.

Fuery se hizo notar en la habitación entrando con todos los ánimos del mundo, como si fuera capaz el no notar el desorden que era el lugar. Una leve risita se escapó accidentalmente de sus labios, pareciendo haber esperado esa mañana ver la cara de Roy totalmente confundida y desorientada. Y como comprobaba, había logrado su propósito.

- ¿Cómo que "buenos días, profesor Mustang.."? – imitó Roy haciendo morisquetas en su cara - ¡¿Quieres hacerme el favor de explicarme de qué se trata todo esto?

Fuery hizo un esfuerzo enorme en contener la risa ante el tonito que Roy había utilizado para imitar su voz.

- Tranquilo, profesor. Tal y como le advertí ayer, me encargué de buscarle un asistente personal que pueda ayudarlo en sus horas de clase. De esa forma no terminará tan frustrado y cansado durante los recesos y además puede ayudarlo en la administración de sus trabajos. Resulta muy conveniente, no? – sonrió Fuery con inocencia.

Roy no sabía qué cara era mejor hacer para fulminarlo.

El novato llevó su mirada hacia la inmóvil y silenciosa mujer que se encontraba detrás del escritorio siendo expectante de la escenita.

- Disculpa los problemas. Como te habrás dado cuenta, él es el profesor Roy Mustang. Profesor, ella es Riza Hawkeye, una excelente y estructurada asistente personal con además un título en profesorado de historia. Supongo que la Historia y la Literatura pueden resultar bastante compatibles, no? – comentó divertido mientras esquivaba un par de cajas en el suelo en dirección a la puerta de salida.

- Hasta cierto punto… - agregó Roy al comentario de Fuery.

El joven novato llegó con una sonrisa hasta la puerta y echó una última mirada a los dos mayores en la habitación.

- Espero que puedas hacerte cargo por unos días de este señorcito malhumorado, Riza. Tal vez ayudes un poco a levantarle los ánimos y ser menos gruñón para su edad – bromeó con un toque de sarcasmo – Le recuerdo profesor, que pronto tendrá su clase de las ocho y media. No querrá llegar al aula luego de sus alumnos, no? Nos estaremos viendo! – saludó osadamente y cerró la puerta, escuchándose sus pasos en retirada.

Bastaron dos segundos para que Roy comenzara con sus quejas..

- "No querrá llegar al aula luego de sus alumnos, no?" ¡Pequeño mocoso! ¡Tiene un genio para hacerme rabiar!

Una risita vagamente contenida fue expuesta accidentalmente haciendo eco en la habitación.

Roy llevó su mirada hacia la joven rubia detrás de su escritorio. Ella cubría sus labios con una de sus manos, formando una risa tímida con sus ojos cerrados y sus cejas encorvadas.

En lo que iba de su llegada a la oficina no la había inspeccionado tanto como en esos momentos. Sus cabellos eran lacios estando recogidos por un fino broche, eran de un vivo color rubio llamativo. Su pálida piel no hacía más que resaltar sus grandes y a la vez finos ojos cafés, y su sonrisa era enmarcada por un leve color rojo en sus labios, atrayentes de toda atención por dicho color.

Llevaba una camisa blanca mangas largas, un saquito negro sobre ella y una pollera larga hasta las rodillas del mismo color oscuro.

Todo en ella parecía sinónimo de perfección, tanto en su aspecto tan cuidado como en su función de asistente.

Roy tragó saliva antes de hablar..

- Disculpe lo sucedido. En verdad, todo esto me tomó por sorpresa. No estaba para nada informado sobre el asunto de que vendría esta misma mañana… - se disculpaba mientras rascaba su mejilla y llevaba su ojos hacia una esquina, algo apenado e inmóvil en su lugar.

Riza le dedicó una mirada calculadora, pero sin borrar la sonrisa de su rostro. Era como si ella también lo estuviese inspeccionando como para llevarse una primera imagen sobre él...

- No se preocupe, no fue nada en verdad – contestó con cierta gracia – Yo me disculpo por haber entrado sin su permiso. Es que, como el profesor Fuery me había dado las llaves de la oficina y me dejó pasar, creí que no habría problemas.

Roy esbozó con una lentitud terrorífica una sonrisa tan torcida como macabra mientras sentía que otra venita se le hinchaba ante lo rebelado.

- "Maldito. Lo tenía TODO planeado desde el principio." – pensó tratando de ocultar la rabia que se evidenciaba tan fácilmente en su rostro.

Consideró no tener compasión y nuevamente pedir una charla con el director para tratar el tema sobre el futuro del señorcito Fuery.

- Eh, profesor Mustang ¿Se encuentra bien? – preguntó un poco vacilante Riza, notando cómo el mayor comenzaba en voz baja a reír maléficamente.

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Dejó caer pesadamente su cuerpo sobre la textura de las sábanas que cubrían su suave y confortable cama dentro de su habitación.

Cerró sus ojos por unos momentos mientras se dedicaba a respirar tranquila y lentamente, sintiendo un leve dolor recorrerle las piernas y su garganta al haber pasado tantas horas estando de pie y elevando la voz dando clases en diferentes cursos y aulas.

Pero en todo momento, en cada salón, en cada clase, siempre a su lado, se encontraba la asistente Riza Hawkeye, observándolo y escribiendo en su libreta vaya uno a saber qué clase de anotaciones.

Apenas habían mantenido conversación ese día. La asistente sólo se había limitado a observarlo de reojo sin perder detalle de todo lo que considerara importante para luego volver su mirada a la libreta y soltar un par de escrituras.

No podía evitar sentirse nervioso ante ese hecho. Le había sorprendido que la señorita Hawkeye lo hubiera seguido y observado sin expresar palabra alguna.

- Cielos… - suspiró con cansancio.

Pero contradictoriamente, con una extraña inquietud, se reacomodó en la cama, quedando boca abajo y escondiendo su rostro entre las sábanas.

Pensó que le habría gustado que Fuery le hubiera advertido que su primer asistente, en lo que va sus años de carrera, se trataba en verdad de.. unaasistente.

Al menos así habría estado preparado..

- Preparado… - susurró lentamente, como cuidando de ser escuchado en medio de la vacía y tan silenciosa casa.

¿"Preparado" para qué? ¿Qué diferencia había en que se tratase de un hombre o una mujer su asistente personal?

Se movió nuevamente en la cama, esta vez volviendo a quedar boca arriba, mirando desinteresadamente el techo blanquecino.

Se cansó de darle tantas vueltas a su propia mente. Tal vez, el hecho de haber pasado prácticamente toda una vida en soledad, lo había vuelto una persona muy cerrada.

Y la aparición de esta mujer de cabellos rubios fue el influyente suficiente para desequilibrar y hacer caer en cadena dominó toda la construcción emocional que había desarrollado en su vida.

- ¿Qué te pasa, Roy? – insistió con la pregunta que siempre se hacía, como si él mismo pudiese brindarse la respuesta que buscaba - ¿Qué te sucede?

Estaba considerando que quizá esta misteriosa mujer se había convertido en una especie de pesadilla para él, hasta que, interiormente, algo lo contradijo con rapidez. Dejando a la posibilidad de que en verdad la aparición de esta persona fuera lo más oportuno y necesario para reorganizar …la vida tan vacía que llevaba.

Pero como si se tratase de un niño-adulto, sólo frunció el ceño …y escondió nuevamente su rostro en las sábanas.

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Hughes podía sentir cómo lentamente un nudo se formaba en su garganta al escuchar a Roy contar lo que había sido su vida hacía tres años.

El Roy de veintinueve años era muy distinto al Roy de treinta y dos.

Desde que lo había conocido, su amigo era puros chistes y sonrisas, con un positivismo envidiable sobre la vida y teniendo siempre la regla de "superarse" en cada cosa que se propusiera.

Le asustó el pensar que, quizá, detrás de todo ese personaje carismático que había conocido, en verdad se ocultaba una persona triste, dolida y silenciada por miedo a despertar nuevamente los espíritus de su pasado.

Le aterró la idea de pensar que tal vez todo lo que conocía de Roy en verdad fuese una mentira. Una farsa que escondía recelosa su verdadero ser lastimado.

Se mortificaba por esto al mismo tiempo que lo escuchaba hablar estando sentados en el sillón de la sala de estar de su departamento.

Eran las tres de la mañana, y sentía que aunque Roy se fuera en esos instantes, no podría ser capaz dormir en todo lo que quedaba de la noche.

Se tragó su nerviosismo, y silenciosamente siguió escuchando a su compañero…

...

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Al día siguiente seguía haciendo el mismo calor característico de NorthCity.

Roy se encontraba sentado en su escritorio, llevando sus ojos silenciosamente por toda su oficina de trabajo.

Apretó sus labios mientras buscaba las palabras correctas para brindarle a la señorita que tenía en frente, quien esperaba un poco ansiosa una respuesta.

Cuando pudo tragarse completamente su orgullo y cierta pena, soltó lentamente..

- Sí, definitivamente, está mejor..- admitió mientras habría un par de cajones confirmando que los archivos de sus alumnos se encontrasen en ellos.

La señorita Riza sonrió animadamente.

Todo el desorden que había sido la oficina del profesor Mustang había desaparecido drásticamente, siendo reemplazada prolijamente por la más pura de las organizaciones.

El lugar brillaba de limpieza, percibiéndose un aroma dulce y refrescante que peculiarmente apaciguaba el calor entrante de la ciudad.

Los documentos habían sido organizados a base de las fechas y habían sido divididos en secciones dependiendo el curso donde asistía cada estudiante.

Todo resaltaba en perfección.

- Gracias… - dijo Roy lo mejor que pudo. Ahora que lo pensaba, el lugar sí había necesitado ese tipo de organización. Un don que curiosamente parecía ser perfeccionado por las mujeres.

- No tiene que agradecer. Después de todo, es mi trabajo. – Riza relajó la tensión de su cuerpo por haber esperado la respuesta del profesor Mustang, y se sentó cómodamente en la silla frente su escritorio.

Roy simplemente la observaba algo receloso, como quien tratara de entender un idioma desconocido.

Aún faltaban unos cuantos minutos para su próxima clase, quizá era la oportunidad de conocer un poco más a la persona que tenía en frente..

- Perdone el atrevimiento – inició algo dudoso – Pero.. Antes Fuery había mencionado que usted tiene un título de profesorado de Historia ¿Por qué estando en condiciones de dar clases se limita a ser la asistente de alguien? – vio cómo la muchacha se movió en su asiento, sonriendo.

- En verdad, no estoy en total condiciones aún – explicó mientras cruzaba sus piernas y sus brazos – Es cierto, tengo el título. Pero quisiera especializarme más en el ámbito que es enseñar. Porque, no importa qué tanto pueda saber uno de la Historia, si no sabe explicarla, detallarla, interesar a los alumnos, es sólo una pérdida de tiempo tanto para el joven sentado en el banco como para el propio profesor.

Roy encontró lógico lo marcado por la asistente.

- Claro.. – suspiró. Por un momento pensó en lo que sus clases eran en sí. Como cuestionándose él mismo si realmente podía considerarse un buen profesor.

Riza pareció notarlo. Tal vez por el rostro de preocupación que no supo esconder el de ojos oscuros.

- No se preocupe – rió tímidamente – La verdad, es que me ha dejado impresionada. Se nota el cariño que le tienen esos chicos a usted. Además, usted fue la primera persona a la que me recomendaron los directivos sin duda alguna para que complete mi estudio.

Roy sintió sus mejillas ruborizarse levemente, al mismo tiempo que tomaba una expresión en sorpresa.

El hecho de que parte de la "actuación" de él influiría en el aprendizaje y perfeccionamiento de la carrera de la señorita le había provocado un poco de nervios.

Trató de recobrar un poco su compostura..

- Creo que me sobreestiman demasiado. No considero el estar en condiciones para enseñarle a usted cómo trabaj…

- ¿A qué le teme, profesor? – interrumpió Riza ante la modestia de Roy – Por mis últimas observaciones, lo considero un perfecto ejemplo a seguir. – sonrió al final, notando los nervios del otro.

Roy se ruborizó el triple de lo que ya estaba. Tosió un par de veces guiando sus ojos a cualquier lado menos a los de la señorita, y se reacomodó en su asiento.

Miró su reloj y, con algo de impaciencia, anunció..

- Creo que ya en pocos minutos comenzará mi próxima clase. Supongo que debería ir preparándom..

- Esa clase comienza a las diez y cuarto. Son las nueve y cuarto, profesor. – expandió un poco más su sonrisa, sin poder contenerla en verdad.

Si ya Roy estaba considerablemente ruborizado, ahora creía que su cara parecería un tomate ardiente expuesto al sol.

Tragó saliva, nervioso, y saltó de su asiento, comenzando a caminar por la oficina guiando sus ojos por todos los cajones.

- Bueno, supongo que debería ponerme al día con los formularios que tenía que complet..

- Descuide, de ese tema ya me encargué junto con la limpieza. Quise matar dos pájaros de un tiro para evitar que se nos acumulasen deberes que hacer.

A Roy comenzaba a temblarle la sonrisa forzosa. Sentía millones de voces interiores que le decían que dejase de intentar de huir de la asistente, pero no podía evitarlo.

Riza se giró en su asiento, viendo al hombre inquieto teniendo una discusión interna con él mismo.

- ¿Por qué no aprovechamos el tiempo que tenemos de sobra, y hacemos un pequeño recorrido por la escuela? No tuve tiempo de conocerla completamente. Además de buen profesor, debe ser un excelente guía. – se levantó - ¿No es eso lo que son los profesores en sí, guías que los alumnos deben seguir? – volvió a sonreír finalmente. Se le daba muy bien el utilizar las palabras a su favor y ver, divertida, las reacciones del mayor.

Éste, un poco más y sentía que tendría un colapso emocional.

- Es una forma muy poética de ver la imagen de un profesor. – trató de sonreír, Roy – Bueno, supongo que no tengo problemas en mostrarle.. el resto del instituto. – finalizó con dificultad.

La mujer de cabellos rubios se levantó con cierta gracia de su asiento, acomodándose la falda larga y negra, y caminó por la oficina hasta donde se encontraba el morocho.

Roy abrió gentilmente la puerta, dejándole el paso. La vio encorvar sus labios en una sonrisa y salir de la habitación caminando como toda una dama lo haría, dejando a relucir todos sus encantos.

Él mismo no comprendía el porqué de sus nervios, pero lo que sí sabía.. era que éstos terminarían por matarlo si pensaban continuar con su tortura.

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