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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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Hughes no pudo evitar el soltar una pequeña risita, interrumpiendo inocentemente el relato de su amigo.

- ¿Así que, así la conociste? – sonrió mientras se acomodaba en el sillón – Se me hace que estaba predestinado el que ustedes se encontrasen. – dijo con cierta gracia.

Roy le devolvió la mirada, la cual se encontraba algo perdida. Como si el hecho de volver a vivir mentalmente su pasado lo mareara tras parpadear y encontrarse en el "ahora".

- Ella… - vaciló nostálgico, con la vista gacha - …Ella tenía… una forma de ser tan única. Su personalidad era fuerte, muy fuerte. Carecía de inquietudes o dudas en sus decisiones, y enfrentaba el día a día con toda la energía del mundo. – agarró un almohadón cercano, aferrando sus dedos en él – No era como yo. Para nada como yo. Alguien débil e indeciso. En esos tiempos, la responsabilidad era lo menos que me preocupaba. Estaba perdido y solo en una casa demasiado grande para mí. Bueno… no difiero mucho a como era antes. – finalizó con una sonrisa lastimera.

Hughes negó eso mentalmente, pero no pensó en corregirle. Más bien lo miró comprensivo, esperando escuchar el resto de la historia.

- Desde que ella había llegado a mi vida, todo había cambiado. Ir al trabajo ya no era lo mismo de siempre, estaba acompañado, y podía hablar y hablar todo lo que nunca hablé con alguien. El escucharla también me divertía. Daba placer escuchar su voz. Nunca había conocido a alguien que portara una voz tan bella al hablar, y mucho más al reír.

Hughes notó un leve brillo en los ojos oscuros de Roy. Pero no un brillo que indicaba un momento especial de emoción. Sino un brillo.. que alertaba en convertirse en lágrimas.

- Los días pasaron… hasta que esos días se convirtieron en semanas, luego meses.. Cada minuto que pasaba junto a ella… era una oportunidad más para reír… una oportunidad más para sentirme único y orgulloso al tener una amiga tan maravillosa.. tan sencilla… tan especial… - sus labios temblaban a la vez su voz comenzaba a quebrantarse cada vez con más notoriedad – Un día.. a la salida del trabajo.. habíamos caminado un rato por el parque cerca de mi casa… en esos tiempos ya habíamos formado mucha confianza y una amistad inquebrantable.. Ese día… me le acerqué… y… le confesé todo.. todo lo que sentía, ya no podía guardarlo.

Mordió su labio inferior apretando sus ojos, tragándose la necesidad de liberar su angustia junto con sus lágrimas.

- ¿Sabes lo que ella hizo? – trató de serenarse un poco, controlando sus emociones – Me dijo "Estuve esperando tanto por esas palabras", y me besó al mismo tiempo que me abrazó fuertemente. La sensación de tenerla entre mis brazos fue tan engañosa. Por un momento creí que ya estaba tan loco como para alucinarla…. Pero el calor de sus labios.. y sus manos aferrándose a mí fue tan verdadero.. que caí en la realidad.

Una lágrima tramposa se desbordó de su mejilla. Roy aún se encontraba luchando contra él mismo en un intento de no quebrarse. Pero sus ojos nublosos le jugaban cruelmente en contra.

Hughes lo miró preocupante, habiéndose dado cuenta de una cosa muy importante.

Con un tono cuidado, tratando de ser lo más delicado posible, preguntó..

- ¿Por qué habiendo sido días tan felices y significativos para ti, hablas de ella en "pasado"? ¿Qué fue lo que… sucedió? – soltó muy quedo.

Roy se cubrió sus ojos con una de sus manos, apoyando el codo en su rodilla. Su respiración se había vuelto muy agitada. Sentía que no tenía fuerzas para seguir hablando, un nudo en la garganta oprimía su voz y comenzaba a sentirse algo mareado.

Dolía el recordar. Era mucho más fácil el olvidar.

Hizo a un lado todas sus incomodidades, pero quedándose en la misma posición tomada, prosiguió..

- Después de aquello… continuamos con nuestra relación de profesor-asistente en el instituto, pero fuera, .. éramos la pareja más feliz.. – sonrió muy levemente – Pasaron los meses, y siempre continuamos así, de esa forma. Hasta que…

Un día Riza, comenzó a comportarse de manera muy extraña… -

...

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- ¡Perdona la demora, hoy el tráfico estaba llen….! – entraba Roy a su oficina como todas las mañanas saludando animadamente a la señorita Riza, quien siempre llegaba unos minutos antes. Pero su voz fue acallada por el silencio de la sala.

Parpadeó un par de veces y guió su mirada por todo el lugar.

- ¿Riza? – murmuró, lo suficientemente alto como para rebotar levemente su pregunta por las paredes.

El ser tan amado de ojos cafés no se encontraba en su escritorio esperando su llegada como siempre lo hacía. Esto extrañó un poco a Roy. Como extrañaría a cualquiera al verse una rutina desmoronada.

Cerró la puerta tras de sí y cruzó la sala en dirección a una segunda puerta interna, que llevaba a la pequeña cocinita que era utilizada para preparar tentempiés, ya que eran muchas las horas que pasaban en el instituto.

La abrió algo curioso y se introdujo en el pequeño ambiente.

Vacío.

Cerró la puerta algo sorprendido. Eso había confirmado lo que en un principio era evidente:

No había nadie en la oficina.

- Qué extraño…¿Qué le habrá pasado? – se preguntó murmurante.

Miró su reloj pulsera para confirmar sus horarios. Eran las siete y diez de la mañana.

Bueno, por unos diez minutos cualquiera podría retrasarse, no?

Se miró a sí mismo, quien había sido afectado por el tráfico de esa mañana. Con ese pensamiento, rió y se relajó interiormente.

- Ya debe estar llegando. – se dijo.

Se sentó frente a su escritorio y sacó de su carpeta de trabajo varios exámenes que debía corregir de un curso secundario. Mientras esperaba a Riza podía ir avanzando en sus deberes de profesor, de esa forma el tiempo pasaría más rápido…

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- Por supuesto, nunca llegó. – suspiró Roy tratando de calmarse y hundió más su mano que se encargaba de ocultar su rosto.

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Eran las una y cuarto de la tarde y Riza no había pisado siquiera la institución.

En varias ocasiones, Roy aprovechaba los recesos para realizar un nuevo intento en llamarla a su número móvil. Pero la impaciente y tortuosa espera entre los pitidos de llamada siempre terminaba en contestarle una voz femenina computarizada diciéndole que el número requerido no se encontraba disponible.

En varias oportunidades le había llegado a decir que el número ni existía, lo cual a Roy le pareció una tomada de pelo indignante por de parte de los operadores.

Lo mismo había intentado con el número de residencia. Obteniendo igual resultado.

Preocupado, entre uno de los descansos, se dirigió hacia las salas directivas del colegio.

Ni bien entró, fue atendido exagerada y alegremente por la asistente de dirección.

- ¡Profesor Mustang! ¡Buenas tardes! ¿Qué se le ofrece por aquí? – exclamó una jovencita-mujer de cabellos cortos algo disparejos y unos enormes lentes de bordeados negros.

Roy hizo una pequeña inclinación como saludo y cerró la puerta detrás, encerrándose el lugar en un silencio que contradecía el bullicio de afuera al ser la hora del recreo para los estudiantes.

- Buenas tardes, Sheska.- trató de sonar animado – Quería preguntarle sobre la señorita Riza ¿Han recibido algún llamado, o alguna justificación del porqué de su falta hoy?

Sheska pareció dudar unos segundos.

- ¿La asistente Riza Hawkeye? ¿Su asistente, no?

- Eh.. perdón. Sí, Riza Hawkeye.

- Mmh.. Déjeme ver, espere unos minutos por favor. – rápidamente sacó de unos de los cajones del enorme escritorio gris una gran agenda con millones de papeles y anotaciones agregadas adrede.

Inspeccionó velozmente su contenido pasando de páginas a páginas, mientas Roy esperaba algo inquieto.

Llegó a la sección "R", a la cual le correspondían tres páginas utilizadas, y observó las escrituras por unos breves momentos.

Haciendo una pequeña mueca en desencanto, levantó la vista del gran libro y la dirigió hacia el impaciente hombre.

- Lo siento. No tenemos nada registrado de ella sobre su falta. Ni una llamada o aviso anticipado. – anunció con voz algo desalentada.

Roy agachó su rostro expresando cierta duda, como si algo no encajara bien en todo aquello.

Miró a la joven que tenía en frente y trató de esbozar una sonrisa.

- Ya veo.. Disculpe por haberle tomado parte de su tiempo. Le agradezco su ayuda.

Sheska sonrió de oreja a oreja tras lo dicho por Roy.

- ¡Siempre a su manera tan formal de hablar! ¡Es un encanto, profesor Mustang! No se disculpe, no fue para nada una molestia. – comentó mientras guardaba la agenda – Y no se preocupe. De seguro que la señorita tuvo algún inconveniente y no quiere hablar en estos momentos. Tal vez mañana vuelva con todos los ánimos para trabajar y explicar lo sucedido! – sentenció positivamente.

Roy quiso pensar igual que Sheska, pero no pudo. Quizá se estaba tomando las cosas muy seriamente y tal vez se tratase de un asunto menor tal y como la joven había dicho.

Pero… algo en su ser lo carcomía de una cierta preocupación…

¿Era eso intuición, o un indicio de algo malo?

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- Así como había faltado ese día, faltó el siguiente. Cuando se cumplió la semana entera de su ausencia fui hasta su casa y toqué timbre y golpeé la puerta tantas veces que pude. Nadie contestaba. Estaba cerrada con refuerzo y las luces apagadas. Así pasó otra semana más, y otra. Yo entré en un estado de confusión,… depresión y alteración.. al no saber qué era lo que estaba sucediendo. De un día para el otro, la persona que más amaba en el mundo desaparecía sin dejar aviso o rastro alguno. Pero.. ¿Sabes qué era lo más extrañamente sorprendente, Hughes? Era que nadie sabía de ella. Sus vecinos negaban el poseer información de si se habría encerrado en la casa o si se habría mudado. Nadie sabía sobre su paradero, y otros, simplemente negaban el conocerla o haberla visto siquiera alguna vez. Todo parecía un complot de ignorancia que no hacía más que desesperarme y frustrar mi búsqueda, la cual no pude llevar a cabo por la falta de cooperación.

Apretó con más fuerza el almohadón que tenía en su regazo, sintiendo el miedo y desesperanza de esos días encarnizado en esos mismos momentos.

- Pero no quise rendirme. No me lo permití. Había pasado mucho, mucho tiempo con Riza para saber de sobremanera que ella no era así. – Inspiró hondamente, para luego exhalar sus nervios – Seguía insistiendo en encontrarla. Hasta que un día… volví al directorio de la escuela… para confirmar algo… de lo cual tenía cierta curiosidad… -

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Luego de la más frustrante clase dada en toda su vida, en la cual los alumnos no tenían ganas de aprender ni él de enseñar, se fue con los nervios acumulados habiendo bebido una taza de café bien cargado y su maleta de trabajo bajo el brazo.

Unas apenas visibles ojeras se insinuaban bajo sus ojos, y teniendo el ceño fruncido daba una fuerte imagen de alguien totalmente histérico, cansado, y sin ganas de andarse de bromas en esos instantes.

Caminó rápidamente por los pasillos en pasos decididos y marcados, haciendo correr a quien se cruzase por su camino.

Llegó a la planta baja y golpeó fuertemente tres veces la puerta de la dirección, esperando impaciente una respuesta.

El pedazo de madera pintado a base metálico fue abierto apenas unos segundos luego de los golpes.

- ¡Oh, es usted, profesor Mustang! ¿Qué desea? – preguntó Sheska, esta vez asomándose por la puerta y sonriendo como siempre lo hacía.

- Que me deje pasar. – dijo Roy en un apagado tono autoritario.

Sheska se sorprendió, o quiso parecerlo, ante el repentino cambio de actitud, viéndolo al mayor a través de sus enormes lentes.

- ¡Oh, claro! Por supuesto, disculpe. – dijo rápidamente y abrió en totalidad la puerta.

Roy ingresó en el pequeño salón que conformaba la dirección de todo el instituto. Extendió su mirar por todo el lugar, algo apurado y nervioso.

- Eh.. Profesor Mustang ¿En qué podría ayudarle…?

- Usted, en nada. Quiero hablar con el director. ¿Dónde está? – exigió fríamente mientras se giraba a ver a la asistente.

Ésta parecía totalmente confundida y aturdida.

Sin dudarlo un segundo cerró la puerta, suponiendo a dónde pararía esa conversación y situación.

- El director no se encuentra disponible en estos momentos…

- Como siempre. – sentenció - Nunca está disponible para mí. Pero curiosamente siempre se lo ve por las aulas y pasillos de la escuela, ¿no? – comentó en sarcasmo con una mirada totalmente en seriedad – Hágame el favor de llamarlo y así no tendrá más problemas.

- Si pasa en otro momento sería más conveniente. Es en serio, profesor. Ahora no puede atenderlo…

- "Ahora no puede atenderlo..". Deje de sonar como mi contestador y llámemelo en este mismo instante! – exigió comenzando a perder la paciencia.

- ¿Profesor, qué le sucede? Si me dice qué es lo que quiere tal vez podamos solucionarlo …

- Lo que quiero es que haga lo que le pido. ¿Sabe qué? De esta forma podríamos evitarnos una situación tan innecesaria como desagradable.

- ¿A qué se refiere? – tartamudeó Sheska.

- A que me presente acompañado de un policial, y tal vez mi abogado. – sentenció cortantemente Roy – Creo que a la institución no le conviene ese tipo de circunstancias. ¿Estamos de acuerdo?

Sheska tembló ligeramente ante la idea, tragando saliva al mismo tiempo.

Rodeó apurada el escritorio y tomó con una de sus manos el teléfono que reposaba en él. Tecleó un par de números y esperó unos segundos…

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- La cabeza me daba miles de vueltas. Pensaba a gran velocidad y no podía tranquilizarme para nada. Por dentro sentía lástima por Sheska… pero luego… perdí todo sentimiento de culpa…

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Colgó el teléfono tan rápido como proyectó en su rostro un semblante de nerviosismo.

Miró a Roy, quien aún esperaba frente a su escritorio.

- Como le dije, no puede atenderlo ahora. Está ocupado..

- ¿Haciendo qué? – cuestionó irritado.

- Profesor Mustang, ¿Qué es lo que quiere? – preguntó nuevamente Sheska, formando un tono un poco más decidido y fuerte, pero no lo suficiente como para intimidar al mayor.

Roy suspiró de rabia y se dejó caer en uno de los asientos. Apoyó los codos en sus rodillas y enredó sus dedos, era la pose característica de alguien que pensaba y calculaba la situación.

Sabía que la mujer que tenía en frente no le serviría en esos momentos. Pero al no tener otra opción, se resignó cansadamente, y en lentitud dijo…

- Quiero que me muestre los tipos de contacto que tuvo Riza con la institución.

- ¿No que ya lo habíamos hecho, profesor? Usted me pidió exactamente lo mismo hace unas sem…

- Repito. Quiero que me muestre los tipos de contacto que tuvo Riza con la institución.

Sheska pareció confundida. O hacerse la confundida.

Cambió su expresión a una… no sabía si era seriedad… pero era una mirada que difería exageradamente de las sonrisas típicas de ella.

- Si tantas dudas tiene, pues, no me molesta repetir la búsqueda. – iba a tomar la enorme agenda gris donde se había encargado de buscar algún tipo de apunte sobre la señorita Hawkeye hacía unas semanas atrás.

Pero antes de que pudiera siquiera tocarla, fue detenida por el silbido de Roy, en modo de llamarle su atención.

Éste le negó con el dedo índice su elección, al mismo tiempo que portaba la frialdad misma en sus ojos. Llevó su dedo elevado al aire y señaló el teléfono que hacía unos momentos había sido colgado, mientras arqueaba una ceja.

Sheska lo miró sin comprender.

- No puedo utilizar esta línea para ubicar personas ajenas al colegio. No lo tengo permitid…

Roy negó con la cabeza. Se acomodó en el asiento y apoyó su mejilla en su puño, observando calculadoramente a la nerviosa joven.

Contestó tal y como si estuviera frente a un alumno que había respondido incorrectamente un ejercicio sumamente obvio.

- Los registros de llamadas. – dijo hábilmente - La línea escolar, como toda línea, posee un receptor, ¿no es así? Quiero que inspeccione todos los registros que hayan obtenido en el marco de cuatro semanas.

Sheska pareció estremecerse por segunda vez. Quería portar una mirada seria y tranquila, pero cierto nerviosismo era rebelado en el titubear de sus labios.

- Realizamos la limpieza de los registros cada semana. Es imposible el poder recuperar los perdidos, o que haya quedado alguno siquiera…

- ¿Por qué no lo confirma? – dijo sonriendo pero en un mirar frío - ¿Quiere colocar el altavoz? De esa forma ambos seremos testigos de lo que se encuentre o no en los mensajes.

Sheska se encontró totalmente acorralada. Si seguía resistiéndose realmente se vería totalmente sospechoso. Extendió nuevamente su mano hacia el teléfono con una lentitud que remarcaba su vacilación, o tal vez aprovechaba cada segundo para pensar en alguna otra excusa que darle al mayor.

Levantó el auricular y se lo llevó paulatinamente hacia su oreja, siendo observada en todo momento por Roy. Tecleó otro par de números para activar el chequeo de mensajes recibidos.

Tan rápido como tecleó, comenzaron a aparecer uno por uno los correos de voces.

Algunos eran de padres de los alumnos fichando citas con los profesores, otros de ciertas personas de negocios del colegio, otros de algunos maestros y unos cuantos más se encontraban almacenados hasta la fecha.

Tragó saliva al escuchar uno… en específico. Trató de verse lo más inmutable posible antes los ojos calculadores de Roy.

Colgó el teléfono y fijó su mirada en él.

- Lo siento. Como le dije, todos los mensajes fueron eliminados. No ha quedado ningún registro que la señorita Hawkeye pudiera haber llegado a mandar. – mintió lo mejor que pudo, mientras permanecía inmóvil en su sitio.

Roy mordió su labio inferior, seguramente conteniendo toda la rabia del mundo que tenía en esos momentos contra Sheska. Su mano derecha tembló, tal y como lo hacía en sus días de adolescencia cuando luchaba contra el deseo de golpear a alguien.

Se levantó de su asiento y caminó hacia el escritorio, quedando frente a frente de la mujer.

Enfocó sus ojos contra los de ella, sonriendo apaciblemente y llevando su mano hacia la de la joven que aún reposaba en el teléfono.

- Veremos. – susurró muy, muy lentamente – Si una pizca de mentira se encuentra en tus palabras, ten por seguro que yo mismo me encargaré de que te busques otro trabajo. – sentenció aún con su sonrisa y tranquilidad.

Sheska se estremeció fuertemente. Notó la diferencia en el tono de Roy, que en esos momentos ya no la trataba de "usted" como característicamente lo hacía con todo el mundo. Podía notar la total seriedad en la que iba.

- ¿Quieres recapacitar antes de llegar a extremos que podríamos evitar con sólo brindar un poco de sinceridad y cooperación? – levantó el teléfono junto con la mano de Sheska y se lo acercó a su oreja, comenzando a extender su otra mano para marcar la activación de mensajes guardados.

- ¡N-no puede husmear con tanta tranquilidad la información del colegio! ¡Se encuentra en el reglamento! ¡Eso significaría violar las normas! – se excusó con lo primero que se le vino a la mente, viendo que ya no le quedaba otra salida.

Roy sonrió.

- Pero usted me dijo que no hay ningún mensaje en el teléfono. Técnicamente no estoy violando ninguna norma al confiar en su palabra. – presionó el primer número del código de mensajes, sin quitar la vista de los ojos de Sheska.

Ésta reflejó todo el pánico y nerviosismo en su mirar. Su boca abierta exigía en interrumpir y evitar el accionar del mayor, pero no podía articular palabra alguna.

La mano que era sostenida por Roy tembló ligeramente, así mismo su pulso se aceleró considerablemente. Todo parecía jugarle en contra. Sabía lo quetenía que hacer, pero no podía hacerlo.

Cuando Roy presionó el segundo número fue cuando estalló en exclamaciones con sus ojos fuertemente apretados.

- ¡Está bien, está bien, está bien! – gritó nerviosa y resignada.

Se soltó del agarre de Roy y corrió hacia un moderno armario que se encontraba en una de las esquinas de la dirección. Sacó del bolsillo de su uniforme una pareja de llaves y abrió las puertas metálicas de par en par. Sacó de su interior una pequeña caja, la cual llevó hasta el escritorio donde aún se ubicaba el morocho, y la abrió con la otra llave.

Dentro descansaban cinco cartas bien acomodadas, una encima de la otra. Una de ellas había sido abierta, las demás aún mantenían sin rebelar su contenido.

Sheska, con sus ojos brillosos y entristecidos, exclamó lo siguiente..

- ¡Estos son todos los mensajes que recibimos de ella, hay uno más en el contestador! Yo.. no quería.. ¡Yo no quería ocultarle nada! ¡Puedo jurarle por mi vida que me obligaron totalmente! – sus ojos comenzaron a aguarse notablemente – P-Pero no sólo a mí! ¡Toda la institución está amenazada! ¡N-No podemos hacer nada!

Roy se había quedado estupefacto ante las explicaciones incoherentes e incomprensibles de Sheska. Sintió su corazón golpear potentemente contra su pecho, ¿Qué era lo que decía? ¿A qué se refería con las "amenazas"? ¿Qué estaba pasando?

Sin pensarlo… activó los correos de voces.

Su mano hizo una fuerte presión contra el auricular al reconocer la primera voz que se hizo escuchar en el contestador.

Entre lágrimas y sollozos, se distinguía la voz de una mujer asustada y profundamente consternada…

Luego de unos breves segundos, comenzó lo mejor que pudo a hablar..

"I-Institución Yale, habla Riza Hawkeye, asistente del profesor Roy Mustang. P-Por favor… necesito.. necesito que este mensaje llegue a él… por favor – la voz era entrecortada por la falta de aire, podía notarse desesperación en sus tonos y pánico en sus pausas - N-No puedo comunicarme con él… lo pondría en peligro y no quiero… no quiero involucrarlo. Ahora mismo les enviaré una carta explicándoles… Me.. me he encargado de ocultar cualquier cosa que llegase a rebelar alguna identidad del personal de la escuela, a-así que pueden estar tranquilos… - tomó aire con dificultad, y prosiguió – Por favor, necesito su ayuda. Estoy… estoy siendo a-amenazada por un hombre… - largó en un llanto profundo e inevitable – Ha-hace días me persigue.. sabe dónde vivo y a dónde voy.. n-no puedo salir de mi casa.. tiene control total sobre mi línea telefónica.. ahora mismo estoy comunicándome por mi celular.. – su voz estaba totalmente destrozada por las lágrimas y el miedo – No sé quién es.. Por favor.. necesito ayuda.. p-por favor! N-no tengo a nadie más..que pueda…! – un intenso golpe se escuchó desde el otro lado, como quien rompe una puerta y ésta cae estruendosamente contra el suelo. El mensaje se cortó.

Roy tembló con sus ojos bien abiertos y su respiración completamente agitada. Sintió mareos y la sangre quemarle desgarradoramente cada vena de su cuerpo.

Una rabia se volcó en su rostro furiosamente.

- ¿¡Desde cuándo está este mensaje! ¿¡Desde cuándo– gritó hacia Sheska, chocando fuertemente el auricular contra el escritorio.

- Ha-hace dos.. semanas.. – tartamudeaba la joven, sumamente consternada.

- ¡Hace dos semanas! ¡Desde la primera vez que vine a preguntarte! – exclamó golpeando la mesa con su puño – ¡¿Acaso piensas que soy un imbécil? ¡Me tomaste de idiota y me mentiste en la cara cuando todo este tiempo SABÍAS por qué Riza no venía!

Sheska, totalmente shockeada ante las palabras y el enfado del mayor, retornó a las lágrimas, totalmente arrepentida.

- Ese fue el primer mensaje.. que recibimos. Luego comenzaron a llegar las cartas. D-dos de ellas son..de la señorita Riza. Las demás… son..s-son de un extraño.. Comenzó a amenazarnos con poner..en peligro a alguien del personal o a la misma señorita si llamábamos a la policía.. y también nos extorsionaba telefónicamente.. pero nunca.. nunca pudimos rastrearlo ya que parecía.. hacerlo desde una cabina… - lloraba desconsoladamente.

Roy no había escuchado ni la mitad del argumento cuando salió rápidamente de la dirección… Dejando a Sheska sola en la sala.

Corrió a través del patio escolar, chocando un par de alumnos de vez en cuando sin pedir perdón alguno.

Empujó con todas las fuerzas acumuladas en sus brazos las puertas de la institución y salió de ésta corriendo por las veredas de la ciudad.

Con la respiración alterada por el pánico y con una insólita energía envolviéndolo por todo su ser corrió lo más rápido que pudo.

El viento chocaba fuertemente contra su rostro, corriendo sus cabellos al igual que la camisa blanca que llevaba, adhiriéndose ésta a su cuerpo.

Cuadras y cuadras, fueron las que cruzó.

La presencia del cansancio no hacía efecto en él, quien no tenía acumulados otros pensamientos que no fueran relacionados a la mujer que tanto quería, y el peligro que estaba corriendo completamente sola.

Continuó su carrera, hasta que finalmente se detuvo frente a una mediana casa color crema.

Sin aliento, observaba horrorizado cómo la puerta color café de la entrada estaba desencajada de su lugar, estando apoyada contra la pared. Como quien luego de tirarla se hubiera tomado la molestia de dejarla reposando a un lado.

Sin demorar siquiera un segundo, cruzó el pequeño patio de la entrada y subió las escaleras hasta entrar a la casa que le pertenecía a Riza.

Al infiltrarse en ella, se encontró en el pasillo principal que llevaba a la sala de estar.

Con el terror enmarcado en su rostro, observaba varios marcos de fotografías tirados en el suelo encontrándose los restos de vidrios por toda la alfombra, el auricular del teléfono colgando desde el cable y apoyado contra el suelo, y, además de la puerta forzada, había muchos más indicios de que allí se había realizado algún tipo de pelea o forcejeo.

- ¡Riza! – gritó con todas sus fuerzas - ¡¿Riza dónde estás?

Corrió e inspeccionó por toda la casa. La sala de estar, la cocina, el baño, el patio trasero.

Regresó a la casa y buscó por la sala de estudio, y luego las habitaciones.

- ¡Rizaaa! – gritó una vez más, aterrado e imaginándose todo. Cómo el extraño había forzado la puerta, cómo había entrado a la casa y cómo había atacado, lastimado, u obligado a Riza a cualquier cosa que se le hubiera cruzado en esos momentos.

Llegó finalmente a su habitación. Abrió rápidamente la puerta y se introdujo en ella.

.

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Inmóvil se había quedado. Sintió un profundo vacío, un hueco en su pecho.

Su respiración agitada era lo único.. lo único que se escuchaba rebotando contra las paredes.

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No había nadie en la habitación.

No había nadie.. en la casa.

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Su mirada estaba perdida en la nada, notándose en ella toda la desesperación y frustración del mundo.

Aferró sus manos a sus cabellos y se dejó caer arrodillado contra el suelo.

Un temblor apoderó su cuerpo, así como un calor creciente en su pecho. Su garganta de pronto se secó, y no consiguió más consuelo de falsas esperanzas, pensando en que todo era una pesadilla.

- Riza… - llamó débilmente una vez más. Aunque nadie iba a responder.

La persona que más amaba en el mundo, la que le había enseñado a amar, la que le había brindado un motivo por existir y vivir continuamente el día a día, la que había enamorado a su frágil corazón…

había desaparecido….

.

El último aliento desgarrado…

.

El último grito desesperado y consternado…

Fue escuchado…

.

proveniente de la casa Hawkeye…

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- ¡RIIZAAAA!

….

.. -continuará- ..

·HaruTears·



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