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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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De no ser por el insistente sonido del despertador que indicaba las siete y media de la mañana, y la leve claridad en la que se iba tornando la habitación por las ventanas abiertas; seguiría durmiendo de lo más apacible en su esponjosa cama.

 

Edward hizo una mueca entre sueños, despertándose lentamente.

 

Había regresado a su habitación alrededor de las cinco de la mañana, habiendo dormido sólo un par de horas. Pero como si el mismo amanecer ignorara aquello, los rayos del sol se extendieron por toda la habitación en sólo unos instantes.

 

Aún con cara de “tengo sueño”, se incorporó entre las sábanas del enorme y confortable mueble. Se estiró bostezando profundamente y refregó sus ojos con sus manos.

 

 

Se levantó algo torpe de la cama para acercarse a la mesa de luz y apagar el insoportable aparatito que llamaba histéricamente a su dueño.

 

 

Al momento de hacerlo, observó el pequeño reloj en sus manos, encontrándose aún algo adormilado…

 

- “Hoy es el día..” – pensó, dejándose llevar por otro bostezo. – “Hoy comenzaré a trabajar en el restaurante.. junto con Aaron..”

 

Se llevó uno de sus mechones rubios detrás de su oreja para luego volver a sentarse en la cama con la mirada gacha.

 

Extendió su vista hasta el armario que se encontraba en una de las esquinas de la habitación, vislumbrándose sobresaliente de uno de los cajones el oscuro y elegante uniforme de camarero que a partir de ese mismo día debía de utilizar.

 

- Bueno… - suspiró lentamente - ..Hoy será un día muy tranquilo…

 

Se levantó y fue en busca de su traje para luego encerrarse en el baño continuo a la habitación.

 

Algo que nuestro joven no sabía…

 

Era que exactamente… ese día…

 

No sería el de los más tranquilos de su vida…

 

 

 

Cap16

-

Aires de Esperanza

.

 

Las frías y petrificantes brisas del sur envolvían completamente la ciudad. El cielo estaba en su totalidad inundado de un apago color gris, y las nubes realizaban y exponían una batalla por cuál de todas descargaba más estruendos sobre las casas de los civiles.

 

Todo se respiraba a rutina, a normalidad.

 

Eran las siete y media. Un horario donde todos se encontraban tan presentes.. Los negocios apenas abriéndose, los adultos preparándose para el trabajo, y los niños para la escuela.

 

Claro, ningún ciudadano, ninguna persona portadora de un leve sentido común, imaginaba lo que sucedía en ciertas partes de la ciudad, siendo ignorantes de las zonas más alejadas a ésta,  viviendo tranquila y  únicamente sus vidas como personas de clase media.

 

A unos kilómetros de las afueras de la ciudad, se distinguía un antiguo y olvidado edificio apenas teniendo completa físicamente su construcción. Las paredes grises y verdosas no hacían más que acumularle años a las paredes empobrecidas de dicha arquitectura.

 

Dentro de esas mismas silenciosas ruinas, se encontraban ciertos curiosos personajes, que seguramente.. ya habrán de conocer.

 

- Hey, amiguito, ¿Qué haces por aquí? – exclamó con cierta emoción un joven-adulto, de unos extraños y oscuros cabellos largos y reflejos verdosos.

 

Se encontraba arrodillado en el suelo de una de las viejas habitaciones abandonadas del edificio, jugueteando con algo nuevo encontrado.

 

- ¿Qué estás haciendo, Envy? – intervino otra voz, proveniente detrás del muchacho, entrando en aquella pieza ya sin vida.

 

- Mira quién invadió nuestro humilde hogar – elevó su mano derecha al aire, sosteniendo entre sus dedos la cola de un pequeño roedor, que al verse despegado del suelo enloqueció en la confusión y comenzó a removerse desesperante.

 

Greed se llevó sus manos a los bolsillos e ingresó completamente a la habitación.

 

- No llames “hogar” a este in pulcro escondite. Fue una suerte el que lo encontráramos desierto. Y deja ya en paz a esa rata. Ve a saber por dónde se ha metido y tú vienes a tomarla. - hizo una mueca al terminar lo dicho, por no sacar la lengua.

 

- Eres muy delicado, Greed – guió su mirada nuevamente al asustado animal, mientras que con su otra mano se llevó un cigarrillo a sus labios, encendiéndolo – Descuida, ya me desharé de esta inmundicia.

 

Greed suspiró derrotado.

 

- Tú sí que no tienes remedio.

 

Caminó a pasos lentos por la pequeña sala para sentarse en un polvoriento sillón, cargando en sus almohadones vaya a saber uno cuántos años.

 

- ¿Ganamos, hoy? – preguntó Envy, observando encantado el animalito.

 

Greed lo miró aburrido.

 

- Mucho. Los narcos son muy fáciles de persuadir. Seguramente están tan embobados por su propia mercancía como los compradores. – rió por lo bajo, apoyando una pierna en la otra.

 

- No creí que Wrath se pondría de acuerdo tan rápido. Es nuevo y joven. Ser narcotraficante no es algo muy digno, no? – movió de un lado a otro en el aire a la rata, divirtiéndose con ella.

 

Greed rió con más fuerza.

 

- Dependiendo a qué dignidad refieras, Envy. Nuestra dignidad difiere en totalidad a la del común de la sociedad. – sonrió con cierta malicia mientras apoyaba el puño contra la mejilla – Para nosotros, esta es la única realidad.

 

Envy asintió lentamente, adormilado.

 

Zarandeó un poco más al roedor, viendo cada reacción de pánico en él. Se atrevió a pensar que no difería demasiado a un ser humano.

 

- Te va a morder. Y me voy a reír – comentó seriamente Greed, haciendo otra mueca en sufrimiento y desagrado.

 

Envy inspiró encantado el aroma del cigarrillo, invadiéndole los pulmones. Se lo retiró de sus labios, suspirando una gran cantidad de humo, viendo cómo éste le afectaba al animal cabeza abajo.

 

Acercó lentamente la mano izquierda a la rata, portando aún el cigarrillo encendido, para luego rápidamente presionarlo con fuerza y brusquedad contra la piel del animal, que no tardó en chillar del infernal ardor y dolor que le produjo, retorciéndose y moviendo en todas direcciones sus cuatro patas en el aire.

 

- Ya la dejo. – susurró en seriedad, entretenido – La arrojaré por la ventana… Ojala se parta el cráneo ni bien se azote contra la vereda. O tal vez la tire tan fuerte que caerá a la calle y un auto la pisará. De todas formas… va a morir. – apretó con más fuerza el fuego contra ella.

 

Greed sacó la lengua en una expresión de asco ante lo dicho por Envy sin que este lo notase.

 

- Eres un sádico. ¿Así tratarás al muchacho del Temple, hoy?

 

Envy sonrió, relamiéndose los labios.

 

Recordó rápidamente cada detalle físico que Bradley le había brindado sobre el joven de cabellos dorados, con el cual ese mismo día se divertiría a la noche.

 

- No.. Creo que tendré cierta consideración. – se levantó del frío y mugriento suelo, aún sujetando al roedor – Quiero hacerlo sufrir de placer. Quiero escucharlo gritar. Quiero que se retuerza en la cama sin saber a qué aferrarse. – decía mientras caminaba hacia la ventana de la habitación – Tal y como esta rata.

 

Arrojó bruscamente al animal hacia el vacío, para ver cómo el cuerpo de éste golpeó fuertemente el cemento de la calle, para ser pisado por un camión que avanzó rápidamente cruzando una esquina.

 

- ¡Oh! – exclamó - ¡Ja! Lo sabía. Al final fue aplastada por un vehículo.

 

 

 

 

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Edward respiró el congelado aire que lo envolvía. Había pensado que con una camisa mangas largas y una campera bastaría para ese día.

 

Maldijo interiormente; estaba en PathRain, cielos, el clima allí era todo menos favorable hasta para la persona más sana del mundo.

 

Se subió el cierre de la campera hasta el cuello de la misma, lo cual lograba que lo cubriera hasta los labios. Se acurrucó lo más que pudo entre sus ropas teniendo un leve estremecimiento, mientras continuaba su camino por las despiertas calles hasta el “Cassanova”, la línea de restaurantes más caros del país.

 

- “Imaginar que ahora trabajaré allí…” – pensó – “ Cielos, esto en verdad no pega para nada conmigo..” – se quejó interiormente.

 

Sentía el rechinar de los neumáticos de un automóvil negro siguiéndolo a una cuadra de distancia.

 

Sonrió levemente, con resignación.

 

- “No podían aceptar el que saliera del hotel sin justificación, tal y como suponía” – guió sus ojos nuevamente hacia delante – “Pero no creí que llegarían al extremo de enviar a Harrison a que me siguiera.”

 

Como siempre, nunca sabía qué esperarse de parte de Bradley.

 

Continuó caminando por la angosta vereda, para luego girar en una esquina. Siempre acompañado por aquel para nada desapercibido auto negro.

 

En cuestiones de unos cuantos minutos, llegó finalmente al Cassanova.

 

La inmensidad de grandeza que desprendía el lugar solamente por su presencia, era descomunal e increíble. Los detalles finos en dorado de las puertas de vidrio, los colores cálidos en su interior, la disposición de pantallas planas y reproducciones de música durante las cenas… Todo era posible el brindar en aquel salón con tal de ofrecerle al cliente el mejor servicio para la mejor relajación.

 

Edward tragó saliva.

 

- Bueno… Aquí estamos…

 

Sin más demoras que acrecentaran sus nervios, entró al imponente salón. Dejando en el olvido aquel auto que lo perseguía.

 

El vehículo se detuvo en la esquina.

 

Entre las ventanas polarizadas, Jack pudo vislumbrar a Edward abandonando las calles y entrándose rápidamente al restaurante.

 

- “¿Qué se trae de entre manos ahora?” – pensó haciendo una mueca.

 

Una flecha atravesó rápidamente por su memoria, haciéndole recordar la vez que ambos descendían en el ascensor para asistir a la fiesta con todo el personal, y el joven había intentado el pedirle que lo ayudara en su idea de escapar del hotel

 

Suspiró pesadamente.

 

Recordó cómo aquello había jugado con él emocionalmente, volviéndolo frágil y blando. Por suerte había podido luchar contra su ser humano interior, dejando su compasión a un lado y haciéndole perder al muchacho toda ilusión innecesaria.

 

- “Las cosas le serían más fáciles si se limitase a obedecer a Bradley” – puso en marcha nuevamente al automóvil – “Lo único que hace es perder el tiempo, mientras podría ir preparándose para su sesión de esta noche.” – arrancó camino en reversa, alejándose del restaurante.

 

- Aunque… te veo demasiado tranquilo, Ed – susurró apenas, concentrándose en lo que hacía – ¿Será que Bradley… no te lo dijo?

 

Se alejó lo suficiente del enorme salón. A cierta y considerable distancia, no resultaría tan sospechoso ante ojos ajenos.

 

Ni bien estacionó salió del auto, y se dispuso a caminar nuevamente hacia donde Edward había ingresado.

 

- Tendré que pasar normalmente por la puerta y llegar a ver qué es lo que está haciendo dentro, alejarme, caminar por el parque, volver y observar, para luego volver a hacer lo mismo – si se mantenía constantemente quieto en un lugar vigilando al muchacho, sería otro punto sospechoso que podría resultar negativo para él. Lo último que quería era cargar con civiles preocupados y testigos de que un hombre vestido muy conservadoramente se encontraba frente al restaurante vigilando su interior.

 

- Maldición. Y para estas cosas no hay nadie más quien se ofrezca – frunció el ceño mientras caminaba – Y eso no es todo. Si algo le llegara a pasar al mocoso yo seré el único responsable. Ni que fuera mi hijo. – resopló con amargura.

 

 

Pero bueno.. Lo único que no era para quejarse, era la gran suma de dinero que recibía por su trabajo.

 

Sonrió apenas, …y continuó caminando lentamente.

 

 

 

 

 

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- ¡Edward! ¡Viniste! – se escuchó desde el otro lado del salón un joven de piel tostada, cabellos oscuros y unos brillantes ojos verdes.

 

Aaron prácticamente voló a través de la sala ante la emoción y corrió al encuentro del rubio, quien se encontraba más perdido que orientado en ese mundo de riqueza.

 

Una sonrisa de oreja a oreja se hizo presente en su rostro, teniendo ambas manos ocupadas por enormes bandejas llenas de cantidades de platos a utilizar.

 

Hizo una leve inclinación en modo de saludo de bienvenida.

 

- Creí que no llegarías a tiempo. Debo confesar que has logrado preocuparme. – elevó una ceja en modo de ironía.

 

Aquello consiguió la sonrisa de Ed, mientras enfocaba su vista en toda la extensidad del descomunal lugar.

 

- Irresponsabilidad es algo que no se adhiere a mí – dijo con un toque de gracia y cierta arrogancia.

 

Aaron abrió los ojos y se echó a reír.

 

- ¡Hey, hey! Ese lado tuyo no lo conocía!  - dejó las bandejas apoyadas sobre una mesa para luego cruzarse de brazos – No te creas que la tendrás fácil aquí! – cambió su expresión al ver más detalladamente al rubio - ¿Aún no te has cambiado? ¡Qué estás esperando! Vete YA mismo a los vestidores antes de que te golpee con una bandeja!

 

Tomó a Edward de los hombros dándole un leve empujón hacia delante.

 

- Ve a la cocina, a tu derecha verás una gran puerta roja. Allí podrás cambiarte. ¡Apresúrate! Quiero verte listo en dos minutos!

 

Edward se sintió empujado por Aaron y comenzó a caminar apresuradamente haciendo memoria de las indicaciones recibidas.

 

Observó cómo cada empleado realizaba rigurosamente su trabajo. Había varios meseros ya cambiados y alistando los últimos detalles para empezar a recibir a los clientes, otros memorizándose el menú especial del día.

 

Algunos cocineros llevaban cajas de tomates, verduras y más ingredientes recibidos hacia la cocina. Donde Edward debía ingresar.

 

Se hizo paso entre la gente agobiada de trabajo pidiendo permiso amablemente y entró en su totalidad a la cocina. Se sorprendió por lo grande que era; hasta juraría que un poco más que el mismo restaurante en sí, y eso ya era mucho que decir.

 

Encontró la puerta roja mencionada por Aaron, y se acercó rápidamente a ella.

 

Antes de tocar siquiera el picaporte, un recuerdo reapareció en su mente tan rápido como el rayo mismo de una tormenta..

 

Pudo verse a sí mismo en el salón principal del hotel, en pleno festejo, tratando de pasar desapercibido por las miradas ajenas. Persiguió rápidamente a Lina, pero no lo suficiente como para no perderla en la oscuridad de un pasillo negro como una cueva, encerrado tras una puerta enorme a prueba de sonido.

 

- “¿Qué era esa habitación?” – pensó, congelado – “Lina no quiso explicarme la primera vez. ¿Qué es lo que tanto querría Bradley ocultar?”

 

Se quedó quieto unos segundos.

 

Estaba comenzando a pensar que quizá debería de volver a aquella alejada y oculta habitación. Tenía.. que confirmar sus sospechas.

 

Tal vez.. allí habría algo de lo que Bradley no quisiera que los demás se enterasen.

 

Quizás… el desenmascararlo ante su secreto a las autoridades podía ser su entrada gratis a la libertad.

 

Observó la puerta roja frente a él.

 

- “Por ahora.. me concentraré en trabajar” – suspiró levemente – “Después, ni bien llegue al hotel, daré otra visita a ese lugar..”

 

Abrió la puerta, ingresó a un pequeño saloncito donde acostumbraban los empleados a vestirse, y cerró la madera roja tras de sí.

 

 

..

 

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- Waaaaam – bostezó siendo para nada femenina, Lina.

 

Se reincorporó en la cama de su pieza en el hotel, encontrándose ésta junto con las sábanas toda desacomodada.

 

Se encontraba muy entretenida pintándose las uñas de los pies de un color rojo muy intenso, pero ni aquello la libraba del aburrimiento y del sueño.

 

Por el bostezo dado, había perdido el pulso, y la pintura roja que debía de rellenar una de las uñas se esparció por todo el dedo gordo del pie.

 

- Maldición. – frunció el ceño apretando los labios, tal y como una niña.

 

Dejó la pintura a un lado y se tiró en la cama, quedando sus cabellos enrulados ocupando despeinados toda la almohada.

 

Miró el techo, sin ánimos de hacerlo.

 

Una inquietud la invadió completamente. Se estiró con fuerza en el mueble y comenzó a exclamar en voz alta y fuerte..

 

- ¡ME ABURROOOO! – le dijo al aire casi gritándolo.

 

Se quejó en un gemido desganado de aburrimiento, haciéndose todo un drama. No le gustaba estar sin hacer nada.

 

Miró el teléfono del servicio del hotel que reposaba en su mesa de luz.

 

Lo tomó rápidamente y comenzó a teclear varios números con impaciencia.

 

- ¿Sí? – contestó Bradley desde el otro lado de la línea.

 

- ¿Dónde está mi desayuno? – cuestionó exigente la mujer.

 

- ¿Lina? ¿Qué haces utilizando el teléfono fijo? Te dije millones de veces que esta línea es sólo para los clientes. – dijo con amargura Bradley.

 

- No he comido nada, tengo hambre, estoy aburrida y estresada. ¿Por qué demoran tanto en traer mi desayuno? – preguntó nuevamente haciendo caso omiso a las palabras de Bradley, sintiéndose indignada.

 

Se escuchó desde el otro lado el largo suspiro del señor de bigote.

 

- Ya pronto te lo llevarán, Lina. Sé paciente.. El día de hoy es café con medialunas, jugo exprimido de naranja e ingredientes especiales cortesía de nuestro chef.

 

- No quiero café, no me gusta, me irrita – se quejó caprichosa – Quiero un té verde con ensalada de frutas como postre.

 

Bradley sudó una gotita.

 

- No puedo darte eso. Tendrían que cambiar todo el menú ya organizado para todos tus compañeros. No van a hacer todo ese trámite por una persona.

 

- No es una persona, es mi estómago. – corrigió – Y cuando tengo hambre no soy yo. Quiero un té verde con frutas antes del mediodía!

 

- Ya te dije.. No puedo hac…!

 

- Gracias Brad, siempre tan comprensivo. Ah! Y hazme llamar a Edward en unos minutos. Primero encárguense de mi desayuno.

 

Bradley gruñó ante la terquedad de la mujer, para luego sorprenderse ante la nueva petición realizada.

 

- ¿A Edward Elric? ¿Para qué quieres que lo mande a llamar? – enarcó una ceja.

 

- ¿Para qué quiere que le cuente? Sólo hágalo y ya! Pero no se demoren en mi desayuno.

 

El señor se frotó los ojos con sus dedos, controlando su impaciencia.

 

- Le aviso que Elric no se encuentra presente en el hotel desde las siete y media. Tendrá que esperar a su regreso.

 

Lina abrió los ojos en sorpresa, sentándose rápidamente en la cama.

 

- ¿No está? ¿Dónde está? ¿A dónde se fue?

 

- Fue a hacer unos trámites personales acompañado del oficial Harrison. ¿Pero, por qué tendría yo que brindarle tanta información? – sonrió con malicia – Pronto su desayuno será enviado. Tal y como usted quiere, té verde con frutas.

 

La llamada fue cortada al instante.

 

Lina se quedó perpleja ante lo rebelado. Con un creciente enojo, colgó fuertemente el teléfono, levantándose ella de su sitio.

 

- Maldito viejo.. – susurró - ¿Dónde habrá ido Ed? Y siendo acompañado por Harrison… Esto no me suena para nada bien.

 

Corrió hacia su armario y tomó el primer conjunto de ropa que encontró, para vestirse lo más pronto que pudo.

 

Atravesó su habitación hasta la puerta, abriéndola sin demorar más tiempo.

 

Una mucama se encontró frente a ella, quedando algo sorprendida junto con sus manos que sostenían una bandeja con una taza de té, un platito lleno de frutas y unos cubiertos a un lado.

 

- Aquí está el pedido especial que realizó – dijo a la pelirroja.

 

Lina salió y cerró la puerta tras de sí para caminar apresuradamente por el pasillo blanquecino, ignorando a la mujer.

 

Se detuvo frente a las puertas del ascensor, para abrirlas tras presionar el botón de llamado.

 

- Cómaselo! No tengo hambre.

 

Ingresó al aparato con toda la decisión del mundo.

 

Desapareciendo completamente de la vista de la pobre mucama.

 

 

..

 

 

 

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Edward miró por última vez su reflejo en el espejo. Parecía completamente otra persona.

 

Llevaba puesto su traje de mesero, que consistía en unos lustrosos y brillantes zapatos negros, pantalones de vestir de igual color, una camisa blanca, sobre ella un chalequito negro y un pequeño y fino moño que rodeaba el cuello de la camisa.

 

Se colocó los guantes de tela blancos como toque final y deshizo su trenza para reemplazarla por una coleta de caballo.

 

Eso sí que daba otra imagen.

 

- Bueno. Estoy listo! – exclamó en un susurro, sintiéndose algo emocionado.

 

Abrió la gran puerta roja, saliendo del vestidor y entrándose nuevamente en la cocina.

 

Vio a los cocineros comenzando a lavar las verduras. Otros ya preparando platillos para presentar. Pero todos, se veían igual de apresurados y llenos de trabajo.

 

- “¿Por qué la prisa?” – pensó mientras caminaba hacia las puertas del comedor – “Apenas son las nueve menos veinte de la mañana…”.

 

Su pensamiento fue totalmente desechado al momento de abrir las puertas, y ver la cantidad de gente que había invadido al restaurante en sólo cuestiones de microsegundos.

 

Parpadeó un par de veces. Sólo había ido a cambiarse…

 

 ..y ya el lugar se encontraba así de lleno?!

 

Buscó algo nervioso a Aaron con la mirada. Pero no lo encontró por ningún lado.

 

- “Cielos..” – mordió su labio inferior, comenzando a preocuparse.

 

Caminó por algunos sectores vacíos del salón, buscando a su compañero, cuando una mujer junto con su pareja comenzó a llamarlo desde una de las mesas.

 

- ¡Mozo! ¿Podría venir?

 

Edward escuchó los llamados y observó a ambos clientes, con cierto pánico. Actuar por sí solo sin las indicciones de Aaron…, ¡no sabía qué hacer!

 

Se acercó hasta la mesa en donde era requerido, y saludó cortésmente, sintiendo los nervios consumirlo poco a poco.

 

- ¿Qué es lo que tienen como el especial del día? – preguntó la pareja de la mujer, un hombre recto, vestido de traje y portando una mirada seria y exigente.

 

Edward sintió que su alma lo abandonaba. ¡No había tenido tiempo de memorizar las entradas!

 

- Eehh… - sudó millones de gotitas.

 

Simuladamente comenzó a disparar su vista en todas direcciones. Lo más frustrante era que había escuchado hablar sobre los platillos de la mañana.. pero su mente se encontraba completamente en blanco!

 

Enfocó sus ojos en la gran pizarra que se encontraba en una de las paredes, allí decía enormemente: “Especial del día: Pollo y patatas al horno con salsa de manzana.”

 

Sudó una enorme gota tras no haberlo visto antes…

 

- Disculpe. El especial del día de hoy es pollo al horno junto con papas y salsa de manzana. – respondió sonriendo amablemente, ocultando todo su nerviosismo.

 

La pareja pareció estar encantada con la idea y consideraron aquella opción, para luego aceptar completamente. Eligieron unas bebidas, las cuales Edward anotó en su pequeña libreta, y agradecieron su servicio.

 

Antes de que el rubio se hubiera ido, la mujer preguntó..

 

- ¿Eres nuevo, joven? – sonrió con sinceridad.

 

Edward rascó su mejilla sonrojándose ligeramente.

 

- ¿Se me nota tanto?

 

La mujer y el hombre rieron ante la pregunta, mientras le devolvían los menúes al chico.

 

- Ese tipo de carisma es lo que le faltan a todos los meseros de la ciudad. Y ese mismo carisma junto con el servicio es lo que invita a uno a regresar al restaurante.

 

- Siempre ‘la primera vez’ es difícil para todos en cualquier cosa. – agregó el de traje – Esfuérzate muchacho. Lo estás haciendo bien.

 

Edward mordió su labio inferior portando una gran sonrisa. Agradeció a los clientes e hizo una reverencia indicándoles que su pedido pronto sería traído a la mesa.

 

Recorrió nuevamente el salón hasta la barra frente a la cocina donde se realizaban los encargues.

 

El asistente que lo atendió tomó nota de dos especiales y la bebida correspondiente a la mesa de Ed.

 

Mientras el rubio esperaba impaciente, sintió unas enormes manos apretujar sus hombros desde atrás con una fuerza extraordinaria, sobresaltándolo del susto.

 

- ¡Edward Elric! ¡Me alegro de que hayas venido! – exclamó un hombre de musculatura descomunal y bigote rubio. Ante la emoción parecía radiar cierto resplandor y varias estrellitas a su alrededor.

 

Edward se volteó, alterado. Los pulmones le trabajaban a una velocidad increíble.

 

- ¡Señor Armstrong, no me asuste así! – dijo con el corazón a mil por segundo.

 

Armstrong no pudo contener una gran risa, soltando al joven.

 

- ¡Aquí de los únicos que debes tener miedo son de los cocineros! Son muy recelosos y no les gusta que los mires mientras cocinan. – comentó borrando de repente su sonrisa y teniendo un leve escalofrío. El aura se había vuelto un poco negra.

 

Edward tragó saliva.

 

- Lo tendré en cuenta.. – susurró.

 

- ¿Cómo has estado, chico? En verdad me alegro de que vinieras! Como puedes ver, necesitábamos de tu ayuda. – pegó una observada a todo el lugar. Parecía rebalsar de gente.

 

Mínimamente eran como unos diez meseros que volaban de un lado para otro recibiendo más pedidos y más mesas que atender.

 

- Todo está muy agitado para ser una hora tan temprana.. – comentó Ed, para luego recordar rápidamente - ¡Ah, señor Armstrong! No encuentro a Aaron por ningún lado. ¿Sabe dónde podría estar?

 

- ¿Aaron? Se encuentra en el segundo piso, trabajando junto con los demás. ¿Qué necesitas?

 

- Ah.. no, nada. – se llevó una mano a su cuello, bajando levemente la mirada – Es que… creí que por ser la primera vez que vengo aquí, me ayudaría un poco a encajar en el ambiente..

 

Armstrong soltó pequeñas lagrimitas fantasiosas emocionándose por la escena.

 

Tomó de los hombros al chico, asustándolo nuevamente.

 

- ¡No te preocupes, Edward Elric! ¡YA mismo llamaré a ese insensible a que te acompañe en tu trabajo! – exclamó con sentimiento y emoción.

 

Edward sudó millones de gotitas… Percatándose de la cantidad de gente que los observaba extrañamente.

 

- Eh… ¿Gracias? – soltó dudoso.

 

Tras sólo parpadear, el hombre-mastodonte ya había desaparecido de su vista; seguramente en busca del pobre Aaron para traerlo a rastras hasta donde él se encontraba.

 

Al momento de suspirar pesadamente, fue llamado por el asistente de barra, quien le entregó la orden que le había indicado con anterioridad.

 

Edward le agradeció y tomó la bandeja que cargaba con dos platos enormes de pollo y la bebida junto con varios aderezos e ingredientes a un lado.

 

- “Bueno.. Debo seguir con lo mío” – pensó entusiasmado.

 

Y con mucho cuidado, cruzó el salón para regresar a atender a sus anteriores y primeros clientes.

..

 

 

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- Eh… Profe.. Profesor Mustang.. – llamó tímidamente la colegiala por sexta vez, tratando de llamarle la atención al dormido hombre que reposaba en su escritorio.

 

- ¿Otra vez se ha dormido? – preguntó otra alumna de cabellos castaños, asombrada ante la regularidad de la situación.

 

- Sí. Y esta vez parece que le cayó muy profundo – comentó otro compañero.

 

Prácticamente, unos seis alumnos se encontraban alrededor del escritorio del profesor.

 

Todo el curso del tercer salón secundario se disponía a no hacer nada más que esperar a que el mayor diera señales de vida y comenzara nuevamente a dictar clases.

 

Naturalmente a ninguno le molestaba el hecho de estar haciendo nada productivo, pero cierta preocupación se acrecentó en el ambiente tras no ser aquella la primera vez que Mustang caía rendido en una clase.

 

Las dudas, comenzaron a surgir..

 

- ¿Estará enfermo? ¿Qué debemos hacer?

 

- Para empezar, despertarlo es la mejor opción.

 

- ¿Para qué? – cuestionó la castaña – En el momento en que lo hagamos todo quedará en el olvido. Nunca se ha molestado en explicarnos qué es lo que le sucede.

 

- De todas formas no está en su obligación como profesor el contarnos sus problemas personales.

 

- Pero esto también nos afecta a nosotros! Pasamos más de una hora sin hacer nada…

 

- Oh! Ha hablado la traga-libros del salón!

 

- ¡Cállate!

 

- ¡No es correcto el pelearnos mientras tenemos a un adulto desmayado en el aula! – todos sudaron una gotita.

 

- Es la quinta vez que esto sucede..

 

- ¿Y si llamamos a la enfermería de la escuela?

 

- Aquí el asunto no es el que esté dormido o el hecho mismo de despertarlo.. ¡Es saber qué demonios le pasa!

 

- Sí que eres metiche, eh?

 

- Aunque confieso que a mí también me da un poco de curiosidad.. – comentó otro.

 

- A mí también…

 

 

Roy se removió apenas entre sueños, estando su rostro apoyado entre sus brazos sobre la mesa del escritorio. Giró su mirada a un lado, colocando su mejilla contra su brazo derecho, apenas y acurrucándose.

 

- …E…..d… - soltó inconciente en un profundo suspiro.

 

El susurro había sido muy leve y casi in entendible, pero no tanto como para no llegar a los oídos distraídos de los alumnos a su alrededor.

 

Una de las colegiales apoyó sus manos en la mesa, inclinándose apenas hacia el mayor.

 

- ¿Qué acaba de decir?

 

- ¿Sigue dormido?

 

Todos trataron de escuchar con atención algún otro signo, pero nada más se hizo presente.

 

- ¿Qué fue lo que dijo?

 

- Yo le entendí “miel”.

 

- Estúpido. Está claro que dijo un nombre!

 

- Profesor.. Profesor! – uno de los alumnos colocó su mano sobre el hombro del mayor, moviéndolo lentamente tratando de despertarlo.

 

Todos, inconcientemente, se apoyaron contra la mesa, observando atentamente al adulto.

 

Roy hizo una mueca en forma de queja al verse interrumpido en sus sueños. Paulatinamente, fue entreabriendo los ojos, para luego refregar su rostro contra uno de sus brazos suspirando ante el cansancio.

 

Al momento de levantar la mirada, abrió sus ojos en sorpresa al verse rodeado de todas esas caras observándolo tan interesadamente.

 

Luego de unos segundos, cayó completamente en que aún se encontraba en el aula, en su hora de trabajo, y que aquellos eran sus estudiantes.

 

Los miró a todos,  indignado, frunciendo el ceño como un niño pequeño.

 

- Por más que insistan no los voy a aprobar. – soltó, reconociendo todas esas miradas como los estudiantes más irresponsables en su materia.

 

- ¡Profesor! – todos sudaron una gran gota.

 

- No es momento para eso! ¿Acaso no se dio cuenta?

 

Roy observó a la muchacha alta de cabellos castaños.

 

- Sí. ¿Qué están haciendo todos recostados en mi escritorio? Vuelvan a sus lugares y sigan con su trabajo. – ordenó, reacomodándose en el asiento.

 

- No es eso! No tenemos trabajo porque usted se ha quedado dormido de nuevo.

 

Las palabras de la chica resonaron en la mente de Roy. Todos callaron por breves segundos.

 

- ¿Qué? –  parpadeó un par de veces - ¿Me.. dormí?

 

- ¡Por quinta vez en el mes!

 

- ¿Profe, qué le pasa?

 

Roy se dejó llevar por el peso de su cuerpo y apoyó su espalda contra el asiento.

 

Se encontraba ligeramente desorientado, como quien se ve en un país desconocido.

 

Llevó una de sus manos a su frente. Temperatura normal. No había nada raro en él.

 

Nada raro, si no considerábamos las recientes pesadillas que había sufrido la noche anterior, el insomnio producido por aquello, y el levantarse considerablemente temprano para realizar cualquier trabajo extra con tal de olvidar sus tormentos.

 

Observó los rostros jóvenes portando preocupación. ¿Qué le podía decir a esos niños?

 

Dijera lo que dijera, no pensaba rebelarles nada. Sabía que no estarían satisfechos con lo siguiente..

 

- Pe..Perdonen el inconveniente. Vuelvan a sus asientos.. Ya mismo comenzaré a reorganizar la clase…- decía mientras presionaba sus cerrados ojos con una de sus manos. Comenzaba a sentir jaqueca.

 

- Pero profesor…!

 

- Basta. No quiero armar más desorden del que ya hay. Regresen a sus lugares.

 

- ¿No quiere que llamemos a la enfermería? – preguntó tímidamente una muchacha.

 

Roy observó a la chica. Era Lucy, su alumna más callada, y la más respetuosa. Constantemente sentía la compasión que aquella estudiante tenía sobre él como profesor al intentar mantener a todos tranquilos.

 

Sonrió levemente. No necesitaba de su preocupación, y ella tampoco.

 

- No, Lucy. Gracias. - como adulto que era, él haría todo con sus propias manos.

 

Los chicos regresaron a sus sitios correspondientes arrastrando los pies con suma decepción.

Roy, entre su malestar, dejó escapar una débil risa por lo bajo. La mente adolescente era algo que vivía sorprendiéndolo.

 

Antes de que pudiera siquiera levantarse para continuar la clase, la puerta del aula fue tocada tres veces, llamando la atención de todos los presentes.

 

Rápidamente se dirigió hacia la puerta y la abrió sin demoras. Se trataba del preceptor. Se lo notaba serio, algo apresurado y nervioso con su fino traje oscuro. Llevaba entre sus delgados dedos los lentes que acababa de sacarse, enfrentando la mirada de Roy.

 

- Buenos días, profesor Mustang. - intentó sonreír sin las más mínimas ganas.

 

Roy hizo un gesto devolviendo el saludo forzado.

 

- Vengo a notificarle un cambio de planes en los horarios de clases – explicó – El profesor de Literatura de cuarto y quinto año secundario nos comunicó que se encuentra en dificultades para venir a la institución, ya que está enfermo. Nos enteramos justamente hace unas horas de esto, y tal y como eso conlleva no hemos podido avisar a sus alumnos el que hoy no tendrían clases.

 

Roy suspiró cansadamente, imaginándose a dónde llegaría aquella conversación..

 

- Lo que usted quiere es que lo sustituya, no? – más que una pregunta, sonó a una afirmación.

 

- Es lo que los directivos le piden, profesor – corrigió – No está en mí en definir las decisiones de la institución.

 

- Pero no puedo! Los de cuarto y quinto generalmente finalizan sus clases hasta las cuatro y media de la tarde. Y hoy tengo compromisos. Debo ir y ocupar mi trabajo en la biblioteca….

 

- Nada que no se pueda solucionar con una pequeña llamada telefónica a un asistente para que lo reemplace. – sonrió satisfactoriamente.

 

Roy lo miró con frustración. Ese día era en el que justamente Edward iría a devolver el libro que había sacado de la biblioteca.

 

Era verdad que podía llamar a un asistente a que ocupara su puesto. Pero…

 

No quería que Edward llegase y se encontrase con cualquier otro extraño cuando él le había prometido el volverse a encontrar.

 

Mordió su labio inferior.

 

No…

 

Él debía estar presente…

 

NO podía faltar.

 

- Está bien… - soltó con desgano – Haz lo que quieras… No me importa…

 

- Hey, hey. ¿Qué pasó con el “usted”? – enarcó una ceja, sonriendo con malicia – No pierda nunca el respeto hacia mí, profesor, o se las verá muy mal.

 

Se acercó al rostro del de ojos oscuros, observando su propio reflejo en ese par de perlas negras carentes de sentimientos en esos momentos.

 

- Nunca olvide que, si bien no puedo tomar las decisiones del director, puedo influir en ellas significativamente. No querrá que tenga una mala impresión sobre usted, profe. – acentuó burlonamente la última palabra. – Espero encontrarlo por las aulas de cuarto y quinto, si no quiere tener problemas mayores. Que tenga un buen día, Mustang.

 

El preceptor desapareció de su vista como sombra en la oscuridad.

 

Roy frunció el ceño cerrando sus ojos, tratando de controlar su ira. No era la primera vez que respiraba los malos aires que vibraba aquel hombre. No quería armar un escándalo frente a sus estudiantes… Era mejor enfrentarlo cuando estuvieran en algún lugar privado…

 

Se tragó un suspiro, cansado de aquella situación. Pensó que mejor se concentraba en sus chicos y dejaba el asunto para después.

 

Pero se llevó una sorpresa al momento de voltearse.. y ver a todos sus estudiantes parados detrás de él.

 

 - ¡¿Q-Qué están…?! – comenzó a decir..

 

- ¡Profe, ¿Por qué se deja pisotear?! – exclamó un alumno entre la multitud.

 

- ¡Ese hombre es un cretino; varias veces me ha echado miradas repulsivas! – dijo una chica.

 

- ¡¿Por qué no le da su merecido y le incrusta un buen golpe en la cara?!

 

- ¡Basta! – ordenó Mustang severamente.

 

Todos callaron de repente, sintiendo las vibras de autoridad que el profesor emanaba. Ya todos se esperaban un reto y una mandada de vuelta a sus lugares.

 

Roy mantenía aún su seria expresión.

 

- ¿Quién creen que soy? – cuestionó.

 

Los alumnos bajaron la mirada, entendieron aquello…

 

Él era un profesor, debía mantener su imagen como tal. No podía andar a los golpes con cualquiera que se le cruzase en el camino…

 

O era lo que creían entender de las palabras del mayor…

 

- ¿Quién creen que soy? – repitió Mustang - ¿Acaso creen que las ganas no me faltaron? – finalizó con cierta sonrisa picarona.

 

Todos abrieron sus ojos en sorpresa, para luego soltar pequeñas risitas y sonrisas entusiasmadas.

 

- Parece que no me conocen demasiado, como yo creía. No se confundan. Ya arreglaré cuentas pendientes con aquel sujeto. – miró a la alumna que se había sentido observada no muy inocentemente por el hombre de traje – Y no te preocupes. Ten por seguro, que ese imbécil nunca más te pegará un ojo mientras sepa de mi existencia. – dijo de un fuerte modo paternal.

 

Los alumnos exclamaron y rieron, sintiéndose orgullosos del profesor-tutor que se veían privilegiados de tener.

 

Roy les prometió que nunca más se verían afectados por aquel hombre. Pensó que luego debería organizar junto con el director una reunión entre los tres para detallar el problema.

 

Cuando pudo tranquilizar la clase, todos se fueron a sus sitios. Observó a cada uno sentarse en su pupitre asignado y se calmó por fin, sonriendo levemente.

 

Suspiró, aliviado.

 

- “Ahora… Edward” – pensó con responsabilidad.

 

Caminó rápidamente hasta su escritorio y sacó su libro de socios de la biblioteca. Sabía que estaba a punto de cometer algo que en verdad.. no sabía si estaba del todo permitido..

 

Pero no veía otra solución.

 

- Chicos.. – llamó a sus alumnos, olvidando completamente el trato de profesor-estudiante – Discúlpenme, pero.. debo utilizar esto ahora. Por favor.. que quede entre nosotros, sí? Me comprometeré ante cualquier sanción pero por favor necesito de su ayuda ahora.

 

Todos asintieron, sonrientes y algo excitados al sentir que romperían ciertas reglas.

 

Roy sonrió al ver el apoyo de los demás.

 

Abrió el libro de socios, buscando la “E”…

 

Y sacó de su bolsillo..

 

…El teléfono celular…

 

..

 

 

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Edward se echó completa y cansadamente sobre uno de los cómodos sillones del restaurante, dejando escapar un largo suspiro.

 

- Ayy.. mis piernas.. – se quejó adolorido.

 

Eran las una y cuarto de la tarde. Había pasado más de dos horas parado, yendo y viniendo de aquí para allá junto con órdenes, bandejas y más pedidos a realizar.

 

Ahora el lugar se encontraba cerrado al público, ya que no seguían horarios de corrido. Agradecía de alma aquello.

 

Se sintió hundir cómodamente entre los esponjosos almohadones, provocándole un cierto cansancio sobre sus párpados, entrándole unos deseos enormes de recostarse allí mismo y dormir hasta bien tarde.

 

- Buen trabajo, Edward – felicitó acercándose, Aaron – Estuviste excelente!

 

El muchacho había pasado de largo, dirigiéndose hacia la puerta de entrada para cerrar el salón hasta que sea nuevamente el horario de abrirlo.

 

- ¿En serio? – río Ed, llevándose uno de sus mechones hacia atrás, apoyando su mano sobre su frente en el proceso – Estoy muerto…

 

Aaron sonrió comprensivo, sacó las llaves del bolsillo de su traje, dispuesto a cerrar.

 

Edward no pudo más de la tentación, y se recostó allí mismo en el gran sillón, cerrando momentáneamente sus ojos. Sentir la suave textura del mueble en su rostro no hizo más que adormecerlo aún más de lo que ya se encontraba.

 

Conociéndose, sabía que era capaz de dormirse allí mismo. Pero no le importó. Más bien se acomodó y acurrucó en su sitio, sintiendo sus músculos relajarse de sobremanera.

 

Estaba a punto de entrar en el estado medio entre sueño-realidad, hasta que escuchó varios gritos desde algún lado del restaurante…

 

- ¡Se-Señorita! ¡Ya le dije que no puede entrar! ¡El salón está cerrado al público…! – se escuchaba la voz de Aaron intranquila, elevando el volumen.

 

- ¡Bueno pues como ves no soy ningún público! – se quejó una grave y sensual voz femenina, portando cierto enojo ante lo que ella sintió como acusación - ¡Sólo soy la mujer más sexy que en tu triste vida habrás tenido tan cerca!

 

Aaron sudó millones de gotitas.

 

- ¡Por favor, respete las normas y salga afuera! ¡Es la última vez que se lo pido!

 

- ¡Qué normas ni que nada! ¡Déjame pasar, niño…!

 

La mujer ya estaba a mitad de cuerpo de entrar al lugar, hasta que repentinamente se quedó congelada… al ver la persona que se encontraba dentro del restaurante.

 

Edward, tras haber reconocido aquella voz femenina, se había levantado de su sitio y había corrido prácticamente hasta el lugar del conflicto..

 

Confirmando así.. lo que suponía.

 

- ¡¿L…Lina?! – exclamó sorprendido, sin poder quitar los ojos de la mujer.

 

Ésta pareció enfurecerse.

 

- ¡Por fin! ¡Te encontré! ¿Sabes lo que estuve para buscarte por toda la ciudad? ¡De suerte que encontré a tu sombra en la esquina para saber que estabas aquí! – bramó, refiriéndose a Harrison como la sombra del joven.

 

….

 

·……………………………………………………………….·

 

 

El rubio y la pelirroja se encontraban sentados en una de las mesas del restaurante, tomando tranquilamente unas tazas de café acompañados de pequeños bocadillos.

 

Lina parecía haber perdido toda su histeria. Aunque aún seguía reclamándole cosas al pequeño..

 

- Y mira que venir a preocuparme por ti, al final te la estabas pasando bomba almorzando en el Cassanova junto con un guapo morocho de ojos claros. – guió su mirada hacia la barra de la cocina, viendo a Aaron y guiñeándole sensualmente un ojo.

 

Éste sólo sudó una gota al no comprender nada en absoluto.

 

- ¡No estaba comiendo! – se quejó Ed – Estaba trabajando…

 

- ¡Ah! Ahora trabajas. Cómo no. ¿Desde cuándo me ocultas cosas? ¿Qué está pasando con nuestra relación? – dijo en voz considerablemente alta, notándose tristeza en su tonos.

 

Edward se enrojeció fugazmente al ver cómo varios empleados los observaron por breves momentos al escuchar aquello.

 

- ¿Q-Q-Qué dices? ¡No tenemos ninguna relación!

 

- ¡Y ahora me lo niegas! Eres cruel… Edward… Muy cruel – los ojos de la pelirroja brillaron, amenazando con soltar lágrimas.

 

El rubio no sabía a dónde mirar para ocultarse, sus mejillas no podían más del sonrojo.

 

Acto siguiente, Lina soltó una enorme carcajada, sin contener las ganas de divertirse que tenía.

 

- Así dejé a todos mis ex novios – rió, tomando otro bocadillo para llevárselo a su boca, degustando el dulce sabor.

 

Edward por poco cae de la silla. ¡¿Por qué él justamente debía experimentar lo que aquellos hombres sufrieron?!

 

- “Pobres…” – pensó sintiéndoles lástima. Ser pareja de una mujer exactamente como Lina debió ser el reto más grande de sus vidas, y también la odisea más grande.

 

Se compuso en su asiento, y la observó fijamente..

 

- ¿Por qué has venido hasta aquí, Lina? ¿Ha pasado algo? – preguntó seriamente.

 

Dio un sorbito a su café y miró al rubio, con expresión neutral.

 

- Eso mismo iba a preguntarte ahora – mencionó, dejando a un lado la taza - ¿Estamos junto en esto, no? Voy a ayudarte a escapar del Temple.

 

Un silencio se produjo en el templado ambiente. Aquellas palabras le eran muy fuertes a Edward, y le costaba el digerirlas y creerlas en totalidad.

Apretó sus labios con nerviosismo. Agradeció profundamente que Harrison estuviese afuera y no pudiera oír lo que ellos hablaban.

 

- Sí, estamos juntos en esto.. – confirmó lentamente.

 

Lina enarcó una ceja.

 

- ¿No pensarás en abandonar, no? – apoyó los codos en la mesa, cruzando sus piernas debajo.

 

Edward se alarmó.

 

- N-No.. para nada.. – bajó un poco su mirada – Es sólo que…

 

- Vamos.. – ladeó la cabeza – No me agrada ese Edward frágil. Pensé que estabas sumamente decidido..

 

- ¡Y lo estoy…!

 

- No pienso arriesgar mi trabajo y arrojar mi vida a la basura para perder el tiempo y verte rendirte a mitad de camino..

 

- ¡Eso no va a pasar.. No voy a rendirme…!

 

- ¿Entonces por qué dudas? Rayos, ¿Cómo alguien puede dudar viéndose en semejante situación de sufrimiento…?!

 

- ¡No es que lo esté dudando….!

 

- ¡Ah, no! ¿Y qué es lo que me demuestras ahora? Sólo vacilas, Edward, no avanzas..

 

- ¡Sí estoy avanzando! ¡No puedes saber lo que pienso..!

 

- ¿Y cómo puedo saber qué pasa por tu cabeza si no te dignas a confiar en mí?

 

- ¡Sí confío en ti..!

 

- ¿Entonces qué te detiene en seguir?!

 

- ¡Nada! ¡Es sólo que…!

 

- ¡Qué!

 

- ¡ES QUE TEMO POR MI HERMANO! – exclamó fuertemente, casi en un grito.

 

Lina abrió los ojos en una expresión de sorpresa. Vio cómo el muchacho se llevaba sus manos a su rostro y lo ocultaba frustrada y cansadamente.

 

Eran muchas las emociones que se intercalaban bruscamente en su mente en esos momentos. Era demasiado para él…

 

Lina aflojó la dureza de su rostro, viendo al pequeño con serenidad.

 

- No sabía que tenías un hermano.. – susurró.

 

Llevó una de sus manos hacia la cara del chico, retirando de ella esas manos temblorosas y confundidas del adolescente.

 

Lo observó detenidamente a los ojos, tratando de ver a través de ellos una pista de lo que pasaba por los pensamientos de Ed en esos instantes.

 

- ¿Qué pasa con tu hermano, Ed? ¿Qué tiene que ver él en todo esto? – preguntó sin ser demasiado dura, sólo queriendo saber la verdad. El niño no podía seguir ocultando su pasado por mucho más tiempo.

 

Edward negó varias veces, despeinando sus finos flequillos dorados. Su mirada expresaba toda la resignación del mundo.

 

Sostuvo su cabeza con su mano derecha, apoyando el codo en la mesa, fijando su vista en la nada.

 

- Aru,… Aru aún no terminó sus estudios… Él.. depende de mí… Bradley… yo… Mi madre… Le debo una gran deuda a Bradley… Pero… yo..ya… - su voz se fue entrecortando a medida que avanzaba.

 

Millones de recuerdos, sonrisas, emociones eran esparcidos como fotos en la mente del rubio.

 

Si estaba al borde del colapso emocional… No lo sabía.. Tampoco le importaba…

 

Ya nada le importaba de su vida…

 

 

Aaron escuchó las voces elevadas de su compañero y la mujer desde la cocina, y se asomó apenas en la puerta para tener al menos una imagen de lo que sucedía.

Pudo notar a un débil y consternado Edward sobre la mesa, y Lina apoyando delicadamente una mano sobre su hombro. ¿Qué estaba pasando?

 

 

- Edward… - comenzaba a decir Lina..

 

Rápidamente, un chillón y fuerte sonido interrumpió aquella dura y difícil situación. Era el sonido de una melodía que parecía salir de algún lado cercano, muy cercano.

 

Edward miró extrañado su bolsillo, aún con el cansancio reflejado en sus ojos. Era su teléfono celular..

 

No era de recibir muchas llamadas. Generalmente daba uso del pequeño aparatito sólo para comunicarse con Aru, al verse su tiempo exigentemente limitado por el Temple.

 

Sacó el pequeño aparato de sus ropas, para mirarlo confuso.

 

- “¿Algo le habrá pasado a Aru?” – pensó temeroso, con su mano aún temblorosa por la conversación anterior con Lina.

 

Suspiró frustrado, tratando de calmarse, y le brindó una mirada a la mujer indicándole que lo disculpara por un momento, para poder atender. Obviamente, Lina asintió, silenciosa.

 

Presionó el botón para aceptar la llamada, y se llevó el celular a su oreja, aún intranquilo.

 

- ¿Aru…? – preguntó dudoso, apoyando la espalda contra la silla y dejando caer su cabeza un poco hacia atrás, respirando más relajadamente.

 

- ¿Edward? – se escuchó la voz masculina, y notoriamente mayor, desde el otro lado. Aquel no podía ser Aru.. - ¿Edward, eres tú?

 

El rubio abrió enormemente sus ojos y se apoyó contra la mesa al ni bien sentir que se caía de su asiento.

 

Un estremecimiento se apoderó de él al escuchar ese tono tan conocido de voz… Tan, pero tan conocido.

 

Tragó saliva, nervioso. Un ligero acaloramiento se acumuló en su pecho, haciéndole sentir la necesidad de más aire a respirar. Su corazón no tardó demasiado en sumarse a la rebelión de sentidos, palpitando fuertemente dejando al joven casi sin oxígeno.

 

- ¿Edward? ¿Estás ahí? – preguntó insistente aquella voz, notándose preocupación en ella.

 

Edward reaccionó de su trance, parpadeando dos veces. No supo por qué… pero sus ojos se humedecieron al instante..

 

- S-Sí… ¿Q-Quién habla..? – su voz se había quebrantado al querer responder.

 

Sabía muy bien quién hablaba, lo sabía perfectamente.

 

- ¡Hola, Ed! Soy yo, Roy.

 

Una lágrima se escapó con suma velocidad en la mejilla izquierda del niño, quien aún no entendía qué le pasaba.

Se llevó su mano libre a su mejilla, secando la lágrima, para luego ver sus húmedos dedos con confusión.

 

- ¿Cómo andas? Hace mucho que no nos vemos – comentaba animadamente Roy – Quería avisarte que hoy es la fecha límite para el libro que has sacado. El de David Moorse, ¿recuerdas? Lamentablemente hoy no estaré en la biblioteca, por eso.. iba a preguntarte.. si no te molestaba que nos reuniéramos en otro lugar..

 

Edward sintió su corazón latir tan acelerada y potentemente como quien siente deseos inmanejables de llorar.

 

Su labio inferior tembló, y sus cejas apretaron en un ceño fruncido de tristeza.

 

Sus ojos se aguaron y todo su ser se dejó llevar por un fuerte temblor…

 

…Y varias lágrimas desbordaron los ojitos tristes e infelices del rubio.

 

- ¿D-Dónde…? – preguntó siendo su voz quebrada por la fuerte emoción que enfrentaba al escuchar.. luego de tanto tiempo.. la voz del mayor - D-Dime.. dónde.. e iré. N-no hay problema.. – respondió como pudo.

 

Roy notó algo mal en el niño desde el otro lado de la línea.

 

- Ed.. ¿Estás bien? – preguntó preocupado – Te escucho algo… - iba a decir “triste”, pero no sabía por lo que estaba pasando el joven en esos momentos.

 

Edward sólo dejó escapar un leve gemido de conmoción, apretando con su mano sus ojos cerrados con fuerza.

 

- E-Estoy bien… - dijo, emocionándose aún más tan sólo por hablar. No podía evitar el derramar más lágrimas.

 

Alejó por un momento el celular de él y agarró fuertemente uno de sus mechones, respirando jadeante sin parar de llorar.

 

- N-No sé qué me pasa!! – exclamó frustrado y sensible. No podía controlarse.

 

Lina lo observó confundida, ¿quién se encontraba detrás de ese teléfono como para ocasionar semejante reacción de emoción al pequeño?

 

Levantó su mirada con ambas manos, secándoles con sus dedos las lágrimas que no dejaban de salir. Le sonrió dulcemente, viendo esos ojos dorados tan brillantes y llamativos.

 

- Tú puedes, Ed. – susurró, para que la persona de la otra línea no se percatara de su presencia.

 

Edward la miró, encontrando el apoyo que le brindaba a través de esa sonrisa. Se la devolvió como pudo, pero no duró demasiado.

 

Aún con la duda acrecentada en sus acciones, tomó una de las manos de Lina y no la retiró de su mejilla. Nuevamente, acercó el celular a su oreja, esperando que el de ojos oscuros se encontrara aún del otro lado.

 

- R-Roy… - llamó, recuperándose lentamente. La caricia que Lina le aplicaba con la mano que él sujetaba lo calmaba en cierta medida. – Perdona.. Aquí estoy. Dime.. Dime dónde debo ir, y allí te veré. – aseguró firmemente, como nunca en la vida.

 

Su corazón no dejaba de latir. Podía hasta escucharlo retumbar en sus oídos.

 

Roy sonrió desde el otro lado. Por fin Edward, tal vez descuidadamente, lo había llamado por su nombre.

 

- ¿Conoces la institución Yale? Está al norte, a cuatro cuadras del parque que recorrimos la última vez para ir a la biblioteca, ¿recuerdas? – preguntó, sintiéndose tranquilo de escuchar la voz del rubio que tanto invadía su mente.

 

Edward, instintivamente, asintió dos veces.

 

- Sí, la conozco. – se sintió más seguro de poder hablar con normalidad - ¿A dónde debo ir una vez que ingrese?

 

Roy se lo pensó unos segundos..

 

- Dependiendo, si vienes dentro de unas horas me encontrarás en el salón del tercer año; más tarde estaré en el de cuarto y quinto…

 

- ¿Dónde estás ahora?

 

Roy no se esperó aquello, se sorprendió ligeramente.

 

- En el salón de tercero..

 

- Ya mismo voy para allá. – dijo Edward, con un leve color rosa apareciéndose sobre sus mejillas.

 

Roy pudo sentir la seguridad con la cual el chico se había expresado. No pudo evitar sentir un leve golpeteo en su corazón al pensar que en cuestión de minutos volvería a verlo..

 

- Está bien. Te estaré esperando – sonrió – Al llegar puedes consultar en los directivos si no te ubicas. Diles que has venido por llamado mío y te dejarán ingresar.

 

- Bien.. – soltó algo nervioso, Ed. Sentía que era la hora de despedirse, al menos momentáneamente – Entonces, nos estamos viendo, señor Mustang.

 

Roy sudó una gran gota desde su lugar.

 

- Te he dicho millones de veces que por favor no me digas ‘señor’. – dijo en modo suplicante.

 

Edward dejó escapar una leve risa al escuchar de esa forma al mayor.

 

- Con un simple ‘Roy’ soy feliz – comentó el morocho.

 

El joven mordió su labio inferior junto con una sonrisa.

 

- Está bien. Nos vemos en unos minutos… Roy – sintió que sus mejillas ardieron al sólo instante de pronunciar su nombre.

 

- Nos vemos, Edward – correspondió Mustang.

 

Las líneas fueron cortadas y Ed guardó nuevamente su celular en su bolsillo.

 

Pudo sentir cómo todos sus sentidos se descontrolaban de sobremanera. Una creciente ola de cosquilleos recorrían todo su cuerpo juguetonamente en cuestiones de segundos, y su respiración se veía levemente agitada y emocionada.

 

Guió su mirada hacia Lina, que lo esperaba pacientemente.

 

- Lina… yo… - intentaba explicar, pero sólo podía balbucear ante sus nervios.

 

La mujer lo miró comprensiva, junto con una sonrisa. Retiró la mano de la mejilla de Ed cuando éste la soltó por fin. Mientras la conversación del chico con aquella persona que desconocía avanzaba sentía cómo el pequeño apretaba de vez en cuando su mano por la emoción.

 

Se acomodó en su asiento, observándolo con una de sus sonrisas tan características.

 

- Ve a donde tengas que ir. Yo no pienso irme de aquí sin al menos haber probado uno de esos postres que tanto presumen. – dijo en voz alta para que Aaron, estuviera donde estuviera, la escuchara y comenzara a prepararle el pedido.

 

Edward rió. Esa mujer era imposible de complacer al cien por ciento.

 

La observó una vez más…

 

- Gracias… - le sonrió con honestidad – Cuando regrese quiero verte en el hotel, y seguiremos con nuestra charla.

 

- Si es que regresas! – exclamó – Esas mejillas me hacen pensar en que te escaparás con esa persona! – dijo viendo el notorio sonrojo del muchacho.

 

Entre más potentes sonrojos, risas y unos cuantos agradecimientos de parte del rubio a Lina, el joven se dispuso a marcharse apresuradamente del restaurante para.. ir al encuentro con esos ojos oscuros que tanto hacían acelerar su corazón…

 

Atravesó las puertas de salida, mirando con desespero las calles.

 

- El norte. ¡¿Dónde queda el norte?! – se cuestionó con apuro.

 

Corrió por las veredas sólo por donde su instinto lo guiaba..

 

Como había pensado antes, ya nada importaba..

 

Nada importaba..

 

En esos momentos.. lo único que escuchaba y se dejaba llevar..

 

Era de la voz de su corazón..

 

..

.

 

 

Notas finales:

¡TRUOOON!

 

Lo sentí medio corto a este capi, (en verdad no está terminado, constará de una segunda parte) pero es que no pude evitarrlooo! 

 

Siempre me siento mal cuando hago esperar demasiado a la gente, hasta yo misma me impaciento en querer tener lista YA cada actualización.

 

Espero que les haya gustado!! Y como siempre agradezco ENORMEMENTE todos sus reviews!!

 

Y tú.. que estás leyendo ahora! Òwo No olvides de dejar tu comentario!! No importa lo pequeño que sea! Siempre me hacen muy happyy~!! 

 

Nos estamos leyendo, gente!!

 

¡Se despide, se despide!

 

¡HARU!


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