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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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La verdad detrás del Sol

 

.

 

El cielo parecía no querer molestarse en desenmascarar al sol de las miles de nubes grises que se encargaban de ocultarlo.

Varios relámpagos se hacían notar entre la tranquilidad de la ciudad, y el clima comenzaba a refrescar de sobremanera.

 

Pero nada de eso le importó a cierto rubio emocionado al momento de salir del restaurante, completamente dispuesto a ir al encuentro con su mayor preferido.

 

Observó las calles vagamente iluminadas, sintiéndose un poco desorientado.

Debía de controlar su nerviosismo si quería llegar a tiempo a la lejana escuela.

 

- “En verdad… lejana..” – pensó, abrazándose a sí mismo al sumarse al ambiente fresco de la ciudad.

 

Mínimamente, tendría como unas treinta y tanto cuadras para caminar hasta llegar al edificio.

No llevaba consigo dinero para facilitarse el trámite y al menos subirse al autobús más próximo.

 

Todo parecía jugarle en contra…

 

Sudó una gran gota…

 

- Cielos… ¿Y ahora, qué hago? – comenzó a trotar quedamente en su mismo lugar, sintiéndose intranquilo y con un deje de desespero.

 

- ¡Elric! – se escuchó en la lejanía - ¡Detente ahí!

 

El grito sobresaltó al rubio mucho más que cualquier relámpago desmesurado.

 

Se volteó sorprendido, pero imaginándose de quién se trataba. Conocía aquella voz.

 

Harrison se le acercaba al trote, dejando el enorme y pulcro auto negro en una esquina.

 

Como siempre, vestía ropas muy conservadoras: un tapado largo y oscuro al igual que el resto del traje que llevaba debajo, unos lentes de sol descansaban sobre su cabeza, junto con un pequeño sombrero que la cubría.

 

Todo con tal de no dejar en completa libertad su identidad.

 

Una vez llegado hasta el joven, se detuvo y cobró aire, para luego dejar escapar un largo suspiro desganado.

 

- ¿Se puede saber a dónde piensas ir, ahora? – preguntó con obvios tonos de irritación.

 

Edward frunció el ceño.

 

- Pues si te dedicas a seguirme tan entusiasmadamente como hasta ahora, pronto lo sabrás. – retrocedió una pierna desde su lugar, a punto de largarse a correr – Pero ya me estoy cansando de esta situación.

 

Harrison soltó una leve risa, aprobando lo dicho por el rubio.

 

- No eres el único, mocoso, no eres el único. – observó su reloj muñeca – Nunca fuiste de salir tanto del Loue. ¿Qué es lo que tanto tramas?

 

- Eso no te incumbe.

 

- Oh, sí, claro que sí. Y lo sabes. Luego de todo este recorrido por la ciudad que te estás mandando debo de rehacer todo un informe para entregarle a nuestro querido Bradley. – soltó con cierta ironía al final. – Pero para finalizar y darle color a la redacción necesito agregar los ‘por qué’ de toda la situación, ¿no te parece?

 

Edward expresó todo cansancio y se llevó su mano a su rostro, refregando sus ojos.

 

No podía ir a ver a Roy con Harrison pisándole los talones. ¿Y si llegaba a involucrar al mayor en todo aquello?

 

No podía… No iba a permitir que Bradley se enterase de la existencia de Roy.

 

Debía proteger, a toda costa, la vida de la primera persona que le brindó su confianza y apoyo cuando más lo necesitó.

 

- Hey… - llamó Harrison. Fue conciente de la reacción del pequeño tras lo que había rebelado.

 

No pudo evitar sentir.. cierta pena…

 

Suspiró pesadamente, sintiéndose patético al sólo pensar en eso. Se llevó una mano a su cuello mientras observó por unos instantes el cielo grisáceo.

 

- No pienso… - comenzó vacilante, Edward, pero dejándose llevar un poco por su ira – No pienso.. decirte siquiera una palabra. ¿Oíste? Es mi vida.. Y no puedes desvalorizarla impresa en un pedazo de papel para arrojársela a Bradley sobre su escritorio. – miró a Harrison con puro enojo - ¡Yo no soy su juguete! ¡Ya no más! ¡Voy a seguir mi camino y espero no verte detrás de mí nuevamente! ¡¿Entendiste?!

 

El hombre parpadeó dos veces sorprendido ante la nueva actitud.

 

Pensó por un momento que el muchacho tenía carácter, o al menos lo estaba desarrollando de una forma notoria.

 

Difería mucho al primer Edward que había conocido, el cual era consumido por su propia debilidad.

 

- Je… - sonrió de costado. Quizá, no estaría mal romper algunas reglas - ¿A dónde vas, niño?

 

- Ya te dije, no voy a dec…!

 

- Puedo alcanzarte al lugar rápidamente. Sólo deberías dejarme cargar un poco de gasolina antes. – comentó desinteresadamente.

 

Edward abrió los ojos en sorpresa.

 

- ¿Q-Qué..?

 

Harrison se volteó, dirigiéndose ahora al carro estacionado a unos pasos, dándole la espalda al muchacho.

 

- Se aproxima una tormenta. No puedo arriesgarme a dejarte solo por las calles o me las vería muy mal. – miró al rubio desde su distancia - ¿Vienes o no?

 

Edward estaba congelado en su sitio. ¿Acaso Harrison… pensaba ayudarlo?

 

¿Podía permitirse el confiar en él? ¿No sería aquella una especie de trampa?

 

- …….. – agachó levemente la mirada, escuchando un par de relámpagos que se acercaban con brusquedad.

 

.. En verdad.. en esos momentos no le iba a ser mal un poco de ayuda…

 

- Está bien.. – pero nunca se perdonaría, si al final de todo aquello era una trampa – Voy contigo..

 

Caminó apresuradamente…

 

Alcanzó a Harrison…

 

Y ambos subieron al coche…

 

 

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- ¡Tengo hambre! – exclamó desde la mesa, cruzada de brazos y piernas, Lina.

 

No pensaba retirarse del Cassanova hasta probar algunos de esos enormes y tentadores platillos dulces que tanto presumían del restaurante.

 

Observó cómo Aaron, junto con una bandeja con su pedido, caminaba rápidamente atravesando todo el salón ante los caprichos de la mujer mayor.

 

- ¡Ya voy, ya voy! – dijo, hinchándosele una venita.

 

Allí dentro era otro mundo. Uno podía disfrutar plenamente el ambiente climatizado, sumamente agradable considerando aquellos días de puro invierno que azotaban a la ciudad.

 

Lina se retiró su abrigo viendo a Aaron depositar con elegancia y cuidado un plato que cargaba con una considerable porción de pastel decorada artísticamente y con una fresa en la base superior.

A un lado del postre dejó de igual manera una taza de té con distintos paquetitos de marcas de azúcares para probar.

 

Y para terminar, hizo una pequeña inclinación, como gesto de ‘disfrute la comida’. Por más que no le agradara algún cliente, él siempre respetaba sus principios como mesero, siendo la educación el principal detalle a subrayar.

 

- Oh! – Lina ‘aplaudió’, apenas tocando sus manos, reaccionando sorprendida – Actúas muy bien como mozo,  lindo. – sonrió provocadoramente.

 

Aaron guió su vista hacia una esquina, queriendo estar ofendido.

 

- Yo no actúo. Es lo que soy, es mi trabajo. – corrigió en un susurro.

 

Lina tomó la cuchara que reposaba a un lado y observó el postre frente a ella.

 

- “La dieta puede rehacerse cuando uno quiera” – pensó, sonrió gustosa. Cortó una porción y se la llevó a su boca, probando el delicioso pastel que pronto invadió todos sus sentidos. - ¡Está exquisito! – exclamó complacida.

 

Aaron sonrió levemente. Siempre era reconfortante el escuchar ese tipo de comentarios de parte de un cliente. Los mozos fácilmente se dejaban llevar por ese cumplido hacia la comida como si fuera a todo el restaurante en sí y sus trabajadores.

 

Rápidamente borró su sonrisa, recordando un pequeño detalle que quería confirmar…

 

- ¿Es usted… amiga de Edward? – preguntó seriamente, pero aún con el cuidado característico a su trabajo.

 

Lina simplemente continuó degustando su pedido.

 

- Sí. – contestó luego de tomar un poco de su té – Bueno.. Podría considerarse, no? Ese rubio realmente necesita de amigos.

 

Aaron apretó los puños, y se sentó frente a Lina en la mesa observándola fijamente.

Ésta se sorprendió..

 

- ¿Qué fue lo que pasó? ¿De qué hablaban antes? ¿Por qué Edward estaba mal? ¿Y por qué se ha ido así sin más? – las preguntas comenzaron a caer como lluvia en cascada.

 

Lina lo miró enarcando sus cejas, notando la preocupación que portaba el joven.

 

Dejó el pastel a un lado y se acomodó en su asiento, pensando.

 

No creía que a Edward le gustaría que ella anduviera rebelando sus secretos por sitio que pisara.

 

Aclaró su garganta antes de contestar..

 

- Podría decirse que unos cuantos problemas personales se le han sumado bruscamente, y veíamos la forma en que podríamos solucionarlo. – respondió, sin mentir en totalidad. En verdad, así era la situación. Simplificada y resumida con exageración.

 

Aaron demostró decepción ante esas palabras.

 

Pudo ver en aquella contestación, la indirecta que la mujer emanaba sin darse cuenta: ‘A ti no te incumbe’.

 

Sonrió apenas, agachando un poco su mirada.

 

- “Una buena amiga protegiendo a un buen amigo”. – pensó. Respetó el que no quisiera brindarle los detalles.

 

Pero Edward… en verdad le preocupaba…

 

- ¿Son muy graves… esos problemas? – preguntó viendo nuevamente a Lina a los ojos.

 

Ésta se impregnó en seriedad.

 

- Sí, son graves. Edward necesita tiempo de recapacitar antes de querer avanzar.

 

- ¿Y aquella llamada? ¿Por eso Edward se fue…?

 

- Eres muy atento con nuestro Ed, no? – preguntó picaronamente. Aaron se sorprendió y sonrojó apenas, desviando la mirada.

 

- N-no… es sólo que… - los nervios lo carcomieron completamente.

 

Lina dejó escapar una risa, viendo la escena demasiado encantadora.

 

- Lo de la llamada… Puedes verlo como un “ángel” que vino en su ayuda. Si es que los cielos últimamente escuchan nuestras plegarias. – se levantó de la mesa, dejando propina sobre ella.

 

Aaron observó cómo la mujer se colocaba nuevamente el abrigo que se hacía unos segundos se había sacado.

 

- Lo siento, chico, pero no puedo quedarme más tiempo. Debo regresar al hotel… - acomodó sus cabellos con gracia, como la dama que era.

 

- ¿Hotel? ¿Se está hospedando por aquí? – preguntó con inocencia Aaron.

 

Lina abrió los ojos en sorpresa al notar la metedura de pata que había realizado.

Tomó su cartera con nerviosismo, mientras disparaba su vista hacia todos lados.

 

- Eh.. Sí. Pues.. verás yo no soy de esta ciudad – comenzó casi tartamudeando – Así que hasta que pueda conseguir una casa propia me hospedo en un hotel. – finalizó simulando la mentira con una sonrisa.

 

Aaron devolvió el gesto, haciendo que Lina se relajara. Parecía que el muchacho le había creído.

 

- Si es por aquí cerca avíseme. Me agradaría volverla a encontrar junto con Ed también. – se levantó del asiento y acompañó a la mujer hasta la puerta de salida.

 

Lina soltó una leve risa nerviosa. Nunca podría decirle al joven que en verdad al hotel que se refería era el Temple Loue. Jamás.

 

- “No creo que nos volvamos a ver..” – pensó calmadamente – “Al menos.. no tan seguido. Hasta Edward debería recapacitar sobre el seguir viniendo aquí. Es un gran riesgo de parte de él…”

 

Se despidió amablemente del de ojos claros, quien le abrió caballerosamente la gran puerta de vidrio, dándole el paso a la salida.

 

- Nos vemos.. – dijo casi en un susurro, Aaron.

 

Lina sonrió.. con apenas un deje de tristeza ante su mentira.

 

- Nos vemos.

 

Abandonó apresuradamente el restaurante, sintiendo una leve nostalgia.

 

Hacía mucho que no platicaba con personas externas al hotel. Creía sentir que dejaba atrás a alguien que podría haberse llegado a convertir en un amigo.

 

Suspiró, como si de esa forma sus melancolías pudieran liberarse. No podía permitirse el estar mal…

 

Ella ya había elegido ese camino..

 

Y ahora.. debía de ayudar a toda costa..

 

al joven de ojos dorados…

 

- Mejor vuelvo ya mismo.. – murmuró mirando su reloj muñeca – o Bradley se enfadará conmigo…

 

..

 

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El silencio embriagaba en totalidad la extensidad del interior del automóvil.

 

Edward permanecía callado en el asiento del co-piloto, observando intranquilamente la ventana a su lado mientras Harrison conducía.

 

Al ser todas las ventanas polarizadas se le hacía difícil la tarea de ver los letreros de las calles para confirmar que realmente el molesto guardaespaldas tenía la voluntad de llevarlo hasta el instituto Yale, tal y como le había pedido.

 

Observó por el rabillo del ojo por unos momentos a Jack; se lo veía sumamente concentrado en las direcciones que tomaba, portando una mirada seria a la vista.

 

En una sensación de desconfianza, aferró una de sus manos al libro que reposaba en su regazo, el que debería devolverle ese mismo día a Mustang.

 

El silencio fue interrumpido cuando el hombre, sorpresivamente, habló…

 

- Tengo que decirte algo, Edward.. – comenzó, fríamente.

 

El nombrado sintió un leve escalofrío. Había momentos en los que podía ver a Harrison como el mismo Bradley.

 

- ¿Qué es? – intentó sonar desinteresadamente, aún observando con dificultad la ventana.

 

Para sorpresa del rubio, ni bien al terminar su pregunta, el auto se detuvo. Instantáneamente.

 

Observó confuso a Harrison, quien quitó las llaves y se las guardó en el bolsillo de su tapado.

 

Edward se alertó.

 

¿Qué estaba pasando?

 

- Escucha con atención.. – dijo sombríamente el conductor mientras dirigía su mirada hacia Edward.

 

El muchacho se tensó en el asiento, arrepintiéndose de haber confiado si quiera un segundo en aquel hombre.

 

Ahora enfrentaría las consecuencias ante su error.

 

- ¿Qué estás haciendo? – tartamudeó con enfado - ¿Por qué nos detuvimos? ¿Qué pas…?

 

- Cállate y escucha. Porque no pienso repetirlo. – interrumpió bruscamente, observándolo con impaciencia – No sé qué estás tramando, o qué le ocultas a Bradley. Sinceramente no me interesa, pero es mi trabajo el informarle sobre todos tus movimientos.

 

Abrió su ventanilla para sacar de su abrigo un cigarrillo y un encendedor, prendiendo la droga sin el menor pudor.

 

- Pero en esta ocasión… No voy a decirle nada. – se llevó el cigarro a su boca, dejándose llevar por el característico aroma.

 

Edward permaneció unos segundos en silencio…

 

Cuando cayó en lo que el mayor dijo se sorprendió, para luego enarcar una ceja en duda. Se sintió.. confundido.

 

- ¿Qué? – preguntó incrédulo, acentuando su cuestión.

 

Harrison gruñó con el cigarrillo entre dientes.

 

- Me guardaré todo lo que he visto sólo para mí. No le informaré nada a él. Lo del restaurante nunca existió, tampoco lo de tus nuevas ‘amistades’, y tampoco lo de esta visita a la escuela Yale. – dijo con obviedad – Considéralo como una mano que te brindo, pero que tampoco se te suba mucho a la cabeza. No sé lo que estás pensando haciendo todas estas cosas, pero tampoco es algo que Bradley debería enterarse demasiado, no? – sonrió de lado, o eso fue lo que pareció.

 

El total asombro no cabía en la expresión del rubio. No supo si reír de nerviosismo o asustarse ante lo que estaba escuchando.

 

- ¿A… - no podía articular palabra con facilidad – A-Acaso… me.. ¿Me estás ayudando?

 

Harrison hizo una mueca al escuchar aquello.

 

- Piénsalo como quieras, pero no te acostumbres. – dijo en desagrado.

 

Edward dejó escapar una leve risa nerviosa, sin poder creerse nada de la situación.

 

- O-Oye.. E-Espera un segundo. ¿Qué es lo que ganas tú haciendo esto? No veo motivo por el cual deberías ayudarme, y si lo hay pues no me entero.

 

- Lo hay, créeme. Tú más que nadie serías capaz de comprenderlo y aceptarlo si te lo dijera. – miró al rubio, casi sonriendo – Si tan sólo te lo dijera.

 

Edward, increíblemente, aún asombrado por todo, sonrió. Había entendido aquella última frase: Harrison no pensaba decirle sus propósitos.

 

Pero, sintió que en esos momentos eso era lo último que importaba.

 

La sombrita de Bradley pensaba guardar su secreto, ¿Qué otra cosa debería importarle más que eso? ¡Todo aquello era inimaginable!

 

Jack tiró el cigarrillo por la ventana, volviéndola a cerrar en el proceso.

 

- ¿Qué estás esperando, chico? Hace diez minutos que estamos parados como un par de desorientados. – dijo impaciente - ¿Qué no piensas bajar?

 

- Eh…?

 

¿Qué quiso decir exactamente con eso?

 

Edward con cierta sospecha rápidamente abrió la puerta de su lado, para luego abrir sus ojos en sorpresa ante lo que estos contemplaban.

 

La enorme y prestigiosa escuela secundaria Yale se encontraba tan sólo a unos metros de distancia frente a él. Pudo apreciar el verde de los árboles y el césped adornando el patio delantero que llevaba hasta la descomunal entrada del edificio blanquecino.

 

Observó maravillado la imagen, para luego volverse hacia Harrison.

 

Todo el tiempo, en todo momento… él pretendía llevarlo a su destino. Nunca se trató de una trampa.

 

- Gracias.. – susurró, con ilusión – En verdad… Muchas..Muchísimas gracias – soltó animadamente.

 

El guardaespaldas gruñó nuevamente, esquivando la mirada.

 

- Sólo vete y ya. Llegarás tarde a… lo que sea que tengas que hacer allí.

 

Edward sonrió una vez más, sintiendo una enorme emoción dentro de él. Salió rápidamente del auto y cerró la puerta con cuidado, para luego caminar aprisa por el patio hasta llegar a la escuela..

 

Jack lo observó alejarse desde la ventanilla, suspirando…

 

- Tengo mis motivos… Tengo mis motivos… - se dijo a sí mismo frustradamente, como tratando de convencerse.

 

Sabía que lo que estaba haciendo ponía en peligro su trabajo y su vida, pero…

 

- Reconozco.. mis límites.. – susurró refregando su mano contra su frente, cansadamente – Tanto como para saber cuándo debo proteger mi integridad humana. – miró nuevamente la ventanilla, viendo cómo Edward ingresaba a la escuela.

 

- No puedo causarle más daño a este niño… No puedo…

 

……..

….

 

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Abrió las enormes puertas de par en par tan rápido como pudo, no quería desperdiciar más tiempo.

Llevó su mirada por todo el interior del lugar, siendo combinado entre tonos fríos como el gris y el blanco, dando la apariencia de una institución muy estricta y seria.

 

Recorrió con la vista todo el patio de recreos interno para luego enfocarla en un par de puertas que se encontraban al final, de las cuales una de ellas llevaba un pequeño letrero que nombraba “Dirección”, seguido de otros como “Secretaría” y más títulos institucionales.

 

- “El señor M.. digo, Roy..” – sudó una gotita – “.. dijo que debía hablar con los directivos para informar mi ingreso. Luego me dirán dónde queda el aula de tercero.” – pensó animadamente.

 

Sujetó con más fuerza el libro entre sus manos y corrió hasta las puertas de dirección, para luego tocarlas dos veces, esperando una respuesta.

 

Las puertas fueron abiertas vagamente, como quien no espera una visita repentina.

 

Un hombre alto y delgado con un fino traje oscuro y una mirada seria se hizo presente en la entrada, encontrándose con Edward.

 

Analizó al muchacho con un leve deje de sorpresa; había pensado que se trataría de otro de los estudiantes rogando que no se llevara las materias que debía, pero le llamó la atención al ver a aquel rubio que jamás vio pisar la escuela.

 

- ¿Sí, qué necesita joven? – preguntó observándolo con curiosidad.

 

 

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- A cambio de guardarle el secreto queremos que en su materia nos saque siempre cinco minutos antes del recreo. – dijo seriamente pero con una sonrisa una alumna.

 

- Chicos.. Por favor… Nunca les he pedido nada en la vida.. – se quejó como un niño pequeño, Roy – La vez que los necesito con suma urgencia comienzan a chantajearme.

 

- Es eso o nosotros también podremos sacar nuestros celulares como cierta personilla.. – ironizó un muchacho.

 

Roy sudó una gran gota. Era de esperarse el llegar a esa situación. Un profesor supuestamente no puede sacar de la nada su teléfono móvil y hacer llamadas en plena clase, frente a todos sus estudiantes.

 

- Está bien, está bien. Los dejaré salir cinco minutos antes. – era mejor hacer negocio ahora que los tenía con ánimos – Pero por favor, ustedes no vieron nada. Aquí sólo dimos clases y no ha pasado nada fuera de eso, ¿entendido?

 

Todos asintieron entre sonrisas de oreja a oreja. El salir temprano de la clase los privilegiaría de llegar a la sala de almuerzo antes que los demás cursos. Eso les era motivo de festejo.

 

Roy suspiró, un poco más y tirándose en su escritorio.

 

- “¿Ya estarás en camino?” – pensó con cierta ansiedad.

 

Hacía unos diez o quince minutos había cortado con Edward. Suponía que ya estaría casi llegando a la escuela.

 

¿Pero, qué era ese sentimiento lleno de ansias que lo recorría por dentro?

 

Se sentía inquieto, como si una corriente eléctrica invadiera cada célula de su cuerpo y lo mantuviera en movimiento constante.

 

Se reacomodó en su asiento, estirándose y tratando de calmarse. Como adulto que era, debía de controlarse. A pesar de que no comprendía muy bien qué le sucedía.

 

La puerta fue tocada tres veces sólo para hacer estallar y descontrolar nuevamente todas las emociones del mayor.

Si no se hubiera aferrado al escritorio por poco su cara hubiera terminado contra el suelo.

 

Se levantó rápidamente y cruzó el salón, llevándose la mirada de todos sus estudiantes.

 

Aferró su mano en el picaporte de la puerta de entrada, ahogando su nerviosismo. Dios.. ¿Por qué estaba tan nervioso? Podía tratarse de cualquier persona la que se encontrase del otro lado y él allí torturándose mentalmente.

 

Serenó sus ideas y, sin más demoras, abrió la puerta…

 

…Odió.. haberla abierto tan rápido y no haberse preparado emocionalmente, para el ser que se encontraba esperando.

 

El joven rubio levantó su mirada al escuchar la puerta abrirse, y chocó con ese par de perlas negras.. las que tanto había extrañado..

 

- Ho-Hola… - fue todo lo que pudo decir tras unos segundos.

 

Roy no pudo ni siquiera corresponder el saludo.

 

Sus miradas quedaron hipnotizadas entre ellas, como quien se queda contemplando la belleza de una flor perdiendo la noción del tiempo.

 

El mayor parpadeó un par de veces, reaccionando.

 

- H-Hola Edward – saludó sonriente, dedicándole una mirada tierna al muchacho. - ¿Cómo has estado? En verdad.. Hace mucho que no nos vemos.

 

Ed sintió una inquietud extraña al escuchar su nombre proviniendo de aquella voz.

 

- He estado bien.. – respondió correspondiendo la sonrisa, aunque mintiendo en su respuesta - ¿Y usted?

 

- Bueno, pues, trabajando sin parar – soltó chistosas lagrimitas de tristeza – Y las vacaciones no me llegan hasta dentro de tres meses.

 

Edward rió por el comentario lastimero del mayor.

 

Observó el libro que traía en sus manos, para luego acercarlo a Roy y verlo nuevamente a los ojos.

 

- Aquí he traído el libro que saqué. Está muy interesante. Me encanta David Moorse! – exclamó como entusiasmo, sintiéndose un verdadero fan del autor.

 

- Sí que te encantan las historias de suspenso, no? – rió el profesor.

 

Edward asintió con un leve rubor en sus mejillas; pero su sonrisa luego se opacó..

 

- En verdad es muy bueno.. – retomó – Aunque no he tenido tiempo de terminarlo.

 

¿Y cómo iba a tenerlo? Si el Temple le consumía la vida entera!

 

Roy observó un poco al pequeño, pensando.

 

- ¿Te falta mucho para terminarlo? – preguntó con curiosidad, ocurriéndosele una idea.

 

- No en verdad.. – negó lentamente Ed, con pena – Ya casi lo estaba finalizando.

 

- Pues, yo aquí tengo una hora más para quedarme dando clases. ¿Quieres quedarte y terminarlo hoy? – preguntó agradablemente.

 

Edward lo miró maravillado.

 

¿Quedarse? Obviamente eso implicaba pasar más tiempo con Roy. Y obviamente la respuesta iba a ser…

 

- ¡Sí! – soltó sin siquiera pensarlo – Q-Quiero decir.. ¿No es problema? ¿No estaría.. interfiriendo en tu clase?

 

- ¿Cómo crees? Lo último que hacen estos chicos es trabajar. – dijo en voz alta para que sus estudiantes escuchasen desde el otro lado. Todos sudaron una gotita.

 

Edward rió nuevamente ante aquella actitud.

 

- Tendremos que hacerte un lugar en el salón. Podrás sentarte en uno de los bancos. ¿Quién sabe? Tal vez hagas algún amigo por aquí – comentó sonriente, Roy.

 

Edward abrió los ojos.

 

- ¿T-Tendré… que sentarme junto a ellos? – preguntó con nerviosismo.

 

- Oigan, chicos. Tenemos una pequeña visita. – exclamó dentro del aula.

 

Edward casi explotó ante los nervios.

 

- Por esta clase tendremos a alguien especial acompañándonos. Por favor les pido que se comporten. – terminó con cierta frustración actuada.

 

Eso llevó a las pequeñas risitas de los alumnos.

 

- Edward, puedes pasar. – dijo más bajo el mayor.

 

Edward mordió su labio inferior, comenzando a caminar lentamente, entrándose al salón completamente lleno de estudiantes.

 

Todas las miradas fueron dirigidas al rubio que ingresaba, y rápidamente varios comentarios se hicieron pasar entre los presentes, algunos sorprendidos o admirando el encanto físico del joven.

 

Edward se paró a un lado de Roy, viendo hacia un lado, recibiendo todas las miradas.

 

Roy dejó escapar una leve risita ante la conducta del rubio.

 

- Él es Edward Elric. Por favor, sean amables. Nos acompañará en esta última hora que nos queda. – explicó – Ed, puedes sentarte en aquel banco al final. – dijo señalando el último asiento vacío de la fila de en medio.

 

 Luego de que todos saludaron cordialmente, Edward avanzó rápidamente por el salón, llegando a su sitio.

 

Se sintió extraño al tomar asiento. Hacía tanto que no se sentaba en un pupitre!

Acarició la fina madera, para luego apoyar sus brazos completamente. No pudo evitar el sonreír…

Tantos recuerdos… tantas emociones guardadas…

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar nuevamente a Roy comenzar la clase, mientras todos se disponían a trabajar.

 

- “Je.. Ahora todos trabajan mágicamente…” – pensó con ironía Roy – “Se comportan y lucen lo que hay visita. Creo que comenzaré a traer a más gente..” – explicó detalladamente los ejercicios y cada alumno se concentró únicamente en su libro.

 

Edward dibujó una pequeña sonrisa en su rostro. No supo por qué, pero ver al mayor en posición de profesor lo encantó en cierta forma.

 

La tranquilidad de la clase lo hizo hundirse en el relato de aquel libro de suspenso que debía terminar en una hora. Con sólo media alcanzaría, no le quedaba demasiado.

 

Además, quería apresurar su lectura, para poder seguir viendo trabajar al mayor.

 

 

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