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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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- Edward.. – dijo con seriedad, Roy – Por favor… - tomó con ambas manos el rostro del pequeño, sin dejar que este evada sus ojos – Por favor… te lo pido…

 

Edward sólo lo observó sin comprender, mas esperó a que el mayor completara su petición. Vio cómo las perlas negras de Roy se entristecían con sólo enfrentar su mirada. Por primera vez en la vida… sintió que alguien tomaba su dolor y lo vivía junto a él… como si fuera propio.

 

- Edward… quiero que… - apoyó suavemente su frente contra la del rubio, aún portando tristeza en su mirar.. – Quiero…

 

 

- … Quiero que me lo cuentes todo… -

 

 

Perplejo se quedó, ni una palabra de sus labios salió. Abrió los ojos con total asombro.

 

Su primera reacción fue destruir ese bello contacto visual que compartía en esos momentos con el mayor para llevar sus ojos hacia el suelo. Rápidamente, un sentimiento de angustia y desconsuelo lo sumergió en sus más profundos recuerdos.. Los cuales estaría agradecido de olvidar..

 

¿Por qué..? ¿Por qué ahora..? ¿Por qué en aquel lugar y con ese ser que tanto apreciaba?

 

Sintió la mano cálida de Roy acariciar sus cabellos con una delicadeza que llamó su atención, dejándolo llevar.

 

- Tranquilo…  Por lo que hayas pasado, y por lo que pasas. No vine aquí a juzgarte. – llevó sus caricias hacia la mejilla del rubio, sin perder la lentitud – Edward, vine aquí porque me importas. Pero estás en todo tu derecho en negarte a contarme las cosas. – enfocó sus ojos en los dorados del otro, tratando de transmitirle toda la seguridad del mundo que podía brindarle.

 

Y Edward lo percibió…

 

- Roy… - colocó su mano sobre la del mayor en su mejilla, sintiendo la calidez que ésta transmitía a su fina piel.

Esos ojos.. cielos… ¿Cómo era posible que aquellos penetrantes ojos oscuros lo hicieran perder toda razón con sólo verlos?

 

Era conciente de la sinceridad de Roy. Tal y como él había dicho.. no había ido hasta allí para irrumpir y cuestionar su modo de vida. Le preocupaba… Dios… Aquel ser se encontraba preocupado por él, y sólo quería ayudar.

 

Con su otra mano disponible cubrió sus ojos, los cuales volvieron a humedecerse instantáneamente. Pero esta vez.. se encontraban envueltos en una emoción pura.. tras la humildad del mayor…

 

- Edward .. no… - tartamudeó Roy, dolido - .. Si es muy duro para ti.. está bien.. no tienes que decirme nada..

 

- N-No… - negó lentamente Ed, esbozando una tímida y torpe sonrisa entre el llanto que aumentaba – E-Es sólo que… es… es la primera vez.. desde hace mucho…que … - retiró el agarre que tenía sobre la mano de Roy para tratar de secar sus propias lágrimas - … que….que me siento…

 

Mas no supo si continuar. Temía de la reacción del otro. Quizás estaba hablando demasiado..

 

Roy se hizo lugar entre las manos del chico para tomar su rostro con las suyas, y elevar su mirada.

 

- ¿Qué, Ed? – susurró con calma – ¿Qué sientes? – trató de animarlo a seguir.

 

El corazón de Edward golpeó contra su pecho ante la emoción, no podía evitar demostrar un mirar apenado y entristecido.

 

- ..E-Es la primera.. vez…. que… - cerró sus ojos fuertemente, encorvando sus cejas - … que me siento.. querido…

 

Roy abrió sus ojos en sorpresa, para luego morder su labio inferior en una expresión de tristeza y consuelo. Tomó al joven para nuevamente arrullarlo en un fuerte abrazo sobre protector, enterrando su rostro en la cabeza dorada.

 

¿Cómo era posible semejante suceso? ¿Quién rayos era el desgraciado que se había encargado de hundir al menor en una pesadilla sin rumbo ni fin?

 

Edward rápidamente se dejó llevar, correspondiendo el abrazo fuertemente. Teniendo pegado su rostro en el pecho del mayor, podía escuchar los latidos apresurados y alarmados de éste… Era la rabia consumida de Roy, podía sentirla, e intentaba comprenderla… Aún no podía no caer en la emoción que le producía el saber que alguien estaba preocupado de tal manera por él.

 

- Te juro, Edward… - comenzó Roy, dejando escapar un suspiro de profunda ira – Te juro por mi vida.. que yo no me dejaré vencer y no moriré tranquilo hasta encontrar y encerrar hasta que se pudra al bastardo que te hizo todo esto.

 

- Roy… - el rubio apoyó su rostro en el hombro del morocho.

 

Sí… era lo correcto. Ya tenía una decisión.

 

Aferró más su agarre al mayor, hundiéndose entre sus ropas y aroma, se sentía a salvo de aquella forma.

Eliminó la cobardía en un largo suspiro, e inspiró todo el coraje del mundo.. para decir…

 

- Roy .. yo… Te lo contaré… - tornó confianza en sus palabras - … Mereces saberlo… y… por favor… perdóname .. por todas las mentiras…

 

- No te disculpes, no te lastimes y no llores más… - Roy hizo una mueca en sufrimiento – Sólo sonríe. Conserva esa magia indescriptible que tiene tu ser, tu personalidad.

 

Edward sonrió en el abrazo, recibiendo el mayor cumplido jamás dado en su vida.

 

- Lo haré. Lo haré por ti, Roy. – cerró sus ojos, perdiéndose por unos minutos en el calor que aquel cuerpo emanaba, para luego retomar su coraje.. -

 

-          ….Todo…. empezó cuando tenía catorce años… -

 

 

 

F-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-B

 

 

Era un día común en PathRain; lo cual quería decir un día totalmente gris y apagado. El viento ligeramente advertía la aproximación de una nueva tormenta y el sol se empecinaba en no querer salir.

 

Todo fluía a normalidad.

 

Así como era normal en una humilde casita el lidiar con la rutina diaria de una familia…

 

- Cinco minutitos más… por favor… - suplicaba un jovenzuelo en su cama calentita cubriéndose hasta la cabeza con las sábanas.

 

- Claro que no, Edward. Ya son las siete y cinco, y te recuerdo que entras a las siete y media. – dijo una dulce pero al mismo tiempo autoritaria voz femenina.

 

La mujer llamada Trisha comenzaba a abrir las cortinas de aquella pequeña pero cómoda habitación. Hacía un par de semanas que el joven de catorce años había estrenado su  nueva y propia alcoba, y parecía que se había acostumbrado rápidamente a ella.

 

Destapó de un tirón de sábanas al muchacho tratando de implementar su mejor mirada severa, aunque sin poder eliminar por completo la sencillez y dulzura de su personalidad.

 

- A levantarse, chiquillo! Llegas tarde a la escuela! – removió los sueños de su hijo picándole insistentemente el hombro con uno de sus finos dedos.

 

Edward hizo una mueca quejándose.

 

- Waaarg… ya voy…

 

Trisha sonrió al notarlo un poco más despierto.

 

- Te estaré esperando en la cocina.. Si es que alcanzas a desayunar pues tu hermanito, como siempre, se despertó antes.. Ya parece que no quedan más galletas de chocolate…

 

- ¡¿QUÉ?! – Edward se levantó de un salto de la cama y corrió a sus roperos para buscar ropa que ponerse.

 

Iba a comenzar a desvestirse hasta que… llevó su tímida mirada hacia su madre, quien se había sentado en su cama hacía unos segundos al tratar de despertarlo.

 

Trisha mostró cierta sorpresa, para luego dejar ir una pequeña risita.

 

- Oh, ya veo.. El señor grande necesita privacidad. – se acercó hasta su hijo para depositar un dulce beso maternal en su frente – Te quiero, mi vida.

 

Edward observó cómo su madre salía de la habitación, cerrando la puerta como correspondía.

Aquella última expresión de su mamá lo había desconcertado un poco. Habría jurado notar cierto deje de tristeza en el rostro de la mayor…

 

Mas se encogió de hombros.

 

- Cosas de mamás… supongo – pensó sudando una gotita. Trisha acostumbraba a verlo aún como un niño. Pero él ya se sentía todo un hombrecito.

 

Se desprendió la camisa del piyama, retirándosela, y comenzó a buscar alguna prenda que vestir.

 

 

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- ¡Vamos, Ed! ¡Llegaremos tarde! Como siempre… - sudó una gota Alphonse, corriendo lo más rápido que podía por las veredas camino a la escuela.

 

Edward, a unos metros de distancia, no parecía molestarse en apresurar el paso.

 

- ¿Piensas que me importa, Aru? – cerró sus ojos pegando un gran bostezo – Creí que me conocías mejor…

 

- Sí! Te conozco! Justamente por eso te lo digo! – exclamó desde la lejanía.

 

Ambos hermanos se entretenían discutiendo.

 

..Hasta que el ruido del rechinar de ruedas de un auto a gran velocidad llamó la atención del par de rubios, quienes guiaron su mirada al estruendoso coche.

Era considerablemente grande, de un color azul muy vivo que contrastaba con los tonos del frío barrio.

 

El automóvil se detuvo justo frente a la casa de los Elric…

 

El menor de los dos paró en freno y se volteó rápidamente.

 

- ¿Podría ser….? – comenzó susurrando un Aru ilusionado.

 

Edward lo reconoció al momento, exponiendo un rostro lleno de resentimiento.

 

Volteó hacia Aru, tomándolo del brazo y jalándolo hacia delante, continuando su camino hacia el colegio.

 

- Vámonos. Ese miserable no tiene nada que hacer aquí. Su cinismo me vuelve loco. – dijo entre dientes, tratando de controlar el impulso de regresar e incrustar un buen golpe al dueño de aquel caro automóvil.

 

Aru llevó sus ojos hacia atrás, observando con curiosidad y ansias aquella escena…

 

Un hombre de cabellos rubios al igual que ellos se bajó del vehículo, portando una fría mirada seria, aunque notándosele cierto pesar en esos ojos de adulto.

 

- No te quedes atrás, vamos! – dijo en voz baja pero con fuerza, Edward. Comenzando a acelerar el paso trayendo a rastras a su hermano.

 

Aru hizo una mueca en silencio, resignándose. Giró su vista hacia delante y continuó el camino junto a Ed.

 

Si tan sólo hubiera observado unos segundos más, habría sido capaz de notar que de aquel auto…

 

Otro hombre había bajado…

 

 

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La mañana transcurría tranquilamente a su tiempo. En la escuela secundaria los minutos parecían tornarse indiscutiblemente en eternidades si no se disfrutaba la materia que se tomaba.

 

Pero Edward, parecía encontrarse entretenido en plena clase de historia..

 

 

- “Tuviste una vida interesante, Hittler…” – pensó indiferentemente, pero con gracia.

 

No podía evitar envolverse de vez en cuando en aquella clase…

 

A veces.. la vida de otros le hacía olvidar por unos momentos la suya, y eso lo aliviaba.

 

El sentir una mano detrás de él apoyándose en su hombro lo despertó de su trance.

Estaba siendo llamado. No podía voltearse completamente ya que el profesor se encontraba recorriendo los bancos a poca distancia de él.

 

Acomodó su postura sentándose derecho y apoyó completamente su espalda contra la silla, esperando que el de atrás entendiese su mensaje.

 

El muchacho de ojos rasgados pareció comprender, y se aproximó cuidadosamente al oído del rubio frente a él.

 

- ¿Tienes algo que hacer esta tarde? – susurró.

 

- ¿Y me lo preguntas ahora?! – exclamó en voz baja Ed, sudando millones de gotitas.

 

- Es que me estoy durmiendo, no puedo esperar hasta el recreo para hablar con alguien. – se quejó.

 

- Aay, Ling… - suspiró el joven. Observó nuevamente al profesor. Se había alejado considerablemente a confirmar los trabajos de algunos estudiantes,.. podía hablar tranquilo por unos minutos.

 

- Hoy no puedo. “El que ya te digo” volvió de la tumba. – contestó a su compañero.

 

- ¡¿Qué?! ¿Me lo dices en serio?

 

- Sí… Esta mañana llegó. Me interesa saber por qué vino. – giró levemente su rostro para enfocar la mirada del otro – Perdona. Lo de hoy no va a poder ser..

 

- Descuida. Todo está bien. Es mejor que te quedes y averigües qué pasa.

 

Edward bajó su mirada, entreteniéndose con sus manos apoyadas en sus piernas.

 

- Para colmo… Aru parece iluminarse cada vez que aparece… Yo me enfermo con sólo verle la cara..

 

- Es su padre, Ed, y también el tuyo. – le recordó -  Trata de no ser muy duro con Alphonse..

 

- Lo sé, lo sé. Es sólo que…

 

- No sabes controlarte.

 

- Exacto.

 

- Ay… Edward.. – sudó una gran gota, Ling - ¿Sabes que puedes ser muy frío cuando te lo propones?

 

- No soy frío.

 

- No, eres terco.

 

- Soy realista! Ese sujeto va y viene de aquí para allá y sólo vuelve cuando le pica la gana! ¿Qué somos nosotros para él?

 

- ¿Alguna vez pensaste que puede tener sus razones?

 

- ¿Lo estás defendiendo?

 

- Nop! – negó dos veces – Sólo saco hipótesis.

 

- Excusas, mejor dicho. – Edward dejó caer su cabeza hacia atrás, dándole la mirada al techo – Él siempre las usa… Siempre tiene una…

 

La campana sonó, indicando el comienzo del receso. Los estudiantes se levantaron rápidamente y se esfumaron del salón, dejándolo completamente vacío.

 

El profesor tomó sus notas y cartera de trabajo y abandonó también el salón, dejando a solas a un rubio y un morocho sentados en sus bancos correspondientes.

 

Bastó sólo un ‘click’ de la aguja del reloj para que Ling se levantara, tomara su silla y la colocara a un lado del pupitre de Ed. Se sentó en el asiento para luego apoyar sus codos en la mesa y observar a su compañero.

 

- Te noto cansado, Ed. – comentó al ver que su amigo no cambiaba la postura que había tomado.

 

Edward dejó de mirar adormilado el techo y enfocó su vista en Ling, dejándose resbalar ligeramente en su lugar, recostándose apenas.

 

- Sí, Ling, estoy cansado… cansado de todo… - llevó sus manos hacia su rostro, suspirando - … Mamá actúa muy extraño.. no sabemos qué le pasa… De la nada llega aquel sujeto… Algo malo me suena en todo esto…

 

Ling vio preocupado al joven frente a él.

 

Conocía su vida entera, el rubio nunca le privaba de algún secreto o historia; prácticamente lo consideraba otro hermano más.

 

No podía evitar sentirse mal al verlo de aquella forma…

 

Sin esperar más, se acomodó a su lado.

 

Rodeó los hombros del rubio brindándole la mitad de un abrazo y apoyó suavemente su cabeza contra la de él.

 

- Vamos, amigo. Estate bien… Todo saldrá bien. – susurró – Sabes que estaré para lo que necesites siempre. No dudes de eso. Te necesito fuerte y con todas las energías del mundo – se separó un poco para ver su rostro - ¿Me lo prometes?

 

Edward parpadeó un par de veces. Rió ligeramente, para luego ver a su amigo enarcando una ceja.

 

- Sí… lo prometo. – sonrió ante el actuar del otro, y la situación en la que estaban – Procura recurrir al “abrazo” sólo cuando sea necesario, ok?

 

- Jajaja! – Ling se separó completamente del rubio, acomodándose en su asiento – Pero no me negarás que mágicamente te quita todo el mal humor.

 

- No necesito de magia para eliminar el mal humor – contestó haciendo un puchero – Ni que fuera tan difícil el hacerme reír.

 

- Oh.. Entonces será mi encanto personal? – expresó con tonos de realeza el oriental.

 

Edward se tornó en millones de colores.

 

- ¡Pero qué dices! ¡No digas idioteces…!

 

- ¡Awww! ¡Él sólo quiere cariño pero se hace el malo y no lo pide! – abrazó fuertemente a su compañero, estrujándolo y divirtiéndose con la situación.

 

- ¡Waa! ¡Liing, shuéltame! ¡Tocará la cammpana y nos verán asíii!

 

Y tal y como si lo hubiera pedido, luego de unos minutos la campana sonó.

 

La vida en la escuela le era mucho más fácil y llevadera. Allí podía olvidarse de todo y simplemente distraerse con las materias o divertirse con sus amigos.

 

No toleraba la idea de tener que regresar a su hogar…

 

…para verlo irrumpido por aquel ser que tanto despreciaba…

 

 

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Se manifestaba un poco más de claridad de parte del cielo a las una y media de la tarde.

 

Edward caminaba tranquilo por las desoladas calles hasta su casa. Aru había quedado en ir a la casa de uno de sus amigos.. No podía evitar el que le desagradase regresar solo.

 

Caminaba a rastras como si cargara toneladas de piedras en la mochila. No tenía ganas de volver… No.. no las tenía.

 

Suspiró, hundiéndose en su amargura, tras verse acercar hasta la blanquecina casa a mitad de cuadra.

 

Cruzó todo el patio delantero para luego tocar dos veces el timbre, ya que se había olvidado las llaves. Rogaba que alguien estuviese dentro a esas horas.

 

A los pocos segundos la puerta fue abierta… pero…

 

- Eh…? – hizo una mueca en confusión y asombro.

 

De la entrada, un hombre alto, grande, con traje pulcro y bien caro, y un extraño parche cubriéndole uno de sus ojos se hizo presente.

 

- ¿Quién eres, niño? – enarcó una ceja el adulto, viendo con curiosidad al menor y con un asombro bien disimulado.

 

Edward tardó en caer en lo que estaba pasando..

 

Un… desconocido… le había abierto la entrada… a su propia casa.

 

El rubio parpadeó un par de veces, para luego elevar una de sus cejas en modo de duda.

 

- Eh… - vio el número dirección que colgaba en la pared exterior a un lado de la puerta; sí, definitivamente esa era su casa. – Di-Disculpe… Esta es mi casa.. – no pudo evitar sentirse tonto al tratar de explicar aquello.

 

Pero para su verdad, no todos los días un extraño lo recibía en su hogar luego del colegio.

 

El hombre pareció meditarlo, hasta que finalmente cayó en una gran carcajada.

Edward cada vez entendía menos.

 

- Entonces tú debes ser Edward, no? Claro… Eres su hijo. Ahora puedo notar el gran parecido. – comentó observando notoriamente al joven. – No te quedes afuera, pasa.

 

Edward aún no caía en todo aquello. No dejaba de pensar en lo extremadamente extraño de la situación. Entro a su hogar dejando detrás al hombre, aunque siendo seguido por éste, e ingresándose entre los pasillos hasta la cocina…

 

Se sorprendió al encontrarla vacía.

 

Echó un vistazo a las escaleras del pasillo, pensando en la posibilidad de que su madre aún estaría limpiando las alcobas.

 

- ¡Mamá! ¡Ya llegué! – exclamó, mas la única respuesta que obtuvo fue el silencio de las paredes.

 

Un escalofrío lo carcomió al sentir una fuerte mano apoyarse en su hombro y apretarlo ligeramente.

 

- Tuvieron una urgencia, Edward. – comenzaba a decir fríamente.

 

Edward se sobresaltó, separándose rápidamente de aquel extraño y viéndolo a los ojos. Una ola increíble de temor lo invadió en segundos. No comprendía nada…

 

Nada!

 

- ¡¿Q-Quién rayos es usted?! – se atrevió - ¿Qué está haciendo en mi casa? ¡¿Cómo pudo entrar?! ¿Dónde están todos?!

 

- Tranquilo, Ed. – medio sonrió el adulto, hablando con una calma desencajada en el momento – Perdona, qué descortés de mi parte el no presentarme. – se agachó apenas, manteniendo la misma altura con el pequeño – Mi nombre es King Bradley. Se puede decir que soy compañero de negocios de tu padre. Hoy teníamos una reunión y es por eso que estoy aquí, pero para cuando llegué, tu padre estaba saliendo a prisas de tu casa llevándose a tu madre al hospital. – ladeo la cabeza, notando esos raros ojos dorados que portaba el menor – No sé con detalles qué pasó. Pero ante la emergencia recordó que tú tenías que regresar del colegio, así que en vez de posponer nuestra reunión me pidió que me quedase aquí a esperarte, diciendo que él volvería lo más pronto terminase con el asunto.

 

Edward pareció no creer nada de aquello.

 

¿Su madre? ¿En un hospital? ¿Cómo? … Mejor dicho ¡¿Por qué?! ¿Qué era lo que había pasado como para haber llegado a ese extremo? ¿Acaso todo eso era cierto siquiera?

 

No podía evitar mirar con desconfianza infinita a aquel individuo de atmósfera sospechosa. ¿En verdad podía confiar en sus palabras? ¡Ni siquiera lo conocía!

 

- Quédese aquí. – ordenó rotundamente – No se mueva de este lugar ¿Entendido?

 

El mayor se sorprendió, y luego medio rió ante la desconfianza del muchacho.

 

- Está bien, como tú digas. Aquí mandas tú. – le siguió el juego, ese chico era interesante.

 

Después de haberle brindado una advertencia con la mirada, Edward se retiró de la sala para prácticamente correr hasta la entrada de su casa… donde se encontraba el teléfono fijo colgado en la pared.

 

El corazón le latía a mil por microsegundos. Trató de reordenar sus pensamientos y analizar la situación…

 

Su hermano no estaba, sus padres habían desaparecido, y en cambio se encontraba con un extraño en su casa que decía ser “amigo” de su padre. ¿Acaso eso no era como los niños que son detenidos en las veredas por desconocidos en sus autos que les dicen que entren ya que son conocidos de sus padres?

 

No sabía qué pensar… Cielos…

 

¡Sólo era un joven de catorce años!

 

- “Llamar a la policía no serviría de nada…” – pensó con cierto pánico.

 

Si algo había aprendido de la vida a pesar de su corta edad, era que la justicia correcta no existía. El tipo de justicia que se empleaba en todo el mundo era a favor de los intereses.

 

Y por más que les dijera “Tengo un extraño en mi casa”, los grupos no actuarían por nada del mundo, a menos que la frase fuese “Un extraño me robó en mi casa”.

 

- “Demonios… ¡¿Qué hago?!” – se torturó mentalmente.

 

- ¿Todo bien, Edward? – exclamó desde la lejanía, el llamado Bradley.

 

Ed tragó en seco. No contestó.

 

Tomó el teléfono rápidamente y comenzó a teclear el primer número que se le ocurrió, aunque no estaba del todo conforme con su elección.

 

Llevó el auricular a su oreja para escuchar los lentos e interminables pitidos de llamada mezclarse con los latidos de su corazón.

 

- “Vamos, miserable. Contesta!” – le dedicó el pensamiento a su padre.

 

- El número que trata de solicitar, se encuentra no disponible, por favor, deje su mensaje luego del….. – cortó. Mordió su labio inferior con impotencia. ¡¿Qué debía hacer?!

 

- ¿Qué te sucede, Edward?

 

Llevó sus ojos hacia donde provenía aquella apagada y horripilante voz. Bradley se encontraba a unos pasos de él, prácticamente. Fijó sus sentidos en el ambiente tenso que creaba aquel hombre únicamente con su presencia.

 

Se veía en el pasillo de entrada, teniendo la puerta detrás de él y en frente.. a un desconocido…

 

- “Me voy….” – pensó retrocediendo, apoyándose contra la puerta y tomando por detrás el picaporte – “Me voy… pediré ayuda.. a quien sea.. pero no puedo quedarme aquí… No sé a quién tengo en mi casa!” – su corazón golpeó contra su pecho al ver al hombre acercársele rápidamente.

 

- ¿Edward, qué planeas hacer? – con pasos decididos y movimientos veloces, se acercó hasta el muchacho para acorralarlo contra la pared y sujetar la mano que intentaba abrir la entrada. - ¿No entendiste lo que te dije? Tu padre quiere que esperes aquí hasta su regreso. No debemos de desobedecerlo y hacerlo enojar, no?

 

Edward se alarmó abriendo enormemente sus ojos al sentir ser sujetado con esa fuerza completamente superior a la de él.

 

- Y más no nos conviene.. el hacerme enojar a mí. – sentenció con una mirada feroz y un destello de frialdad.

 

- ¡Argh! ¡Suélteme! – exclamó Ed al percatarse del dolor que aplicaba aquel agarre a su muñeca - ¡No le creo nada! ¡¿Quién es usted?! ¡¿Dónde están todos?! ¡¿Qué fue lo que hizo….?! – fue callado por el golpe que incrustó Bradley a la pared con su puño, a un lado de la cabeza del menor.

 

Edward enmudeció. Fijó sus ojos en la persona que tenía frente a él, a tan pocos centímetros de su rostro. Su cuerpo temblaba, no podía evitarlo.

 

Estaba sólo. Sólo con un desconocido. ¿Qué podría llegar a suceder..?

 

Nada bueno, supuso..

 

- Callado podrías agradarle más a la gente, sabías? – comentó irónicamente el mayor. Teniendo al pequeño totalmente acorralado, se dedicó unos breves segundos a explorarlo con la vista. Sonrió. Parecía ser lo que estaba necesitando – Dime.. Edward..

 

Se acercó lentamente a la inmóvil criatura, aproximándose hacia su oreja. Edward dejó ir un pequeño gemidito de terror al sentir al extraño acercársele a la zona de su cuello, sintiendo un escalofrío indeseado.

 

- ¿Cuántos años tienes? – susurró con autoría en la cercanía.

 

Edward cerró sus ojos con fuerza, su corazón latía a mil; quería alejarse lo antes posible!

 

- C-Catorce… - pronunció como pudo.

 

Bradley dejó ir una pequeña y maligna risita de diversión.

 

- ¿Alguna vez lo has hecho? ¿O has pensado en ello? – fue directamente al punto que quería llegar, sin privarse de nada en absoluto.

 

Edward entreabrió un poco los ojos, pareció no haber comprendido aquello.

 

- ¿Qué…? – preguntó en su inocencia. Sentía cómo las fuerzas se le iban al ver que era inútil zafarse del agarre proporcionado por el otro.

 

- Vamos, sabes muy bien de lo que hablo. – deslizó la mano que se apoyaba contra la pared hasta el hombro del chico, sujetándolo y obligándolo a bajarlo un poco, teniendo más al descubierto el cuello del rubio – Es imposible el no notar cómo la sociedad misma quema las etapas de los jóvenes. Los niños de tu edad… No… Incluso hasta más menores hoy en día saben de ello y hasta lo han hecho más de una vez. – se acercó peligrosamente de sobremanera, percatándose del dulce aroma que emanaba el joven - ¿Y bien Ed, lo has hecho alguna vez?

 

Edward mordió su labio inferior al no entender a qué iba el mayor. En esos momentos en su mente sólo había lugar para el miedo, por no saber el paradero de los demás y por comprender que nadie podría ayudarlo si quiera.

 

Trató de removerse en su lugar, sin conseguirlo demasiado.

 

- No sé, no sé! .. Y-Ya.. suélteme!

 

- Piensa. Sé que lo sabes.

 

- N-No! – negó dos veces – No entiendo, y no me interesa! Déjeme en paz y váyase de una v….!

 

Abrió sus ojos al sentir una caricia llena de calor y humedad en su oreja que lo mareó a los pocos segundos.

 

Su labio inferior y sus piernas temblaron ante tal sensación, mezclándose con un cosquilleo que recorrió toda la longitud de su espalda hasta su nuca.

 

¿Qué había sido aquello…? ¿Acaso…?

 

- Te has quedado mudo, rubio. – alejó su lengua, Bradley, saboreando la reacción que se había llevado del menor - ¿Te gustó, verdad?

 

El corazón de Edward palpitaba tan aceleradamente que podía notarse con sólo ver las subidas y bajadas del pecho del pequeño. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué su cuerpo había reaccionado de esa forma ante aquel tacto? ¿Era eso bueno?

 

El miedo comenzó a atormentarlo…

 

- N-No… - miraba aterrado la nada – N-No lo vuelva a hacer…!

 

Bradley sonrió satisfactoriamente.

 

- ¿Por qué no? – jugó con la inocencia del chico acercándose hacia su cuello –  ¿Debería repetirlo para que lo pienses mejor? – tocó la virgen piel depositando besos lujuriosos y lamidas lentas, apoderándose completamente de aquella zona.

 

Edward se estremeció potentemente. Todo su cuerpo comenzó a sufrir una revuelta de sentidos; su corazón no paraba de golpear cada vez con más fuerza acrecentada, el aire empezó a hacerle falta de una forma que lo asustó, y millones de cosquilleos atormentaban la zona que estaba siendo, a su ver, atacada por labios ajenos.

 

Cuando sintió que ya no podía respirar, una inquietud invadió a su garganta, de la cual un gemido fue liberado inevitablemente.

 

Edward se retorció en su sitio, rogando de esta forma que el mayor se alejase, pero sólo ocasionando el que la cercanía se multiplicara provocando que el otro hundiera más su rostro en su cuello.

 

- Aa-ahh… - sintió sus mejillas arder - …¿Q-Qué ha..ce? …¡B-Basta…. N-no…!

 

Intentó mover sus brazos, pero una inexplicable debilidad extrema invadió a todo su cuerpo. ¿Cómo podía nombrar a eso? ¿Qué le estaba pasando?

 

Bradley detuvo por unos segundos su accionar, relamiéndose lascivamente.

 

- ¿Experimentas algo nuevo, niño? – suspiró en su lugar, buscando estremecerlo – Eso se llama ‘dejarse llevar’.

 

¿”Dejarse…” qué? ¿A qué refería? No podía evitar el no comprender nada de aquella situación.

 

Lo único que sí sabía…

 

Era que no estaba bien.

 

- ¿Sabes lo que significa el dejarse llevar, Ed? – lamió con lentitud toda la pequeña extensidad del cuello del joven, quien cerró sus ojos al sentir un potente mareo molestarlo repentinamente – Significa que te gusta. Que tu cuerpo lo disfruta. – mordió ligeramente la húmeda piel, divirtiéndose - Y sabes lo que sucede cuando uno se deja llevar, no?

 

Edward ya no hablaba, tenía la respiración demasiado agitada como para eso..

 

- Ya no hay vuelta atrás. – se contestó Bradley, satisfecho con la docilidad del otro.

 

El pequeño veía en su cabeza una violenta batalla de lo que él creía la “razón” y el “instinto”.

 

Un accionar en base a la razón en esos momentos sería el poner resistencia y el tratar de detener a ese extraño a toda costa. Pero una fuerza trataba de superar este pensamiento, y era nada más que el descubrimiento del placer carnal en manos de una criatura de catorce años.

 

Era imposible que su mente no se viera confundida y atormentada…

 

Sentía cómo aquel ser se acercaba nuevamente, y jugaba un poco más con su cuello desesperadamente.

 

- Ah..Ah… - refregó su cabeza contra la pared, despeinando sus cabellos dorados. Una ola de cosquilleos carcomió su vientre, y una misteriosa inquietud se presentaba en todo su cuerpo.

 

¿Acaso eso era……

 

 

….dejarse llevar..?

 

 

F-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-B

 

 

- ¡¡Maldito!! – golpeó fuertemente con su puño la pared ante la enorme impotencia que cargaba.

 

No podía creerlo, pensar que semejante atrocidad hubiera sido sobrellevaba por un niño que apenas comenzaba a entender el mundo que lo rodeaba.

 

Era imposible… No… No podía ser..!

 

- Roy… - susurró apenas, Edward. Aún se mantenía en su lugar, cabizbajo y sentado en la cama.

 

El ver la reacción de Roy lo había despertado de su trance en el recuerdo de su pasado. Parecía que cada cosa que contara apuñalaba al mayor de la manera más horrible.

 

Roy se llevó una de sus manos a su rostro, para luego deslizarla hasta sus cabellos y corrérselos hacia atrás. Suspiró una gran bocanada de aire, y volvió a mirar al joven sentado en la cama…

 

- ¿Es verdad lo que me dices.. Edward? – preguntó con temor y al mismo tiempo rabia contenida.

 

El rubio asintió débilmente dos veces, sin mirar al mayor.

 

- Dios santo… - se dejó resbalar por la pared y se sentó en la frialdad de la alfombra. No tenía palabras para expresar toda la cólera que lo consumía con esos momentos. - ¿Qué… Qué pasó luego, Ed? ¿Ese… Ese imbécil no te lastimó, no? – preguntó, sin saber en verdad si quería seguir escuchando, pero era de notar que la historia no terminaba allí.

 

- Yo… - Edward bajó aún más la mirada. El recordar… hacía tan mal… - E-Ese día… me lo … me lo hizo por primera vez…- sus ojos volvieron a aguarse de sobremanera.

 

Roy mordió su labio inferior.

 

- No sabía qué hacer… S-Simplemente… no .. no podía pararlo…! – se abrazó a sí mismo, como si de esa forma pudiese evitar el que cualquier ser invisible lo tocase – Luego… Luego de unos minutos…el timbre sonó…

 

…Eran mis padres…

 

F-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-B

 

 

 

Luego de depositar al inmóvil niño en la cama de su habitación, corrió a atender la puerta de entrada donde recibió al resto de la familia Elric.

 

- Hohenheim, volviste! – exclamó simulando alivio. Llevó sus ojos hacia la mujer que lo acompañaba, la cual se la notaba un poco débil aferrándose al brazo de su esposo - ¿Cómo se encuentra, Trisha?

 

El mayor rubio expresó toda la seriedad posible en su rostro, ingresando a su propia casa.

 

- Hablaremos de esto luego. Tú y yo tenemos asuntos importantes que atender. – sentenció bruscamente.

 

Bradley sonrió maléficamente dejándole el paso libre a la pareja que entraba, para después cerrar la puerta.

 

- ¿No pensarás agradecerme? Yo acepté el quedarme a esperar a tu hijo. Fácilmente pude haberlo dejado en la calle esperando…

 

La delgada mujer pareció palidecer y con las fuerzas que le quedaban volteó hacia el hombre junto con su gran tono autoritario, característico de una madre…

 

- ¡¿Cómo puede decir eso?! ¡¿Dónde está Edward?! ¿Qué ha…..?

 

- ¡Trisha, tranquila! No debes alterarte! – la acurrucó en brazos, el rubio. Dedicó una feroz mirada al morocho, maldiciéndolo mentalmente – No juegues conmigo. Edward llegó a esta casa… NO?! – retumbó las últimas palabras por las paredes.

 

Bradley se encogió de hombros, sonriendo.

 

- Tranquilo. Está en su habitación, no me ha dirigido palabra desde que llegó. Puedes verificarlo. – dijo confiadamente…

 

Luego de lo sucedido… era de esperar que el pequeño se llevara el asunto a la tumba. Era joven, incrédulo e inocente, y se había enfrentado a una situación que iba más allá de lo que su mente se preocuparía a esa edad.

 

Lo primero que haría el niño sería ocultárselo a sus padres y cargar con la culpa y el miedo él sólo con la almohada y la oscuridad de la noche.  

 

Podía estar de lo más seguro… que nunca…

 

…sabrían que él había sido el encargado de corromper la inocencia de aquel pequeño ser…

 

 

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

Respiraba agitadamente en la soledad de su habitación. Su cuerpo desnudo era cubierto por las húmedas sábanas que lo rodeaban desprolijamente, y sus cabellos se adherían a su bello rostro ahora enmarcado por el cansancio y el terror al mismo tiempo.

 

No podía llevar sus pensamientos a cualquier otra cosa que no fuese lo que acaba de suceder…

 

Millones de preguntas atormentaban su mente… Acrecentando sus dudas ante su propia familia…

 

¿Qué conexión tenían Bradley y su padre? ¿Qué le había pasado a su madre? ¿Tenía eso algo que ver con el raro comportamiento que esta llevaba últimamente?

 

Todo su mundo… se había reducido hasta quedar completamente destruido.

 

Y lo estaría aún más, si llegara a enterarse de todas las cosas que aquel extraño del parche tenía pensadas para él…

 

Su vida a partir de ese día…

 

No volvería a ser la misma…

 

Nunca más…

 

..

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

WAAAAAAAAAAAA! PERDONEN LA MEGA DEMORAA! Y TAMBIÉN PERDONEN LA REALIZACIÓN DEL EPI MÁS CORTO DE LO NORMAAAL!

Les agradezco ENORMEMENTE por todos los preciosos comentarios que dejaron en mi ausencia!

Aquí les dejo el link mejorado para quienes NO pudieron ver el segundo video del fic!

Because of You

(coloquen en la URL):

harutears . blip . tv

 

Y para ls fanátics del DeviantArt (como yop ; D) me he creado una nueva cuenta en esta maravillosa página!

harutears . deviantart . com

Allí podrán encontrar dibujos míos ^^ (coff.. coff.. RoyEd.. coff..) y algunas fotos random xD!

Lo dejo para quienes disfrutan de esa página y así podamos estar en contacto en otro sitio además del fanfiction ^^

Próximamente colocaré la segunda parte del pasado de Ed!

Mil besos a todos! En verdad.. sus comentarios me dan muchas más energías de seguiiir!

Nos estaremos leyendoo, gentee! Nunca olviden dejar algún reviiiiew! ^^

Cuídense! Se despide se despiiiideeeee...

HARU!

 


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