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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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"Día de Lluvia"

Segunda Parte

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Lentamente… abre los ojos.

No lo había notado.

Se había quedado completamente dormido en la bañera, ahora ésta encontrándose con el agua fría.

¿Acaso se habría desmayado?

No lo dudaría, con el fuerte ataque emocional que tuvo… Aunque no recordaba mucho qué le había sucedido.

Al menos ahora no se sentía tan débil. Podría decirse que se hallaba mejor.

Con cuidado, se levanta de la resbaladiza bañera, saliendo de ésta. Agarra la toalla que colgaba a un lado en la pared y se cubre con ella, mientras secaba con suavidad su cabello.

Se acerca al gran espejo del baño que se encontraba en la puerta, viendo su reflejo en él.

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Mirada cansada, con unas leves ojeras debajo de sus ojos.

Cabellos alborotados y maltratados.

Lágrimas marcadas en sus mejillas.

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Realmente… no se reconocía.

¿Desde cuándo era tan débil?

¿Por qué era tan débil?

Deja caer la toalla al suelo, ahora observando con claridad todo su cuerpo. Aún seguía esa cicatriz en su pecho, hecha por uno de sus últimos y peores clientes.. Bean; …tal vez jamás olvidaría ese nombre.

Además de la cicatriz, llevaba, mayoritariamente en su cuello, marcas de chupones y alguna que otra mordedura hecha con anterioridad.

Siente una vez más …un escalofrío recorrerle en todo su ser.

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- Estúpido…

Insulta a la persona que tenía en frente. Juzgándola con terrible pena en su mirar.

- ….Estúpido… - agacha la cabeza, llevando varios mechones rubios hacia su rostro aún húmedo, sintiendo vergüenza de sí mismo.

Levanta nuevamente su mirada y la enfoca hacia sus ojos, mostrándolos corrompidos y tristes, pero teniendo bien en claro una decisión…

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- Ya no más… - susurra para él, mientras apretaba sus labios con algo de nerviosismo e impaciencia.

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Toma de nueva cuenta la toalla tirada en el suelo y sale del baño…

Dispuesto a cambiarse…

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- ¡Aaron, llegas tarde!

Se escuchaban las quejas de un gran hombre con una musculatura formidable, y un rulito rubio como cabello.

Sí, hablamos del secretario/propietario señor Armstrong, quien le reprochaba desde su oficina a uno de los empleados del restaurante, ahora totalmente lleno de gente de alta clase social.

Con tales clientes tan importantes, ¿cómo se le ocurría a ese muchacho llegar tarde?

- ¡Lo siento mucho señor, tuve un problema! – se disculpa avergonzado, recordando el motivo por el cual se había demorado; y fue justamente por no encontrar el moño que combinaba con su traje especial de camarero.

- ¡Comienzo ahora mismo con el trabajo!

Hace una pequeña inclinación respetuosamente y sale de la oficina lo más rápido que puede.

Toma la carta del menú del día que se encontraba en la barra de la cocina, memoriza hábilmente los platos especiales por ser fin de semana, y empieza atender a una pareja de la mesa ocho.

- Cielos… - suspira Armstrong entretanto se acomodaba más en su asiento – ni siquiera se aprendió por completo el menú ¿Qué vamos a hacer con este chico? – comenta soltando una pequeña risita.

Pero se ve que a la gente le agradaba Aaron y, generalmente, siempre pedían por él para que los atendiera.

Ese muchacho tenía algo especial, algo que lo diferenciaba de los demás meseros.

- Es un tremendo idiota… - dice con gracia.

Realmente, el hecho de que en esa ocasión estuvieran ante clientes tan importantes, ya sean en la industria de comercios o empresas, lo ponía nervioso.. quería que todo estuviera sumamente perfecto y que disfrutaran del restaurante. No por nada tenía cinco estrellas.

Intenta distraerse un poco mientras acomoda unas cuentas hojas sueltas en su escritorio.

Seguía con su tarea..hasta que algo llama su atención.

Con una de sus manos toma una hoja que le parecía familiar. Comienza a releerla un poco…

- ¡Oh! ¡Esta es la solicitud del chico rubio! – exclama con una cierta emoción – "Edward Elric".. Debería venir hoy para confirmar si comienza a trabajar mañana..

Separa la hoja de las demás llevándola en una esquina de la mesa, y guarda los archivos restantes en uno de los cajones de ésta.

- Ese muchacho, también tiene algo especial – piensa en voz alta mientras se estira en su asiento, para luego levantarse, dispuesto a ver cómo seguían las cosas en la cocina.

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Dos de la tarde.

Nuevamente… comienza a lloviznar tranquilamente en la pequeña ciudad de PathRain, si bien había un poco de sol.

Al menos, eso era de agradecerse.

El "Central N.K.", el hospital más importante de toda la localidad, era invadido por montones de niños y mayores de todas las edades. Al estar constantemente expuestos al frío, para luego volver a la humedad, y ni hablar de las interminables lluvias y tormentas.. era fácil pescar cualquier tipo de enfermedad o hasta el resfriado más grave.

- Edward Elric.

Llama una dulce asistente asomándose desde la puerta de una oficina, mientras observaba en varias direcciones hasta que sus ojos se topan con un llamativo niño rubio, sentado en una de las cómodas sillas de la sala de espera.

- Es su turno.

Aunque nuestro joven, no venía por un simple resfriado.

Ni bien Edward se había cambiado y preparado, había salido del Temple Loue, yendo directo hacia el hospital.

Temía que el vaso de alcohol que preparó Bradley estuviera mezclado con algo… que lo dañara.

Se levanta de su asiento y se dirige hacia la puerta de donde lo llamaba la amable señorita, quien portaba una dulce sonrisa, y le deja el paso hacia la entrada.

Entra a la oficina.

A diferencia del blanco de los pasillos del hospital, ésta la recubría los más cálidos colores, desde el crema hasta un naranja pastel.

Esto aliviaba un poco al rubio.

Sentado en una gran silla detrás de su escritorio, se encontraba un sonriente señor de lentes un poco mayorcito de edad.

Haciendo una pequeña seña a la asistente para que cerrara la puerta, procede a brindarle asiento a su paciente favorito; por más que no debería de tener preferencias.

Se toca graciosamente su bigotito blanco, teniendo aún su simpática sonrisa…

- ¡Ed! ¡Cuánto tiempo! ¡Cómo has crecido, chico! ¡Creo que me has pasado!

Exclama amistosamente, extendiendo su mano en modo de saludo.

Edward no puede evitar contagiarse de su sonrisa y optimismo. Toma la mano del señor, brindándole un fuerte apretón. Le agradaba… Además, era el único que nunca sacaba tema sobre su pequeña estatura ¿Cómo no iba a agradarle?

- Hola doctor John. Es verdad… Hace mucho que no paso por aquí – comenta sonriente y tranquilo Ed.

- ¡Siglos, hijo, siglos! ¡Jaja! ¿Cuántos años tienes ya?

- Dieciséis. En junio cumpliré ya los diecisiete.

- Eras sólo un niño cuando tu madre te traía ¡Oh! ¡Eso! ¿Cómo está Trisha? También hace un montón que no la veo. – pregunta amablemente el señor.

Edward abre sus ojos. Sin saber qué decir. Realmente.. no esperaba esa pregunta.

Se aclara su garganta e intenta aparentar el nerviosismo y la nostalgia que en cuestiones de segundos se notaron en su faz.

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- Ma… mamá? Pues, sí, está bien ¿sabe? Tengo un hermano. Se llama Alphonse.

- ¡Oh! ¡¿En serio? ¡Qué sorpresa! Cielos… Cómo avanza la vida. Y yo que estoy muy atareado con mi trabajo últimamente. – exclama el hombre.

No había obviado la reacción del chico,

… sintiendo algo extraño en eso.

Uhm, capaz que eran sólo paranoias. Hacía mucho que no lo veía, no se detendría en detalles.

- ¿Y bien, joven? ¿Qué te trae por aquí? – pregunta finalmente acomodándose en su asiento, prestándole suma atención al rubio que tenía en frente.

Edward lo mira algo intranquilo, creyéndose por un momento comenzar un interrogatorio.

Pero… ¿qué pensaba?

¡Era una visita al médico!

- B-bueno…

Sin poder evitarlo, enfoca su mirada hacia la punta la mesa del escritorio, con tal de no atisbar ojos ajenos.

- Quería… Yo quería hacerme un análisis de sangre… - finaliza apretando sus labios, sintiendo cómo su corazón latía potentemente.

El doctor levanta una ceja, extrañado.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que tienes?

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La pregunta del millón.

Se lleva una de sus manos hacia su cuello, sobándolo. Sintiéndose… raro.

- Es que… yo… - enfila sus ojos hacia el suelo - … yo pensaba…

- Edward – llama el hombre, obteniendo la atención del muchacho, quien ahora se atreve a enfrentar su mirada - ¿Qué te pasa?

Debe ser una de las preguntas más cortas, y difíciles del mundo, entre los seres humanos.

Muerde su labio inferior ¿Por qué le era tan arduo el poder confiar en los demás? ¡Es un doctor! Se supone que está allí justamente para ayudarlo.

- Yo… …-

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No puede terminar. Adentrándose en un profundo silencio.

Sinceramente, su círculo social no era muy amplio que digamos. Nunca fue de salir demasiado, más que para temas de estudio… Siendo siempre el número uno en su salón.

Siempre se preocupó por su futuro y por Alphonse.

Tomando como consecuencia al final… un camino que carcomía su vida entera, encerrándolo aún más en su propia pecera.

Si bien era bueno con las palabras y la teoría… No lo era al momento de expresar sus sentimientos.

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- Ahhh… - suspira decepcionado el doctor, por la falta de confianza que el rubio le tenía.

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Pero…

Notando la falta de atención del chico…

Sus ojos un poco rojos…

Y una obvia falta de autoestima…

Sospecha algo.

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- ¿Dolores de cabeza?

Edward es sacado de sus sueños interiores, volviendo nuevamente a la realidad, sin comprender al hombre en el gran sillón.

- ¿Eh…?

- ¿Has tenido dolores de cabeza últimamente?

El chico piensa un poco la pregunta, tratando de recordar volviendo días atrás.

- Sí.. – afirma con seguridad, aunque agachando su mirada, encontrándose algo desanimado.

- ¿Cansancio? – continúa el doctor con su cuestionario.

- Sí.

- ¿Mareos?

- T-también… - responde débilmente; recordando así… lo sucedido a la mañana en la habitación del "hotel", y en la noche anterior.

- Puedo notar que perdiste algo de peso…¿ ¿Te has estado alimentado bien?

- N… No… tanto…

- ¿Haces alguna actividad física?

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¿Podría considerarse tener relaciones sexuales como actividad física?

Diría que sí… Aunque no era a lo que el doctor se refería… Además..

¡Nunca se lo diría!

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- No…

El señor lleva sus ojos un momento hacia el niño. A su edad, estaba llevando una vida para nada sana.

Se aclara la garganta, y dejando escapar un tono adornado de preocupación, pregunta…

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- ¿Tienes amigos? ¿Sales con ellos?

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¿Amigos? ¿Acaso eso le incumbe saber? ¿Qué pretendía?

Aunque de todas formas… la respuesta era…

- No…

John se acomoda sus lentes, entretanto suspiraba perplejo por las respuestas del chico.

Apoya sus brazos en el escritorio, uniéndolos con sus manos entrelazando sus dedos; observando detenidamente al muchacho.

En verdad… se lo notaba cambiado… Muy cambiado.

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- Edward ¿Eres… feliz?

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Apuñalada en el alma.

¡Ja!

¿Qué si era feliz? ¡¿Qué si era FELIZ?

Deja escapar una leve y corta risa involuntaria, sonriendo con gracia resignada.

Esta expresión es sustituida lentamente por una de angustia y miseria. Otra vez…

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Otra vez…

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Ese detestable líquido salado invadiendo su vista, molestándolo al mismo tiempo.

Aprieta sus labios, intentando retener ese sentimiento. No pretendía mostrarse débil ante nadie… ya estaba cansado.

Esto es percibido por el doctor. No lo iba a dejar pasar.

Aunque por ahora… no le diría nada al chico.

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Se levanta del gran y cómodo sillón, yendo para una de las enormes estanterías de la oficina, buscando algo entre unas cajas.

Abre una y, confirmando que es la que necesitaba, la saca del mueble y la apoya en su escritorio.

- Si tanto lo deseas. Te haré el análisis de sangre – menciona lentamente.

Esto sorprende al rubio, quien levanta su mirada, dirigiéndola hacia el señor.

Éste extrae de la caja que había separado, una pequeña bolsita de plástico transparente, revelando de esta manera su contenido; una jeringa.

- Será como si fuera la picadura de un mosquito – comenta graciosamente, volviendo la sonrisa en sí.

Edward, un poco más animado por la actitud del hombre, sonríe levemente.

No le tenía miedo a las agujas.

Hay cosas peores.

....


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