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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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"Fría Brisa"

"Dulce café"

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La noche cae finalmente en la ciudad, sintiéndose la tranquilidad únicamente interrumpida por los vientos provenientes del sur.

Las veredas son iluminadas por los faroles, que le brindan luz a los autos que aún circulan por las calles.

En todas las casas las familias se alistan para despedir el día e irse a descansar; con el calor de las estufas encendidas dando el sentimiento acogedor de seguridad.

Todo es arropado por la paz en esa fría noche. Así como cierto rubiecillo encantado por una increíble noticia.

Se encuentra en la oficina del señor Armstrong, quien le da las indicaciones y algún que otro consejo para que tome en cuenta en ese negocio tan competitivo.

Se había ganado un pequeño lugar en la gran familia de los Cassanova, ahora trabajaría para ellos .. ¡Quién lo diría!

Por más que sea un simple mesero, daría lo mejor de sí. Con esto hecho sentiría… al menos… un pequeño orgullo que lo anime a seguir. A no querer rendirse en el gran juego de la vida.

- ¿Edward? Oye… ¿Estás bien?

- ¿Eh? ¡Ah! ¡Sí! Disculpe… continúe. – Debería corregir esa costumbre de centrarse en sus pensamientos, algún día lo metería en problemas. Suda una gotita en la disculpa.

- Bueno, como te decía, como eres nuevo en todo esto se te asignará un empleado superior que te ayude tanto en la teoría como en la práctica en el trabajo – explica el mayor mientras se sienta en su cómodo sillón del escritorio.

- ¿Empleado… superior? – cuestiona algo confuso el pequeño.

- Claro. Te ayudará para que te adaptes al ritmo de este negocio.

- Pero… - el rubio ladea un poco la cabeza, sintiendo sus ideas algo enredadas.

El hombre lo mira unos minutos y, al momento de comprender la situación, deja escapar una fuerte pero breve risa.

Edward cae a la realidad algo pasmado, sobresaltándose por la risotada de unos segundos. Ese hombre realmente no medía su energía, que ya de por sí era desmesurada.

- P-por qué….? – es todo lo que puede salir de su boca, mientras suda otra gotita.

- ¡Ya sé lo que piensas, Elric! – responde aún alborozado. Cambia su expresión a una más autoritaria..

– No te tomes tan a la ligera este empleo, muchacho. Sé que parece sencillo a ojos inexpertos, pero a todos los que pasaron por aquí les costó mucho el comienzo – advierte con cuidado el propietario – Pero no me malinterpretes, no quiero desanimarte con esto – sonríe muy a su manera, esperando alguna otra consulta del chico.

- ¿Tan así es? – pregunta aún confundido. Realmente no creía que ese trabajo constara de tanta práctica o si quiera algo de empeño. A fin de cuentas… sólo era servir comida ¿No?

- Velo por ti mismo. Pero puedo asegurarte; que no te aburrirás – finaliza animadamente.

Justo cuando Edward pensaba hacerle otra consulta, la puerta de la habitación es golpeada cuidadosamente tres veces seguidas, esperando el permiso de entrada.

Armstrong se reincorpora acomodándose en su asiento y apoya sus brazos en la mesa.

- Adelante – exclama desde su lugar.

La detallada puerta blanca es abierta lentamente, exponiendo así, a un joven alto, de piel tostada, cabellos oscuros y unos llamativos ojos verdes llenos de vida.

- Ya he terminado, jefe. Los clientes se han ido satisfechos y ya he cerrado las entradas – informa con un cierto destello de orgullo entretanto se asomaba por la puerta.

- ¡Perfecto, Aaron! Pasa, pasa. Justo en este momento iba a llamarte. Mira, te presento a Edward Elric, el chico del que te hablé.

Aaron entra completamente a la habitación, visualizando de esta manera al rubio que se encontraba en ella junto a su jefe.

Abre sus ojos de par en par al verlo llevándose una gran sorpresa. Edward no puede evitar copiar su reacción, estando los dos boquiabiertos.

- ¡TÚ! – exclaman al unísono, ambos señalándose.

- ¡Yo te recuerdo! ¡Eres el chico con el que me topé la otra vez! – menciona el de ojos esmeralda, haciendo memoria de aquella vez que se había llevado por delante a alguien, por no tocar la puerta antes.

Mejoró su hábito…

- Justo ahora estaba explicándole sobre el trabajo. Qué bueno que llegaste. – comenta sonriente Armstrong. – Edward, él es Aaron Wright, camarero desde hace dos años. Uno de nuestros mejores empleados.

- ¿Está bien mentir así? – cuestiona sudando mil gotitas el moreno.

- No. Pero hay que causar buena impresión al joven, ¿no?

Edward no puede evitar dejar escapar una risita con algo de tentación.

Aaron sonríe ante la reacción del chico, lleva su mirada hacia él y extiende su mano, en modo de saludo.

- Bueno como ya sabes, soy Aaron. Espero que de aquí en adelante nos llevemos bien. Cualquier duda que tengas puedes venir a consultarme – comenta amistosamente.

Ed lo mira, observando la mano extendida del amable joven.

No se abstiene que varios recuerdos lo perturben nuevamente…

Siempre… Todas las personas con las que se había metido anteriormente, de sus sonrisas se escondían intereses por detrás.

Esas sonrisas falsas, que podían llegar a engañar a cualquiera. … Hipócritas… prometiendo una confianza segura.

Pero ésta… ésta era distinta. Parecía… sincera.

Era como la de…

El señor Mustang…

Algo cauto, pero decidido, eleva su mano derecha, mirándolo directamente a los ojos, y le entrega un fuerte apretón al muchacho, quien sonríe por la respuesta.

- Oh, Aaron, pero por supuesto que se llevarán bien. – menciona en un cuchicheo Armstrong, con carita como quien oculta algo – Ya que te he seleccionado para que seas su superior y le enseñes como corresponde el trato hacia los clientes… - no había finalizado cuando de repente a Aaron parece agarrarle un ataque cardíaco.

- ¡¿PERO QUÉE? – grita un poco más desfigurado el chico.

- No veo qué tiene de malo – aclara el grandulón, sin comprender por qué tanto alboroto.

- P-pero…! – mira en dirección a Edward, éste sólo se encoje de hombros mientras le devolvía la mirada al moreno – Q-qué…¡¿Qué se supone que deba hacer? ¿No puede encargarse alguien más de esto? – pregunta rogante.

- No te me pongas a lloriquear ahora – contesta terminante Armstrong – Tú mismo le has dicho que con cualquier duda que él tuviera podría recurrir a ti.

Oh, demonios.. Realmente había dicho eso? Debía manejar más su grado de amabilidad.

Edward contempla algo confundido la situación.

Si tanta molestia era para el muchacho, ¿Por qué el "jefe" estaba empeñado en que Aaron se encargara de él?

- Si es mucho pedir, no te preocupes. Puedo arreglármelas y adaptarme rápidamente, en eso no tengo problema… - comenta tranquilamente, sin intenciones de armar alguna escena con sus "superiores" sin haber comenzado a trabajar aún.

Aaron le hecha otra mirada a Edward, con una cierta contrariedad reflejada en su rostro con respecto al comentario del rubio.

- No seas arrogante – suelta sin medir - ¿Crees que podrás aprender tú solo sin la ayuda de nadie?

Ed suda una gotita - N-no es lo que quise decir… - niega varias veces con su cabeza. Podía sentir las malas energías que el de ojos claros emanaba. Este chico… ¿dónde quedó su sonrisa amistosa? ¿Acaso tenía doble personalidad o qué?

Armstrong suspira resignado ante lo infantil que seguía siendo su empleado.

- Te escogí a ti porque son alrededor de las mismas edades y pensé que sería lo mejor – comenta con algo de desilusión – Pero bueno…

Se levanta con calma de su asiento, dándoles la espalda a los dos muchachitos.

Tal vez era hora de atacar al punto débil de Aaronín.

- Si no puedes ser capaz de realizar un objetivo tan corriente y elemental, creo que he acertado en subestimarte… ya que no representas ningún orgullo como camarero. Tal vez… después de todo… no eres inmejorable.

CHAN

Golpe… TOTAL… a su ego.

- Q-quée…? – tartamudea shockeado.

¡Eso SÍ que no se lo permitiría!

¡Ya se metieron con Aaron Wright!

- Qué lastima… Pero bueno. Conseguiremos a alguien más profesional, no te preocupes Edward. – seguía tirando leña al fuego Armstrong.

- E-ehh… pero yo no estoy preocupado - Ed suda miles de gotitas al ver la cara del morocho acechándolo como presa.

Ya pareció rebalsar el vaso.

- ¡YA! ¡Está bien! ¡YO me encargaré del chico! ¡Lo entrenaré de tal forma que será el mejor de TODO Cassanova! – Analiza lo que acababa de decir y agrega – sin superarme… claro.

El cacho de hombre detrás del escritorio sonríe victorioso con cierta maldad.

Psicología inversa.

Siempre funciona.

- ¿Entonces le enseñarás todos los contenidos que debe de saber, con paciencia? – cuestiona mirándolo directo a los ojos.

- ¡Por supuesto! ¡No dejaré que ningún novato me humille! – grita en modo desafiante y lleno de energía.

- ¡¿Eh? Pero… yo nunca dije…! – Edward estaba totalmente perdido, ¿desde cuándo se había convertido en el enemigo del morocho?

- ¡Así me gusta! ¡Pues entonces los espero a ambos mañana para la práctica! Recuerden que el lunes es el único día donde no hacemos horario de corrido, así que desde las dos de la tarde hasta las cuatro tendrán a su disposición el salón para practicar. – informa sonrientemente el mayor.

- ¡Perfecto! – grita Aaron con emoción.

Edward dejaba escapar chistosamente varias lagrimitas de frustración, sin poder comprender lo que estaba pasando.

¿Cómo llegó a meterse en esa situación?

Aaron se voltea sosegadamente y se dirige hacia la puerta de salida, abriéndola al momento.

Un nuevo desafío que agregarle a la semana… ¡Genial! No podía estar más entusiasmado de comenzar a "entrenar" al rubio.

Observa por última vez a Edward… echándole una sonrisa muy confiada.

- Te estaré esperando, Novato – susurra con una notoria chispa de superioridad.

Sale de la oficina y cierra la puerta tras de sí.

Dejando a un rubio muy perturbado.. junto con su jefe que no dejaba de sonreír por la "batalla" ganada.


- Waaarrrgghhhmm…

- ¡Que no conozco ese idioma, hombre!

Un desanimado Roy se encontraba en la casa de su amigo a altas horas de la noche.

Ambos estaban en la sala de estar de Hughes sentados en un nuevo y cómodo sillón, recién comprado y llegado ese día.

Hacía poco el de lentes se había mudado a ese nuevo departamento y ya comenzaba a "rellenarlo" con alguna que otra decoración y mueblería.

¿Y qué mejor manera de festejar su "nuevo comienzo" que con la inesperada visita de su fiel amigo?

- Oye… me gusta tu nuevo departamento… - suspira mientras se acomoda más en las almohadas pomposas del mueble.

- Ey, ey… ¡Ni se te ocurra acostumbrarte tan rápido! No quiero llegar tarde por las noches y encontrarte tocando mi puerta.

Reprocha Hughes mientras intenta leer un libro, sentado en la otra punta del gran sillón.

Siempre lo mismo con Roy. Era trabajador, responsable, considerado, puntual en todo… pero no tenía vida social, o ese era el chiste que siempre le marcaba con anterioridad con cierta gracia.

Ahora pensaba… que era en serio.

- Aaah… Roy… - suspira derrotado. Deja a un lado el libro que "pretendía" leer, y le hecha una mirada a su compañero.

Se lo veía cansado, con la mirada perdida en algún punto de la habitación, su semblante no reflejaba más que la "nada".

Si algo era muy común en Roy, era que siempre que visitaba a su mejor amigo en situaciones extremas, (como lo es ir a su casa tan tarde por la noche), era porque algo le sucedía.

Él nunca causaría tantas molestias por simples caprichos sin justificación, y eso Hughes… lo sabía muy bien.

- Ey, Roy… ¿Cómo estás? – pregunta con compasión, intrigado por su compañero.

Roy gira su rostro hacia él, brindándole una mirada más muerta que viva.

- perdido… - susurra en una voz ultratumba.

Un escalofrío recorre totalmente a Hughes.

- ¡Oye! ¡Arriba ese ánimo! ¿Qué te pasó que estás tan decaído?

- No seee.. no seee…! – se queja frustrado el de piel blanca mientras hunde su rostro en una de las pomposas almohadas del sillón.

- Ese "no seeee" – dice Hughes imitando graciosamente la voz de su amigo – me suena más a capricho tuyo…

- ¡No! Reaghmehte no she qué me pasgha – comenta casi in entendible desde el almohadón.

Suda una gotita, por el comportamiento tan inusual de Roy - Estoy empezando a dudar que eres de mi "raza" – responde – Mírame a la cara y háblame como Dios manda.

Roy rebela su sonrojado rostro dejando el almohadón entre sus piernas, mientras se aferra a él fuertemente con sus manos.

En verdad, sentía vergüenza de su problema.

- Oye… Sabes perfectamente, repito, perfectamente – entona Hughes – que puedes contar conmigo para cualquier cosa, lo que se te ocurra! Yo te estaré ahí siempre, como lo estoy ahora – menciona con toda la sinceridad del mundo.

El de ojos oscuros levanta su mirada, enfocándola en la tan preocupada de su amigo.

Pensar que en estos momentos en verdad… no tenía nada… absolutamente nada que decirle lo mataba más al ver esos ojos claros llenos de preocupación. Porque, justamente…

- No se… - responde Roy, insistiendo en su afirmación inicial - No tengo idea de qué me ocurre…

Hughes levanta una ceja, sin comprender del todo - ¿Te sientes mal? ¿Estás enfermo?

- N-noo.. no es eso – aprieta más el cojín entre sus manos – me siento… quiero decir…

Lleva una de sus manos hacia su cuello, sobándolo, entretanto guiaba sus ojos hacia un lado del cuarto, para no enfrentar la mirada del otro.

- Me siento como una boba colegiala… - menciona con suma seriedad.

Hughes no sudó una gotita… sudó una ENORME gotota mientras caía al suelo ante el comentario TAN inesperado e INCOHERENTE del que hace llamar "su amigo".

- ¡¿Acaso tú te estás burlando de mí? – acusa desde el piso el de lentes con una vena hinchada.

- ¡Claro que no! ¡¿Por qué dices eso? – pregunta confundido Roy, sin entender el por qué su compañero reaccionó de esa manera.

Él se sentía de esa manera y se lo hizo saber, ¿Qué tenía de malo eso?

Hughes se acomoda los lentes mientras suspira intranquilo, tratando de calmarse.

- Está bien… tú… te "sientes" como una boba colegiala… - menciona muy lentamente, mientras trata de controlar su ira – Qué me quieres decir con eso? Qué debo YO interpretar de eso? – otra venita hinchada.

- No me mires con esa carita.

- Es mi cara, tengo los ojos para ver, y te miro como quiero.

- O-ok…

- ¡Ya contéstame! – exclama perdiendo la paciencia mientras vuelve a sentarse en el sillón.

Si Roy había ido hasta su casa a esas horas sólo para inventarle algún que otro cuentito…

Era hombre muerto.

- ¡Ya te dije! ¡No se! – insiste frustrado – ¡Todos los días me levanto MUY tarde y no puedo dormir por las noches! ¡Me distraigo por cualquier cosa! ¡No puedo concentrarme en el trabajo! ¡Mi mente se vuela en todo momento! ¡Y por todo eso el llevarme cosas por delante se ha vuelto una rutina para mí!

Levanta su camisa mostrándole su cintura, en la cual había bien marcado un molesto moretón.

- ¡¿Con qué rayos te hiciste eso?

Con ojitos llorosos, recordando lo sucedido, responde – Esta mañana con la punta de la mesa…

- Uuuuyy! – hace una mueca Hughes, un poco más y sintiendo el dolor de aquella escena.

Vuelve a acomodar su camisa y suspira derrotado.

El oji-jade lo mira por unos segundos, analizando todo lo que le había dicho. Realmente… no era muy usual de Roy ser tan despistado, al menos no tanto como para llevarse una mesa puesta por el camino.

"Roy" y "despistado" no pegaban en una sola oración.

Pero… ¿Qué le podría estar pasando?

Un breve silencio recorre la espaciosa habitación, entretanto se hundía en sus pensamientos, buscando una respuesta a sus dudas…

Tal vez…

Quizás… podría ser eso…

¡Oh!

¡Se le ocurrió una idea!

¡Si! ¡Definitivamente era eso!

Una sonrisa picarona atraviesa su mirada, enfocándola totalmente en su amigo; el cual siente escalofríos ni bien divisa semejante sonrisa.

- E-eh… ¿Todo bien? – tartamudea un poco.

- Roy. Acaso tú… - se acerca hacia él, aún manteniendo esa sonrisa acusadora y tan traviesa.

- ¿A-caso.. yo qué? – se estaba poniendo un poco nervioso.

Cuando Hughes sonreía de esa manera, ¡nada bueno podría ser!

- Tú… - repite su amigo.

De esa sonrisa se escapa una pequeña risita, y mientras lo señala con el dedo…

- ¡Estás ENAMORAAADOOO~! – canta como un niño pequeño mientras se echa a reír.

De la piel sumamente blanca de Roy, se forma un potente rubor que acapara todo su rostro en cuestión de segundos.

- ¡¿-Q-qué dices? ¡Claro que NO!

- ¡Jaja! ¡Vamos, Roy! ¿Qué otra cosa podría ser? – suelta con gracia su amigo, que no podía más de la tentación ante la inocencia de Roy - ¡Ahora dime! ¿A quién le has estado echando el ojo? – pregunta en tonito de picarón.

El de ojos oscuros parecía un foquito de luz de navidad rojo fosforescente.

- ¡A nadiee! ¡Deja de decir tonterías! ¿Cómo puede ser ESO el motivo de mi problema?

- ¿Y qué otra cosa podría ser TAN relevante como para que ocupes tu mente en ella las veinticuatro horas del día? – pregunta en ironía, teniendo la "batalla" ganada.

¿De dónde sacaba esas frases imposibles de contestar?

Roy despeina un poco sus cabellos con una de sus manos, sintiéndose en una encrucijada.

¿Él? ¿Enamorado?

¿Cuándo pudo pasar eso?

- Pero… ni siquiera conocí a nadie como para decir "oh! Me enamoré!" o algo por el estilo… - comenta aún con un leve sonrojo en sus mejillas.

Hughes no puede evitar dejar escapar otra risita ante la respuesta tan sencilla de su amigo.

- Pero… ¿Te gustaría?

El "acusado" levanta su mirada, enfrentando a la persona que tenía delante.

- ¿Eh? ¿Qué? – cuestiona sin entender.

- ¡Enamorarte! ¡Conocer a ese alguien especial que te encante totalmente! – suelta con cierta emoción de sólo pensar la idea. La cual le parecía maravillosa!

El corazón de Roy dio un salto en su interior, no podía ni siquiera imaginarse a sí mismo estando con alguien.

Alguien después de…

De todo…

Lo que pasó…

Con…

Rápidamente, el rubor y los nervios se desvían, convirtiéndose en una profunda nostalgia.

¿Qué estaba haciendo hablando de amor y de enamorarse?

¡¿Acaso había olvidado todo lo que pasó?

¿Acaso la había olvidado a…

Ella?

Baja la mirada nuevamente, dejándola estática en el almohadón que llevaba en brazos.

- No…

Responde con un notorio deje de tristeza.

- No puedo… yo… No podría…

- Hey, Roy – dice en tono de ánimo Hughes, comprendiendo a dónde iba a parar la conversación – Tienes que pensar que tu vida continúa, pero hasta un límite. No puedes vivir el resto enfrascado en el "atrás". Debes de seguir con lo que creas que es correcto.

Apoya su mano en el hombro de Roy, tratando de brindarle entendimiento y apoyo.

- ¿No crees que… si la situación hubiera sido al revés… tú habrías querido lo mismo para ella?

Roy lo mira con algo de sorpresa, sintiendo el peso de a verdad en sus palabras.

Sería muy difícil. Sí. Pero no por eso debía lamentarse y no avanzar nunca en su camino.

En su largo camino.

- Sí… tal vez… tengas razón… - menciona mientras lleva nuevamente su mano hacia su cuello.

- Oye, que yo siempre tengo razón ¿Por qué crees que soy tu amigo? ¡Serías un desastre si no estuviera a tu lado! – ríe sin piedad el oji-verde. Rompiendo el clima que se había formado.

- ¡Oye! ¡Eso estuvo de más! – no puede evitar contagiarse de la risa de su compadre, su tan fiel amigo.

- ¡Bueno! Como te viniste hasta aquí, y te entraste a lloriquear por estas cosas tan tarde en MI casa, YA mismo te me vas a la cocina a hacerme un festín como cena! – ordena señalando la cocina.

- Lo haré sólo porque te debía una! – finaliza Roy, levantándose del cómodo sillón y estirándose en el acto.

Ambos hombres se dirigen a la sala continua a preparar una cena decente sin quemar el departamento. Como veces anteriores había sucedido…

Roy, seguía perdido en su mente con la conversación que habían tenido.

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¿Enamorarse nuevamente?

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Sí… la idea no le parecía nada mal…

Tratar de vivir su vida… pendiente en él.

Al menos darse un gustito, después de todo por lo que tuvo que pasar.

Todos necesitamos alguna vez el egoísmo en nuestras vidas ¿no?

Pues esta vez, pensaría sumamente en él, y, como había dicho anteriormente Hughes, "concentrarse en SU felicidad"

Y el plan de compartir con alguien especial esa misma felicidad…

En verdad…

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No le desagradaba para nada.

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-Continuará-


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