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Errores encadenados por Paz

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Notas del capitulo:

Este fic ya se esta acercando al final..., posiblemente con dos capítulos más le de por concluido. ültimamente se me hizo muy cuesta arriba para poder continuarlo...

Errores encadenados

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 23: Ha llegado el día más importante de nuestras vidas

 

Tal vez fueran los nervios pero despertó mucho antes de la hora planificada, sin embargo, se mantuvo quieto, acariciándose el vientre.

-Buenos días, mi bebita –susurró Kaede- Hoy es el día. Tus papás van a casarse, así que recuerda que tienes que comportarte debidamente, será un día de mucho movimiento y comprendo que te sentirás molesta, hoy va a ser un gran día y cuando seas mayor y puedas comprender porque tienes dos papas podré contarte lo bien que te portaste y lo felices que fuimos tu papá y yo.

Dirigió su mirada hacia la mesilla, una sonrisa adornaba su rostro, Hanamichi le había dejado el día anterior un despertador, todavía quedaban treinta minutos para comenzar a moverse.

Respiro tranquilo. Por su parte estaba dispuesto para que todo saliera según lo acordado, había pedido a su padre en días anteriores que le proporcionara un laptop, había encontrado bastante información de lo que desea encontrar y tomó cuenta de uno de los detalles que más había llamado su atención. Hacerle un regalo, lo recibiría a primera hora de la mañana, solo esperaba que fuera de su agrado.

Por un lado le pareció absurdo hacer esa clase de obsequio a un hombre, pero por otro era tan romántico que no pudo evitar llevarlo a cabo.

Escuchó pasos que se acercaban y el picaporte de la puerta al ser abierto. La habitación estaba en penumbras, aún así vió asomarse la cabeza de sus padres.

-Estoy despierto… -dijo al ver su sigilo.

-Buenos días, Kaede. –Su madre se inclinó sobre su rostro dándole un suave beso en la frente- Felicidades, cariño. Hoy es un gran día.

-Buenos días, mamá. Buenos días, papá. –dijo al sentir el suave apretón de su mano en su hombro.

-Tengo algo para ti. –dijo mostrándole una cajita con un delicado envoltorio- Me pidió que te la entregara antes de que comenzaras con los preparativos.

Kaede la recibió, tenía cierto peso, pero no era excesivo. La movió para ver si acertaba con el contenido, luego mientras su madre apartaba las cortinas y la luz del nuevo día clareaba la habitación se decidió a abrirlo, no destrozó el papel, al contrario, fue desenvolviéndolo despacio hasta dejarlo a un lado de la cama.

En su mano sostenía una caja de regular tamaño, con el logotipo de una reconocida casa que se especializaba en crear hermosas joyas. La abrió, de su interior se deslizó una tarjeta, la recogió leyendo los trazos que allí había escrito Hanamichi.

-”Te envío este reloj para que no se te pase la hora de nuestra cita. Recuerda que nos veremos hoy a las 15:00 horas. No faltes. Te amo. Hanamichi"

Una sonrisa asomó en sus labios y entonces pensó que su obsequió era una minucia comparado con el suyo, por otro lado, le sorprendía que ambos hubieran tenido el mismo pensamiento, hacerse un regalo, el primero de muchos, estaba seguro.

-¡Es precioso! –admiró su madre.

-Si. –lo sacó de su estuche, la esfera tenía un tamaño adecuado, lo puso por encima de su muñeca observan el efecto, era perfecto. Sencillo, pero al mismo tiempo elegante, el diseño de la pulsera era de oro blanco, dorado y naranja, formando un trenzado muy artístico sin que resultara rígido al uso. Se adhería alrededor de su brazo con una perfección que le llevaba a preguntarse como pudo acertar con la medida exacta de su muñeca. Lo volvió a guardar en su estuche que dejo sobre la mesilla- No puedo entretenerme más, tengo que estar aseado antes que traigan el desayuno.

Su padre se acercó para ayudarle a caminar, en tanto su madre apartaba la ropa de cama para que pudiera levantarse.

La ligera bata del hospital permitía ver el abultado vientre de Kaede, se llevó la mano a él para sujetar a su bebita.

-Te ves hermoso… -dijo su madre emocionada ante la perspectiva de ser abuela.

-Gracias mamá…, aunque me siento torpe y pesado. Aún me pregunto como Hanamichi puede pensar que soy adecuado para él.

-Por que te ama, cariño.

-Yo también le amo… -y con cuidado se puso de pie, su padre le ofrecía su brazo fuerte para apoyarse en él mientras daba sus primeros pasos hacia el aseo.

Bajo la ducha estaba ubicada una silla especial para su uso, al principio se había sentido incomodo, pero con el paso del tiempo se acostumbró a ella.

-Si me necesitas, llámame… -dijo su padre junto a la puerta.

-Lo haré. Olvidé recoger la yukata para vestirme.

-Iré a por ella. –a poco volvió dejando sobre una repisa la ropa doblada- Sera conveniente que te ayude con tu aseo.

Tuvo que darle la razón, solo no podría hacerlo, pero que podía agacharse para pasar el paso por todo su cuerpo.

Algunos minutos después, su padre llevando solo una bata de la clínica lleno uno de los cubiletes con agua y la echo por encima de los hombros, pecho y espalda de su hijo. En  un paño húmedo puso jabón líquido comenzando a frotar sus extremidades superiores e inferiores hasta enjabonarle por completo todo el cuerpo, ninguno de los dos se turbo ante el aseo intimo, como si ambos recordaran cuando era pequeño y se ocupaba de llevar a cabo idéntica tarea. Echó agua sobre sus cabellos, sobre la palma de su mano echo un chorro de champú que distribuyo entre sus dos manos antes de pasarlas por los cabellos de su hijo comenzando a frotarles hasta dejarlos con una capa de espuma, cuando quedo satisfecho tomó nuevamente el cubo llenándolo con agua repetidas veces hasta comprobar que no quedaba restos de jabón sobre su cuerpo.

Secó sus cabellos hasta no dejar ni resto de humedad en ellos y los peino pasando sus dedos entre ellos

-A las diez tiene que venir el barbero y el peluquero –comentó Kaede, al sentir el esmero que su padre adoptaba con esa tarea.

Unos golpecitos en la puerta les hicieron prestar atención.

-Muchachos… daros prisa, ya ha tenemos aquí el desayuno –les avisó su madre y esposa dándoles el cariño apelativo.

-Danos cinco minutos –pidió Rukawa padre, la bata que se había puesto había absorbido en parte la humedad de su cuerpo, más no era suficiente, por lo que tomando un paño seco comenzó a secarle concienzudamente, sin dejar ni un resquicio de piel sin revisar que no quedara húmeda.

-Creo que ya esta todo –dijo dejándose sentar en otra silla alejada de la ducha.

Su padre tomó su ropa interior y le ayudó a ponérsela, ya que a su hijo le resultaba complicado agacharse o doblarse.

-Ponte de pie y apoya ambos manos en mis hombros –dijo su padre acuclillado frente a él- Ahora levanta el pie derecho, eso es, ahora el otro. –aprobó mientras lo deslizaba por sus piernas y muslos hasta que el borde alcanzaba la cintura. Le vistió de cintura para abajo, dejándole preparado para concluir con el resto después que acabara con el resto de su aseo.

***********************

A considerable distancia de Kaede, casi en el mismo momento que él se despertaba también lo hacia Hanamichi, quien lo hizo con una sonrisa en el rostro.

El gran día había llegado. Se casaba, nunca paso por su imaginación que iba a sentirse así, impaciente por estar Kaede como esposos. Era comprensible que el tipo de vida que había llevado le impidiera pensar en formar una familia. Conocer a Kaede y saber que por un error iba a tener un hijo suyo le colmo de un anhelo que no sabía que en el fondo de su corazón ahí estaba. Ansiaba tener hijos y que estos fueran suyos y de Kaede aún le daba más plenitud a su vida.

-Arriba dormilón –dijo una voz juvenil entrando en la habitación y tirándose encima de la cama.

-¡¡Auch…!! -dijo fingiéndose haber sido golpeado con dureza y como si en ese momento se diera cuenta preguntó- Lucy… ¿Cuándo has llegado?

-¿Acaso pensaste que iba perderme tu boda?

-Supuse que tu padre te avisaría, por lo menos le dije que lo hiciera.

-Me llamó hace dos días. ¿Es guapo? –preguntó con mirada soñadora.

-Si, lo es… ahora que te parece si me dejas solo para que pueda levantarme.

-¿Quién te lo impide? –preguntó con expresión divertida.

-¡¡¡Hummmm!! –Se quedo como pensativo- ¿La decencia? –preguntó como si hubiera echo un enorme descubrimiento.

Riendo se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, antes de salir se volvió a mirarlo.

-Venía a avistarte que ha venido alguien preguntando por ti.

-Toma el recado o dile que venga otro día…

-Es mejor que bajes… -y saliendo lo dejo solo.

Picado por la curiosidad se levantó, cruzó la habitación sin importarle su desnudez hacia la ventana más próxima y se asomó. Ajeno al hecho que pudieran verle desde las casas del otro lado de la calle. En el bordillo vió una camioneta de repartos de una floristería.

Sorprendido, recogió una bata para cubrirse y descendió las escaleras deteniéndose al pie del descansillo al ver al repartidor, llevaba un ramo de rosas rojas aterciopeladas, envueltas en papel celofán, con ramas de helechos como adorno, al mismo tiempo sostenía en la otra mano una caja con cubierta transparenta en el que se veía un tallo largo que remataba en un tulipán de un color durazno y otra más pequeña donde se veían un ramillete para la solapa del traje, dos claveles unidos, uno rojo el otro blanco.

-¿Sakuragi Hanamichi? –preguntó el joven al verle descender apresuradamente y pararse al verle allí, al parecer se había equivocado al pensar que la destinataria era una mujer.

-Si… -acabo de descender las escaleras, teniéndose frente al joven, recibió el ramo y las dos cajas, demasiado sorprendido para tener otra reacción.

Algunos minutos después de que se fue aún continuaba allí parado, fue Lucy, su sobrina quien le sacó de su aturdimiento, al preguntar.

-¿Quién te las envía? ¿Tiene tarjeta? -mirando con admiración el hermoso ramo.

-Consígueme un florero, vamos a ponerlas en agua antes que se marchiten –dijo Hanamichi reaccionando y dirigiéndose tras ella a la cocina.

Posó las cajas sobre la mesa que presidia la cocina, en tanto Lucy echaba agua en el florero que había encontrado en el fondo de uno de los armarios.

Al quitar el papel celofán un sobrecito se deslizó hacia el suelo, Lucy lo atrapó antes que lo alcanzara y se lo entregó a su tío que lo abrió, leyendo emocionado su contenido.

-Lo envía Kaede.

-¡¡Qué romántico!! –Exclamó Lucy- ¿Qué es lo que dice? ¿Puedo saberlo?

-"En este momento, en que nuestras vidas se unirán para siempre, recuerda lo que dicen las flores. Kaede".

¿Lo que dicen? –miró sorprendida el ramo.

Hanamichi abrió la caja grande y sacó su contenido, acercó el borde a sus labios y musitó.

-Con esta me esta diciendo "Estoy completamente enamorado de ti" –le mostró el pequeño ramillete y aquí "haz conmigo todo lo que deseas, solo te pertenezco a ti"

-¿Quiere decir lo que creo que dice? –preguntó adoptando una expresión como de turbación.

-Piensa mal y acertarás, solo que también podemos darle otro significado, Kaede me esta diciendo que me hace entrega de su vida, su confianza en mi es total. Él ha pasado por una mala experiencia y aún así su confianza en mi es sobrecogedora. –trago saliva- Por favor, lleva el florero al salón. Ponlo en la repisa de la chimenea.

-Junto al retrato de la abuela…

-Si junto a su retrato. Es un buen lugar. No puedo demorarme más, dijo al ver la hora, corrió escaleras arriba sin olvidarse de llevar consigo las cajas con sus dos preciados tesoros.

Kaede había acertado con su regalo.

Emocionado, dejo las flores sobre su mesa de estudios, aquella que durante años soportó el peso de todos sus libros, ahora despejada por completo.

Durante los siguientes minutos, su hermano y su sobrina escucharon sonrientes su vozarrón bajo la ducha, podía ser capaz de realizar grandes hazañas, pero lo que era cantar no tenía el más mínimo sentido del ritmo.

***********************

Cada minuto que transcurría se iba sintiendo más nervioso, el barbero ya había estado con él,  le dio un corte de pelo muy favorecedor, considerando que durante todo ese tiempo en la clínica no se lo había cortado, por lo que le llegaba a los hombros, después había procedido al afeitado, y solo cuando su cliente quedo satisfecho con su trabajo se despidió.

-¿Qué hora es? –preguntó a su padre.

-Las doce.

-Voy bien de tiempo… -dijo ocupando una sillón y dejando reposar su espalda en el respaldo. Había sentido durante un rato los movimientos de la bebita y ahora que podía tomarse un respiro, pasó su mano por su vientre acariciándola y haciéndola saber que todo estaba bien.

***********************

Sabía que su plan para ese día era un poco más apretado que él que había dado a Kaede, había procurado que él tuviera momentos tranquilos para evitar cansarle con los preparativos, por ello, a las doce y media ya estaba vestido y preparado para la sección de fotos que le harían en el jardín y en algunos rincones de la casa que estaban engalanados para la ocasión. Toda la casa resplandecía en adornos para ese día tan importante.

La familia más cercana ya habían llegado y los niños pequeños estaban revoloteando por el jardín aturdiendo con sus gritos y corridas a los adultos, que formaban grupos poniéndose al día con las novedades.

Todo transcurrió como estaba pensado.

-Frank, ¿ha salido ya la limusina para recoger a Kaede?

-Hace media hora que se puso en camino, debe estar por llegar. También he pedido que comiencen a venirr aquí para recoger a aquellos que quieran ir al juzgado. Nadie ha querido perderse la ceremonia, la mayoría de ellos han empezado a marchar por su cuenta. Estarán allí esperando por vosotros.

El fotógrafo seguía revoloteando sacando no solamente fotografías del novio, sino también de todos los que se ponían por delante de su cámara.

-Dile que se vaya ya al juzgado, lo quiero allí cuando este esperando a Kaede.

Frank asintió y se dirigió hacia el fotógrafo con el que habló un par de minutos.

***********************

Una humedad muy sospechosa apareció en los ojos de su madre.

-Mamá… vas a estropear tu maquillaje… -dijo con una cálida sonrisa.

-Estas guapísimo… -dijo pugnando por evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos, siempre había deseado verle casarse y ahora en ese instante, le veía tan elegante dentro de su traje blanco que sentía que la felicidad que veía en su mirada compensaba el dolor que sintió cuando tuvieron que viajar de inmediato para reunirse con él, convencida que no llegarían a tempo para verle con vida, y ahora ahí estaba a punto de cumplir su sueño. La mirada azulina de su hijo irradiaba una felicidad que compensaba el dolor que había padecido.

Y si como quiera confirmarlo preguntó.

-¿Eres feliz?

-Si, mamá, lo soy. Mucho. He sido afortunado desde el mismo instante que nuestros caminos se cruzaron. Todo se ha dado de esta manera para que estemos seguros de que estábamos destinados uno al otro.

La puerta se abrió y apareció la enfermera jefe de la planta. Todo el personal deseaba ser quien le acompañara hasta la limusina, hubo que sortearlo y la fortuna cayó de su lado.

-Rukawa-san ha llegado la limusina.

-No le hagamos esperar –dijo, él estaba sentado en la silla de ruedas esperando ese instante.

La enfermera jefe se situó detrás de la silla y le condujo hacia las puertas del ascensor que allí esperaba sujeto por una joven enfermera.

-Enhorabuena, Rukawa-san –musitó emocionada.

-Gracias, linda. –la sonrisa que le dirigió consiguió que las lágrimas asomaran en sus ojos.- Espero verte más tarde.

-Iré –dijo mientras descendían.

Al llegar a la planta baja, enfermeras y asistentes, junto a algunos médicos le abrían un camino hacia la salida en dos hileras, mientras le saludaban con cariño, a algunas de ellas solo les conocía de pasada. Otras y otros le habían atendido y cuidado con esmero digno de elogio.

El chofer de la limusina, esperaba con la puerta abierta.

Primero lo hizo su madre acomodándose en el amplio y cómodo asiento, la enfermera jefe le ayudó a levantarse, apoyándose en el brazo de su padre, dio un par de pasos alejándose de la silla que fue plegada y guardada en el maletero.

Kaede agacho la cabeza para meterse en el interior del vehículo, al tiempo que daba un paso dentro del mismo, se impulso hacia delante, su madre estaba atenta a su entrada y detrás su padre le sujetaba por la cintura para evitar que su peso le hiciera tambalearse hacia delante.

-Uff… espero poder salir mejor de lo que he entrado –comentó con una sonrisa.

Su padre se acomodo en el asiento frente a él y su madre tomó posesión del otro, de eso modo los tres podían verse el rostro.

El chofer cerró la portezuela y puso en marcha el vehículo, segundos después salía de la propiedad, llevando tras de si una cola de vehículos, en los que iban aquellos que habían tenido la suerte de poder asistir, el resto cuidaba del mantenimiento de la clínica y el cuidado de los enfermos, ya que Kaede no era el único que estaba internado allí.

***********************

Faltaban cinco minutos para que Kaede llegara, de vez en cuenta miraba con impaciencia hacia la calle por donde tenía que llegar la limusina que traía a su futuro esposo.

-Tranquilízate, aún tiene tiempo suficiente –comentó su primo al ver que Hanamichi se paseaba por delante de las escaleras con una impaciencia impropia de él- Creo recordar que iba a ser una boda intima, unos pocos familiares, pero por lo que estamos viendo cada vez llega más gente que te saluda.

-Si, habíamos pensado que así fuera, pero la cosa ha sido tomando otro ritmo y bueno, seremos unas cincuenta personas. Creo. A quien no he podido saludar es a tu futura esposa.

-Las bodas la emocionan y creo que ha subido para ver la anterior a la vuestra. –Comentó con una sonrisa George.

-Disculpa, acabo de ver a una persona que conozco. –dijo apartándose unos pasos y yendo al encuentro de Maggie.

-Gracias por venir.

-Al contrario, gracias a ti por invitarme. Ya ni recuerdo lo que es una boda.

-Esta no será muy convencional.

-¿Él esta bien? –preguntó la mujer que se había vestido con sus mejores galas, aunque su vestido estaba algo pasado de moda, era muy elegante.

-Míralo tú misma –dijo al ver detenerse a pocos metros de ellos, una limusina. No tuvo ninguna duda que se trataba de Kaede y se apresuró a abrir la portezuela y estirar la mano hacia él, quien posó la suya en ella.

En tanto Maggie se acercaba, el chofer de la limusina se apresuró a sacar la silla de ruedas, la enfermera jefe que había aparcado inmediatamente detrás se hizo cargo de ella, aunque no pudo acercarla al espacio abierto porque Kaede estaba siendo ayudado a descender por su futuro esposo, Hanamichi se ubicó a su costado, la enfermera jefe acercó la silla de inmediato y Kaede se sentó, su madre le acercó una manta de cachemira que puso sobre sus piernas.

-Seguro que estabas impaciente –aseguró con una sonrisa Kaede.

-Un poquito… -reconoció.

-Pensé que era una buena ocasión para fugarme –sonrió al decirlo.

-Te hubiera perseguido hasta el fin del mundo si fuera necesario –musito ayudándole a sentarse.

-Eso supuse, por ello aquí me tienes.

-Has querido evitarme el viaje.

-Algo así… -solo entonces apartó la mirada de Hanamichi fijándola en la mujer mayor que estaba parada a pocos pasos de ellos, al reconocerla una sonrisa afloró en sus labios- Maggie-chan, que agradable sorpresa verla aquí.

-Sakuragi-san me envió la invitación, de su puño y letra me dijo que me esperaba y que no se me ocurriera faltar y aquí estoy para darle mi enhorabuena. He rezado mucho por ustedes dos. –y su mirada descendió hacia abajo.

-Gracias, estoy seguro que sus oraciones han sido escuchadas.

-Vamos ya, nuestra hora se acerca.

Dos jóvenes enlazadas por el brazo se acercaron a ellos. Una de ellas se detuvo al ver la mirada azulina fija en ella.

-Ella es Lucy y su inseparable amiga Lisa, es mi sobrina. Ahí se acerca Frank, su padre y nuestro primo George. Él es Kaede.

-Gracias por todo lo que ha hecho por mi –dijo Kaede a Frank estirando su mano para estrechar que se adelantaba hacia él, también estrechó la del otro hombre, bastante más joven que ellos- Encantado de conocerle.

-El placer es mío, estaba deseando conocer al hombre capaz de atraparlo. –dijo George.

-No presumas en exceso, también tu estas atrapado.

-Aún puedo arrepentirme.

-Como si fuera a permitírtelo, querido mío. –dijo una voz suave de mujer.

Mientras conversaban habían alcanzado la puerta abierta de la sala donde iba a llevarse a cabo la ceremonia.

-Te espero dentro –dijo Hanamichi.

Faltaban un par de minutos para que comenzara, los dos hermanos, tan distintos entre si y su primo entraron a la sala, a ambos lados, todas las sillas estaban ocupadas, excepto una hilera de sillas frente a un escritorio, donde se sentarían los padrinos y los novios.

-¿Estas seguro? –preguntó su madre ubicándose a su derecha, en tanto que su esposo, se colocaba a la izquierda de Kaede.

-Si… -apartó la manta de sus pies que descendieron un paso posándolos en el piso- Hanamichi me vera caminar hacia él por mis propios medios.

Dio un paso al frente y la música comenzó a escucharse, Kaede continuo avanzando, escoltado por sus padres un paso por detrás de él, pendientes de el menor titubeo en su camino hacia su prometido.

George se quedo con la boca abierta de la impresión, Frank tuvo que darle un ligero codazo para que la cerrada.

-¿Sabias…? –pudo modular la palabra.

-Si.

Hanamichi estaba ajeno a todos los murmullos, solo veía la figura resplandeciente de blanco que se acercaba a él, dando cortos pasos. Le sonrió dándole ánimos y Kaede respondió con otra que despertó aún más murmullos, su rostro mostraba una firmeza y un deseo de demostrar a cualquiera que pudiera verle que era un hombre enamorado, que él Rukawa Kaede, tampoco se escondería, que todos vieran que era un hombre embarazado porque nunca renegaría de su bebita. La hija que quisieron arrebatarle.

Ahora fue él quien estiró la mano al llegar a su lado. Hanamichi la tomó y la llevó a sus labios depositando en sus dedos un cálido beso.

-Kaede… -musitó.

-Hanamichi…

Ambos se pusieron de frente al oficiante que iba a casarles, los testigos del novio quedaron a su lado y los padres de Kaede al suyo.

El oficiante les dirigió unas palabras de bienvenida y enseguida comenzó a mencionar los deberes que conllevaba su unión, procedió a la lectura de los artículos civiles en los que ambos son iguales en derechos y obligaciones, en el respeto mutuo y en el bien de la familia, en la que los conyugues están obligados a vivir juntos, a guardarse fidelidad y a cuidarse mutuamente

Después leyó el consentimiento en los que ambos tenían que afirmarse en su deseo de celebrar su unión.

El juez miró a Hanamichi y luego a Kaede haciéndoles las respectivas preguntas.

-¿Sakuragi Hanamichi, consiente en este acto, contraer matrimonio con el aquí presente Rukawa Kaede? ¿Rukawa Kaede, consiente en este acto, contraer matrimonio con el aquí presente Sakuragi Hanamichi?

-Si… -respondieron al unísono.

Les hizo entrega de las alianzas.

Yo, Hanamichi, te tomo a ti, Kaede, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. –y se la colocó en el dedo, cuya mano sostenía.

Kaede tomo la alianza y sostuvo la mano de Hanamichi mientras pronunciaba su voto.

Yo, Kaede, te tomo a ti, Hanamichi, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

Una vez más tomó la palabra el juez.

-Por el poder que me confiere el Estado de California y sus leyes, os declaro marido y marido. Enhorabuena. Podéis besaros….

Se dieron un suave beso.

Una suave música de fondo comenzó a escucharse

Solo entonces Kaede se permitió sentarse. Se firmaron los registros, los esposos y los testigos y la ceremonia se dio por concluida. El juez se retiró llevando sus libros después de darles nuevamente la enhorabuena con un apretón de manos.

Con premura la enfermera jefe se abrió paso entre los invitados que se acercaban a saludar a los contrayentes y enseguida Kaede se sentó y se tapó las piernas con la manta, Hanamichi sostenía su mano como si temiera perderlo

-Disculpen…tienen que despejar la sala –les avisó un ordenanza.

-Ya lo habéis escuchado, nos están echando. -alzó la voz Hanamichi- Las felicitaciones las recibiremos en el pasillo.

Hubo risas y todos desfilaron hacia la salida.

La puerta del salón se cerró tras ellos, quienes eran los últimos en casarse en ese día.

-Agradecemos a todos vuestra presencia y vuestras felicitaciones, pero por favor, todavía no ha acabado, ahora nos desplazaremos al templo donde ratificaremos nuestros votos ante nuestros antepasados, los que lo deseen pueden ir, los demás que nos esperen en casa de Frank, pero por favor, no os lo comáis todo. –bromeó.

***********************

Frank hizo una llamada a través del móvil, al momento se acercó a su hermano y a su esposo.

-La limusina ya viene.

-Gracias. Es el momento de irnos –se dirigió a Kaede.

Bajaron a la calle seguido de un grupo de adolescentes y jóvenes que al verlos salir por la puerta comenzaron a arrojar sobre sus cabezas pétalos de rosa, que la brisa hacia revolotear por encima de sus cabezas, un fotógrafo les hizo algunas imágenes mientras se dirigían a la limusina.

Ayudo a Kaede a entrar y luego lo hizo detrás, la silla una vez cerrada fue metida en el maletero.

-Mis padres…-comentó mirando al exterior por la portezuela abierto y al no verlos se sobresaltó.

-Tranquilo, vienen detrás de nosotros, en la otra limusina con mi hermano, mi primo y mi sobrina.

El chofer cerró la portezuela donde ellos estaban, al instante le sintieron ocupar su lugar junto al volante y poner en marcha el vehículo, despacio se apartó del arcén y se incorporó al trafico.

Hanamichi poso sus dedos índice y pulgar en su mentón volviendo su rostro hacia él, la mirada azul de su esposo quedo presa de la suya.

No hubo necesidad de palabras, sus rostros se acercaron y sus labios presionaron los suyos, Kaede inclinó su cabeza, y el resto de su espalda en el respaldo del asiento, los labios húmedos y suaves de Hanamichi se movían abriendo los suyos, chupando y mordisqueándoles con dulzura, un hondo suspiro ensanchó su pecho y su boca se abrió ansiosa de sentirle, gimió suavemente al sentir como la punta de su lengua se metía despacito dentro de su cavidad y moviéndose dentro de él hasta que le sintió por completo desplazándose por sus mejillas, buceando una y otra vez, hasta que inició una danza húmeda enroscándose alrededor de la suya, uniéndose sus salivas, presionando su lengua hacia delante y atrás, en un baile único, en una entrega apasionada y febril, sus mano izquierda que estaba libre, se movió tras la nuca de Hanamichi presionando para que el contacto que les unía no cesara.

La necesidad de respirar se impuso y lentamente, la caricia fue volviéndose más suave, hasta que sus labios se separaron y sus miradas siguieron fijas en el otro. Hanamichi acaricio sus mejillas enrojecidas por la intensidad de la caricia y en sus labios turgentes y húmedos.

-Te amo, Kaede.

-Te amo, Hanamichi –y apenas pronunció esas palabras apoyó su mejilla en su hombro cuando él pasó su brazo por su espalda y su mano se quedo quieta en su cintura.

El coche se detuvo ante una explanada. Al momento, la portezuela se abrió.

-Señores, hemos llegado. –dijo el chofer.

Una vez más todo estuvo dispuesto para que Kaede pudiera sentarse, quien estaba vez no la rechazó. Durante la ceremonia se leyeron sutras y ambos ante el altar dispuesto con los retratos de los padres de Hanamichi y los padres de Kaede, ambos volvieron a repetir una formula que habían memorizado para la ocasión.

Fue una ceremonia íntima, porque solo habían acudido unos pocos, llevados tal vez por la curiosidad o el deseo de complacer al hermano de Frank.

A la salida del templo hubo más fotos, más saludos, más felicitaciones y cuando finalmente se quedaron solos en el interior de la limusina Hanamichi inquieto por su recién estrenado esposo preguntó.

-¿Cómo te sientes? ¿Estas cansado? ¿Ha sido demasiado para ti?

-Bien, no y no –respondió así a sus preguntas.

Aún así, Hanamichi no se sentía muy tranquilo.

-¿Y nuestra hija?

Kaede se emocionó al oírle llamarla así, siempre había sido su bebita, y Hanamichi tal vez por costumbre también la mencionaba igual, sin embargo, ahora estaban casados y aunque siempre lo fue, escucharle expresarse así llevó una humedad a sus ojos que no pudo evitar.

Apoyó su frente a la altura de sus hombros para ocultar acaso su emoción, Hanamichi levantó su barbilla y secó sus ojos con leves besos.

-Ella está bien…, se ha movido un poco, pero no en exceso –pudo decir cuando aquel instante pasó.

Hanamichi se echó hacia delante un par de minutos pulsando el mando del telefonillo que le comunicaba con el chofer, le pidió al obtener su respuesta.

-Tome el camino más largo posible para llegar.

-Comprendido.

Cortó la comunicación.

Se apartó al otro extremo del asiento.

-Recuéstate mientras llegábamos.

Kaede no se lo hizo repetir, apoyó su cabeza en sus muslos a modo de almohada y cerró los ojos, esa posición era cómoda para los dos, Como si eso fuera lo que estaba esperando su bebita dejo de sacudirse. Sentía los dedos de Hanamichi acariciándole suavemente los rasgos de su rostro, a veces se deslizaban por entre sus cabellos, en un masaje tranquilizador.

Ninguno de los dos hablaba, no eran necesarias las palabras para saber lo que sentían.

***********************

Media hora más tarde del tiempo fijado llegaron a la casa, los más jóvenes fueron los que alertaron a los mayores de que ya llegaban.

En segundos la casa comenzó a vaciarse mientras salían para saludarles. Como era habitual, la enfermera jefe se acercó al bordillo para recibir de manos del chofer la silla de ruedas que en segundos abrió y acercó hasta la portezuela que ya había sido abierta por el chofer en espera que los ocupantes salieran. Primero lo hizo Hanamichi, ofreciendo su brazo y su mano a Kaede para que se apoyara con firmeza, una vez que sacó los pies fuera, se impulso hacia arriba quedando de pie un instante, luego dió un par de pasos ubicándose en la silla.

Mientras avanzaban por el camino enlosado del jardín hacia la casa, fueron recibiendo los parabienes de unos y otros, se detenían a menudo durante algunos minutos para presentar a quienes los saludaban. Hanamichi iba mencionando sus nombres para que su esposo pudiera reconocerles cuando volviera verlos.

A la hora prevista comenzó el catering, aunque para entonces, la mayoría de los hombres tenían vasos con bebidas en las manos mientras se formaban grupos con intereses afines.

Lucy se mantuvo cerca de su apuesto tío, atenta a la menor señal de que necesitara alguna cosa, no era la única, también estaba presente la enfermera jefe y el mismo Hanamichi entretenido por sus muchos parientes de vez en cuando le dirigía una mirada de soslayo, atento a ir a su lado a la menor señal, sin embargo, pronto le vio rodeado de sus pequeños sobrinos, algunos de ellos entusiastas del basketball y que no tardaron en reconocerlo y estaban ametrallándole a preguntas, de vez en cuando se acercaba un adulto, hombre o mujer y charlaban un rato con él, como haciéndole saber que él era parte integrante de la familia.

Al cabo de algunos minutos se disculpó con sus primos, segundos o terceros, eran tantos que hasta él olvidaba de quienes eran hijos y pasando por el buffet recogió en un platillo algunos canapés y se acercó a su esposo con ellos, al pasar junto a un camarero con bebidas, tomó un refresco.

Los chiquillos aleccionados por los más mayores, se marcharon dejándole solo apenas le vieron acercarse. Se sentó en un sillón, Kaede movió su silla para quedar casi frente a él.

-Lamento haberte dejado solo… -dijo tomando entre sus dedos uno de los canapés y acercándoselo a la boca- Seguro que no os tomado nada desde la hora del desayuno.

A nadie pareció sorprenderle, el cariño que había en los gestos del joven hacia su esposo, al contrario, les resultaba muy tierno y romántico, verles tan enamorados y porque no, tan embarazado.

El caso había sido tan aireado por los periódicos, las noticias y las redes sociales que ya no era noticia, y tras la primera sorpresa en el juzgado, ninguno mostró rechazo hacia el nuevo miembro de la familia.

-Es bochornoso…

-¿Qué cosa? –dijo acercándole el vaso con refresco.

Kaede lo tomó en su mano.

-Parezco estar inválido… -y le dio un sorbo a la bebida- Todos nos están mirando, fingen no hacerlo, pero les veo.

-Yo no veo a nadie… -dijo inclinándose hacia delante, pasando con cariño su dedo por sus labios húmedos, después le beso suavemente- Te amo, Kaede… y estoy ansioso porque nuestra bebita nazca.

-Creo que ella también esta ansiosa.

-¿Has notado algo? ¿Tienes contracciones?

-Solo es una leve molestia, nada preocupante. –le agarró de la mano para detener su ademán de levantarse- Estoy bien y ella también, posiblemente sea por la emoción de este día.

-¿Seguro? –le miró a los ojos.

Kaede asintió.

Tomó sus manos entre las suyas y las llevó a su boca, dejando un beso en cada palma.

-¿Quieres otro refresco? He visto pastel de zanahoria, te traeré una ración.

-Que sea pequeña… -le pidió.

Al levantarse, Hanamichi vió que desde diversos ángulos de la habitación estaban algunas cámaras enfocándoles. Se dirigió al buffet cruzándose en el camino con un adolescente.

-Bob, hazme un favor.

-¿Qué puedo hacer por ti? –preguntó, después de todo era su tío y cuando estuvo viajando por el extranjero le traía figuras para su colección de soldados.

-Busca una mesilla pequeña llévasela a tu tío Kaede, mientras iré por comida para él.

-Hecho –dijo alegremente el adolescente.

Apenas le había dado la espalda, se escuchó un silbido por encima de las conversaciones, a la llamada de Bob se acercaron una pequeña tropilla de adolescentes y chiquillos, se fijo que parecían estar parlamentando, al instante, todos se separaron y comenzaron a mirar por todos los rincones de la vivienda, hasta dar con lo que buscaban. Desde el buffet mientras elegía que llevar se fijo que tres de los más pequeños, entre los seis y los ocho años estaban a su alrededor, como esperando.

-De acuerdo… tú lleva el pastel de zanahoria, tú los arrollados de carne y tú más canapés –dijo entregándoles los platillos con las correspondientes raciones para dos. Cuando quedo libre se dirigió hacia las bebidas.

Durante un momento hubo un pequeño revuelo, pues los chicos mayores, llevaron entre los asistentes, dos mesillas a las que habían quitado los adornos dejándolas al alcance de la mano de Kaede, después llegaron los más pequeños con un platillo en cada mano, cuidando el equilibrio de los mismos. Tras ellos llegó Hanamichi con una amplia sonrisa y con suficiente bebida para los dos.

-Me haces sentir como si fuera un príncipe.

-Eres mi príncipe consorte y ella mi princesita. –dijo sentándose a su lado- Gracias, Richard, Mike y Louis, si vais a mi cuarto encontrareis unos regalos para vosotros. Hay para todos, así que no vayáis a discutir por pillar el más grande, porque tiene vuestros nombres. –río al decirlo.

Hubo una desbandada hacia el piso superior.

Durante la siguiente hora Hanamichi no se apartó de su lado, eran sus parientes y amigos quienes se acercaban a ellos para conversar, nadie mencionó el embarazó de Kaede, si bien hubo alguno que preguntó cuando volvería a jugar.

Hubo un carraspeo de Hanamichi acallando al indiscreto, quien enseguida comprendió que también ese debía ser tema tabú. Fue el mismo Kaede quien limó asperezas contestando a la pregunta.

-No sabría decirte, mi contrato con el club finalizó hace un par de meses, tendría que volver a ponerme en forma –pasó su mano por su vientre dándole a entender que ese gesto cual era el motivo principal de su marcha- Después estaré tan ocupado que no se cuando podre volver, lo que si tengo claro es que lo conseguiré. Todavía puede dar mucho de mí.

Hanamichi asintió a sus palabras, tomando su mano y llevándola a sus labios, le dio un suave beso. Sabía lo mucho que le había costado decir eso, porque sus lesiones aunque curadas le imposibilitaban para volver al juego. Tenacidad y constancia serían las armas de que disponía para ganar esa dura batalla.

Salir de la casa discretamente era tarea imposible, por eso, Hanamichi tomó las asas de la silla de ruedas y se dirigió hacia la salida, a su paso hacía donde les esperaba la limusina Hanamichi y Kaede iban recibiendo nuevamente las felicitaciones de los asistentes, aún quedaban muchos parientes, algunos regresarían al día siguiente a sus casas, otros tendrían que viajar en avión, por lo que muchos aún continuaban disfrutando de la celebración que se prolongaría hasta la madrugada.

Finalmente, junto a la puertezuela de la limusina quedaban los más próximos a ellos, Frank y su hija y los padres de Kaede.

Se entretuvieron unos minutos despidiéndose.

Fue en ese instante que sucedió, Kaede se levantaba para trasladarse al asiento del coche cuando se dobló sobre si mismo, los reflejos de Hanamichi actuaron al segundo, evitando que cayera al duro suelo golpeándose.

-Ha llegado el momento… -dijo con los dientes apretados por el dolor que sentia.

-Llamen a Kogure-sensei –alzó la voz- Frank, dile a George que necesitamos su clínica. Susy trae un cobertor. Vosotros –pidió a los padres de Kaede- Ayudarme a meterle dentro. Tranquilo, Kaede… -no sin esfuerzo consiguieron dejarle tumbado boca arriba en el asiento.

Kogure-sensei se introdujo dentro.

-¿Cuando comenzaste con las contracciones? ¿Cada cuanto tiempo?

-Media hora…, diez minutos…

George se subió al lado del conductor para guiarle. Segundos después la sobrecargada limusina partía.

Continúa en el próximo capítulo…


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