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Errores encadenados por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí tenéis una nueva actualización, en ella Hanamichi se entera de algo que le afecta directamente.

Errores encadenados

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

 

By Paz

 

Capítulo 9: Noveno error, la confesión

 

 

 

Detuvo el coche en el parking de la Clínica “Los sueños realizados”, no había pensado que volvería algún día a ese mismo lugar, más ahora necesitaba saber que había provocado el derrumbe de la relación de Rukawa con su pareja y no porque le interesará el chico, aunque tenía que reconocer que era hermoso. Sino porque en el fondo de su mente sentía como un presentimiento, una extraña sensación como si él hubiera sido el desencadenante de todo eso.

 

Aunque tenía esa impresión, no tenía la certeza y sabía que la única persona que podía sonsacarle información acerca de Rukawa era a su ginecólogo.

 

Había llamado a la Clínica para averiguar el nombre de su médico y tras un rato de adular a la joven que se puso al otro lado del teléfono no tardó en conocer su nombre, Mr. Ferguson y sus características personales.

 

Ahora esperaba allí, se convertiría en su sombra hasta que pudiera interceptarlo, solo él podía darle a conocer lo que había pasado para que ese desgraciado quisiera matar a la bebita de Rukawa.

 

Solo pensar en ese ser indefenso se le revolvía el estomago, que fuera capaz de llevar a cabo esa salvajada le llevaba a saber que tipo de persona era y se preguntó que había visto en el Rukawa para que fuera su pareja. Era inconcebible que quisiera matar a su propia hija, porque si habían ido a la clínica para concebir era porque se trataba de un hijo deseado. ¿Por qué entonces cambio? ¿Acaso se arrepintió? Por más vueltas que le daba al asunto no sacaba nada en claro. Tener un hijo no era como comprar una golosina y cuando te cansabas de ella la tirabas, cuanto más pensaba en ello menos sentido le encontraba a esa brutal agresión.

 

Apartó un instante la mirada de la entrada principal, sentía la vista cansada de tenerla fija en un mismo sitio. En ese instante, su estomago comenzó a emitir señales inequívocas de carencia de alimentos, la inesperada aparición de Ferris-san en su apartamento, no solo le arrancó de su merecido descanso, sino que salió de su apartamento sin probar bocado y ahora, luego de tantas horas sin comer empezaba a sentir sus efectos.

 

Tanteo sus bolsillos en busca de algo para engañar a su estomago, más esa vez no llevaba nada encima. Se inclinó para abrir el cajetín del lado del copiloto, encontrando una cajetilla con chicles de menta, tomo un par de pastillas y tras unas chupadas comenzó a mascarlas, entreteniendo así la sensación de hambre.

 

Pasaba de las dos de la tarde cuando le vio salir. Su aspecto era inconfundible, bajo, delgado, y con una incipiente calvicie, no recordaba haberle visto con anterioridad, por lo que tuvo la seguridad que podía acercarse a él sin que supiera que había estado allí anteriormente al día de hoy. Aunque habían transcurrido cuatro meses desde esa mañana no podía dejar librado al azar esa circunstancia, podía tratarse de una persona fotogénica y él estaría al descubierto.

 

Tranquilo respecto a esa circunstancia, le siguió con la mirada, luego puso en marcha el motor del coche dispuesto a ir tras él.

 

Se regocijo cuando le vió detenerse ante un conocido restaurante y dejar su coche al aparcoches, se apresuró a tenerse detrás de él, recibiendo una tarjeta con un número, la guardó y se dio prisa para alcanzarle, cuando estuvo a su altura le hablo con toda naturalidad como si le conociera de siempre, el maître estaba cerca más no escuchó sus palabras.

 

-Lo se todo de usted Mr. Ferguson. Actúe con naturalidad y pida una mesa para dos y que sea discreta. –Al ver su expresión añadió- si intenta armar un escándalo él único que saldrá malparado será usted.

 

-Buenas tardes, Mr. Ferguson –saludó el maître al verle y fijándose en el desconocido que parecía ir con él comentó- Hoy viene acompañado.

 

-Si, es un…colega. –concluyó inquieto por esa brusca presencia.

 

El maître hizo un gesto a uno de los camareros quien se acercó presuroso.

 

-Acompaña a Mr. Ferguson a su mesa y que añadan otro cubierto.

 

-Por aquí por favor –dijo el camarero.

 

Mr. Ferguson y Sakuragi le siguieron en silencio.

 

Después de estar acomodados Sakuragi miró a su alrededor, el local estaba decorado con buen gusto y se notaba que allí la calidad de la comida sería insuperable, solo con pensar en comida su estomago volvió a dar la nota.

 

Mr. Ferguson estaba ensimismado en sus pensamientos y no pareció darse por enterado de los ruidos que hacia su estomago.

 

Enseguida regresó el camarero con un servicio extra. Lo agradeció con un gesto, al tiempo que recogía la carta que le entregaba.

 

Se limitó a mirar los precios, todos ellos sobrepasaban su presupuesto, finalmente eligió dos platos entre los más asequibles, aunque también desestabilizaban su precaria economía.

 

Ferguson parecía haber perdido el apetito, si bien eligió un buen vino para acompañar su comida, él como se conformó con agua con gas.

 

-¿Qué es lo que quiere de mi? –preguntó cuando comprobó que su acompañante estaba más animado a comer que a hablar.

 

-Información… -se limitó a decir cuando trago el bocado que tenía en la boca.

 

-Para eso existen oficinas públicas. –reclamó.

 

-Tal vez, pero no la que yo busco. –Supo que no le dejaría acabar de comer hasta que no le dijera el motivo de su intrusión- Rukawa Kaede. –vió el leve parpadeo de sus ojos.

 

-No se quien es.

 

Sakuragi se permitió una sonrisa mientras continuaba comiendo, cuando concluyó cruzó los cubiertos dentro del plato, tomó la servilleta pasándola con suavidad sobre sus labios y le dio un trago a su bebida.

 

El camarero se les acercó presuroso para recoger la mesa.

 

-¿Van a tomar postre?

 

Ferguson negó con un gesto.

 

-¿Tienen carta? –preguntó.

 

-Ahora mismo se la traigo.

 

El servicial camarero regresó en pocos segundos, entregándosela y retirándose  un par de pasos esperando su solicitud.

 

-Una tarta de arandanos y un te verde, por favor. –se decidió tras ojearla detenidamente devolviéndole la cartulina plastificada.

 

Cuando ya tuvo servido su postre y con la seguridad que ya no iban a ser interrumpidos, Sakuragi miró a su interlocutor.

 

-Rukawa Kaede estuvo en la Clínica donde usted ejerce su profesión, me extraña que diga que no le conoce cuando es uno de sus pacientes. –dijo cortando una porción de la tarta y degustándola con autentico placer- Solo por esto, volvería aquí. Esta deliciosa. –tomo otro trozo, le miró esperando su replica.

 

-Tengo muchas pacientes, tendría que ver mi agenda.

 

-Supongo que si, solo que no he dicho que sea una de sus pacientes. Tiene que haberle llamado la atención que una pareja de hombres acudiera a ustedes para una inseminación –esta vez no supo ocultar su reacción- Veo que ya ha recuperado la memoria.

 

-Si ya lo sabe, ¿qué más puedo decirle?

 

-Todo lo que se refiera a él.

 

-No puedo hacer tal cosa, es secreto profesional. –Al ver que torcía los labios en una sonrisa sardónica preguntó a su vez- ¿Conoce la ética profesional?

 

-Es curioso que usted saque eso a relucir –le miró mientras llevaba un trozo de tarta a la boca. Al cabo de unos segundos prosiguió hablando- Tal vez a las autoridades le interese saber quien filtró por Internet que Rukawa Kaede esta embarazado.

 

-La clínica no tiene nada que ver con eso. –se apresuró a negar esa acusación.

 

-¿Cuándo fue la última vez que vió a Rukawa? –insistió.

 

-Un par de semanas, creo.

 

-¿Cómo le encontró? Su embarazo  le ocasionaba molestias ¿acaso? –inquirió.

 

-No fue una visita rutinaria… -le interrumpió, al ver su expresión supo que había cometido un error al darle esa pista.

 

Sakuragi le miró sorprendido.

 

-¿De que hablaron entonces? –se dio cuenta que esa fecha coincidía con el día que él le vió en el vestuario- ¿Su pareja también estuvo presente? –recordaba que los había visto juntos antes que Ferris-san le enseñara las instalaciones deportivas.

 

-Si… -no tenía sentido negarlo.

 

-¿De que hablaron? –insistió. Ante su silencio decidió apretarle un poco las tuercas- Se que la clínica tiene un negocio mucho más rentable de lo que aparentan ser. –vió que le miraba con preocupación, como si sus palabras le sobresaltaran- A mi particularmente no me importa lo que hagan. –había descubierto que la clínica era una tapadera de un negocio mucho más rentable, la realidad era que llevaban a cabo inseminaciones in vitro a mujeres con problemas económicos utilizándolas durante nueve meses como receptores de unos bebes que nacían con las características solicitadas por los futuros padres, el generoso pago que recibían por esos niños o niñas iba a parar seguramente a quien había montado aquel lucrativo negocio: La venta de bebes. Su descubrimiento, ya estaba en manos de las autoridades pertinentes, en cualquier momento a todos ellos les saltaba la burbuja en la que estaban metidos y entonces tendrían muchas cosas para explicar, pero antes que eso pasara él necesitaba conocer todo lo referente a Rukawa para así comprender que había sucedido la noche anterior para que su compañero le agrediera intentando provocar la muerte de su bebé- Si no era una consulta habitual, ¿Por qué fueron a la clínica?

 

-No puedo decirlo…

 

-Si que puede, a menos que quiera sufrir un rudo golpe a su carrera profesional, soy periodista, ¿no se lo dije? –sabía que no- Esta es una historia en la que pueden correr ríos de tinta, ya veo los titulares...  –Hizo un ademán con la mano en el aire como si lo tuviera delante de él, la mirada sobresaltada del hombre le hizo saber que al conocer su profesión había caído abatido.

 

-¿Va a publicarlo?

 

-Depende de lo que obtenga… -no iba a decirle que le interesaba a nivel personal. Porque ni el mismo comprendía porque se interesaba de ese modo por una persona a la que solo había visto en contadas ocasiones cambiando solo con ella unas pocas palabras.

 

-Nos dimos cuenta que hubo un fallo…

 

-¿Qué tipo de fallo? –al preguntarlo se dijo que con ellos era algo que ya no le sorprendía, no después de todo lo que había descubierto de lo que escondían.

 

-El día que tenía que realizar la inseminación a Mr. Rukawa, tuve que ausentarme y me sustituyó el Dr. Harris siendo él quien la realizó. Algunas semanas después vino a mi consulta y confirme que estaba embarazado. Me dio la impresión que no estaba muy feliz, se comportó de un modo extraño.

 

-¿Qué tan extraño?

 

-Aquella tarde, llegue a creer que Mr. Rukawa había actuado bajo la influencia de su pareja quien mostraba un entusiasmo exagerado, sin embargo por lo que ocurrió después supe que estaba equivocado.

 

-Eso que ocurrió fue… ¿el fallo? –al ver su gesto supo que había dado en la diana, solo que no acertaba a imaginarlo.

 

-Mr. Parker se enfureció…, -No le pidió una explicación, sabía de quien se refería- …, nunca antes le vi tan furioso. Trato de inútiles a todo el personal de enfermería y también echó un rapapolvo a los médicos –se incluí entre ellos- Tenía razón, porque aquella tarde no fue agobiante, fue más bien relajada como luego me enteré. Se llevaron a cabo quince consultas por la mañana, una donación de esperma y la inseminación de Mr. Rukawa, por la tarde solo hubo consultas, unas diez. Por eso fue incomprensible que se cometiera tal error.

 

-¿Qué error? –preguntó sintiendo que su mente se llenaba con las imágenes de aquella mañana cuando vió por primera vez a Rukawa-san y él entrando en una salita donde le entregaron un tubo para que dejara su donación, único modo que vió para poder introducirse en la clínica sin despertar sospechas.

 

-Hubo una confusión con los tubos de esperma y…. –su atento interlocutor se atragantó con su bebida.

 

Sakuragi comenzó a toser cuando el té que estaba tomando en ese instante se le fue por mal lugar, tardo unos minutos en reponerse.

 

Aquella mañana todo su afan era marcharse de allí antes que descubrieran que había estado fisgoneando en los archivos de la clínica y no prestaba excesiva atención al personal que le atendía, solo más tarde cuando estaba de camino a su casa recordó las palabras de la atenta señorita, aún en ese momento las recordaba “Puede volver a la sala de espera, se reunirá con usted apenas el doctor acabe con la implantación”. Eso significaba que la bebita que Rukawa llevaba en su vientre fue engendrada con su semen y supo que estaba metido en un problema muy, pero muy gordo. Iba a ser padre y lo ignoraba. Supo que eso no era malo, lo peor era como decírselo a Rukawa.

 

-¿Se encuentra mejor? –preguntó Mr. Ferguson mirándole con preocupación, aunque había sido abordado por ese desconocido, su instinto médico estaba por encima de cualquier otro inconveniente.

 

-Si, gracias. Me distraje, se me fue por otro lado. Dígame, ustedes se lo dijeron, ¿Cómo reaccionaron al saberlo?

 

-No muy bien. Mr. Parker, se disculpó por el error y les hizo una propuesta que no podían rechazar, al menos dadas las circunstancias, pero sorprendentemente, se negó, no así su pareja Mr. Mis…Mich… -no recordaba bien su apellido.

 

-Mitsui.

 

-Si… -no pareció sorprenderle que lo supiera- accedió enseguida a todo lo que se le dijo, en cambio, Mr. Rukawa se empeño en su negativa.

 

-¿Qué le propusieron? –sentía que lo que iba a escuchar no le gustaría oírlo, pero se obligo a permanecer impasible.

 

-Que abortara, por supuesto, volveríamos al principio, pero solo así sabrían que el bebé era de ellos. Mr. Rukawa no quiso oír hablar de esa posibilidad y amenazó con enviarnos a sus abogados, aún no hemos tenido noticias de ellos.

 

-O sea que Rukawa-san quiere conservar a su bebé, ¿les dio alguna explicación?

 

-Ninguna y me consta que Mr. Mitsui le insistió mucho para que abortara.

 

-¿Cómo sabe?

 

-Me pidió verme fuera de la clínica hace un par de días, nos vimos en un parque y me pregunto si había alguna posibilidad de hacerle abortar sin su consentimiento. Le dí a entender que ninguna ley del estado va en contra de los deseos de una madre, aunque se tratara de un hombre la ley le protegía. Le propuse que tuviera paciencia, que esperara a que el bebé naciera y luego se entregaba en adopción, me dijo que lo pensaría.

 

-Comprendo. –no necesitaba saber más, todo ya estaba dicho, ahora comprendía el temor que mostraba Rukawa cuando le recogió ese desgraciado quiso matar a su bebita. A su hija… Un sentimiento de ira le invadió. Iría por ese desgraciado y le devolvería golpe por golpe. Llevó la mano a la cartera y sacó unos billetes- Esto cubre mi consumición –hizo intención de marcharse pero fue detenido por su pregunta.

 

-¿Quién es usted?

 

-Soy…, soy el padre de esa bebita. –y se marchó sin volver la mirada atrás.

 

Continúa en el próximo capítulo…


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