Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dear Life por yuukiyuki

[Reviews - 45]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

LA LI HOOOOOOOOO!!!!!!!!

hola mina!!!

actualice mas o menos con un día de diferencia de nekane -_-, buuu, esque lo olvide por completo n.nU

hora de ponernos legales

decir que como ya saben Gravi no me pertenece sino a Maki-casi diosa Murakami y que yo solo utilizo sus personajes sin fin de lucro con el fin de meterlos al maravilloso mundo del ANGST xDDDD

a leer!

 

Capítulo 1. ¿Dónde está Shuichi?

.

.

Cuando Yuki Eiri abrió los ojos, la luz lo encegueció momentáneamente. Los cerró con fuerza, sintiendo las sienes doloridas y que la cabeza le palpitaba como si estuviera a punto de estallarle, intentó llevarse un puño a la frente, pero el dolor de una gruesa aguja en su brazo se lo impidió. Abrió los ojos de nuevo, sintiendo los párpados tan pesados como si llevara meses de no abrirlos. Apreció el cuarto de paredes blancas y comenzó a ser consciente de todos los aparatos a los que estaba conectado y que monitoreaban sus signos vitales. Vio la bolsa de suero que colgaba a su derecha y los cables que se enredaban desde su pecho a una máquina.

No tenía que ser un genio para darse cuenta de que estaba en una cama de hospital. Había estado demasiadas veces en ellas como para no reconocerlas. Su olor era inconfundible y el blanco por todas partes era tan cegador que lo hacía sentirse enfermo de antemano con sólo mirarlas. Eso no existía en otra parte más que en los hospitales.

Quiso levantar su cuerpo entonces, pero un dolor sordo le recorrió la espalda, impidiéndoselo. Bufó notablemente molesto, si hubiese tenido las fuerzas suficientes se habría cruzado de brazos, pero de hecho, se dio cuenta que a duras penas podía mover los dedos del pie. Gruñó molesto, sin duda, lo que más le exasperaba era no conocer la razón por la cual estaba ahí.

Rascó en su laberíntica memoria buscando respuesta, pero sólo encontraba oscuridades más profundas mientras más miraba. Retazos de recuerdos llegaron poco a poco, pero le pareció increíblemente difícil hacerlo, como si los recuerdos tuvieran brazos y se aferraran a su escondite, negándose a salir.

Él besando a Shuichi en el auto. Él conduciendo. Él golpeando el volante furioso. Él…

Desistió pues, tras unos minutos al descubrir que la cabeza le daba vueltas y el dolor se intensificaba.

Iba a apretar el botón rojo que, según su hipótesis, les daba toques a las enfermeras y las haría aparecer en la habitación cuando la puerta, leyéndole el pensamiento, se abrió por sí sola.

La incertidumbre fue la primera sensación de su mente. Incertidumbre, malestar y un muy mal humor. Ahí, en la puerta, se encontraba Tohma con la misma expresión de a quien acaba de regresarle el alma al cuerpo. Por supuesto que Yuki no podía saber cuál era la expresión de esas personas y tampoco sabía si las almas podían entrar y salir a su gusto del cuerpo, pero su creatividad de escritor le había hecho asociar la expresión de su cuñado con aquello y por alguna razón, sentía que no distaba mucho de la realidad.

Tohma abrió la boca para decir algo, pero sólo un sonido largo y ronco, comparable con un gemido lastimero, salió de su boca. Yuki intentó fruncir el ceño, pero se dio cuenta que así sólo se incrementaba su dolor de cabeza —ya de por sí insoportable—, por ende, optó por seguir mirando a su cuñado, esperando a que éste se recuperara de la impresión de verlo despierto cuando seguramente sólo iba con la intención de hacerle compañía en su sueño.

No tuvo que esperar demasiado cuando el rubio por fin salió de su estupor inicial y cerró la puerta tras él. Se acercó casi tambaleándose y lo primero que hizo al estar lo suficientemente cerca, fue lanzarse sobre él, abrazándolo con mucha fuerza como si temiera que al soltarlo pudiera desaparecer. No era propio de Tohma hacer ese tipo de cosas, no con tal emoción, por lo que Yuki dedujo que, lo que fuera que lo hubiera mandado a aquella cama de hospital, seguramente había sido muy malo.

—Eiri…—murmuró el tecladista con la voz en un hilo.

Cuarenta segundos después lo sintió. La presión en su pecho, punzadas de dolor en las costillas, la palpitación de su pierna y los tentáculos de la desesperación apresándole el corazón. Era como si todo su cuerpo hubiera despertado de su letargo y ahora fuera realmente consciente de que estaba ahí, en un hospital, muy lastimado.

—Shuichi…—dijo y Tohma, como halado por una fuerza sobrenatural, se separó de él, quedándose rígido—. ¿Cómo está Shuichi? ¿Él está bien?

Había querido preguntar por qué demonios estaba ahí, por qué razón tendría que verse incluida, en sus gastos mensuales, una cuenta de hospital seguramente muy elevada; pero, y aunque ya tenía todas esas palabras en su mente ordenadas con perfecta sintaxis, lo primero que había brotado de sus labios como si estos actuaran por sí mismos, fue el nombre de su novio. En otro contexto y si no estuviera sintiendo lo que sentía, hasta se hubiese permitido reír. Habría pensado: "pero qué idiota. Preguntando por el mocoso en vez de preguntar por mí primero". Pero cuando el ex tecladista se alejó de él y se quedó cual estatua en su sitio, sintió que la sangre le abandonaba el cuerpo y era sustituida por trozos de hielo que recorrían sus venas, congelándole y lastimándole por dentro.

—No…Yuki…—susurró Tohma sin mirarle a los ojos, trató de volver a abrazarlo, pero con la poca fuerza que Yuki había logrado reunir, se lo impidió.

—¿Dónde está? ¿Está bien? —inquirió y aunque presentía que su estómago estaba vacío, tenía ganas de vomitar.

Tohma dudó en contestar, parecía estar sopesando lo que diría a continuación, escogiendo minuciosamente sus palabras como se escogerían los ingredientes de una buena cena.

— ¿No lo recuerdas, Yuki? —dijo él con voz serena, fingiendo una tranquilidad que no sentía, colocando una mano sobre la del rubio, a fin de no hacerlo sentir presionado.

Si Tohma esperaba algún tipo de contestación, lo único que recibió fue una mirada de completa confusión. Yuki no comprendía qué, exactamente, debía recordar. ¿Algo relacionado con Shuichi tal vez? Los recuerdos saturaron su mente y casi como si intuyera el principio del Apocalipsis, su cuerpo se estremeció desde sus entrañas, presa de una dolorosa premonición.

Él gritándole a Shuichi. Él diciéndole que se fuera. Él corriendo para alcanzarlo.

Shuichi. Shuichi. Si su mente pensó que pegaría una carrera frenética, ahora había duplicado y multiplicado la palabra por todos los recovecos de su mente. Buscando desesperadamente aquello que debía recordar, aquello por lo que Tohma estaba mirándolo con preocupación en los ojos en lugar de su usual egocentrismo. Aquella razón por la que pensar en su bello novio le provocaba esa sensación tan conocida de abandono y dolor, no la cálida paz que él le había traído.

Abrió la boca al mismo tiempo que su mente trataba de ordenar sus pensamientos. Le habría gustado soltar un sarcasmo, alguna ironía. Le habría gustado decir: "¿De qué mierda hablas, Tohma?", pero sabía que la cosa era muy seria y que si continuaba forzando a su memoria como hasta ese momento, su cerebro terminaría por explotar.

Tohma se dio cuenta que su pregunta había alterado a Yuki. Intuyó que no recordaba nada y estaba a punto de empezar a hablar para tranquilizarlo cuando la voz del escritor lo interrumpió.

—Peleamos…—dijo, con la voz rota. Estaba desesperado, el dolor de cabeza se intensificaba hasta límites insospechados de dolor y la actitud hierática de su cuñado no estaba ayudándolo.

Hubo un pequeño silencio que cabía clasificar de incómodo. Yuki había cerrado los ojos en un intento por mitigar el dolor, mientras el otro rubio lo observaba enmudecido, pensando en cómo diablos iba a manejar esa situación.

—En el mercedes….salió corriendo y lo seguí…—comenzó a decir. Su respiración se agitaba insanamente, a punto de hiperventilar, Tohma le colocó ambas manos en los hombros y lo zarandeó con un poco de rudeza.

—Cálmate, Yuki. Tienes que tranquilizarte—pidió este. El aludido también colocó sus manos en los hombros de su cuñado sin importarle que la aguja del suero se le encajara haciéndolo sangrar. Clavó los ojos dorados en los verdes del productor, no era sus ojos fríos de siempre, no eran aquellas que a las mujeres encantaban, eran unos ojos suplicantes por respuesta, desesperados, heridos, ojos que sólo unos cuantos tenían el privilegio de admirar.

Pero Tohma estaba lejos de sentirse afortunado.

—¿Qué hice? No recuerdo nada—admitió tras un minuto de forcejeo, en definitiva más sereno— Sólo que…lo alcancé, lo besé…—Yuki frunció las cejas y miró hacia otros lados, esperando ver sus palabras ahí porque, aunque se había escuchado a sí mismo pronunciarlas, aunque era consciente de que las palabras habían salido de su boca, no había podido procesarlas correctamente y aunque después lo logró, lo que decía le parecía tan irreal como el hecho de que Tohma no fuera homosexual vistiendo todo un aviario en sus hombros.

Se desplomó sobre el colchón con un gesto de derrota estampado en el rostro. Le dolía la cabeza y su vista se había nublado víctima de un mareo. Sintió los fluidos de su estómago revolverse y subir por su esófago hasta la boca; se incorporó de golpe e hizo señas a Tohma para que le acercara la bandeja en la que vació los fluidos ácidos que le quemaron la garganta. El mundo le dio vueltas de nuevo, cerró los ojos y se llevó ambas manos a los ojos, cubriéndolos.

Le escocían terriblemente, le ardían como su le hubieran echado puños de sal y fue dolorosamente consciente de que estaba llorando.

—Yuki…lo que pasó… Yuki—dijo Tohma, con la voz ronca. Se había acercado una silla y le había colocado una mano sobre el brazo. Tragó saliva varias veces y durante varios minutos se mantuvo en silencio, organizando las oraciones que iba a emplear, las palabras justas, el tono exacto.

Agregó un poco más de presión a su agarre, se mordió los labios y le buscó la mirada al escritor, que la había fijado en un punto inconcreto de la nada, sumido en lúgubres pensamientos.

—Fue por una botella—murmuró Yuki, ido en sus pensamientos. A Tohma le dio la impresión de que lo había dicho más para sí mismo que para él.

Lo miró, sintiendo la boca seca y preparándose para sus reacciones. Apretó su brazo y los ojos de Yuki se volvieron acuosos, lágrimas ciegas de desesperación.

—No volvió…lo busqué pero… ¿me abandonó?

Yuki se dio cuenta en seguida de lo que acababa de decir y miró a su cuñado buscando que lo desmintiera, que le dijera que Shuichi estaba justo tras esa puerta esperando a que él saliera para poder entrar, gritando, llorando quizás. Esperó, pero nada ocurría, sólo Tohma, confuso, desconcertado y algo que le pareció que era alivio, aunque no podía estar seguro dado que sólo apareció por una escasa micra de segundo.

Tohma miró largamente a Yuki con el gesto hecho todo un poema, miró los aparatos, luego la puerta y finalmente de nuevo a su cuñado.

—Espera aquí…—murmuró.

Sintió un alivio momentáneo ante la esperanza de que Tohma hubiera ido a avisarle a su peli-rosa que ya había despertado. Mientras esperaba, mató el tiempo imaginando repetidas veces la manera en que iba a disculparse, creó y repasó todo un discurso en su mente, a la espera de que el mocoso entrara y se arrojara sobre él haciendo su usual escándalo. Sin embargo, cuando la puerta de la habitación volvió a abrirse, quien entró por ella no fue ningún tormento rosa, sino un par de hombres estirados en batas blancas y una enfermera.

Uno de los médicos le sonrió y se acercó a él con una lamparita para revisarle los ojos. Yuki intentó resistirse, cerrándolos con fuerza, pero uno de los rechonchos dedos del hombre lo obligaron a separar los párpados,

—¿Sabe qué día es hoy, Uesugi-san? —preguntó con la misma voz rutinaria de quien ha dicho la misma frase muchas veces. Se removió en la cama, incómodo, tratando de evitar el contacto del doctor cuando éste continuó con su chequeo. El doctor suspiró, incorporándose y guardando la lamparita en el bolsillo de la bata. Con un gesto, pidió la tabla de notas a la enfermera mientras el otro médico, de gafas y muchas canas, anotaba en una libreta sin detenerse.

—¿Quién verga es usted? —preguntó groseramente, enfadado.

—¿Sabe qué día es hoy? —respondió con la misma pregunta del principio y la misma voz monótona.

—Quiero ver a Shuichi, mierda—dijo, ignorando al médico y mirando a Tohma acusadoramente, como a un niño a quien han prometido un dulce y sólo le han dado vegetales.

El ojiverde miró a ambos doctores, exigiéndoles con esa mirada que no dijeran nada que pudiese alterarlo aún más de lo que ya estaba. El doctor de las gafas asintió al que lo revisaba, que ya tenía expresión de fastidio y suspiró con resignación.

—Necesitamos que conteste unas preguntas muy simples. Cuando tengamos lo que queremos, podrá recibir visitas. —Hizo una pausa y levantó una de sus pobladas cejas—. ¿Y bien, cooperará? —Yuki bufó como era su costumbre, afirmando que se portaría "decentemente". La pluma estaba lista para anotar lo que sería un interrogatorio breve—. ¿Qué día es hoy?

—Domingo 12 de octubre—contestó con fastidio evidente. Los doctores escribieron y luego se miraron entre ellos, intercambiando silenciosas opiniones con la mirada.

—¿Su nombre completo?

—Uesugi Eiri.

—¿A qué se dedica?

—Escritor.

—¿Recuerda quién es él? —preguntó, señalando al rubio de ojos verdes.

—Seguchi Tohma, mi estúpido cuñado. —El doctor asintió.

Después, el médico de gafas y cabello cano se acercó, entregándole una hoja y pidiéndole que leyera lo que había ahí escrito y que escribiera algunas cosas. Finalizadas las pruebas, los médicos murmuraron palabras inentendibles y después de asentir afirmativamente, lo miraron.

—Señor Uesugi, usted llegó el día 14 de octubre y hoy es 24 de diciembre. Estuvo en estado de coma durante dos meses—informó y el rubio le lanzó una mirada indescifrable.

—¡¿Qué? —exclamó, incrédulo.

El doctor miró al de las gafas y seguidamente a Tohma, y justo cuando abrió la boca para contestar a su pregunta, el tecladista se adelantó, hablando con palabras atropelladas como si acaba de recordar repentinamente algo importante.

—Chocaste—dijo, adelantándose unos pasos.

—¿Choqué?

—Sí. Te tendremos que comprar un nuevo Mercedes Benz—Yuki frunció el ceño y luego negó lentamente con la cabeza. En su rostro se notaban los esfuerzos titánicos que ponía en rememorar—. No te esfuerces, Eiri, descansa—le dijo, colocándole una mano en la frente, misma mano que luego usó para invitar a los doctores a retirarse con él, dejándolos pasar primero. Al abrir la puerta, las imponentes figuras de dos hombres de aspecto oficial aparecieron en el umbral de la puerta, discutiendo con K—. Todos estábamos muy preocupados por ti—. Fueron sus últimas antes de azotar la puerta tras de sí, con una mirada colérica y los dientes chirriando.

Desde su cama, Yuki fue capaz de escuchar los gritos furiosos de su cuñado, pero no las voces de los hombres que parecían negarse a tomar la misma actitud agresiva.

—¡LARGO! ¡Él no hablará con ustedes!

Silencio. Un silencio que se prolongó por varios minutos, seguramente porque los doctores estaban informando a su familia acerca de su estado.

Sueño no lograría conciliar, ya había estado dormido durante dos meses al parecer. Ahora comprendía el porqué de la debilidad de su cuerpo y esa sensación general de pesadez. Dejó ir hacia atrás la cabeza fijando los ojos en el techo blanco.

—Y al final, nadie me dijo dónde estaba—gruñó, intentando desahogar su frustración.

La puerta se abrió con un crujido, llamando su atención, pero el brillo en su mirada lo abandonó tan rápido como le había llegado pues no era otro sino su torpe hermano el que hacía acto de presencia con una mirada de preocupación que ya no podía seguir cargando con ella, además de los ojos enrojecidos y las marcadas ojeras bajo ellos.

—¡Aniki! ¡Estaba tan preocupado por ti! —gritó olvidándose de cerrar la puerta y abriendo los brazos evidentemente dispuesto a lanzarse sobre él.

Yuki, al fin presa de la adrenalina y un creciente enfado, se arrancó la aguja del suero del brazo y el respirador, poniéndose de pie de un brinco, terminando así de desconectarse del resto de los aparatos y haciendo que éstos comenzaran a sonar lanzando sus respectivas alarmas. Llegó hasta el pelinegro en dos zancadas, cogiéndolo de la camisa con los puños, haciendo acopio de una fuerza que, se suponía, no debería disponer.

—¿Dónde. Está. Shuichi? —ladró, incluso había silabeado como si le estuviera hablando a un retrasado.

Su hermano no podía hablar, presa de la sorpresa, y sólo movía los labios balbuceando palabras inentendibles, los ruidos agudos de los aparatos le taladraron la cabeza y llamaron la atención de una comitiva de doctores y enfermeras que mantenían sus distancias. También habían convocado dentro de la habitación a todos sus familiares.

—Mr. Yuki…—empezó a decir K, pero el escritor pareció no oírlo.

—¡¿DÓNDE ESTÁ? —repitió masticando las palabras, sacudiendo a Tatsuha violentamente, provocando que azotara la cabeza contra la pared.

—Yuki…él no…vendrá—respondió sin entender por qué su hermano mayor preguntaba algo que, para él, era por demás obvio.

Yuki le restó fuerza a su agarre, de pronto consciente de que el pie izquierdo le dolía horriblemente y que la atrofia de sus músculos le pasaba la cuenta de tan abrupta reacción. Abrió la boca para preguntar algo más cuando Ryuichi entró finalmente alejando a ambos hermanos, interponiéndose entre Tatsuha y Yuki con una mirada al tiempo acusadora como indignada.

—¡¿Te volviste loco? —gritó, abrazando al pelinegro de manera protectora.

—¿Qué pa…?—gimió el rubio, sintiéndose débil y al punto del desmayo.

—Nos vamos Tatsuha…—gruñó el castaño, Tatsuha intentó oponerse, pero una mirada llena de lágrimas de chantaje basto para que dejara de resistirse.

Ryuichi tomó del brazo a Tatsuha y lo jaló con fuerza fuera de la habitación. Las manos de Yuki ascendieron hasta su cabeza, había querido jalarse el cabello, porque su mente era nuevamente presa del ataque de los fragmentos inconexos de recuerdos. La poca fuerza reunida comenzaba a abandonarlo.

—Yo…le dije que se fuera…—murmuró, sintiéndose mareado—. Pero él sabe que no era cierto…lo fui a buscar… le di dinero pero…y…y…—Sus rodillas temblaron y sus piernas perdieron la capacidad de aguantar su peso, negándose a mantenerlo en pie un segundo más—. Yo…

Se llevó una mano a la boca, cubriéndola para ahogar el sollozo que peleaba por salir de ella. Un par de lágrimas necias rodaron por sus mejillas y sintió las miradas clavarse sobre él. Estaba ahí, en el suelo, sintiéndose el mayor bastardo miserable del mundo y nadie movía un músculo para hacer algo al respecto, nadie lo ayudaba a levantarse. La escena en ese cuarto se había congelado y sólo sus lágrimas inoportunas, necias, rompían el encanto.

¿Dónde estaba Shuichi para ayudarle a levantarse?

Notas finales:

ustedes no estan para saberlo ni yo para contarlo, y muy probablemente no les importe, pero, entonces, les decia, que este angustioso fic es revisado hasta la muerte mas de una vez por sus locas, enfermas y marihuanas autoras, y que si juntamos eso con el proceso de creación y la escuela y los ataques de 0 inspiracion, en fin, avisar que esto será actualizado cada mes, no antes...pero quizas si después xDDD

gracias por leer

dejar reviews cura el sida/cáncer/sirrosis y demás!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).