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Sikarios por Suri20

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Notas del capitulo:

Este también lo edité recien...muy pokito...sobretodo respecto de los signos exclamativos y esas cosas...:P

 

"Como tú"

 

 

 

En el ambiente resonaban, hacía algunas horas, unas melodías de lo más nostálgicas. De alguna forma aquellas notas producían en la casona una especie de ambiente tranquilo, reflexivo, e incluso melancólico.

Los diversos habitantes de la casona en las diversas habitaciones recreaban, sin querer, episodios especiales de sus vidas. A excepción de Alejandra, nadie en la casona sabía que las piezas musicales eran de Chopin. Sin embargo, lo que la mayoría sí sabía era que el hábil músico que las tocaba lo hacía cuando se encontraba particularmente sensible.

Sin que nadie se diera cuenta, la tarde dio paso rápidamente a la noche, y ésta el aviso de que ya era tiempo de la once.

 

 

Jessica salió veloz de su cuarto bajando las escaleras en dirección a la cocina. Tenía un hambre voraz y ya le parecía extraño que nadie le hubiera llamado para tomarse un café. Vestida con un jeans dos tallas más chicos, una polera ceñida, unas sandalias y un sobrepeso de unos cuantos kilos, era -sin duda alguna- la habitante más desubicada de la casona.

 

A grandes zancadas se acercó a Alejandra, una joven de 26 años que estudiaba arquitectura y trabajaba como vendedora part time para poder pagar sus estudios.

Mientras la morena preparaba la mesa y calculaba mentalmente cuántos estaban en ese momento en la casona, se preguntaba cuándo seria el día en que Jessica ayudara en algo. A pesar de ser una chica sencilla y tranquila no le faltaba carácter, y ya ni recordaba cuántas peleas y discusiones había tenido por los numerosos defectos de la maciza y peliteñida joven.

Con expresión de prepararse para aguantar lo que tenían que decirle, miró a la joven que sonreía vulgarmente mientras se acariciaba las manos, ansiosa.

 

-¿Qué hay pa la once? -preguntó. Alejandra la miró con una mirada significativa- ¿Esto no más? -agregó Jessica mirando los huevos fritos y unos trozos de queso para el pan.

-¿Si no te gusta por qué no comprái 1 tú algo? -la enfrentó, empezándose a molestar.

-¡¡Shhtt!! ¡¡Si no tengo plata!! Si tuviera...

-¡¡Si tuviérai 2 tampoco compraríai!!

 

Antes de que ambas se enfrascaran de nuevo en otra discusión, aparecieron en la cocina dos jóvenes más: Ignacio y Mario.

 

El primero -de contextura maciza, piel blanca y pelo castaño oscuro- estudiaba Ingeniería comercial. Pero aparte de eso, se la pasaba deambulando y vagueando de aquí por allá. Aunque todos sabían que era un vividor y un fiestero empedernido, nadie sabía exactamente los lugares que frecuentaba ni menos dónde iba cuando no estaba en la casona.

Mario, en tanto, también era un tipo joven -tal vez de no más de 25 años- y era el conviviente de Jessica; un moreno de cabello corto y mirada tímida. Estaba completamente enamorado de su mujer, y aunque habían acordado no decir nada  por el momento, no hallaba la hora de publicar el embarazo de dos meses de la peliteñida.

Expulsado de su casa por problemas familiares, se había quedado sin posibilidad de continuar sus estudios por lo que debía trabajar en lo que fuera le ofrecieran. Y aunque tenía infinidad de necesidades básicas, tenía el descaro de ser un sujeto quisquilloso y bastante flojo.

 

Ambos jóvenes llegaron a la cocina al mismo tiempo en que ya las jóvenes se miraban asesinamente. Mario -que detestaba que cualquiera tratara mal a su mujer- miró de mala forma a Alejandra, aunque se limitó sólo a eso. Ya conocía de sobra el carácter de la chica. La joven no era una de esas mujeres que se dejaban pasar a llevar y, dada la amistad que la unía con el dueño de casa, sabía que contaba con toda su confianza. Por tanto, sabía que enfrentar a la protegida de la casona era una pésima decisión.

No podía darse el lujo, a esas alturas, de que por un tonto conflicto lo echaran de la pensión.

 

Ignacio -que era un tanto arrogante y que se creía simpático- en cambio, miró divertido a las dos mujeres, como si se tratara de un espectáculo barato propio de féminas alaracas. Comiendo un trozo de pan sonrió a la vez que miraba directamente a Alejandra, e imitando el tono de los relatores de carreras de hípica gritó: "¡¡paaaartieron!!" 

Molestar a la universitaria siempre le divertía. Le gustaba hacerla sentir ridícula, tonta e ignorante. Tal vez esa actitud se debiera a su reconocida inteligencia, su carácter y su amistad con el dueño de casa. Siempre pensaba que ella se comportaba de tal o cual forma -sobretodo en ausencia del dueño- para quedar mejor parada. Casi como la si fuera la dueña misma o la administradora.

Y algo así era inconcebible para sus limitados y medievales postulados machistas. Primero muerto antes que aceptar que una mujer fuera mejor que él.

Alejandra captó en seguida el tono irritante y falsamente bromista de Ignacio. Así también, captó la sonrisa de Jessica, casi como si Ignacio la hubiera defendido.

 

Por el tiempo que llevaba conociéndolos, y a pesar que sabía de sobra que Jessica e Ignacio eran algo así como amantes -aunque ni eso, pensaba- podría poner las manos al fuego a que aquello no había ido en defensa de la falsa rubia. Sabía que ése era uno más de los tantos comentarios llenos de ponzoña que el joven lanzaba siempre en su contra.

Por eso -y porque no le profesaba sentimiento bueno alguno- la joven le dedicó una mirada desafiante, dura y muy segura, y tomando aire para calmarse se concentró en la preparación de la mesa.

Humillado por aquella dura e indiferente mirada, Ignacio prefirió hacerse el desentendido. Acto seguido, miró hacia el techo; como si de pronto a través de él pudiera ver lo que realmente había unos metros más arriba. Poniendo sin disimulo alguno una expresión de hastío, preguntó a nadie en particular:

 

-¿Y nuestro querido pianista cuando cresta 3 deja de pegarse puñaladas? ¡¡Hace rato estoy que me pego un tiro!! Las hueás 4  que se pone a tocar. ¿Por qué no va alguien a avisarle que la once está lista?

 

Con aquel ácido y rebuscado comentario sólo Jessica rió. Alejandra le volvió a lanzar una mirada dura, y Mario miró reprobatoriamente a su mujer. Molesto porque su comentario no hubiera tenido el resultado que esperaba, Ignacio se alejó ceñudo hacia el comedor.

Jessica pegó un brinco repentino y con voz angelical avisó que ella subiría para avisarle. Sin embargo, cuando no llevaba ni dos pasos dados sintió un apretón brusco en su antebrazo y al voltearse se encontró con Alejandra, quien le dijo que no, que la que iba avisarle al dueño de casa era ella. Acto seguido le lanzó sobre el pecho un paño de platos, y mirándola a ella y a Mario dijo:

 

-Ojala atinen a terminar de poner la mesa y calentar el pan, por último. Supongo que serán capaces de hacer algo tan simple...aunque ahora que lo pienso...tal vez no -y alejándose de ellos sin cambiar su expresión molesta, subió las escaleras.

 

 

Del segundo piso se podía escuchar con mayor fuerza el Valse de l'adieu de Chopin. Sin embargo -y a pesar de la cercanía- la melodía surgía suave y delicada, como si serpenteara como una espesa niebla de humo impregnando el ambiente.

De inmediato, la joven se vio invadida por extraños sentimientos que no eran los suyos, pero que le despojaban automáticamente de todo ánimo adverso. Increíblemente relajada se acercó a la puerta blanca, y sin temor alguno -pero con delicadeza- golpeó un par de veces. En seguida la música cesó para dejar en su reemplazo un extraño silencio.

Adivinando lo que estaría pensando el pianista, la chica sonrió pegada a la puerta y se acercó aún más:

 

-Oye Demian...tranquilo, que soy yo.

 

De inmediato se escuchó al otro lado de la puerta el ruido sordo de un mueble arrastrado por el suelo. Segundos después pasos tranquilos y luego el chirrido de la chapa al girarse.

 

En el umbral de la puerta apareció de pronto un joven. No era muy alto, tenía el cabello castaño y la piel bronceada. Sus ojos, de color café, brillaban cristalinos detrás de unos anteojos.

A pesar que se intuía -por el cabello ondulado despeinado y bastante crecido- un esfuerzo por disimular algo, sus orejas se escapaban irremediablemente. El chico, que vestía una polera deportiva gris y unos shorts negros, se recargó unos segundos en el marco de la puerta y le devolvió la sonrisa.

 

-¿Qué onda, Ale? -preguntó sonriendo curioso, mientras inconcientemente elongaba sus dedos y luego se rascaba la cabeza. De pronto, se quedó unos segundos mirando el rostro de la chica.

 

Si bien no era una modelo, tenía unos rasgos bonitos, pues su rostro moreno y su largo y ondulado cabello negro tenían algo que atraía. Sin embargo para él, lo más atractivo era su carácter.

Sin duda era, al igual que Martín, su verdadera amiga en aquella casona. Además, confiaba ciega y plenamente en su juicio y en sus decisiones. Sabía que era una chica muy inteligente y trabajadora, de buenos sentimientos y muy buena amiga. Además de un carácter fuerte y unas salidas que él le envidiaba mucho. Por ello y porque había sido ella la de la interrupción, había aceptado abrir la puerta. La mayoría de los "pensionistas" sabían que cuando él tocaba el piano no le gustaba ser molestado.

 

Alejandra había sido la primera joven que había conocido con problemas y a la que él había invitado a vivir a la casona. Dicha casona era una especie de pequeña mansión ubicada en la calle Avenida España, y Demian la había heredado -junto a su familia- tras la muerte de su queridísima abuela Sofía: una mujer inteligente, valiente, intrépida y enamorada de las aventuras que había hecho fortuna al pertenecer al Club Internacional de Buscadores de Tesoros, que tenía su sede Francia.

De hecho, por el enorme cariño y la profunda relación que lo había unido con su abuela, había decidido darle un buen uso a aquella mansión. Su familia en verdad no la necesitaba urgentemente. Vivian sin apremios en Ñuñoa -una comuna bastante decente y tranquila de clase media- y llevaban tantos años allí que haberse cambiado repentinamente a una casa mucho más grande pero en un sector feo estéticamente, habría significado muchos más problemas que beneficios.

En honor a su abuela, y pensando lo beneficioso que sería ayudar a jóvenes universitarios del sector, había ideado una especie de pensión sin fines de lucro. La razonable paga que se cobraba era, después de todo, para el mantenimiento de los gastos comunes. Además, aprovechaba de reservarse un pequeño cuarto alejado de su hogar.

 

 

Eso había ocurrido hacía casi 5 años. En su propia universidad privada había conocido a Alejandra, y en el acto ambos habían congeniado. Luego de una breve amistad en la que Demian se enteró de sus problemas familiares, su necesidad de trabajar y pagar por un lugar barato y cercano a la universidad, Demian la había obligado a irse a vivir con él a la mansión. Luego, con el paso del tiempo, Alejandra había llevado a una amiga en problemas y ésta a otra, y de esa forma se fue corriendo la voz hasta que todos los cuartos se fueron completando.

Durante esos años, varios jóvenes habían entrado y salido, pero la más antigua y de más confianza seguía siendo Alejandra. Con ella había conversado de cuánto cobrar y cómo administrar esa especie de pensión. Al final, Alejandra había resultado ser una excelente administradora, y la mayor parte del tiempo era ella quien mandaba y cuidaba de la casona -como empezaron a decir los jóvenes habitantes-. La idea había resultado ser fantástica: a la par de darle un buen uso a la mansión, ayudaba a jóvenes trabajadores y estudiantes como él.

 

 

Distraído siguió mirándola recordando tantos momentos que había vivido en esos años con ella. Ciertamente en la casona, ella y Martín eran los únicos que realmente valían la pena y le importaban.

 

-¡¿Vái a tomar o no?! -le preguntó Alejandra con una expresión divertida y algo preocupada.

-¿Qué? -preguntó Demian, desconcertado y avergonzado por no haberle prestado atención.

-Que si vái a tomar once, ya está servido. ¿Estái bien? ¿Estái...- habló más despacio y con cuidado- medio triste?

-¿Yo?...ah, no, ¡no! Disculpa, es que me quedé pegado 5. Sí, bajo altiro 6

-¿Seguro que estái bien?...mira que yo se que cuando tocái esas canciones...

-Jajaja Cómo se nota que me conocís. Gracias por preocuparte. Estoy bien. Igual me anduve acordando de mi abuela, y no sé...algunos problemitas con la Josefina, pero nada grave, así que tranquila.

-Ah...ya, que bueno entonces. Oye, baja altiro mira que ya deben haber servido.

-¿Deben? -preguntó extrañado y sonriendo- ¿Quiénes prepararon la once?

-¿Quién creís? ¡¡Yo, po!! Pero les pedí a los flojos de la Jessica y el Mario que me ayudaran. El Nacho tú sabís que tampoco ayuda, y las chiquillas no han llegado todavía. Y el Martín tampoco.

-Aaah... era de esperarse en todo caso. Ojala atinen esos po. No entiendo cómo pueden ser tan barzas 7!! Viven casi gratis aquí y no ayudan en nada. Te juro que si siguen así me van a terminar aburriendo y les voy a tener que pedir que se vayan.

-Qué pedir ni que nada ¡¡Tenís 8 que puro echarlos!! Son muy aprovechadores. Siempre con dramas, sin plata...el otro que no encuentra nunca un trabajo a su altura y la otra que no mueve un dedo por nadie. Yo creo que haz aguantado mucho ya, yo que tú los echaba y ya...no se por qué mierda te cuesta tanto.

-Hum. Sí, tenís razón. Pero es que no es fácil, esas cuestiones me cuestan, me da lata...sé que son barzas y que ya llevan mucho tiempo, pero no sé. Pienso en el momento de decirles y...como que me da cosa, lata, ah...yo que soy un tonto también. Ojala tuviera tu carácter.

-Tú también tenís tu carácter, lo que te falta es enfrentar los conflictos. No se puede estar bien con todos y no creo que alguien te vaya a considerar malo por echarlos. Por último les decís que te están ofreciendo más plata por la pieza o mejor: que hay alguien que lo necesita con más urgencia con ellos y ¡¡listo!!

-Mmm...Bueno, voy a pensarlo. Ya. Espérame que me ponga las zapatillas y bajo.

-Jajaja, dale.

 

 

 

En el comedor ya estaban todos sentados y comiendo. Ninguno en verdad había pretendido esperar a que Demian y Alejandra bajaran para comenzar a comer.

Mientras comían y bebían té, los tres -Mario, Jessica e Ignacio- conversaban de distintos temas, y de vez en cuando miraban la televisión para comentar tal o cual noticia. Segundos después aparecieron Demian y Alejandra, quienes se sentaron y se sirvieron té de inmediato.

De manera amable, Demian les sonrió y les saludó. Por dentro pensaba que, tal vez, ya no tendría más paciencia con la parejita, y que los echaría de un día para otro. Con eso rondándole en la cabeza los observó comer.

 

Todos comían con gran apetito y hablaban sobre infinidad de cosas. Mientras se fijaba que ninguno se había preocupado de dejar suficiente huevo frito para que ellos comieran con el pan, recordó los excesivamente amables saludos de Mario y Jessica y la mueca sarcástica de Ignacio. Sin embargo, cuando Alejandra comenzó a llamarles la atención respecto de su mala educación, el castaño prefirió desviar su atención y concentrarse en lo que decían los noticieros.

Luego del mal rato, el trío continúo conversando y Alejandra y Demian se quedaron atentos a las noticias mientras las comentaban. De vez en cuando el joven desviaba su mirada ambarina al grupo, mientras se subía con el índice el puente de los lentes -un gesto o manía que realizaba inconscientemente y a menudo-.

 

 

Así pasó un rato hasta que, de pronto y mientras bebía leche de su tazón, vio cómo la morena tomaba el control y subía el volumen, a la vez que les lanzaba al grupo una mirada de advertencia para que hablaran más despacio. Al parecer, una noticia en particular había llamado su atención pues se veía concentrada. Aún distraído, algo había alcanzado a captar respecto de un asesinato no sabía dónde.

Bastante intrigado, el castaño decidió dirigir su mirada al televisor.

 

Un hombre -del que ahora se sabía había sido un violador asiduo de niñas- había sido asesinado en una población de clase media baja pero bastante marginal; La Esperanza. Una población que hacía unos cuantos años estaba tomando cada vez mayor fama; casi a la par de las poblaciones La Victoria, Villa Francia, Lo Hermida y San Gregorio (*) todas relacionadas con movimientos y organizaciones políticas, y la última con narcotráfico y delincuencia. Según la periodista, aquello había sido un ajusticiamiento  algo, al parecer, común en la población. La mujer explicaba que hacía años los que buscaban justicia podían lograrlo por medio de la venganza y la ley del ojo por ojo. Por ello, ya no había duda alguna de que el asesino en cuestión había sido uno a sueldo, es decir, un sicario.  

Sin perder detalle de lo que decían en la televisión, Demian dejó de beber y comer, por lo que su tazón con leche terminó quedando a medio camino entre su boca y la mesa... y ya empezaba a derramar por un lado.

 

Según las autoridades y Carabineros, la victima había sido encontrada violada por su propio miembro, degollado, y con numerosos y profundos cortes en todo el cuerpo. Según peritos, el asesino era un verdadero profesional pues no habían encontrado pistas contundentes ni en la escena del crimen ni en el cuerpo de la víctima. Mucho menos habían obtenido ayuda por parte de los vecinos del sector. Sin embargo, habían recibido numerosos testimonios de gente -sobretodo madres y niñas- que liberadas de su verdugo, habían confesado haber sido violadas por el asesinado. Había habido incluso algunas vecinas y vecinos que, con el rostro difuminado, habían mostrado su completo apoyo a tal hecho, pues afirmaban que la justicia de tribunales nunca lo hubieran condenado, sino que lo hubieran dejado en poco tiempo libre.

La noticia concluyó con la promesa de las autoridades para empezar a investigar más a fondo las pandillas poblacionales de sicarios, y que en dos días más transmitirían un reportaje especial en la noche con respecto a la historia y modo de actuar de diversas mafias y pandillas: desde la Yakuza japonesa y la Cosa Nostra italiana, a las pandillas locales de narcotraficantes y sicarios, como los Zetas, en México.

 

Extrañamente, el joven de mirada ambarina se quedó fascinado.

No era primera vez que escuchaba de los sicarios. Ya hacía unos pocos años se sabían de hechos aislados. Pero saber que ya existían sicariatos como pandillas locales en Santiago que daban justicia a los más necesitados y verdaderamente abusados, lo había positivamente impactado. Mucho más la forma perversa pero extrañamente justa de su muerte.

 

Morir violado por su propio pene... qué genial, pensó para si sin poder evitarlo.

 

A los minutos después, el grupo por completo comenzó a conversar respecto del tema.

 

-Oh... ¡¡qué fuerte!! -dijo Mario, quien tenía una mirada asustadiza y trataba de no imaginarse sentirse violado por su propio pene luego de que se lo hubiesen rebanado.

-Allá es terrible. Tengo una tía que vive en esa población, y siempre me contaba que era normal sentir disparos a cualquier hora. Y es verdad que nadie habla, todos mueren pollo 9 porque sino... -Jessica dejó la frase flotando, mientras con un gesto se pasaba la mano por el cuello.

-Igual es un tema delicado. Nadie puede negar que acá en Chile la justicia es una mierda. No sé, yo no lo encuentro tan malo- sentenció Alejandra, mirando al resto con seguridad.

-¿No? -casi gritó Mario- ¿Estái loca? Aunque alguien sea ladrón o violador nada te da derecho de matar a alguien por algo...¡¡y menos de esa forma!!

-¿Y qué esperái? ¿Que esa gente confíe en los tribunales y los pacos 10? -preguntó rebatiéndole-. Yo no lo encuentro malo porque al final a los que están matando son realmente unos hueones desgraciados. Hasta el momento no han matado a nadie inocente sólo por plata...

-Ya, pero ¡¡igual nada que ver!! Yo no soy amiga de los pacos ni mucho menos, pero pa algo están los juicios y esas cuestiones...además, qué terrible debe ser que te corten el pico y que después... -se detuvo Jessica, mientras expresaba en su rostro una mueca de dolor y desagrado. Mario no la dejó continuar.

-Yo no sé...a ver: si los que son asesinados son verdaderamente culpables no lo encuentro malo -dijo Demian-. Yo también creo que la justicia acá es una mierda y que si no tenís plata estái cagado. Además, eso del ojo por ojo y las venganzas no son algo nuevo. Yo creo que lo consideraría malo porque por plata jamás haría una cuestión así. Yo creo que no sería capaz de matar a nadie, a no ser que fuera una situación muy particular como...

-Como que la niña que era violada hubiera sido tu hija, o tu hermana, po Demian. ¿Acaso no querríai hacerle pagar al hueón lo que de verdad merece? -interrumpió Alejandra y se quedó mirando al amigo.

 

Jessica se quedó mirando a Ignacio extrañada y le preguntó qué pensaba.

 

Ignacio -que hasta ese momento se había quedado mirándolos y escuchándolos con una extraña mirada- se acomodó en su asiento, y demorándose en contestar, pensando que su opinión era fundamental. Mientras le ponía mantequilla a un pan y casi sin mirarlos, dijo.

 

-Está claro que donde estén y de dónde sean, son unos asesinos cualquiera. Yo no me compro lo de pandillas organizadas y justicieras a favor de los más pobres. Que les lleven esas historias fantásticas y de héroes a las viejas que creen cualquier hueá. Tú, Demian, dijiste -y por primera vez levantó el rostro, cruzando su mirada oscura con la ambarina y deleitándose en contradecirle- que no sería malo si es que era a gente que de verdad lo merecía. ¿Pero... qué pruebas tenís tú de que todos a los que matan son culpables? Todos los días mueren caleta 11 de personas y no todos salen en las noticias. Lo que esos "sicarios" son...son un grupo de pendejos pasa rollos, delincuentes, patos malos 12 que por plata hacen lo que sea. Lo que pasa es que se creen el cuento, y la gente es tonta y les creé. Pero a mí no me vienen con esas mierdas...son asesinos comunes y corrientes. Ese discurso de mierda de justicia local y social es pura mierda...y son hueones los que lo creen.

 

Finalizado su discurso siguió mirando a Demian triunfante, como si su opinión hubiese zanjado todo el asunto. Por supuesto, ni a Demian ni a Alejandra pasó desapercibida la cargada mirada del joven. Sin embargo, no iba a darle el gusto de dejarle con la última palabra, así que tranquilo y lo más racional que pudo, prosiguió.

 

-Hum. Puede ser. Nada se puede afirmar de forma tan segura. Nada es blanco y negro. Sin embargo, yo sí creo que puede haber un grupo que esté de parte de la gente y que ayude haciendo el trabajo sucio que no haría cualquiera. Yo personalmente creo que no lo haría. Tal vez si fuera un caso extremo, como un familiar o algo así tal vez sí. Pero creo que de verdad sí son un grupo bien organizado y profesional. ¿Acaso no escuchaste que no encontraron nada, ninguna pista ni huella que delatara a alguna persona en particular? ¿Y no escuchaste a los vecinos que apoyaban a los sicarios? ¡¡Por fin esas personas se sienten seguras!! No digo que sea la mejor forma de hacerlo, pero creo que decir que son asesinos "cualquiera" es una estupidez.

 

Ignacio se sintió hervir de rabia con el discurso de Demian. Sabía que en parte tenía razón; en la organización, en su profesionalismo, y en el apoyo de la gente. Pero aunque quisiera admitir lo contrario, sabía que su vida dependía de negar tales afirmaciones.  

Confesar o afirmar cualquier cosa sería admitir su existencia, y él no estaba dispuesto ni tenía ánimos de hacerlo. Por tal razón -y sabiendo que le costaría seguir argumentando a favor de una posición que compartía a medias- se quedó callado, humillado en lo más profundo, pero fingiendo restarle importancia al asunto con una mueca.

 

 

Como el ambiente se había vuelto algo denso, Jessica se había levantó rápidamente y avisó que le cargaban las discusiones sin sentido. Alejandra le devolvió una mirada de superioridad y le dijo que le cargaba porque no sabía nada del tema, y no soportaba quedarse un rato callada sin entender lo que decían. Como era de esperarse, Jessica le lanzó una mirada y un comentario que Mario apoyó. Molesta, Jessica subió las escaleras en dirección a su pieza y Mario voló tras ella.

Lamentaba sincera y profundamente que su mujer se fuera acostar molesta. Cada vez que eso sucedía, ella le trataba aún más mal y no dejaba que la tocara.

Por supuesto, lo que el joven no sabía era que su querida enamorada utilizaba esos arranques de ira como excusas. Hacía mucho tiempo que no soportaba que la mirara con deseo. Pensó que tal vez había sentido eso desde el comienzo. Por ello no entendía por qué se había quedado con él.

 

Tal vez porque me aguanta todo, y pensando eso se metió a la pieza seguida de su pareja.

 

Ignacio, en tanto y luego de unos minuto, había tomado sus llaves y había salido de la casona sin avisar a nadie.

 

 

Como siempre, se quedaron retirando la mesa Alejandra y lavando la loza Demian, mientras ambos comentaban la discusión y las opiniones del resto. Una vez terminado y limpiado todo, los dos se desearon buenas noches y cada quién entró a su propio cuarto.

 

 

*****

 

 

No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que había entrado en el cuarto y acostado en la cama. No había forma de quedarse dormido; había probado dormir de espalda, de frente, tapado, destapado, con la televisión encendida y apagada...pero no había caso: No podía dormir.

No es que en él fuera algo muy inusual tampoco. Acostumbrado a las largas jornadas universitarias, era normal que un día que quisiera acostarse temprano fuera una verdadera pesadilla de insomnio. Su cuerpo seguía acostumbrado a sentir sueño recién a las cuatro de la madrugada.

Sin embargo, no era esa costumbre de su cuerpo lo que lo mantenía desvelado.

No. Era otra cosa.

Después de tantos minutos y horas sabía que su insomnio se debía a los recuerdos de la noticia y la discusión de la hora de la once.

 

No entendía por qué el tema le había fascinado tanto. Ya algo sabía del asunto, pero saber y tener la certeza que existía un grupo en una población de Santiago que ayudaba a la gente tomándose la justicia por sus propias manos había resultado ser un hecho demasiado excitante. Porque antes eran hechos aislados propios de países como Colombia, México, Japón... Sin embargo, ahora aquel fenómeno estaba tan cerca... Ahora se podía percibir una realidad distinta, una muy cercana, y que le llamaba poderosamente la atención.

También no podía dejar de pensar en el caso particular de La Esperanza.

¿Cómo había podido negar Ignacio la organización, el profesionalismo y el motivo de los asesinatos? ¡¡Si estaban muy claros!!

 

Acalorado y aburrido se levantó de la cama, y en la oscuridad caminó unos pocos pasos hacia la ventana abierta. El joven se acercó al pequeño balcón y apoyándose en él con cuidado observó la calle vacía, y los muchos edificios y calles que se veían al frente, hacia el centro de la ciudad.

Ensimismado y relajado, no pudo evitar recordar los escasos datos del sicario, autor del asesinato en La Esperanza. No sabía nada en verdad de él: ni su nombre, ni su edad, ni siquiera si era hombre o mujer, y mucho menos sus motivaciones. Aunque podría jurar -y así lo quería creer- que lo que había hecho había sido para ayudar y vengar las violaciones de muchas niñas inocentes de su población.

Pensó que sólo sabía su proceder, su pericia, su ensañación con el cuerpo, y su descaro y seguridad en sí mismo al dejarle una especie de firma. Le dio de pronto la impresión de que se había entretenido con ello. Además, había quedado más o menos claro que esperaba dejar con ellofama tras de sí, ¿no?

Tomando una bocanada de aire tibio pensó que, en el fondo, le tenía algo de envidia.

Ojala él tuviera sus cojones y se atreviera a hacer algo así. Ojala dejara siempre de lado sus pensamientos tan racionales y morales, y se atreviera a actuar como en el fondo le gustaría hacerlo: con valentía, con fiereza... con decisión. Aún si se trataba de formas tan violentas y primitivas que él a veces cuestionaba.

 

Pensó que si lo hubiera conocido tal vez se hubiera atrevido a felicitarle. Incluso hasta le habría dado las gracias. Una idea absurda, lo sabía, pero no pudo evitar imaginarlo.

Bufando divertido de sí mismo y obligándose a alejar esa tonta idea de su cabeza, el castaño se limitó a pensar y observar la caótica ciudad.

 

Ojala me atreviera...ojala fuera como tú.

 

Y sin darse ni cuenta, esbozó una involuntaria y particular sonrisa.

 

 

*******

 

 

1 Comprái: Deformación de "compras". Así pronunciamos (de muy mala forma, lo sé) los chilenos los verbos cuando nos tuteamos.

2 Tuviérai: Tuvieras. Lo mismo que lo anterior.

3 Cresta: Sinónimo de mierda (aunque no es un garabato). La cresta es ese pedazo adicional de piel que tienen los gallos en su cabeza.

4 Hueás: Garabato. Significa "cuestiones", "asuntos", etc.

5 "Quedarse pegado": Dicho. Es cuando una persona se queda como ausente, mirando la nada, sin pensar, hablar ni escuchar nada.

6 Altiro: Esta jerga universal es muy antigua y tiene su historia. Significa "en seguida". Hace muuuuchas décadas acá en Santiago había sobre un cerro céntrico un cañón que hacía estallar su típico ruido cuando era exactamente el mediodía (el "cañonazo de las doce"). Por ello, era habitual que la gente se citara cerca de allí y a esa hora diciendo: nos vemos "al tiro". Y de ahí quedó como sinónimo de "en seguida" ^^

7 Barzas: Jerga. Sinónimo de "aprovechadores" "oportunistas", etc.

8 Tenís: "Tienes".Deformación del verbo tener.

9 "Morir pollo": Dicho. Significa "quedarse callado", guardar silencio, no decir nada.

10 Pacos: Jerga. Así se les dice a los Carabineros, fuerza policial chilena. Es un dicho peyorativo.

11 Caleta: Jerga universal. Significa "mucho", demasiado, etc.

 

 


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