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The enemy and the Lover por Raike

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2. El prisionero de guerra.

Siegfred se hallaba tumbado en su cama dentro de su palacio, la nieve caía copiosamente sobre el territorio de Asgard del Norte y cierta melancolía no dejaba al capitán de esa zona levantarse de su lecho. Sus ojos azules estaban fijos en la ventana la cual dejaba ver el maravilloso milagro de los copos blancos cayendo poco a poco, y justo cuando sus labios empezaban a formar un nombre, una persona entró a su habitación. Se trataba de Syd, quien movía su cabeza negativamente con una hoja en sus manos:

-Varios territorios clave han sido ocupados por el sur, la zona principal del centro, donde se encuentra el telégrafo ha sido invadida. El suministro de aguas termales de la región fronteriza ha sido recuperado por sus dueños… y…-

Syd calló al ver el silencio y el desinterés en la cara de Siegfried, se recargó en el marco de la puerta mientras le comentaba en un tono más informal:

-Vamos a perder la guerra si no pones un poco más de interés en lo que haces.

Siegfried por toda respuesta se levantó y con la mano, pidió a Syd que le siguiera hasta donde se hallaba la sala de estar, donde se encontraba un enorme tablero que contenía las estrategias desarrolladas hasta ahora por los guerreros del Norte. Syd siguió en silencio a su capitán, el cual se plantó frente a la mesa y comenzó a hablar, en voz fuerte y autoritaria:

-Los que se hallan cuidando las fuentes están comunicados con sus compañeros del sur por este camino- señaló una pequeña brecha en el mapa y poniendo figuras de soldados en ella agregó: - Bloquéalo y manda hombres a rodear el edificio y si alguien sale, no le muestren compasión.

La sonrisa de Syd parecía llenar el cuarto, el guerrero de Zeta siempre había admirado la frialdad y la precisión con la que Siegfried llevaba el mando de Asgard del norte. Le miró caminar, rodear la mesa hasta llegar a su lado y señalar una parte de territorio que les pertenecía, lejos del segundo punto conquistado.

-Dices que el telégrafo que utilizábamos está en manos de Loki ahora?- preguntó Siegfried sonriendo.

-Así es, ellos han tomado por sorpresa a la escolta que habíamos puesto a resg…

-La línea pasa bajo esta elevación, manda hombres, que escarben en la nieve y córtenla- interrumpió Siegfried poniendo una marca en el lugar indicado.

-Pero esa línea… Nosotros la… -Quiso decir Syd.

-Es mejor destruir una ventaja que entregársela al enemigo, tardaríamos días en llegar y recuperarlo y ellos utilizarían el telégrafo en ese entonces. Cortando la línea tardaríamos dos horas y no arriesgaríamos hombres sin razón. Hazte cargo, Syd –Fueron las palabras de Siegfried al momento de caminar a abrir el ventanal y salir al balcón, a admirar la caída de los copos de nieve y el milagro de la aurora boreal extenderse conforme la noche caía.

Syd simplemente asintió con una leve afirmación, retirándose rápidamente para informar las órdenes que el capitán había dado, haciendo sonar sus botas a cada paso que daba, sonriendo satisfecho de las tácticas de Siegfried. Sabía que el capitán estaba mal, algo le preocupaba, aunque no tenía conocimiento de la causa. Llegó hasta donde sus compañeros le esperaban y comunicó las órdenes de forma clara y precisa. Muchos sonrieron satisfechos, levantándose dispuestos a cumplir las órdenes inmediatamente, mientras Syd se dirigía a ensillar un nuevo caballo y encargarse personalmente de la invasión al suministro de agua.

Unos pasos resonaron en el ambiente del establo, haciendo que Syd girase su cabeza para encontrarse de frente a Alberich, quien tomó la silla de su garañón y comenzó a imitar los movimientos de Syd al preparar a su animal.

-Voy contigo –fueron las únicas palabras de Alberich, a lo cual la única respuesta fue un gruñido departe de su compañero, el cual una vez listo, montó y partió sin esperar al otro.

Alberich le alcanzó minutos después, galopando rápidamente hasta descender el paso a trote y estar a la par con Syd.

-No tendremos mayores problemas, tan solo nos llevará días de espera y, si los que se encuentran dentro de ese maldito cuartel se asustan como gallinas, tal vez y hoy mismo estaremos celebrando con vino en nuestra casa- Dijo Alberich abriendo los brazos y dejando caer las riendas de su corcel para sentir el viento helado golpear su rostro y revolver sus cabellos –Siegfried sigue en su deplorable estado? –Preguntó sonriendo al ver la cara de molestia de Syd.

-Mientras siga siendo el estratega que necesitamos para ganar esta guerra no tienes porqué meterte en su vida privada Alberich!- siseó Syd galopando un poco más fuerte, para dejar atrás a un Alberich sonriente, el cual no lo siguió a su paso, sino que dejó que su caballo caminara lento, al tiempo que susurraba:

-Mmm Syd… realmente no se si pueda evitar el inmiscuirme en su vida… al fin y al cabo, es mi general y por él arriesgo mi vida, lo menos que puedo hacer es… interesarme por él… ne?

-Esta guerra está avanzando poco a poco- La voz de Loki resonó en la habitación. El capitán del sur se hallaba sentado en un sillón antiguo forrado en tela de terciopelo rojo oscuro, observando los gráciles movimientos de Shaka el cual se sentó en la cama donde antes se hallaba recostado, sus cabellos cayendo gentilmente por sobre sus hombros, bajando por su espalda como una cascada rubia brillante.

-Así es… avanza…- susurró la sueva voz del santo dorado al posar sus ojos azules en Loki, quien se levantó del sillón para ir a su lado y sentarse en la cama.

-Las cosas irán a nuestro favor Shaka, si seguimos conquistando los puntos clave sin perder hombres por ello, tendremos en nuestras manos a los del norte.

-así es, las guerras pueden ganarse sin perderla vida de los que pelean- agregó Shaka desganado mientras tomaba un mechón de sus cabellos y comenzaba a trenzarlo –Los hombres muchas veces se pierden en sus ambiciones olvidándose incluso de disfrutar la gracia que es vivir…

-No entiendo Shaka- dijo Loki extrañado queriendo adivinar los pensamientos de dueño de esos luceros azules que se veían vacíos, sin brillo, como preocupados…

Ausentes…

Tristes…

-Fácil… Tú por ejemplo Loki, todo este tiempo te he observado querer conquistar un territorio, ganar una guerra… Para qué? Para demostrarle a los demás que eres poderoso?

Loki se quedó sin habla. En todos los meses que había convivido con él, Shaka jamás le había hablado de esa manera, sus ojos se clavaron en el caballero de Virgo para incitarle a hablar, cosa que Shaka hizo.

-Vas a perderte en tu ambición, vas a llevar a la ruina a todas las personas que confían en ti, y todo para qué Loki? Vine aquí guiado por la desesperación de un pobre muchacho que murió en mis manos, para construir algo, para tratar de ayudar en un conflicto que en ese entonces me pareció justo, sin embargo… No le veo sentido ahora, para qué proteger a alguien de la guerra que su mismo líder busca sin razón?...

-Me habían dicho del filosófico Shaka de Virgo, de su buen corazón y sus puros sentimientos, más nunca lo conocí hasta ahora…- Dijo Loki, sus palabras lanzadas como una saeta que pegó justo en el corazón del caballero dorado, el cual se estremeció, levantándose de la cama para encarar a su compañero sin miedo alguno y decir:

-La ambición corrompe los corazones y el tuyo… está podrido en ella, al grado de olvidar a tu gente, de dejarlos morir a manos de unos guerreros despiadados. Les incitas a ir a la guerra dándoles solo armas y sin gastar ni una moneda en su manutención o entrenamiento, y mientras ellos se arriesgan, estás cómodamente sentado en mi cama, bajo el calor de la chimenea, esperando las palabras de uno de tus seguidores el cual sabes que te dirá que tus triunfos han sido reconquistados por los del norte otra vez. Tu no peleas por Odín, ni por Dolbare… Tampoco lo haces por el honor de liberar a un pueblo oprimido por un tirano, incluso una guerra que se empieza por amor es aceptable, pero tú Loki… Tú lo haces por ti mismo y eso… es imperdonable ante los ojos de los dioses.

La mirada de Loki parecía convertirse en una vorágine de fuego furioso, la cual quería devorar al dorado frente a él, sin embargo la única respuesta que lanzó fue un aplauso que se dejó escuchar en el frío silencio de la habitación.

-Dulce, conmovedor, realmente has movido mi mundo Shaka

-Voy a salir Loki, estar en tu presencia me asfixia- Susurró Shaka tomando su capa roja y poniéndosela sobre los hombros, cerrándola sin subir la capucha a su cabeza.

-En martes? Si tu generalmente vas a beber los viernes y hoy, habrá un gran banquete en celebración a mi victoria

-La victoria de la gente de Asgard del sur- corrigió Shaka sonriendo al ver la mueca de fastidio de Loki –Con tu permiso, sabes que regreso a la hora acostumbrada

-Shaka, si me traicionas voy a matarte- fueron las rudas palabras de despedida del capitán del Sur, molesto por la actitud del cual hasta unos meses había sido su mano derecha.

-No Loki, corrige tus palabras… intentarías matarme… solo eso- susurró siempre impasible el rubio de ojos azules y salió caminando de manera elegante del recinto, dejando a Loki maldiciendo sentado en la cama.

Siegfried cabalgaba de forma tranquila hacia el territorio neutral del centro. No sabía porqué, pero necesitaba aire fresco, frío en su piel…

-Tal vez un trago- susurró sonriendo y dirigiéndose a la taberna.

Cuando llegó, entró y escuchó un silencio impresionante. Se veía a leguas que esa no era la clásica noche de viernes, sino martes y los comensales que se divertían cada fin de semana estaban seguros en la comodidad de sus casas descansando para iniciar una agotadora jornada al día siguiente. Siegfried caminó haciendo resonar sus botas en la habitación vacía, llamando la atención del mesonero el cual le sonrió y preguntó con voz ronca:

-La misma mesa de siempre capitán?

Un sonido de pedrería caer hizo a Siegfried voltearse abruptamente, para divisar la cabeza rubia de Shaka, al cual se le había resbalado su capa la cual ahora se encontraba en el suelo.

El mesonero quien jamás había visto la identidad del extranjero, se sorprendió al ver su blanca piel y esos mechones larguísimos enmarcando sus finas facciones. Los ojos azules brillaban intensos a la luz de las velas, dándole un toque mágico al hacer juego con los brillos que una discreta gargantilla despedía.

El mesonero quitó su vista del caballero dorado, para rudamente decirle a Siegfried:

-El vino en la mesa de siempre?

-No en esta ocasión- susurró el capitán tomando la jarra y caminando hasta donde se hallaba el santo dorado, el cual sorprendido como estaba, no pudo más que agradecer cuando Siegfried le pasó su capa la cual no había levantado de suelo.

-Shaka, cuánto tiempo.- susurró el asgardiano con una amplia sonrisa, la cual correspondió el santo dorado, con las palabras de:

-Me alegro que estés bien

Sin saber que más decir tomaron el vino en silencio, sus miradas encontrándose, de pronto leyendo en los ojos del otro las respuestas a todas esas preguntas que habían tenido desde ese primer encuentro. Siegfried fue el primero en romper el silencio:

-Shaka, quisiera saber si estuviste involucrado en los planes de la toma del edificio de….

-Por Athena Siegfried, sabes que no voy a comentar nada de esos temas contigo.- dijo revolviéndose Shaka en su asiento, visiblemente nervioso.

-bien, entonces no hace falta que discutamos problemas políticos ni tácticas de guerra- susurró Siegfried confiado

-aún así, sabe lo que puede pasar si me ven hablando con usted, no quiero que me acusen de traidor –le dijo Shaka levantándose y poniéndose su capa con su elegancia característica.

-Traidor? Si el mismo Loki lo es…

-Pero yo no entro en los sucios juegos de los demás… No generalice

-SI no lo hago- susurró Siegfried bebiéndoselo con los ojos, había algo en ese caballero que era terriblemente perturbante para él, su sola presencia, su olor fresco, su voz suave, hacían al capitán del norte tener demasiados pensamientos no aptos para una taberna.

Cuando salió de sus pensamientos, se dio cuenta que Shaka ya no estaba, se maldijo por ser tremendamente idiota y dejó dinero en la mesa, pagando su consumo.

Salió corriendo a la nieve, para divisar su capa roja en medio de una pinera, hacia donde le alcanzó con su caballo para decirle:

- Porqué huyes? Que acaso tienes miedo de algo? De alguien? Tú, un poderoso caballero dorado le tiene miedo a alguna persona?

Shaka no contestó, simplemente se dedicó a observar a Siegfried y a agachar su cabeza para darle la espalda nuevamente ante lo cual un desesperado capitán le tomó del brazo y le giró, alzándole bruscamente la cara para casi gritarle:

-Dímelo! Anda! Necesito que me lo digas! Que has estado triste, que no quieres hablar, quiero que me confieses que vienes cada viernes, más que por el vino que siempre dejas en el vaso, para verme. Quiero que me digas que has pensado en mí.

Siseó alterado el capitán esperando la respuesta de un asustado y sonrojado Shaka quien no sabía cómo aceptar que lo que decía Siegfried era verdad, sin embargo, el capitán se canso de esperar, mucho lo había hecho ya semana por semana para verle, de lejos aunque sea, mojando tan solo sus labios con el vino y dejando el resto,. En un movimiento brusco, Siegfried tenía inmovilizado al santo dorado, sus dos manos a su espalda, tirándolo delicadamente a la nieve para decirle, arrodillándose sobre él, al lado de su espalda.

-Shaka, sabes que no quise llegar a esto, pero no me dejas opción, puedes resistirte, lo sabes… pero si no decides hacerlo… desde este momento, serás mi prisionero de guerra…

Notas finales:

By Raike

raike_chan@hotmail.com


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