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Better Days por midhiel

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El personaje de Sherlock Holmes pertenece a Sir Arthur Conan Doyle, mientras que los derechos de la serie de la BBC pertenecen a Steven Moffat y a Mark Gatiss. Sin embargo, el Sherlock de carne y hueso pertenece exclusivamente a John H. Watson.

Los personajes del Señor de los Anillos pertenecen al maestro J. K. R. Tolkien, aunque Aragorn es exclusivo de Legolas y viceversa.

Y Piratas del Caribe es de Disney. Pero el Capitán Jack Sparrow es de Will Turner y viceversa.

Hechas las aclaraciones, repito que no se recibe ningún crédito por esto.

La canción que le da nombre al título es de Eddie Vedder.

El fic va dedicado a una amiga que adora estos tres fandoms, y que me leyó y corrigió muchas veces, Prince Legolas.

Ahora sí, el capítulo.

Better Days

Capítulo Diez: El Heredero

John se sintió tan volátil como el aire mismo. Dormía profundamente mientras levitaba a través de un túnel luminoso. Sentía un calor abrasador, que lejos de quemarlo, lo confortaba. Escuchaba una canción suave, que reconoció como la de cuna que le cantaba su madre cuando era bebé.

Perdió la noción del tiempo y del espacio. Finalmente despertó en un bosque con más luz y vegetación que los que conocía en Inglaterra. Se encontraba extendido boca arriba en el pasto y cuando abrió los ojos, vio a los dos piratas de pie a sus costados.

-Buenos días, compañero – saludó Jack, dándole un sorbo a una botella de color ámbar -. Flotaste como un pez y dormiste durante todo el viaje. ¡Wow! ¡Mírate en lo que te has convertido!

John se irguió de un salto ligero que no habría podido dar ni en sus años más lozanos, y notó que se sentía más ágil y liviano que de costumbre.

-¿Dónde estamos? – preguntó, mirando alrededor.

-Estamos en Arda – contestó Will gentilmente -. Específicamente en el reino élfico de Lothlórien.

-¿Dónde? – inquirió John más confundido.

-En la Tierra Media, compañero – explicó Jack, sacudiendo la botella -. Tierra de hombres, elfos, gigantes, orcos, trolls, enanos y los pequeñines que nunca recuerdo el nombre. . .

-Hobbits – intercedió Will.

-Eso mismo, cachorro – felicitó con una floritura y bebió un poco más -. Aquí tienen magia, anillos, monstruos y demás locuras, pero les falta lo más importante – alzó la botella -. ¡El ron!

John parpadeó sin entender, aunque comenzaba a intuir que Jack estaba tan borracho como su hermana en sus peores épocas.

Will le palmeó el hombro.

-John, acércate al lago y obsérvate – con cuidado lo acercó a un tronco hueco, que tenía acumulada agua de lluvia -. No te asustes.

John se inclinó con curiosidad y, acto seguido, se irguió como un resorte. Su rostro era el mismo, las mismas facciones, el mismo cabello cortado al ras, los mismos ojos. Sin embargo, su tez, ¿cómo explicarlo? se veía brillante. Brillaba como si dentro de su piel hubieran encendido cientos de focos. Se estudió las manos y los brazos. No sólo el rostro, sino su cuerpo entero resplandecía. Se miró de cuenta nueva en el agua y notó que sus orejas se veían picudas, como las de los duendes de los cuentos para niños. Se las palpó y sintió las puntitas elevadas.

-¿Qué me ocurre? – susurró.

-Simple – respondió Jack -. Eres un elfo.

Y antes que Will alcanzara a aclararle, John vio a una mujer hermosa acercarse por un sendero. Era la Dama Galadriel, con su atuendo blanco, su luz y sus orejas de elfa. John las advirtió enseguida.

Will se hincó de rodillas y jaló a su irreverente matelot para que hiciera lo mismo.

-Jack, William – los llamó la elfa, extendiendo los brazos, sonriente -. Levántense, por favor. Soy yo quien les está agradecida por haber traído a John Harold hasta Arda. John – se volvió hacia él. El médico notó su sonrisa sincera y maternal -. Disculpa. Sé que detestas tu segundo nombre. Aquí sólo te llamaremos John Watson Holmes.

John asintió sin creerse lo que pasaba.

-Acércate, querido – invitó la dama, extendiéndole la mano. John la tomó -. Daremos un paseo por este bosque y te quitaré las dudas que te acosan.

-¿Cuándo volveré a ver a Sherlock y a mi hijo? – era la pregunta que más le urgía.

-Todo te será respondido a su debido tiempo – respondió Galadriel con una mirada enigmática -. Dejemos por ahora a Jack y a William solos y ven conmigo, que hay mucho que explicarte.

John miró de soslayo a los piratas. Will le asintió, mientras que Jack le hacía un gesto moviendo el dedo sobre la sien para darle a entender que la elfa no estaba en sus cabales. Apenas Will notó la seña, le profirió un codazo.

-¡Ouch, cachorro!

-No estoy loca, Jonathan Teague Sparrow, hijo de Edward Grant Teague – exclamó Galadriel, sin darse vuelta -. Perdón, capitán Jack Sparrow.

Jack se largó a reír, en tanto Will suspiraba, resignado. John miró a uno y al otro antes de volverse hacia la elfa para seguirle el paso.

Atravesaron el sendero que marcaban los abedules y se internaron en el corazón del bosque. Galadriel caminaba altiva, apretando la mano de su invitado para transmitirle confianza. John movía la cabeza de un lado y del otro para no perderse detalle alguno. El crujido de las hojas con cada pisada, el verde encendido, el trinar de pájaros, y el sonido de un arroyo lejano le recordaron a un caso ocurrido dos años atrás, donde Sherlock y él habían tenido que perseguir a un asesino a través de un bosque solitario.

-Sherlock – murmuró.

Al oírlo, Galadriel suspiró.

-La primera pregunta que debes responderte es quién eres, John.

-Mejor dicho qué soy – corrigió el médico, estudiándose las manos -. Jack digo algo acerca de un elfo.

-Para saber qué eres, necesitas entender quién eres – sonrió Galadriel misteriosamente.

John estaba tan confundido que intentó detenerse, pero la elfa le tironeó la mano con gentileza para que siguieran avanzando.

-Hace tres centurias, el Rey elfo Thranduil Oropherion y su Príncipe Consorte, Lilómea, reinaban en Eryn Lasgalen, también conocido como el Bosque Verde – comenzó la Dama -. En aquel tiempo, esta tierra luchaba contra Sauron, cuya sombra oscura se había apropiado de ese bosque, convirtiéndolo en Mirkwood. Estábamos en guerra contra las fuerzas oscuras y los corazones más débiles se dejaban seducir por el poder de Sauron. Thranduil necesitaba un heredero pero Lilómea parecía estéril.

-¿Lilómea era un elfo varón? – interrumpió John, y enseguida recordó su propio caso y se preguntó si no estaba a punto de hallar la respuesta sobre la gracia de su familia.

-Algunos elfos varones tienen el don de concebir como tú, John – respondió Galadriel -. Verás, nuestra raza lleva milenios extinguiéndose. Para que esto no suceda Ilúvatar, que ya conocerás a Mandos, uno de sus vástagos, les ha otorgado a algunos varones de nuestra gente el poder para gestar vida. Lilómea es uno de ellos y ya entenderás por qué tú también lo eres.

John asintió.

-Que el rey no pudiera tener herederos constituía un problema grave de Estado y el Alto Consejo tuvo la poca feliz idea de sugerirle a Thranduil que anulase su matrimonio y se buscase una elfa fértil – continuó Galadriel -. La reacción del rey fue tan violenta que jamás se atrevieron a volver a tocar el tema.

-Thranduil tenía su carácter – observó John y no pudo evitar compararlo con su esposo.

-Igual que Sherlock – añadió la elfa, leyéndole el pensamiento. John se sorprendió -. Pero sigamos con la historia. El tema del heredero se volvía cada vez más urgente porque el rey tenía que salir a luchar contra las arañas gigantes y demás criaturas que crecían bajo la Sombra de Sauron y si fallecía sin hijos, el trono pasaría a su medio hermano, Erelas, un ser despreciable que llevaría el reino a la ruina.

Por eso, todos quedaron gratamente satisfechos cuando, contra todos los pronósticos, Lilómea quedó embarazado. Para los soberanos fue una alegría y un alivio a la vez. A su debido tiempo, el príncipe dio a luz a gemelos idénticos. Debes entender que para mi gente, por la extinción de nuestra raza, el nacimiento de dos niños significa una doble bendición de Ilúvatar. Todo Arda festejó la noticia, a excepción de Erelas, que veía sus planes frustrados.

Thranduil estaba rebosante de alegría. Nombraron a un hijo Legolas y al otro Auril, yo misma asistí a la presentación de los bebés y sostuve a Auril en brazos. Era moreno como Lilómea, mientras que Legolas había salido rubio como el rey. Al sentir el fëa, o alma como la llamarías tú, de uno y de otro niño, intuí que ambos hermanos tenían una conexión especial, que fue la que los ayudó a reunirse años más tarde.

La noche después de la presentación, cuando todos celebrábamos, una doncella interrumpió la fiesta para avisar que los gemelos habían desaparecido de sus cunas. La nodriza, que había sido seducida por Erelas, según nos enteramos después, los había secuestrado y llevado al corazón del bosque, donde la Sombra era más poderosa. Por medio de un ritual oscuro en la lengua de Mordor, intentó hacer desaparecer a los niños.

-¿Quién era Mordor? – interrumpió John, muy a su pesar ya que estaba compenetradísimo con el relato.

Galadriel sonrió con indulgencia.

-Perdona, John. No sabes de nuestro mundo y te doy nombres como si los conocieras. Mordor es un lugar, el territorio del que fue amo y señor Sauron, el enemigo de los Pueblos Libres y causante de la mayor desgracia que asoló Arda durante largos milenios. Se trataba del creador del Anillo Único y fue un ser tan oscuro como la noche misma, poderoso, cruel y destructivo. En tu mundo sería llamado el Diablo. Pero para no abrumarte con información por ahora innecesaria, dejemos que más tarde Legolas te enseñe nuestras creencias y concentrémonos en la historia.

-¿Se refiere a Legolas, uno de los gemelos? – insistió John.

-Así es. Como te decía, la nodriza intentaba deshacerse de él y de Auril por medio de un ritual maligno. Con este propósito encendió una hoguera, arrojó en ella hierbas y polvos mágicos y recitó una frase en la lengua oscura. Se abrió un portal profundo en la tierra. La elfa alzó a Auril y cuando se disponía a arrojarlo, llegó el rey al frente de su ejército. Mi esposo y yo los acompañábamos, pero nos mantuvimos alejados durante el arresto.

Desesperada, la elfa dejó al bebé al borde de la entrada y los rayos siniestros que manaban de él, comenzaron a jalarlo hacia adentro. Al ver lo que sucedía, murmuré una oración a Elbereth, nuestra poderosa señora, y conseguí transformar el portal de Mordor en un pasaje a la Tierra, tu mundo, John. La nodriza fue apresada y Legolas rescatado, pero perdimos a su hermano. Auril cayó en tu mundo. Al menos Elbereth lo salvó de ser absorbido por las fuerzas oscuras y llegó a la Tierra, en el siglo XVIII, apareciendo a orillas del Támesis, en la ciudad de Londres. Allí lo recogió una pareja de pescadores muy bondadosa, que no podía tener hijos propios. Se trataba de William Turner y Christine. Llamaron al bebé William Turner II, pero lo apodaron Will, como a tu propio hijo, para diferenciarlo de su padre.

Al pasar a través del túnel, Auril perdió su anatomía élfica y llegó hasta sus padres adoptivos convertido en un bebé humano. El relato es largo de contar, el pequeño Will creció con su madre hasta los doce años. Su padre se había vuelto pirata, aunque su familia creía que era un marinero honrado, y fue asesinado por defender a un amigo, el capitán Jack Sparrow. Pero deja que sean Jack y William los que te cuenten esa parte. Lo más importante es que ellos se enamoraron y se casaron.

-Si Auril es William Turner – interrumpió John, frotándose el mentón -. ¿Cómo y cuándo llegó a este mundo? ¿Y mientras tanto qué fue de los reyes y de Legolas?

Galadriel suspiró entristecida.

-Quedaron destrozados. Lilómea se encerró en las estancias más profundas de la caverna que tienen por palacio y sólo salía para dar un paseo por los jardines con su hijo. Thranduil se convirtió en un rey severo e inclemente. Legolas creció convirtiéndose en el mejor guerrero de su gente y a su debido tiempo partió a destruir el Anillo Único, aunque estas historias también podrás oírlas más tarde de su propia boca y de la de su esposo, el rey Elessar.

John sólo se limitó a asentir.

-¿Cómo regresó Auril a este mundo?

-Jack Sparrow es hijo de un reconocido pirata del siglo XVIII, Edward Teague, Protector del Código. …l casó a su hijo con William por medio del rito pirata y se convirtieron en “matelotes”. Dos años después, Teague les pidió que buscaran un tesoro mágico. El cofre que contenía dicho tesoro era en realidad un umbral hacia este mundo y al abrirlo, ambos fueron absorbidos y traídos hasta aquí. Llegaron a Minas Tirith, la capital de Gondor, donde reinan Elessar y Legolas. Por el parecido y conociendo su propia historia, Legolas sospechó de quién podía tratarse. Llevó a William ante sus padres y estos lo reconocieron inmediatamente. William o Auril quedó atónito, ya que sólo sabía que había sido adoptado y siempre se había preguntado por sus verdaderos orígenes. Por medio del mismo hechizo que sufriste tú, le devolvimos su cuerpo élfico. Sin embargo, él y Jack adoran el mar y no tardaron en pedirnos regresar a la Tierra. Elbereth les otorgó el poder a ambos de regresar a su mundo con la promesa de que retornarían al nuestro cuando se lo pidiéramos. Durante estos años han viajado para visitar a los reyes de Eryn Lasgalen y a Legolas y Elessar. Cuando vimos que estabas en peligro, yo en persona los llamé para que fueran a tu tiempo a buscarte y traerte con nosotros. Así llegaste hasta aquí, John Watson Holmes.

-Ya veo – respondió John, con la mirada extraviada, tratando de procesar toda la información -. ¿Pero por qué se interesaron en mí? ¿Por qué regresé como un elfo? ¿Y cuándo llegará Sherlock a buscarme? – la última pregunta sonó más anhelante que las otras.

Galadriel guardó silencio, buscando las palabras adecuadas para no sobresaltarlo.

-Falleciste en tu mundo, John, y perdiste tu cuerpo humano – lo miró para estudiar su reacción. John la escuchaba ansioso -. Como llevas la sangre de los elfos, Mandos decidió otorgarte uno nuevo con la anatomía élfica para que puedas vivir aquí. A su debido tiempo, cuando Sherlock te busque y cruces el umbral con él, así como le ocurre a Auril cada vez que nos deja, llegarás a la Tierra con tu forma humana. Ahora te preguntarás por qué quisimos salvarte y cómo es que la sangre de nuestra gente corre por tus venas.

-¿Alguno de ustedes es un primo lejano mío? – fue lo primero que se le ocurrió.

-El linaje de Thranduil de la Casa Reinante de Eryn Lasgalen es tan transcendente y puro aquí como en la Tierra y tú lo llevas en la sangre. Tu hermana no ha tenido hijos ni piensa tenerlos, así que la rama se corta contigo y con tu hijo. Si fallecían John William y tú, hubiera quedado extinta. Por eso decidimos salvarte. Podíamos también haber protegido únicamente a tu hijo, pero quisimos traerte con nosotros por tu corazón.

-¿Mi corazón?

La elfa le sonrió.

-Heredaste el corazón puro y noble de Lilómea y de sus dos hijos: Legolas y Auril. Sólo tu bondad pudo penetrar y conquistar el alma de una persona cerrada y fría como Sherlock Holmes y devolverle la vida. Gracias a ti ese hombre, genio pero huraño, aprendió a amar y supo lo que se siente ser amado. Tú le diste vida, tú lo salvaste, John. En tu humildad no te das cuenta del poder que tu corazón tiene y en recompensa por él, te salvamos y trajimos con nosotros.

-No sé qué decir – balbuceó John, estupefacto.

-También está tu hijo.

-¿John William?

-Los elfos valoramos la vida por encima de todo – explicó Galadriel, mirando hacia los árboles -. La vida y la naturaleza son el centro de nuestra existencia. Las protegemos y defendemos de cualquier amenaza. Cuando contra todos los pronósticos, elegiste proteger a John William y llegaste a arriesgar tu vida y tu matrimonio para que viera la luz, te comportaste como uno de nosotros. Mandos quedó encantado con tu accionar y al saber que corrías peligro, nos ordenó que realizáramos un concilio. No me mires así, John – sonrió -. Sí, realizamos un concilio por orden de Mandos para traerte a nuestro mundo.

John se detuvo en seco. Con su sencillez, jamás había imaginado que pudiera llegar a ser alguien tan importante.

-Debemos regresar con Jack y William – apremió la elfa -. Debes partir hacia Minas Tirith, la capital de Gondor, donde Legolas y Elessar te están aguardando. Legolas posee el don de la concepción al igual que tú y está esperando su primer hijo. La fecha del parto está cercana.

-Entonces, yo desciendo de Legolas y Elessar – dedujo John, asombrado, aunque a esta altura ya lo había hecho tantas veces que una sorpresa más no lo alteró -. ¿Estaré aquí cuando se produzca el nacimiento de su primer hijo? ¿Asistiré al nacimiento de mi propio ancestro?

-No, John – dijo Galadriel -. Tú no desciendes de Legolas y Aragorn, sino del otro vástago del Rey Thranduil, Auril.

-¿Mis ancestros son William y Jack? – preguntó John.

-Así es – asintió la elfa -. Pero tienes que guardar el secreto – se llevó el dedo a los labios -. El hijo de ellos aún no vino al mundo. Will cree ser estéril y sufre mucho por eso.

-Sin embargo, si sabe que sí tendrá un hijo, se alegrará. Debería decírselo.

-No – ordenó Galadriel con firmeza. John quedó tieso. La dama recuperó la sonrisa para tranquilizarlo -. No debemos alterar el tiempo, John. Lo que deba suceder sucederá en el momento justo. Te he revelado este secreto para responder a tu pregunta y porque leo que tu corazón puro sabrá guardarlo mejor que nadie. No se lo reveles.

-No lo haré, señora.

-Llámame Galadriel, por favor.

John asintió y tomados de la mano, dieron media vuelta para buscar a los piratas.

-Tengo otra duda – suspiró John, mirando abstraído el sendero. Se detuvo para observarse el anillo de bodas -. Cuando estaba en el hospital, mis manos no podían sentir nada. No pude acariciar ni a Sherlock ni a mi hijo. Tampoco Jack podía hacerlo. Sin embargo, pude traer este anillo.

La elfa le sonrió enigmática.

-Considéralo un regalo de Mandos, o “souvenir”, como lo llamó Jack Sparrow.

-Gracias – murmuró y siguieron andando.

Cuando regresaron, acostado en el pasto, Jack agitaba la botella vacía mientras que Will limpiaba su pistola, sentado en un tronco.

-¡Aquí están la dama y el elfo nuevo! –exclamó Sparrow, saludándolos con el envase. Se irguió balanceándose beodamente hacia delante y hacia atrás -. John Holmes Watson, perdón – carraspeó -. John Watson Holmes, amigo y compañero, es hora de presentarte a la bellísima hija, el tesoro de mis ojos, mi amada Pearl.

-Se trata de nuestro barco – explicó Will, guardando el arma.

Galadriel apoyó una mano sobre el hombro de John.

-Debes ir con ellos. Te guiarán a Minas Tirith. Allí Legolas te aclarará las dudas que aún te queden y te enseñará nuestras costumbres. Cuando estés preparado, nos volveremos a encontrar y conocerás a Mandos.

……………..

Algunas de sus dudas habían sido aclaradas, pero al tener las respuestas, John se encontró con más preguntas. ¿Cómo era posible que fuera el descendiente directo de dos piratas varones? ¿Acaso de allí le venía el don de poder concebir? ¿También tenía sangre élfica? ¿Y qué era un elfo en realidad? ¿Quién era él ahora? ¿Qué era él ahora? Y el mayor interrogante de todos: ¿Cuándo estaría Sherlock preparado para venir a buscarlo?

Los tres caminaron un trecho por el sendero de árboles, que por su formidable altura se notaba que tenían miles de años. Jack Sparrow estaba notablemente borracho pero quizás por costumbre o quizás por habilidad, se las ingeniaba para mantener el paso. En más de una ocasión, John temió que tropezara con tal raíz o cual piedra, pero el pirata, aún ebrio, sabía cómo esquivar cada obstáculo.

Will observaba de reojo a John y notaba en su expresión lejana las dudas que lo carcomían. Lo entendía porque él había pasado por lo mismo, con la diferencia de que no había viajado solo y Jack había estado con él todo el tiempo. En cambio, John estaba lejos de Sherlock y de su hijo.

-Supongo que la Dama Galadriel habrá respondido a algunas de tus dudas – comentó Will para distraerlo.

John asintió.

-Sí, respondió a varias.

-Aún debes estar preguntándote qué es un elfo.

-Sí – contestó John, asintiendo otra vez -. Me siento extraño. Todo esto es muy extraño – miró en derredor -. Mi cuerpo sabe extraño. Me siento. . . diferente. . .

-Te sientes ligero, más ágil y con una conexión especial con la Naturaleza – enumeró Will, que bien sabía por lo que John estaba pasando -. Te sientes a gusto entre estos árboles e intuyes que si te lo propusieras, podrías comunicarte con ellos. También yo me sentí igual cuando años atrás me dieron un cuerpo como el tuyo.

-Galadriel me explicó la historia de ti y de Legolas, cómo llegaste a la Tierra y cómo regresaste aquí. Al menos una parte.

-Gracias a Galadriel no fui absorbido por las fuerzas oscuras cuando era un bebé – explicó Will -. Ella le pidió a Elbereth que me salvase y gracias a su intervención llegué a nuestro mundo.

-Sientes a la Tierra como a tu mundo, más que a éste – comentó John.

-Así es.

-También yo – suspiró e inevitablemente pensó en la familia que allí había dejado. Entonces recién cayó en la cuenta de que si él había fallecido en la Tierra, su esposo tenía que pensar que lo había perdido para siempre -. ¿No existe alguna manera de comunicarme con Sherlock para decirle que estoy aquí?

-Desgraciadamente no – murmuró Will, apenado.

De repente, Jack echó a correr hacia delante, dejando a John y a su matelot atrás.

-Nos estamos acercando a la costa – comunicó Will -. A Jack le cuesta contenerse cuando se trata de ver a nuestra “hija”.

Cuando llegaron a la orilla, John dejó escapar un suspiro de admiración ante el imponente “Black Pearl”. Se trataba de una goleta de dimensiones gigantescas, y negra desde el casco hasta la punta de la vela mayor. A los costados se contaban los cañones oscuros y en lo alto del mástil flameaba la bandera pirata.

-Bienvenido a nuestra Perla de …bano, John Watson Holmes – saludó Jack, extendiendo el brazo para presentar su barco y se volvió hacia el navío con expresión de ternura -. ¿Verdad que nos extrañaste, pequeña? ¿Verdad que sí? Tuviste que quedarte aquí mientras buscábamos a John y ahora te lo trajimos para que nos lleves a Minas Tirith – como si se tratase de una persona, abrazó el casco y lo besó -. Y ahora, mi Perla de …bano, yo, el capitán Jack Sparrow Turner, en nombre de mi matelot, William Turner Sparrow, te prometo que no te abandonaremos nunca más, o al menos hasta que lleguemos a Osgiliath. ¡Señor Gibbs! – gritó hacia arriba -. ¡Tenemos que subir!

-¿Siempre actúa así? – murmuró John a Will.

El joven pirata asintió con una sonrisa y antes de que le pudiera responder, Jack llegó hasta él y lo fundió en un abrazo y montones de besos.


………………

El funeral tuvo lugar el sábado, tres días después de que John dejara este mundo. El oficio religioso se llevó a cabo a las diez de la mañana en la capilla del cementerio y más tarde lo enterraron.

Sherlock no participó ni del oficio ni del entierro. Permaneció todo el tiempo sentado en un banco, a la sombra de un ciprés, erguido, sin soltar ni una sola lágrima, mientras que bajo su mirada penetrante, desfilaban los distintos deudos. Allí estaba la señora Hudson con Will dormido en sus brazos, se había ubicado junto al pastor y no dejaba de secarse el rostro. Mike Stamford había llegado tarde, al igual que Bill Murray (no el actor de cine, como John se lo había aclarado en varias ocasiones), también estaban Lestrade con su esposa, la sargento Donovan, el detective Inspector Gregson que se las ingenió para no cruzarse con Lestrade, el diminuto Inspector Dimmock a quien él y John habían guiado en el caso de la banda de traficantes chinos, y varios médicos, militares y oficiales de la policía que conocían a su esposo. De sus compañeros de combate no fue nadie, o al menos Sherlock no los distinguió entre la multitud.

En el momento en que el pastor salpicaba la tierra con agua bendita, al detective le pareció distinguir la silueta de Mycroft detrás de unos árboles. ¿Podía ser su hermano tan hipócrita para presentarse en el funeral después de sus incontables encuentros con John para separarlos? Sherlock no se asombró. Sabía que cualquier cosa podía esperarse de él.

Cuando la ceremonia terminó y los deudos se dispersaban, Sherlock se levantó para buscar a su casera y regresar a casa inmediatamente.

Los Lestrade se le acercaron.

-Sherlock – murmuró George, compungido, pasándole la mano. El detective se la estrechó fríamente -. …sta es mi esposa Cindy.

-Lo siento mucho – susurró la mujer. Era una dama que estaba completamente vestida de negro, rondaba los cuarenta años, de cabello ceniciento recogido en una coleta, pálida y de ojos grises. Su mirada acuosa le indicó a Sherlock que había estado llorando.

El detective asintió a modo de saludo.

Los esposos intercambiaron miradas.

-Imagino lo doloroso que debe ser todo esto para ti – observó el inspector. Sherlock lo miró significativamente -. Lo siento – se disculpó -. Con Cindy nos preguntábamos si no te importaría ir a casa a cenar una de estas noches.

-Gracias – contestó el detective gélidamente -. Pero por las noches prefiero quedarme a cuidar a mi hijo.

-Puedes traerlo contigo – sugirió la señora Lestrade amablemente -. Megan y Charleene tienen ocho y cinco años y se divertirán con él.

Sherlock asintió. En el fondo, los Lestrade trataban de ser considerados y él valoró su esfuerzo.

-Los visitaré una de estas noches.

-Estupendo – replicó Cindy.

George apretó la mano del detective y abrazando a su esposa, dieron media vuelta y se alejaron.

Sherlock buscó ansioso a la señora Hudson para desparecer de allí antes de que siguieran lloviéndole más deudos. Fue entonces cuando vio a Sarah Sawyer acercársele. La mujer iba vestida de negro, con una capelina y botas oscuras. Se la veía muy afectada. Le tendió la mano y el detective se la tomó.

-Lo siento mucho, Sherlock – gimió -. John. . . él era tan bueno. No merecía este final.

El detective no pudo evitar los celos. Sarah había sido una ex novia de John, si ex novia se podía llamar después de haber salido con él en dos ocasiones, sin siquiera darse un beso. John le había guardado un gran cariño y como cuando más tarde él y Sherlock se arreglaron y Sarah les dio su bendición, no le guardaba rencor, sólo celos por haber salido alguna vez con su esposo.

-Me enteré que adoptaron un niño – continuó la joven.

-Sí – confirmó Sherlock.

-¡Qué bueno! – sonrió Sarah con tristeza. Hizo silencio, mientras que el huraño detective esperaba a que se marchara de una buena vez -. Conseguí trabajo en Manchester y partiré el mes que viene. Mientras tanto, si necesitas ayuda con el bebé, sabes que puedes contar conmigo.

-Muchas gracias, Sarah – replicó Sherlock sinceramente -. Trataré de arreglármelas solo, pero te agradezco el ofrecimiento.

Sarah asintió a modo de despedida e iba a retirarse cuando recordó algo más.

-Sherlock – pasó saliva -. Quería que supieras que lo mío con John nunca se dio. …l siempre estuvo enamorado de ti.

Los ojos del detective se empañaron. La joven le sonrió nuevamente.

-Fuiste el amor de su vida – agregó -. Adiós, Sherlock.

Sarah se alejó por el mismo camino que habían tomado los Lestrade.

Sherlock se pasó la mano por los ojos. Estaba llorando y detestaba hacerlo en público.

-¡Sherlock! – exclamó la señora Hudson, acercándosele -. Ay, querido. Sé que es duro. Yo no lloré por mi Sam, quería que se muriera después de lo que me hizo. Tú mismo me ayudaste a que lo condenasen, pero igual sentí pena por él. Entiendo por lo que estás pasando y es tan doloroso. Mejor volvamos a casa. Te hornearé un budín de chocolate, mientras le preparas el biberón a esta lindura. Tenemos que apurarnos que su siesta se termina y despertará con hambre.

Para consolarse, Sherlock cargó a su hijo. Era una cosita preciosa, con las mejillas y la boca de John. El detective recordó cuando su esposo le dijera que si fallecía, él lo seguiría viendo a través de Will.

En aquel momento, Sherlock pensó que John estaba siendo extremadamente cursi, pero ahora entendía cuánta razón había tenido.


…………

Dos semanas después

Cumpliendo su promesa, Sherlock fue a cenar a la casa de Lestrade. Cindy preparó un plato típico de Gales, de donde provenía su familia, y de postre budín de chocolate en honor al detective. Sherlock pensó que si seguían consintiéndolo con ese postre, terminaría pidiéndole la dieta a Mycroft.

Megan y Charleene eran las dos hijas de Lestrade. Educadas y pizpiretas, pidieron cargar a Will y cuando el detective se descuidó, lo llevaron con ellas a mirar televisión.

-¡Megan! – llamó su madre -. Disculpa, Sherlock. Es que esta noche están pasando en la tele Piratas del Caribe. ¿Conoces la saga?

Sherlock puso la cara que había puesto cuando John le explicó por primera vez el Sistema Solar.

-Supongo que debe tratarse de barcos y piratas.

-Más que eso – replicó Cindy, dirigiéndose a la sala. El detective la siguió -. Tiene un personaje divertidísimo, Jack Sparrow, que tiene un amigo que no sé si fue herrero o soldado antes de convertirse en pirata, William Turner.

Sherlock se detuvo como si hubiese echado raíces. Jack Sparrow y William Turner. Podía jurar haber escuchado esos nombres antes. Sin entender por qué, recordó a John y recordó la noche cuando soñó que se despedía de él. Poco después Sherlock había despertado por el sonido de las máquinas para descubrir que su marido acababa de fallecer.

John. . . aquella noche. . .

El detective sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. No quería llorar en la sala de los Lestrade pero tampoco podía evitarlo.

-Aquí está el pequeño Will – regresó Cindy, cargando al niño. A su lado, sus dos hijas lo festejaban haciéndole morisquetas. El bebé las observaba con los ojos celestes abiertos como platos -. Aquí lo tienes, Sherlock. Disculpa que estas pícaras te lo hayan quitado.

Las niñas soltaron risitas.

-No es nada – suspiró el detective y parpadeando consiguió ocultar las lágrimas. Acomodó a su hijo en brazos -. Me gustaría que me enseñara la colección de DVD’s sobre los criminales de todos los tiempos.

-Esa colección es de George – aclaró Cindy -. Megan, Charleene, regresen a mirar el programa hasta que la cena esté lista. Acompáñame Sherlock. Buscaré a George para que te lo enseñe.

La cena transcurrió tranquila y Sherlock, contra todos sus pronósticos, se sintió a gusto. Lestrade había subido la cuna de sus hijas desde el sótano y la había ubicado en la sala para que Will pudiera dormir y ser vigilado por su padre al mismo tiempo. Cuando más tarde las niñas se retiraron a acostarse y Cindy fue a la cocina a preparar el té, el inspector le confesó.

-Quiero que sepas que el secreto del nacimiento de tu hijo está a salvo conmigo. Los demás que lo sabían, incluido el doctor que controló a John durante el cautiverio, han sido apresados y con sus antecedentes, pasarán el resto de su vida en la cárcel. No hablé con nadie de esto, Sherlock. Ni siquiera con mi esposa y no pienso hacerlo jamás.

-Te lo confesé porque sabía que podía contar contigo – respondió Sherlock.

Lestrade se arrellanó en la silla satisfecho. No era cosa corriente recibir halagos del detective.


…………

Al regresar a Baker Street, Sherlock le dio el biberón a Will y lo acostó en su cuna. Más tarde fue hasta la biblioteca de John y buscó entre sus DVD’s la película de Piratas del Caribe. Podía jurar que los nombres de los protagonistas no le eran ajenos. Afortunadamente encontró la primera de la saga y con una taza de té, se sentó frente al televisor para mirarla.

La trama le pareció sencilla y como se trataba de fantasía, no dejó de buscarle explicaciones lógicas al asunto del oro azteca y la maldición. El capitán Jack Sparrow le pareció espantosamente insufrible y en varias partes murmuró entre dientes que de tenerlo frente a frente, sabría darle un buen escarmiento. También el apellido de Norrington y el de Swann le recordaron a ancestros suyos. Casualmente se trataba de un militar naval y la hija de un gobernador de las Antillas. William Turner, además del hecho de que se llamaba como su hijo, le pareció una persona honrada.

Al terminar la película, seguía asociando a John con los dos piratas sin saber por qué y dejó el DVD sobre la repisa de la chimenea, pensando en volverla a ver pronto.
…………



¡Hola!

Esta idea de Legolas y Will como gemelos era la trama para un Crossover entre POTC y LOTR que por razones de tiempo no pude concretar. Cuando diseñaba “Better Days”, se me ocurrió rescatarla para este fic.

No la tomen como una idea demasiado loca, bueno, todas mis ideas son locas.

Estaré actualizando el viernes que viene.

Muchos besitos y gracias por tomarse su tiempo para leer.

Midhiel

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