Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Deseo Profundo por _Islander_

[Reviews - 57]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como he visto que el fic ha tenido muy buena aceptación me he apresurado a actualizarlo. Perdonad si hay alguna errata, lo escribí bastante deprisa xD

Zero no sintió la presencia de Kaname en el resto del día y eso lo alivio enormemente. Parecía que el vampiro finalmente se había marchado de verdad. Ahora Zero podía dejar de preocuparse por su presencia y volver a centrar su atención en aquellas solitarias vacaciones de verano. Lo cual no era muy interesante.

Era más que evidente que no había mucho que hacer en un colegio en verano, y menos si se estaba solo. Zero vago por los pasillos de los pabellones, sumido en sus pensamientos. Después camino por al jardín hasta que llego la hora de la comida, que era quizá el momento más duro del día.  Resultaba muy duro tener que comer todos los días solo. Aunque nunca lo admitiera, lo cierto era que echaba de menos la compañía de Yuuki y del director durante las comidas. La forma en la que Cross hacia pucheros si no decían nada de sus, en su propia opinión, fabulosos platos. Y de cómo Yuuki se apresuraba a decir que había sido la mejor comida que había probado para acallar los llantos de su padrastro, y de cómo después, la chica tenía que esquivar aquella lluvia de abrazos por parte de Cross. Zero incluso echaba de menos cuando el director se rendía con Yuuki y trataba de abrazarlo a él. A pesar de las continuas amenazas de muerte por parte del peligris. Aquello sí que era divertido.

Tras terminar de comer Zero fregó los platos y volvió a salir al exterior, para vagar por los vastos terrenos del reciento escolar. El calor del verano cada día era más asfixiante, y más a aquellas horas. El cazador no tardo en regresar al edificio y tomar una ducha fría.

Necesitaba ocupar su mente el algo o aquel tedio terminaría por hacerle perder la razón. Resultaba insoportable no tener absolutamente nada que hacer.

Desesperado se sentó a ver la tele, cosa que no acostumbraba a hacer. Ni siquiera él mismo fue capaz de calcular cuánto tiempo estuvo con la mirada fija en la brillante pantalla del televisor, no le había prestado a penas la menor atención. Tan solo lo observaba. Después tomo un libro y se sumergió entre sus páginas, hasta que el sol comenzó a declinar. Cuando alzó la vista, de entre aquellas líneas que lo habían mantenido absorto en una ininterrumpida lectura, y vio que ya atardecía se sorprendió mucho al ver lo poco que había dado de sí el día. Aunque, bien mirado, todos los días de aquel verano en ese encierro estaban resultando parecidos.

Posó el libro sobre la mesa que tenía en frente y se reclinó sobre el sillón en el que estaba, con un largo suspiro. Cerró los ojos. Seguía haciendo un calor muy molesto. Las ventanas estaban abiertas y una agradable brisa entraba a través de de ellas, pero no lograban aliviarlo. Se llevó una mano a la nuca y se dio cuenta de qué forma estaba sudando ¿Tanto calor hacía? No. Por alguna razón el calor que él sentía se estaba acrecentando por momentos. Se llevo ahora la mano a la frente, para comprobar si tenía fiebre. Se levanto casi de un bote cuando su mano entro en contacto con su propia piel. Estaba ardiendo. Fue hasta el baño y tomó el termómetro del botiquín. Lo tuvo puesto durante unos minutos y lo que vio reflejado en él al quitárselo hizo que le diese un vuelco el corazón. Estaba superando los treinta y nueve grados… ¿Cómo era posible? A parte del calor no tenía ninguna dolencia, salvo tal vez la garganta seca y… No quería pensar en ello. Se quito la ropa, se coloco bajo el grifo de la ducha y abrió el agua fría, que arranco una ahogada bocanada de aire cuando entro en contacto con su piel, pero que, poco a poco, fue aliviándole, parcialmente.

Cuando de la ducha fue directamente a la cocina, a prepararse algo de cenar. Estaba realmente hambriento. Pero por más que engullía el hambre no desaparecía, al contrario, aumentaba. Nervioso, empezó a darse cuanto de lo que ocurría. Conocía demasiado bien esos síntomas, y no eran más que un pequeño preludio de lo que se avecinaba. Maldijo su suerte. Aquella mañana se había encontrado tan bien… ¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿Por qué la sed de sangre volvía? ¿Acaso solo la sufriría en las noches? No. El día anterior se había sentido mal durante prácticamente el día entero, hasta la llegada de… Él. ¿Qué era lo que le había hecho? Sus maldiciones internas cayeron ahora sobre Kaname Kuran. No sabía si lo que le había contado aquella mañana era real o falso, pero si era innegable es que algo le ocurría. No quería caer el nivel A pero… ¿Qué podía hacer?

Se sirvió un vaso de agua y con un gruñido se lo tomo de un trago. El calor era asfixiante, y poco a poco su respiración se iba acelerando. Como si hubiese corrido durante largo tiempo. Se estaba desesperando, no sabía qué hacer, y odiaba aquella sensación. La sensación de verse solo, desprotegido, y sin respuestas. Y por alguna extraña razón, había una cadencia más en su interior. Sentía la profunda falta de algo más. O mejor dicho, de alguien.  Casi de forma inconsciente, y sin saber por qué, durante un efímero momento deseo que aquel odioso vampiro estuviese allí. Hasta se vio tentado de llamarle, de pronunciar su nombre. Era como si, muy dentro de él, sintiera que, estuviese donde estuviese, él oiría. Y aquella sensación no le gusto nada. Es más, prefirió mil veces tener que lidiar con aquella insoportable necesidad de sangre que con la idea de tener que depender, aunque suelo fuese por un segundo, de la presencia aquel indeseable.

-Maldito Kaname… -se escapó de entre sus dientes, casi como un gruñido.

Caminó, tambaleándose, hasta su habitación, y una vez allí no tardo en dejarse caer sobre su cama. Tan solo en ropa interior, debido al insoportable calor que sentía. Se llevo una mano a la garganta, la sed iba en aumento. Deseo quedarse dormido para no tener que sufrirla. Pero la sed, unida al calor, no le dejaría dormir tan fácilmente. No paraba de dar vueltas en la cama, incómodo, molesto, desesperado. Finalmente, y con un gruñido, se levanto y fue de nuevo al baño. Abrió el armario y saco un bote de pastillas. Los somníferos de Cross. Tomó un par de tabletas y se la tragó con un poco de agua. Regreso a su habitación y volvió a tenderse sobre la cama, con la esperanza de que no tardasen en actuar. Efectivamente, al cabo de unos minutos, comenzó a sentir como el cansancio se iba apoderando de él. Poco a poco, sus músculos se fueron relajando y fue cayendo en un profundo sueño.

Dolor, calor, desasosiego, miedo, tristeza. Todas aquellas horribles sensaciones e arremolinaban en su interior. Corría por un largo y oscuro pasillo, le faltaba el aire. Tropezó con algo, no vio el qué, debido a la oscuridad. Cayó de bruces al suelo. Se hizo un ovillo en él, la sed era cada vez más insoportable. Pasos. Pudo oír unos pasos acercarse a él. Se detuvieron a su lado. Haciendo acopio de todas sus fuerzas se obligó a alzar la mirada. Ahí estaba él, Kaname Kuran. Observándole, con aquel impertérrito rostro. Aquel frío e indiferente semblante. Zero apretó los dientes, asqueado de sí mismo por verse tan indefenso y vulnerable frente a aquel vampiro. Como si de un pobre animal herido se tratase. Trato de ponerse en pie, pero sus piernas no les respondían. Lanzó una maldición. Miró de nuevo a Kaname, y vio que este ahora sonreía, con suficiencia.

-¡Márchate de aquí! –Le gritó-. ¡Déjame solo!

Aunque su voz temblaba sus palabra debieron de ser más certeras de lo que él había creído, pues la figura de Kaname se alejaba de él, perdiéndose entre la sombras, sin dejar de sonreír de aquella forma. Zero volvió a maldecirle por su altanería y su suficiencia. Pero poco tiempo puedo concentrar su odio en el castaño, pues el dolor volvió, más fuerte que antes. Se sujetaba la garganta con fuerza. Sentía como si, de un momento a otro, fuese a explotar. Aquella desagradable sensación de estar desgarrándose por dentro lo estaba matando. El dolor crecía y crecía, y ni siquiera salía ningún sonido de su boca cuando intentaba gritar. Era como si, al alejarse Kaname, el dolor se hiciese más y más grande. Cerró los ojos, con fuerza, aquel dolor iba a matarlo.

Cuando los abrió, estaba de nuevo en su cama, empapado en sudor. Respiraba muy agitadamente. El dolor ya no era tan fuerte, pero seguía ahí. Aún era de noche. Su mirada se deslizó hasta el reloj que había sobre su mesita de noche. Las dos. ¿Es que solo había dormido una hora? Maldijo a los cielos por su suerte. Aún tenía que sufrir prácticamente toda la noche. Pero lo cierto era que ya no se encontraba tan mal ¿Por qué?

-¿Te sientes mejor?

Aquella voz que tanto odiaba le hizo casi caer de la cama a causa del susto. Miro hacia la venta y allí estaba él, de igual manera que la noche anterior. ¿Cómo era posible que no hubiese notado su presencia al entrar?

-¿Qué haces aquí? –Pregunto en tono amenazante, con su respiración aún algo acelerada-. Creí haberte dicho que te esfumases.

-Y así lo hice –respondió el castaño, con total calma-. Pero has sido tú quien ha vuelto a llamarme.

-¿Qué?

Kaname sonrió.

-He sentido tu llamada. En tu interior, pedía a gritos que volviese.

-No digas tonterías –escupió Zero.

-Y además…

El peligris noto como el vampiro le escrutaba con la mirada.

-¿Y además qué? –Lo apremio.

-Estabas gritando mi nombre en sueños.

-¡¿Qué?!

-No te estoy mintiendo.

Camino hacia él. Zero se incorporo en la cama.

-¡No te acerques!

-Solo quiero hablar.

Y haciendo caso omiso de las amenazas de Zero, Kaname se sentó a un lateral de la cama, junto a él.

-No te lo repetiré otra vez –sentenció el cazador, con la más mortal de sus miradas.

Kaname solo pudo suspirar, era increíble la terquedad de aquel joven.

-Tan solo déjame mostrarte algo, después, si así lo quieres, me marcharé y no volveré.

Se miraron a los ojos durante un largo periodo de tiempo, en silencio. La indiferente e inescrutable mirada de Kaname se enfrentaba a la fría y acusadora mirada de Zero. Finalmente este bajo la mirada, en actitud algo resignada pero igualmente en guardia.

-Adelante –accedió-. Pero que sea rápido. Bastante me molesta ya tu presencia como para encima tener que escucharte.

-¿Qué mi presencia te molesta? –Dijo Kaname, con cierto matiz de diversión-. ¿Estás seguro? –Ante la confundida mirada de reproche de Zero solo pudo sonreír-. ¿Es que no te has dado cuenta?

Zero le miraba, sin entender, pero sin borrar, en ningún momento, su desdén hacia él.

-¿De qué estás hablando?

-¿Es que no lo ves? Tu respiración, ya es normal –Kaname pareció complacido al ver como Zero parecía acabar de caer en la cuenta de ese pequeño hecho-. ¿Sigues sintiendo sed?

-Sí…

-¿Te sigue doliendo el cuerpo?

-Bastante…

-Dame la mano.

Ante esa petición Zero salió de aquel leve estado de sorpresa para volver a atacar a Kaname con la mirada.

-¿Para qué? –Preguntó, con total desconfianza.

-Te dije que quería mostrarte algo. Dame la mano, por favor, no voy a hacerte nada.

Aunque se mosto bastante reticente en un principio, finalmente, y sin muchas ganas, Zero le tendió la mano al castaño. Este la tomo, en un ligero apretón, como el de un saludo normal entre conocidos.

Zero parecía entender cada vez menos.

-¿Qué tal ahora? –Preguntó Kaname.

-¿A qué te refieres? Esto no tiene ningún… -Sus palabras se vieron interrumpidas cuando sintió como el latir de su propio corazón iba decelerando hasta adoptar, paulatinamente, su ritmo normal-. ¿Pero qué…?

-Mira.

Kaname uso ahora su otra mano para tomar la muñeca de Zero, le hizo girarla y abrir la palma de la mano. Por la cual empezó deslizar las yemas de los dedos de su otra mano por su superficie. Zero sintió como si una corriente eléctrica le deslizara por la columna. Aquel suave e incesante contacto era tan desesperante como agradable. Kaname sonrió al ver la infantil reacción en el rostro del cazador. Por alguna razón que Zero no entendía sus músculos se estaban relajando. Se sentía muy tentado de liberarse de aquel extraño contacto y partirle la cara al vampiro, pero no lo hizo. En contra de sus deseos y de su propia manera de ser se dejo hacer. Ahora Kaname clavo un poco mas de fuerza las puntas de sus dedos sobre la palma de la mano de Zero, y empezó a dibujar pequeños círculos, realizando un pequeño masaje con el que Zero sintió que se derretía. Era como si todo el estrés acumulado desapareciese por aquel simple contacto. Y la sed, poco a poco, iba controlándose, aunque no desapareciendo. ¿Qué le estaba ocurriendo? Sentía como sus ojos se cerraban, victimas del relax, pero luchó por que eso no sucediera.

Al cabo de un rato, Kaname poso, con suma delicadeza, la mano de Zero sobre el colchón para después volver a mirarle a los ojos. La mirada de Zero había cambiado totalmente. Aunque aún lo miraba con rencor, se veía mucho más relajado. Menos tenso.

-¿Qué me has hecho…? –Dijo casi en un hilo de voz, presa del bienestar.

-Te he dado un pequeño masaje.

Zero entrecerró los ojos, con furia, pero lo cierto era que se sentía tan somnoliento y relajado que no podía a penas ni gesticular.

-Ya sabes a lo que me refiero.

El ver a Zero tan vulnerable y atrofiado hizo que Kaname sintiese ganas de lanzar una carcajada, pero se contuvo.

-¿Es que sigues sin verlo? –Y ante el silencio del cazador Kaname vio que, efectivamente, Zero seguía sin verlo-. Soy yo quien calma tus instintos de vampiros. Es mi presencia la que te mantiene tranquilo.

Zero logro despegar su cabeza del cabecero de la cama, para dirigirle una escéptica y poco halagüeña mirada.

-¿Qué?

Kaname parecía cada vez más sorprendido que Zero fuese tan ciego. O mejor dicho, estaba cada vez más sorprendido de su cabezonería.

-Mientras yo esté cerca tú no sufrirás.

-Eso no tiene sentido ¿Qué me hiciste anoche? ¿Por qué la sed desapareció?

 -Por la misma razón que ha desaparecido ahora, por mi proximidad. Anoche no me moví de mi habitación, pero mi cercanía mejoro tu condición física. Y si aceptaras a beber mi sangre te sentirías mucho mejor.

-¡¿Pero porqué?! –Quiso saber Zero, perdiendo la paciencia por momentos.

-Porque mi sangre es la que…

-¡No me refiero a eso! –Le cortó-. ¿Por qué tu proximidad alivia mi sed?

Kaneme suspiro. De nada servía ser sutil con aquel chico. Su cabezonería no le permitiría nunca ver la verdad, así que iría al grano.

-El día te di mi sangre por última y complete tu trasformación –empezó a narrar, bajo la atenta mirada de Zero-. Creamos un vínculo.

-¿Un vínculo? –Repitió el cazador, incrédulo.

Kaname asintió.

-Ni yo mismo entiendo muy bien aún la razón. Pero el caso es, que al darte mi sangre en aquella ocasión, te di una parte de mí. Y tú, al morderme, me diste una parte de ti. Tú nunca fuiste una persona normal ni yo un vampiro normal, no es descabellado pensar que al hacer el ritual que hicimos surgiesen consecuencias que no nos esperábamos.

-No entiendo a donde quieres ir a parar.

-Yo me convertí en el vampiro definitivo, y tú en el cazador definitivo. Luz y oscuridad, el yin y el yang, llámalo como quieras, pero el caso es que nos necesitamos tanto como nos repelemos. Pues los dos sabemos, que haya donde hay luz hay oscuridad –Kaname observo  como Zero iba perdiéndose por momentos-. Sé que te estoy hablando con términos demasiado ambiguos, y que puede parecerte una estupidez, pero es cierto. Aquel día ganamos poder, pero el poder no se consigue así como así, hay que pagar un precio. Y eso no está repercutiendo a los dos.

-¿A los dos?

Zero pareció extrañarse ante aquella revelación.

-Yo… también… -pareció dudar durante unos segundos de lo que iba a decir, cosa que sorprendió de sobremanera a Zero, pues Kaname Kuran no era de los que dudaban o no sabían que decir. Inhalando aire profundamente, el castaño continuó-. Por eso volví. Aquí. O mejor dicho, a ti. Desde hace unos días, sin entender el por qué, he sentido un profundo deseo de volver a encontrarme contigo. Era como si mi cuerpo me exigiese tu compañía. Incluso llegué a sentirme débil, cansado. Ni la sangre solventaba aquella carencia de fuerza. Era todo muy confuso… Mis compañeros llegaron a ofrecerme su sangre. Probé la de todos, incluso la de Yuuki. Pero nada lograba aliviar aquel malestar. Finalmente les dije que debía partir durante un tiempo y me separé de ellos. No les dije a donde iba ni que iba a hacer. Necesitaba encontrarte para sí poder comprobar si aquello que mi cuerpo me exigía era cierto. Mi sorpresa fue muy grande cuando, al acercarme al colegio, sentí tu presencia, agonizante, llamándome. Entonces lo entendí todo. Al ver que tú estabas pasando por algo similar deduje que todo esto había dimanado del día en el que alcanzamos nuestro máximo potencial. El día en que tú me mordiste por última vez y tomaste mi sangre.

Zero, que había escuchado todo aquel relato con suma atención, se había quedado estático. Con la mirada perdida en algún punto en concreto de la habitación.

-No puedo creerlo… -Musitó.

-No te estoy mintiendo.

Entonces, de improviso, Zero estalló en carcajadas, bajo la confusa mirada de Kaname, que no entendía el porqué de aquel repentino arrebato.

-Entonces… ¿Me estás diciendo que ahora además de tener que sufrir esta dependencia de sangre ajena, voy a tener que sufrir una dependencia hacia ti?

No podía creerlo, y contra más le daba vueltas, menos lo entendía, pero igualmente, aquel cumulo de sensaciones y de confusión que se habían arremolinado en su interior habían ocasionado aquel desenfrenado arrebato de risa. Se reía de lo absurdo de la situación, se reía de su mala suerte y sobre todo, se reía por no llorar. ¿Podían pasarle más cosas?

-No entiendo tu reacción –habló Kaname, tratando de interrumpir aquel mar de carcajadas.

Zero trato de controlarse, y poco a poco, fue acallando sus risas.

-Yo tampoco lo entiendo –dijo secándose una lagrima, a causa de aquel momentáneo ataque-. Pero ya estoy empezando a acostumbrarme a no entender las cosas –dio un resoplido, aparentemente ahora más calmado-. Bien. Si ya has terminado, lárgate.

Los ojos de Kaname se abrieron de par en par ¿Cómo era posible que fuese tan obstinado?

-¿Es que no has oído nada de lo que te dicho? Sin mí acabaras cayendo, irremediablemente, el nivel A. Y si eso pasa acabarán contigo. Y si tú mueres…

-¿Qué? –Lo apremio Zero, no una sonrisa de suficiencia. Como si disfrutara de aquel pequeño momento de flaqueza por parte de Kaname.

-Yo… No sé que me pasará a mí… -apretó el puño. Nada de aquello había entrado dentro sus planes. Él debía ser el más grande de los vampiros, con el poder más absoluto. No debía tener que depender de nadie. Y menos del cazador-. Nos necesitamos. Nos gusto o no, nos necesitamos, Zero Kiryuu.

-Así que ahí está la respuesta tras mi pregunta inicial –comento Zero, en actitud soberbia-. Esa es la verdadera razón por la que el gran Kaname Kuran quería ayudarme. Porque sin mí él también sufriría las consecuencias –sonrió, de forma triunfal-. Ya sabía yo que siempre hacías las cosas con algún objetivo.

-Estás equivocado –se defendió Kaname, que por su tono de voz parecía cansado.

-Pude vencer mi sed de sangre antes, y lo haré ahora. No te necesito.

-¿Cómo puedes ser tan necio? Aguantabas tu sed gracias a las pastillas, la sangre de Yuuki o la mía. Pero ahora ya no será igual. Tan solo mi sangre aliviará tu necesidad.

Zero le lanzó una mirada fulminante.

-Prefiero morir a tener que depender de ti.

-También tenías esa actitud las últimas veces que te ofrecí mi sangre, y aún así la tomaste.

-Eso era diferente.

-¿Por qué? ¿Por que tenías algo que defender? ¿Yuuki?

Ante aquello, Zero apartó la mirada, y Kaname supo que había dado en el clavo.

-Ella no era la única razón.

-Lo sé. También lo hacías por tu propia integridad. Tu odio hacía nuestra especie te hacía no querer rendirte ante ella. Pero ahora parece que parece que prefieres sucumbir a aquello que tanto odias por tu injustificado rencor hacia mí. Tirarás por la borda todas tus convicciones y el trabajo que has realizado solo porque me odias. Eres verdaderamente estúpido.

El ruido sordo que provocó la mano de Zero al cruzarle la cara a Kaname lleno toda la habitación por un momento. El vampiro había visto venir el golpe, pero ni siquiera se molesto en esquivarlo.

-No te atrevas a juzgarme –sentenció Zero, en tono gutural-. No creas conocerme.

-Te conozco más de lo que crees –respondió Kaname, llevándose una mano a la enrojecida mejilla-. Y ya no me importa lo que puedas pensar. Nos necesitamos el uno al otro. Así están las cosas.

-Para mí no.

Kaname trató de relajarse un poco. Aquello le estaba superando, y eso no solía ocurrirle.

-Yo ya he contestado a tus preguntas –dijo-. Ahora quiero que tú me contestes tan solo a una ¿Por qué rechazas tan obcecadamente mi ayuda?

-No quiero, ni necesito, la ayuda de ningún vampiro, y menos la tuya –fue la contundente respuesta.

-¿Por qué?

Zero no contestó.

-Dijiste solo una pregunta –dijo finalmente.

Kaname no quiso insistir más, no serviría de nada.

-Lo siento, pero digas lo que digas permaneceré aquí.

-Ten por seguro que no.

-¿Por qué no cejas de una vez en tu obstinación? Escúchame. Si no quieres beber de mi sangre y prefieres sufrir tú solo esa horrible necesidad de sed, adelante, ese es tu problema. Pero si yo no estoy cerca no podrás librarte de eso otro dolor que ahora te lacera por dentro.

-No me importa.

Zero se mantenía en sus trece, y por primera vez en mucho tiempo, Kaname se sintió verdaderamente molesto. Si existía una persona paciente y difícil de provocar, ese era él, pero Zero había logrado superarle.

-Te lo mostraré quieras o no.

Y dicho esto, se acercó a él. Zero retrocedió, pero su espalda chocó contra el cabecero de la cama. Acorralado, descargo su puño sobre el castaño, pero Kaname detuvo el golpe con suma facilidad. Zero aún estaba muy débil. Impotente, el cazador solo pudo ver como la mano libre de Kaname se acercaba a él. ¿Qué iba a hacer? Observó cómo se acercaba, descendiendo ligeramente, hasta posarse sobre su pecho, y luego, nada. Zero le miro, con una mezcla de extrañeza y molestia.

-¿Qué estás haciendo?

Pero Kaname no contestó. Mantenía su mirada fija en el desnudo pecho de Zero. Su mano empezó entonces a descender, muy lentamente, acariciando aquella suave y nívea piel. Zero apretó los dientes, impidiendo que un pequeño jadeo escapase de entre sus labios por aquel suave pero firme contacto. La mano de Kaname descendió hasta el estómago, dando un par de vueltas alrededor del ombligo y después volvió a ascender hasta el pecho, donde dio un par de vueltas más. Después la aparto y observo al cazador.

-¿Y bien?

-¿A qué ha venido eso? –Quiso saber el peligris, molesto. Con un leve pero evidente rubor en el rostro.

-¿No te sientes más calmado? ¿No sientes menos presión en tu cuerpo?

De nueno, Zero le miro con aquella mezcla de sorpresa y espanto, y Kaname no necesito respuesta alguna.

Era cierto, tras aquel contacto su cuerpo se sentía menos pesado. Menos tenso. Y aquel asfixiante calor había mermado notablemente, limitándose ahora al calor natural del verano.

-¿Qué me has hecho…? –Quiso saber el cazador, aún turbado.

-¿Cuántas veces tendré que repetírtelo? No te he hecho nada. Es mi contacto. Contras más prolongado y profundo es más bien te hace. Más bien nos hace a los dos.

-No puede ser…

La mano de Kaname fue a su cuello, el cual palpo, con suavidad. Haciendo circular sus dedos alrededor de las líneas de aquella marca que portaba, se aquel estigma. Delineándolo. Durante unos segundos, a causa de la sorpresa, Zero se quedo inmóvil, permitiendo aquel contacto tan agradable e intrusivo, pero que al mismo tanto le asqueaba y aliviaba. Pero no tardo en volver a ser dueño de sí a apartar terminar ese contacto de un manotazo.

-Desgraciado… -Dijo entre dientes.

Resignado, pero manteniendo la calma, Kaname se puso en pie y camino hasta la puerta, volteándose, una vez más, para dirigirse a Zero.

-Voy a quedarme. Volveré a la habitación de Yuuki. A la larga irás comprobando tú mismo como mi presencia mejora tu condición. Y si llegado el caso ves que no resistes más la oferta de mi sangre sigue en pie.

Y dicho esto, y sin obtener respuesta alguna por parte de Zero, salió de la habitación.

Presa de la furia y la impotencia, Zero se dejo caer de nuevo sobre su colchón ¿Cómo podía haberle ocurrido aquello? Casi volvió a sentir ganas de reír por su funesto destino, pero ciego odio hacia aquel despreciable vampiro estaba imperando en su interior.

Por si no tenía ya suficientes problemas en su mente ahora debía lidiar con aquello. Pues, aunque tratase de negárselo a sí mismo, en el fondo sabía que Kaname le había dicho la verdad. Algo dentro de él le decía que todo aquello era cierto. Incluso él mismo había empezado a sentir esa necesidad días antes, tal y como había dicho el castaño. Pero jamás lo habría aceptado, ni mucho menos lo habría ligado a la persona de Kaname. Pero aquel último contacto que acaba de tener con él había añadido más veracidad al asunto.

Suspiró. Aquello le resultaba tan irónico como penoso.

Se colocó de lado sobre el colchón y cerró los ojos. Se sentía sumamente agotado. Habían sido demasiadas cosas para un día que había empezado de manera tan monótona. Por ese día ya no quería pensar más. Hacía mucho calor. Trató de vaciar su mente de cualquier tipo de pensamiento, hasta que, finalmente y presa del agotamiento, logró quedarse dormido.

Notas finales:

Garcias por leer! Espero que os esté gustando.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).