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INOCENCIA por Orseth

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            -Claro que puedo cuidarlo Harry, justo Ron y yo íbamos a ir al Londres muggle al mercado de pulgas después de desayunar, nos hablaste justo a tiempo –dijo Hermione mientras acomodaba unos platos en la mesa.

 

            -Gracias Hermione, en cuanto nosotros desayunemos pasare a dejártelo –respondio Harry desde la chimenea.

 

            Una hora después…

 

            -¿Por qué venden pulgas en un mercado? –Preguntó Draco de la mano de Ron y Hermione mientras caminaban por la calle- ¿Qué las pulgas no están en los perros? ¿Y quién va a querer comprar pulgas?

 

            -Un mercado de pulgas es un mercado al aire libre en donde venden cosas muy interesantes, no venden pulgas –respondio Hermione.

 

            -¿Pero entonces porque dicen que venden pulgas?

 

            -No dicen que venden pulgas.

 

            -Entonces no debería llamarse así.

 

            -Pues no… no deberían llamarse así –concordó Hermione un poco titubeante.

 

            -¿Pero porque se llaman así entonces?

 

            -Si Hermione ¿Por qué se llama mercado de pulgas sino venden pulgas? –intervino Ron con un gesto de para colmo de Hermione, genuina curiosidad.

 

 

 

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            Aunque era sábado, Tina Wilson acostumbraba levantarse temprano e irse a correr; regresaba a las 8:00, preparaba el desayuno de su marido, quien se iba a trabajar dejándola sola en casa; pero ese día el hombre no había llegado el día anterior debido a un viaje de negocios que se prolongaría todo el fin de semana; por lo que Tina Wilson llegó un poco más tarde pues no había preocupación por atender a nadie.

 

            Lo primero que hizo fue ir a la cocina a dejar su botella de agua pegando un grito al encontrar a Harry Potter sentado en la barra tomando un café.

 

            -Su café es una mierda –dijo él arrugando la nariz al tiempo que vaciaba la taza en el suelo- no entiendo cómo es que ganando lo que gana trabajando en un colegio tan caro, se compra cosas tan corrientes.   

 

            -¡Señor Potter! –exclamó Tina con una mano en el pecho sintiendo que se le escapaba el corazón- ¿¡que hace aquí, como entró?!

 

            Harry no respondio, lo que hizo fue simplemente separar los dedos con los que tenia sujetada la taza y dejarla caer rompiéndose en pedazos; después puso sus manos en la barra, una a cada lado de sus piernas y se recargo en ellas inclinándose ligeramente hacia adelante.

 

            -¡Salga inmediatamente de aquí o llamaré a los aurores!

 

            -¿Por qué tan asustada?... soy Harry Potter, el salvador del mundo mágico ¿le tiene miedo a un héroe de guerra?... se supone que le salvé el culo de Voldemort ¿no? –dijo tranquilamente.

 

            -Salga de aquí –repitió Tina tratando de recuperar la compostura.

 

            -Es raro que me corra sin siquiera preguntarme qué hago aquí.

 

            -No  me interesa saberlo, solo lárguese o…

 

            -¿O qué? –Interrumpió Harry con una pequeña sonrisa- ¿me va a poner sobre sus rodillas y pegarme?

 

            Claramente vio como la mujer se ponía más pálida que un muerto mientras tragaba en seco.

 

            -O me va a avergonzar frente a medio mundo mientras rompe algo mío.

 

            Tina solo atinaba a abrir y cerrar la boca sin que ninguna palabra saliera de ella mientras sentía la garganta seca.

 

            -¡Oh pero si rompió algo mío! –Exclamó Harry como si de repente recordara algo- y no me refiero al juguete de mi hijo.

 

            -Señor Potter…

 

            -Rompió el corazón de un niño… de MI hijo; hizo trizas su confianza y su autoestima… -continuo Harry bajando lentamente de la barra dejándose oír el crujido de la cerámica de la taza al ser pisada.

 

            -¡Salga de mi casa! –exclamó Tina caminando hacia atrás- ¡se lo advierto!

 

            -Comenzaré con lo primero que quiero saber… -dijo Harry sacando su varita y jugueteando “inocentemente” con ella entre sus dedos- ¿Dónde está el juguete de Draco?

 

            -¡No toleraré esto! –respondio Tina Wilson girándose para tomar su varita que había dejado en un mueble de la sala.

 

            -¡Accio varita! –exclamó Harry atrapando en el aire la varita de la mujer.

 

            -¿¡Como se atreve?!

 

            Harry sonrió al verla intentar desaparecerse un par de veces cayendo al suelo en el tercer intento.

 

            -Si sigue así se va a escindir.

 

            -¿¡Que ha hecho?!

 

            -Puse una barrera anti desaparición –respondio Harry alzándose de hombros y partiendo la varita de la mujer en dos.

 

            -¡Mi varita!

 

            -Tranquila, solo era un experimento para ver que se siente que rompan algo muy preciado para uno.

 

            -¡Gritaré muy fuerte y los vecinos me escucharán!

 

            -Hágalo, ya me encargue de eso, aunque cayera una bomba aquí dentro no escucharían nada.

 

            -Bueno ¿y qué quiere, el muñeco? –respondio poniéndose de pie y dirigiéndose a un pequeño armario en la entrada de la casa- aquí esta… -dijo sacando su bolso y arrojando al suelo el hurón de felpa descabezado- ahora lárguese.

 

            Harry lo tomó y con un simple hechizo lo restauró, le sacudió el polvo y después de miniaturizarlo se lo guardó en el bolsillo.

 

            -Si se va ahora mismo, no levantaré cargos.

 

            -¡Uy que amable!

 

            -Lo digo en serio señor Potter ¿cree que temo hacerlo por lo que usted pueda decirles de mi?... sé de sobra que muchos me felicitarán; al final saldré muy bien librada de este asunto.

 

            -Eso lo sé muy bien, pero no es por eso que no la denuncio, y aunque hicieran algo al respecto, de todos modos me quedaría callado… ¿tiene alguna idea del porque lo hago?

 

            Tina no respondio, solo alzó la barbilla en un gesto desafiante por demás patético.

 

            -Porque ninguna sanción, llamada de atención o reprimenda, me darían el placer que me dará el cobrármela yo mismo- continuó Harry con rostro serio.

 

            El primer instinto de la profesora fue darse la vuelta e intentar correr hacia la chimenea. 

 

            -¡Crucio! –exclamó Harry apuntándole con la varita haciéndola caer al piso en medio de gritos desgarradores.

 

            Tina Wilson nunca imaginó que pudiese existir tal grado de dolor ni que pudiese gritar tanto, ni que unos cuantos segundos pudiesen durar toda una eternidad; y cuando Harry detuvo el conjuro, le dio un par de minutos para reponerse, luego se acercó a ella y se acuclillo a su lado diciendo:

 

            -La próxima vez que le aflore el espíritu vengador, desquítese con alguien de su tamaño, con alguien que si se pueda defender.

 

            Tina solo lo miraba con expresión de terror mientras las lágrimas escurrían hasta su nuca.

 

            -¿Tiene miedo, profesora? –Preguntó Harry con voz dulce recibiendo solo silencio por respuesta- ¡pregunté si tiene miedo, bruja estúpida! –gritó el moreno haciéndola gritar de miedo.

 

            -S-si… -respondio ella después de unos segundos cerrando los ojos.

 

            -Que bien, esa es la intención –dijo Harry poniéndose de pie y aplicando el mismo hechizo doloroso por espacio de quince minutos.

 

            -¡Por… p-por… piedad! –Jadeó Tina toda desmadejada en el piso- Ya… ya no… ya…

 

            -Ya casi terminamos… -dijo Harry sintiendo su propia cabeza estallar; y Tina lo notó, vio el semblante grave y contenido de Harry Potter… expresión que ni por asomo le había visto jamás; y por un breve instante pensó que esa seguramente había sido la expresión con la que combatió en la guerra; sonidos guturales salieron de su garganta con nuevos sollozos.

 

            -¿Qué hice?...-pensó angustiada sintiendo que Harry la iba a matar en cualquier momento- mi… mi... hermana murió…. En manos de… los mortífagos… -balbuceó con dificultad.

 

            -Y a mis padres los mató Voldemort ¿y?... yo no me la paso odiando a todos los mortífagos por igual; no todos tienen las manos manchadas de sangre, y lo principal es que no vivo en el pasado, en “que hubiera pasado en caso de”

 

            -Pe… pero él... es un... un Malfoy… -susurró Tina en tono de disculpa.

 

            -El solo es un niño de cinco años… ¿no lo ve, no lo entiende?... él no tiene memoria, él no tiene pasado… él solo es un niño pequeño que nunca entendió el porqué su maestra lo trató tan mal… o dígame ¿Qué se la pasaba haciendo ese niño? ¿Hablaba de mortífagos y de cuantos muggles torturó? ¿Se la pasaba planeando asesinatos?... contésteme cuando le hablo.

 

            -No… no hacia eso…

 

            -¿Y qué hacia entonces?

 

            -A él… le… le gusta mucho… dibujar… -respondio Tina entre hipidos.

 

            -¿Gente destrozada, muerta?

 

            -N-no… él… dibujaba paisajes… autos… es-escobas…

 

            -Estoy seguro que aunque esta fue la primera vez que le pegó, no es la primera en que lo maltrata ¿cierto?

 

            Tina no respondio, solo aumentó más su llanto.

 

            -Usted me asquea… -dijo  pasando una mano en su alborotada cabellera- creo que es hora de terminar con esto.

 

            -¡No, no me mate!... ¡por favor, no me mate! –gritó Tina intentando incorporarse.

 

            -¿Matarla?... no se emocione, usted no vale tanto como para que yo me manche las manos con usted –dijo Harry poniéndose de pie y aplicándole un último Cruciatus; al terminar, apuntó de nuevo a la profesora susurrando palabras que la otra no entendió, solo alcanzó a sentir un hormigueo en el cuerpo antes de perder el conocimiento.

 

            Harry quitó las barreras protectoras que había colocado  y simplemente desapareció de ahí.

 

 

 

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            -¡papá! –exclamó Draco arrojando arroz por todas partes al ver llegar a Harry por la chimenea.

 

            -Draco, no hables con la boca llena –dijo Hermione limpiando con la varita las migas esparcidas.

 

            -¿Cómo les fue, chicos? –preguntó Harry sentándose a la mesa al tiempo que Hermione convocaba otro plato desde la cocina con su varita.

 

            -¡M-mfh… ftio Ron…!

 

            -No hables con la boca llena, ya te lo dijo tu tía, primero come y luego me cuentas –dijo Harry.

 

            -¿Y a ti como te fue, arreglaste tu asunto? –preguntó Ron.

 

            -Si, la maestra fue muy amable, nos desea suerte en América.

 

            -¿Entonces si te recomendó algunos colegios para Draco?

 

            -Ajá, gracias Hermione –dijo Harry agradeciéndole a su amiga el plato de arroz con dos huevos fritos que le sirvió.

 

 

 

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            Cuando Tina despertó, vio que la sala estaba oscurecida, por lo que imaginó que había estado ahí tumbada todo el día; cuando intentó incorporarse, todos los músculos de su cuerpo protestaron de dolor arrancándole un lastimero gemido.

 

            Con gran dificultad pudo incorporarse y subirse al sofá en donde nuevas lagrimas afloraron, y a falta de varita y con mucho esfuerzo llamó a su marido vía chimenea apareciendo éste cinco minutos después.

 

            -Tina ¿Qué pasa? Solo me dijiste que viniera rápido, ¿te sientes mal? –preguntó el hombre viéndola tumbada en el sofá y bañada en lagrimas.

 

            Cuando Tina abrió la boca para decir “Harry Potter me lanzó una imperdonable”  un terrible dolor en el estomago la hizo pegar un alarido terrible que asustó  de muerte a su marido, quien tomándola en brazos se la llevó a San Mungo.

 

 

 

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            -¡Woow, vaya que eres rápido! –exclamó Harry al ver a Draco pedalear con ganas en el triciclo que Ron le había comprado en el mercado de pulgas.

 

            -¡Ya no necesito escoba! –gritó el pequeño rubio con las mejillas como un par de manzanas a los tres adultos que tomaban café en el traspatio de la casa.

 

            -Los voy a extrañar… -dijo de pronto Hermione con voz temblorosa mientras veía a Draco darle la vuelta a un manzano que tenia al fondo de su jardín.

 

            -Y yo a ustedes –respondio Harry sin despegar la vista de Draco.

 

            -Pero es necesario… ¿verdad compañero? –dijo Ron saludando con la mano al travieso y alegre chiquillo que lo saludaba desde lejos.

 

            -Desgraciadamente sí.

 

 

 

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            -Nada –concluyó el medimago a una adolorida Tina Wilson.

 

            -Ya no… ya no tengo ese terrible dolor pero… la cabeza aun me duele.

 

            -Querida ¿no te habrás caído y desmayado regresando de correr? –preguntó el marido sentándose en la cama- y al caer rompiste tu varita.

 

            -¡Que no!... ¡aaaaaaaaaaaaah! –gritó Tina sujetándose ahora un brazo en cuanto abrió la boca para decir lo que en realidad había sucedido.

 

 

 

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            -Gracias por todo chicos –dijo Harry con Draco dormido en un brazo y el triciclo en la otra mano- y gracias Ron por el triciclo, quedó enloquecido con él, presiento que muchas cosas se romperán en la sala los próximos días.

 

            -No hay nada que agradecer Harry, ya sabes que es nuestro sobrino honorifico.

 

 

 

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            Tina reposaba en la cama viendo a su marido dormitar en el sofá.

 

            -Bueno, si no puedo hablar, puedo escribir… -pensó mientras llamaba a una enfermera pidiéndole pergamino y tinta.

 

            -¿Algo mas señora Wilson?

 

            -No, gracias –respondio Tina muy resuelta poniendo manos a la obra, pero estando a punto de escribir la primera letra, un fortísimo calambre en su pierna izquierda la hizo gritar despertando a su marido.

 

 

 

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            Harry acostó a Draco y comenzó a cambiarlo sin que éste despertara; solo abrió los somnolientos ojitos cuando Harry lo cobijo.

 

            -Te tengo una sorpresa –dijo Harry sonriéndole.

 

            -mmm… ¿Qué es? –preguntó Draco bostezando y tallándose los ojos.

 

            -¡Hola! –exclamó Harry sosteniendo a Gum frente a él simulando que hablaba el muñeco.

 

            -¡Gum! –Gritó  despertando de golpe al tiempo que extendía los brazos y abrazaba al hurón con fuerza- ¡Gum, Gum!

 

            Harry rio al ver a Draco abrazar con gran cariño su querido hurón blanco; y dándole un beso en la frente apagó la luz y salió de la habitación.

 

 

 

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            Al día siguiente Tina vio el reloj de su habitación marcando ya las 10:00 am e impaciente esperó al medimago quien llegó media hora después.

 

            -¿Y bien?

 

            -Verá usted señora Wilson –respondio el medimago junto al marido de la mujer- todos los resultados han salido negativos.

 

            -¡Pero no es posible!

 

            -Pues así es, no hay el más mínimo indicio de magia que indique que ni por error usted se haya aplicado un hechizo al caer.

 

            -¡Pero es que no me caí!

 

            -Pues como sea, usted no tiene nada.

 

            -¿Y mis dolores?

 

            El medimago miró significativamente al esposo dando a entender que esos dos ya habían hablado antes.

 

            -¿Qué pasa?

 

            -No pasa nada querida, el medimago ya te va a dar de alta hoy mismo.

 

            -¿Y si me vuelve a dar otro dolor?

 

            -Mira Tina… -respondio el marido un tanto indeciso de cómo decir las cosas- el medimago me recomendó un buen psicomago.

 

            -¿¡Un psicomago?!... ¡yo no necesito un psicomago, no estoy loca!

 

            -Nadie ha dicho eso señora –intervino el medimago- es solamente una sugerencia, eso o un buen descanso.

 

            Tina iba a replicar cuando cayó en cuenta de algo.

 

            -¿Pasa algo, querida?

 

            -No… no, nada.

 

            -Bien, entonces iré a preparar los papeles de tu salida.

 

            Cuando quedó sola, Tina fue cayendo en cuenta de varias cosas más; hubiese sido muy sencillo aplicarle un Obliviate, pero Harry Potter no lo había hecho… ¿Por qué?... porque quería que ella no olvidara lo sucedido… ¿acaso no temía ser denunciado?... no, simplemente porque ella no podía hacerlo; cada que intentaba hablar del asunto, un dolor lacerante se lo impedía.

 

            -Selló mis labios con un hechizo indetectable… -pensó derramando una silenciosa lagrima.

 

            Y no solo eso, mas adelante pudo comprobar que ni siquiera un Obliviate aplicado por ella misma pudo borrar ese recuerdo.

 

 

 

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            Aunque aparentemente aun no era una mudanza oficial, todos sintieron con gran dolor el día en que Harry y Draco partieron a América con todo y elfo domestico.

 

            -Regresamos en unos meses –dijo Harry en el aeropuerto a una Molly y Hermione llorosas.

 

            -Pero te llevas a mi niño –gimoteó Molly.

 

            -Pero voy a regresar, abuela –dijo Draco dándole besitos, lo que incremento el llanto de Molly.

 

            -¿Me  vas a escribir a diario? –preguntó Hermione con un pañuelo en su nariz.

 

            Draco le tendió los brazos, por lo que ella lo cargó estrechándolo con fuerza.

 

            -Si tía Hermione, toooodos los días te mandare muchos dibujos con Jeduic.

 

            -¿Y a mí, compañero? –preguntó Ron a un lado de ellos.

 

            -Si tio Ron, a ti también y te pondré muchas pecas.

 

            Después de la despedida de casi toda la enorme familia Weasley; Harry y Draco por fin iniciaron su viaje.

 

            -Nunca he brincado en trasor –dijo Draco a un lado de Harry mientras esperaban en la fila su turno.

 

            -Traslador… -corrigió Harry boletos en mano- se siente un poquito raro, pero es rápido.

 

            -¿Se siente feo?

 

            -No, para nada.

 

            -Ah bueno.

 

            Cuando arribaron en el aeropuerto de Georgia; Draco con la cara tan amarilla como un limón, dijo:

 

            -Dijiste mentiras… se siente muy feo.

 

            -No más tantito.

 

            -Pues Gum quiere Gomitar… -musitó  sujetando angustiosamente su hurón contra su pecho.

 

            Apenas le dio tiempo a Harry de llevarlo a un baño para que el pobre chiquillo gomitara todo su almuerzo; para el viaje a casa prefirió tomar un taxi muggle para que Draco pudiese descansar un rato, así que mando a su elfo domestico por delante a su nueva casa esperando que éste no se perdiera a medio camino.

 

            La primera noche cenaron pizza y durmieron en la sala, pues las habitaciones estaban vacías; los siguientes días amueblaron sus respectivas habitaciones y después comenzaron a visitar colegios recomendados por McGonagall; de todos los que visitaron, “El Unicornio Feliz” fue el que más gustó a Harry, pues aparte de poder regresar a casa caminando por lo cerca que estaba, las instalaciones le parecieron bastante seguras y las directora y el personal que conoció no tenían idea de quién era la familia Malfoy aunque sabían muy bien quien era él; tampoco hubo problema al exponerles la condición médica de Draco, pues la directora le aseguró que encargaría a sus profesores tener especial cuidado a la hora de integrarlo a otro grupo cuando el tiempo lo requiriera.

 

            El primer día de clases, Draco sostenía fuertemente a Gum contra su pecho mientras miraba a Harry con ojos llorosos.

 

            -No me dejes aquí, papi…

 

            Harry comprendía perfectamente el temor de Draco, pues a pesar de que casi siempre salía muy entusiasta de su anterior escuela, los constantes maltratos de sus compañeros y profesora, habían hecho mella en él.

 

            -Pero esta escuela te había gustado mucho ¿ya no te acuerdas? –respondio acuclilladlo para estar a su altura mientras le acomodaba su mochila nueva en la espalda.

 

            -Pero ya no me gusta, esta fea…

 

            -Vamos Draco, conocerás muchos amiguitos –intervino cariñosa una señora que iba a ser su nueva maestra.

 

            -No, no quiero… -balbuceó abrazándose a Harry en medio ya de un desconsolado llanto.

 

            La señorita Jenny dejó que Harry lo consolara un rato, pero como buena maestra, casi se lo arrancó de los brazos para llevárselo dentro mientras Harry sentía el impulso de todo padre de ir a rescatar a su hijo y llevárselo de vuelta a casa al oír su llanto.

 

            Sin embargo, el Draco que salió de clases nada tenía que ver con el que había entrado, pues salió corriendo con dos dibujos en las manos sonriendo entusiasta.

 

            -¡Mira papi, mira!... ¡hice nuestra otra casa!

 

            -¡Vaya, que bonitos! –respondio Harry sonriendo mientras lo cargaba y veía los dibujos.

 

            -¡Eso dijo mi maestra!

 

            -¿Ah sí?

 

            -¡Sí, dijo que soy muy bueno dibujando!

 

            -Y es la verdad –intervino la profesora acercándose para despedir a los niños- y bien Draco ¿te esperamos mañana?

 

            -Si ¿verdad que si, papi?

 

            -Claro, despídete de tu maestra.

 

            -Adiós señorita Jenny.

 

            -Hasta mañana cariño.

 

 

 

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            Cuando las nuevas vacaciones llegaron, Harry y Draco regresaron a Inglaterra para pasar unos días ahí y visitar a los amigos y familia; después toda la familia Potter emprendió el regreso a América.

 

            La casa encantó a los chicos, y el amueblado fue todo un embrollo, pero al final todos quedaron contentos con sus propias elecciones.

 

 

 

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            -Vamos papá, acepta –dijo James en el almuerzo- solo es un juego de exhibición.

 

            -En el que estarán las estrellas de Quidditch del momento –respondio Harry sirviéndole un vaso de leche a Draco- van a apalearme.

 

            -Pero tú eres el gran Harry Potter –reconvino James sonriendo al tiempo que le daba un mordisco a su waffle.

 

            -Un Harry Potter de treinta y cinco años, hace más de diez que no juego profesionalmente.

 

            -¡Pero el equipo americano te está invitando! Deberías agradecer que aun se acuerden de ti.

 

            -Si, son muy amables –respondio Harry alzando una ceja.

 

            -Tu solo quieres presumir a papá –dijo Lily untándole margarina a un pan tostado.

 

            -Bueno, pues si… -reconoció James- pero sería genial volverlo a ver jugar en un estadio lleno de gente coreando su nombre.

 

            -Si papá, sería fantástico –completó Albus- además Draco nunca te ha visto jugar.

 

            Harry volteó a ver a Draco, quien tomando con ambas manos su vaso de leche, daba un tremendo trago.

 

            -No, creo que solo haría el ridículo.

 

            -Vamos papá ¿Dónde está la confianza del “Niño que vivió”? –Insistió James- pídeselo tú Draco, a lo mejor a ti si te hace caso.

 

            -Nunca te he visto jugar, papi –dijo Draco.

 

            -No solo me has visto jugar, Draco… tu y yo ya hemos jugado juntos –pensó Harry limpiándole los bigotes de leche.

 

            -¿Si papi, si?

 

            -Chicos, quiero mantener un perfil bajo en América, lo que menos quiero es tener la atención de los medios sobre mi otra vez.

 

            -¡Es solo un juego, papá! –Suplicó Albus- es de exhibición, no un campeonato.

 

            Todo el día fue una verdadera tortura para Harry, quien finalmente terminó aceptando.

 

            -¡Hurra! –gritó James triunfante.

 

 

 

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            El juego de exhibición fue todo un acontecimiento y tuvo tanto éxito que se usó una réplica del estadio Rungrado May Day, el estadio más grande del mundo con capacidad para 150.000 personas, lo que casi provoca un ataque de pánico al pobre de Harry al enterarse.

 

            Duras jornadas de entrenamiento sirvieron para que Harry calmara sus nervios mientras sus hijos volvían a Hogwarts, regresando el día del partido con un permiso especial de McGonagall.

 

            A pesar de ser el jugador más viejo de su equipo y trece años mayor que el otro buscador, Harry dio toda una cátedra del porque fue el mejor buscador de su tiempo haciendo emocionarse y gritar un sinfín de veces al público; el partido duro seis horas, tiempo suficiente para un público exigente y deseoso de ver buenas jugadas y un final portentoso.

 

            El equipo americano gano con una diferencia de cincuenta puntos cuando su buscador invitado atrapo la snitch con un amago de Wrosnki haciendo rugir a los espectadores.

 

            Esa noche hubo una gran fiesta en las que los hijos de Harry incluido Draco, no cabían en sí de orgullo; el equipo y patrocinadores quedaron más que encantados; al día siguiente hubo otra fiesta, una más personal, ya sin patrocinadores ni jugadores ni gente extraña, sino con los nuevos amigos que habían hecho y los viejos amigos también; toda la familia Weasley había viajado a América para presenciar el partido llenando la casa de chiquillos que corrían de un lado a otro mientras los adultos disfrutaban una copa en la sala.

 

 

 

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            El tiempo transcurrió tranquilo en la casa de los Potter, con los chicos en Hogwarts y Harry y Draco en América.

 

            -Papi ¿Cuánto falta para que yo vaya a Hogwarts? –preguntó Draco acurrucado en la cama de Harry mientras éste le leía un cuento.

 

            -Ya te dije, acuérdate –respondio Harry mojándose el pulgar para darle vuelta a la hoja.

 

            -¿Así? –dijo Draco extendiendo su pequeña mano.

 

            -Casi, te falta un dedo más.

 

            -¿Así?

 

            -Si, así –respondio  viéndolo añadir un dedito.

 

            -Y seré capitán de Quidditch como tu ¿verdad?

 

            -Si, serás capitán –dijo  besando la rubia cabeza.

 

 

 

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            James se graduó de Hogwarts para entrar a estudiar medimagia en América; después Albus lo hizo para ingresar a la misma academia que su hermano, pues sus planes eran instalar una clínica propia en ese país; todos esos magníficos planes para Harry de sus hijos, excepto por…

 

            -¡No, no y no! –exclamó Harry al borde de la histeria cuando Lily le comunico sus planes al día siguiente de haberse graduado de Hogwarts- ¿¡no que querías ser medimaga como tus hermanos?!... ¡sacaste éxtasis excelentes para eso!

 

            -Eso es un futuro, papá…

 

            -¿¡En un futuro?!... ¡el futuro es hoy! –respondio Harry sonando a discurso motivacional.

 

            -Tranquilo, no me voy sola.

 

            -¡Me importa un pito si te vas con medio mundo!

 

            -Papá, no hables así frente a Draco.

 

            -¡Vete a tu cuarto! –dijo Harry a Draco, quien asustado corrió a su habitación.

 

            -Papá, no entiendo porque te pones así.

 

            -¡Te vas a África a convivir con una tribu olvidada de la mano de Dios! ¿¡Cómo quieres que me ponga!?

 

            -Voy a estudiar sus costumbres.

 

            -¡Pues compra un puto libro, no tienes que ir hasta allá!

 

            -No es lo mismo.

 

            -¿Y eso de que te va a servir en la vida, eh?

 

            -Quiero ayudarlos.

 

            -Pues reza por ellos.

 

            -¡Papá, tú no eres así! Siempre has ayudado a quien has podido.

 

            -¿Y qué harás tú allá? ¿Llevarles taparrabos gratis?

 

            -No, difundiré lo perjudicial que es la circuncisión femenina.

 

            -¿¡Q-que?!... –balbuceó Harry con la quijada hasta el suelo- ¿¡de que rayos hablas?!

 

            -La circuncisión femenina es cuando te cortan el…

 

            -¡Sé lo que es la circuncisión femenina! –Bufó Harry con el rostro rojo- ¡Tú no vas a ir a un lugar donde hacen… eso!

 

            -¡Ay papá, no es como si estuvieran esperando a las forasteras  para mutilarlas a la fuerza!

 

            -¡De todos modos es muy peligroso!

 

            -Pero yo soy bruja ¿lo olvidas? Puedo defenderme muy bien.

 

            -¿¡Y si te agarran dormida?!

 

            -¡Papá, son los Masai, son una tribu pacifica!

 

            -¡Pues no vas y es mi última palabra!

 

            -Olvidas que ya soy mayor de edad y no necesito tu permiso –concluyó Lily dando la vuelta y saliendo de ahí.

 

            Harry apretó los labios mientras daba una patada al sofá.

 

 

 

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