Sientes el ardor de mi sangre en tu garganta. No temas, eso es sólo el inicio. El pacto de sangre se ha concretado y empezara a quemarte, por dentro… más dentro. Intentas vomitar, metes tus dedos a lo más profundo de tu garganta para provocar la arcada pero no ocurrirá… la sangre te está quemando el esófago, arde…Te arde ¿cierto?
Estás en el primer círculo, la tortura. Tu cuerpo mortal es incapaz de soportar la maravillosa esencia de la sangre divina. Te curveas, te tensas como gusano siento atrapado por la red de una telaraña invisible, tu enorme cuerpo se remueve espasmódicamente sobre las sábanas de seda ya manchada de nuestros espermas, de nuestro sudor y el ardor de nuestras simientes.
Gritas…. No, Saga no… nadie vendrá por ayuda, te advertí que el proceso es largo y tortuoso. Y no… no iré a salvarte, no extiendas tu mano a mí como si fuera tu salvador, no hay ningún tipo de salvación ahora para tu vida más allá de la muerte, esa de la que escapas. ¿No es irónico? Tus ojos verdes me suplican porque arde, quema y te duele hasta las entrañas, aquellas que sintiendo la sangre empiezan a sangrar también. Porque así será… desde el tracto digestivo hasta tu estomago, luego tus intestinos serán bañados por mi sangre hasta hacerte cocer por dentro y gritarás, llorarás, blasfemarás por ver una salida que no existe, porque la luz se apaga, así como tu vista, así como tu voz.
—¡Shaka!
Ya no hay escapatoria… Tú sangre y la mía se fusiona, la mía como si fuese una especie de depredador se toma de la tuya y te contamina. Veneno ahora va subiendo por tus venas, veneno vas sintiendo que arde bajo tu piel. Caes de nuevo sobre nuestras sábanas rasgando las finas telas con tus uñas, tus ojos se dilatan, dos cuencas blancas se van enrojeciendo mirándome a mí. Pobre mortal… ese brillo verde ya no podré verlo, será una lástima ya no ver esas pupilas atestadas de placer luego de una ronda de sexo. Ahora —si sobrevives, claro— lo que veré son dos pupilas enrojecidas como otros de mis amantes del clan a quienes por cierto, desprecié por ser tan ilógicos, tan predecibles. Por eso busqué a humanos: ellos son divertidos, tu lo eras aún más…. No te volverás predecible ¿verdad, Saga?
La mueca de dolor y el alarido mientras tu garganta se llena de sangre me dice que no, al menos no tan pronto. Escuchó a tu corazón pulsar con fuerza ahora a mi propia sangre llevándola a tu cerebro. ¿Lo sientes cierto? Es como si ella ahora se llenara en tu garganta impidiéndote respirar, sientes que muere porque todo arde y ahora si… ahora que lo vives tienes miedo, ¿miedo a la muerte, Saga? No, miedo a no ser fuerte, miedo a no poder con toda la potestad que te estoy entregando, miedo a no ser suficiente…
Fascinante… me permito sonreír y brindar por ti, por ese vestigio de voluntad que tienes aún al borde de la muerte, mientras saboreo la copa de vidrio y te observó gemir en contra de tu deseo.
Saga, Saga…
Tus fuerzas se diluyen y la sangre coagula en tu garganta impidiendo el pase de aire. El ardor es tal que tus intestinos empiezan a perforarse por dentro y toda tu materia fecal contamina tu cuerpo. ¿No lo entiendes? Parece que ya sí, lo has comprendido: el poder divino de nuestra especie, la verdadera razón del porque ya no morimos. Es tan sencillo el secreto que es risorio pensar que muchos filósofos y escritores han buscado darle una salida mucho más romántica o interesante. Pero es simple, vulgar si lo vemos de una forma, y tu mirada parece reclamarme por ello, mientras tus ojos enrojecen y tus uñas sangra, empiezas a transpirar más que sudor, sangre negra y tu cuerpo de Dios va sucumbiendo a nuestra esencia.
Hay fuego dentro de ti. Tu grito lastimero cubre toda la estancia y creo escucharlo incluso a kilómetros por la redoma. En este momento podría irme porque sé que es lo que vendrá: caerás al suelo arrastrándote, luego vomitarás tus propios órganos y terminaras allí, defecando parte de tu sangre muerta antes de dar un gorgoteo de la muerte y quedar tendido en el lecho que antes fue el testigo del mayor de los goces carnales.
De allí vivir o morir es un dilema implícito: ciertamente no habrá diferencia para ti si vives o si mueres.
Piel que palidece, tus dedos que se entumecen ya faltos de tensión, tus pies se engarrotan en las sábanas mientras aplastas tu garganta con tus manos queriendo hacer algo imposible. Buscas la muerte, la buscas ya porque el sufrimiento es demasiado, porque cada nervio de tu cuerpo grita dolor y sangre, porque tu piel es como una limadura áspera de carbón encendido para ti. Porque te quemas, y te mueres, la hemorragia interna pronto llenaran todo tu cuerpo de la sangre muerta y tu corazón, ya empieza a inflarse, a inflamarse porque aquello es demasiado, a llenarse de nuestra sangre maldita y empezar a golpear con sus pálpitos ahogados a tu tórax.
Gritas… te está desgarrando Saga… tus pulmones se ven aplastados contra la columna por el pulso de tu musculo, lastimero ya…
Falta poco para que acabe y no puedo irme porque una parte de mi quiere ver si este es el comienzo o el final. Tus ojos aún así me miran desde las sábanas manchadas de la sangre que brota de cada agujero de tu cuerpo, me suplican… ¿qué suplican Saga?
Si es verdad… si después de eso viene el poder… Bendito el día que te encontré humano, ciertamente no morirás, no ahora.
—Después de morir, pasarás el Jigoku kai y ya no serás humano. ¿Puedes con eso Saga?
Tu sonrisa ensangrentada me da la respuesta antes de escuchar el último latido. Ha muerto el humano, cayendo tendido como si fuera un papiro quemado con cera, totalmente contorsionado. Si un monje te encontrará en este momento, pensaría que fuiste víctima de un ritual a los demonios.
No estaría del todo equivocado.