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Academia Namimori por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

  este fic aparte de ser un bello 10069, también tendrá D18

 

Caso II. En Casa Del Presidente.

El presidente de la asociación Universitaria era Dino Cavallone, un italiano. De cabello rubios oscuros. Y bellos ojos color pardo. De un cuerpo más trabajado que el de Hibari. Ciertamente, o mejor dicho: apetecible por donde quiera que le mires. Sus pectorales aún sobresalían entre la pijama. Sus piernas bien torneadas y dignas de todo un buen atleta. Heredero de una rica familia. Y el punto que sobresaltaba de este interesante y alegre tipo, era que a pesar de tener veintidós años, aún era un emprendedor en su carrera, y ya era el orgulloso presidente de su área desde el primer año.

Nombre: Dino Cavallone

Gusta de: Hibari

Detesta: a Byakuran

Conocía a Hibari Kyōya desde la secundaria. Tiempo en el que él llegó a Japón por cuestiones del divorcio de sus padres. Además de que algunos socios de su papá estaban en Japón. La idea del campus fue buena en toda su extensión. Dino necesitaba reconfortarse y encontrar nuevos amigos. Y como en su ciudad natal sólo contaba con profesores privados, la idea de dejar esta escuela jamás cruzó su mente. Ni la cruzará dado que tiene a su más grande amor debajo de él.

La atracción fue… extraña, en un principio. Hibari, desde el kínder, era campeón en artes marciales. Y conforme fue avanzando de nivel, se mantuvo invicto. Solitario y aburrido de que nadie le diese la conformidad de una pelea difícil.

Pero su vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando conoció a Cavallone. El rubio era siempre eufóricamente feliz. Y cuando vio al campeón invicto… dijo que tenía que ganarle. Se enfrentaron varias veces, donde siempre salía vencedor el poderoso Hibari Kyōya. Lo bueno, o lo malo de todo aquello, resultó cuando Dino, con su infalible habilidad para aprender por la experiencia, logró causarle varios problemas al peli negro para que le ganase. Lucharon por varios rounds. Y se obtuvo un empate.

+ : : Recuerdo : : +

−Waaa~  ¡Qué bien, una justa victoria! –Se regodeaba el agotado Dino sentado sobre el piso del Dojo.

−Yo gané. –Contrarrestaba el enojado Hibari. Con la respiración tratando de normalizarse. A mano limpia. Sin ninguna arma habían estado combatiendo. Y por primera vez el chico orgulloso estaba, por dentro, aceptando que aquel rubio era alguien diferente. Para resumir, le llamó la atención.

−Dejémoslo en que ninguno ganó y ninguno perdió. –decía animado. Sonriendo tranquilamente, le invitó a sentarse. Hibari se dio la vuelta, iba a salir de aquel lugar. Iría a entrenar como loco para poder exigir la revancha y es que con la situación de “iguales” Kyōya no se iba a andar con rodeos, lo iba a acosar hasta que pelearan de nuevo y hasta que pudiese ganarle.

−Oye, oye espérame. –Aunque estuviese cansado, esta vez no dejaría ir a Hibari. Dino ya se sentía a la par y esta era su oportunidad. Tomó a Hibari del hombro y le confrontó con la mirada. –Llevamos un año así. –Hibari no entendía a qué punto deseaba llevar el italiano. -¿Por qué no mejor comenzamos a salir? –Le proponía con una sonrisa tan radiante como el mismo sol. Kyōya se sorprendió. Trató de ocultarlo, pero el rubio se dio cuenta. –Bueno. –Suspiró al no tener respuesta. –Creo que en mi país es más normal que un chico se confiese a otro. –Dio algo desdichado. –Pero las costumbres de Japón no son así ¿Verdad? –Soltó a Kyōya y se iba a la puerta. El silencio podría ser más incómodo que una discusión alterada. Así que, sí Hibari no tenía nada que decir respecto a aquello, pues sería mejor continuar como buenos rivales.

El moreno se quedó viendo sin agregar nada. Y detuvo al rubio, dejándolo anonadado.

−¿Salir adónde, estúpido caballo? –Cavallone se quedó pasmado ante esa pregunta. Soltó una leve risita, confundiendo a Kyōya. (Tomen en cuenta que apenas iba en primero de secundaria; 11 Años.)

−Quiero que seas mi novio, Kyōya. –Le dijo poniendo su mano sobre la cabeza de cabello negro. Hibari se quedó mudo.

−¿Por qué?

−Porque me gustas. –Contestó algo extrañado por la pregunta. -¿No es obvio?

−Es frustrante. –Respondió.

−Entonces, deja que yo te quite esa frustración. –Ofertó acercándose y dejando un corto beso en la frente del menor. (Dino de 18 años)

−Quiero pelear de nuevo. –Salió inconsciente del tema.

−Pelearé contigo lo que quieras, sí eres mi… -Hibari se enojó. –De acuerdo, de acuerdo. No te puedo poner condiciones.

−Yo no sé nada sobre lo que estás hablando, ni me interesa. Yo sólo quiero pelear y morderte hasta la muerte. –Contestó con una enorme sonrisa.

+ : : Fin del recuerdo : : +

−“Me quedo con la parte de: morderte” –Dino se comenzaba a reír. Siempre que recordaba eso, era delicioso pensar que el mismo Hibari había firmado su sentencia. –Desde entonces…

−¿Estás recordando de nuevo? –Le reclamaba con ambas manos intentando contener la cara del rubio.

−No puedo evitarlo. Hace cuatro años que tú y yo… bueno tú sabes. –Le besó los labios. Las suaves ondas de cabello rubio contrastaban con el negro. Estaban sumamente cerca. Y era sumamente agradable, aunque Hibari lo negara. –Quiero hacerte el amor. –Susurró en el oído de Kyōya. El moreno no se sorprendió. De improviso, correspondió a un nuevo y candente beso. Hibari había llegado a la gran mansión con el uniforme, pero siempre llevaba una camisa de manga larga de color blanca y sobre ella, una chaqueta de color negro, cosas de reglas.

Dino, fue desabrochando uno a uno los botones de aquella prenda blanca. Dejó un camino de besos hasta llegar al ombligo de Hibari. El moreno no era nuevo en esto, hacía un par de años que habían empezado su vida sexual. Pero eso es digno de otro recuerdo que sabrán más adelante.

El moreno se derretía ante aquellas lujuriosas caricias. El mayor, siempre deleitado, beso la frente de su amante.

−Te amo, Kyōya. –Repetía demente mientras acariciaba el miembro viril del menor sobre la ropa. El peli negro se estremeció escandalosamente. Tenía los ojos entrecerrados. Ya sabía que al visitarlo terminarían así. ¿Y qué más daba? No se terminaron de desnudar, debían aprovechar el tiempo que tenían. Sólo Hibari terminó con la camisa blanca adornando sus bellos hombros. Deslizándose delicadamente sobre su piel, Dino introducía lentamente su pene.

−Ah, Ah, Ah, ¡¡¡¡Ah!!!! –Hibari echaba la cabeza hacia atrás. Siempre lograba alcanzar la cima del cielo cuando Dino entraba fuerte y rápido. Apretó su boca, dejando que un delgado hilo de sangre le corriera abajo. Dino, apresurándose a limpiar aquella sutil herida, se comenzó a mover al compás de los crecientes gemidos de Kyōya. –Apresúrate... quiero más… –El pelinegro retorcía las sábanas entre sus finos dedos. Le entregaba su cuerpo al tipo que siempre le divertía.  Y aunque habían empezado a salir, cuando Hibari era aún muy joven. Ninguno de los dos considera aquellos momentos como pérdidas de tiempo.

 −Te amo, de verdad, te adoro. –Decía dulcemente cuando el menor se corrió sobre su mano. Dino tuvo que dar un par de estocadas más para poder llegar al deseado orgasmo. Kyōya no se dio cuenta cuando terminó dormido. Sólo se recostó sobre el brazo izquierdo de Dino y se dedicó a descansar. El rubio suspiraba, dejar cansado a su pareja era algo digno de mérito. Así ya no habría lugar a reclamos después.

Pero no todo iría bien esa tarde. Viro su vista para encontrarse con dos cosas:

1.-La puerta de su cuarto estaba abierta.

2.-Su pequeño hermano seguía espiando.

Congelado y todo, Dino se levantó de golpe. Con los pantalones desabrochados. Dando un giro para esconder su desastre viril e ir por el intruso. Todo con mucho cuidado, porque si alguien hacía el más mínimo ruido…

−Mamá, Dino-nisan está comiéndose a su amigo. –Hibari despertó, por aquel comentario proveniente de la boca de un niño de cuatro años de edad.

−Nos viste. –Aseguró Kyōya poniéndose sobre sus pies, tomando su tonfa que había dejado en la cómoda.

−Sí, Dino-nisan es malo. –Reclamaba a su hermano  -Hace gritar a Hibari-san. Se van a enfermar, creo que están rojos –El niño apunto a la entrepierna de Dino y luego a la cara de Hibari y se acercaba para poder regañar al rubio. -Pelear es malo.

−¡Waaa! ¡Tsuna! ¡Tsuna! ¡Silencio! –Dino se apresuró a tomar a su pequeño hermanito como un costal y salir corriendo de aquella habitación.

−¿Ni-san? ¿Por qué juegas con Hibari-san a las mordidas? –Preguntaba el inocente niño sin entender.

−Ah, este. Bueno… verás. No es en sí, un juego.

−¿Qué es? –Preguntaba curioso.

−Es una medicina. –Dijo iluminado.

−¿Medicina?

−Sí, lo que Hibari-san y yo es una sesión de curación. –Le decía tratando de convencerlo.

−¿Ya se te quitó la gripe?

El pequeño era, tan intuitivo, lindo de ojos y cabellos color avellana:

Nombre: Tsuna Cavallone.

Puesto: Presidente de la sección de kínder.

Gusta: Dulces y peluches.

Detesta: Problemas.

*Al día siguiente*

−¡Achú!

−Salud, Hibari.

−Tch.

−Parece que nuestro querido Hibari-kun se nos enfermó. –Byakuran sostenía el periódico mientras Mukuro llegaba con la tetera y le servía a sus compañeros


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