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Academia Namimori por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

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Caso III. Presidente infantil.

−Será mejor que no te metas en ese asunto. –Recomendó Mukuro mientras tomaba asiento en el sillón libre. La estancia era muy espaciosa, de tapices y alfombras marrones. De muebles cambiantes. –Por cierto, hoy tendrás un par de visitas.

−¿Visitas? –El peli blanco dejaba la lectura a un lado.

−El presidente de la sección de…

−¡Achú!

−¡Salud!

En eso tocaron la puerta.

−Iré a ver. –Suspiró Mukuro, viendo que Hibari y Byakuran se asesinaban con la mirada. Se apresuró a ir. Y abrió la puerta. Encontrándose con la esperada visita. –Bienvenido, presidente de la sección de Kínder. –El pequeño niño aún tenía las manitas sobre la madera de la entrada.

−Buen día. –Saludaba cordial, bajando la cabecita cuando estuvo despejado de la puerta.

−Ah, pero si es Cavallone Tsunayoshi-kun. –Hibari pegó un brinco. El pequeño niño se sonrojaba. -¿A qué debo el honor? –Le ofreció asiento. Fue divertido ver cómo el pequeño se trepaba al enorme sillón. Byakuran no pudo más que verlo con maldad. En ese segundo, Hibari aparecía y con la tonfa perfilada apuntaba a Byakuran, dejando que el pequeño tomase asiento sin darse cuenta de nada.

−Mantente lejos, maldito depravado. –Mascullaba cerca de la cara de Byakuran.

−Tranquilo, Hibari-kun.-Ponía sus manos para impedirle que se acercase más mientras un par de gotas le recorrían la cabeza. –Sólo intentaba…

−¿Pasa algo malo? :-Preguntaba el inocente niño.

−Nada, querido presidente. –Miró a Kyōya de reojo. –Y bien, dígame ¿En qué puedo ayudarle?

−Ah, quiero hablar. –Byakuran le dio señales de que continúe. –Mi clase… esta triste… -Decía con un pequeño temor asomándose en sus preciosos ojos color ámbar.

−Puedo ayudarle en lo que sea. –Decía el presidente cruzando su pierna derecha sobre la izquierda. –Pero me sorprende que no haya ido con Dino-Kun, es su hermano ¿No?

−Si… pero mi hermano está enfermo. –Mukuro captó la idea y miró a Hibari que estaba cerca del niño pero no demostraba interés alguno. –Y… creo que uno de sus amigos está causándoles miedo a mis compañeros.

−Ah, veo el punto. Cuéntenos todo lo que pasó. –Hibari y Mukuro pusieron atención.

−Ayer, en la clase de arte. –El niño se esforzaba por explicar, era un pequeño que iba al kínder después de todo. –Uno de preparatoria asustó a todos. Incluyendo a la maestra.

−Nosotros nos encargaremos. –Contestó Byakuran. –Mukuro.

−¿Si?

−Investiga todo lo que pasó.

−A la orden.

−Es-Esperen. –Les pidió el dulce chico. –Me dijeron que no viniera a contarles nada pero… pero… -El pequeño tembló. –Pero temo que vayan a hacerles algo a Kyoko-chan y a Haru-chan.

−¿Hay algo más?

−Es que Haru-chan y Kyoko-chan son hermanas de ese señor. Y no quiero que los lastimen. –Pidió con cierta desesperación.

−Ya, no se preocupe presidente. –Byakuran subía y bajaba la mano. –La asociación de preparatoria investigará sobre eso. –Mukuro estaba sobre el computador y en cuestión de segundos hizo una señal a Byakuran. –Por el momento, vaya y regrese a su clase. Deben estar preocupados.

−Muchas gracias. Perdón por la molestia. –Se bajaba igual de tiernamente. Y se dirigía a la puerta, acompañado por el presidente. Pero se quedó viendo a Hibari antes de salir. Gesto que no se perdió ante los perceptivos ojos de Byakuran.

−¿Y bien? –Preguntó el presidente.

-Haru y Kyoko Miura. Herederas de la compañía Miura´s Toys. Ambas excelentes artistas… -Anclaba un par de comandos. –Y aquí tenemos a nuestro ganador. –En la pantalla aparecía un chico de apariencia ruda. –Takamura-chan. Ha tenido un par de infracciones… ah, esto les va a encantar. –Se empezaba a reír. –Parece que estuvo presente en aquel incidente de hace dos años. Fue el que encendió las bengalas cuando intentaron invadir la Escuela. –Byakuran se sorprendió. –Y sigue aquí porque su padrastro habló con el coordinador de la Academia. –Mukuro alejó su cara de la pantalla. -¿Qué hacemos, presidente?

−Tendremos que intervenir sin que el coordinador se dé cuenta. –Hibari se levantó y sin decir nada desapareció. –Parece que sólo tú y yo nos encargaremos de esto. Hibari-kun parece tener otros planes.

−Yo creo que va a estar relacionado con lo mismo. –Respondió mientras seguía mirando la pantalla. –Encontré algo más. –Dijo leyendo con rapidez. –Oh, oh. Escucha esto: Russell está relacionado con él después de que la empresa familiar casi cae en la quiebra.

−Vaya, vaya. Entonces, mi querido tío de nuevo intenta meter las manos en este lugar. Y ahora sigue intentando usar a estudiantes. –Se levantó. –Mukuro-kun, prepárame un té. Tengo mucho que planear.

−No soy tu secretaria.

−Tienes razón, eres mi secretario.

Afuera. El pequeño presidente de la asociación de kínder caminaba sin mirar algo en particular. Estaba muy preocupado y las cosas en casa no pintaban mejor, pues su hermano seguía enfermo. Y ahora que lo recordaba, debió haber preguntado a Hibari cómo estaba, y sí el famoso remedio de Dino había funcionado. El viento soplaba fuertemente. Se le metió una basurita en el ojo derecho, e instantáneamente comenzó a lagrimear. Se detuvo para poder quitársela pero en ese momento, aparecían seis enormes tipos en trajes negros. Todos con lentes oscuros.

Tsuna retrocedió con pánico. Su pequeño y tierno cuerpecito no dejaba de emitir temor tácitamente. Uno de los enormes sujetos, con voz gruesa y asquerosa, ordenó que lo tomaran. Entonces una enorme mano negra jaló con violencia al inocente niño por el antebrazo.

−¡Suélteme, por favor! –Imploraba comenzando a llorar. Un tipo observaba que nadie los viese, mientras otro ya estaba dispuesto a dormir al infante. Pero llegaba Hibari. Con sus poderosas armas mandó a volar al que sostenía a Tsuna. En menos de un segundo, el peli negro estaba en medio de toda aquella masa de uniformados.

−¡Maldito mocoso! –Tsuna se sorprendió cuando vio a Hibari protegerlo. Todos se dirigieron a él, y Hibari, cargando al niño, dio un enorme brinco y terminó sobre una gruesa rama de árbol.

−Quédate aquí. -Ordenó el Hibari y dejo a Tsuna. El pequeño asintió levemente y miró toda la batalla desde primera fila, sujetándose del tronco y dejando sus piernitas suspendidas. En eso, el poderoso tercer miembro de la asociación preparatoriana terminó con aquellos tipos que amenazaban al hermano de Dino. Primero los había dejado que fuesen todos contra él. Pero se notaba a leguas que ninguno tenía verdaderas habilidades de pelea, por lo que el peli negro decidió terminar con todo de una buena vez. Lanzó golpes y patadas sorprendentes. Se escucharon los quejidos de aquellas bestias llamadas hombres. Maldiciendo a lo alto y ancho al defensor.

Y para desgracia de Hibari, llegaron más. Pero uno se ponía detrás de él para darle por la espalda, se dirigían especialmente a la cabeza. Y Hibari habría podido esquivarlo con suma facilidad, pero estaba enfermo y en ese momento la fiebre que había logrado mantener se soltó de sopetón, dejando que el desconocido le propiciara un acertado golpe. Dejándolo contra el suelo. Los demás se fueron levantando y empezaban a regodearse en su victoria.

−¡¡Kyōya!! –Dino con su feroz látigo y Mukuro con un tridente, terciaron en la escena.

−¡Diablos! –Mascullaba el que parecía el líder de toda aquella bola de gorilas. Mukuro se deshizo de algunos que no lograron escapar y los sometió con toda la ternura que podría darles. Dejándoles inconscientes hasta el día de mañana.

−¡¡Kyōya!! –Dino recogía a Hibari, le sacudió para que despertase, y se dio cuenta de que de aquella cabeza salía sangre. El rubio se maldijo mil veces y escuchó a su hermanito llorar.

−¡Ni-san! –Borbotones de agua salada en aquellos bellos ojos ámbar.

−Tsuna. –Mukuro en un suspiro subió al árbol y bajó con el niño en brazos, que corrió inmediatamente hacia su hermano. –Hibari-san me salvó, pero por mi culpa… por mi culpa… -Llevó sus manitas a sus ojos y sofocantes alaridos en llanto dejo escuchar.

−Ya, no te preocupes. Mejor vamos a llevar a Hibari-san con un doctor. –Le decía para tratar de tranquilizarlo, y de paso para tranquilizarse él.

−Yo cuido a Tsuna-chan. –Ofreció Mukuro cargando de nuevo al pequeño Cavallone.

−Te lo agradezco. –Respondía Dino, en un segundo desapareció con Kyōya en brazos.

−Hiciste bien en venir, Mukuro-kun. –Byakuran llegaba con su comité de guardaespaldas que no esperaron órdenes y se llevaron a todos los que se habían logrado capturar. –Ow, pareces una linda madre cargando a ese nene. –Se acercaba el peli blanco y agarraba un mechón de cabello de Mukuro.

−No molestes. –Decía ciertamente apenado.

−¿Te da vergüenza? Vamos, Mukuro-kun, hagamos un hijo. Seguramente entre tú y yo haremos una cosa tan linda como Tsuna-kun. –Mukuro se puso de los mil colores y le dio un tremendo golpe en la mejilla al presidente de la preparatoria. –Auch, tu amor duele, Mukuro-kun.


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