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Por una apuesta terminé siendo tu hijo por Choped

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Notas del capitulo:

Aquí el tercer capítulo ^^. Que lo disfruten ;)

3.   Locuras de niños, amores de verano.

 

 

 

Otro bonito día se daba a conocer entre aquellas montañas rodeadas de paz y tranquilidad. En la casa que ocupaban comenzaba la actividad y algunos jovencillos ya la recorrían de arriba abajo en busca de comida.

 

-         Yuu… tengo hambre… déjame comer algo, si tengo que esperar a que todos estén levantados me moriré- suplicaba el chico con sombrero de paja.

 

-         Luffy, no te vas a morir por esperar un poco más.

 

-         Sí que me moriré Usopp.  Yo si no desayuno no soy persona. ¡Yuu dame comida!

 

La única respuesta de la mujer fueron rotundos noes, mientras seguía preparando lo que tanto suplicaba el pequeño. El joven, ya frustrado y haciendo morritos se fue de la cocina, tenía que entretenerse con algo, pero no tenía energías para nada. Finalmente optó por lo más sencillo, se desplomó en el suelo quedando bocabajo. El narigudo lo miraba con miles de gotitas. “Bah, de perdidos al río, no hay nada mejor que hacer” y se colocó a su lado con el mismo proceso.

 

-         Esto… ¿por qué estáis tirados en el piso?- les preguntaron los hermanos que recién llegaban.

 

-         Hacemos el muerto.

 

-         Sí, eso, el muerto- corroboró Usopp.

 

-         Amm… déjalos, son idiotas, vamos Sanji, y ayuda a mamá que se te da bien.

 

-         Lo que tú digas preciosa mía, por mi hermanita lo que sea- canturreó con los ojos tornados corazones, “en la otra vida he debido ser muy mala persona para merecer un hermano como este” se lamentaba la pelirroja.

 

Mientras poco a poco todos los huéspedes iban bajando para tomar su  desayuno en el comedor, una de las familias seguía en la cama.

 

“Qué bien que se está, y que calentito…” pensaba Zoro a la vez que presentaba sus orbes negros al mundo “¡¡pero que webs hago aquí y abrazado a Mihawk!!”. Se apartó rápidamente del otro sujeto, cayendo de la cama y empotrándose contra la pared totalmente colorado. Tragó seco, en menuda se había metido,  esta vez la había liado parda. *¿Pero de qué huyes idiota? Si te gustaba…* “cállate”- ordenó a una voz en su cabeza- *ahora me dirás que es mentira…* “que te calles”- volvió a ordenar agitando la cabeza-.

 

-         Zoro, ¿te ocurre algo? Te has caído de la cama- le preguntó el otro ya despierto-.

 

-         N-no, nada- apartó la cara en dirección contraria para que no notara su sonrojo sin éxito.

 

-         “Ya claro, pues te veo rojo”- Entonces ve vistiéndote, hay que bajar a desayunar- dijo dirigiéndose al armario y comenzando a hacerlo él mismo. “¡¡Pero no te cambies aquí!!” pensaba el chico y subiéndosele aún más los colores salió corriendo.- jeje, qué inocente…

 

 

 

El peliverde caminaba por los pasillos de la casa, después de haber salido corriendo no se acordaba de cómo volver, maldijo su sentido de la orientación, aunque por suerte llegó a la cocina donde se encontraba la madre de Sanji y él mismo, esperando por los rezagados.

 

-         Zoro, ¿Por qué vas aún en pijama?

 

-         Tuve que salir de la habitación un momento y no sé volver- reconoció muy a su pesar-

 

-         Oh, marimo mío, has venido a posta así para que te vea, no tienes que inventarte excusas- dijo el rubio saltando a sus brazos, pero antes de llegar ya había sido interceptado por un capón de su madre-

 

-         ¡¡Sanji, no hagas esas cosas que vas a traumatizarlo!!  Acompáñalo a su cuarto y sin cosas raras que nos conocemos- así los dos chicos salieron de la estancia, uno dolorido y el otro desconcertado- Ains… ha salido a su padre…- movió la cabeza alzándose de hombros- menos mal que me queda Nami.

 

 

 

 

 

Después de subir las escaleras y doblar unas tantas esquinas, llegaron a la habitación que Zoro compartía con su padre. Por suerte para la mente del joven, éste ya no se encontraba dentro, así que pasaron. El peliverde abrió el armario dispuesto a ponerse la ropa cuando reparo en una presencia que prevalecía inmóvil al lado de la puerta. ¿Acaso pensaba quedarse mirando?

 

-         Oi, ceja de sushi, deja de mirarme.

 

-         ¿Por qué? ¿No puedo?

 

-         No- cortó tajantemente-

 

-         Pues yo no veo ningún cartel que lo prohíba-fue acercándose sinuosamente hasta el menor que se encontraba de espaldas- además, ayer te dije que si me atrapabas… tenías premio.

 

-         ¿Eh?- se giró para ver lo que pretendía el rubio pero unos suaves labios lo atraparon en un improvisto beso. No es que nunca hubiera hecho algo así con otro alguien pero le sorprendió. Y más le sorprendió que a los pocos segundos de seguir con el contacto se imaginara  que era con cierto pelinegro con quien lo mantenía. Deleitándose de tal alucinación, el inocente roce se prolongó hasta caer en la cuenta de que no era a él a quien besaba y volviendo a la realidad le arreó tal patada al rubio que le hizo volar de la habitación- pervertido!!! ¡¡Cómo se te ocurre hacer eso!!

 

    La víctima se encontraba tendida en el suelo con pajaritos girando sobre su cabeza, remolinos por ojos y una extraña cara de felicidad. Pronunció algunas palabras incomprensibles y acto seguido se desmayó.

 

    Zoro muy cabreado con la actitud de su amigo le cerró la puerta en las narices y echó el cerrojo (no fuera a ser que el rubio despertara y le diera por volver a la carga). Ahora su cabeza iba a cien mil revoluciones por minuto. No es que hubiera podido zafarse del inesperado ataque pero cambiar al individuo con el que compartía el momento no le parecía honrado. Porque otra cosa no pero el honor estaba por encima de todo. “Joder y el caso es que de verdad me habría gustado…que fuera él…” “no debería pensar en eso, él es mayor y encima ahora es mi padre, no te puedes ir colgando así de la gente, ¿o sí?” se lamentaba mientras agitaba la cabeza intentando borrar la imagen que se había formado en su mente.

 

    Terminó de vestirse y su cabeza aún seguía divagando cosas que para su parecer no tenían sentido. “Lo mejor será que vaya a desayunar...” Y así lo hizo; una vez bajo disfrutaron de una “tranquila” comida por cortesía de un niño con sombrero de paja demasiado alegre y comilón. Poco más y al peliverde no le da tiempo ni a degustar una triste galleta.

 

-         ¿A dónde van a ir hoy chicos?- preguntó Crocodile refiriéndose a los niños.

 

-         Pues…- el pequeño monito se llevó un dedo instintivamente a los labios en posición de pensar- ¡deberíamos ir a nadar al lago!- concluyó alegre como quien realiza una gran hazaña.

 

-         ¡Sí! Mi querida Nami-san con bikini- babeaba el rubio que ya había vuelto con los demás. Zoro lo miraba con gotitas en la cabeza, minutos antes le había asaltado y ahora lo intentaba con su hermana “lo que tiene que aguantar” la compadeció.- Marimo, tú también vienes, ¿no?

 

-         No estaba muy seguro de que contestar, casi podía ver las dobles intenciones de la pregunta pero hacía un calor de muerte y a cualquiera le apetecería un bañito- Sí claro- y sin darle tiempo a levantarse, sus compañeros ya le estaban arrastrando como la última vez fuera de la casa… “¿¡es que nunca voy a poder salir por propia voluntad?!” se lamentaba-

 

 

 

 

 

 

 

    Era la segunda vez en lo que llevaban de vacaciones que iban a ese curioso lago perdido en medio de ninguna parte. Éste seguía teniendo la misma magia pero ahora que Zoro se fijaba mejor, pudo ver como estaba rodeado de bastantes afiladas y probablemente húmedas rocas, pese a que el sol golpeaba con fuerza. No le dio mayor importancia, sólo lo consideró un elemento más como cualquier otro del paisaje.

 

     La única persona razonable del grupo había llevado los bañadores del resto y todo lo necesario para un día de baño. Una vez listos, no habían tardado ni dos segundos en lanzarse al lago, y en concreto Luffy, desde una de aquellos pedruscos haciendo gala de su elasticidad en una voltereta que cualquier juez de salto habría puntuado de diez. Todos excepto dos personas. Ella tomaba el sol sin ganas de aguantar las payasadas de sus amigos y el peliverde dormitaba, justo igual que en la jornada anterior, a la sombra de uno de esos enormes colosos.

 

    El resto les hacían aspavientos desde el cristalino fluido para que se unieran a la que ellos consideraban  la verdadera diversión, sin éxito, pues ninguno les prestaba la menor atención. En un último intento por conseguir el interés de su compañero, el rubio, sabiendo de antemano el resultado, cogió un cubo, lo llenó de agua y sin pensárselo dos veces regó a la planta que yacía recostada contra la piel del árbol. Éste dio un respingo todo empapado y furibundo.

 

-         ¡Qué webs te has creído que haces ceja de caracol!- saltó encarando al rubiales con un puño en alto-

 

-         Yo nada marimo, sólo pensé que podrías coger un golpe de calor e intenté refrescarte.

 

-         Golpe de calor es lo que te voy a dar yo a ti. ¡Vuelve aquí cobarde!- vociferó refiriéndose al chico que había salido corriendo y ahora saltaba de piedra en piedra-

 

Sin pensárselo dos veces Zoro salió corriendo tras el responsable de interrumpir su siesta mañanera con clara intención de ahogarlo o algo peor en el lago. 

 

    Sanji, brincando por aquellas rocosas superficies en las cuales había decidido encaramarse cual cabra montesa esperando en pos de que su perseguidor le diera caza, fue testigo de primera línea de la forma en que su amigo resbalaba y caía sobre el peñasco.

 

     No sabía exactamente cómo, pero al poner el pie en la siguiente roca, con la mala suerte de que fuera una de las más afiladas y resbaladizas, no pudo aguantar el equilibrio. Sin poder evitarlo cayó abriendo un profundo corte en su pecho y golpeándose la cabeza, se desplomó inconsciente dejando una estela carmesí que rápidamente se extendió por el agua…

 


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