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Por una apuesta terminé siendo tu hijo por Choped

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Notas del capitulo:

He aquí el sexto capítulo de esta historia =D. Quería aprovechar este espacio para agradecerles a la gente que lo sigue que lo estén leyendo y espero que disfruten de la lectura tanto como yo escribriéndolo ^^.

6.  Una medicación nunca tuvo mejores efectos secundarios.

 

Su corazón había comenzado a bombear furiosamente con las palabras del mayor, en consecuencia su pulso se aceleró y sus latidos fuertes y ruidosos resonaban en sus oídos hasta tal punto que podría haber asegurado que Mihawk los oiría. Para completar el cóctel de sensaciones que estaba sintiendo se añadió un inesperado calor que tiñó sus mejillas de un adorable carmín. No podía ser que unos vocablos dichos en un momento así y con clara intención de sonar irónicos provocaran tales consecuencias…por buenas que fueran.

 

-         ¿Q-Qué?- fue lo único que atinó a preguntar-

 

-         Pues que sí, que acepto.

 

   La cara del joven seguía descolocada, sus ojos igual de desorbitados y la boca abierta cual pez fuera del agua. No alcanzaba a entender todo lo que había pasado en apenas unos segundos. Por una parte no podía negar que no hubiera estado esperado este momento, ¡a quien quería engañar, se moría de ganas de tener ese tipo de relación con el mayor! Verlo de nuevo, comportarse como lo hacía y pasar tiempo juntos no había hecho más que avivar los rescoldos de unos sentimientos que jamás llegaron a consumirse por el paso del tiempo. Pero por otro lado le preocupaban las circunstancias en las que habían llegado a esa situación, ¿qué pasaría cuando él estuviera totalmente recuperado y no necesitara que fuera su niñera?

 

     Aprovechando el desconcierto del peliverde Mihawk, después de cerciorarse de que nadie les veía (no podían arriesgarse a que su tapadera se descubriera), le tomó suavemente del mentón acercándose a él y depositando la pastilla en su boca cerrándosela luego con el primer (entre ellos) y más magnífico beso que Zoro jamás había recibido y evitando a la vez que protestara de nuevo por el medicamento. Al fin y tras mucho haberse reprendido mentalmente sólo por pensar en ello, había probado los suaves labios de su hijo, bueno, del ahora su novio. Después de descubrir lo que sentía por el muchacho no había estado en sus cinco sentidos comportándose como debiera haberse comportado. Prolongaba los contactos con él lo más que podía, tomando su mano o con caricias furtivas cuando nadie miraba; por las noches bajo la excusa de controlar su estado se había quedado velándole siendo la realidad que sinceramente no quería apartarse de su lado; y ahora, cuando el chico le dijo que la única forma en que él podría cuidar de su salud sería siendo su pareja, por mucha ironía que tuvieran sus palabras, encontró el pretexto perfecto para cumplir sus deseos, los de ambos.

 

    Cuando el peliverde ya hubo tragado la pastilla a traición el beso no se rompió, ni él quería hacerlo. Lentamente por lo de sopetón que le había pillado todo fue alzando sus brazos, que hasta el momento habían permanecido inmóviles a sus costados, de forma insegura envolviéndolos en el cuello del pelinegro en un tímido intento de profundizar y hacer más duradero el contacto.  A desgana por ambas partes tuvieron que separarse, el aire siempre faltaba cuando más querías que permaneciera en tus pulmones.

 

-         ¿Ves como no era tan malo tomarte el medicamento?- le dijo el pelinegro nada más cesar el beso-

 

-         No, no lo era. Si lo haces así siempre, podría llegar a acostumbrarme a las pastillas- le miró a los ojos con un adorable sonrojo -

 

-         Entonces habrá que repetirlo con la siguiente dosis.- le sonrió, todavía no se creía lo que acababa de hacer- Descansa- dijo en último lugar encaminándose de nuevo al interior de la casa-

 

Cuando el mayor ya hubo desaparecido de su campo de visión,  Zoro se recostó contra el tronco del árbol más cercano, dejándose caer hasta el suelo resbalando por la rugosa corteza. Se le había quedado una cara de tonto que ni él mismo se habría reconocido frente a un espejo. Por mucho que se hubiera imaginado ese momento, la realidad superaba con creces la ficción. Evocando la primera mañana que despertaba en la vetusta casa, que hacía las funciones de residencia de verano, recordaba como Sanji le había pillado por sorpresa y por esa razón acabaron manteniendo un contacto demasiado cercano para su gusto, y cómo durante ese instante se imaginó como sería estar con Mihawk en la misma posición. ¿Quién se hubiera figurado que apenas unos pocos días después esa visión se haría realidad? Estaba seguro de que si alguien se lo hubiera dicho en aquel momento, le habría tomado por loco. Finalmente se dejó llevar por las viejas costumbres, cerrando los ojos inconscientemente y perdiéndose entre los brazos de Morfeo, aunque esta vez habría un compañero extra que le acompañaría durante su sueño.

 

 

 

       Desde que el marimo, como ahora acostumbraba a llamarle, regresara de su estancia en el hospital, se podían contar con los dedos de una mano los momentos en los que habían hablado y estos sólo eran de “pásame la sal” o “buenos días”. Se podía decir que se encontraba algo apenado por eso aunque más bien era una sensación de incomodidad consigo mismo y su conciencia. Vale, el peliverde no le había echado nada en cara, ni le recriminó su comportamiento, ni se mostró esquivo hacia él, simplemente parecía que fuera invisible ante sus ojos y nada relacionado con su presencia lograra influirle un ápice. Quizá y más concretamente fuera ese aspecto el que le inquietaba y le carcomía por dentro; el no saber si Zoro  le odiaba o le tenía guardado algún tipo de resentimiento por lo ocurrido. La ignorancia le crispaba los nervios. Él no era de los que iban pidiendo perdón tan fácilmente, a no ser que se tratara de una señorita, pero no podía quedarse parado con todo eso bullendo en su interior, ya suficientemente mal había comenzado su relación como para echar más leña al fuego. Y a todo esto había que sumarle que casi se muere por su culpa, ¿qué hubiera pasado si no salía bien la operación? No, mejor no pensar en ello, no habría podido perdonárselo. La culpabilidad y la incertidumbre le torturaban. Frustrado se llevó las manos a la cabeza revolviendo su pelo, aunque puede que fuera ya un poco tarde para ello, tenía que encontrar la manera de como mínimo enterarse de lo que pensaba su amigo.

 

-         Sanji, ¿Qué haces? Te vas a quedar calvo…- le dijo una voz desde detrás-

 

-         Ah, eres tú Luffy. No hacía nada en concreto, sólo pensaba.

 

-         ¿En qué?

 

-         Pues…-durante un momento vaciló de si debía o no contárselo. Finalmente prosiguió:- en una manera para pedirle disculpas al marimo.

 

-         ¿Te refieres a Zoro? ¿Por qué quieres disculparte?

 

-         Estás muy preguntón hoy, eh? Sí, me refiero a Zoro y quiero disculparme porque sí, ¿está bien?- contestó el rubio claramente molesto por el interrogatorio-

 

Luffy se quedó meditando un poco la respuesta, llevándose inconscientemente el dedo a la boca en posición de pensar, aunque su amigo no le hubiera dicho el motivo concreto, creía saber cuál era la mejor manera.

 

-         ¡Hazle un pastel! –dijo todo feliz con su respuesta- a todo el mundo le gustan los pasteles.

 

-         No es mala idea… Gracias por tu ayuda, le haré uno- sonrió agradecido y se giró rumbo a la cocina-

 

-         Esto… Sanji.

 

-         ¿Sí?

 

-         ¿Me haces otro a mí?

 

 

 

Al final acabó haciendo dos pasteles, uno para Zoro y otro para Luffy (no había quien se resistiera a su carita de perrito abandonado) y cuando llegó la hora de la merienda se los llevó respectivamente. Ahora se encontraba frente al peliverde tratando de decirle lo que quería mientras el otro le miraba expectante.

 

-         Toma Zoro, te hice la merienda.

 

-         Gracias –dijo secamente. “Uff... al menos no se le ve enfadado” pensó el rubio.-

 

-         Yo…verás, quería disculparme, no era mi intención que…

 

-         No tienes por qué- le cortó- lo pasado, pasado está y además, aquello sólo fue un accidente, podría haberme pasado lo mismo en otras circunstancias y el resultado habría sido el mismo.

 

-         Entonces… ¿no me odias?

 

-         Claro que no idiota, por muy pervertido que seas sigues siendo mi amigo y por tonterías como ésas no vale la pena enfadarse.-“Si tú supieras lo que gracias a tu bromita me ha pasado...” “Te estaré eternamente agradecido, pero no te lo diré, no te daré el gusto” divagaba su mente mientras que sin darse cuenta sus mejillas adoptaron un gracioso rojizo al emular el último encuentro con el mayor-

 

Sanji confundió totalmente lo que quería significar ese sonrojo, acabando por interpretar que se había puesto así por él, se lanzó a la carga.

 

-         Oh, qué maduro ha sonado eso marimillo mío –dijo enganchándosele y restregando su mejilla contra su pecho todo feliz y libre de cualquier mal.

 

-         /¡¡Quita cejas de sushi, que corra el aire!! – y se lo quitó de encima de una patada.


Las cosas habían vuelto a estar como debían estar con algún que otro suplemento inesperado pero no por ello menos agradable.

 

Notas finales:

Comentarios, opiniones, dudas? Cualquier cosa que necesiten no duden en avisarme ^^

PD: A partir del siguiente capítulo ya empieza un poco más de marcha *-*


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