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Por una apuesta terminé siendo tu hijo por Choped

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Notas del capitulo:

Esta vez actualizamos antes ^^. He pensado en subir todo lo que tenga de este fic y así ir más rápido :D

9.  Terra Aventura, parte 2.

 

Los padres hacía rato que habían perdido de vista a sus hijos, pero sin darle mayor importancia siguieron su camino. Crocodile por fin logró que el pelirrojo le dejara ir a la pirámide del terror. Y nada más llegar consiguió acojonar hasta tal punto a los encargados de asustar a los visitantes que él mismo se autoproclamó el rey de la pirámide. Evidentemente nadie tuvo lo necesario como para negárselo. Shanks, harto de seguirle el rollo y puesto que Doflamingo y Mihawk estaban desaparecidos en combate, se aventuró a ir por libre con la esperanza de cruzarse con alguien conocido.

 

   Cuando llegó a Las Islas se encontró con Luffy sentado con los ojos cerrados en un banquito, al intento de sombra de un árbol de escasas hojas que consiguieran el efecto deseado ofreciendo cobijo de los rayos solares. Se acercó a él, sentándose a su lado y plantándole un beso como alarma de despertador. El pelinegro no tardó en corresponder y abrir los ojos, sorprendido al principio, dejándose llevar luego.

 

-          ¿Qué haces aquí sólo, mi príncipe?

 

Qué buenos recuerdos,  desde hacía un mes que no había podido hacer ese tipo de cosas con su hijo. Tan normales desde siempre que se habían convertido en costumbre. Sin trasfondos ocultos, sin dobles intenciones, sólo el mero amor que un día enseñara al pequeño a demostrar a quienes le importaban, pero que poco a poco para Luffy comenzaban a tener un significado más profundo.

 

-          Esperar a que los chicos salgan del “Laberinto de Ulises”, no te dejes llevar por el nombre, es un muermazo que sólo te pasea…- se quejó el muchacho. Estaba visto que si no se trataba de un salto al vacío o velocidad extrema, no conseguiría entusiasmarlo-

 

-          Bueno, pues ya llegó el alma de la fiesta, no os molestará que un carroza como yo se acople a vuestro grupito de jovenzuelos, ¿verdad?

 

 

 

Dentro de la atracción, Nami y Sanji en un vagón, y el pobre Usopp sólo en otro, disfrutaban de un viajecito entorno de la historia en primera persona de las peripecias de Ulises. Acompañada de una narración proveniente de algún altavoz oculto.  La parte del cerebro del rubio que había estado manteniendo una falsa sonrisa permanente dibujada en sus labios durante toda la jornada, dejó de funcionar, dando paso a un reflejo bastante depresivo y tristón. ¿Por qué el peliverde tenía que tener novia? Si ya era suficientemente difícil acercarse a su corazón sin provocar alguna de sus tontas discusiones, imaginarse como sería ahora que se encontraba ocupado por otra persona le quitaba todos los ánimos. Ains… debió quedarse en el campamento de verano tal y como le sugirió su padre en vez de haber ido a aquellas estúpidas vacaciones. Suspiró con pesadez, al menos no estaba todo perdido, aún le quedaban dos meses para intentarlo. De algo mejor humor se dirigió a su hermana con sus intenciones impresas y mal disimuladas en su rostro.

 

-         Mi querida Nami-saaan, maravillosa hermanita míaaa- canturreaba tratando de engatusarla antes de soltarle su propuesta- ¿Serías tan amable de hacerme un pequeño favor?

 

  La pelinaranja le miró con desconfianza. Si de normal ya se fiaba poco de aquel descerebrado rubio que tenía por hermano, ¡imagínate ahora que se le notaban las intenciones a kilómetros! Finalmente optó por escucharle, por loco y salido que estuviera seguían siendo familia. Nami se acercó para oír mejor la treta que tenía preparada Sanji y se quedó desorbitada y alucinada ante el elaborado plan que había trazado.

 

 

 

  Se plantaron ante el “Colossus”, una enorme montaña rusa de madera cuyo traqueteo podía destrozarte las vértebras, pero que igualmente valía la pena subir por muy fastidiado que acabaras. Era una de las atracciones más antiguas del parque, pues desde que inauguraran el recinto por primera vez, la montaña ya había sido el perfil protector de todo lo demás. A estas alturas era ya un símbolo tan habitual en el parque que su ausencia sería el punto más remarcado. Normalmente estaba a rebosar de gente, pero tal y como predijeron, un miércoles apenas había cola. Diez minutos después ya estaban por subir al vagón, justo en la cabeza del tren. Zoro fue el primero en sentarse, entusiasmado por su primera vez en una atracción parecida, esperaba el momento en que todo comenzara a moverse y, que llevado por el viento y la gravedad, mil sensaciones transportaran su cuerpo, mente y alma a un lugar de nuevas experiencias del que a partir de ese momento no querría separarse nunca más. Pero por su parte, Mihawk contaba los minutos de penitencia que le quedaban.

 

    La barra de protección bajó, posándose sobre sus rodillas, asegurándolos y dejándoles sin la posibilidad de bajarse. Ya no había vuelta atrás. Poco a poco empezó el recorrido, aumentando progresivamente la velocidad. De momento todo iba normal, tal como una atracción de esas características debía ir, aunque una cuestecita, escalada lentamente por el vehículo, anunciaba la próxima presencia de una gran pendiente. Y cuando aquello comenzó a moverse de verdad, cayendo en picado por una bajada de más de quince metros, Mihawk no sabía dónde meterse. La verdad es que nunca le habían gustado las alturas, y menos a esa velocidad, que fácilmente podría llegar a los 100 km/h o incluso superarlos. Para empezar no sabía ni para qué le habían hecho subir a tal atracción del demonio si todos sabían de su aversión a ellas. ¡Ah, sí! Estaba ahí metido por Zoro; el chico se había empeñado en montarse y él, tonto perdido, como un perrito faldero le siguió en su locura. Por mucho que le quisiera aquello era demasiado para él.

 

   Lagrimillas salían de sus desorbitados ojos y los pelos de punta demostraban su estado de agonía. En un intento desesperado se había enganchado a lo primero que pilló, que resultó ser el brazo del peliverde, para mantenerse dentro del vagón, pues la velocidad sumada a los ángulos de vértigo que tomaba el vehículo, más de una vez estuvieron a punto de hacerle caer. Ahora seguía en la misma posición incapaz de separarse.

 

    -      Papá, me encantaría estar así todo el día, sin embargo ¿no crees que es hora de que me sueltes?

 

    -    Si te suelto me metes otra vez en una de ésas atracciones del demonio.

 

    -  ¡¡Pero si ha sido genial!! Además como mínimo nos quedan dos, “El Titánide” y el “Dragon Khan”, dicen que son las mejores y las que más loopings  tienen- decía Zoro emocionado-

 

“¡¿Qué?!”, pensó. ¿Cómo podía ser que aún quedaran tantas? Dos para él eran como un millón para el resto de personas. ¿Pero a qué mente enferme se le podía haber ocurrido la idea de construirlas?

 

-         Lo que se llega a hacer por amor-susurró, lo cual no impidió que el peliverde lo escuchara y se le quedara mirando.-

 

Nunca antes había dicho directamente que le quisiera o lo amara. Por eso había llamado tanto su atención, quitándole por fin del corazón esa pequeña espinita que había estado atormentándolo. Hoy estaba siendo un día de lo más fructífero, primero admitiendo sus sentimientos y luego confirmándolos. Nunca se había alegrado tanto de que alguien no hubiera cumplido su palabra al pie de la letra. En este caso que no sólo le cuidara por pena, responsabilidad o cualquier otro sentimiento carente de la cálida emoción que ahora inundaba su cuerpo.

 

   En un arrebato, cegado por el torrente de euforia que en que se encontraba, se lanzó a los brazos del mayor, hundiendo la cara en su pecho murmurando algo incomprensible, tras lo cual con el rostro totalmente iluminado de irradiante felicidad y sus ojos chisporroteando alegres, cazó los labios del moreno.

 

-         Qué fuerte…- se quedó viendo la escena atónito el joven que sin proponérselo acababa de convertirse en el cómplice de aquellos dos-

 

Mientras todavía mantenía unidos sus labios con los del mayor, a Zoro le pareció oír una voz familiar. Para cerciorarse abrió los ojos, encontrándose con la mirada atónita de un Usopp desencajado por la escena.

 

    Joder, la habían liado parda, les habían pillado, ¿ahora cómo iba a explicárselo? Quiso desaparecer de allí, que la tierra lo tragase, cualquier cosa con tal de no ser uno de los protagonistas de la escena que su amigo contemplaba estupefacto.

 

   Calmándose un poco y volviendo a sus cabales le hizo desesperados aspavientos para que el chico de nariz larga se escondiera. Ya que no le iba a quedar más remedio que contárselo todo, sería mejor que Mihawk no se enterara o a él sí que le daría un yuyu. Se separó lentamente de su pareja, quedando parado frente a él con una risilla tonta mal disimulada, en cuanto el espectador se dio por aludido y desapareció del escenario.

 

-         Ains… papá, tengo hambre, ¿puedes ir a por un gofre, por favor?- dijo imitando a la perfección la técnica de Luffy. Necesitaba que se fuera para poder explicar lo sucedido a Usopp.-

 

-         Claro.- “¡bien, así me libro de la montaña rusa!” festejaba su mente-

 

Nada más irse el mayor, Zoro salió disparado hacia donde se había escondido su amigo, encarándolo.

 

-         Prométeme que no se lo dirás a nadie- dijo antes que nada, aparentando una calma que no tenía y mirándole de forma relativamente amenazante-

 

-         L-Lo prometo… ¿Pero ahora me puedes explicar qué es lo que pasa aquí? Uno no se va besando por ahí con su padre y menos de esa forma tan pasional-

 

Suspiró pesadamente. Finalmente tendría que decírselo, ¿qué pasaría cuando se lo explicara? Fijo que le miraría raro por el resto de su vida y le recriminaría aquello, bueno, eso si con suerte volvía a dirigirle la palabra después de haberles mentido. Debía relajarse lo suficiente como para poder exponer los hechos sin estropearlo más. Y tras armarse de valor le relató lo mejor que pudo todo lo que había sucedido desde el día en que Mihawk y él se conocieron hasta la fecha. Usopp seguía con la alucinación reflejada en el rostro, cosa que no tranquilizó los nervios del peliverde, el desarrollo de lo venidero dependería de la reacción del chico y este no daba muestras de seguir vivo. Después de unos segundos por fin reaccionó.

 

-         A ver que me aclare… tú no eres su hijo.- afirmó más que preguntó-

 

-         Correcto.

 

-         Y él no es tu padre.

 

-         Efectivamente.

 

-         Y casualmente después de todo habéis acabado saliendo juntos.

 

-         Más o menos, ese punto aún está confuso…

 

-         Jope, menuda telenovela- terminó por razonar el pelinegro-

 

-         Lo sé.-le dio la razón luego de aclarar todos los asuntos confusos- Entonces, ¿guardarás el secreto?

 

-         Ya te he dicho que sí- le sonrió- al fin y al cabo somos amigos.

 

Zoro volvió a suspirar, esta vez de alivio. La charla había salido mucho mejor de lo que imaginó y además ahora se notaba más ligero. Una sensación algo extraña pero que estaba seguro provenía de no tener que guardar tanta cosa para sí mismo.

 

 

 

Su perfecto día de emociones en Terra Aventura había llegado a su fin, con contratiempos, sus altos y sus bajos, pero todo bien al final. Ahora se encontraban volviendo a casa, era bien entrada la madrugada y todas las restricciones que sufrieran a su ida por la operación salida de verano se volvieron inexistentes, sustituidas esta vez por la tranquilidad característica de la noche cerrada, apacible, acogedora. Un hombre de ambarinos ojos conducía su coche entre esa paz, a él le gustaba más ese entorno, siempre le fue más la calma que el alboroto al que le tenía acostumbrado desde el comienzo de las vacaciones. Siempre había sido feliz de ese modo, rodeado del entorno y él mismo, o al menos eso creyó hasta el momento en que conoció a cierto chico. Desde que volviera a reencontrarse con aquel pequeño que una vez salvara de ser atropellado y más recientemente desde que descubriera sus sentimientos por él, se dio cuenta de que su mundo, perfectamente construido a base de ladrillos de aislamiento, se encontraba inconcluso, le faltaba un tejado que dejara pasar unas emociones y sentimientos que jamás creyó que volvería a sentir y regalar, pero que un joven de cabello verdoso había sido el encargado de despertar en él. Un insólito chico, al cual doblaba en edad, fue el único capaz de ello. El único que consiguió que centrara toda su atención en él… Que aunque no se hubiera comportado todo el tiempo como debiera, siempre estuvo al pendiente suyo, velando por él.  Y pensar que había estado a punto de perderlo… Miró por el espejo retrovisor al joven que yacía medio adormilado en el asiento trasero, más en el mundo de Morfeo que en éste. Se veía adorable. A partir de ahora no se alejaría de su lado, debía hacer todo cuanto estuviera en su mano para que Zoro se encontrara a gusto.

Notas finales:

Hasta aquí las aventuras en Terra Aventura. Ojalá existiera el parque junto de verdad, pero bueno, por separado tampovo están mal :P.

Espero vuestras opiniones y por supuesto, que os haya gustado ^^. Bye y hasta pronto :D


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