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Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Segundo, la pareja es 8059, YamamotoGokudera, y va para todos los que les guste. 

 

*Día siguiente*

Dino había sido instalado en una habitación individual, custodiada por guardias las veinticuatro horas del día. El rubio despertó y se estiró aún estando en la cama. El sol entraba por aquella ventana en forma de triangulo. El aire estaba impregnado de un olor a yerba húmeda, se levantó y miró hacia abajo, pues estaba en una de las altas torres del castillo, y se encontró con una imagen divina, el príncipe estaba practicando tiro con arco con ropas japonesas en el jardín.

El rubio decidió apresurarse y vestirse para ir a verle, los guardias se mostraban recelosos pero incluso debían acceder a ciertas peticiones del cuentacuentos. Bajaron al patio, un kiosco estaba cerca de una hermosa fuente. El pasto estaba recién cortado, los árboles adornaban los pasillos. Los caminos eran de mármol y blancos.

Un círculo hecho en paja y pintado varias líneas rojas con un enorme punto en el centro, era el blanco del príncipe Hibari. Se notaba la seriedad y la decisión. Hibari tenía el hombro y parte del torso descubierto. Dino se cubrió la boca y desvió la mirada.

El príncipe lanzó el disparo, dando casi justo en el blanco.

−Estás desconcentrado. –Dijo Dino acercándose. –Parece que algo nubla tu juicio a la hora de soltar el disparo. –Los guardianes se pusieron a distancia prudente y le dejaron avanzar.

−¿Sabes tirar con el arco? –Le preguntó sin verlo. ¿Aquello era un sonrojo? Dino tomó el arco y una flecha, se acomodó en la posición correcta y mirando fijamente al blanco la lanzó.

−En el centro. –Comentó Hibari retomando su arco. –Lo haces parecer fácil. –Le dijo mirándolo de reojo.

−Es que debe poner el corazón en la bala, mi señor. –Le respondió cortésmente.

−Enséñame.

El mayor se puso detrás de él, le ayudó a sostener el arco y a acomodar la flecha, sus respiraciones se fueron juntando y ambos la tornaron en una sola. Sus cuerpos sentían los latidos acompasados de sus corazones. Sus pulsos marcharon como uno mismo después de unos segundos. La mejilla del rubio contra la del moreno.

−Debes tranquilizarte, así. Piensa que envías parte de ti en la punta de la flecha. –El príncipe estaba nervioso, pero poco lo demostró. Y disparó, dando en el punto exacto. Hibari ensanchó una sonrisa. –Es usted excelente, lo hizo usted solo. –Puso las manos en su cintura y le sonrió.

−Lo sé. –Aceptó engreídamente, cosa que le causó una risita divertida al rubio. -¿Me contarás la siguiente historia?

−Pero si ni siquiera han pasado quince horas desde que le conté el primero, debe ser paciente su majestad.

−Creí que el que tenía urgencia eras tú. –Masculló subiéndose la manga de su ropa.

−Sip, pero por ahora serán tiempos de paz, tranquilidad antes de la tormenta. –levantó el dedo índice. –Eso me recuerda, existió un poderoso dragón de nombre Regethiel, dicen que sus fauces eran tan enormes que podía caber dos caballos en ella. –Hibari le miró con interés. –Pero ese es el resumen. –Dijo pícaramente. –Esta noche le diré todo con lujo de detalles.

−¿Podré hacerte preguntas mientras lo cuentas? La otra noche me quedé con dudas.

−¿Sobre? –El príncipe le miró fijamente por unos segundos y después desvió la mirada.

−¿Por qué hablaste de aquel amor prohibido con tanta facilidad? Una persona común no acepta ese tipo de relaciones a menos de que lo haya pensado tener una vez.

−Sabias conjeturas, su alteza. –Inclinó la cabeza. –Pero ya tiene la respuesta a eso. –Se acercó a su oído para susurrarle al oído. –Si el querer nunca trasciende las barreras de lo moral o ético nunca será considerado amor. En eso creo porque realmente lo sé posible.

−¿Estás enamorado de alguien de tu mismo sexo? –inquirió algo sorprendido. Dino se sorprendió ligeramente, se atrevió de tocarle suavemente la cabeza.

−Aún no lo sé, pero en cuanto esté seguro, usted será el primero en saberlo.

Llegó la noche.

+++++{Segundo Cuento}+++++

 “Cuando era niño, encontré una estatuilla de dragón en color plata con ojos rojos como rubíes. Le pregunté a mí abuela cómo habían obtenido algo tan valioso, me respondió que provenía de una dinastía extinta de una rama de la familia. Eran guardianes de unas criaturas mágicas de hermosas y tenebrosas alas negras, los de sangre más antigua.

“Y me contó algo…

Luna De Media Noche.

Pareja: Yamamoto x Gokudera.

“Era un pueblo en medio del desierto. Las casas eran de redondos techos y de blancos colores. El pegaba de lleno en los días, y en las noches el frío era devastador. Tenían un pozo, el único cabe especial mención, con el que siempre contaban para abastecer sus necesidades de agua, todos vivían contentos y apartados del resto de las demás aldeas.

“Pero un día, el pozo se secó. Esto simbolizó una histeria inmediata. Decidieron enviar a su guerrero de más confianza, un joven y fuerte chico de cercanos veinte años. Sus cabellos eran negros, como el ónix. Sus ojos eran de un lindo color chocolate, y su piel era morena como la arena oscura. De sonrisa y gesto amable, era adorado por todos en el pueblo.

“Su misión consistía en viajar e ir al corazón de la montaña de Netirá, de allí nacía el agua, y descubrir la causa para erradicar la sequía, debía ser certero y pronto. Emprendió viaje inmediatamente, todas las esperanzas se vertieron en sus lozanos hombros. Con su excelente condición física, logró recorrer grandes distancias en menos tiempo del que le habría tomado a un ser normal.

“La naturaleza, que aún pudo ser verde en un punto, estaba muriendo. La montaña se había vuelto oscura y con senderos peligrosos había tornado sus fronteras. Podía ser una bruja quien maldijera el lugar por un amorío mal correspondido. El canto de las aves no existía, el árbol hermano del arbusto estaba seco y sin hojas. Las sonrisas de los animales terrestres habían caído en cicatrices profundas en las entrañas de la tierra árida. El agua había dejado de correr, se apresuró al mismo lugar donde hace tantísimos años su padre le había enseñado a venerar. La fuente de la vida. La vida propia y de la gente que amaba. Una cueva, como pudo creó una precaria antorcha, nunca había recorrido al fuego en aquel lugar, pero este era un tiempo tenebroso. La gruta se extendió varios metros hacia abajo. El moreno respiró con cierto alivio, las paredes… aún había humedad sobre ellas. Eso sólo podría significar una cosa. Esperanza. Se secó el sudor de la preocupación y siguió intuitivamente su camino. Una ráfaga de aire rebanó la llama viva. Le llamó la atención, allí el sendero se rompía en dos, la derecha era el indicado, pero la izquierda…

“Minutos después el camino se volvió más estrecho. Tuvo que caminar de costado determinada distancia entre la espesa negrura de la cueva. La antorcha fenecía. Se comenzó a arrepentir de haber seguido su curiosidad, pero escuchó un gruñido a lo lejos, y otra ráfaga de viento se hizo presente ante sus jóvenes miembros engarrotados por el frío. Viro la vista ¿Debía regresar?

“Siguió el mismo camino. Entonces, al doblar por una enorme piedra y al esquivar un derrumbe pequeño que entorpeció sus pasos, llegó a una cavidad cóncava. Se decepcionó, pero sacudió la cabeza, el aire venía de algún lado, miró a ambos lados, levantó la débil llama y entró una abertura a la derecha de aquella cavidad, una lo suficientemente ancha para que una persona, arrastras, pudiera acceder. Subió hábilmente y fue empujando el fuego para iluminarse, más humedad, pero las piedras, extrañamente, estaban calientes. De esa especie de calor que emite un cuerpo vivo.

“Su alivio fue enorme cuando salió. Una enorme gracia fue tener al astro rey golpeándole la cara. Por descuido terminó en el suelo, que para su sorpresa era suave. Respiró tranquilamente y se levantó, lo que había entre sus dedos, aferrados a la tierra, era pasto, verde y lleno de rocío. El moreno emitió un sonido de alegría.

“Pero de repente fue golpeado por algo enorme.

“−¿Qué haces aquí? –le llamó una bestial voz. El moreno había chocado contra la piedra.

“−Auch. –Se sobó con cuidado.

“−¡Contesta!

“−Ya voy, ya voy. –Respondía en medio de una sonrisa que mantenía sus ojos chocolate cerrados. Pero en cuanto observó a la criatura que la había golpeado, casi se le rompe la mandíbula. -¡¿Un dragón?!

“−¿Qué? ¿Esperabas al hada de los dientes y la leche? –Un bello animal místico y milenario se regodeaba en su burla. De un puro color plata. Tan precioso y glorioso como sus bellos ojos esmeralda ácido. De enormes alas de pulcras cualidades increíbles. Sus garras eran de platino puro. Sus enormes fauces parecían reír con la blancura de una dentadura de perla insólita. Diez metros de altura, talves.

“−No-No es eso… -Murmuró mientras seguía sentado, azotado por el asombro. –Pero… -El dragón movió su enorme cola. Con eso le había golpeado.

“−Lárgate. –Ordenó dándose la vuelta. –No soporto a los humanos. –Fue lo que le dijo. Pero el moreno recordó a qué había llegado a allí. Detuvo al dragón y no cedió ante su terquedad, pues la misión que estaba en sus manos era muy importante, así que aguantó las torturas y desplantes de la fina criatura mortífera.

“El dragón de color plata fue cruel en todo ese tiempo.

Hibari enarcó una ceja.

−El guerrero permaneció allí dos días. –Contestó Dino. –Algo en su corazón le decía que aquel bello animal estaba relacionado con la decadencia que rodeaba a la montaña, pero que extrañamente mantenía vivo y fresco el interior de ese lugar. Pues sólo donde el dragón tocaba estaba vivo. La pequeña abertura donde había llegado el moreno era la única entrada para humanos, el cielo brillaba sobre sus cabezas, el dragón sobrevolaba esa zona, pero nunca desaparecía. Algo parecía atarlo a ese punto.

“La desesperación del guerrero se hizo tangible a la mañana siguiente. Su corazón se oprimía con fuerza. Estaba perdiendo valioso tiempo. Decidió retirarse. Pero en un momento de mutismo total, el dragón destruyo la puerta.

“−¡¿Por qué lo hiciste?! Debo volver. Si no me quieres ayudar encontraré la solución yo mismo. –La enorme cola plateada se plantó enfrente del moreno.

“−No puedo ayudarte. –Respondió en un tono amargo.

“−Eso podrías haberlo hecho antes. –Se echó a reír. –Ahora, sácame de aquí. No creo que me quieras tener de comida, ni siquiera alcanzaría para taparte una muela.

“−No como porquerías. –La tarde transcurrió así. El moreno terminó por contarle, con lujo de detalle, gran parte de su vida. El dragón, echado sobre el césped, escuchó. –Nunca había llegado un humano.

“−Solíamos venir muchos, el raro aquí eres tú. –Le dijo dándole una palmada en la enorme garra. La actitud relajada y llevadera del moreno despertó curiosidad en la bestia. El dragón veló el sueño del humano y fue al único lago que quedaba. –Ese es la fuente ¿verdad?

“El dragón plateado asintió lentamente.

“−Cuando llegué todo estaba muriendo. Uno de los míos estaba destruyendo este lugar, lo detuve y maté. Me di cuenta que este, el centro de la montaña, permaneció intacto después de que me dormí en el suelo. Pero al querer marcharme todo moría.

“−¡Entonces!

“−No puedo irme de aquí, estoy encadenado.

“−Eres alguien muy amable. –Le sonrió sinceramente. El dragón se conmocionó.

“−¿Qué es lo que te da esa idea tan estúpida? –Quiso saber.

“−Si fueras cualquier dragón hubieras abandonado la montaña a su suerte. –Respondió. El alma del dragón por primera vez se sintió tranquila y llena de una luz extraña. Su hogar estaba lejos de allí, y anhelaba regresar, pero era como decía el joven, él no era cualquier dragón. –Oye, dragón, necesito regresar a la cueva, talves exista algo que impida que el agua llegue a mi aldea. ¿Entiendes que debo volver? Prometo volver, pero primero debo resolver este problema.

“−Talves sepa la solución. –Dijo en un murmuro. La devoción por obtener una nueva esperanza floreció en los lozanos ojos del moreno.

“−¿Qué es? –Pidió la información con una tremenda cara de dicha. -¡No importa cuan difícil sea! ¡Haré lo que esté en mis manos!

“−Mata este cuerpo. –El guerrero se volvió de piedra.

“−¿Qu-Qué? –La solución le había congelado la sangre. –No puedo. –Alegó sin pensar. El dragón no le dio más explicaciones, sólo se justificó.

“−Mata este cuerpo. –Repitió. –Yo no quiero vivir atado a un lugar que aún necesita más vida. –Hizo una pausa. –Si lo haces mi sangre y cuerpo se fusionarán con la montaña. Si temes por mí, o es que un dolor o pena recorre tu mente mortal, descuida, mi alma te encontrará y te matará si no cumples con tu promesa. –Fue entonces que le propuso un trato.

“Tomo dos días más que el guerrero tomara una decisión. Sus ojeras eran terribles. No podía cometer semejante atrocidad. Un debate duro y sin posibilidad ética. Su pueblo o el dragón. La vida de la aldea o la vida de un legendario ser.

“Pero su desesperación trasmutó en una tragedia típica. El dragón murió en el pasto. La verdad se escurrió en ese momento. La verdad que carcomió el alma de ese humano. La verdad era que el dragón estaba destinado a morir ese día. No había marcha atrás. No había solución para ese destino. El guerrero observó que la montaña se bañó en luz. El bello animal se desintegraba en partículas luminosas y se esparció en cada rincón. Y la naturaleza comenzó a emerger como un barajeo de cartas. Las lágrimas del guerrero se fundieron con el cuerpo inerte de la bestia. El agua renació. Las aves fueron las primeras en cantar de alegría.

−¿Por qué pedir la muerte, si de cualquier forma, iba a llegar? –Preguntó el príncipe. Dino le miró tiernamente.

−Cuando uno se siente acompañado por primera vez en la vida, desea seguir vivo, y eso es algo que va en contra del flujo, y para el dragón, probablemente, la llegada de aquel humano simbolizó su último lazo con el mundo terrenal, por eso, en clemencia oculta, pidió un último deseo. Pero el guerrero no lo concedió y por ello se condenó a vagar ausentemente hasta llegar a su hogar.

“Donde todos estaban felices. Le alabaron y cantaron con festines y felicitaciones. Pero el guerrero estaba triste. Se sumió en un dolor incalculable, la culpa de no corresponder una amistad casi le destruye.

“Y digo casi, porque… una noche, después de tantas solitarias, alguien llegó a su puerta. Tocó insistentemente, a pesar de que el moreno deseaba quedarse solo para siempre, como su amigo dragón había hecho, no pudo, la visita era lastimeramente terca… esa palabra taladró la mente del guerrero, se levantó de golpe y fue a la puerta, y al abrirla se quedo boquiabierto.

“−Vine a matarte, faltaste a tu promesa, estúpido guerrero de pacotilla. –Un chico de aproximados quince años. De piel cremosamente blanca. Aceitunados ojos y cabellos como rayos de luna era su visita. El moreno se quedó embobado por la belleza de ese hombre, y no dudó en abrazarle y hacerle caer al suelo…

−¿Y? –preguntó el príncipe Hibari, expectante. -¿Qué pasó?

−Ejemp. –El cuentacuentos se aclaró la garganta. –Después de una ajetreada discusión, pues… pasaron cosas de adultos. –El príncipe le miró inconforme. –Talves en la próxima historia le sea más específico. –Dijo cruzando los dedos, índice y corazón, sin que viera el monarca.

“El dragón había muerto, ciertamente, pero como había dicho que su alma no moría… renació en un humano con la edad que él deseaba. Aunque suene absurdo, pero así fue. La carne y sangre de la bestia se vertió en la montaña, lejos de allí, pero el alma deseaba estar con aquel joven de ojos castaños que le había dado la primera señal de amistad, quiso ser realmente libre, había aborrecido a los humanos porque en realidad los envidiaba, deseaba con todo su ser poder correr en dos piernas, sufrir y llorar como un humano ¿Y porqué no? También quería enamorarse como idiota. Buscaría la vida mortal con tal ahínco que hundiría al guerrero en su búsqueda si fuese necesario, lo que el alma del peli plata no sabía era que se terminaría enamorando de aquel que le sonrió por primera vez.

“Porque, aunque el guerrero no lo iba a admitir, realmente fue salvado por aquella sonrisa honesta y el carisma cálido y suave de su personalidad. Una amistad que se forjó, talves, en poco tiempo pero que fue tan sólida y diferente a lo normal que fue la semilla necesaria para un amor lentamente correspondido.

−¿Hubo noche de bodas? –Rió de lado el príncipe. Dino correspondió la sonrisa.

−Sip, y tuvieron dos o tres hijos. –Eso desconcertó al oji plata. -¿Qué?

−Nada. –Viró la vista. –Tengo sueño. –Bostezó. 

−Ya lo noté. –Se levantó e hizo una reverencia. –Debe descansar, su alteza, pero –Levantó su dedo índice y le guiñó el ojo derecho. –No duerma mucho, porque sino le podría pasar como al Rey Byakuran. –Más curiosidad plantada. –Qué por tanto contar ovejas, se sumió en un sueño tan profundo que le costó doce días despertar. Pero le diré todos los detalles que pida, la próxima noche. –Le sonrió. Y el príncipe se sonrojó sin que el cuentacuentos… se diera cuenta. (?)

 


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