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Cuando estuviste allí por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

¡Bueno! No le he cambiado el nombre a la historia. ¿Por qué? No sé me gustó como sonaba, pero bueno :) henos aquí una vez más en la edición especial de aniversario del universo infierno de ángeles.

Para quienes aún tengan dudas es un remake del final del cap 12 y  y todo el 13 de infierno de ángeles. Para aquellos que no han empezado el décimo círculo les sugiero que se abstengan a leer este capítulo aún :) Yo sé por qué se los digo :B! 

Así sin más espero que les guste como ha quedado, quizás no sea lo que todos esperan en un primer momento, pero es lo que Alessandro sentía y me agradó compenetrarme tanto con él. Así que gracias a Alessandro por permitirme entrar a su mortificada y compleja existencia :) 

Que lo disfruten! Actualización de El décimo Círculo el Lunes!

¿Alguna vez han amado hasta que duela? Yo sí.  Aún duele. Duele y mucho. Aún cuando sabes tus lágrimas no reviven a los muertos. Es ese momento donde no sabes si el dolor acabará algún día o simplemente  lo haces parte de ti.

***

Tenía mi puño a centímetros de su rostro. Lo veía temblar, contener las lágrimas. Nuestras respiraciones agitadas, la mía por la furia contenida., por el odio; no contra la persona que estaba debajo de mi cuerpo, sino contra el mundo entero. Tanta mierda tenía dentro de mí que ya empezaba a sentirme podrido.

Juré que pude sentir su palpitar acelerado bajo mi cuerpo, pude oler su miedo. Era tan inocente, tan ingenuo, tan idiota que me dieron ganas de matarlo en ese instante por no reaccionar como yo quería. La rabia se acumulaba más y más en mí, no por lo haberme llamado asesino, sino por no tener un poco más de carácter y haberme retado, provocado hasta hacerme enfurecer y que ambos perdiéramos los estribos. No, Ariel no era de esos que reaccionaban con violencia, solo provocaba, pero nunca se atrevería a lastimar a alguien. De a poco lo había venido descubriendo y eso me parecía decepcionante.

Me puse de pie intentando no pensar en nada. Simplemente eché llave a la puerta de esa habitación y lo amenacé para evitar que saliera. Cerré la puerta del baño detrás de mí y me quité la ropa con rabia, con odio. La arrojé hasta el otro lado del cuarto de baño.

Entré a la ducha aún con la furia contenida. Y dejé que el agua se llevara mi ira. El agua estaba fría, pero era relajante, pocas cosas eran las que ahora  lo conseguían.  Por un momento me sentí envuelto en el pasado. Siempre era así porque nos encantaba hacerlo en ese lugar.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al imaginarme el cuerpo que conocía a la perfección. Cerré mis ojos al verme envuelto en los recuerdos. Casi sentí sus caricias, la manera posesiva con la que reclamaba tocar mi cuerpo. Quería volver a sentir que éramos uno. Quería saciar esta necesidad de mi cuerpo que cargaba por meses. Quería, quería tantas cosas, pero siempre era la misma sensación de vacío al abrir mis ojos y darme cuenta que volvía a estar solo…

Los abrí con lentitud, pero esta vez no me vi solo. Retrocedí un paso por instinto, casi amenazante, sin embargo solo era Ariel. Me sentí tan decepcionado en el momento en que mis ojos se posaron en los ajenos que me recordaban a los cuales yo amé con tanta intensidad.

Sin embargo me privé del gusto de mostrarme decepcionado. La decepción se quedaba siempre en mi interior, era uno de los muchos sentimientos que me guardaba — ¿Qué haces aquí, Ariel?

Me pedía perdón. No me importaban en absoluto sus disculpas. No quería escucharlo hablar. No quería nada de esta vida, creía que ya no tenía nada más para ofrecerme y sin embargo cuando se inclinó para  besarme, sentí que quizás me había equivocado.

Cerré mis ojos y lo apegué con rudeza más a mi cuerpo. Por un segundo sentí lo volvía a besar a él, sin embargo el encantamiento se rompió cuando Ariel pronunció mi nombre. No quería escucharlo hablar, así que volví a besarle con fuerza, con deseo, intentando hacerme creer que era Misha.

Sentí su corazón latir con fuerza. Con tanta que me distraía, entreabrí mis ojos y al notar la expresión que tenía en su rostro, solo quise separarme de él. Eran tan semejantes físicamente, pero tan diferentes a la hora de mostrar sus emociones. Quise alejarme, pero en ese momento llevó sus manos a mi cuello uniendo más ese beso que empezó a saberme a algo más.

De repente se empezó a sentir bien.

No especial, solo bien, así que solo dejé arrastrarme por ese pequeño placer que me provocaban sus labios. Una parte de mi mente decía que no debería estar jugando tanto con fuego, incluso escuché a Misha diciéndome que si me atrevía a lastimar a su sobrino vendría desde el más allá solo para hacerme pagar.

Al diablo con todo. Mi cuerpo suplicaba por un culo para poder desahogarse y tenía uno perfecto a mi alcance, tan cerca que no iba a dejarlo escapar así como así—Ariel, deja de tentarme—susurré contra sus labios solo para incitarlo un poco más.

—Quiero hacerlo—Sentí mi erección dar un respingo al escucharlo jadear tan excitado, tan necesitado—Tienes razón, no quiero nada que no sea lo que tú tienes…

Mi erección se regodeaba al escucharlo hablar así. Yo tampoco quería nada más en esos momentos, solo quería profanar ese delicioso cuerpo virgen—Creí que era un vulgar asesino…

—No debí decirl…—Suficiente conversación. Odiaba hablar cuando estaba tan excitado. Lo besé con deseo, reclamándolo como mío, dejando que mi lengua se colarse dentro de su boca. No iba a dejarlo escapar. No esta vez. Ya lo había hecho demasiadas veces. Empecé a deslizar mis labios por su cuello, solo para escucharlo rogar por más. Finalmente me cumpliría el capricho de usar ese cuerpo para mis pasiones más bajas—Alessandro…

Era tan fácil que incluso sentí pena por él— ¿Ya no soy, Morello? — Me atreví a preguntar solo para hacer más entretenido el juego.

—Dijiste que Morello era tu nombre para asustar pelirrojos…

—Pelirrojos sexys— Lo corregí. No podía engañarme a mí mismo. Ariel era delicioso, sexy, tanto que me hacía perder el control de mí mismo en muchas ocasiones, aunque sabía que principalmente lo perdía porque me recordaba a Misha—Y muy calientes. ¿Entonces? ¿No soy Morello en estos momentos?

—No— Lo vi sonrojarse debido a  mi mirada—. Estoy con Alessandro, el que me llevó a aquel mirador, ahora todo está bien…—Volvió a besarme no con el mismo deseo que yo tenía, había algo más. Mucho de ese sentimiento que yo ya me había decidido a no otorgarle a nadie más porque solo terminabas herido.

—Eres un imprudente…—También era terco.

— No me importa, quiero estar contigo…

Tuve que ocultar mi rostro de su mirada para evitar que notara mi satisfacción al notar que ya había caído en mis redes—No voy a detenerme esta vez, ni aunque el mismísimo Civella entrase ahora mismo…

Podía sentir su deseo, sus  palabras solo reafirmaba lo que su cuerpo sentía— No quiero que lo hagas, quiero pertenecerte…

Pertenecerme. Claro que me pertenecía, era tan exquisito que no me importaba que no fuera Misha. No iba a dejar que nadie más se atreviera a tocarlo. Ariel era como de esas figurillas de edición limitada que solo las conservas porque son raras, para restregarle en la cara a los demás que tú la tienes y ellos no—Desde el momento en que puse mí vista en ti, me perteneciste…

—Alessandro, yo…

—Shh, no digas nada—Lo besé con deseo. No quería escucharle hablar—No digas nada. No pienses en nada porque luego volveré a ser Morello y me odiarás…—No me importaba que me odiara mientras pudiera tener su cuerpo y lo tendría el tiempo que tardara en saciarme de él. Era demasiado exquisito como para no usarlo más de una vez.

—No puedo odiarte…

Tantas veces había escuchado de mis propios labios la misma mentira y sabía que solo se dejaba llevar por el momento. Al final cuando el odio parecía no había nada más que hacer. Una vez que se instalaba quizás solo apareciera por momentos, pero muy en el fondo siempre estará allí esperando que esa persona cometa el mínimo error para volver a resurgir con fuerza para que luego a base de besos y palabras bonitas este se vea aplacado  una vez más y así sucesivamente en un círculo interminable—No mientas, ricura…

—No lo hago—Me susurró. No me importaba lo que dijera ya, lo tenía justo donde había querido desde el primer momento en que lo tuve a mi alcance—. Te aceptaré tal como eres. No tienes que decir nada. Solo hazme tuyo, quiero ser tuyo Alessandro…

He ganado— Entonces prepárate para la noche de tu vida…

Lo iba a reclamar como mío. No iba a dejar que nadie más lo tuviera. Ese cuerpo era solo mío. Le hice ver mi deseo restregando mi erección contra su cuerpo— ¿Siempre luces así de apetecible?

—Solo cuanto estás tú cerca para comerme—Me dijo con una sonrisa traviesa. Al parecer estaba demasiado seguro de sí mismo, a ver cuánto tiempo le duraba.

—Entonces no dudaré en comerte completito, ricura—Le aseguré mientras tomaba con fuerza sus cabellos y mordía su nuez de Adán. Lo sentía removerse ansioso entre mis brazos. Degustaba esa piel que sabía a gloria—. Eres exquisito Ariel…

Sus gemidos me estaban volviendo loco. Quería poseerlo ya mismo, sin embargo una parte de mí me dijo que al menos debía darle algo para que él tuviera un buen recuerdo de esto y no solo yo. Cerré la ducha y lo escuché preguntarme a dónde nos dirigíamos. Una parte de mí se sintió complacida que se sintiera frustrado, ya me había dejado con demasiadas ganas tantas veces que era bueno escucharlo tan frustrado.

Apreté con fuerza sus nalgas sacándole un gemido que hizo mi erección doler un poco más— Me dijiste que no querías nada raro para cuando desvirgara ese lindo culito que te manejas…

Cuando me miró de esa manera supe que le estaba mandando el mensaje equivocado, no quería que creía que eso lo hacía por amor. Así que lo lancé a la cama para luego abalanzarme sobre él. No quería sentimientos de por medio, de eso ya tuve suficiente por años y nadie iba a volver a darme lo que yo esperaba, así que solo quería su cuerpo. Nada más.

Abrí con fuerza su camisa y más de un botón salió volando ante mi rudeza— Idiota, era una de mis pocas camisas decentes…

—Cállate, te compraré otra— Le dije molesto. Además se vestía como si fuera a la Iglesia o a predicar.

Mis labios se fueron a sus pezones, los succioné, los mordí sin piedad. Busqué su boca en un gesto de posesividad, la reclamé como mía. Todo ese cuerpo sería solo mío. Era como un tesoro que había estado escondido solo para que lo encontrara y lo disfrutara al máximo. Claro que lo iba a disfrutar, a gozar, lo exprimiría hasta la última gota.

Finalmente Ariel iba reaccionando, sus manos se iban deslizando con timidez por mi cuerpo. Dejé de besarle unos segundos para decirle justo lo que pensaba: —Me pones muy caliente…

Sonreí satisfecho al escuchar su respuesta, aunque esa ya me la esperaba. Sus toques aún eran muy inocentes. Tanto que a este paso era más fácil que perdiera mi interés que consiguiera alcanzar un orgasmo, así que decidí acelerar las cosas. Tomé su mano y la llevé directo a mi pene— Madre santa…

Tuve que reprimir una pequeña risa, en verdad era todo un virgencito puritano— ¿De dónde sacas esas tus expresiones? —Pregunté mordiendo sus labios. Lo invité a tocarme y como era de esperar empezó a masajear mi sexo. Suspiré aliviado. Ariel no era el más experto en esos temas. No tenía exactamente la mejor técnica y empezaba a preguntarme si no se masturbaba muy poco, sin embargo el sentir el calor de su mano me hacía sentir más aliviado.

Miré como él empezaba a estar incómodo también con tanta ropa— ¿Quieres que te lo quite? —Pregunté a su oído. Lo escuché jadear—Tendrás que decírmelo. Anda suplícame un poco…

Me encantó escucharlo tan entregado a mí. Empecé a quitarle la ropa con rapidez. Mi cuerpo quería reclamarlo ya. Lo necesitaba—Ariel— susurré mientras mis manos lo recorrían con premeditada  lentitud para ponerlo más caliente—. Espero que te guste andar bien abrigado porque voy a marcarte como mío de todas las maneras posibles…

Era el momento. Finalmente. Me incliné para besarle, no podía dejar de probar esos labios, pero en esos momentos llamaron a la puerta. Vi el pánico sus ojos, intentó separarse un poco, pero rápidamente puse mi mano en su pecho hundiéndolo en la cama. Esta vez no iba a escapar— ¡¿Qué?! — Grité furioso.

—Servicio a la habitación señor…

¡Y una mierda! ¿Desde cuándo este lugar era un hotel cinco estrellas? —No, no quiero nada a no ser que andes un maldito lubricante y una caja de condones de sabor—Dije con furia contenida. El no escuchar respuesta solo hizo que la poca calma que tenía se fuera a la mierda— Veo que no es así que: ¡LARGO DE AQUÍ! Pon uno de esos putos letreros de no joder porque estoy follando porque ya me han interrumpido más de una vez y no voy a dudar en volarle la cabeza al siguiente a que venga a hacerlo— Y una mierda con el resto del mundo. Intenté controlarme antes que la presa que tenía debajo de mi cuerpo se le ocurriera dejarme con las ganas, cosa que no iba a permitir, pero así como estaba en esos momentos lo que menos andaba ganas era de obligarlo. Respiré hondo antes de sonreír un poco— Lo siento, ricura, al parecer nos faltaron esos detallitos espero que no te importen— Porque a mí no me importaban en absoluto. En realidad deseaba marcarlo como mío desde la primera vez.

—No. No tienes nada raro ¿verdad?

—No, estoy sano como un toro. Deja de ser tan desconfiado que no voy a hacerte nada que no disfrutes y tampoco te voy a pasar nada. Soy un hombre que se cuida demasiado—Lo besé con un preludio de excitación por saber que finalmente iba a poseerlo—. Ariel, no sabes cuánto he esperado por esto— Desde que lo vi deseé saber que se sentía estar en la cama con él.

—Va-vamos despacio ¿sí?

Sabía que no iba a durar con esa confianza que había tenido desde el principio. Sonreí, no con sorna para mi sorpresa, sino con sinceridad, intentando calmarlo. Después de todo aunque solo lo utilizara no quería que tuviera un mal recuerdo de esta noche. Mirando allí Ariel supe que todos eran utilizados en su primera vez. Yo había sido usado por André para saciar sus bajos instintos. Y yo había usado a Dante. Siempre era así; siempre había alguien que sentía por los dos y alguien que solo quería sexo. No era que tuviera algo en contra Ariel. Era su culpa por no darse cuenta que esto no era el inicio de algo más, solo era sexo. Él buscaba amor, yo ya no tenía amor para dar. Todos esperan más de lo que los demás pueden dar. Siempre todos están ansiosos para su primera vez, quieren sentir más de lo que sus cuerpos están preparados. Yo no pensé nunca en eso porque me lo arrebataron incluso antes que comprendiera lo importante que era.

—A ver si tienes suerte porque no conozco el significado de esa palabra—Le besé con deseo, con el deseo de días, semanas, finalmente todo se reducía a ese momento. Y no dejaba de pensar que finalmente todo estaría bien. Finalmente me sentiría cerca de él, de Misha. Eran iguales. Tenía que ser igual. Estaba tan desesperado por volver a sentir ese amor, ese deseo. Ariel no significaba nada más que la personificación de la persona que amaba. Solo era un medio para alcanzar el fin: Mi fin era poder sentirme cerca de Misha una vez más. ¿Volvería a ser todo como antes? Si así era, entonces que el niñato se despidiera de la idea de tener a alguien más en el futuro porque no lo dejaría.

El beso se volvió húmedo, delicioso, demandante. El solo imaginar que volvería a sentir lo mismo me hizo olvidarme que estaba con Ariel y acaricie con suavidad su cabello. Me sentí transportado hacia el pasado. Nos separamos y solo estaba la tenue luz de la lámpara de la mesa de noche iluminando su figura, tan oscuro me hacía pensar que en verdad había pasado un milagro y estaba de vuelta en el pasado. Nos miramos y me sentí feliz. Hubo un momento en que el pasado se mezcló con el presente.

—Dime que no soy uno más del montón.

—Si tengo tan mala suerte como creo que tengo—Le susurraba al oído, pero ya no estaba consciente si lo hacía a quien creía que era o a quien en verdad era—. Después de esto serás el único.

Apoyé mis brazos a sus costados y deslicé una de mis manos por su cuerpo. Sentí a Ariel removerse haciendo que nuestros cuerpos se friccionaran deliciosamente. Gemí lleno de deseo. Empezamos un lento vaivén que poco a poco se fue transformando en un frenético friccionar.

Ya no pensaba en nada, solo sentía. Quería poseerlo. Necesitaba sentir más de eso que había surgido de improvisto y ahora me hacía sentir vivo.

Mi boca fue bajando de a poco por su cuerpo hasta llegar justo donde quería. Mordí mi labio con malicia al ver la expresión de Ariel, sonrojado, ansioso. Había decidido hacerlo pasar un buen rato. Era precioso, delicioso, tanto que me vi incapaz de tratarlo como al resto que venía utilizando meses atrás. Siempre me fue muy fácil embriagarme, llevarme a alguien a la cama, saciar las necesidades de mi cuerpo ignorando las de mi alma y luego sin más decirles adiós. Ellos comprendían que no era para siempre, que eso no era algo más de una noche y aceptaban los términos.

Al ver a Ariel me indicaba que detrás de todo ese deseo, él deseaba que eso durara un poco más. No quería pensar en eso en esos momentos, así que solo me concentré en su expresión anhelante. Sus mejillas sonrojadas. Mi lenguase deslizó por su pene con premeditada lentitud. Su cuerpo tembló—Por todos los cielos…

Sonreí a mi pesar, pero intenté hacer que no lo viera. Me parecía tan idiota. Tan lleno de ilusiones, esperanzas. Creyendo que el amor es para siempre, tan ingenuo. No sé en qué momento empecé a caer en su juego y decidí hacerlo gozar más de lo que debería. Mi boca envolvió su sexo y empecé a trabajarle. Lo escuchaba gemir extasiado, demasiado abrumado por las sensaciones que le regalaba. Nunca le había obsequiado tan de buena gana una felación. Solo a Misha y en más de una ocasión a Dante, pero con ellos era diferente porque los conocía, uno se había ganado mi cariño y el otro mi amor. ¿Y si Ariel se había ganado aunque sea mi simpatía? No había mayor explicación, porque a veces me sorprendía a mí mismo pensando en él y no era precisamente en cómo me lo podría follar.

Gruñí un poco reprochándome por estar pensando tanto en ese momento que tenía un pene en mi boca. Volví a entrar en el juego donde me concentraba en hacerle sentir más de lo que él había soñado. Lo escuché suplicar que parara. No iba a hacerlo. Quería que disfrutara de principio a fin. Mi boca apretó con fuerza la punta logrando finalmente que  alcanzara el orgasmo. Gimió de una manera que jamás me imaginé. Me hizo sentir satisfecho por mi trabajo.

El deseo se apoderó de mí y empecé a juguetear con su ombligo. Lo coloqué en medio de la cama y le di a probar su esencia cuando nuestras bocas se juntaron, pero esta vez no solo hubo deseo, un agradable calor me recorrió. Era el mismo calor que sentía con Misha, pero estaba consciente que estaba con Ariel y no me importó.

Me sentía vivo de nuevo—Ariel—susurré lleno de deseo. Ronco. Excitado. Buscó mi boca intentando hacerme sentir bien. Ignoraba que por primera vez en mucho tiempo empezaba a sentirme pleno una vez más. Restregué mi erección contra sus muslos intentando descargar mis ansias, pero por alguna razón ya no me urgía poseerlo. Quería que Ariel estuviera listo. Quería que él se sintiera bien. Nuestros besos se transformaron en suaves caricias. Mis manos dejaron de tratarlo como una cosa y más como un cuerpo delicado, frágil. Sentí como sus piernas eran abiertas de a poco, invitándome a poseerle. Sonreí ante tal invitación y a mi pesar admití que me sentía honrado por tal honor. Había desvirgado a docenas en los últimos meses y no me había importado en lo más mínimo. Incluso hacía unos minutos creí que no me importaría, pero me había equivocado.

—Abre la boca—Pedí y no pude evitar sonreír al notar como la abría demás—. No así, tonto...

Cerró su boca haciendo una cara que me pareció lo más infantil y no por ello menos bella. Mis dedos rozaron su boca lentamente, entreabrió sus labios y mis dedos entraron en esta, los lamió primero con la timidez de quién no está seguro si está haciendo las cosas bien. Me miró intentando pedirme su aprobación  y yo solo sentí que me volvía loco de deseo—Relájate…

—Bésame…

No pude decirle que no. Le besé con lentitud mientras guiaba de a poco mis dedos a su entrada. Había olvidado el temor que se sentía lastimar a alguien. Yo tenía el control y podía hacerlo tocar el cielo o arrastrarlo hasta el infierno. Introduje un dedo con lentitud, lo sentí tensarse—Relájate, confía en mí—Volvió a besarme y con cuidado me abría espacio en él. Mi otra mano acariciaba su cabello, no podía evitar abrir de vez en cuando mis ojos para contemplar el sonrojo en sus mejillas. Por un segundo creí que estaba con un ángel. Dejé sus cabellos y empecé a acariciar su mejilla con algo que ya no era simple deseo. En algún momento este cambió a algo más, pero me tuve recelo en intentar averiguar que era.

—Hazlo—Me pidió y sentí que esto ya no lo hacía por mí, de repente solo  quería complacerlo. Cuando le miré a los ojos sentí que por primera vez veía al chico de diecisiete años que  me pedía que lo desvirgara. Fue cuando noté que le sonreía, no sabía desde hacía cuanto o por qué, solo le sonreía como queriendo reconfortarlo. Rocé mi sexo por su entrada, lo vi temblar de miedo y me embargó la necesidad de decirle que todo iba a estar bien, pero solo le besé.

Se aferró a mis brazos y supe que era el momento, entré con lentitud en él con más cuidado del que jamás tuve, parando cuando lo escuchaba gemir de dolor, lo veía derramar lágrimas, solo podía besarle a manera de intentar compensar ese dolor que le estaba causando. Finalmente entré por completo dando una última estocada, lo sentí paralizarse y temí que hubiera sido demasiado brusco, pero no dijo nada. Solo respiraba erráticamente, tenso, con su expresión lleno de dolor. No quería que nadie más viera esas expresiones, que estuviera con él de esta manera en que nuestros cuerpos estaban en esos momentos— Mírame…

Abrió sus ojos cargados de lágrimas, pero parecía no darse cuenta de ese detalle, llevé mi mano a su pecho y la puse en su corazón—No quiero que lata de esta manera por nadie más—Le susurré, pero se lo dejé bien claro—. Me perteneces, Ariel—Era mío. No iba a dejar que nadie más lo tocara.

—Soy tuyo…

—Repítelo…

—Soy tuyo, Alessandro, solo tuyo…

Escondí mi sonrisa de satisfacción por esas palabras, solo mío. Tomé sus caderas y empecé con lentitud a penetrarle. Lo veía reprimir de vez en cuando un gesto de dolor, era cuando le besaba o le acariciaba, sin razón, porque se suponía que eso era solo sexo. Solo sexo.

—Más rápido... —Pidió.

Y yo solo pude complacerle. Lo poseí como nunca creí hacerlo, con deseo, con éxtasis y de repente me importaba el cuerpo que tenía en mis brazos. No era solo uno más para utilizar, tenía un nombre, un rostro, una historia, era Ariel, Ariel Miderhive. La persona que gemía mi nombre, que suplicaba por más y yo solo podía complacerle porque no era un cuerpo sin sentido, era alguien. Ariel era alguien en mi vida, ahora, quizás lo fue desde el primer momento en que lo vi.

Mi cuerpo empezó a sentir, ya no solo era el puro instinto animal en el que me guiaba, ahora había razones, emociones, sentía que tenía un propósito más allá de lo carnal. Sin embargo no podía evitar seguirle besándolo  con salvajismo, porque esa era ya mi naturaleza y para esos  momentos  no sabía comportarme de otra manera, tampoco podía evitar tocarlo con una posesividad que no había necesitado demostrar con otros, porque no me importaba si se iban o se quedaban, y sin embargo en algún momento deseé que Ariel se quedara después de ese momento— Alessandro…—gimió con fuerza. 

Estaba cerca, lo sabía— Aguarda un poco—Pedí intentando hacer que ese momento no terminara. Tocó mis mejillas, cosa que me sorprendió, nadie en meses había tocado  mis mejillas estando tan cerca del clímax porque solo estaban ocupados por sentir lo que les ofrecía, tampoco me sonreían de esa manera porque sabían que no debían demostrar lo mucho que les gustaba estar conmigo porque eso no era más que un juego de adultos; hacía mucho que no me estremecía al ser besado y sin embargo mi cuerpo me traicionó al sentir el beso que Ariel me otorgaba, entregándome algo más que un momento, me entregaba un sentimiento, y por alguna razón mi cuerpo no pudo rechazarlo, quizás estaba harto de sentirme vacío y por una vez en meses quería sentir algo más que una efímera satisfacción, quería algo con qué recordar ese momento.

Llevé mi mano a su nuca evitando que ese momento terminara tan rápido. Grabando ese sentimiento para cuando me encontrara solo en mi habitación esperando a alguien que no volvería nunca más. Abrí un poco mis ojos —Ariel— gemí no solo con deseo, era como si sus sentimientos hubiesen logrado penetrar en mi ser.

Su mano buscó la mía y yo no tuve valor de rechazarla. Nuestros dedos se juntaron uniendo algo más que nuestros cuerpos, unió algo más, pero no llegué a descubrir el qué porque en esos momentos finalmente lograba alcanzar un orgasmo que me hacía sentir pleno, feliz, satisfecho y no solo por el simple hecho que llenaba a Ariel con mi esencia y por lo tanto era completamente mío. Mío. Él era mío. Y de repente eso ya no era un poseer por poseer, ahora tenía un significado más profundo que no quise averiguar porque me sentía abrumado al sentir que volaba, volaba tan alto como no lo hacía en mucho tiempo, finalmente sentía que mis pies despegaban del suelo y no solo se quedaban esperando sentir algo más. Creía que nunca más me volvería a sentir de esa manera, que ya no había esperanzas para alguien como yo y de repente juraba que volaba tan alto como antes, como cuando estaba con Misha.

Abrí mis ojos aún embriagado con esa sensación de paz. Una paz que creía que ya no volvería a sentir, me quedé observando a la persona que me había otorgado ese momento de paz. Persona, no cuerpo. Y me sentí feliz porque esa persona tuviera un nombre y un rostro, acaricié su mejilla sin razón, ese día estaba haciendo demasiadas cosas sin motivo aparente.

Me miró avergonzado, al fin había notado que había estado llorando, no me importó que llorara. Era extraño y sumamente revitalizante volver a estar con alguien que no temiera mostrar sus sentimientos. Le besé para indicarle que no le tomara importancia.

Salí con lentitud de su cuerpo intentando saber si no lo había dañado, pero su expresión no mostraba otra cosa que felicidad, una que era demasiado contagiosa y me hacía sentir feliz a mí también. Me dejé caer en la cama mirando al techo hasta que sentí que apoyaba su cabeza en mi pecho— Sabía que eras de los que había que mimar—Susurré. Como era de esperarse intentó alejarse, pero ya estaba listo para su reaccionar, Ariel era predecible en unas cosas. Al menos en las del corazón—. Tranquilo— le susurré mientras tapaba nuestros cuerpos intentando no evitar sentirme tan bien por tener otra vez a alguien a quien abrazar—. Descansa.

—Alessandro…

—No tienes que decir nada—Lo sabía. Claro que lo sabía. Lo sentí e intenté ignorarlo sin mucho éxito—Lo sé…—Mis manos acariciaron sus cabellos y su espalda intentando decirle que no era momento de hablar de esas cosas.

Sabía lo que Ariel había intentado expresarme y sin embargo yo ya tenía a alguien en mi corazón. Al poco tiempo lo sentí dormir entre mis brazos. Yo intenté hacer lo mismo, pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar y sentir que todo estaba tan mal.

Viéndolo allí entre mis brazos me invadió la soledad y de repente  el vacío de mi corazón que había intentando ignorar, al satisfacer con otros mi cuerpo, era casi palpable. Ariel  había abierto la herida con sus sentimientos. Ahora esa soledad había  calado tan hondo que no me di cuenta que si no dejaba de pensar en eso corría el riesgo de derramar alguna lágrima en nombre de Misha y yo había jurado no volver a hacerlo porque eso no lo traería de vuelta a mi vida.

Así que intenté pensar en algo más, en ignorar el enorme vacío que se formó al comprender que ya nunca más volvería a sentirme  con alguien de la misma manera en que me sentía  con Misha. Era la primera vez que su ausencia se hizo tan notoria. No había sido igual con Ariel. No sentí a Misha, no lo había sentido y sin embargo no pude evitar sentirme bien con Ariel. Y por primera vez desde que había muerto sentía que lo había engañado con alguien más. Miré a Ariel dormir, pronunciar mi nombre en sus sueños y supe que no podía volver a caer en ese juego.

Ni siquiera noté en qué momento lo dejé en esa habitación en plena madrugada intentado escapar de esos sentimientos que me había obsequiado tan desinteresadamente.  Intenté no pensar en lo que había sentido estando con él. En como mi cuerpo se había estremecido ante ese beso que me había dado. Se suponía que en primer lugar solo iba a hacer sexo, solo sexo y mi cuerpo tembló ante la idea que tal vez terminó siendo algo más.  No podía ser algo más. Además no comprendía por qué seguía dándole vueltas al asunto, lo había dejado en ese lugar y si el chico era la mitad de  inteligente de lo que se veía no iba a volver a buscarme. Esa idea me pareció perfecta, entre menos lo viera menos problemas me daría. Eso había sido algo de una noche, pero no comprendí porque antes de marcharme había tenido la necesidad de llevarme algo para recordar el momento, lo primero que había notado eran sus bóxers, así que no había dudado en llevármelos. Quizás como trofeo o como simple recordatorio que aún no estaba muerto y que aún podía sentir un poco más de lo que yo mismo me creía capaz. Claro que no fue amor, porque eso se lo había llevado alguien que nunca más iba a volver, pero que yo había jurado mantener mis sentimientos intactos por su persona.

***

Las personas son frágiles, los instantes que parecen eternos descubres que fueron efímeros y de repente todo ha terminado y no hay vuelta atrás. Lo peor es que no importa cuánto llores, cuanto sufras, tienes que resistir de alguna forma porque de lo único que estás seguro es que esa persona ya no volverá. 

Notas finales:

:D! Espero que haya sido de su agrado! Ya saben que siempre las críticas son bienvenidas, gracias a todos los que me han brindado su apoyo desde hace un año :)! Un besote y feliz fin de semana!

Antes que se me olvide :) He aquí la última parte de las preguntas y respuestas que Kira ha realizado :)

http://hnh-ks.blogspot.mx/2012/05/preguntas-y-respuestas-parte-3.html


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