Sé que todos quieren hacerle esto a Sasuke
Pero por favor denle una oportunidad no todo es lo que parece
Subí las escaleras en una nube de dolor. ¿Por qué había permitido Sasuke que Sakura se quedara?
Me detuve frente a la puerta del dormitorio, consciente de que no podía entrar y enfrentarme a los recuerdos, sería demasiado doloroso. Me di la vuelta y baje las escaleras.
Me dirigí a la cochera y me senté al volante del primer coche que encontré con las llaves puestas. Era un Mercedes, un vehículo grande al que no estaba acostumbrado, pero no me importaba. Tenía que marcharme de allí, solo pensaba en huir de este dolor.
El guardia de seguridad me hizo una señal para que me detuviera tras abrir la reja. Sasuke y su padre habían insistido en que Mikoto y yo no saliéramos de casa sin escolta, pero en este momento no quería compañía. De ningún tipo.
Conduje por la ciudad hasta que me encontré cerca del templo de Sensoji. El recuerdo de la vez que Sasuke me llevó allí me hizo parar y me dirigí a él.
Ya no era un niño, pero estaba dolido y aquel enorme lugar me resultó tan reconfortante como cuando era pequeño. Necesitaba la paz que siempre me transmitia ese lugar. Mis pasos me llevaron inconscientemente hasta un pequeño altar rodeado de hermosos arboles, el lugar al que me llevó Sasuke aquel día para decirme que siempre podía hablar con mi madre, y que aunque ella estuviera en el cielo, podría escucharme.
¿Fue ese el día que empecé a amar a Sasuke?
No lo entendí como amor sexual hasta los quince años, pero Sasuke siempre había sido el punto central en mi vida. El único hombre al que había deseado entregarme, con el que había deseado casarme. Pero él no se había fijado en mí sino hasta el momento del accidente, cuando su egoísta prometida lo dejó cuando más apoyo necesitaba.
Me recosté contra una columna, dejándome empapar por la paz que ese hermoso lugar me trasmitía. Sasuke era mío, pero ¿por cuánto tiempo?
Tras pasar casi veinticuatro horas en la cama con él, me negaba a pensar en otra cosa que no fuera lo que él me había demostrado: que era un deseable doncel a sus ojos. Eso no quería decir que me amara, pero tampoco indicaba la falta de cariño.
Pero había dejado que Sakura se quedara.
El día anterior él me había dicho que se había sentido seguro probando su virilidad conmigo, porque lo amaba. ¿Significaba eso que me había utilizado para saber si podría volver con Sakura como un hombre completo? Sólo imaginarlo hizo que me fallaran las pienas.
Pero Sasuke no era así, y lo sabía. ¿Entonces, por qué imaginaba todo aquello?
-Sabía que te encontraría en este lugar, tesoro.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Su expresión era sombría.
-Buscar a mi esposo, el cual huyo de casa.
-No huí -dije, recostándome sobre la columna.
-No hiciste que te acompañara un guardaespaldas. Saliste en coche solo, fuera de la casa, a pesar de que los guardias de seguridad intentaron detenerte.
-Quería estar solo-eso no era un pecado.
Él sacudió la cabeza.
-Eso no está bien.
-No puedes dirigir todos mis movimientos.
-Ni lo pretendo.
-Entonces, ¿por qué estás aquí?
-Porque tú estás aquí.
-Dejaste que Sakura se quedara en la casa –lo acuse.
-Tenía cosas que decirle -lo miró de lado sin decir nada-. ¿No quieres saber lo que le dije?
-No -no quería saber si aún sentía algo por su ex prometida.
-¿Cómo puedes dudar de mí después de lo de ayer? -preguntó él en tono cada vez más irritado.
Lo mire con cara acusadora.
-Compartimos nuestros cuerpos. Según Sakura eso no es nuevo para ti.
-Compartimos nuestras almas, y eso, mi hermoso doncel, es algo que nunca había hecho con ninguna otra persona.
Deseaba creerlo con todas mis fuerzas. Las lágrimas me quemaban los ojos y me dolía la garganta.
-¿Sí?
-Sí.
No pudo contener las lágrimas y me di la vuelta para que no me viera, pero no encontré la paz que buscaba. El dolor me embargaba y los sollozos no se hicieron esperar.
Él me tomó por los hombros.
-No te hagas esto a ti mismo. No podemos cambiar el pasado.
Me gire, apartándole las manos. Me sentía como un animal herido, deseoso de huir.
-No me toques.
-¿No se supone que con el amor llega el perdón?
¿Perdón? ¿Por qué? ¿Esperaba que lo perdonara por no amarme? No era una cuestión de perdonar, sino de aceptar.
-No sé si puedo -dije, casi hablando para mí mismo.
-No te dejaré ir, eres mi esposo. Eres solo mío, me perteneces.
-Nunca he deseado pertenecer a nadie más.
-¿Y por qué me dices que no te toque?
-Estoy dolido.
-Apartarte de mí no mejorará las cosas.
Sentí sobrevenir otro sollozo y él me tomó en brazos.
-Ven, pequeño. Vamos a casa para poder hablar con tranquilidad.
-¿Dónde está mi casa? -dije, pensando en la cara de satisfacción de Sakura cuando salí de la sala.
-Donde yo esté -su voz vibró y su boca buscó la mía para besarme casi dolorosamente, mientras me cargaba entre sus fuertes brazos.
Respondió con la pasión nacida de la angustia y el miedo a perderlo, sin tener en cuenta el lugar donde estaba hasta que escuchamos a un niño preguntarle a su madre qué estaban haciendo ese hombre y su novio.
-Sasuke, bájame -dije, pensando en las personas que nos miraban.
-No -dijo, lleno de rabia.
¿Por qué estaba tan enfadado?
-Piensa en tus piernas... es demasiado pronto -podía hacerse daño.
-¿Te preocupas por mí? -dijo, y su ira pareció calmarse.
-Sí.
-¿No estás intentando apartarme de ti de nuevo?
Suspire, abrazándolo del cuello.
-No puedo.
Él asintió, sin rastro ya de enfado. Divertido y orgulloso, se giró y le dijo al niño:
-No es mi novio, es mi esposo.
Mientras su madre enrojecía, el niño le respondió despreocupado:
-Ya.
Sasuke le guiñó un ojo y se dirigió a la salida. Aún conmigo en brazos.
-Sasuke...
-Te he dicho que no te iba a bajar. Si sólo cuando te tengo entre mis brazos puedo mantenerte conmigo, ¡prepárate para pasar los sesenta años siguientes en mi compañía! -las palabras que debían sonar como una broma parecían más una amenaza muy real.
No dije nada mientras me llevaba hasta la limusina que nos esperaba. El chófer abrió la puerta y Sasuke me bajó para que subiera al coche. Una vez dentro, me sentó en sus piernas.
-¿Y el coche? -no podíamos dejarlo allí.
-Dile a Akira donde lo dejaste y él lo recogerá.
Le dije al guardaespaldas dónde estaba y le entregue las llaves, sin que el posesivo Sasuke me soltara ni un instante.
Lo mire a los ojos y vi en su negra mirada emociones que me aterraba nombrar.
-¿Por qué no echaste a Sakura?
La mano que tenía colocada sobre mi muslo se movió buscando provocarme con su caricia.
-Lo hice.
-Pero...
-Vino a nuestra casa y se atrevió a molestarte, pequeño. Pude verlo en tus preciosos ojos azules y en la rigidez de tu cuerpo.
-Pero... -seguía sin entenderlo- ¿por qué dejaste que se quedara?
-Tenía que hacerle saber que no toleraría que se inmiscuyera en mi vida ni en la de mi familia, que, si volvía a hacerte daño, tendría que responder ante mí. Ya me conoce. Nos dejará tranquilos.
-¿La echaste?
-Sí. Apenas había tenido tiempo de decirle lo que quería cuando el personal de seguridad vino a decirme que mi esposo acababa de huir.
-No huí -dije, sintiéndome culpable.
-Sí lo hiciste.
No me moleste en explicarle que lo que quería era estar solo y pensar.
-¿Adónde vamos?
-A casa, pequeño. Tal vez a la cama...
Estuve a punto de caer en la tentación de su voz, pero deseaba algo más que saciar su deseo físico.
-No me refiero a eso.
Él suspiró.
-No puedo obligarte a quedarte si quieres marcharte -su fuerte abrazo no corroboraba sus palabras.
-¿Y si no quiero marcharme?
-Seré el hombre más feliz del mundo.
-No me querías cuando nos casamos.
-Estabas conmigo cuando salí del coma.
Aquello no venía al caso, pensé.
-Sí.
-Fueron tus palabras, tu voz, la que me devolvió a la vida.
Me mordí un labio nervioso. ¿Había sido así?
-No lo sé. Tal vez fuera el momento.
-No, tesoro. No fue eso. ¿Sabes cómo lo sé?
Sacudí la cabeza con duda.
-Recuerdo lo que me dijiste. Me dijiste que me amabas.
Podía haberlo adivinado.
-Aunque no me creas, es verdad. Te oí y me desperté.
-No podía soportar la idea de un mundo sin ti –dije, colocándole mi mano sobre su corazón, aunque ahora no necesitaba una confirmación de su vitalidad.
-Supe desde que me desperté que me amabas, y eso me dio vida cuando había muy poca dentro de mí.
-Pero tú no me amas. Sólo dijiste que te importaba -incluso pronunciar esas palabras era doloroso.
-¿Y cuando te importa alguien no lo amas?
-¿Qué quieres decir? -la esperanza estaba empezando a abrirse en mi corazón como una flor al sol.
-¿Cómo podrías traerme de vuelta de una muerte en vida si no hubiera amor en mi corazón para corresponderte?
Sacudi la cabeza, aterrado de creerle.
-Al principio no me di cuenta y quise seguir como antes... por seguridad.
-Sakura
-Sí. A ella sólo le importaba mi dinero.
-Y tu cuerpo.
-Sin amor sólo es eso. Un cuerpo. Pero para ti sólo existo yo, ¿verdad?
-Sí.
-¿Nunca te preguntaste por qué quise casarme antes de salir de Nueva York?
Claro que sí, pero toda su boda había sido un despropósito.
-No entendí nada de aquello. Ni que te quisieras casar conmigo, ni que todo fuera tan rápido.
-No quería arriesgarme a perderte y sabía que te comprometerías seriamente. Te deseaba, pero no estaba dispuesto a admitir que te amaba. Habría recibido mi merecido si hubieras preferido a Itachi, como temía.
-¿Pensabas que quería a tu hermano? -¿acaso estaba ciego? Siempre había pensado que el enfado de Sasuke por el tiempo que pasaba con su hermano respondía a un orgullo posesivo, no a un miedo real-. Pero si nunca coqueteé con él...
-Pero él sí contigo -al recordarlo pareció que no pudo evitar una oleada de rabia.
-Pero me dijiste que no me querías —recorde, aún incapaz de creerle.
-Rompí con Sakura en Nueva York.
-¿Qué?
-Le dije que no me quería casar con ella porque un pequeño zorrito de ojos azules me visitaba en sueños, y se enfrentaba a mí de un modo que ninguna otra persona osaría.
-¿Rompiste con ella por mí? -yo pensaba que había sido por no poder caminar- Ella dijo..
-Ella se convenció a sí misma de que lo hacía por ella y que, cuando volviera a caminar, la querría a mi lado. Pero no la quería ni la quiero. Sólo te quiero a ti, mi pequeño Naruto.
Al mirarlo, vi que tenía la expresión más seria que había visto nunca.
-Te amo.
-¡No puede ser! -dije, llorando otra vez.
-Claro que sí, tesoro. Te amo. Eres mi corazón, mi vida y sin ti nada me importa. No te lo dije porque tenía miedo, miedo de no volver a caminar y de no volver a ser un hombre de verdad...
-Incluso paralizado de cuello para abajo el resto de tu vida, siempre serás todo lo que un hombre debe ser para mí —lo interrumpí.
Sus ojos se cerraron y tembló. Después, me besó suavemente.
-Cualquier hombre daría su vida por tener este amor, pequeño. Es tan bello y real, que pensé que no estaría a la altura. Ayer por la mañana me di cuenta de que estabas sufriendo y que no volvería a permitir que sufrieras así.
Considere que no era el momento de recordarle que traer un hijo al mundo no era exactamente indoloro. Tuve la sensación de que él hubiera preferido adoptar y yo quería tener mis propios hijos.
Me tomó la cara con las manos y sus ojos brillaron sospechosamente.
-Te quiero con toda mi alma, tesoro. Eres mi alma gemela y agradezco a Dios que apareciera ese ladrón y que ese coche me atropellara. Si no, te habría perdido, al único tesoro real de mi vida.
Mi corazón casi se detuvo al escuchar esas palabras.
-No puedes decirlo en serio.
-Sí, y ahora entiendo lo que decía mi madre. Ella sabía que hubiera sido totalmente desgraciado si me hubiera casado con Sakura y que mi vida solo sería feliz contigo a mi lado. ¿Qué supone un poco de dolor y trabajo cuando lo que se obtiene es el regalo de tu amor?
Yo no hablaría tan a la ligera de lo que le había pasado.
-Podrías haber tenido todo mi amor sin todo eso.
-Tú me lo habrías dado, sí. Pero yo no estaba listo para recibirlo. No comprendía lo importante que eras para mí.
Aunque no estaba de acuerdo con su madre ni con él en que el accidente había sido bueno, no podía negar que me sentía feliz al escucharle decir esas palabras.
-Te amo.
-Sí. Nunca me cansaré de oírtelo decir, mi hermoso pequeño.
Me siguió besando apasionadamente hasta que llegamos a casa, y allí siguió diciéndome y demostrándome cuanto me amaba durante toda la noche.
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La bendición de nuestro matrimonio era todo lo que una madre podía desear. Mikoto no ahorró esfuerzos para que nuestra boda siguiera todos los mandatos de la tradición, incluyendo el hermoso kimono blanco hecho con la hermosa seda que me había mostrado, el cual en verdad me hacía sentir hermoso, en cuanto a Sasuke lucio imponente con su elegante kimono negro. Mis suegros no repararon en gastos para nuestra boda, la cual se efectuó en el enorme jardín de la residencia de la familia, todo era maravilloso desde los arreglos hasta la deliciosa comida, aun que no dejaron de apenarme los cumplidos que tanto Mikoto como Fugaku hacían sobre mi frente a sus amigos, además de comentar lo felices que estaban al ver al fin cumplido el sueño que siempre habían tenido, el cual era que Sasuke y yo nos casáramos, el cual nunca nos habían dicho por miedo a presionarnos, pero del que siempre estuvieron seguros se realizaría.
La ceremonia le dio tanta autenticidad a la ocasión que Sasuke insistió en llevarme de luna de miel. Cuando llegamos al hotel de lujo en Suiza y estuvimos detrás de la puerta, le demostré mi amor por él del modo más íntimo posible.
Recordando lo mucho que le gustaba mi pelo, lo había dejado crecer y ahora me llegaba un poco más abajo de los hombros y esa noche cuando recorría todo su cuerpo con suaves besos mi pelo lo acariciaba como una suave cortina de seda, llevándolo hasta el borde de la pasión y el deseo. Después mientras descansábamos, me abrazaba y susurraba freses de amor.
-Mi bebé está ahí dentro, puedo sentirlo -dijo Sasuke, colocando su mano sobre mi vientre. Mientras yo solo sonreía misteriosamente.
-Yo también lo siento.
-Te quiero, mi hermoso pequeño.
-No más que yo a ti, querido.
Ocho meses después, quedó claro que no se habían equivocado y di a luz a mellizos los cuales para mi felicidad eran dos pequeñas copias de mi esposo. Sasuke estaba tan convencido de su potencia sexual que pensaba que tanto la inseminación artificial como el acto sexual habían dado fruto. ¿Por qué iba a dudar de él?
Mi amor lo había sacado de una muerte en vida, ¿por qué no podía el amor de él fructificar, no una vez sino dos?
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Para todos aquellos que se preguntaban que le hizo Sasuke a la Bruja rosa por molestar a su amado y sexy zorrito, esta es la respuesta.