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A pesar de todo por Solin

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Notas del capitulo:

Gracias a todos por sus lindos comentarios los cuales me ayudan a continuar con este fic  ^//^

 

 

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Naruto  seguía convenci­do de que mis miembros inferiores volverían a su esta­do normal a su debido tiempo. Me recordaba una y otra vez que incluso las personas con daños más severos se recuperaban completamente tras cierto tiempo, el  no sólo me acompañaba a las sesio­nes de fisioterapia, sino que participaba en ellas.  Esto era algo que me incomodaba  ya que lo que yo necesitaba era  que creyera en mí, no su participación, la cual me hacía sentir vulnerable.

 

-Devuélveme el teléfono.

 

Naruto solo meneaba la cabeza y el movimiento de su pelo reflejando la luz capturo mi atención. Me pregunte como sería acariciar su pelo... el cual era más hermoso que los rayos del sol.

-Van tres llamadas en quince minutos -Naruto frunció el ceño como un profesor regañando a un alumno que acaba de encontrar pasando notitas en clase-. No vas a conseguir andar de nuevo hablando por teléfono.

- Naruto tiene razón, señor Uchiha. Necesita concentrarse en el tratamiento -añadió valientemente mi fisioterapeuta.

 

Naruto y él se sonrieron con gesto conspirador y mi presión arterial subió varios puntos. Se suponía que aquel musculoso pelirrojo con un tonto tatuaje en la frente era el mejor fisioterapeuta de Nueva York, aun así  yo hubiera podido tumbarlo de un solo golpe.

 

-No responderías al teléfono en medio de un nego­cio importante, ¿verdad? -preguntó Naruto.

-No estoy negociando nada. Estoy aquí sentado, aburridísimo -dije, señalando al fisioterapeuta-, mien­tras él me retuerce la pierna hasta que empiece a fun­cionar por sí sola como por arte de magia.

-No es cuestión de magia. Es cuestión de trabajo y siempre creí que el trabajo no te asustaba -añadió el.

-¡Demonios! ¡Yo, Sasuke Uchiha, asustado del trabajo! Hay que estar loco para creer algo así.

-¡Bien! Me alegra oírte decir eso. Entonces enten­derás por qué no se te permite usar el teléfono durante la sesión.

-Al menos deja que ponga el contestador -así po­dría acabar la llamada que había interrumpido y des­pués desconectar el teléfono, ya que insistía tanto.

 

El se cruzó de brazos.

-Ya lo he hecho yo. Asume que no te voy a devol­ver el teléfono.

 

Le lance la misma mirada que hacía que los directores de otras empresas huyeran despavoridos en busca de re­fugio, pero el permaneció allí, inmóvil, con los bra­zos cruzados. Me volvi al fisioterapeuta y le dije:

 

-Dame algo que hacer.

 

El hombre se sobresaltó ante mi tono de voz haciéndome sentir una leve oleada de satisfacción al ver que, a dife­rencia de Naruto, había conseguido intimidar al fisiote­rapeuta.

 

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Llame suavemente a la puerta de Sasuke, pero ninguna voz me respondió. Había tomado la costumbre de llegar después del desayuno y quedarme durante la sesión de terapia mati­nal. Tal vez ya hubieran bajado a Sasuke a la sala de tra­tamiento... Llegaba algo tarde porque me había quedado dormido; el día anterior había sido agotador y me había acostado tarde.

 

Había ido y vuelto a Massachusetts en el día para recoger mis cosas del apartamento de la universidad, del que me habían echado. Mi presentimiento de que el jefe de departamento no sería comprensivo con mi au­sencia se había cumplido, pero por fin había encontra­do algo por lo cual estar agradecido por el desastre que si­guió a la muerte de mi padre.

Cuando mi madrastra vendió la casa, tiró todo lo que no quiso conservar y aquello significaba que mis pertenencias cabían con facilidad en mi coche y no tendría que pagar una bodega para guardar mis muebles.

 

Empuje la puerta de la habitación. No me im­portaba perderme la sesión; cada vez me resultaba más difícil de sobrellevar. El fisioterapeuta insistía en que Sasuke se pusiera pantalones cortos de deporte y una ca­miseta ajustada, lo que dejaba visible cada centímetro de su musculatura a mi obsesivo escrutinio. Me sentía como un voyeur admirando su increíble y escultural cuerpo.

 

No pasaría nada si pudiera animarlo objetiva­mente, pero no era el caso. Desde que era un niño supe que estaba enamorado de él, aunque este sentimiento era muy inocente, sin embargo a partir de los quince años fui consciente del deseo que Sasuke despertaba en mi cuerpo y una parálisis temporal no iba a acabar con estos sentimientos. Me sentía como un ami­go depravado.

 

Lo que vi al cruzar la puerta me dejó sin aliento. Sasuke se encontraba sentado a un lado de la cama, desnudo excepto por los bóxers más sexys que había visto nunca. Y de nuevo fui consciente de que Sasuke era el  hombre importante para mí en todo el mundo.

 

-Yo... tú... la puerta -era incapaz de hablar con co­herencia.

 

El giró la cabeza hacia mi y su mirada resultó revela­dora. Estaba como hipnotizado.

 

-¿Sasuke? ¿Qué...?

-Te cuesta pronunciar una frase seguida, pequeño.

Solo pude afirmar con un movimiento de cabeza.

Su sonrisa se iluminó y sus ojos brillaron triunfales.

 

-Puedo sentir los dedos de los pies.

Tarde un momento en asimilar sus palabras, pero cuando lo hice cruce la habitación en un segundo y me abalance sobre él, que cayó de espaldas con sus bra­zos rodeándome el cuello.

 

-¡Lo sabía! ¡Sabía que podrías hacerlo!

 

Su firme y masculino cuerpo se agitó entre risas bajo el mío.

 

-Mi pequeño, ¿esto lo he hecho yo o Kami sama?

Nuestras risas se entremezclaron.

-Un poquito cada uno, creo yo -dije, sonriendo-. ¿Cuándo ha ocurrido?

-Me desperté antes del amanecer con un cosquilleo en los pies. Según avanzaba la mañana, he recuperado la sensibilidad.

La emoción se mezclaba con el alivio y la satisfac­ción.

-¡Oh, Sasuke!

-No te pongas a llorar.

-Ni lo sueñes. ¡Estoy tan feliz! -dije, consi­guiendo contener las lágrimas.

Después hice algo que no hubiera soñado siquiera si hubiera podido pensar con claridad. Lo bese.

Fue sólo un leve beso en la barbilla, pero una vez allí, mis labios no quisieron separarse de la cálida piel de Sasuke. Quería seguir besándolo, saborear su piel, re­correr su cuello, y aunque sabía que tenía que alejarme, no podía hacerlo. Me dije que, después de un segun­do más, me alejaría y lo dejaría vestirse.

 

Fue entonces que me di cuenta de dónde estaba y lo qué esta­ba haciendo. Sasuke apenas estaba vestido y yo estaba encima de él. Intente retroceder, pero mis piernas que­daron abiertas contra su muslo. Quise apoyar las rodillas para retirarme, pero sólo conseguí que mi cuerpo estuviera en mas íntimo contacto con su masculino cuerpo.

Me quede paralizado.

La fina tela de mi ropa no funcionaba como barrera para el calor del cuerpo de Sasuke y la estimulación eróti­ca de sus piernas contra las mías. Sentía que enrojecía de pies a ca­beza por el calor causado por la vergüenza y el placer físico.

 

- Sasuke, yo...

-Te has quedado de nuevo sin palabras, mi pequeño -dijo, divertido.

 

Me sentía como un pequeño niño, pero a la vez nunca me había sentido más consciente de mi sexualidad.

 

-Lo siento -murmure, mientras de nuevo intentaba retirarme, pero dos fuertes manos me detuvieron por la cintura.

-No tienes nada que reprocharte. Tu excitación es igual a la mía.

 

Lo dudaba. Mientras que el podía sentirse exci­tado por la idea de volver a caminar, la mía estaba mezclada con una fuertes dosis de atracción sexual. Nuestros rostros estaban tan juntos que casi podían tocarse.

 

-Soy muy feliz, mi niño.

-Yo también –dije, intentando controlar mi res­piración.

-Ya lo veo -dijo él, riendo.

-¿Sí? —pregunte tontamente, pensando en las mil posibilidades de colocar mi boca contra la de él.

Sus negros ojos llamearon cuando pareció darse cuenta de lo que estaba pensando.

-¿Han besado muchos hombres esta lujuriosa boquita?

-¿Qué? -¿acababa de preguntarme si había besado muchas veces? No podía entenderlo... Sasuke no podía estar interesado en mi historial de besos.

Cuando Sasuke decidió descubrir por sí mismo mi nivel de experiencia, deje de pensar. Aunque  estaba sobre él, sentí que sus labios me arrastraban y retenían, cau­tivo de una dominación masculina puramente instintiva.

Sentí una mano que me sujetaba de la nuca. Podría haberle dicho que no era necesario... si pudiera dejar de besarlo para decir algo.

Sus labios se movían con precisión y note que los míos se habían abierto sin que me diera cuenta. La lengua de Sasuke recorrió mis labios antes de hundirse en mi boca, compartiendo un beso íntimo que me había desagradado si alguien más lo hubiera intentado. Con Sasuke sentí una excita­ción que creía imposible y me dejó llevar por él.

Con las manos explore el pecho desnudo de él mientras mi lengua batallaba tímidamente con su agre­siva masculinidad. Pronto, el mundo entero se redujo al cuerpo que había bajo el mío, su boca contra la mía y nuestros alien­tos unidos.

-¡Sasuke! -el agudo grito procedente de la puerta me saco de mis sueños de sensualidad con una velocidad de vértigo.

 

 

 

 

 


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