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A pesar de todo por Solin

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Notas del capitulo:

 

 

Gracias a todos por sus lindos comentarios, sé que muchos quieren cocinar a la cacatúa de Sasuke, pero debemos darle una oportunidad de expresar lo que en verdad siente, no lo creen. Así que en este capítulo veremos un poco de lo que piensa.

 

 

 

 

 

 

POV's Sasuke

 

 Me senté en el balcón que daba a la piscina y observe a Itachi y a Naruto jugar en el agua. Era una escena que había presenciado muchas veces, porque ellos dos tenían el mismo carácter infantil y  siempre les había gustado jugar juntos. Pero Naruto era ahora mi esposo y yo no veía a mi hermano como un compañero de juegos, sino como un rival.

 No había esperado que fuera a sentir celos por este matrimonio, pero tampoco había imaginado dormir solo. Además, no deseaba sentir celos de mi hermano y de mi esposo, pero simplemente no pensé tener esa reacción con respecto a Naruto. Nunca había sentido celos con Sakura. Sí había sido posesivo, pero no celoso.

No tenía ningún sentido. No amaba a mi esposo, aun­que por supuesto que lo quería y me preocupaba por él. Había formado parte de mi vida desde su naci­miento.

Nuestras madres, a pesar de la diferencia de edad habían sido amigas íntimas desde niñas y de adultas se comportaban como hermanas. La madre de Naruto, se había casado con un profesor es­tadounidense y se había ido a Estados Unidos con él, mientras que mi madre siguió viviendo en Tokio con mi padre. Pero ellas y nuestras fami­lias habían seguido compartiendo vacaciones y visitas hasta que la madre de Naruto murió. Aunque él había seguido visitándonos y con más frecuencia desde que su padre se volvió a casar.

Naruto no me chantajeaba emocionalmente como Sakura. Ésta había utilizado el sexo para manipularme inclu­so antes del accidente ya me había cansado de sus tácticas para obtener lo que deseaba. Ha­bía pensado que casarme con Naruto me reportaría todos los beneficios del matrimonio sin que fuera vulnerable ante nadie. Naruto era demasiado inocente y demasiado bueno como para manipularme como lo ha­bía hecho Sakura.

Aun así, me había equivocado.

Me sentí muy vulnerable cuando él me re­chazó sexualmente la noche anterior. Estaba conven­cido de que, al menos en eso, podíamos parecernos a un matrimonio convencional. Aun no olvidaba la noche en el hotel en la cual tuve a Naruto derritiéndose en mis brazos, en la que me dejo amarlo con esa dulce confianza la cual encontré totalmente adictiva.

Sospechaba de sus sentimientos por mí desde hacía un tiempo. Había llegado al hospital después del accidente incluso antes que mi hermano y, según una burlona Sakura y un sorprendido Itachi, Naruto no se había separado de mi hasta que salí del coma. El ser consciente de su devoción me había hecho esforzarme más cuando todo a mí alrededor parecía derrumbarse.

Después de hacerle el amor, me había asegurado de que sus sentimientos hacia mi eran más fuertes que la amistad. Ningún doncel respondía de con tanta rapidez y abandono si no sintiera algo muy poderoso por el hom­bre que le está haciendo el amor.

Entonces, ¿por qué me había rechazado la noche an­terior? No habíamos pasado mucho tiempo juntos en el avión. Yo tenía que trabajar; al menos para hacer dinero no necesitaba utilizar las piernas. No había funcionado y ahora me sentía furioso y estúpido. En la limusina no le había hablado mucho y me sentía culpable por ello, pero el también me había ignorado.

Lo que no había esperado era que Naruto se dirigiera a su habitación de en lugar de ir a la mía. Había ido a buscarlo furioso hasta que me encontré con la visión de su maravilloso pelo. El cual era como seda viva, había deseado tocarlo con un ansia que no deseaba analizar.

Cuando lo toque eso me había hecho desear más. Más de su suave piel, más de él. Pero cuando quise atraerlo hacia mí, Naruto se había escapado y no había per­dido un segundo en dejar claro que no estaba interesa­do en compartir mi cama.

Su rechazo aún me dolía, y ver a mi hermano jugar con él, de un modo que yo no podía, no ayudaba en ab­soluto a suavizar mi malhumor.

 

Fin POV's Sasuke

 

 

Me acerque a la habitación que se había habi­litado para la fisioterapia de Sasuke, me encontraba muy nervioso. Llevaba toda la mañana evitándolo, intercambiando algunas frases sueltas con él y con Itachi durante la co­mida, me había acercado hasta allí sólo para conocer al fisioterapeuta. Era estúpido, pero necesitaba saber que Sasuke estaba en buenas manos. Además, yo había esta­do presente en su tratamiento desde el principio.

Entre en la habitación, la cual se parecía mucho a la sala de fisioterapia del hospital, y me quede asombrado de lo rápido que había cambiado todo aquello.

El suelo de madera estaba cubierto de colchonetas de ejercicio, había unas barras paralelas, una camilla de masajes y un equipo completo de pesas. Las amplias ventanas dejaban entrar la luz del sol a raudales a tra­vés del cristal, lo que suponía una clara mejora sobre la luz fluorescente del hospital.

Sasuke estaba tumbado en la camilla y un hombre pelo gris y cuerpo atlético vestido con camiseta y pan­talones de algodón blancos obligaba a las piernas de Sasuke a hacer los ejercicios ya habituales.

La ropa de Sasuke parecía ser la misma que había uti­lizado en Nueva York y tenía el mismo efecto desesta­bilizador sobre mi sistema nervioso. Tuve que concen­trarme en recuperar el aliento antes de saludarlos.

-Buenas tardes.

La cara de Sasuke se giró hacia mí con una expresión indescifrable.

-      Buenos días.

El terapeuta me miro.

-Hola, usted debe de ser el Sr. Uchiha. Soy Hatake Kakashi. Sasuke me ha contado que son recién casados. Enhorabuena.

-Gracias, doctor Hatake. No sabía que fuera usted inglés.

-Soy canadiense y, por favor, llámeme Kakashi. Un co­lega mío de Nueva York me recomendó a su marido.

Me sentí algo idiota por no haber reconocido el acento. Mi única excusa era que me había sorprendido que el terapeuta no fuera japonés.

-Espero que el cambiar de ciudad por una tempora­da no le suponga demasiados problemas.

Kakashi rió de un modo que me recordó a la risa de mi padre cuando mi madre aún estaba viva.

-Mi esposo me habría matado si hubiera rechazado esta oportunidad de trabajar en Japón con todos los gastos pagados. Ahora mismo está de compras con nuestro hijo.

Sonreí ante la amabilidad de aquel hombre.

-Tiene que traerlos a cenar cuando vuelvan los pa­dres de Sasuke. Les encantará conocerlos.

-Gracias, lo haré.

Mientras hablábamos, Kakahi no cesó de ejercitar la pier­na de Sasuke. Entonces la apoyó sobre la camilla para comprobar su sensibilidad. Sasuke no sólo confirmó la sensación en los dedos y en los pies, sino que pudo mo­ver su pie derecho y hacer un movimiento de rotación.

Emocionado corrí a su lado para tomarlo del brazo.

-No me habías dicho que hubieras avanzado tanto.

-Es muy poco, mi pequeño, no hay que ponerse tan contentos.

Lo mire, incapaz de creer su frialdad.

-¿Estás de broma? Me he quedado extasiado viendo como movías el pie... ¡eso es motivo suficiente para ha­cer una fiesta!

-¿Tú crees, tesoro?

Entonces recordé lo que había ocurrido cuando lo felicite por su primer logro. Como había saltado sobre él y lo había besado. Lo mire a los labios y vi que estos se curvaban en una sonrisa burlona, pero no me importo yo sólo quería besarlo.

-Me parece que las fiestas de autocomplacencia tendrán que esperar, ¿no?

Su tono burlón me hizo volver al presente brusca­mente. Él no me quería, pensaba en besarme como en un deber, no como en la forma ideal de celebrar algo.

Me aparte con la cara encen­dida e hice como que estaba interesada en las barras paralelas y los otros aparatos. El comentario me había avergonzado y me había recordado lo poco que significaba para él.

-¿Cuándo cree que Sasuke podrá empezar a utilizar las barras? -pregunte a Kakashi.

-Es difícil de decir. Cada paciente tiene unos tiem­pos de evolución distintos, pero su marido tiene una determinación muy firme y un esposo que lo ama, ese es un buen incentivo para recuperarse lo antes posible. Tal vez po­dríamos verle usándolas en unos siete días.

Me gire al oír tan buenas noticias, pero la fría voz de Sasuke me detuvo.

-¿Soy un hombre, no? No soy un niño que necesite que hablen por él.

Su ego masculino estaba realmente dañado.

No estaba seguro de cómo calmar el enfado de Sasuke, pero Kakashi sonrió.

-Hablar de los pacientes como si ellos no estuvie­ran delante es un mal hábito que a veces tenemos los médicos. Gracias por recordárnoslo. ¿Qué te parece el plazo de siete días para empezar a usar las barras para­lelas?

-Puedo hacerlo -replicó Sasuke con una confianza que me complació.

 

********************************************************************

 

 

Su confianza fue cierta y, poco a poco, él fue recuperando la sensibilidad en las piernas. Sasuke se obligaba a sí mismo a trabajar sin descanso, haciendo más sesiones de fisioterapia que en el hospital. Yo asistía a las sesiones con él, pero parecía que él cada vez necesitara menos de mi apoyo.

Era como si algo dentro de él hubiera cambiado, e incluso dejó a un lado las Empresas Uchiha para centrarse en volver a caminar.

-Sigo sin sentir nada más arriba de las rodillas – le dijo a Kakashi unos pocos días después-. ¿Cómo voy a usar las barras si sólo la mitad de mis piernas funciona?

Kakashi sonrió mientras ayudaba a Sasuke a moverse des­de el aparato de levantamiento de pesas hasta su asien­to.

-Lo estás haciendo muy bien. Estarás usando las barras muy pronto.

-Han pasado seis días y mañana será el séptimo.

-Casi lo has conseguido – le dijo con una despreo­cupación que yo le envidiaba.

Habría deseado poder responderle con la misma tran­quilidad, pero no podía.

Kakashi prometió llegar temprano la mañana siguiente.

-Es fácil para él quitarle importancia. No es él quien está sentado como un inútil en una silla de ruedas -la frustración en la voz de Sasuke no me sorprendió, pero sí que no la ocultara. Se había mostrado muy estoico desde la vuelta a Japon, y también muy distante.

Le pase una toalla para que se secara el sudor de la frente. Había estado trabajando la musculatura de la parte superior del cuerpo y sus músculos estaban hinchados por el ejercicio.

-Sólo un tonto te llamaría inútil.

-¿Y qué soy entonces? Mi esposo duerme en otra cama y mis negocios deben gobernarse solos puesto que yo no consigo que mi cuerpo funcione como es de­bido.

Me sonroje. Nunca habíamos hablado de nuestra noche de bodas. Asumí que él estaba con­tento con que yo durmiera en otra habitación dada su actitud acerca de hacerme el amor.

-Si tus negocios se gobiernan solos, entonces ¿por qué pasas tanto tiempo delante del ordenador y al telé­fono? Por no hablar de las reuniones de trabajo... -ha­bía asistido a una el día anterior para demostrar a los accionistas que todo iba bien.

Según Itachi, Sasuke había estado muy convincente algo que no me había sorprendido.

-Me doy cuenta de que ignoras la parte de las ca­mas separadas.

Enrojecí aún más y me volví intentando ocul­tarle mi vulnerabilidad.

-Los dos sabemos por qué no duermo contigo, Sasuke. Nuestro matrimonio no es real.

Sus fuertes dedos me agarraron la muñeca hasta conseguir que lo mirara.

-¿Y por qué no es real nuestro matrimonio? -el bri­llo oscuro de sus ojos casi me quemaba-. Accediste a tener un hijo mío y a ser mi esposo. Te jure fidelidad y un montón de cosas más. ¿Qué hay de irreal en todo eso?

-Tú no pensabas con claridad. Ahora que has tenido tiempo de pensarlo, estoy seguro de que te arrepentirás - intente sonreír mientras las palabras que pronun­ciaba herían sin piedad mi corazón-. Podemos conse­guir la anulación y nadie sabrá nunca nada de esta locura de matrimonio.

Él me acercó aún más a él.

- Itachi lo sabe y yo lo sé. Me juraste ser mi esposo.

-Pero no querías casarte conmigo realmente. Sabes que no querías. Yo sabía que te arrepentirías y lo has hecho.

-¿Y de dónde sacas esa conclusión?

¿Qué podía decir? «Para ti, besarme es una obliga­ción». Aquello sonaría como si realmente me importara, lo cual era verdad, pero no quería que él lo supiera. Aún me quedaba un poco de orgullo en lo relativo a él.

Al no responder de inmediato, él me miró con los ojos entrecerrados.

-Tal vez no se trate de que creas que yo he cambia­do de opinión, sino que tú has cambiado de opinión.

Sacudí con fuerza la cabeza.

-No. Para mí nada ha cambiado -respondí con sinceridad.

Él me miró fijamente. ¿Qué estaba buscando?

Yo era cada vez era más consciente de su presencia física. Su olor me provocaba, me hacía pensar en cosas que había intentado olvidar desde que salimos de Nueva York. Su piel cubierta de sudor atraía mi mi­rada, y mirarlo era desearlo. Desearlo significaba recor­dar y recordar era una locura. Pero no podía apartar esas imágenes de mi mente.

-¿Te doy pena? -dijo él, sorprendiéndome.

-¿Qué?

-Te doy pena. No querías casarte conmigo, pero te daba lástima rechazarme. Esperabas que yo me arrepin­tiera, pero no ha sido así.

Lo mire anonadado.

-¿Pena? -¿quién podría sentir pena por Sasuke? Esta­ba lleno de vitalidad, era muy hombre—. Estás comple­tamente equivocado.

Él me miró fijamente y me sentí culpable, aun­que sabía que no lo era.

-¿Estaré también equivocado si pienso que mis pa­dres también sentirán pena por mí si cuando vuelvan y se den cuenta de que mi esposo no comparte mi cama?

-Yo no me negué a dormir contigo -casi grite.

-Entonces no te molestará saber que le he dado ins­trucciones a la sirvienta para que traslade todas tus co­sas a mi habitación.

¿Había hecho eso de verdad?

-Pero... Sasuke...

-Si te casaste conmigo por pena, espero que te vuelvas a compadecer de mí y duermas en mi cama. No seré un riesgo para tu virtud.

-¡No me compadezco de ti!

-Pero tampoco quieres estar casado conmigo.

-¡Yo no he dicho eso!

-¿Y entonces por qué has hablado de la anulación?

-Yo pensaba que tú la querías.

-Yo no he dicho eso. No quiero eso -dijo él, enfatizando las palabras-. El matrimonio es para toda la vida.

Gemí dolida.

-Ya sabía que pensabas eso.

-No es que lo piense, es que lo sé.

-Pero no estás obligado a estar casado conmigo.

-Ya está bien -él me soltó la mano en un violento re­chazo-. No quieres seguir casado conmigo. Lo acabas de decir. No te escondas bajo un falso interés por mí. Eres me esposo porque yo lo elegí así. No puedo creer que sea el fin de nuestro matrimonio antes de haber empezado -su mirada iracunda desató las emociones en mi interior-. No quieres tener a mis hijos. De acuerdo. No es problema. Vete -me hizo un gesto seña­lando la puerta-. Pero márchate antes de que mis pa­dres lleguen mañana. Será más fácil si no tengo que ex­plicarles que tengo un esposo que realmente no es mi esposo.

El dolor me oprimía tanto, que casi no me dejaba res­pirar. Por segunda vez era expulsado de la vida de Sasuke, pero esa vez lo había hecho él mismo. Si me mar­chaba entonces, ¿me dejaría volver alguna vez?

Aparentemente parecía que él sí quería seguir casa­do. Sabiendo eso ¿cómo podría abandonarlo? ¿Quería abandonarlo? La respuesta era, simplemente, no.

-Yo no quiero poner fin a nuestro matrimonio -dije susurrando a través del nudo que tenía en la gar­ganta.

-Entonces, dormirás en mi cama.

Asentí con la cabeza, dolida por una opción que no había sido opción en absoluto. Compartir cama con un hombre que consideraba que tocarme era un de­ber o desaparecer para siempre de la vida del hombre al que amaba.

************************************************************************

 

Llegó el momento de acostarnos. Cuando entre en la habitación de Sasuke, lo encontré preparándose para meterse en la cama.

Apenas aprecie el decorado de la habitación, los frí­os tonos azules y los muebles de estilo mediterráneo.

Él estaba sentado en el borde de una cama gigantes­ca, medio vestido. Se había quitado el traje que había llevado durante la cena. No llevaba corbata y su camisa estaba abierta, dejando ver musculoso y bien formado torso, así como los bóxers de seda azul marino.

Era tan guapo que parecía un pecado. No debería permitirse que un hombre fuera tan atractivo.

¿Cómo iba a dormir aquella noche al lado de aquel hombre tan perfecto a centímetros de mi cuerpo?

Bueno, la cama era muy grande, pero tampoco pa­recía suficiente distancia. ¿Y si dormía desnudo? No pensaba que lo pudiera soportar. Mis sentidos ya es­taban en alerta máxima y él aún tenía los bóxers y la camisa puestos.

Trague saliva y lo mire, con la respiración ya descompensada.

Él me observaba con expresión decidida. Segura­mente se daba cuenta de mi nerviosismo.

-Yo... ¿Dónde está mi camisón? -pregunte, sin saber qué decir.

-¿Lo necesitas? -preguntó, con una mirada tra­viesa en los ojos.

-¿Que si lo necesito? -repiti, incapaz de asi­milar la idea de irme a la cama desnudo.

-Muchos esposos se acuestan sin llevar nada de ropa, ¿no?

¿Ese tono en su voz era de broma? Apenas podía creerlo, sobre todo por su reacción esa mañana.

-¿Vas a dormir así?

-¿Así, cómo?

Estaba atormentándome y eso le encantaba.

Tome aliento y dije.

-Sin pantalones.

Estaba orgulloso de cómo había logrado decirlo cuando mis pensamientos estaban perdidos en un mundo de erotismo.

-No me gusta tener limitaciones cuando duermo.

-Oh... bueno, yo preferiría ponerme un camisón.

Él se encogió de hombros como si no le importara, y estaba seguro de que así era. No era él el que te­nía que lograr calmarse ante el solo pensamiento de dormir en la misma cama conmigo.

-¿Dónde está?

-Ahí dentro -dijo él, indicando el armario ropero del otro extremo de la habitación.

 

 

 

Abri la puerta y encontre todos mis camisones. Elegí un rosado con manga larga y un moño al frente.

Entre al baño y me tome bastante tiempo, esperando que Sasuke ya estuviera bajo las mantas cuando vol­viera.

Mi deseo se cumplió, el estaba sentado apoyado en unos cojines, con el torso desnudo. Me detuve ante su imagen unos segundos.

-¿Vienes a la cama, Pequeño?

Trague saliva y asentí, incapaz de hablar.

Necesite de toda mi energía y determinación para atravesar la habitación y meterme en la cama por el lado contrario al de él. ¿Qué haría si me acercaba mucho a él durante la noche? ¿Qué pasaría si tenía uno de los sue­ños sensuales que no me habían abandonado desde la noche de Nueva York? En aquellos sueños, él era el centro de mi atención. ¿Qué haría si mi cuerpo reaccio­naba a las fantasías con él tan cerca? Me había desperta­do abrazado a una almohada y con mi parte más íntima palpitante en más de una ocasión.

Me acosté bajo las mantas, rígido por los ner­vios.

-Pareces una doncel del siglo XIII esperando ser vio­lado por su despótico marido.

Su cabeza se movió a un lado, lo vi sonreír bur­lón y con los ojos brillantes.

-No estoy acostumbrado dormir con nadie.

-Ya dejamos claro ese punto en Nueva York.

Asentí con la cabeza.

-Creo que también quedó claro que te gustaban mis caricias, ¿no?

Pensé en negarlo, mi orgullo me lo suplicaba, pero la sinceridad innata en mi venció.

-Sí.

-Y a pesar de todo te has negado a compartir mi cama desde nuestra noche de bodas.

-Tú dijiste que era un deber. Que no te gustaba -las lágrimas afloraron en mis ojos al recordar un momento tan doloroso.

Su mirada se clavó en mí.

-Un hombre puede decir muchas cosas después de verse rechazado por su pareja, ¿no?

-Yo no te rechacé -¿cómo podía creer eso? Yo lo deseaba. Desesperadamente. Era obvio.

-Sí lo hiciste.

Recordando cómo me había apartado de él, me mordí un labio.

-Tal vez un poco, pero no significaba lo que tú pen­saste.

-¿Y cómo debía interpretarlo?

-No como un rechazo definitivo -respondi con sinceridad-. Estaba celoso y enfadado.

-¿De qué estabas celoso?

-Me ignoraste durante todo el vuelo y, cuando lle­gamos, me regañaste por esperarte fuera de la limusina.

Él suspiró con expresión dolida.

-Pensé que no te habías dado cuenta y que no te ha­bía importado. Me sentí muy estúpido y por eso te ha­blé con dureza cuando llegamos.

¿Estaba diciendo la verdad?

-No fue un rechazo definitivo -repetí con ma­yor convicción esta vez.

-Para un varón, cualquier rechazo sexual es im­portante, mi pequeño. ¿No lo sabías?

-No –suspire. Era difícil creer que no se hubie­ra dado cuenta de lo mucho que lo deseaba, pero por imposible que pareciera, le había hecho daño-. Lo siento.

-¿De verdad, tesoro?

Mi corazón se derretía cada vez que me llamaba así. Era mucho más íntimo que mi pequeño, y era un trato reserva­do sólo para mí, o eso creía. Nunca lo había oído lla­mar así a Sakura ni a nadie más.

-Sí -repetí sin aliento. ¿Cómo no iba a que darme sin respiración, acostado al lado de un hombre tan sexy como Sasuke?

-Demuéstramelo.

 

 

 

Notas finales:

 

EL camisón que Naruto está usando es parecido al que utiliza Wolfram de kyou kara maou

 


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