Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Concordanza por Rokyuu

[Reviews - 104]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Una vez más, SIENTO LA TARDANZA. De repente, el curso pre-universitario absorbió todas mis noches, que solían ser mis momentos de producción literaria :( 

Espero que después de este capítulo, lo que resta de la historia prácticamente debería escribirse solos!

Disfrútenlo, que este ya vaticina el final de lo que ha sido mi primer fic! Como siempre, gracias por leer!

Eran las seis de la tarde, pero ni Ray ni yo le prestábamos atención a la hora. En el segundo nivel de su casa, desplomados sobre los sillones de la segunda sala de estar, ambos veíamos distraídamente la enorme ventana frente a nosotros. Él suspiraba, luego yo suspiraba, y luego suspirábamos juntos.

El camino del instituto hasta allí había sido como una marcha de la vergüenza, tanto para él como para mí. Uno al lado del otro, no nos atrevimos a dirigirnos la mirada, mucho menos la palabra, por miedo a sonrojarnos y causar más sospecha de la que ya había. Sentí cierta paranoia, con la sensación de miradas inexistentes clavadas sobre mí, y Ray parecía estar igual de alterado.

Luego de más de una hora de silencio, sabía que tenía que romper el hielo. Restaurar un poco la calma. Parar la ansiedad, El pánico.

El terror.

Dirigí mis ojos a la figura de Ray, cómodamente recostado a lo largo del sofá, con sus piernas sobre el apoyabrazos y pies colgando. Sus manos, entrecruzadas sobre su pecho, trazaban círculos nerviosamente sobre la tela de su camiseta. Miraba el techo fijamente, luego la ventana, y de nuevo el techo.

Mordí mi labio inferior. “¿Sabes, Ray?” empecé, probando terreno, “Lance no es un mal tipo…”

Los dedos de Ray se detuvieron y cerró sus ojos. “Sí, sí, Mat; lo sé. Me lo has dicho por lo menos una decena de veces.”

Ahora eran mis dedos los que no podían quedarse quietos, halando la tela de mis pantalones. “Y es por una razón,” alargué mis piernas y me deslicé por el respaldo de una de las sillas de la sala, “no creo que vaya a abrir la boca sobre esto… En verdad, no creo que Lance podría…”

Ray se puso de pie en un movimiento y dio un par de pasos hacia la ventana, deteniéndose frente al mini-bar y dándole una patada, antes de voltearse hacia mí, molesto, mas no conmigo, sino quizá consigo mismo.

“Yo también dudo que lo haga, pero por Dios, Mat…”

Volvimos al silencio por un momento. Ray corrió sus dedos entre su cabello, alborotándolo. “No es que me arrepienta, Mat… Para nada. Es solo que…”

Me apresuré a ponerme de pie y acercármele para cubrir sus labios con los míos antes de que dijera algo de más. Entendía perfectamente bien qué había querido decir. No nos arrepentíamos de estar juntos, o de querernos, de desearnos, de ser lo que éramos… Pero no nos considerábamos lo suficientemente preparados como para revelarlo tan rápido. Incluso yo, tan acostumbrado a sobre-analizarlo todo, me di cuenta que de la idea a la realidad hay un enorme trecho.

Nuestro silencio era más inseguridad sobre el siguiente paso a tomar que vergüenza.

Después del beso inocente, alargué una mano para devolver el cabello de Ray a su lugar. Él rió por un instante y vio por la ventana, pensativo.

“¿Sabes qué?” dijo de repente, tomando el lugar atrás del mini-bar y agachándose para buscar algo en los estantes. Intenté ayudarlo, pero él me hizo una señal para mantenerme del otro lado del mueble.

“…¿Qué?” pregunté, dudoso. Por la propia naturaleza impulsiva de Ray no tenía ni idea sobre qué clase de plan esperar, o para qué fin.

Al fin, puso un par de vasos de tequila sobre la barra, limón, sal, y una botella sin abrir, completamente llena. Vi todo con incredulidad antes de dirigir la mirada a la sonrisa de oreja a oreja de Ray, y entonces sonaron mis sensores de una mala idea a punto de ser ejecutada.

“Oh, no…” di media vuelta con intención de regresar al puesto que había ocupado sobre la silla, “ese licor es de tus padres y…”

Él me sostuvo por el hombro con una mano mientras con la otra llevaba la botella a su boca para deshacerse del sello de seguridad con los dientes.

“Mi madre prefiere el vodka y mi padre el ron. No extrañaran esta botellita,” balbuceó.

Intenté irme de nuevo pero su agarre sobre mí era, como siempre, demasiado firme.

Bufé y me di la vuelta, ya un poco más irritado de lo que estaba antes. “Solo por beber no significa que Lance…”

“¡Eh, eh!” Ray cubrió mi boca y sirvió un trago del tequila. “Cada vez que digas… No, que pienses sobre ese tipo y sobre algo referente a lo que pasó hoy, deberás tomarte un trago.”

Escuché las reglas de este ‘juego’ mientras él preparaba el limón y la sal en mi mano. Sacudí mi cabeza de lado a lado, convencido de que cometeríamos otra imbecilidad…

“Ray…” suspiré, “en serio no creo que debamos…”

Interrumpí mi argumento al verlo servirse un trago y preparar sal y limón propios, solo para tomar el trago con una decisión casi sobrehumana. Cerró los ojos con fuerza y luego gruñó, pero con una sonrisa en el rostro.

“¿Ves? Así. Pensé ‘ojalá y así dejemos de pensar en Trafford’, así que me tomé un trago. Es un simple juego para relajarnos. Si no quieres tomar, simplemente no lo pienses. Fácil, ¿no?”

Vi la sonrisa insistente de Ray todavía un poco inseguro, el tequila frente a mí, la sal sobre mi mano, esa maldita sonrisa que siempre terminaba derrotándome…

Pensé ‘Maldita sea, ¿cómo no pensar en Lance luego de eso?

Cerré los ojos y tragué el licor, que ardió mientras bajaba por mi garganta seguido del limón y la sal. El sabor que quedó fue bastante raro. No sé qué cara habré hecho, pero Ray se echó a reír antes de preguntar por qué había tomado.

“Porque decidí jugar tu jueguito, por eso,” me limité a responder. Nuestras mejillas se sonrojaron con el alcohol del tequila mientras, de nuevo, nos quedábamos en silencio, pensando en…

“¿Otro?” preguntó Ray, ya sirviendo dos tragos más, que cada uno tomamos sabiendo que ese juego sería imposible de ganar.

 

-

 

Mis recuerdos de esa noche son una mezcla de lo que he escuchado de Lance, lo poco que Ray se ha atrevido a decirme y ciertas memorias borrosas propias.

La botella de tequila no fue rival alguno para Ray y yo, especialmente cuando, una vez los efectos del alcohol llegaron a nosotros, de repente nuestras lenguas se soltaron y nos deshicimos de las inhibiciones. O por lo menos eso era lo que se suponía que pasaría; la verdad era que Ray toleraba mucho más alcohol que yo, y cuando el tequila se hubo terminado él apenas estaba un poco adormitado.

Recuerdo vagamente haber estado colgado del cuello de Ray, sintiendo su erección a través de nuestra ropa, frotándose contra la mía; los gemidos, un beso más húmedo que de costumbre, el sabor al tequila todavía en nuestras bocas, y un dolor profundo cuando mi espalda chocó contra la perilla de la puerta de una habitación.

Caímos al suelo y empezamos a reír. Intenté ponerme de pie pero no pude, volví a caer, y nuestra risa no podía parar. Sentí el piso de madera, frío y duro contra el lugar adolorido de mi espalda. De repente, Ray estaba sobre mí, apoyado sobre codos y rodillas, balanceándose de atrás hacia adelante para estimularnos. Entrelacé mis piernas a sus espaldas y halé de su cuerpo.

Luego, recuerdo el placer. Sus manos sobre mí sexo, el miembro pulsante bajo mis dedos, el vapor de su aliento sobre mi cuello y el sabor de su piel que poco a poco ahogaba los rastros de licor en mi boca.

Ray acababa de traer paños de papel para limpiarnos cuando vi afuera por la ventana. La luna brillaba con fuerza. Casi no había estrellas. Era una noche silenciosa.

No sé por qué, pero de repente me sentí muy ofendido por no haber recibido ninguna llamada de Lance. Una vez tuve mi ropa debidamente puesta, tomé mi móvil y lo vi con lo que supongo fue una mirada asesina fallida, porque Ray estalló en llanto de risa.

“¿Qué tienes? ¿Te hizo algo el aparato?” preguntó, burlón. Yo volteé a verlo sin cambiar mi expresión, y él, sin dejar de reír, me dio un beso sobre la frente.

“No ha llamado.” Dije, más calmado. Ray dio un pujido de protesta.

“Abriré el ron si sigues así, Mat.”

Dejé el móvil caer sobre el piso y me recosté de nuevo. Según Ray, me cubrí el rostro con las manos mientras lanzaba patadas al aire, pero yo no recuerdo semejante cosa. Solo sé que me preguntaba “Dios, Ray, ¿qué haré si no me vuelve a hablar nunca más?”

Lo siguiente en mi memoria es la voz de Ray diciéndome que no hale de su camisa porque se estirará. Estamos intentando bajar los escalones y yo tengo problemas coordinando mis pies. Él me sostiene. Reímos más.

De alguna manera, terminamos besándonos de nuevo, desparramados sobre la alfombra. En pleno beso, Ray se quedó dormido sobre mí. Era pesado y no me dejaba respirar muy bien.

“Maldición, Ray… Hazte a un lado, ¿si? Vamos, rueda…”

Tiempo después, estamos en la calle, cada uno con un brazo tendido sobre los hombros del otro, aún riendo por cualquier estupidez. Caminamos rumbo a mi casa, pero nos desviamos en algún punto y vamos a una tienda de conveniencia donde compramos un par de refrescos y sándwiches. Los comimos sentados sobre la acera de la calle principal, contando los autos azules y negros que veíamos pasar. A Ray se le atascó un trozo de sándwich y le di golpes en la espalda para sacárselo. Luego de poder volver a respirar, él me haló del brazo y me llevó a un lugar con poca iluminación de un estacionamiento en un lugar de comida rápida.

Casi no había personas en las calles. En aquel momento bromeamos diciendo que era el destino pero en realidad era simplemente que se nos había hecho increíblemente tarde.

En el siguiente momento, recuerdo estar apoyado contra un poste de luz, móvil en mano con el altavoz activado y el nombre de Lance en la pantalla. Ray estaba a mi lado. Estábamos enfurecidos, por alguna razón que ninguno de los dos puede remembrar.

Lance contestó con voz áspera. Sonaba como si hubiera estado dormido y hubiera despertado solo porque habíamos llamado ya 17 veces sin recibir respuesta. Ray y yo nos molestamos más y empezamos a hacer reclamos que se reducían a gritos sin sentido.

“Joder, ¿qué sucede?”

“¡’Joder’ es lo que deberíamos estar diciendo por este lado, infeliz!” grité, sin importarme estar a media vía pública.

Lance guardó silencio por unos segundos. “¿Huh?”

“¿Qué hora piensas que es? ¡Las 11! …¡O más tarde! No estoy seguro, pero en todo caso, ¿qué rayos estás pensando?” Ray halaba de mi muñeca como queriendo gritarle con más intensidad al aparato.

Esta vez, Lance pareció haber despertado del todo. Resopló audiblemente y se unió a nuestro griterío irracional.

“Veamos, ¿qué rayos es lo que me están intentando reclamar, tórtolos? ¿Se supone que me disculpe? ¡Bien! ¡Siento haberlos interrumpido en lo que sea que estaban haciendo, jugando a las duchas de la cárcel, no sé!”

“¡Hey, hey, Lance; no nos insultes así!” interrumpí. Si Ray y yo habíamos necesitado licor para entrar en ese estado, a Lance solo le tomaba un poco de rabia para igualarse a nosotros.

“¿Insultar? ¿Quieres hablar de insultar? ¡Hemos llorado en ese maldito vestuario, de felicidad y tristeza, y tú estabas a punto de manchar la santidad de ese lugar!”

“Ya, ya, lo sentimos, ¿si? Pero Trafford, por Dios; ¿qué rayos estás pensando sobre…?”

“¡¿Que qué pienso?! ¡¿Seguro que quieres saberlo, huh, Pratt?!”

“¡No! ¡Déjame terminar!”

“¡Y un demonio! ¡Te diré lo que pienso! ¡Pienso que tu reloj es una mierda porque marca quién sabe qué hora, cuando en realidad es la una y quince de la madrugada, y ustedes están gritando, y yo también, y estaba durmiendo pacíficamente intentando aclarar mi mente sobre todo cuando ustedes me interrumpieron! ¡Así que lo que sea que quieren de mí, espérenlo con paciencia, maldita sea, que muero del sueño y la bola que ustedes me han lanzado no es nada fácil de batear!”

Lance cortó la llamada.

La mano de Ray seguía tomándome por la muñeca firmemente. Tardé unos segundos en reaccionar y cerrar el aparato, llevándolo a mi bolsillo e irguiéndome. Ray y yo nos vimos a los ojos, y de repente los efectos del alcohol desaparecieron casi por completo.

“Deberíamos ir a casa.”

“Te acompaño.”

“No tienes que hacerlo…”

“Me quedas en el camino, ¿recuerdas? Te acompaño.”

Por segunda vez, caminamos llenos de pena por las calles solitarias de nuestra pequeña ciudad. La única diferencia fue que, al llegar a la esquina de mi condominio, Ray me tomó de la mano y me haló a un lado para besarme. Un beso corto, suave, sobre los labios, pero lleno de ternura y, más que nada, de esperanza.

“Paciencia, Mat,” dijo al separarnos. Miré sus ojos, llenos de determinación, y asentí, sonriente.

Nos despedimos y me apresuré a entrar a casa. La falta de luces encendidas me hacía recordar cuán tarde se nos había hecho. Tropecé con un par de escalones al intentar subir a mi habitación, y pensé que el maldito tequila era un tipo peligroso con quien no podía jugar muy a menudo, por lo menos no hasta que pudiera manejarlo como lo hacía Ray.

Cepillé mis dientes unas cinco veces e hice gárgaras con enjuague bucal unas tres antes de estar confiado de que el olor era imperceptible. Me desvestí hasta quedar solo en mi camiseta blanca y bóxers. Estaba exhausto y apenas pude tropezar hasta mi cama una vez hube apagado la luz de mi habitación.

Escuche algo que caía.

El sonido pareció haber venido de mi mesa de noche. Gruñí, sin mucho deseo de buscar lo que sea que fuera. Sin embargo, la curiosidad me ganó. Alargué un brazo y luché por reconocer algún objeto sobre el piso, sin mucho éxito hasta que mi pulgar rozó una textura lisa.

Tomé lo que se sentía como un sobre y lo llevé hasta la mesita. Metí la mano en el cajón y saqué una pequeña linterna de mano, con la que iluminé la tarjeta en busca de un nombre.

“Agh, no puede ser…”

Sobre el sobre se leía, escrito en letra redonda y pulcra: ‘Para: Matthew Ryder, De: Audrey, Jennifer y Wendy. ¡Estás invitado!

Abrí el sobre y dentro encontré una tarjeta más pequeña con los detalles de una fiesta previa a las evaluaciones finales que Audrey Flynn y sus amigas habían organizado para todo nuestro curso. La fiesta sería el próximo sábado en casa de Audrey, por la noche.

Me podría haber dado igual, de no ser por el nombre de Wendy. Las chicas no me interesaban, pero me llevaba con varias de ellas. Aún así, el grupo de Audrey era de los que conocía más superficialmente, ese tipo de chicas con las que el contacto no pasa de hola y nos vemos, y quizá una u otra pregunta sobre las clases.

Por un solo segundo, me pregunté si Lance y Ray también habían sido invitados. Sacudí mi cabeza en gesto de frustración. Guardé la linterna, puse sobre y tarjeta de nuevo sobre la mesa y tomé mi móvil. Le redacte un mensaje rápido a Ray, preguntando por la invitación, y me quedé dormido segundos luego de enviarlo.

A la mañana siguiente, además de unas náuseas que no salieron de mi sistema hasta llevarse todos los contenidos de mi estómago consigo, amanecí con un sueño terrible, empeorado por el hecho de que el sobre ese no me había dejado relajarme en toda la madrugada.

“Matthew, ¿vomitaste?” preguntó Lana, de pie a la puerta del baño. Yo estaba frente al lavabo, viéndome al espejo para revisar si no había rastros en mi rostro.

“Sí,” dije, secamente. Ante la mirada de Lana, agregué, “ayer fue mi última práctica de fútbol.”

Ella tomó la excusa por válida. Estaba a punto de irse cuando volteó hacia mí de nuevo.

“Por cierto, ¿viste la invitación sobre tu mesa de noche? La encontré en el buzón, pero tú nunca venías así que…”

“Sí, sí, la vi. Gracias,”

“De nada.”

Finalmente se fue y cerró la puerta tras de sí. Respiré hondo y me metí a la ducha, decidido a no dejar que una confesión se metiera en mi cabeza.

¿Por qué me preocupaba tanto? La noche anterior, entre un pensamiento y el otro, había llegado a la conclusión de que mi ansiedad se debía no a la chica en sí, sino a la posibilidad de que, como Lance, ella también se diera cuenta de la relación entre Ray y yo.

Sin duda habría tiempo para sincerarse, para decirle la verdad a aquellas personas que debieran conocerla, pero ese no era el momento ni el lugar. Mucho menos luego de ver la reacción de Lance. Había podido detectar en los ojos de Wendy que ella no creía que yo amaba a otra chica, y estaba en lo correcto, pero no por las razones que ella esperaba…

Salí de la ducha para encontrarme con un mensaje de Ray. ‘Tengo el sobre. ¿Por qué la curiosidad?’

Decidí llamarlo inmediatamente, mientras luchaba por vestirme con una sola mano.

“Hola, Mat.” Ray bostezó al otro lado de la línea. “¿Por qué mandaste ese mensaje tan temprano?”

“Ray,” dije, intentando no levantar muchas sospechas, “¿piensas ir a la fiesta?”

“Hm,” murmuró, pensativo, “¿qué día es hoy?”

“Jueves.”

“Hm… Quizá. Si tú vas, yo voy también. Es la última antes de la graduación, ¿no?”

Reflexioné sobre eso por un solo segundo antes de decirme que no era momento para sentimentalismos.

“Eh, sí.” En contra de mis costumbres, me obligué a tomar una decisión rápida.

“Vamos, entonces. ¿Me acompañas por la tarde para comprar algo decente que ponerme?”

Escuché la risa de Ray y me calmé de inmediato. “Seguro.”

“Bien. Y luego, tenemos que hablar.”

 

-

 

Hasta este día, sigo sin poder comprender cómo es que a la gente le puede gustar ir a fiestas solo para beber, bailar y hacer el ridículo. El sábado por la noche la casa de Audrey Flynn parecía una versión más joven de las escenas que estaba acostumbrado a ver en mis vecinos universitarios.

Ray, algunos tipos de nuestros equipos y yo estábamos sentados cerca del mini-bar, cada uno con un cuba libre en la mano y siguiendo con la mirada a la gente que salía empapada de la alberca en el patio trasero, seguida de alguien del sexo opuesto, y se perdía en el extenso y oscuro jardín.

“Buena fiesta, ¿huh?” comentó Sullivan, tomando un largo trago de su vaso. El grupito rió nerviosamente antes de volver a caer en un silencio muerto. Sullivan bufó y alargó su pierna para patearme suavemente en la rodilla y llamarme la atención.

“Hey, Matthew. ¿Por qué la cara angustiosa? Pensé que finalmente vería a tu chica, ¿sabes? Vamos, estoy seguro que todavía hay espacio en ese jardín. No tengas pena.”

De nuevo la risa nerviosa, pero esta vez Ray se mantuvo en silencio. Estaba sentado a mi lado y dio un trago al cuba libre para poder darme un codazo en el hombro.

“Eh… No soy ese tipo de persona, Sullivan. Lo sabes. En todo caso, serías tú con tu novia. Si tuvieras una.”

Por tercera vez, risa y luego silencio. Ray siguió sin cambiar de expresión, y me miraba fijamente con ojos posesivos, que no eran del todo molestos sino que más bien me incomodaban demasiado.

Dos días antes, luego de haber ido de compras, mientras cenábamos, le había dicho todo lo ocurrido con Wendy. Ray no se sobresaltó mucho; al contrario, pareció enternecido con la respuesta que le había dado. Una vez le confesé todo, mi ansiedad desapareció por completo. Por lo menos hasta hacía un par de horas.

Llegamos al mismo tiempo a la fiesta. A la entrada de la casa estaban Jennifer y Audrey pidiendo las tarjetas para evitar, en lo posible, que hubiera colados. Junto con ellas, por supuesto, estaba Wendy.

Estoy seguro que Ray estuvo a punto de hacer algún comentario burlón, pero se detuvo al ver cómo los ojos de Wendy se iluminaron al verme.

De repente, estuve demasiado consciente de la chica. Ella fue quien se adelantó para revisar mi invitación y luego la de Ray, quien se la mostró con cierto desdén. Dijo que le alegraba mucho verme ahí, que esperaba que lo disfrutara, que había estado todo el día preparando el lugar, a lo que Ray respondió carraspeando. Agradecí cortésmente la invitación y entré, pinchando a Ray del brazo y pidiéndole que se calmara.

Sin embargo, en las dos horas que habíamos estado en el lugar jugando cartas con los chicos, tanto Ray como yo nos dimos cuenta de que Wendy me estaba siguiendo con la mirada. Además, se acercaba cada 20 minutos para preguntar cómo iba todo, que era muchísimo más que el único saludo inicial de la anfitriona, Audrey, para con sus invitados.

El ánimo de Ray iba poniéndose peor, al igual que mi ansiedad.

Suspiró a mi lado, viendo distraídamente el vaso en su mano que acababa de quedar vacío. “Las cartas se mojaron con ron y mi vaso está vacío. Hey, Mat, ¿no puedes decirle a Wendy que sirva otros? ¿Quizá unos más fuertes? Y de paso, pídele un mazo de cartas. Estoy seguro que si tú se lo pides…”

Me puse de pie y lo halé del brazo, llevándolo al pasillo que conducía a la cocina. Esperé a que no hubiera gente antes de mirarlo con rostro molesto. Inmediatamente perdió el tono sarcástico y se puso tan serio como yo.

“Tienes que aclarárselo, Mat.”

Bufé. “¿Qué, crees que no lo sé?”

Ray suspiró y se apoyó sobre la pared que había tras él. “Viste esos ojos. Se alegró tanto porque te vio venir a una fiesta conmigo, con un hombre, con un amigo en lugar de una novia. Seguramente cree que tiene oportunidad…”

Cubrí mi boca con la palma de mi mano. Estaba frustrado. Lo que Ray decía era cierto, y aunque no lo hubiera dicho, era claro que no le gustaba el hecho de que yo tuviera una chica interesada en mí. Y a mí no me gustaba que él tuviera que recurrir a sarcasmos cuando Wendy se acercaba. No se merecía que la tratasen mal, pero tampoco podía seguir dándole alas...

“¿Y bien? ¿Qué sugieres que haga, Ray?”

“Pues…” vio al techo por unos segundos, luego un cuadro sobre la pared atrás de mí. Su rostro se contorsionó en gesto de molestia. “Quizá si supiera que sí viniste con la persona con quien estás saliendo…”

Me acerqué a Ray y lo tomé del brazo, irritado. “Ray, por favor,” dije, susurrando, “falta menos de un mes para largarnos de este lugar. No vale la pena dejar atrás los rumores, ni arriesgarnos a que las personas nos recuerden únicamente por ser pareja. ¿Y quién nos puede asegurar que esto no alcance oídos de tus padres? Lo de Lance fue un accidente.”

Sus ojos se enfocaron en los míos. Ambos sabíamos que la tensión que sentíamos era por no saber qué hacer, pero era también la primera discusión sería que habíamos tenido ya estando juntos. El no saber cómo lidiar con este primer obstáculo, y estar conscientes de que como este se nos acercaban muchos, nos hacía sentir peor.

Dirigió la mirada a ambos lados del pasillo, tan al pendiente como yo de la gente que nos podría ver. Vi sus ojos abrirse en sorpresa y volteé hacia dónde estaba viendo.

“Maldición,” dije, soltándolo y alejándome un poco, “hablando del rey de Roma.”

Lance apareció entre la multitud de gente, rodeado de chicas que celebraban su llegada y nuestro grupo, que le preguntaba si tenía un mazo de cartas consigo. Sonreía ampliamente, como si nada, y eso nos pareció un poco insultante a Ray y a mí.

“Tenemos una suerte del demonio, ¿no te parece?”

Cubrí mi rostro con la palma de mi mano y suspiré profundamente. “Iré a hablar con él. Tú… Distráete, no sé,” dije, armándome de valor para enfrentar a mi mejor amigo.

“Buscaré más ron y cola para eso,” Ray contestó, dirigiéndose a la cocina.

Lance seguía saludando a las personas. Él, al igual que Ray, tenía esos dotes de líder que hacían a las personas voltear cuando estaba cerca. Mientras caminaba hacia él, me pregunté por qué carajo Wendy se habría fijado en mí y no en él. Era un cumplido para mí, sí, pero preferiría ser conocido eternamente como ‘el vice-capitán reservado con las chicas’ que como un rompe-corazones.

“Hey,” dije, alargando mi brazo para halar a Lance por la manga de su camisa. Él volteó y, al verme, suspiró, como si ya sabía y estaba esperando lo que estaba a punto de decirle.

“Oh, Mat.” Dimos un par de pasos hacia un lado, intentando alejarnos de los demás. “Tenemos que hablar, ¿cierto?”

Asentí. Miré alrededor, en busca de un lugar donde pudiéramos discutir todo en paz, sin interrupciones y, más importantemente, sin nadie que nos pudiera sobre escuchar accidentalmente. Dentro de la casa de Audrey, todos los sofás estaban ocupados. Los escalones al segundo nivel estaban ocupados. El pasillo donde Ray y yo acabábamos de estar era ahora ocupado por una pareja que se besaba sin pudor alguno. Las habitaciones ni siquiera eran opción.

Hice un puchero inconscientemente, y a Lance se le escapó una risa al verme. “Ven,” dijo, paseando la mirada por el patio con una sonrisa en su rostro, “la barbacoa está sola.”

En efecto, el pequeñísimo cubículo de ladrillos rojos destinado para una barbacoa estaba desocupado, quizá por su cercanía al DJ improviso que mantenía entretenidos a los que estaban adentro y alrededor de la alberca. Me di cuenta que, al contrario de lo esperado, yo estaba mil veces más ansioso que Lance.

Tranquilamente, sin reparar en ello, como si todo estuviera tal y como siempre había estado, Lance tomó asiento sobre la baja pared de ladrillos rojos y me haló del brazo para sentarme justo a su lado, lo suficientemente cerca como para girar la cabeza hacía mí y hablarme al oído, para así escucharnos mejor.

El valor del que me había provisto hacía unos momentos iba desapareciendo. Perdiendo cada vez más y más determinación, decidí ver directamente al piso para no analizar cada reacción, cara y gesto que Lance hacía. Tragué saliva y me crucé de brazos, dándome cuenta un par de segundos después de cuán defensiva era mi posición. A él no pareció importarle.

Lo escuché suspirar por sobre el ruido de la música. Se cruzó de brazos también.

“Así que,” empezó, hablándome fuertemente al oído, “tú y el chico NBA, ¿huh?”

Normalmente el apodo me habría molestado, pero, de alguna manera, escucharlo viniendo de Lance me relajó. Asentí. No pude evitar sonrojarme al darme cuenta de qué estaba pasando. A pesar del problema que había sido, de la inseguridad que sentía, el hecho que Lance supiera solo reafirmaba que Ray y yo en verdad estábamos juntos. No era un sueño.

Escuché a Lance suspirando de nuevo. La espalda que había mantenido erguida se arqueó, como bajando las últimas defensas que había levantado. “Joder,” balbuceó, “con ese tu rubor de doncella enamorada se van mis últimas esperanzas de que esta fuera una broma atrasada del Día de los Inocentes.”

Sonreí con un poco de culpa. “Lo siento.”

Guardamos silencio por un tiempo. Yo miraba el piso, pero me concentraba en otras cosas. Principalmente, en esa atmósfera que siempre había habido entre Lance y yo, que lentamente regresaba. Pensé en cuán libre sería si nos aceptaba, en cuánta más confianza podría tener en él. La sonrisa se mantuvo en mi rostro, pero pronto fue reemplazada por una mueca de enojo al escuchar las siguientes palabras de mi ex-capitán.

“Heh. Todavía no lo creo del todo.”

“Agh,” gruñí, repasando mentalmente todo lo que me había dicho por años sobre esto de ser un homosexual, “¿tan difícil es?”

Lance pareció tomar ofensa. “¿Para mí? Por supuesto. Digo, me imaginé que era raro que no te interesaran las chicas, pero jamás pensé que… Que llegarías a esto.”

Mordí mi labio inferior. “Oh, seguro. Yo un día me desperté y elegí enamorarme de un hombre, y aprovechando que Ray estaba cerca…”

Lance soltó una risada incrédula.

“¡Ah, por favor, Mat! ¿Enamorarte? ¿De Ray?”

Y eso era lo que necesité para finalmente alzar la mirada y dirigírsela a Lance. Tragué saliva de nuevo y me aseguré de que él no se atreviera a romper contacto visual, porque necesitaba que escuchara muy bien lo que estaba a punto de decir.

“Escucha, Lance,” empecé, con voz firme, “me enamoré de Ray porque es una gran persona. Ha jugado un papel importantísimo en mi vida, y, si dejas de comportarte como un viejo homofóbico, quizá algún día te cuente qué me trajo a esta situación. Por ahora, no dejaré que nos insultes. Él no lo merece, y yo no permitiré que suceda.”

Sus ojos seguían mostrando incredulidad. Frustrado, lo tomé por el cuello de la camisa y me acerqué más, dejando atrás la pena y todas mis ataduras para poder decir la única verdad de la que podía estar completamente seguro.

“Te lo diré cómo es. Amo a Ray. Como tú amarías a una chica, yo lo amo a él, y el cromosoma Y no me podría importar menos. Es más; podría asegurarte, sin temor a dudas, que lo que yo siento por él tiene más peso que lo que estos tipos y tipas calenturientos jamás han experimentado.”

Por primera vez en mi existencia había dicho algo embarazoso sin siquiera temblar o sudar de más. Estaba orgulloso de mis avances, pero ese instante llegó a su fin casi de inmediato, al ver que Lance seguía sin creerme.

“Carajo, Lance; ¡¿qué más quieres que te diga para creerme?!”

Movió mi mano del cuello de su camisa e hizo un gesto con su cabeza para que mirará por sobre la consola del DJ, hacia las mesas del otro lado de la alberca. Pensé que había estado distraído por alguna otra idiotez, por lo que me enfurecí. Estaba a punto de dictarle su muerte a través de insultos cuando, traicionado por la curiosidad, observé por el rabillo del ojo la figura de Ray sentado en la misma mesa que una chica.

Sentado en una mesa solo con Wendy, para ser más precisos.

Mi rabia se triplicó al verlos riendo amenamente. Estaban sentados muy cerca, seguramente con la excusa de escucharse mejor así. ¿Acaso Ray no había estado molesto con la tipa hacía meros minutos?¿Qué había pasado con el maldito trago que tanto había mencionado? Sin darme cuenta de lo que hacía, me puse de pie en un solo movimiento y rodeé el rincón del DJ, tomando pasos llenos de ira hacia la mesa.

“¡Ray!” grité, acercándome, pero mi voz era ahogada por el estruendo de la música. “Maldición, ¡Ray! ¡Ray! ¡Raymond! ¡Ra…!”

Estuve a punto de llamarlo de nuevo cuando sentí que mi pie se hundía en el agua. Caí dentro de la alberca, sorprendiéndome no solo a mí mismo, sino también a los que ya estaban ahí.

El agua no estaba fría, pero no me había preparado para la sumersión. Emergí del agua sacudiendo mis brazos en el aire en busca de la orilla para sujetarme. Mi respiración era arrítmica. Tosía intensamente, mi garganta ardía al igual que mis ojos, mi cabello cubría mi vista y apenas y pude reaccionar para tomar mi móvil de mi bolsillo y lanzarlo fuera.

La multitud estalló en risas, pero poco me podían importar. Sorprendido como estaba y todavía consumido por rabia, mi cuerpo no sabía qué demonios hacer; mi mente había dejado de dar órdenes.

“¡Mat! ¡Mat, por Dios! ¡¿Qué rayos fue eso?!”

Para mi decepción, esa había sido la voz de Lance.  Intenté mover el cabello mojado que bloqueaba mis ojos con una mano cuando sentí sus manos rodeándome los brazos y halándome fuera del agua. Caí de rodillas sobre el concreto, pero Lance se ocupó de ponerme de pie al instante.

Tosí un par de veces más. Escuché a lo lejos la voz de Lance que preguntaba a una chica si ocuparía su toalla. No le dio tiempo de contestar y, aunque la chica protestó, no tardé en sentir la tela rodeada sobre mi cuerpo, que había empezado a temblar inconscientemente.

Las risas se calmaron. Lentamente volví a estar en mis cinco sentidos. Abrí mis ojos y vi a Sullivan desarmando mi móvil y secando las partes en su camiseta.

“No soy experto, pero creo que sobrevivirá,” dijo, ofreciéndome una sonrisa comprensiva. Sonreí de vuelta y tomé la toalla, secando mi cabello con ella.

“Hey, Mat, yo…” Lance empezó a decir, pero fue interrumpido.

“¡Mat! ¿Estás bien?”

“¡Oh Dios, Ryder!”

Sin muchos deseos de ver a esos dos, descubrí mi rostro y me di la vuelta para encontrarme con los rostros preocupados de Ray y Wendy.

Me tragué la rabia que había sentido y sonreí tan honestamente como pude. “Estoy bien; me distraje, nada más…”

Ray me sostuvo por mis hombros y me miró directo a los ojos. “¿Distraerte? Mat…”

Bajé sus manos y sonreí, sin cortar el contacto visual. “Es lo que fue. Regresa con Wendy. No quiero interrumpir su conversación con mis tonterías.”

Wendy pareció sorprendida, casi asustada por mis palabras. “¿Conversación?” preguntó, llevándose una mano a la boca y la otra a sus caderas. “Oh, no, ¡no! Pratt y yo… Ryder, eh… ¿M-Matthew? Pratt me estaba contando sobre el tiempo en que ustedes dos habían estado en el equipo de fútbol juntos y… “

Mis ojos vieron el rubor sobre las mejillas de Wendy, y la pena en el rostro de Ray. Antes de que mi mente terminara de procesar la idea, Lance dijo exactamente lo que estaba pensando.

“Entonces… ¿Estaban hablando sobre Mat?”

Estábamos a punto de entrar a una atmósfera demasiado incómoda para los cuatro, pero Sullivan nos rescató justo a tiempo.

“¡Vive! ¡El bebé vive! Pero lo apagaré y tienes que dejar que seque por completo, por unas ocho horas, ¿sí?”

Tomé el móvil de las manos de mi compañero. “Gracias,” dije, sonriente, y me di la vuelta para dirigirme hacia la casa.

“Mathew, yo… ¿Necesitas ropa?”

Wendy podría haber sido la Madre Teresa de Calcuta y eso no habría evitado que me volteara con expresión ofendida. “Sí, así es, pero dudo que Audrey tenga ropa de hombre para prestarme, ¿no crees?”

Seguí caminando, ignorando la mirada dolida en los ojos de la chica. Escuché pasos que me seguían. Era Ray.

“Cuidado, Ray. Todas las miradas estarán sobre mí cuando entré por ese portal. No te me acerques mucho.”

Escuché su gruñir atrás de mí. Volteé disimuladamente, abriendo mis ojos por completo al ver que estaba desabotonándose la camisa con una expresión de lo más sería en su rostro y el ceño fruncido.

Tenía un pie dentro de la sala cuando me ofreció la camisa. Como era de esperar, la gran mayoría de personas volteó hacia nosotros. Mordí el interior de mi mejilla, todavía bajo demasiado shock como para pensar bien.

“Ray…”

Gruñó de nuevo, esta vez mucho más molesto que antes, y me haló del brazo por los escalones y hacia el segundo nivel. Las miradas nos dejaron cuando hubimos desaparecido en el pasillo. Ray miró alrededor, evaluando la situación. Acto seguido, comenzó a llamar a cada una de las puertas antes de abrirlas para observar el interior.

Luego de tres habitaciones llenas de oscuridad, sombras moviéndose y gemidos demasiado obvios, encontramos un mini-closet de abrigos. “Perfecto,” murmuró Ray, lanzándome dentro y entrando él después de mí. Cerró la puerta y corrió el cerrojo.

“Ponte la camisa seca. Atraparás un resfriado si te quedas así.”

“¿Cómo quieres que me vista en un cuadro atibado de abrigos y a oscuras?”

Ray sacó su móvil y uso la luz para orientarme. Tomó la toalla de mis hombros y, con el aparato sujetado entre los labios, haló mi camisa sobre mi cabeza.

“Hey, hey, espera,” protesté, incluso luego de que ya mi torso había sido desnudado, “de nada sirve que yo esté bien si tú terminarás con un resfriado en mi lugar.”

“Pero yo tengo un centro sin mangas, por lo menos. Tú no. Así que cállate y vístete, maldita sea.”

Suspiré. Todavía con cierta aprensión me puse la camisa, molesto aún más por la buena sensación de la tela seca contra mi piel fría. No me di cuenta de que mis manos temblaban hasta que intenté ocuparme de los botones.

“Ah, carajo,” murmuré. Ray sacudió la cabeza y apartó mis manos, ocupándose él de la prenda. Vi sus dedos trabajando en silencio. Alcé la mirada para decir algo, cualquier cosa, quizá para disculparme, pero él tomó el móvil de su boca y lo devolvió a su bolsillo. Me rodeó con los brazos y me empujó más hacia adentro del pequeño cuarto. Mi espalda descansaba contra los abrigos y mi torso se llenaba del calor de Ray. La ardiente lengua de Ray sobre mis labios y sus manos paseándose de arriba debajo de mi espalda me dieron una sensación tan placentera que un gemido se me escapó sin querer.

Ray intensificó las caricias. Separó sus labios de los míos por un solo momento. “Diablos, Mat; estás verdaderamente frío…” dijo, y siguió besándome, dejando rastros de calor por mi cuello.

Estaba a punto de dejarme llevar cuando las personas de abajo estallaron en carcajadas. Abrí los ojos, empujé a Ray y respiré hondo. “No es oportuno.”

Ray guardó silencio. Hundió sus dedos en mi cabello húmedo y besó mi cabeza.

“Jamás lo será.”

Tenía razón. No dijimos nada más porque tenía la razón, y era hora de que ambos nos diéramos cuenta. Lo de Wendy no nos habría escandalizado si pudiéramos tener una relación más abierta, más pública; del tipo que llega a oídos de todos y te sacan del mercado de prospectos amorosos, porque ya has encontrado a tu pareja y no buscas nada con nadie más.

Sus dedos continuaron acariciando mi cabello. Apoyé mi frente sobre su pecho y nos abrazamos por un gran rato, hasta que empecé a sentir que el calor regresaba a mi cuerpo, y me di cuenta del olor tan único a Ray que impregnaba su camisa. De alguna manera, me llenaba de paz.

Nos habríamos quedado dormidos de pie de no ser por un llamado bastante agresivo a la puerta del closet. Ray puso un dedo sobre mis labios y escuchamos, en silencio, a quien fuera que estuviera del otro lado.

“¡Carajo con ustedes dos!”

“Ah, es Trafford.” Ray descorrió el cerrojo y abrió la puerta. Iba a preguntarle a Lance qué sucedía, pero antes de abrir la boca, Lance ya había entrado y vuelto a cerrar la puerta tras de sí.

“¿Lance?” pregunté, más apretado que antes ahora que había tres personas en el closet.

“No sé qué rayos pase por sus mentes,” dijo, “pero, ¿se supone que lo del closet es ironía o...? ¡Ow!” Sentí a Ray moverse, probablemente para darle un codazo. “¡Vete al infierno, Pratt!”

Dejé mi cabeza caer en gesto de derrota, aunque ellos no podían verme. Tuvieron una pequeña pelea de jardín escolar por unos minutos antes de calmarse. Lance aclaró su garganta antes de hablar.

“Yo… Uh, lo siento.”

Ray rió sarcásticamente. “¿Sí? ¿Por qué, exactamente?”

“Eh… todo. Hace unos minutos, Mat, no te creía por lo que creía que Pratt estaba haciendo, pero… Hablé con Wendy.”

Ray y yo nos incomodamos un poco. “¿Sobre qué?”

Lance sacudió su cabeza.

“Me preguntó si pensaba que ella tenía oportunidad. Le pregunté si le gustabas tú o Pratt, y ella respondió que eras tú.”

Aprovechando la oscuridad, alargué mi mano hasta alcanzar la de Ray. Entrelacé mis dedos con los suyos.

“Y luego… Me contó sobre la confesión. Sobre lo que habías dicho. Me preguntó si conocía a esa persona que amabas…”

Ray apretó mi mano con más fuerza.

“…Le dije que sí. Y le dije…” Lance hundió sus manos en su cabello, halando de él, “ah, maldita sea. Le dije que se olvidara de ti, porque… Porque lo que tenías con esa persona era serio.”

Estoy seguro que Ray sonreía de oreja a oreja al igual que yo. Aunque Lance no lo diría directamente, creo que ambos supimos reconocer que esa era su manera de decir que nos aceptaba, nos reconocía.

“Ahora, no me tomes como confidente, ¿sí? Ni tú ni Pratt, por favor. Tengo suficiente con las llamadas de los chicos acerca de sus desamores. Y nada de… eso, en lo que resta del instituto, ¿de acuerdo? Que solo yo sé el tipo de esfuerzo que me toma ignorar lo que vi. Y que te conste, Mat, que hago esto porque tú eres mi amigo, que si no…”

Una luz blanca dispersó parte de la oscuridad del closet. Antes de darme cuenta que provenía de nuevo del móvil de Ray, ya sus labios estaban sobre los míos.

“Ah, claro, Pratt. Dame un show. Imbécil. Imbéciles. Ustedes dos.

Nah… Nosotros tres.”

Y así ganamos a nuestro primer aliado. No lo sabíamos entonces, pero el siguiente mes estaría lleno de crisis en las que Lance sería un apoyo muy necesario para nosotros. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).