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Concordanza por Rokyuu

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Notas del capitulo:

Debo confesar que retrasé el escribir este cap. porque parte de mí no quiere llegar al final de la historia... Me da un poco de nervios terminarla! 

Luego de este, solo faltan dos capítulos. Waaaaaaaaaaaaaah.

Lance, Lance, Lance. Hay mucho Lance en el final de Concordanza! Será quizás porque ese mismo Lance necesitará de la ayuda de estos dos en un futuro no muy lejano...

Bueno, sin más vueltas, he aquí el antepenúltimo capítulo!

Dos días más tarde de lo planeado, fuimos a la tintorería a recoger nuestros trajes. Camino a casa, nos dimos cuenta que esa misma tarde estaba programado el ensayo para la graduación. Ray y yo dejamos los trajes en mi casa y corrimos hacia el instituto, riendo.

La última semana había sido muy tranquila y, para mí, de lo más perfecta. Ray llegaba a eso de las 10 a.m. a casa, veíamos alguna película, pensábamos en algo que hacer para almorzar, yo fungía como asistente en la cocina, reíamos. Dormíamos una pequeña siesta en mi habitación. Despertaba con la sensación de los dedos de Ray acariciando mi cabello, su mirada tierna sobre mí. Nos besábamos, hacíamos el amor y nos despedíamos antes de que Lana regresara.

Pensaba, por las noches, en cuán perfecto sería vivir con él en los años por venir. Me avergonzaba un poco tener ese tipo de ideas de damisela enamorada, pero simplemente no podía evitarlo. No podía pensar en un futuro que no lo incluyera…

Salíamos solo lo estrictamente necesario. Si bien en casa todo parecía pintar de maravilla, ambos estábamos conscientes de la presencia de mi padre, y de la posibilidad de volver a encontrárnoslo. Habíamos hablado sobre qué haríamos en caso de verlo, pero también concordábamos en que sería demasiado peligroso que sospechara de más acerca de nuestra relación.

Lance también nos advertía sobre eso. Llamaba cada día para preguntar cómo andaban las cosas, si había novedad alguna. “Sus ojos brillan como en las películas cuando se ven el uno al otro; es casi aterrorizante. Deberían calmarse.”

Sonrojados, Ray y yo nos comprometíamos a intentar ser un poco más discretos. Lance solo suspiraba, sabiendo que esos detalles eran involuntarios y que se nos salían de las manos.

El día del ensayo, a pesar de todo, llegamos temprano al instituto. Todavía no había nadie en el lugar, excepto por los organizadores, unos cuantos maestros y los ordenanzas. Al parecer, éramos los únicos dos que no habían leído un correo electrónico que informaba sobre un cambio en la hora del ensayo.

Un poco más aliviados, decidimos dirigirnos a los campos de fútbol. Tomamos asiento sobre las bancas al borde del campo. La brisa de verano alborotaba nuestro cabello. A mi lado, Ray suspiró y se recostó sobre la fila de bancas tras él, cerrando sus ojos e intentando relajar su cuerpo, pero pude notar que la frustración no se había ido de su rostro.

Esa mañana, justo al ver a Ray de pie frente a mi puerta, me había dado cuenta de que algo lo inquietaba. Cuando pregunté qué era lo que le preocupaba, simplemente se encogió de hombros con una expresión sombría. Puso un papel que sacó de su bolsillo sobre la mesa frente al sofá de la sala de estar.

Era un cheque sin firmar. Un cheque por una suma más que considerable de dinero.

“Ray, ¿de dónde rayos…?”

“La chequera del respetable David Pratt, por supuesto.” Ray se puso de pie y empezó a darle vueltas a la sala, con sus manos en sus bolsillos, dirigiéndole miradas de odio al cheque.

Tenía que manejar el asunto con cuidado para no molestar a Ray. Tragué saliva. Él simplemente tomó un cojín y lo lanzó contra el piso tan fuerte como pudo, estallando en rabia.

“Ese es el dinero con el que entraré a West Balk. Incluso fui aceptado. El ensayo que escribí por obligación hace meses fue enviado sin mi consentimiento y me aceptaron. ¡Qué tal eso!”

Empecé a entender la razón de su molestia, de la palidez que había visto en su rostro desde que entró. Las palmas de mis manos se sentían húmedas con el sudor, señal de que mis nervios me estaban traicionando.

“Pero tú…”

Me interrumpió de nuevo.

“¿Yo qué? ¿Que yo elegí las artes culinarias? ¿Y West Balk no tiene más que negocios y economía? ¡Pues ese es el problema!”

Hundí mis dedos en mi cabello, halando de él, pensando en qué decir.

“Entonces, ¿les mencionaste lo de las artes culinarias anoche o qué?”

Ray volvió a tomar asiento. Apoyó sus codos sobre sus piernas y escondió su rostro tras sus manos.

“No, no llegué hasta esa parte. Iba a hacerlo. Anoche llegué a casa luego de estar contigo y los encontré ahí. Pensé que ya era tiempo de decirles, así que me ocupé de preparar la cena, que ellos siempre han pensado que es servicio a domicilio de algún restaurante, y planeaba decírselos mientras comíamos.”

Me acerqué a Ray. Rodeé sus hombros con un brazo, mientras mi mano libre seguía sudando sin control. Él continuó hablando.

“Dijeron que la comida sabía excelente. Justamente iba a decirles que yo la había preparado cuando mi padre sacó la carta de aceptación del bolsillo de su saco. Me la mostró con una enorme sonrisa de autosatisfacción en el rostro. Yo me quedé ahí, viéndola como estúpido. Luego él sacó la chequera y empezó a escribir era ridícula cifra. ‘Para que empieces tu camino al éxito como se debe,’ decía. Mi madre sonreía mientras nos veía y yo seguramente todavía tenía cara de estúpido…

Estaba a punto de hacer su firma cuando reaccioné. Le dije ‘No pienso ir a West Balk, ni estudiar negocios,’ y sus expresiones se derrumbaron por completo.”

Parecía que, por primera vez en mucho, yo tenía muchas menos complicaciones de las que tenía Ray. Mi padre era simplemente una molestia que podía empeorar si no tenía cuidado, pero el hecho de que los suyos se interpusieran entre él y el plan que había ideado con tanto esmero, junto a mí…

“¿Discutieron por mucho tiempo?”

Ray descubrió su rostro. La sonrisa amarga seguía ahí.

“Ah, no, para nada. Esa es la mejor parte. Ni siquiera se molestaron, ¿sabes? Mi padre simplemente me dio el cheque sin firmar y me dijo ‘Cuando dejes de ser estúpido te lo daré y te largas a la universidad, y más te vale que eso no pase de este mes.’ Un verdadero ejemplo a seguir, ¿no?”

“Ray… Sabes que tienes mi apoyo.”

Cerró los ojos, como si solo quisiera enfocarse en mi voz. “Lo sé,” dijo, apoyando su cuerpo sobre el mío, “pero no quiero que estemos tan apretados con los gastos desde el inicio. No quiero tener que pasar penas por cosas económicas cuando debería de estar feliz de estar contigo.”

Me sonrojé, pero no me alejé. Acaricié su cabello lentamente. Nos sumergimos en un silencio de resignación, por lo menos por aquel momento.

Horas después, al ver el cuerpo de Ray tendido sobre las bancas y su ceño todavía fruncido, podía ver que no estaba satisfecho. Le era imposible estar en paz cuando estaba siendo amenazado para seguir un futuro que no quería, que jamás había querido, y con tan poco tiempo para buscar una solución.

Dejé escapar un largo y sonoro suspiro. Ray sonrió levemente. Mientras la brisa soplaba, creo no equivocarme al decir que tanto él como yo pensábamos ‘por lo menos, lo tengo a mi lado, y eso ya es más que suficiente.

La pequeña paz en la que nos habíamos adentrado fue rota al escuchar pasos acercándose a nosotros. Retomamos la postura y vimos hacia atrás, esperando ver a alguna figura indeseada, pero viendo a Lance en su lugar.

“Siete billones de personas en el mundo y parece que en todo lugar siempre coincido con ustedes. Cobraré por mis servicios, ¿saben?” Hizo un gesto a su izquierda, en dirección a la entrada principal. “Adivinen.”

Más que sorprendidos, Ray y yo estábamos irritados. Ese imbécil de mi padre no servía sino para causarnos molestias innecesarias. Lance esperó unos momentos como a la expectativa de qué haríamos, pero al ver que ambos nos manteníamos en el mismo lugar, se encogió de hombros y tomó asiento una fila de bancas más abajo.

Volteé hacia Ray, y pude darme cuenta de que tanto él como yo sabíamos que Lance tenía algo más que decir. ¿Era en relación a mi padre? En todo caso, vi en preguntarle una oportunidad para distraer a Ray de lo de hacía un rato…

“¿Sucede algo, Lance?” pregunté. Él suspiró y, sin darnos la espalda, asintió un par de veces.

“Es solo… Pues, la graduación. Luego de este fin de semana, estaremos oficialmente en el limbo entre el instituto y la universidad.”

Ray volvió a mostrar la sonrisa amarga y cubrió su rostro con su mano, controlándose. Entendí en su conducta que alertar a Lance en la discusión de su carrera era lo menos que quería hacer en aquellos momentos.

“No necesitas recordárnoslo. Creo que todos estamos conscientes de ello, aunque no lo queramos.” Topé mis zapatillas a las de Ray, como un pequeñísimo gesto de apoyo.

Lance apoyó su cabeza en la banca atrás de él, empujándola lo más que pudo para poder vernos a Ray y a mí. Reparó por un minúsculo momento en la apariencia estresada de Ray, pero pareció no interesarse mucho por eso.

“Oh, no; no es que crea que se les ha olvidado. Es que yo mismo estoy haciendo mis planes y necesito que ustedes me dejen saber qué carajos están planeando.”

Este comentario tomó a Ray por sorpresa. Se irguió en su asiento, descubrió su rostro y le dirigió una mirada interrogativa a Lance, quien seguía bastante despreocupado.

“¿Para qué necesitarías saber qué planeamos, eh? Pensé que acababas de quejarte sobre cuán seguido te juntas con nosotros…”

Gruñí, no pudiendo contenerme más. La verdad era que Ray y Lance eran demasiado similares y por eso siempre parecían chocar el uno con el otro. Parecía que solo yo pude notar el tono de Lance mientras decía aquellas palabras. Me parecía más que obvio que quería que lo hiciéramos parte del plan, que el hecho de conocer nuestro secreto lo hacía sentirse como nuestro confidente. Lance adoraba que la gente dependiera en él. ¿Cómo es que Ray no se daba cuenta?

Los dos niños de preescolar siguieron mandándose miradas de odio. “Ya, calma, calma.” Empecé a decir, llenándome de paciencia. “Pues, Lance… Ya que irás a Darin, ¿estabas pensando en mudarte con nosotros?”

Ray se puso pálido, pero posé un dedo sobre sus labios antes de que empezara a reclamar. Lance se limitó a observarme como si hubiese perdido el juicio.

“…Quiero decir,” aclaré, “¿estás proponiendo que dejemos la ciudad juntos, en un mismo día?”

Ambos se acomodaron en sus puestos, como negándose a aceptar que esa era una muy buena idea para pájaros que estaban a punto de dejar el nido como nosotros.

“…Quizá. Eh, es que…”

Sonreí, pensando que la timidez de Lance ante nosotros era casi adorable. Ray se dio cuenta y se acercó a mí, rodeándome posesivamente con un brazo.

“Mi padre me dijo esta mañana que planeaba darme la camioneta familiar a mí, para que pudiera servirme durante todo este tiempo. No lo había pensando antes, pero creo que esa camioneta es más suficiente para transportar todo lo que necesitaremos de aquí en adelante. Digo, suponiendo que solo llevaremos ropa y artículos personales. Somos tres hombres. Ustedes son homos, pero no son chicas, ¿cierto? Iríamos bastante cómodos.”

Era justo esa falta de gracia al decir las cosas la que mantenía a Lance soltero.

Tanto Ray como yo decidimos ignorar ese comentario, enfocándonos más en la propuesta de Lance. Habíamos pensado que viajar en autobús sería poco práctico, y yo no sugerí juntarnos con mi ex-capitán porque creí que Ray se negaría rotundamente. En su lugar, parecía estar considerando la idea seriamente.

Lance se impacientó al no escuchar respuesta alguna de nuestra parte. “Es solo una sugerencia, ¿de acuerdo? Si no quieren abstenerse de toqueteos durante las horas que pasemos en ese vehículo, bien; den un show en el autobús. Yo simplemente quiero escuchar un sí o un no. Dentro de seis semanas abren el campus y viajaré dos días antes. No sé ustedes.”

“Pero…” empecé, sintiendo una cierta culpa por ser, de nuevo, la persona que le encontraba problemas a cada cosa, “Lance… Tú vas al campus. Ray y yo primero tenemos que buscar un apartamento, y averiguar qué gastos iniciales haremos, si es necesario conseguir muebles o…”

Ray alborotó mi cabello, sonriendo. “Eso podemos hacerlo durante estas seis semanas, ¿no? Estaremos muy ocupados, pero sacaremos todo adelante. Podríamos ir a la ciudad unas cuantas veces a buscar lugares.”

Lance señaló a Ray, como apoyando su idea. “Y yo puedo llevarlos, siempre y cuando ayuden con el combustible para el auto.”

Escuché a Ray gruñendo. Lance bajó la mano y, una vez más, los dos se dirigieron miradas desdeñosas. Sacudí la cabeza.

“Hey, Trafford,” Ray se cruzó de brazos, “en todo caso, ¿por qué estás tan animado por ayudarnos?”

Lance respondió sin inmutarse. “Si Lance se desocupa, Lance se aburre. Además, Mat es mi mejor amigo. Si va a vivir contigo lo menos que puedo hacer es asistirlo, ¿no?”

Sin más que reclamar, Ray volvió a desplomarse sobre las bancas. Lance me dio una sonrisa reafirmante, y yo pensé que lidiar con esos dos durante el resto de mis días sería más trabajoso de lo que había imaginado.

 

-

 

El ensayo, que fue más una reunión para escuchar indicaciones vagas y hablar sobre a qué universidades iría cada quien, terminó sin demoras. Al salir, Ray y yo aprovechamos el mar de gente que se dirigía fuera para confundirnos entre ellos y escabullirnos hasta la ruta alterna, escapando de mi padre. Aún así, parecía que se había ido tiempo antes, pues no sentimos su presencia.

Los días entre el ensayo y la graduación fueron como un parpadeo. De repente, Ray estaba anudando mi corbata en el pasillo que dirigía al gimnasio, las chicas alrededor del lugar se quejaban de cuán horrendas se veían en toga y los chicos jugaban con los birretes. Los dedos de Ray temblaban, y me hizo sentir un poco mejor saber que no solo a mí me comían por dentro los nervios.

“¡10 minutos!” gritó una maestra hacia todos quienes estábamos en el pasillo. Los graduandos estallamos en un cuchicheo nervioso. Ya era hora.

“Listo,” Ray dio un paso hacia atrás. Yo reacomodé mi toga sobre el traje y suspiré.

“Dios,” murmuré, “quiero que esto acabe de una vez, pero al mismo tiempo quisiera no dejar este lugar.”

Ray sonrió de lado. “Sé lo que sientes,” acomodó mi birrete y me dirigió una mirada llena de ternura, “pero piensa que una vez graduados, todo lo que viene lo podremos enfrentar juntos.”

Lo pasé de lado con la intención de empezar a formar la fila frente a la entrada del gimnasio. “Ya estoy suficientemente sentimental, ¿sabes, Ray? No necesito que vengas con tus cursilerías a ponerme peor…” dije en voz baja mientras se acercaba a mí.

No dejó de sonreír mientras se daba la vuelta para buscar su propio puesto. Lo seguí con la mirada, percatándome un poco más allá de un Lance que estaba dirigiendo a las personas a sus posiciones. Le tomó un momento más reparar en mí, me saludó con un gesto de su mano y siguió haciendo lo que mejor le venía: liderar.

Decir que mis emociones eran un desastre sería quedar corto. Mis rodillas temblaban, mis manos sudaban y sentía una presión enorme por no cometer alguna estupidez, como tropezarme o saludar al rector con la mano equivocada…

La ceremonia fue un sueño. Tan pronto empezó a sonar la música, fue como si todo empezara a reproducirse en una película. El camino hasta nuestros asientos se nos hizo corto. Mientras nos sentábamos, veíamos alrededor y reparábamos en la cantidad de madres al borde del llanto y padres en una situación similar. Incluso nosotros sentíamos que las lágrimas empezaban a quemar bajo nuestros párpados.

Las palabras del rector fueron breves, o por lo menos eso sentimos al oírlo terminar. Un representante del consejo estudiantil paso a decir unas palabras de aliento y luego, como si nada, los nombres de los graduandos empezaron a ser mencionados y, uno por uno, subieron a recoger su título.

Lance fue el primero en ser llamado. Subió, saludó a los profesores en la mesa de honor como si fueran viejos amigos y tomó su título como si fuese un trofeo bien merecido. Un par de personas más tarde fue el turno de Ray, quien dio palabras de agradecimiento a los profesores y alzó su título con ambas manos.

Al escuchar mi nombre, el mundo se aceleró. Escuché, a lo lejos, la voz de Lana animándome, la voz de Lance y Ray haciendo lo mismo, las miradas sobre mí. Subí, dije ‘gracias’ unas quince veces a quienes estaban sobre el escenario y tomé mi título, sintiendo que la primera de muchas etapas había llegado a su fin tan pronto el papel hizo contacto con mis dedos.

Lo siguiente que supe fue que la ceremonia había llegado a su fin. Quienes habían sido mis compañeros durante años estaban ahora esparcidos por los jardines del instituto, con sus familiares y amigos, riendo y tomándose fotografías. Caminé a través del mar de gente hasta encontrar las figuras familiares de mi madre y mi hermana.

“¡Matthew!” Lana corrió a abrazarme. Correspondí su abrazo y alcé el título frente a mi madre, satisfecho de que ella estuviera allí.

“Lo lograste, ¿huh?” dijo ella, dándome un par de palmadas en el hombro.

Asentí, sonriendo. “Qué bien que pudiste venir. ¿Pediste el día libre?”

Su expresión se tornó irritada. “No me otorgaron el día completo. Debo estar en la oficina en una hora, así que me marcho ahora mismo.”

Le dio un beso a Lana y se despidió de mí con un gesto de su mano. La vi escabullirse entre las personas y pensé que, por lo menos, parecía estar orgullosa de mí, aunque siguiera sin demostrarlo físicamente, como las madres de los demás…

Lana estaba a punto de decir algo cuando escuchamos a Ray y Lance llamándome. Se acercaban cada quien por un lado diferente, pero al verse el uno al otro no parecieron molestarse mucho.

“¡Colega! ¡Lo logramos!” Lance me rodeó con los brazos y me dio unas palmadas firmes en la espalda.

Ray, quizá queriendo ignorarnos, se dirigió a Lana. “Dios, en verdad has crecido, Lana. ¿Me recuerdas?”

Lana frunció el ceño, como luchando por hacer memoria. “…¿Amigo de mi hermano?” preguntó. Ray soltó una pequeña carcajada, asintiendo.

“Así es. Está bien si no me recuerdas; creo que solo me viste un par de veces hace mucho tiempo. Supongo que ahora solo recuerdas a este rubiecito sin tacto, ¿no?”

Lance bufó y le dio la espalda a Ray. “Mira, Mat, me encantaría ir a celebrar luego, pero mis padres han preparado algo. Nos veremos esta noche en el hotel, ¿de acuerdo?”

Alzó su mano hecha puño frente a mí. Yo hice lo mismo y chocamos los puños. “Seguro. Al fin te has librado de una carga enorme, capitán.”

Asintió y se dio la vuelta. “Supongo que también te veré a ti, Pratt.”

Ray se encogió de hombros. “Lastimosamente, así es.”

Los ojos de Ray se abrieron en sorpresa al ver el puño de Lance alzado frente a él.

“Odio admitirlo, pero si llegaste hasta este punto es porque no eres completamente inútil. Felicidades.”

Superando su sorpresa, Ray le devolvió el gesto, con una sonrisa honesta. “Igualmente, Trafford.”

Lana, ignorando por completo el trasfondo del asunto, simplemente me miraba con ojos llenos de confusión. Dejé salir una risa sonora y eso solo pareció confundirla aún más.

Una vez Lance se hubo alejado, la expresión de Ray se volvió más seria. Me vio por un momento y luego se dirigió de nuevo a Lana.

“¿Vendrás a la fiesta de esta noche? ¿Con tu madre?”

Intuí por dónde iba la preocupación de Ray. Vi a Lana fijamente, esperando su respuesta.

“Mi madre tiene trabajo, así que lo dudo. Una amiga mía si irá, pero dudo que me llevé… ¡Su familia es enorme!”

“Ya veo,” Ray sonrió, “pues no te preocupes por tu hermano. Te lo devolveré sano y salvo, en una sola pieza, ¿si?”

Luché por no sonrojarme. “Eh, en todo caso, Lana…” di una mirada rápida a nuestros alrededores para asegurarme de que nadie sospechoso anduviera cerca, “ve a casa con cuidado, no te detengas por nadie.”

“¿Es por el asunto del que me tienes que hablar pronto?”

“Eso mismo.”

Bajó la mirada y se encogió de hombros. “Seguro, entiendo. Nos vemos luego.” Se despidió de ambos y empezó a caminar hacia la salida.

Sentí que mis hombros se liberaban de una tensión enorme. Por lo menos ahora sabía que Lana no corría peligro de toparse con mi padre. Ray se acercó y me rodeó los hombros.

“Sería buena idea irnos también, ¿sabes? La señora Brand me rogó que fuésemos a su tienda tan pronto como pudiéramos. Y luego de eso, hay que prepararnos para la gran fiesta.”

Me dejé guiar por Ray hacia el estacionamiento, donde  nos escurrimos entre los autos y las personas para llegar a la calle principal y seguir con el día tan anhelado por ambos.

 

-

 

La señora Brand nos había preparado un banquete espectacular. Comimos hasta quedar satisfechos, recibimos el sermón de una mujer llena de experiencia, escuchándola como si fuera nuestra abuela, y Ray prometió regresar cuando fuera ya un chef profesional para sorprender a la tendera con los manjares que jamás se imaginaba que podría preparar.

Poco a poco, las piezas de nuestra vida en esa pequeña ciudad iban armando la época de la que nos despedíamos. Cada hora que pasaba era como un sello que poníamos sobre todas esas memorias de la infancia y la adolescencia. Quizá Ray también pensaba lo mismo, y por eso la tarde, más que palabras, estuvo llena de caricias, de besos.

Estuvimos a punto de hacer el amor luego de ducharnos cuando, por suerte, me percaté de la hora. Muy a mi pesar, empujé a Ray a un lado y me dirigí a su closet, donde el día anterior habíamos dejado los trajes. Tomé el mío y empecé a cambiarme en el lugar. Segundos después, con aire derrotado, Ray siguió mi ejemplo.

De espaldas el uno al otro, nos cambiamos en silencio. La casa entera había estado silenciosa durante todo el día. No quería molestar a Ray, pero simplemente tenía que preguntarlo…

“Ray… ¿tus padres no prepararon ninguna celebración?”

Ray soltó un quejido. “Claro que sí. Ahora mismo están celebrando, en algún hotel lujoso de Berlín. El único detalle es que ellos celebran un nuevo contrato. Mi evento social está programado para dentro de dos semanas, ‘cuando es más prudente celebrarlo con mis futuros socios’”

Esta vez fui yo quien se quejó. “¿Entonces siguen insistiendo con lo de West Balk?”

Asintió y tomó mi corbata, pasándola alrededor de mi cuello para anudarla. “Así es. Pero dijeron que hablarían mañana, así que les diré entonces que su queridísimo hijo será un chef, estén ellos de acuerdo o no. Al diablo con su cheque.”

Ray parecía decidido, pero yo todavía estaba algo inseguro.

“¿Estás seguro que dejarlos así es lo más conveniente?”

Tomamos nuestras chaquetas y salimos de la habitación rumbo al primer nivel. Ray se adelantó un par de pasos para besarme. Cerré los ojos mientras sentía el calor de sus labios sobre los míos. Cuando los abrí de nuevo, él estaba sonriente frente a mí, sujetando mis hombros.

“No te preocupes por esto, Mat. Sé bien qué es lo que haré. Si mis padres no me ayudan económicamente es… inconveniente, sí, pero mis planes no cambian. Confía en mí.”

Paramos frente a la puerta. Deslicé una mano tras la nuca de Ray y halé levemente para plantar un beso sobre su frente. “De acuerdo,” dije, y nos pusimos en camino a mi casa.

Sullivan, del equipo, nos había dicho que rentaría una limosina. Quedó de pasar frente a mi casa para recogernos, y pareció animarse cuando le pregunté si Ray podía venir con nosotros. Preguntó dónde quedaba su casa, pero me pareció más conveniente esperarlo frente a mi condominio.

La luz del sol iba disminuyendo poco a poco. Ese atardecer, caminando junto a Ray, fue la antesala a una de nuestras noches más odiadas y queridas al mismo tiempo.

El viaje en limosina con los chicos fue espectacular. Ray, fiel a su naturaleza, se llevó de maravilla con todos. Reímos durante todo el camino, parando en casa de alguien más, recibiéndolo con una copa de sidra, sintiéndonos como reyes. Llegamos al hotel con el mejor de los ánimos, entrando al lugar y subiendo al salón como si fuéramos los dueños del mundo.

Nos encontramos con una enorme estancia llena de mesas con largos manteles, globos brillantes, decoraciones, barras, mesas con aperitivos y una amplia pista de baile al centro, donde el DJ detrás de su estación ya estaba introduciendo a todos en ambiente.

Las chicas, al ver a los deportistas entrar, se abalanzaron sobre nosotros. He confesado antes que jamás tuve interés por ellas, pero en el ambiente en el que estábamos, incluso yo terminé charlando con ellas un buen rato. Sin embargo, no le tomó mucho tiempo a Ray para acercarse y halarme discretamente hacia una mesa un poco más retirada.

Durante un buen tiempo, los demás se mantuvieron en la pista de baile. Vino la comida, el tiempo para ir cada quien a su mesa, y nosotros, sin saber, habíamos terminado en la mesa de Sullivan, cuyos tíos no hicieron más que  hablar de fútbol con nosotros. Sonrientes, ambos participamos activamente en la conversación, sintiendo un profundo amor por el deporte que nos había unido.

Eventualmente, la fiesta se fue por un rumbo más segregado. Varios padres habían decidido retirarse, y muchos de los graduados habían conseguido una pareja con la cual bailar. Ray y yo, solteros ante los ojos de la mayoría, tomamos asiento y nos limitamos a observar.

“¿Qué sucede, Matthew? Pensé que estarías cabalgando a tu chica a esta hora. O qué, ¿te volviste a unir a las filas del ejército de solteros?” Sullivan, con una bebida en la mano, haló una silla y se sentó con nosotros. Yo simplemente asentí, con un cierto sentimiento de culpa por mentirle. A Ray le dio un poco de gracia.

“Ah, ¿reunión de solteros?” Brook se acercó por otro extremo, imitando a Sullivan para tomar asiento. Pronto, todos aquellos que estaban solteros, y que eran incidentalmente muchos de los que habían ido en la limosina, fueron formando un círculo apartado de la pista de baile.

De alguna manera, terminamos hablando sobre estupideces que habíamos cometido durante nuestros años en los equipos. Sullivan confesó haber usado el mismo par de ropa interior durante una semana entera, otros confesaron haberse quedado sin desodorante y haber usado el de sus hermanas o madres. Luego de un par de minutos, todo el círculo era un mar de risas, del tipo que hasta te llega a sacar lágrimas.

“¿Saben qué le hace falta a esta fiesta?” dijo Lance, subiéndose las mangas hasta los codos. Todos preguntaron ‘¿qué?’ al unísono, y él corrió hacia la tarima frente a la pista de baile. Intercambió unas cuantas palabras con el DJ y pronto el lugar estaba ambientado con música de nuestros mejores años, los éxitos de nuestra infancia. La nostalgia nos alcanzó a todos. Sonreímos como niños por un par de horas más, hasta que, de nuevo, la música se calmó.

Ray me dio un golpecito con el codo, señalando con un gesto de hombro a las parejas que salían del salón, seguramente rumbo al estacionamiento. Sacudí mi cabeza, divertido. “No esperarás que vaya contigo a toquetearte en el lobby, ¿cierto?” susurré.

Él arqueó las cejas. “Yo jamás he insinuado eso, Mat…”

Los demás habían vuelto al círculo de las confidencias. Volteé a verlos, percatándome de que estaban más que concentrados en lo que se estaban diciendo. Me volví hacia Ray, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja, y me sonrojé.

Pronto estábamos en el elevador, subiendo hasta el piso más alto, dándonos pequeños besos furtivos entre un nivel y el otro. Llegamos hasta el lobby, y Ray tomó mi mano y me llevó  fuera del hotel, cuidando que nadie nos viera.

Nos dirigimos al pequeño jardín tras el estacionamiento. Entre risas, nos escondimos entre unos arbustos y estallamos en carcajadas infantiles. Incluso en la oscuridad de la noche, podía ver los ojos de Ray brillar al verme, y podría asegurar que mis ojos tenían el mismo brillo al posarse sobre él.

Nos besamos. Fue rápido, y nos separamos con prisa para ver a nuestro alrededor. Reímos de nuevo, y nos acercamos para darnos un beso más largo.

Sentí las manos de Ray deslizarse por mi pecho hasta llegar a mi cuello. Haló de la corbata, deshizo un par de botones de mi camisa y exploró la piel de mi pecho con la punta de sus dedos. Gemí suavemente, intensificando el beso a manera de respuesta.

El sonido de un auto siendo puesto en marcha nos hizo empujarnos el uno al otro, sorprendidos. Las luces se alejaron rápidamente, y una vez estuvieron lejos, ni Ray ni yo pudimos reír.

“Yo creo…” Ray dijo, como en un suspiro, “que sería muy buena idea regresar a mi casa.”

Suspiré. Ray salió de nuestro escondite improvisado. Lo seguí, acomodando mi camisa de nuevo. “Concuerdo contigo. ¿Pedimos un taxi?”

Ray tentó sus bolsillos. “Hm,” los revisó y, al no encontrar nada, hizo un gesto de irritación. “Mi móvil está en mi chaqueta. Las dejamos allá arriba.”

El prospecto de volver a entrar al hotel me irritó también a mí. “Agh. No quiero subir de nuevo.”

Ray se acercó y posó sus manos en mi espalda, acercando nuestros cuerpos. “Iré yo.  Espérame aquí, ¿sí?” dijo, sonriente, y me besó.

“¡¿Qué carajo estás haciendo, Matt?!”

Mi sangre se enfrió. Empujé a Ray con tantas fuerzas que estuvo a punto de tropezar. Mis ojos, abiertos y enfocados en él, notaron que su expresión mostraba tanto pánico como la mía.

No quería voltear. En verdad no quería voltear, pero una mano se alargó y me tomó por el cuello de la camisa, obligándome a mirar de frente a Matthew Ryder, padre.

“¡¿Qué fue eso?! ¡¡Matt!! ¡¡Explícame quién demonios es este tipo!! ¡¿Y por qué se estaban besando?!”

Mi padre, aún con los años encima, seguía teniendo fuerza suficiente como para alzarme un centímetro sobre el suelo. Sus manos temblaban. No reaccioné a la agresión hasta que sentí que no llegaba aire a mis pulmones y lo tomé por las muñecas, halando, luchando por liberarme.

“¡Suéltalo, maldito infeliz!” Ray gritó, rodeando a mi padre y empujándolo hasta tirarlo al suelo. Caímos los tres al suelo. Ray y mi padre se pusieron de pie dispuestos a pelear, mientras yo solo me quede sobre el frío pavimento, sintiendo nada más que algo en mi mundo se partía en pedazos con cada segundo que pasaba en presencia de ese hombre.

“¡¿Quién carajos eres tú, eh?! ¡Maldito marica! ¡Suelta a mi hijo!”

“…¿Marica? ¿Pratt?”

Como si las cosas no estuvieran lo suficientemente mal, Wendy apareció unos metros más atrás. Sus ojos me encontraron tumbado en el suelo, y dejó caer el bolso que sostenía en una mano y el móvil que llevaba en la otra.

“Maldita sea,” Ray gruñó, volteándose hacia Wendy, “¿Pierson? Escucha, esto no es lo que tú…”

Mi padre lo haló por el hombro, girándolo con la intención de darle un puñetazo, que Ray evadió de milagro. “¡¿No es qué?! ¿No es lo que ella piensa? ¡Pues es exactamente eso! ¡Marica de mierda! ¡¿Qué ideas depravadas le has metido a mi hijo?!”

Por fin volví a la realidad de la situación. Mis rodillas volvieron a estar firmes. Me puse de pie y trastabille hacia donde estaba Wendy. “Wendy, Ray y yo…”

“¡No te acerques!” gritó, con una voz que revelaba que estaba al borde del llanto, “¿Prefieres amar a un hombre? ¿En serio?” Tomó el móvil, el bolso y se dio la vuelta, corriendo hacia el hotel.

“¡No! ¡Espera, Wendy!” mis llamados fueron en vano. “Augh, ¡mierda!” grité, dando un zapatazo iracundo sobre el pavimento.

Un sonido de golpe sordo me hizo voltear. Vi a Ray sobre el suelo, llevándose una mano hacia la boca. Alzó el rostro y reveló un labio sangrante.

“¡Ray!” corrí hacia él, ayudándolo a que se pusiera de pie.

Ray escupió sangre y me empujó a un lado. “Ve por las chaquetas. Nos largamos de aquí tan pronto acabe con este desgraciado.”

“¡Desgraciado tú, maldito homosexual!” mi padre volvió a correr hacia Ray, pero él se agachó y, con su codo, asestó un golpe en el estómago de mi padre, quien cayó de rodillas hacia un lado, respirando con dificultad.

“¡Espera, Ray!” Me volví a acercar, mis manos temblando tan descontroladamente que ni siquiera podía alzarlas a la altura de su rostro, donde la sangre brotaba y estaba a punto de alcanzar su camisa. “Ray, no puedes…”

“¿Qué?” Ray escupió sangre de nuevo y me miró fijamente a los ojos, “¿No quieres que golpee a este tipo? ¿No te parece que se lo merece desde hace tiempo?”

Sus palabras me hicieron dudar. Mis ojos se posaron sobre la figura lastimera del hombre cincuentón, pensando que sí, sí se lo merecía. Desde hacía años, se merecía una buena paliza por cuanto había hecho. Pero ese no era el momento. Ese no era…

“¡Cuidado!” Ray me rodeó con sus brazos y me haló a un lado para evitar un golpe de mi padre. Pude sentir la sangre cálida manchándome el rostro que había apoyado sobre su pecho. Viendo de nuevo a mi padre, si bien su figura era lastimera, sus ojos brillaban con una rabia casi feral. Pude sentir el miedo que me había invadido convertirse en repudio.

“¿Qué derecho tienes para reclamar sobre lo que decida hacer con mi vida, huh, viejo infiel?” pregunté, acercándome a él. Pensé que por ser su hijo no me levantaría los puños, pero me equivoqué. Se abalanzó sobre mí, pero yo lancé una patada que le dio en la pantorrilla, haciéndolo caer.

“¡No te di la vida para que fueras marica!” Alargó una mano y me tomó del tobillo, con un agarre firme y doloroso. Intenté liberarme, pero él me haló con fuerzas y me lanzó por sobre su cuerpo tendido, haciéndome caer contra el pavimento del otro lado. Interpuse mis manos para evitar un golpe que seguramente me habría botado un par de dientes, pero mis palmas ardieron del dolor, seguramente sufriendo cortadas.

Ray, que no dejaba de escupir sangre, se acercó gruñendo a mi padre, quien luchó por erguirse sobre sus rodillas. Tomó a Ray por el bolsillo del pantalón y lo bajó hasta el suelo.

“¿Y qué, se la diste para que escondiera tus infidelidades?” respondió, alargando un brazo y alcanzando a golpear a mi padre en la barbilla.

El viejo tomó a Ray por el cuello de la camisa, empapando sus propias manos de la sangre que todavía brotaba del labio roto. “¿Y tú por qué sabes de eso, marica del demonio?”

“El único traído por el demonio eres tú, viejo infeliz.”

Los tres volteamos hacia el lugar donde había estado Wendy, que era ahora ocupado por Lance. Sobre un brazo traía nuestras chaquetas y tenía una mano hundida en su bolsillo, del cual sacó un móvil que abrió con un rápido movimiento.

“No te metas, rubiecito.” Mi padre soltó a Ray y se disponía a alcanzar a Lance, quien solamente se rió fríamente y llevó el móvil a su oreja.

“Pues este rubiecito llamará a la policía para informarles de un viejo que de repente atacó a sus amigos del instituto. Y este rubiecito, al igual que ellos, sabe que eres tú quien los agredió primero.”

Mi padre paró en seco. “La chica de hace un minuto sabe por qué lo hice. Estos maricas no entenderán si no es a golpes.”

La risa de Lance se amplió aún más.

“¿La chica? ¿Pierson? Ah, ella no dirá nada. Sabe que no le conviene: yo se lo dije. Y a ti te conviene largarte antes de que decida presionar la pequeña tecla verde de llamada.”

La rabia de mi padre era ahora dirigida también a Lance, quien se negaba a inmutarse. “¿Eres amigo de estos desviados? ¿También necesitas que te explique a golpes?”

Por fin, la sonrisa de Lance se dio vuelta, revelando un rostro dominado por una ira asesina, una rabia que en cualquier momento se tornaría violenta.

“Soy Lance Trafford, futuro heredero de la constructora inglesa Trafford & Sons, y si así lo quisiese podría romperte el cuello y mandar a que te cubran de cemento y lancen tu cuerpo a un lago sin que nadie jamás se diera cuenta, así que te doy 30 segundos para que desaparezcas de este lugar, maldito pervertido decrépito.”

Todos guardamos silencio por un par de segundos hasta que la cobardía de mi padre volvió a salir a la luz. Sin siquiera voltear a vernos, empezó a caminar apresuradamente hacia la salida del estacionamiento. “Olvida tu regalo de graduación, Matthew. Ya no te mereces nada que haya querido darte,” murmuró en voz entrecortada.

Esperamos a que saliera de nuestras vistas. Mi respiración poco a poco volvía a la normalidad, al igual que la de Ray. Luego de unos momentos, Lance se acercó y nos dio una mano para ponernos de pie. Nos dio nuestras chaquetas respectivas y revisó nuestras heridas.

“¿Estás herido, Mat?” preguntó, viendo mi rostro con preocupación. Saqué un pañuelo de mi chaqueta y limpié la sangre, sacudiendo mi cabeza.

Ray sacó su propio pañuelo e hizo lo mejor que pudo para quitarse el rastro de sangre que descendía de su boca enrojecida. “Al fin dejó de sangrar,” mencionó, aplicando un poco de presión sobre el lugar donde estaba la cortada.

Mis manos todavía hormigueaban con una sensación de dolor ardiente, pero no había mucha sangre, sino solo numerosos rasguños. Ray y yo nos sacudimos las ropas y nos pusimos las chaquetas, asimilando lo que acababa de suceder.

Lance se sacó las llaves del auto y nos hizo un gesto para seguirlo un poco más adentro del estacionamiento. “Por eso les dije que tuvieran cuidado, par de tontos. Super Lance no puede estar ahí en todo momento. Tienen suerte que sabía lo de Wendy y los salí a buscar cuando la vi llorando en el salón.”

Asentimos débilmente, sintiendo, sin necesidad de sermón alguno, el peso de lo que podría haber pasado si Lance no aparecía.

“Vamos, suban,” dijo, quitando el seguro de las puertas de su auto y subiendo al asiento del conductor. Ray subió a la parte de atrás y yo al asiento del copiloto. Nos pusimos en marcha, rumbo a mi casa.

“Qué noche…” murmuró Ray, viendo ausentemente la hora en su reloj. “Suerte que está por terminar. Y que ese tipo no sabe dónde vivimos. Y que nos largamos de aquí dentro de poco.”

Tanto Lance como yo estábamos de acuerdo. Vi la figura de Lance conduciendo y mi cerebro se formuló una inquietud.

“Espera, Lance… ¿No venías en la limo con nosotros? ¿Por qué tienes tu auto?”

Él sonrió con cierta picardía. “Mis padres lo trajeron para que pudiera llegar a la hora que quisiera. La única condición era que no tomara. Además, es mi última noche con el pequeño auto de cuatro puertas.”

Ray bufó desde el asiento de atrás.

“¿Qué, el heredero de Trafford & Sons ya es dueño de una camioneta último modelo, full extras?”

Lance estalló en una carcajada burlona. “¡No puede ser que te hayas creído eso!” dijo, entre una risa y la otra. “Oh, Dios,” se limpió una lagrima del rabillo del ojo, “mi padre solo hace trabajos de campo para una constructora nacional. Todo eso fue blufeo.”

Nos sentimos un poco abrumados por la capacidad de Lance de decir mentiras con tanta seguridad, pero igual nos unimos a su risa. De alguna manera, aunque acabábamos de pasar un momento horrible, la atmósfera entre nosotros parecía haberse tranquilizado un poco más. El saber más sobre el otro nos daba más confianza, supongo.

A pesar de eso, todavía no quise que Lance supiera donde vivía Ray. Si bien su blufeo había sido bastante bueno, seguramente le daría algo si se daba cuenta que Ray podría haber dicho algo similar sin necesidad de mentir. Paramos frente a mi casa con la excusa de que nos lavaríamos las heridas ahí antes de que Ray se fuera.

“De acuerdo, par de tontos,” Lance decía por la ventana, “felicidades, supongo. Con ustedes jamás se puede estar tranquilo, pero en todo caso, siguen juntos. Sinvergüenzas. Hasta luego.”

Como siempre, ignoramos sus crudezas y nos limitamos a sonreírle. “Gracias, Lance. Nos vemos pronto,” dije, y pronto el auto se encontraba ya fuera de nuestras vistas.

Busqué las llaves de mi casa entre mis bolsillos. “¿Qué hora es?” pregunté, dándome cuenta de que las luces del lugar estaban apagadas.

Ray vio su reloj de nuevo. “…2:47 a.m.”

Abrí las puertas e invité a Ray adelante. No nos hacía nada de mal refrescarnos antes de ir a dormir, especialmente cuando habíamos tenido encuentros cercanos con el pavimento.

Caminamos con cuidado a través de la sala de estar hasta llegar a los escalones. Con cada crujido de la madera bajo nuestros pies, hacíamos una mueca de pavor. Lo menos que queríamos era despertar a alguien y que nos preguntaran cómo habíamos terminado así.

Llegamos a mi habitación. Lanzamos las chaquetas sobre mi cama y me acerqué a mi gavetero, hurgando en la oscuridad entre la ropa.

“¿Qué buscas?”

“Una camiseta. No puedo dejar que te vayas con una camisa con sangre. Lávate y te pones… esto.”

Saqué una camiseta deportiva del instituto y me dirigí al baño del pasillo, halando a Ray por la muñeca tras de mí. Prendimos la luz y nos quitamos las camisas, reparando en una que otra magulladura de la que no nos habíamos dado cuenta.

Nos lavamos la sangre de la piel y el rostro. Una vez limpios, las heridas parecían menos graves de lo que habíamos imaginado, por lo menos comparadas con lo severas que podrían haber sido.

Mi camiseta le quedaba ligeramente justa a Ray. Sus músculos se resaltaban bajo la tela ya algo desgastada. Incluso luego de apagar la luz, su silueta negra revelaba su cuerpo de deportista.

Alargó una mano para tomar su chaqueta, camisa sucia y corbata. “Sería bueno que me vaya. Debo esperar la llamada de mis padres…”

Tomé su mano, deteniéndola. Ray volteó hacia mí, encontrando mi rostro mucho más cerca de lo que se esperaba. La luz tenue de la luna que entraba por la ventana de mi habitación me dejaba ver el brillo en sus ojos, ese brillo que confesaba a gritos que en realidad no quería irse de ahí.

Eliminamos la distancia entre nuestros labios. La mano que antes se dirigía hacia las chaquetas sobre la cama ahora estaba hundida entre mi cabello, jugueteando con él, halando suavemente de él para controlar el ángulo del beso. Su boca entera tenía un sabor lejano como a cobre, a sangre, apenas perceptible.

Deslicé mis palmas por su abdomen, por sus costados, llegando a sus hombros, sosteniéndome firmemente de ellos…

Alguien prendió las luces.

“Eres un imbécil, Matthew.”

Nuestras manos descendieron lentamente hasta nuestros costados. Ni Ray ni yo tuvimos el valor para voltear. Nos mirábamos fijamente, diciéndonos a través de los ojos ‘Lance tenía razón; somos un par de tontos, un par de estúpidos’.

Y en ese momento, frente a mi madre, a las tres de la madrugada, Lance no podía ayudarnos. 

 

Notas finales:

No tienen ni idea de la nostalgia que sentí mientras escribía las escenas de la graduación :(


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