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Hijo en común por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

eweee no sé si les guste, en verdad, espero que si, le eché ganas *maldá* 


En este fic, ya saben, es AU, así que no se sorprendan de que divagué. Perdón sí está muy meloso, o si le falta, o si va muy rápido, o muy lento XD lo hice en esta mañana insensible, me muero de frío ;___;


Hay un enlace en al cap, recomiendo que lo abran en página independiente mientras lo leen XD 

 

Capítulo II. B-chan y el Comité “Corazón de Melón”.

−Huumm, qué raro –un joven, sexy, apetitoso, terriblemente apuesto Byakuran se rascaba la nuca y miraba el cielo tratando de despejar su mente, o de enfocarla realmente en  comprender lo que estaba pasando. Estaba en Italia, había dejado su tranquila vida de Auvernia para poder cumplir con un trabajito.

+Flash Back+

¿Bya-Byauran-san? –Tsuna sostenía el teléfono patosamente.

¿Si?

-So-Soy Sawada Tsunayoshi, el…

¡¡¡Ahh!!!, eres el nuevo Jefe Vongola, qué bien, ¿En qué puedo ayudarle, joven décimo-kun?

Es que… verá… yo sé que tú aún no enloqueces por poder para destruir el mundo, así que confiaré en ti…

¿Eh? -(XD)

Escuche, tengo un pequeño problema, aquí, en Italia, quisiera saber sí usted podría… ya sabe… venir y… ayudar…

Oh, pero por supuesto ¿De qué se trata?

Le enviaré las instrucciones más tarde…

+Fin Del Flash back+

Así que ahora vagaba por las calles antiguas de la bella Bota. Nunca se cansaba de apreciar el aire terriblemente antiguo que emanaba de cada grieta. Talves algo nostálgico le nacía y recordaba su infancia.

Respiró hondamente y sostuvo el aire hasta que se pudo calmar. Miró de perfil un par de novios, declarándose mutuo amor, caminando unidos por la mano fiel. Derroche de ternura.

−Uff, creo que interpretaré eso como una señal –se dijo a sí mismo –talves deba conseguir una linda y joven novia –se rascó el mentón y giraba la cabeza a su lado izquierdo.

Entonces alguien chocó contra su hombro. Un bulto color café, ah, esperen, una persona llamada Jefe.

−¿Está bien? –preguntó Byakuran levantando a Tsuna por el codo.

−Auch, Auch, si, estoy bien –se descubrió la cara y se presentó ante su “nuevo” subordinado –. Bienvenido a Verona, Byakuran-san –inclinó levemente la cabeza.

−Gracias –dijo simplemente –. Se le ve consternado, Jefe-kun.

−Es que en verdad… necesitamos hablar…

Se fueron caminando y llegaron a un parque.

−Tome –le entregó un sobre –. Dentro está la misión –se cubría con lentes y gabardina súper pesada.

−¿Por qué debo ser yo quien deba cumplirla?

−No hay nadie más. Usted es el único, en serio el único, con las cualidades para obtener el resultado que espero. Por no decir que usted nació  para hacer algo este día.

Confundido y todo, Byakuran terminó solo en una banca cerca de una enorme fuente donde había un monumento a Plutón. El sobre no pesaba y aún permanecía lacrado.

−Humm –tarareó una sonata estilo “Napoleón” y lo fue abriendo –. Creo que esto es una broma, o el jefe necesita diversión –enarcó una ceja leyendo rápidamente la lista de cosas por hacer.

+Mientras tanto en alguna parte cercana de allí+

−Por cosas como ésta es que prefiero permanecer escondido, ¿dónde se supone que queda mi anonimato si me ando luciendo por toda Verona de esta manera? –extendió su mano para verse la camisa blanca de manga larga. Sus cabellos eran escondidos, recogidos,  por una gorra y su mirada por un par de lentes oscuros, eso talves serviría si quisiese evitar reconocimiento de los comunes, pero siendo su caso vivir en la mafia no era cosa tan fácil, aunque… por otro lado se supone que Tsuna debía estar negociando un permiso “especial” para esa ocasión para que el guardián de la niebla pudiese tomarse un tiempo para cumplir un trabajito.

De improviso le apareció un enano envuelto en gabardina café y le extendió, escondido desde un pasillo, un sobre lacrado. El símbolo Vongola en él le confirmó a Mukuro la procedencia así que lo recibió y siguió con su camino.

Cuando el encubierto había perdido de vista al sujeto ilusionista, sacó un radio.

−Aquí “jefe patoso” a nido, aquí “jefe patoso”, responde “nido”.

−Responde “nido”, ¿qué sucede, “jefe patoso”?

-La “Madre de las piñas” (XD) ya salió del punto A-3, repito, se dirige a donde se encuentra “papi malvavisco” (XD!). Confirmen al objetivo C.

−Entendido, cambio y fuera.

Leyó la lista de cosas que debía hacer, respiró profundamente y hizo bola la hoja y la quemó sin que se percataran los humanos comunes, venía sumido en sus pensamientos, tuvo que recordar la imagen de ese pequeño niño de ojos azul oscuro, casi purpura. Inclinó la cabeza ligeramente hacia su derecha y llevó la mano diestra hacia su mentón, dubitativo permaneció en su andar, tan distraído que, incluso siendo una persona de su nivel, chocó intempestivamente con alguien en la calle. Se tuvo que acomodar los lentes, el golpe había dejado su mirada bicolor expuesta al sol.

No prestaba atención, y proliferaba una disculpa sumisa, extraña a su naturaleza, sin ver a la cara a nadie, ya emprendía caminata cuando le detuvieron por el antebrazo.  

Y sus ojos se encontraron con los de Byakuran.

−Hola… -susurró Gesso sorprendiéndose de lo que había tropezado en su camino aburrido y coloquial. Un ángel. La quijada del italiano quería irse al suelo, era algo sumamente divino. Un primer encuentro perfecto.

Demasiado

http://www.youtube.com/watch?v=cssAzz6BK8A&feature=related

En el aire se desprendió una hermosa canción. Tranquila, interpretada por un chico.

Empezaba con una linda sonata en piano, seguida por varios arreglos.

Los ojos de Byakuran siguieron atrapando a Mukuro. Que también se había quedado en silencio. Alrededor de ellos se detuvo el tiempo. No había nadie más que ellos dos en esa calle.

Pétalos de rosa roja empezaron a caer desde un edificio y le dieron a Mukuro esa maldita imagen que terminó por asesinar a Byakuran.

Entró Cupido.

Penetrando vilmente en el corazón de Gesso.

−Me llamo Byakuran Gesso…

En ello, Mukuro despertó del embrujo, sacudió la cabeza.

−Ya lo sé –respondió el ilusionista. Ambos se miraron sin comprender.

−¿Cómo así? –inquirió tomándole la mano.

−Eso dice tu gafete –señaló con su mirada, oculta de nuevo por los lentes, como se dijo antes.

−¿Eh? Pero si yo no traigo… -bajó la mirada hacia su chaqueta color café y, efectivamente, había algo allí delatando su identidad, pero más que un gafete, era una especie de letrero labrado en luces de neón –. Esto debe ser una broma –dijo, dejando que un par de gotas le recorrieran la sien derecha.

−Kufufufu, lamento el tropiezo, ¿me podría hacer el enorme favor, Byakuran-san, de quitar su mano de la mía? –el cabellos azules regresaba a su actitud habitual.

−No sin… -se detuvo, pues seguían cayendo miles y miles de pétalos. Hasta el punto de que ya les llegaban hasta los tobillos –, ¿esto pasa seguido en Italia?

−Quien lo sepa te responderá, ahora si me permites…

−¡Espera, desconocido-kun! –arrugó su nariz en gesto divertido mientras reía –, ya que no es usual –seguían cayendo, pero ahora rosas completas y la canción se escuchaba más fuerte.

−¿Qué? –inquirió, en verdad costaba escuchar algo en medio de ese ambiente.

−¡¡¡Que si _________!!!

−¡No te escucho!

En el techo del alto edificio estaba Ryohei y lanzaba las rosas con frente a un enorme ventilador marca Acme de manera propia.

−¡Haré que esos dos se enamoren con este ambiente, al extremo! –reía característicamente –, ahora… -se puso detrás de las enormes bocinas negras y subió el volumen al punto que los vidrios de esa construcción se rompieron.

−Creo que esto deberá pasar a la siguiente etapa del plan –dijo “B” desanimado, estaba sentado sobre la espantosa bocina con un par de orejeras bien puestas –. Bien lo canta mi Madre, papá es enamoradizo a primera vista –suspiró y desapareció en un parpadeo.

Regresando a las victimas que ignoraban toda maquinación en su contra…

Habían salido despedidos de ese lugar, el ruido había sido espantoso y el rio de rosas había absorbido toda la calle.

−Bien, me voy –se dijo Mukuro a sí mismo, escapando de Byakuran.

El pobre Gesso quedó desconcertado. Buscó por el piso para ver si se podía encontrar con alguna zapatilla abandonada por la dueña, perdón, por el dueño de su corazón juvenil.

El italiano no creía en el amor a primera vista. Esto era algo más débil, era como cuando un chico se topa a una linda chica, un gusto peculiar que hace que el primero quiera perseguir al segundo factor de manera insistente hasta que no consiga quitarse la venda de los ojos. Esa era su justificación, además no tenía nada de malo haberse fijado en un jovenzuelo de cuerpo perfecto y finas caderas… ¿O si?

Años, muchos, más tarde se enteraría que si fue amor a primera alzada. (XD)

Hoy, desilusionado pateó una bolita que nadaba en el suelo.

Con una curiosidad extraña, la levantó, pues era el mismo sello el que estaba en la hoja blanca, la extendió y descubrió en ella un listado, muy, parecido al que él tenía, y abajo, en la nota de despedida descubrió lo que necesitaba…

Por favor, Rokudo Mukuro, trate de que este asunto se resuelva, usted nació para…

Todas las palabras eran exactamente iguales a las que Tsunayoshi le había puesto en mesa antes.

Fue atando cabos, pero nunca al nivel de imaginarse que alguien apodado “B” era el maestro de la orquesta, era intuitivo más no adivino.

¿Cómo había llegado la preciada hoja hasta ese lugar?

Bueno, digamos que un duende que algunos llaman “Hibird” apareció para llevarla en el piquito hasta que terminase cerca de Gesso.

−¿Dónde estabas? –dijo Hibari Kyoya recibiendo al lindo pajarito –, regresemos con Cavallone.

Mientras tanto, Mukuro llegaba al primer punto en su agenda.

−Bien… -murmuró Takeshi sosteniendo sus binoculares; estaban en un restaurante.

Las reservaciones: hechas,

Las víctimas, perdón, los invitados: ciertamente notificados en tiempo y forma (Trauma personal del despacho, disculpen ustedes XD)

−Aún no puedo creer que estemos haciendo esto –jimoteaba el chico de cabellos plata

−Shh, allí viene –alegó el moreno viendo que en la esquina aparecía Rokudo Mukuro; disfrazado de civil.

El ilusionista entraba y la campanilla del lugar sonaba. Vulgar, pensó, pero tenía que ir a recoger un paquete que le sería traspasado en la mesa “69”. Se sentó, apoyó su mentón en la mano izquierda y esperó. Al poco rato ya estaba tamborileando con los dedos el mantel.  

Se quitó los lentes y se sumió en la mesa, estiró sus brazos para usarlos de almohadilla.

La gorra con sus cabellos recogidos le pareció molesta, así que se la quitó y dejó lucir su cabello en corte de piña. Estaba “triste”, era fugitivo de la ley mafiosa, cosa que talves no debería importarle, pero muy en este momento se le antojo sentirse mal. En cierta medida envidiaba a su patoso jefe por ser libre y feliz. Incluso al pequeño “B” que era un manojo de juventud.

Aún tenía dieciséis años. Probablemente tenía tiempo de remediar algunas conductas, podría unirse a Vongola al fin… ¡No! ¡Su destino era ser el malo del cuento! Debía buscar una forma de vengarse de su encierro. Destruir la impenetrable cárcel, por ejemplo, era uno de sus primeros deseos.

Apoderarse del cuerpo de Tsuna… aunque, si lo pensaba bien, ¿Qué tenía de bueno ser Jefe de una Horda de Zombis?

−Pareces triste –la voz de alguien preocupado retumbó en la mente caótica de Rokudo, éste levantó su cabeza en un instante, quedando frente a Byakuran.

−¿Me seguiste?

−No me diste oportunidad.

−Entonces ¿Cómo…?

En ese momento, de nuevo el mundo desaparecía. Les era ya ajeno.

Y otra canción, esta vez una de rock pesado abrumó el restauran entero.

−¡Go-Gokudera! –gritó Takeshi cubriéndose los oídos –¡Esa no era la canción!

−¿Ah, no? –masculló manteniendo su maldad clavada en los ojos, sujetando con más fuerza los controles de volumen.

−¡Bájale! ¡Bájale! ¡Les triturarás los tímpanos!

−¡¡¡¡Eso quiero!!!! –y se echó a reír. Pero en ese momento salía de su pokebola, perdón, de su caja el gatito Uri y rasguñó la cara del guardián de la tormenta lo que le causó un exagerado movimiento y soltó el mando dejándole la situación al tranquilo Yamamoto que cambió la canción y disminuyó el tumulto.

−Eres un celoso, Gokudera –murmuró el guardián de la lluvia mirando sobre su hombro como Uri hacía un lindo dibujo en el pizarrón-rostro de Hayato.

El moreno llevó a sus ojos los binoculares, y observó que, dentro, Mukuro se había levantado y era abrazado por Byakuran.

−¡Yuju! –dijo bajito, emocionado, al parecer había logrado salvar aunque sea un poco la misión.

−¿Estás bien? –inquirió Byakuran mientras sostenía a Rokudo entre sus brazos.

−Si… -murmuró, estaba sorprendido, pues en el momento en que había empezado a escucharse la Sonata del Diablo se levantaba para irse de nuevo, pero Byakuran se lo impedía; con vehemencia lo atraía para cubrirle los oídos y le sonreía de manera que hasta un amargado como él quedó opacado por el radiante sol blanco que representaba la boca del albino.

−Parecías abstraído en un lugar oscuro –comentó separándose y bajando las manos para ponerlas sobre los hombros del de cabellos azules.

−Hay muchos lugares así, no me es difícil recordarlos y perderme en ellos.

−¡Qué cosa más rara!

−¿Qué?

−Estás triste –repitió.

−Claro que no –refutó y trató de calmarse. Recogió los lentes y quiso volver a ocultar su mirada, pero Byakuran no lo dejó.

−Dejando eso de lado –le enfrentó mirándole de perfil –, parece que “alguien” quiere que te cuide.

−¿De qué hablas?

Su respuesta se dio cuando Byakuran sacó las dos notas con el sobre Vongola.

−No voltees, pero en el edificio de enfrente hay dos que pusieron la música.

−Creo que puedo saber quién está detrás de todo esto –su enojo estaba elevándose estúpidamente. Pues Mukuro podría haber estado contento en alguna parte de África, pero por culpa de Vongola debía regresar a Italia, a ese lugar que tanto daño le causaba –, los asesinaré.

−Oye, si te parece, tengo una mejor idea. 

 

Notas finales:

El siguiente, será el último >w< será mucho más largo, así que tendrá: más shalaleses del comité XD incesto, perdón, insisto, si no les gusta como va, pueden decirlo -w- 


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