No importa qué
Realmente quise pedir perdón
- El luto terminó, chicas – Anunció – la vieja ya murió y que estemos aquí perdiendo tiempo y dinero no la traerá de vuelta, así que busquen sus ropas, abriré el local – ninguna parecía querer hacerle caso - ¡Vamos! ¡O quieren irse todas de patitas a la calle! – Miró entonces a Ciel mientras se marchaban las demás a los vestíbulos, se acercó al muchacho y sonriente se sentó a su lado - ¿Y tú no trabajas? – Ciel le miró apenas entre la borrachera que se portaba – Anda a vestirte también y prepárate, porque para la próxima semana tengo planeadas muchas cosas para ti… te ganarás la vida al igual que nosotras, no pienso mantenerte sólo porque bailes – botó el humo de su cigarrillo hacia el rostro de Ciel que comenzó a toser, víctima de su asma crónica – Entrena bien tus piernas porque tendrás que abrirlas mucho.
No hablaba enserio de seguro, estaba mintiendo, no podía hablar enserio, no podría querer…
- Vas a prostituirte y te sacaré una gran suma de dinero - Reía – Tengo una campaña lista desde que murió la vieja esa que me dediqué especialmente a hacerla, ya verás cómo luego te queda gustando, las primeras veces toleraré si quieres drogarte un poco – Estaba rígido como una piedra, no asimilaba nada de lo que escuchaba – ahora qué esperas ¡Ve a vestirte para tu última noche de “Diamante prohibido”, porque desde la próxima semana serás “Diamante no tan prohibido”!
Samantha tocaba su vientre con fuerza, no podía creer lo que escuchaba, Sophie se había vuelto loca ¿cómo podía pretender que Ciel se prostituyera si tenía sólo 13 años? ¿En qué consistía aquella “campaña”?
Gareth no dejaba de sonreír mientras apreciaba el pequeño cuerpo del muchacho moverse al son de la música lenta, no dejaba de preguntarse una y otra vez cómo le habría tratado su hijo al ir a encararle sobre su verdad y qué pensarían todos esos hombres que le miraban tan descaradamente si supieran también que a quien tanto aprecian era en realidad un chico.
Al final del baile todo se llenaba de aplausos, como era la rutina ahora venía el baile de Christina, pero Sophie irrumpió al escenario luego de que Ciel bajara y pasó lo que jamás imaginó que podría pasar…
Sophie les dijo a todos la verdad…
Sebastián vagaba por Londres la mañana del domingo, no había vuelto a visitar el burdel desde aquella noche que su pasión con Sophie fue interrumpida por la terrible noticia de la defunción de Prisilla. Se había cuestionado una y otra vez si debía o no ir a presentarle el pésame a Ciel, después de todo él siempre le decía que ella había sido como una madre para él desde que le había adoptado de la calle, pero cada vez que recordaba la mentira de la que había sido víctima desechaba toda buena intención para con él.
Sacó del bolsillo derecho de su abrigo el pasaje a Canadá que había comprado, un vuelo en primera clase que le permitiría llegar a América y olvidarse de él…
Mientras vagaba pensaba… Sus cuentas jamás llegaron a cero y nunca cambió la clave, quería poner a prueba al chiquillo mentiroso: salvó una parte de su fortuna en una cuenta nueva y dejó la otra intacta con otra pequeña suma de dinero, pero ese número no se alteraba, Ciel definitivamente no le había robado.
Nada más observando se había dado cuenta de que su padre seguía frecuentando el local y que volvía siempre cascarrabias porque seguía cerrado por luto, pero la noche anterior no había vuelto, lo más seguro es que el luto en el local habría terminado y volvieron a su trabajo normal, satisfaciendo el apetito sexual de miles de hombres que frecuentaban semana a semana, que asco le daba, él lo sabía, siempre supo que no debía relacionarse con una persona que trabajase en un burdel, pero él fue engañado por esa maldita mirada que parecía tan pura y tan inocente, esa maldita mirada azul como el mar, azul como el cielo, azul como “Ciel”.
Se sacó las gafas solares y las lanzó contra una pared, estas milagrosamente se habían salvado y pretendía seguir caminando, pero no aguantó: esas gafas se las había obsequiado Ciel la noche de navidad en la que se habían dado por primera vez un beso… las iba a coger del suelo.
- ¡¡QUÉ ASCO!! – Gritó deteniéndose y las pisó, las gafas rápidamente se trituraron en el frío pavimento cuando volvió a sí y su mirada se dirigió por inercia hasta un llamativo cartel:
“Noche de máscaras en Luna llena: los diamantes ya no están prohibidos”
¿Qué podía significar eso…? ¿Acaso el virginal Ciel había decidido prostituirse ya que no le había resultado robarle a él? Suspiró lleno de orgullo, intentando camuflar así el inconsciente dolor que sentía al leer eso y sin poder evitarlo los recuerdos llegaron a su mente.
Flash back
- …No quiero volver a verte jamás… algún día te conseguirás a un semihombre igual que tú que gozará en darte por detrás.
Fin flash back
Ciel cubría su rostro, ya era jueves, mañana tendría que comenzar con su nuevo rol, no podía creerlo aún siquiera, de sus ojos no cesaban de caer lágrimas, no podía entender cómo Sophie le odiaba tanto, qué le había hecho para merecer que le tratara así, por qué él debía ahora convertirse en eso, recordando las últimas palabras que Sebastián le había dedicado antes de partir, rió sin poder evitarlo, quizás si tenía razón, y ahora se enfrentaría a su destino de convertirse en lo mismo que quienes le rodeaban, la mente de Sophie era macabra, tan macabra…
- Una noche de máscaras… - Susurró.
Lo había planeado todo tan bien, el viernes había dicho a todos que en realidad era un chico y ahora había organizado una gala de máscaras para que ningún hombre se sintiera avergonzado de querer follar con él ya que su identidad estaría resguardada, sólo había que entrar y “tomar”… Tomarlo… así de simple, como si él no valiera nada, como si su cuerpo fuera un objeto, como si sus sentimientos fueran un juego.
La pesadilla volvía y esta vez para quedarse, Ciel no tenía idea de cuántos hombres bajo sus máscaras de pavor y pudor deseaban hacerlo suyo esa noche aunque fuera un chico, cuántos hombres ahora bajo máscaras reales entrarían a su cuarto como Pedro por su casa* y le tocarían, como lo hizo Gareth, como lo tocó Gareth…
Las maletas estaban listas, ya se había despedido de sus padres y estaba dispuesto a marcharse para siempre ahora con destino a Canadá, en el aeropuerto Gareth sonreía con triunfo, su hijo se iba la tarde del jueves y él la noche del viernes iba a poder volver a repetir el momento más sensual de su vida, relamía sus labios de sólo pensarlo, despidiéndose de su hijo tomó a Gloria por la muñeca y la llevó hasta el carro, lo único que quería era desocuparse luego para que las horas transcurrieran con mayor velocidad.
El vuelo a Canadá estaba por salir, Sebastián miró por última vez el cielo de Londres y se dispuso a comenzar a caminar, pasaría lo que tendría que pasar y Ciel sólo le haría caso a su destino.
- ¡¡SEBASTIÁN!! – gritaban, él volteó, era una voz de mujer, era Samantha - ¡Sebastián, tenemos que hablar! – La mujer jadeaba desesperada había corrido y corrido para saber dónde carajos estaba – Tú no puedes irte de Inglaterra.
- Mira nada más quien viene a detenerme… já – Sonrió con sarcasmo – mira, justamente el vuelo está por salir y yo tengo que subir al avión.
- ¡No puedes, debes escucharme primero, por favor!
- Por favor, qué debería escuchar yo de una prostituta como lo son ustedes.
- Lo sé – Admitió con tristeza, tenía una mano sobre su vientre – Yo sé que fui una prostituta, pero me retiré por mi bebé – Sollozaba – Pero Ciel no es así, tienes que escucharme.
- Cómo no va a ser así, y yo soy un imbécil – estaba harto de que le vieran la cara de idiota – Ya vi su famoso anuncio, Ciel mañana comenzará a trabajar para lo que nació – Su mejilla fue azotada por una fuerte bofetada.
- No vuelvas a hablar así – Sebastián reía, no admitiría lo destrozado que se sentía por dentro – Ciel… Ciel no es así, Ciel no nació para prostituirse – Estaba realmente molesta, odiaba escucharle hablar así – yo pensé que le amabas, yo pensé que ese amor sería más fuerte que tu maldito orgullo y hombría de “géneros”. Ciel te necesita – Sebastián no mutó – Ciel… Ciel fue violado cuando tenía once – Ahora sí las orbes escarlatas fueron abiertas con sorpresa.
El vuelo con destino a Canadá sale en tres minutos.
La voz de la locutora resonó en el aeropuerto, pero Sebastián parecía no escucharla, sus músculos estaban rígidos.
- Él era tan sólo un niño, a este animal no le importó que tuviera once años ni menos que fuera un chico, Ciel jamás pudo recuperarse de ese dolor – Apretaba los puños – yo sé que ese hombre sigue frecuentando el local, lo sé cada vez que veo el rostro pálido y lleno de pánico de Ciel, lo sé cada vez que baja del escenario temblando, como aquella noche que cayó del escenario sólo por el miedo que le causó verle – Sus ojos comenzaban a llorar, Samantha le amaba como una hermana – Yo no sé quién sea, no tengo idea de qué hombre fue el que abusó de él y él tampoco jamás ha querido decirnos nada al respecto, pero de lo que sí estoy segura es que aquel hombre va a ser el primero que llegará al cuarto de Ciel mañana por la noche… - Sebastián palideció – ¡Ese hombre buscará de nuevo el cuerpo de Ciel! hombre o mujer fue tu novio y él confió en ti a pesar de todos sus miedos ¡¡hombre o mujer tú lo quisiste y por ese amor tú no puedes permitir que vuelva a ser víctima de la misma pesadilla que destruyó su vida!!
El vuelo con destino a Canadá saldrá dentro de dos minutos.