No importa qué
A escondidas
- Es hombre…
El espía estaba atónito, en todos esos meses de investigación en los cuales siguió sigilosamente a una tal “Diamante prohibido”, culpable de innumerables fantasías resultaba ser un chico, pero… Pero un momento… algo no calzaba con la descripción… ¡¿Gareth había violado a un niño de 11 años?! ¡¿11 años?! ¡¿Un chico?! Ahora podía ver cómo el muchacho se acurrucaba entre las mantas con esa mirada que aparentaba inocencia, acomodándose entre las almohadas logró aquella posición perfecta que lo hizo caer rendidos a los brazos de Morfeo, era tan suave, tan delicado, tan tierno en sus movimientos que de no haberlo visto él mismo con sus propios ojos no lo habría creído: Diamante prohibido era un chico.
Se adentró con cuidado a la habitación procurando no despertar al muchacho, sí, aún no lo asimilaba: un muchacho.
Encontró entonces sobre su mesita de noche una nota con la letra del hijo de su jefe.
“Nos vemos mañana a las 5 en la misma cafetería. Sebastián”
El tipo sonrió satisfecho, con esa información podía volver adonde su jefe, pero prefería no contarle sobre su descubrimiento, no quería incomodar a Gareth, quien era un hombre que no gozaba precisamente de un muy buen carácter, podía quizás ofenderse si llegaba a verse descubierto en su faceta “homosexual”.
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- Estoy enamorado de esa chica…
Sebastián estaba fascinado con aquel día junto a su Diamante, algo le decía, algo le hacía presentir que no era tan “prohibido” o al menos no para él, a pesar de que la muchacha se negara y tratara siempre de alejarse completamente de todo hombre, él deseaba sentirla cerca, sentirla como suya, él, sin lugar a dudas averiguaría, y tenía un plan.
Ciel no llegó a la cita, qué terco era, miraba su reloj cada 30 segundos: 5:42 pm… No, ya no llegaría, estaba molesto, estaba cansado y además la nieve no cesaba de caer; caminó un par de cuadras alrededor y pudo apreciar el árbol de navidad armado en la ciudad, era un árbol gigante y hermoso, ahí estaba él, sentado en una de las orillas con las manos en la boca intentando hacerlas entrar en calor con el vaho de su aliento, temblaba. Se acercó rápidamente a él, quizás había estado allí desde un principio y no se había atrevido a acercarse a él, entonces se sentó a su lado, sonriéndole.
- Feliz cumpleaños… - Ciel le miró sorprendido, sonriendo casi sin poder evitarlo volteó de nuevo hacia la nieve, sonrojando – puedo darte chocolate caliente, se ve que tienes frío – Musitó a la vez que colaba su mano derecha a la mejilla izquierda de Ciel, provocando que se cohibiera – Vamos, te quiero llevar a conocer un lugar especial, yo traje un chocolate caliente exquisito – le toma para ayudarle a incorporarse – Cuando era pequeño venía a este lugar siempre para noche buena, nunca me gustó mucho salir con amigos ni con nadie más – Le contaba con una leve sonrisa en sus labios, Ciel no despegaba la vista de sus hermosos ojos escarlata, su aliento se veía manifestado en el vaho blanco que despedían sus labios, caminando a su lado cayó en cuenta de que estaban internándose en un pequeño camping – Aquí por las noches encendía unas linternas… Cuando creía en Papa Noé lo buscaba en el cielo si es que le veía andar con sus renos – Sacó de su bolso una manta roja gruesa desplegándola en el suelo, indicándole que tomara asiento, sacó después un termo con agua caliente y un poco de leche, poniendo con sumo cuidado cada ingrediente, debía quedar perfecta para la chica – mi mamá no era muy buena cocinando… así que esta receta especial me la enseñó mi padre a tu misma edad – Ciel palideció, apretando los puños, temblaba – ten – Le ofreció un pequeño vaso con el líquido – te encantará – Ciel lo tomó con desconfianza, sus ser se sentía seguro a pesar de que su cabeza le diera una señal de alerta, aquel hombre, Gareth le hacía trizas la mente al recordar, bajó la mirada con tristeza y bebió un sorbo.
- Tu padre… Inventa buenas recetas… - musitó por hacerle un cumplido, aunque no mentía, realmente estaba delicioso, sonrió con timidez - ¿Por qué hacer todo esto? – guardó silencio – ¿Por qué traerme hasta aquí y contarme todo eso…? – Sebastián miró el pálido cielo de Londres, suspiró e intentó generar una respuesta que por una parte fuera verdadera y, que por otra no espantara.
- Bueno pues verás… quiero conocerte mejor, quiero que seamos amigos… - Suspiró – Porque te encuentro hermosa – Ciel sonrojó, sentía cosas maravillosas bailar por su vientre, sonriendo por lo bajo sus manos apretaron la tacita, bebiendo un poco más para pasar el nerviosismo, le miró – yo entiendo que desconfíes de todos… yo entiendo, puedo comprender perfectamente que temas al momento de acercarte a un hombre porque el lugar donde trabajas sólo frecuentan el tipo de hombre que una niña como tú no quiere conocer… por eso mismo yo me he planteado el desafío de demostrarte que no todos los hombres son así – le sonrió, era tan hermoso, esa sonrisa bella que lucía tan sincera – quiero que me conozcas para así lograr que puedas vivir en paz, ser feliz, volver a confiar en los demás, porque tú me inspiras a querer inventar citas, buscar maniobras e investigar como un idiota, hacer cosas que nunca antes he hecho y que nunca hubiera hecho por alguna chica; por eso, por favor… dame la oportunidad de demostrártelo… Dime—
- Yo… - Interrumpió – yo entiendo… - miraba la nieve con nerviosismo – Pero ya es tarde, en Luna llena las chicas me han preparado una cena y debo llegar – Mintió mientras se ponía de pie, Sebastián atajó su muñeca.
- No te has terminado siquiera la leche – Ciel sintió lástima, pero la lástima no superaba el miedo y la vergüenza, insistió.
- Debo irme.
- Espera – Le soltó y comenzó a indagar nuevamente en ese bolso tan misterioso, sacando un pequeño presente lo extendió a sus manos – Acéptalo, por favor – Sonrió – Es mi regalo de cumpleaños para ti…
- Gracias… - Respondió para luego coger el presente y caminar hacia afuera del parque, llegando dentro de pocos minutos al burdel, decorado especialmente para la ocasión.
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El árbol lleno de luces brillaba en Luna llena, el pequeño presente reposaba bajo el árbol y en sus labios había decorada una sonrisa, a él le encantaban ese tipo de detalles, nunca antes los había recibido y quería darle una oportunidad a esa nueva gama de experiencias que este hombre estaba proponiéndole recibir, pero…
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- Es un chico, señor Gareth – Informó lleno de temor a la reacción de su jefe, claro, no era una información menor la que le estaba entregando – lo descubrí anoche, también descubrí que hoy fue su cumpleaños número catorce y su hijo lo llevó a un camping a tomar chocolate caliente, donde luego le dio un pequeño regalo… - Hubo un silencio sepulcral varia cantidad de segundos.
- …Hasta que lo haz descubierto… La verdadera identidad de Diamante prohibido – Botó humo del puro, sonriendo levemente, acción que sorprendió al agente – Veo que eres un excelente espía, tú me servirás aún más de lo que imaginé… quiero que los espíes, quiero saber dónde van, qué hacen, a qué horas salen, qué días, quiero saberlo todo ¿comprendes?
- Sí señor – conjunto a una leve reverencia.
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La nieve caía sin parar, desde su cumpleaños que no había tenido la oportunidad de verle otra vez, lo único que hacía era mandarle flores y cartas con mensajes cortos y precisos, pero no por eso menos relevantes, Ciel ya se había acostumbrado a ese tipo de presentes y fue entonces cuando decidió que respondería una de sus cartas, tomando una pluma de tinta negra se acomodó sobre un papel en blanco de un periódico y le comenzó a redactar lo más romántico que habría podido escribir, sonreía ante cada palabra hermosa y sonrojaba ante cada “te extraño”, era maravilloso tenerle como amor secreto hasta esas alturas, donde la navidad estaba a tan sólo un día de llegar y seguramente iría a visitarle otra vez.
La chimenea nada más era testigo presencial de lo que ocurría dentro de aquel pequeño cuarto color blanco invierno, sus manos enguantadas que de vez en cuando temblaban intentaban escribir con una caligrafía envidiable a pesar de la ortografía; suspiró y fue entonces cuando decidió que el cuarto párrafo seria el final, despidiéndose y mandándole un beso añadió un “adiós” con el cual pretendía que no le olvidara y fuera a verle. Dobló el papel y lo metió en un sobre para luego dejarlo en el buzón.
- Espero que lo lea antes de que llegue mañana.
Corrió devuelta a casa cuando sorpresivamente chocó contra una negra y alta silueta, sus grandes ojos se llenaron de pánico, era imposible que aquel hombre fuera…