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No importa qué por Koroshi_Death

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Notas del capitulo:

Chan chaan! la verdad es que creo que este fic tendrá 15 episodios porque las ideas fluyen y fluyen y estoy re feliz!!

Espero que a ustedes también les gusta tanto este capítulo como me gustó a mí!!

Los secretos se descifran! les encantará!!

No importa qué

Contra mi pared y  tus garras

-          ¿Quién está ahí? – Esa voz… ­ - ¿eres tú, hijo? – Ambos voltearon, Sebastián afirmó a Ciel para evitar que este tropezara y fue entonces cuando vio su rostro – Mi hijo… y su novia… - Gareth sonrió y se acercó a ambos, saludando de mano a su hijo y luego, besando con delicadeza y respeto la mano del muchacho, tal y como si fuera una dama, sentía cómo la mano de él temblaba llena de temor, intentando disimularlo a toda costa, le miraba profundamente aquellos ojos azules como el mar, aquellos ojos azules que hace dos años había visto llorar, esa mirada – Mucho gusto, dama – Sebastián sonreía, no entendía toda la ola de emociones que pasaban por dentro de Ciel, aquellos recuerdos, todo el dolor, el sufrimiento, las lágrimas…

-          Mucho gusto… - Respondió robóticamente, una respuesta que no pudo evitar ser mecánica, deseaba con fuerzas que aquel hombre soltara de una buena vez su mano, pero él lo había decidido, él había decidido ir a casa de Sebastián, ahora él debía asumir las consecuencias.

-          Pero qué pasa – Pregunta riéndose, soltando ahora su pequeña, blanca y  temblorosa mano – Estás pálido, casi tan pálido como aquella vez que te caíste a mitad del baile – Bromeó, Sebastián frunció el ceño con molestia.

-          Ahórrate ese tipo de comentarios, por favor – Refutó tomando la mano del pequeño, aquel acto que le llenó de seguridad, le apretó con fuerza – No vine aquí a que removieras asuntos del pasado.

Pasado…

La cena estaba elegantemente servida, pero Ciel no comía.

Se dedicaba a mirar con detalle cada adorno, cada mueble de aquel salón, volteó entonces a mirar el platillo servido frente suyo y la gran gama de servicios que tenía a su alrededor ¿Cuál era cuál? La familia Michaelis conversaba gustosamente de diversos temas, pero tanto Gareth como Sebastián no parecían prestar mucha atención a Gloria, ya que ambos se encontraban sumidos en Ciel, observándole con detención y cuidado, el pequeño niño tomó un servicio y comenzó a comer. Gareth en la cabecilla de la mesa no dejaba de sonreír, degustando, disfrutando cada movimiento del pequeño niño que hace dos años le había pertenecido de la forma más íntima de todas: en la cama… o quizás, mejor dicho, en un baño.

-          ¿Dónde aprendiste a usar los servicios, Ciel? – Inquirió Sebastián lleno de curiosidad, ya habían sido demasiadas cosas extrañas por un día, Ciel le estaba sorprendiendo en demasía.

-          Oh… yo… no sé… de pronto es como si lo supiera de toda la vida – Sebastián y Gloria sonrieron con dulzura.

-          De pronto es como si hubieras sido un conde – Agregó Gareth con esa mirada violeta tan penetrante suya, Ciel le miró sin comprenderle del todo a lo que se refería, se sentía confundido, invadido de información y a la vez acosado por tantas miradas – Dime, muchacha… ¿nunca te has preguntado qué fuiste en tu niñez? – Todos se quedaron en silencio, Sebastián estaba sorprendido y a la vez molesto, no recordaba haberle contado a su padre sobre el pasado de su chica.

-          ¿Cómo sabe usted…?

-          ¡Está muy delicioso, sin duda!

Gloria había atinado, no soportaba que su marido fuera tan preguntón e impertinente, para ella era un orgullo que su hijo llegara con su novia a la casa para presentarla y lo que menos quería es que él espantara a la pobre chica; el tema giró entonces entorno a la comida; qué rica estaba la comida, platillo principal, de fondo, el infaltable postre, el fino vino escogido especialmente para la ocasión de una antiquísima cosecha y Ciel… Ciel quien miraba a todos lleno de temor y sin comprender quién era Gareth y qué tenía que ver él con su pasado, qué significaba esa mansión para él, por qué se sentía así, qué hacía ahí…

Pasaron entonces a la sala, donde se dedicaron entre ellos a conversar. Gloria intentaba amablemente integrar a Ciel a la conversación, pero éste no parecía atinar ante nada, su mente se encontraba interna en una laguna que no podía descifrar, entre aguas turbias no lograba divisar nada, estaba tan sumido en sí mismo que por un momento incluso olvidó que se encontraba en el mismo cuarto que su victimario, fue entonces cuando volvió a sí: no había nadie, estaba solo, completamente solo…

-          Ellos fueron a buscar un regalo que te tienen – Musitó Gareth tras él a su oído al notar que “había vuelto”, le tomó los hombros con elegancia pero rudeza, impidiendo que el pequeño se moviera – Oye… - Susurró, lamiendo con lascivia su cuello, Ciel temblaba - ¿Cómo lograste mantener a mi pobre hijo a tu lado? Tú… un bailarín de prostíbulo… un transformista… ¿Cómo lo entretienes…? ¿Acaso le das lo mismo que me diste a mí…? – Ciel aspiró sorprendido, sus ojos estaban enormes y llenos de lágrimas, sus pequeños puños apretaban sus pantaloncillos – le debes dar mucho placer, ya que yo te enseñé – Se acercó ahora a su oído izquierdo -  Porque supongo que mi hijo sabe tu secretito ¿no? ¿él sabe que su novia es un “él”…?

-          ¡Hemos vuelto! – Exclamo Gloria ingresando al salón con un enorme paquete envuelto, Ciel de inmediato volteó intentando ocultar las gotitas saladas que descendían por sus mejillas mientras Gareth se incorporaba tras el asiento - ¿Qué…?

-          Nada, amor, ella sólo me preguntaba dónde estaban.

El regalo fue cedido y fue abierto, era un enorme vestido verde esmeralda con brillantes, unos zapatitos altos y un juego de joyas que combinaba, Sebastián sonrió ante el rostro atónito de su novia.

-          La idea fue mía – informó Gareth sonriendo con supremacía – ya que he notado que siempre usas sólo esos pantaloncillos, creo que sería buena idea que lucieras un hermoso vestido con encajes que vendrían perfecto en tu pequeño y femenino cuerpo, además, ese color quedaría perfecto con tu cabello y tus ojos – Ciel palideció – Podrías probártelo ahora mismo ¿no? – Sebastián y Gloria sonreían y asentían, pero Ciel no quería, Ciel no se pondría un vestido ni joyas femeninas, eso sólo lo hacía en Luna llena cuando le tocaba bailar, pero nada más.

Sentía la presión de las miradas que llegaban hacia él; podía percibir con facilidad toda la emoción e ilusión que guardaban los hermosos ojos escarlatas de Sebastián, no podía defraudarlo, no de nuevo, de todos modos ya podía sentir cómo le rechazaba cuando le dijera la verdad, él no era una chica, él era Ciel…


Los pasillos oscuros del cabaret eran llenados por sollozos suaves y masculinos, era él, era Ciel, Samantha le pudo escuchar y entró al cuarto del pequeño niño que lloraba a un costado de su cama con una mano sobre su rostro y la otra apretando el puño con fuerza, lleno de rabia y de impotencia veía cómo era puesto contra la espada y la pared, aquel maldito, aquel asqueroso de Gareth, el hombre que le hizo la infancia imposible ahora volvía a rematar el resto de vida que le quedaba, la mujer se agachó con cuidado de no apretar su vientre y cogió suavemente el hombro del pequeño, sin lograr sacarle una sola palabra, Ciel lloró, lloró, quizás más que nunca en toda una noche…


Los pajarillos cantaban y él estaba solo, completamente solo otra vez y asomado por la pequeña ventana de su modesta habitación, el jardín que rodeaba Luna llena era hermoso.

Ese día era viernes, debía preparar un nuevo baile para esa noche que seguramente Sebastián iría a verle, sonrió son ternura y nostalgia, seguramente esa sería la última noche que estarían como novios, la última noche que le vería con ternura, sería la última porque él había decidido decirle la verdad; esa noche después de su baile, en el jardín bajo la luz de la luna llena que habría… él le confesaría su verdad.

Terminaba de alistar su traje, sus zapatos y sus joyas cuando se encontró con el vestido verde esmeralda que aquel animal le había regalado, lo tiró lejos sin dudar, no quería volver a verlo, no quería tener nada que le recordara a aquel hombre.

De pronto se sintió un leve escándalo al otro lado de su puerta, gritos de un hombre y una mujer, frunció el ceño y abrió la puerta de su cuarto encontrándose con Stephanie y Sebastián, la primera intentaba frenarlo mientras el segundo le empujaba para ingresar al cuarto de Ciel, pero ya era demasiado tarde, ya estaba adentro.

-          Ciel… - Los ojos de Sebastián estaban rojos, el pequeño retrocedió un par de pasos intimidado ante el aura que desprendía - ¿Cuándo pretendías decirme… - el corazón del muchacho se aceleró en demasía – toda la verdad…?

Notas finales:

Espero les haya gustado del todo, espero sus comentarios porque este último tiempo he recibido pocos, yo se lo atribuyo al echo de que hice demasiado relleno en los episodios anteriores, espero no dejar con ese gusto a poco de nuevo a mis lectores, por favor decídme sus opiniones, sólo así podremos avanzar en la relación escritor-lector.

Gracias


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