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No importa qué por Koroshi_Death

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Notas del capitulo:

Aquí he vuelto con un nuevo episodio, la mayoría que me han leido saben que me gusta actualizar una vez por semana, pero así mismo también me han reclamado que cuando dejo pasar muchos días "muere" la emoción.

Y bueno, con la justa intención de evitar eso he decidido actualizar hoy, que finamente terminaron los examenes de Prueba de Seleccion Universitaria en mi país...

Ahora sólo queda esperar resultados y suerte para mis lectores, porque ahora mi cabeza vuelve a la tierra y me concentraré otra vez en escribirle la mejor de las historias!

Gracias por su fidelidad y por siempre dejarme sus hermosos y tiernos reviews...

No importa qué

Entre destellos y luces florece un sentimiento II

-          Finalmente volvió – Pensó Gareth – pero no es “ella”… sino un “él”…

Flash back

Entre los sollozos y gritos que eran bloqueados por las gruesas paredes aislantes en el baño del cabaret, el pequeño de 11 años era despojado lenta y galantemente de sus prendas.

-          Mira nada más… - comentaba divertido, como si se burlara – Estás tan pequeña que aún no se te desarrollan los senos… qué ternura me da… - Musitaba a la vez que su lengua paseaba por los mismos, apagando con una mano los gritos de Ciel y con la otra privándole de la libertad, accedía ahora a abrir el pequeño pantaloncillo con los dientes, encontrándose con una entretenida sorpresa - ¡Oh! – Exclamó, alzando la vista hasta toparse con los ojos llenos de pánico de Ciel, temblando ante su toque, deseando lo peor – ahora resulta que me saliste un niñito…

Fin flash back

-          ¡Wow! – Exclamó Sebastián - ¡Pero si esa bailarina no tiene más de 15 años! – Gareth sonrió, sin despegar la vista de “Diamante”.

-          No, no los supera, realmente ella es una chica muy especial, la “intocable” casta y pura.

-          Obvio, prostituirla a esta edad sería un delito – añadió, tratando de disimular el gran interés y curiosidad que sembraba esa chica en él, era la única chica que portaba un antifaz, la más joven y tal parecía que incluso se encontraba desaparecida de los escenarios. Atentamente se fijaba también en cómo los demás hombres fijaban su sucia mirada, llenas de deseo y lujuria, era como si marchitaran la blanca y perfecta piel, su padre se encontraba de pronto pendiente en él.

-          No te entusiasmes con ella, Sebastián – Advirtió – es la “prohibida” y además, tiene muchas sorpresas y secretos… más de los que te imaginas…

Los movimientos suaves, delicados y rítmicos que emitían su cuerpo al bailar le provocaban la peor de las arcadas; más que sus mismos movimientos, era la mirada de aquellos cochinos hombres los que lo asqueaban, odiaba cómo estos se disfrazaban de elegancia con sus perfumes, sus trajes caros y sus barbas para disimular que no eran más que unos animales; rió internamente al imaginar qué sentimiento provocaría en todos ellos el saber que en realidad no se trataba de una mujer, sino, ni más ni menos, de un chico. ¡Sí! ¡Cuánta risa le daba imaginar lo asqueroso que se sentirían de saber que han soñado, han admirado y aclamado a un chico camuflado de bailarina!

De pronto su mirada se perdió en uno de esos espectadores… era como si el tiempo se hubiese detenido, parecía tan distinto a los demás, le miraba con atención, pero a la vez lejano de esa sensación lujuriosa… era un hermoso hombre de orbes carmesíes, horrorizado nuevamente ante el hallarse pensando así, corrió la vista, pero admiró algo peor… era él… era Gareth.

Y pronto, sin haberlo previsto y sin poder hacer nada por evitarlo, perdió el ritmo de la danza y, tropezando con uno de los tantos objetos colocados en el suelo como decoración, cayó provocando que los hombres exclamaran en un coro “¡Ohh!” y que algunos, incluso se pusieran de pie, acercándose con la intención de ayudarle.

La música seguía andando, pero Ciel definitivamente no aceptaría que alguno de esos hombres le pusieran una mano encima, cualquier movimiento, cualquier toque, con la más buena intención ocultan en su interior un sentimiento perverso.

El baile no alcanzó a durar los 5 minutos que estaban planeados, rápidamente llegó Prisilla con el micrófono para distraer a los hombres, mientras eran bajados los cortinajes y Stephanie le ayudaba a incorporarse.

-          ¡Ciel! – exclamaba Stephanie sosteniéndole entre sus brazos, ya de pie no le soltaba - ¿Cómo es que te fuiste a tropezar así? ¡Parecías como “ido” del mundo! – Ciel bajó la mirada, se sentía furioso, avergonzado y asustado.

-          Lo siento… realmente “me fui” del mundo algunos segundos… - Su rostro permanecía pálido, como si hubiera visto un fantasma, o peor aún, como si hubiera sido testigo de la peor de sus pesadillas, Stephanie estaba angustiada y acarició su mejilla con dulzura.

-          Dime qué te pasó, qué te bloqueó – Musitó con ternura y la dulzura similar a una madre que nunca recordó, o que quizás nunca tuvo.

-          ¡Hay ya déjalo! – Exclamó Sophie - ¡Que no es de plata ni se va a quebrar, vamos, el show debe continuar! – Stephanie le lanzó una mirada asesina, de los pequeños luceros de Ciel brotaban lágrimas.

-          Así es – Agregó Prisilla, quien había dejado recién el escenario – el show debe continuar ¡Taylor! ¡Después de Ciel venía tu baile! – Exclamó, al momento que una hermosa mujer de cabellos rubios y ojos azules corrió hasta llegar detrás del escenario, donde finalmente subió y fue recibida con fervor, comenzando su erótico baile alrededor del caño – Ciel, no te sientas mal… - adhirió Prisilla – Un accidente le puede ocurrir a cualquiera, entiendo que estuvieras nervioso, el próximo viernes lo harás mejor, ya verás.

-          Sí… - Respondió casi sin ganas, mientras Sophie les miraba fastidiada por la escena, salió del lugar con destino a atender a la clientela con jugos y bebidas.

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

-          Parecía como si su corazón se hubiese detenido y sus ojos llenados de terror y pánico…

-          ¿Viste eso? ¡Impresionante! – exclamó Gareth al momento que bajaron las cortinas y salió Prisilla a alentar los ánimos. Era consciente de que nadie más que él había provocado esa reacción en el chico – es increíble como ha pasado el tiempo y aun no me olvidas…

-          No lo encuentro gracioso – Respondió serio – esa chica lucía terrible

Rápidamente el alcohol, los bailes y las chicas hicieron que el incidente anterior fuera completamente olvidado, pero no para ellos, al momento que Sophie salió del escenario y fue al bar por unas copas, cuando Gareth alzó golosamente la mano, la chica llegó a sentarse en sus piernas, dándole una de sus copas, se acercó, besándole con fingida dulzura mientras este le tomaba por la cintura.

Sebastián se sentía incómodo al medio de ambos, suspiró y volteó a ver a la chica que bailaba en el caño,  le acomplejaba la idea de pensar que no le gustaba en lo más mínimo todo ese espectáculo.

-          Atienda a mi hijo, por favor – Pidió Gareth, al momento que la prostituta se pone de pie para, por consiguiente, sentarse sobre Sebastián Michaelis, besando su cuello.

-          …Vamos un rato adentro ¿No te parece? Con un cliente como tú… para mí no es ningún sacrificio desnudarme… - Sebastián suspiró, eso era a lo que iba ¿no? Se puso de pie junto con Sophie y tomados de la mano avanzaron por los pasillos, internándose en la oscuridad, topando de pronto con Ciel - ¡Hay! ¡Córrete! ¿No ves que vengo con un cliente? – Ciel se encogió de hombros de inmediato, al encender la luz del cuarto pudo distinguir al hombre, era tan bello aún más cerca, sus ojos eran de un color rojo carmín, él no le vio entre la oscuridad, pero… ese mismo hombre estaba sentado junto a quien le había arruinado la vida y peor aún, ahora iba con Sophie a la cama.

Sentía una fuerte desilusión, la puerta fue cerrada tras ellos y quedó solo en el pasillo otra vez, se sentía sobretodo tan patético ¿Cómo podía desilusionarse de un cliente de un burdel? Era lógico que viniera a eso, no era más que otro del montón, suspiró con enojo y se dirigió a los baños, seguramente había mucho que limpiar allí.

Coló el pequeño letrero que decía “en mantención” y cerró la puerta con pestillo, sacando el trapero comenzó con la limpieza, mirando uno de los rincones con detención cerró entonces los ojos y abrió el lavamanos para lanzarse agua fría al rostro… en ese baño hace ya dos años

Eran casi las 5 de la mañana y Sebastián no volvía con su padre, cosa que a este tampoco le complicaba, ya que se encontraba en un cuarto al lado con Samantha; la mujer de 24 años le practicaba un sexo oral, él sólo la miraba…

Odiaba tanto aquello, la maldita sensación que se había hecho costumbre desde que abusó de Diamante, el estúpido reflejo de aquel chiquillo en todas las demás, la maldita rutina de comparar… esos labios tan suaves y tan lascivos le insultaban entre llantos y gemidos, esas pequeñas manos que se rebatían para no tocarlo, como si sintiera asco de él, pero le encantaba aquel asco, le encantaba el desprecio, amaba que fuera tan complicado tocarlo, amaba ejercer aquella fuerza sobrenatural sobre sus extremidades para poder finalmente penetrarlo… aquella entrada que se apretaba, que le apretaba, como si deseara evitar que estuviera adentro… pero que sólo le provocaba desearlo aún más.

Sí, quizás después de todo si se había obsesionado, a esa hora ya el show había terminado, sólo venía el rato de diversión, pero él no se conformaba con eso, él necesitaba hacerlo suyo una vez más, él deseaba tocarlo.

-          Ya no debe quedar nadie… - Pensó y suspiró, a esas alturas las muchachas se encontraban en las duchas, Prisilla se quitaba todo el maquillaje y ordenaba el escenario y bueno, finalmente Ciel terminaba el aseo del local, aunque el pensar que aún le faltaban los cuartos, limpiar de nuevo los baños, recoger los condones y limpiar el semen de las paredes era rutina de cada fin de mes.

Salió a paso lento del burdel donde sus amigas seguramente ya dormían sentándose en el césped, se dedicó sólo un momento a mirar las estrellas y, efectivamente había luna llena, sonrió con tristeza al tiempo que una cristalina lágrima se colaba por sus mejillas, cubriendo su rostro, lo hundió entre sus rodillas. Estaba cerca de navidad, caía la nieve suavemente sobre él, miro su reloj de muñeca: 7:15 am, sus ojos ardían, pasó su mano suavemente sobre su ojo derecho.

-          ¿Por qué…? – Gimoteaba, ya podía apreciar el sol entre el paisaje que ya dejaba manifestar sus primeros rayos – Por favor, déjame olvidar, por favor… - pedía al sol, como si este le pudiera concebir algún deseo, sintiéndose idiota por ello, sintió pasos tras de él, asustado no tardó en voltear.

-          Ciel, es tarde para que estés aquí afuera – Era prisilla – ve a dormir, mañana en la tarde deberás salir a comprar víveres, te necesito repuesto, lo de hoy no fue nada, amor, no debes sentirte mal por ello – acarició suavemente su hombro, sonriéndole - ¡ya, a la cama!

Dos meses después

-          ¡¿Cómo dices, Sebastián?! – Exclamó Gloria, su madre y esposa de Gareth, con una mano en su pecho, sonreía de felicidad, casi al borde de las lágrimas.

-          Así como oyes, madre. Voy a quedarme en Londres.

-          ¡Oh, hijo mío! – La mujer lo abrazaba con devoción, siempre quiso tenerlo cerca, pero desde que creció y por asuntos de negocios aquella utopía no había sido posible, pero ahora sí lo era, su marido y sus hijos, los tres como una familia, sin cuestionarse el porqué de su decisión, le abrazaba.

Por otro lado, Gareth no lucía igual de complacido ante la noticia, le había notado extraño desde que vio a Diamante, aquello era un peligro, no podía interesarse en él/ella, qué tal si luego le contaba que su padre había abusado de él, no era posible, estaba en riesgo el prestigio del apellido, de los negocios ¡De la familia completa! Mientras de él dependiera… Diamante moriría antes de relacionarse con su hijo.

Desde aquella noche iba todos los viernes a ver el show de Luna llena, pero no se acostaba con nadie, sólo iba a verla a ella, a la inocente bailarina que intentaba lucir sensual para el candente público que no la admiraban más allá que como un objeto.

No podía permitir que se enamorara de aquel chiquillo y esa noche de viernes decidió seguirle, le sorprendió entrando en aquel burdel, se sentó en uno de los asientos lejanos adonde estaba él, le preocupaba, ya que su hijo hacía vista ciega a todas las demás chicas, estaba solo, bebía, miraba, y cuando presentaban el baile de Diamante parecía envolverla con la mirada, era algo que sin duda a Ciel le encantaba…

Terminada la jornada, Ciel, como cada una de ellas, se quedó limpiando el desastre del burdel cuando un borracho le tomó por la cintura sorpresivamente, volteó e intentó apartarlo con la escoba.

-          Diamante… - aquel hombre provocaba el choque de su asqueroso aliento a alcohol contra su rostro – Por qué tú… Por qué justo tú tenías que ser la prohibida, yo… yo necesito tenerte…

-          ¡N-no! ¡Señor, basta! – gritó, intentando golpearlo, pero una gran silueta negra tomó al hombre y lo apartó como quien saca un insecto de su remera. Era él, el de los orbes carmesíes… el tiempo parecía detenerse, el espacio parecía cortar distancias y él sentía como si su corazón huyera del pecho.

-          ¿Te encuentras bien?

Notas finales:

Vuelvo a agredecer a los lectores que dejan reviews subiendome el ánimo, finalmente pasó el mal tramo, el tramo amargo y me siento mejor, aún así, ahora se viene lo peor...

Espero encontrarme en forma para ustedes, mis lectores...

¿Qué es un mecánico sin un auto?

Muchísimas gracias a ustedes, los quiero mucho.


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